Partida Rol por web

Iluubra probó a hacerse valer ahora tal cual su posición ordenaba. Dejó hacer a la que tan bien hablaba ahora y calló, atenta a lo que su señor dijera, pero ya pensando interiormente en las alternativas.

Es en el momento en que lo dice, cuando Jayrah se fija más detenidamente, casi sin quererlo, en los ojos de donner, y palidece al instante. No es capaz de recordar el color de los ojos del señor de la ciudad. No sabe si eran de un color avellana o de un verde radiante, lo que sí sabe es que no eran de esa tonalidad que tiene delante de ella, brillantes, feroces, verdes, sí, pero como una enfermedad que apresara la pupila y la obligara a mirar contra su voluntad. Ya había visto antes esa mirada, una noche aciaga no hacía mucho, junto a las murallas, y ya sabía lo que esa mirada significaba.

El principal desmontó y, a la vez, el señor de Iluubra se tocó la librea blanca y negra con una mano enguantada. Su aspecto era más indeciso que durante el encuentro que ellas visionaron. Sus palabras bien pudieron dar ejemplo de ello.

- Buen Donner, convinimos en que la ciudad quedaba al fin libre de plagas, eso nos aseguraban los informes. Vuestros mismos principales - añadió con una mirada a Jorgall que hizo que éste se detuviera -así lo corroboraban. Si las damas a las que acompaña mi sirvienta dicen otra cosa, siendo una de ellas vuestra sobrina, quisiera saber qué tienen que añadir a lo que supuestamente sabíamos.

El donner volvió grupas y se enfrentó al hombre de Nyrr.

- Mi sobrina es una mocosa que ya tiene demasiados privilegios en la fortaleza. Viene y va a su antojo y no pienso permitir más de eso. Sus historias serán sin duda invenciones que han convencido a las demás, y no es la primera vez. Este revuelo habrá encendido su imaginación y creerá haber estado siguiendo una sombra de humo parlante en cualquier pasillo oscuro. ¡Tonterías! Vamos, Jorgall, al menos haz bien esto que te ordeno.

-¡Es que nadie de entre vosotros, hombres de armas, hombres de experiencia, reconoce a este impostor! ¡Ved sus ojos! ¿Son los ojos del verdadero Donner? ¡¡NO!! ¿¿Estáis ciegos?? ¡¡PRENDEDLE!!

Había mantenido una apariencia calmada, pero ya era imposible. El falso Donner iba a salirse con la suya, y ella, ahora, estaba ya convencida. Arriesgarse así era una temeridad, podía costarle la vida. Pero había demasiado en juego, y no era una mujer cobarde. No demasiado, por lo menos. Debía arriesgarse, por el bien de todos, no el suyo. Y lo hizo.

-¡¡¡PRENDEDLE!!!

La reacción de Jayrah provocó un revuelo en el grupo, que se tradujo, en los primeros segundos, en terrible indignación por parte de la mayoría, hacia una ira creciente y un mal augurio y, por otro lado, curiosidad en determinados personajes, como el caballero Mydoyrn de Nyrr, o incluso Jorgall, quienes no pueden evitar mirar al Donner antes que cualquier otra reacción.

El caballo del señor, contagiado de su cólera, piafó y éste apretó los dientes y contuvo a la montura, así como su rabia. Todo esto en apenas unos segundos...

- ¿Señor? - inquirió Jorgall al ver la afectación progresiva en los rasgos del Donner.

Jayrah, más atenta a cada pequeño cambio, se dio cuenta de que la expresión del señor de la tierra cambiaba y tomaba otra identidad, como si su piel se estirase y se contrajese contra su voluntad. El principal también lo vio. Abrió mucho los ojos y desenvainó la espada.

- ¡Brujería! - gritó.

Tres hombres más y el señor de Nyrr lo secundaron, mientras los soldados de escolta de la guardia se cerraron casi instintivamente alrededor de su señor, para protegerlo, pero no se armaron todavía.

- ¡Traición! - gritó el Donner.

Iluubra, que no podía dejar de prestar atención al nerviosismo creciente del caballo, se dio cuenta de que éste iba a salir desbocado hacia delante de un momento a otro y que el único lugar por el que las tropas que lo protegían dejaban un hueco era a través de Unnisya, Jayrah y ella misma.

- ¡Traición! - repitió el Donner, pero la voz ya no era la suya y nadie más tuvo duda de ello. Era la voz de otro, aunque aún no consiguieron identificar de quién - ¡Proteged a vuestro señor!.

Los soldados finalmente desenvainaron y en ese momento exacto, el donner o quien fuera quien tomara su identidad se lanzó hacia delante tras un relincho espantoso de su corcel.

Silenciosa, concentrada en entender lo que estaba ocurriendo más que en las palabras, Iluubra fue la primera en ver el nerviosismo del caballo estallar y comprenderlo. No era un animal de granja pero hasta que inicia una carrera firme, un animal nervioso es un animal nervioso. Aun consciente de lo que se jugaba, la joven criada dió un largo paso lateral que la situaba delante del animal cuando este restalló cacos contra el suelo para iniciar su carrera, a pocos metros.

-¡CUIDADO! ¡OOOOOOSSSSS! ¡OOOOSSSSSS!- berreó desde lo hondo de su alma primitiva, erguida y amenazadora tanto como podía, agitando al alza los brazos para semejar un obstáculo importante para el caballo. Esperaba que rodeado y viendo varios obstáculos delante pero sobre todo a la gritona paleta, hiciera lo que Iluubra esperaba: frenar su marcha penas iniciada y ponerse bruscamente de manos.

El animal, que tras apenas dar un paso se encontró con Iluubra berreando delante de él, abrió mucho los ojos, resopló y se elevó como un ogro recién levantado, tal y como la joven melonera imaginaba a esos seres fabulosos de los cuentos que le contaba su padre de niña.

El jinete gruñó, lanzó un chillido breve y se desplomó en el suelo. Iluubra sintió caer lágrimas por su mejilla mientras contemplaba al caballo buscando la forma de abrirse camino y pateando, encerrado, a quien lo había montado. Finalmente encontró un hueco entre la vendedora de melones y un soldado y se escabulló al trote sin que pudieran evitarlo. Jorgall se adelantó para colocarse entre el cuerpo caído y las mujeres. El hombre del norte, Mydoyrn, desenvainó la espada y posó la punta sobre el pecho de quien, más allá de toda duda, no era el Donner, sino el caballero erranbundo Lonnegahr de Solaayn, intuido al principio, ya que su cara estaba cubierta de sangre, pero luego confirmado por el susurro sorprendido del aún Principal Jorgall, quien ordenó colocarlo sobre un caballo y regresar a la ciudad.

- Si este hombre no es el Donner, ¿dónde está vuestro señor? - inquirió Mydoyrn.

Jorgall tensó el cuerpo y Unnisya se llevó las manos a la cabeza. La muchacha empezó a gritar rogando que volvieran al momento y el principal dio órdenes al respecto. El señor de Nyrn se acercó a Iluubra y le acercó la mano para que se encaramase a su corcel, un soldado hizo lo mismo con Jayrah y Jorgall con Unnysia, quien subió desesperadamente.

Iluubra detuvo sus temblores a duras penas. Tiene que tocarse la frente temblando para descubrir que no está hendida y hundida por un casco del caballo. Cuando la mano de su señor aparece para levantarla, sale de su neblina y la coge con fuerza, con un poco más de la necesaria o educada y sube con su último esfuerzo al corcel para quedar postrada, agarrada a las tiras del peto de cuero, contra la espalda de Mydoyrn.