Partida Rol por web

De muchos modos solías practicar. Muñecos de paja, dianas, blancos móviles, espadas movidas con una Mano del Mago ajena. Pergaminos cifrados. Varitas mágicas a ciegas. Adivinación de conjuros en cadena. Y muchas más. Pero no había nada como el entrenamiento real cara a cara, especialmente contra alguien conocido. Un rival digno y querido.

Así que ahí estabas, con el sol en su cenit, tu fardo de cosas tirado en una esquina, tu armadura de cuero tachonado sobre los hombros, el guantelete de sujección en la mano y su cadena enganchada a aquel precioso espadón que asías con ambas manos. Tu arco a la espalda, bien firme. Tu colgante al cuello y, finalmente, tu nueva varita de curación atada al brazo con una venda de seda, mirando a tu flexura. Fácil de sujetar y activar sobre ti misma. Tu vieja varita se convirtió ayer en un simple palito de tanto usarla, así que compraste otra en perfecto estado.

Ante ti, más que un objeto. El hombre al que no sabías si amar.

Había un pájaro posado sobre un árbol cercano. Azul, verde, negro y de mirada algo ausente. Caodín, el fiel seguidor de Thalessin. Y si estaba él ave cerca, era obvio quien estaba cara a cara contigo y contra ti.

Thalessin te sonreía de forma descaradamente pícara, seguro de si mismo. Esa sonrisa aviesa que podía hacer fruncir el ceño a un dragón. El joven tenía Carisma, eso era innegable. Como su intrínseco halo de misterio.

Sus ojos azules brillaban con reflejos verdes a la luz del sol. Su cabello plateado se mecía al sol de la brisa marina que entraba en el patio interior del edificio de la guardia. Un pequeño jardín de recreo convertido en sala de entrenamiento por orden del ahora retirado padre de Zak, el actual capitán de Thalessin y el resto de la Primera Guardia.

Pero Thalessin y la espada corta que portaba en la mano hacían palidecer en aquel momento detalles como aquellos, o su arco a la espalda, o los transeuntes ataviados con el uniforme militar. Guardias.

— ¿Preparada?— preguntó desafiante, haciendo una floritura con el arma—. Esta vez te tengo preparada una sorpresa, Myli— sonrió ampliamente—. Ya sabes, no es bueno caer en la rutina. Ganarte siempre no tiene gracia.

Pero no ganaba siempre. Sobretodo en distancias cortas. Aunque sí más de las que querrías admitir.

Si tú no usabas magia, claro. Entonces estaba vendido.

Y una vez más, el sol salió por el horizonte dando lugar al nacimiento de un nuevo día. Myliaela se levantó. Inquieta, con pequeñas ojeras, fruto de una mala noche. ¿Y ya iban…? Dejó de contarlos, cuando en la tercera semana, desde que empezaron esos sueños tan grises, volvían a repetirse las mismas escenas, una y otra vez. A partir de entonces, la joven elfa permanecía alerta ante… ¿la posibilidad de un ataque? Tonterías, no había lugar más seguro que su hogar y ciudad.

Entonces, ¿qué era?

De nada servía comerse la cabeza. Era tarde y tenía entrenamiento con Skyfall. Algunos dirían de que se trataba de una cita entre amantes, pero siempre a espaldas de Myliaela, no fuese que hubiese una reprimenda por parte suya. Cierto era que tanto Thalessin como ella estaban muy unidos por un lazo irrompible. Pero, ¿realmente eran amantes? Muchas veces quería que así fuese, otras veces no. Unas veces deseaba romperle la cara y darse un baño con su sangre, otras lanzarse sobre su ser, en plena noche, y consumar su amor. Era complicado.

Una vez comprobados los últimos preparativos, en cuanto su equipo, sin olvidarse de la recién comprada varita, ceñida a su espalda su arco y espadón, partió al lugar donde había fijado Thalessin para entrenar.

Caodín, la tan fiel ave y compañera del elfo, fue la primera criatura que vio antes de fijarse en Skyfall y su tan reluciente sonrisa, sus preciosos ojos azules y su lisa cabellera plateada. Por contra, debía lidiar con su actitud desafiante. Sin duda, quería dar guerra.

- Sabes que sí- dijo devolviéndole la mirada desafiante, mezclada con una sonrisa. Thalessin era de los pocos a los que permitía que la llamasen "Myli"- Mi pobre Thane, ¿tan avergonzado estás de haber perdido los últimos combates, que hasta me has preparado una sorpresa?, ¿Acaso te convertirás en pastel en cuanto te vuelva a vencer?- Myliaela hablaba siempre con una sonrisa, siguiéndole el juego.

Al fin y al cabo la confianza entre ambos elfos era envidiable. De hecho, Thane era de los pocos afortunados a los que Myl hacía conciertos privados con su voz, junto a un árbol y de noche. ¿Y todavía se atreven a decir que no son amantes?

— Ya soy un pastel— replicó Skyfall con una sonrisa ladina—. Por suerte, perdí la vergüenza hace años.

Te guiñó un ojo, ensanchó su sonrisa de oreja a oreja, y se posicionó en actitud de combate.

Cargó su peso sobre un lateral y aplanó la figura de su cuerpo, como un esgrimista.

— Esta vez, mi querida Myliaela Woodsoul, perderemos los dos.

¿Qué?

Se lanzó al ataque, pero en mitad del mismo fintó, bajando la espada y colocándose en guardia a tu espalda, bloqueando un ataque invisible contra tu nuca. Al girarte instintivamente, mientras Skyfall se hacía a un lado, lo que viste te dejó muda durante unos instantes.

Era él. Zak. Su cabello blanco y negro rugía con violencia a la luz del viento. Iba vestido de forma increíblemente sencilla, con una simple túnica de color gris y reflejos plateados, a juego con su cabellera. El escote en palabra de honor dejaba ver un musculado pecho tostado sin vello alguno. También dejaba ver parte del sol que llevaba tatuado cerca del hombro en el mismo lado. No parecía portar armas, sólo un simple fardo negro que sostenía en su mano y caía por su peso casi hasta el suelo. Parecía pesado, pero su brazo seguía impertérrito.

— Ya he avisado a cinco de nuestros curanderos para cuando esto termine— dijo como presentación, sin vacilaciones—. Los vais a necesitar— pero no había sonrisa alguna en su rostro—. Hoy es el día— apuntó con solemnidad—. Myliaela Woodsoul, Thalessin Skyfall, hoy vais a comprobar cuantos segundos podéis soportar al mejor combatiente de los Elfos Nobles.

Un corro, automáticamente, comenzó a crecer alrededor del patio interior. Reinó el silencio durante un instante y luego estalló una orgía de lejanos murmullos.

— Myliaela, elige mi arma, o armas, entre cualquiera sencilla o marcial— te pidió. Tras ello, una pequeña sonrisa de padre enseñando una lección a su hija le asomó en las comisuras.

Volvió a sonreír, mientras desenvainaba su espadón. Una gigantesca arma manejable a dos manos, con efectos devastadores. Myliaela tuvo que aprender en el pasado a saber moverse con la suficiente agilidad al mismo tiempo que asía semejante arma. Y ahora, para sorprender o intimidar a enemigos u otros personajes, solía coger al principio su espadón con una mano, sin apenas dificultad.

Aunque solamente era un mero mecanismo. Uno entre muchos: si un elfo o persona normal le costaba a dos manos mover esa arma y encima la portadora era capaz de utilizarla a una mano, aquello podía servir para mermar, aunque fuese unos instantes la fuerza del contrario. Segundos que supondrían una ventaja. Claro estaba que esto sólo pasaba con los que no la conocían y Thane conocía muchos de sus trucos.

Ella también se puso en posición de combate, aguardando la llegada de su rival. Sin embargo, las palabras y la posterior acción de Thalessin terminaron por descolocarla. Pronto entendió el motivo.

La sorpresa era Zak. Su padre. Con una invitación muy particular. Un dos contra uno. No pudo evitar una sonrisa ante su afirmación. ¿Sólo segundos y encima con curanderos para después? La intención de Zak, su padre, es la de hacer daño. Se acabó el golpearse con palos para aprender a combatir.

- Reservate un curandero para ti también. Quizás te lleves una sorpresa - le dijo, manteniendo la sonrisa. Ella también había estado esperando un combate contra su padre. Las posibilidades eran nulas, pero ¿qué demonios? - ¿ Por qué no escoges una de tus preciadas cimitarras y nos enseñas tus danzas guerreras?

Mirada desafiante. Se giró y se puso al lado de Thane, sosteniendo a dos manos su arma.

- Thalessin Skyafall, ¿me concedes este baile?- no era una pregunta, era una advertencia para que se preparase. Después miró a su padre, desafiándolo con la mirada- Que así sea.

Zak dejó caer el fardo al suelo. Al abrirse, este reveló un buen repertorio de armas mundanas y lo que parecían ser guanteletes modificados, similares a los tuyos. Tu padre sacó un par de estos últimos y se los puso. Era visible que no resultaba fácil hacerlo, especialmente el segundo, una vez ya tenías uno puesto. Al terminar, cuando el hombre intentaba mover las manos le costaba sensiblemente más. Se había limitado la coordinación mano-espada.

Aferró el mango de un arma y tiró, sacándola. Una cimitarra normal y corriente.

— Todas mis cimitarras son queridas— dijo el soldado, excusándose en el porqué no usar una de sus armas—. Y todas las armas de mis hombres son mis armas.

Alzó la cimitarra por encima de la cabeza, cuadrándose de forma oblicua en posición de combate, y simplemente cargó en línea recta hasta alcanzar a Skyfall. Su cabello y su túnica ondearon hacia atrás, fruto de la velocidad, y su primer golpe se descargó sobre tu amante aprovechando la carrerilla. Y tras el primer golpe, un segundo y un tercero.

Los guanteletes reducen a 10 la Fuerza de Zak al atacar y su Ataque en 4 puntos.

La CA para impactar a Zak es 15.

El primer golpe desgarró el torso de Thalessin, borrando la sonrisa de su rostro. Fue un impacto transversal de lo más crítico, desgarrando su carne desde el hígado hasta el hombro izquierdo, trazando una línea por encima de su armadura incompleta sin llegar a tocarla. La sangre fluyó en abundancia, manchando de color carmesí la túnica plateada de Zak.

Ante ello, Thalessin consiguió echarse a un lado justo cuando Zak maniobraba, descargando casi al instante una segunda estocada que cortó el aire. En mala posición, no pudo sino recibir un corte por ese mismo costado, en el muslo izquierdo. Apretó los dientes, pero esta vez, a diferencia de la primera, no gritó. Sólo manifestó el escozor.

Sabías que estaba visiblemente malherido. Otro golpe y no podría seguir combatiendo. Otro aluvión de golpes y moriría. Por suerte, Zak sabía en qué momento no podría descargarle otro golpe más.

— El árbol de la eternidad le maldice, Capitán Zaknafein Woodsoul— pronunció en tono místico.

Mientras hablaba, descargó un espadazo sobre Zak.

Zak recibió un corte superficial en el brazo derecho, rasgando su túnica. Apenas sangró.

— No lo siento— se limitó a decir sumido en la concentración del combate.

Si se refería a la presunta maldición o al corte de la espada era una incógnita.

Zak ha perdido 3 PGs. Está a melé a "a tus nueve" (visualiza un reloj y tú en el centro, mirando "a tus doce"), por lo que conjurar sin vincular tus hechizos a ataques físicos te obligaría a realizar una tirada de Concentración.

Tira Iniciativa al terminar tu turno. Si sacas más de 14, te vuelve a tocar.

Thane fue el primero en sentir el frío acero de Zak. La velocidad con la que le atacó sorprendió al elfo y a punto estuvo de caer en combate. Y nada más empezar. Thalessin trató de contraatacar sin demasiado éxito. Zak apenas notó nada. Era un hueso duro de roer.

La elfa reaccionó y concentró sus fuerzas en guiar el espadón hacia el costado de su padre, quien se encontraba prácticamente al lado.

- Siente esto- gritó, al mismo tiempo que alcanzaba su costado

El golpe impactó en su objetivo, trazando una linea horizontal por debajo de las costillas y desgarrando todo lo que se puso en su camino. El espadón salió de forma limpia por la barriga, siguiendo la trayectoria horizontal.

Myliaela consiguió parar la inercia y puso de nuevo en movimiento su gigantesca espada con un simple giro de muñeca. Antes de volver a golpear en Zak recitó unas palabras y en mitad de la trayectoria, la espada adquirió un tono verdoso. Había vinculado un hechizo con su arma.

Esta vez la espada con un color verdoso describió una trayectoria ascendente, que volvió a impactar. Si iba a perder sería dando guerra.

Daño 1º Turno: 12. Daño 2º Turno: 13 + 2 (por ácido).

Total de daño: 27 PG. Y casi a punto de hacer un Kese'Kan xD

Tus ataques atravesaron limpiamente la túnica de tu padre, acariciando su carne. Fueron dos impactos considerables, que hubiesen dejado fuera de combate a Thalessin de haber ido dirigidos contra él en esas circunstancias. También te hubiesen dejado fuera de combate a ti misma. Pero no a Zak. El elfo sangraba, pero compuso una sonrisa.

— ¿Es así como se siente el orgullo?— preguntó a ninguna parte.

Sabías que eran palabras de aliento y reconocimiento. Ahora sí sintió el golpe. El dolor y el daño se traducían para él en orgullo hacia su hijo. No era nada fácil hacer tanto daño a un hombre en unos segundos, fuese Zak o no.

Tras ello le tembló débilmente un ojo, fruto del ácido que le había carcomido la piel durante unos instantes. Quizás eso no lo hubiese hecho, ni de lejos, tanto daño como el corte, pero escocía como mil demonios.

 +1 de Amistad con Zaknafein Woodsoul.

— 80 PG 110 —

Skyfall mostró una pequeña sonrisa a tu lado, satisfecho del resultado. Tras ello descargó otro golpe contra tu padre, pero el Capitán simplemente se inclinó hacia atrás y un lateral, evitando el filo para recomponer al instante su posición de combate.

— Un golpe de suerte— le dijo al patriarca, excusando su finta.

— Sí, pero para mí— repuso el hombre—. Descansa, soldado.

Descargó un único golpe ascendente, que rajó desde el ombligo hasta casi el cuello de Skyfall, atravesando su armadura. La sangre fluyó, y el elfo cayó de espaldas ante el impacto, soltando su arma en el proceso. Con un pequeño gemido, dejó de moverse. Sabías que tu padre podía haberlo matado con ese golpe. Pero no lo hizo.

Literalmente hablando, se había arriesgado a la posibilidad de que su subordinado falleciese.

Pero el hombre no se detuvo ahí. Encadenó el ataque contra Thalessin con otros dos, esta vez dirigidos contra ti. El segundo no te alcanzó, pero el primero atravesó tu piel y te arrebató la mayor parte de tu estoicismo. Tu abdomen sangraba de forma profusa, con un feo corte de lado a lado.

— Elegir una Cimitarra ha sido tu perdición— se limitó a decir.

Mylialela: 10/23 PGs. Thalessin: -8/25 PGs.

Mientras tanto, un par de hombres con túnicas doradas y el símbolo de un árbol blanco, sanadores, comenzaron a correr desde el público hasta vuestra posición, dispuestos a salvar a Thalessin antes de que fuese demasiado tarde. Uno de ellos alcanzó al elfo y tiró de su hombro, arrastrándolo un par de palmos lejos de vosotros. Acto seguido, recitó algo en voz baja y viste de refilón un destello dorado. Se pondría bien.

Zak, antes de que pudieses reaccionar, volvió a la carga. En un visto y no visto su cimitarra atravesaba tu pecho. La visión se te nubló, todo comenzó a dar vueltas y los ojos ambarinos de tu padre comenzaron a desdibujarse.

— Se acabó— dijo con una voz cada vez más distante—. Golpeaste bien mientras duró.

Y entonces, sólo oscuridad.

Abriste los ojos. Un techo gris. Tacto suave en la espalda, las piernas y el cuello. Al mirar a un lado, efectivamente, estabas sobre una cama. La enfermería. Al mirar abajo viste que, si bien ibas vendada, no tenías sangre seca alguna sobre la tela blanca. Te sentías perfectamente, salvando un ligero abatimiento tras el combate.

A los pies de tu cama, un cofre abierto. Dentro estaban todas tus cosas. Tu fardo, tu mochila, tu espada, tu guantelete y tu arco. Y tu armadura de cuero tachonado, que conservaba ese corte en el abdomen. Todo lo que llevabas encima o habías dejado a un lado antes de desmayarte. Sólo faltaba tu colgante, que sentiste sobre tu cuello.

Por lo demás, habían más personas en la enfermería, pero al parecer, nadie al mando. Skyfall estaba en la cama de al lado, con los aún cerrados y, al parecer, en tu mismo estado. Habían más encamados en diverso estado, y poco más.

No había dolor. No había sangre que saliese disparada ni heridas que no se podían cerrar. Sólo una cama blanda que le daba los buenos días o las buenas tardes de nuevo en aquel día.

Un pequeño auto examen fue suficiente para comprobar que estaba en perfecto estado, quizá algún pequeño dolor, pero no comparable con lo que había sentido al ser atravesada por su propio padre. Se miró su mano derecha, también vendada. Recordaba la escena como si se acabase de producir:  un pinchazo que se convirtió en un gran dolor, las fuerzas desaparecían y Myl empezaba a verlo todo nublado, hasta la voz de su padre se oía distante; pero antes de desfallecer, sacó fuerzas de donde no las había y con su mano derecha cogió parte del filo de la cimitarra con fuerza, haciéndole un corte profundo en su mano; por último, con la izquierda golpeó, sin fuerzas, el pecho de Zak y le dijo unas palabras, después todo se volvió negro.

"Pierdes facultades"

La joven elfa sonreía, quería incorporarse, pero deshecho la idea automáticamente. Todavía estaba cansada y aquella cama la invitaba a seguir en ella. Luego miró a Thane. Tan confiado que apenas tuvo una oportunidad atacar. ¿Qué habría hecho Caodín después de ver el combate? Tal y como estaba ahora, Myliaela deseaba poder cantarle, pero no lo hizo.

- Así que esta era tu sorpresa- le dijo al dormido- Que nos atravesaran y casi mataran, para después quedarnos "a solas" en la enfermería- dejó caer la cabeza en el cómodo almohadón- Me encanta tu idea de romanticismo- giró la cabeza en dirección suya- ¿Sabes una cosa? Visto lo visto, hoy te hubiese pegado una paliza- se echó a reír. Luego bajó el tono, hablando con dulce voz- Despierta pronto, ¿vale?, no sea que se me empiecen a ocurrir torturas para tu cuerpo, mientras estás inmóvil.

Thalessin se removió ligeramente en la cama, murmurando algo entre sueños, pero eso fue todo.

Si hubiese estado despierto, de seguro que habría reaccionado con más arrojo.

Tu pregunta sobre el paradero y las actividades de Caodín encontró respuesta pronto.

Bueno, sólo un ápice de respuesta, pero suficiente.

El pajarillo entró revoloteando por la ventana, visiblemente acelerado, hasta ralentizar su vuelo una vez entró en la enfermería. La sobrevoló unos instantes, observando su interior, y se acercó a vosotros. Ignoró a Thalessin, dormido, y se acercó a ti, posándose sobre tu brazo.

Antes de que pudieses acariciarle o decirle nada, te picó con dureza y reemprendió el vuelo, quedándose junto a la ventana mirando al exterior. Volvió a picar, pero esta vez sobre la roca de la ventana.