Partida Rol por web

Era un día normal de Septiembre. El gallo os despertó junto a los primeros rayos de sol en una fría mañana. El cielo estaba nublado y apenas conseguían filtrarse esos primeros destellos de luz solar, pero al fin y al cabo el otoño llegaría pronto y siempre es una estación bastante fría y lluviosa en vuestra aldea. Nada presagiaba los terribles eventos que tendrían lugar ese día.

La mañana se desarrolló con normalidad. Al menos con toda la normalidad de los últimos tiempos. Se venían oyendo rumores de la presencia de brujas en los alrededores del condado, y eso había afectado inevitablemente a la actitud de los aldeanos. Las ventanas ocultaban el miedo de los puritanos y los postigos se cerraban con mucho más recelo durante tanto el día como la noche.

De pronto, a mediodía, todos os visteis interrumpidos por un estridente sonido. Las campanas de Iglesia restallaban allá arriba del campanario, pero no estaban llamando a la oración. No era el día ni la hora, ni mucho menos la melodía que solían emitir. El Gobernador estaba convocando una asamblea de urgencia.

Raudos, todos dejasteis de lado vuestras labores y acudisteis al vetusto edificio del ayuntamiento. Era una antigua mansión que ahora hacía las veces de oficina para el Gobernador Lucas Comerton y los demás funcionarios, la casa más vieja de toda la aldea.

Todos llegasteis extrañados, ¿Qué podría estar sucediendo? ¿Qué podía ser tan urgente? Pero fue cuando entrasteis al salón principal cuando de verdad la preocupación se adueñó de vuestro cuerpo: junto al Gobernador se encontraban el Alguacil Lester Clemins, con el uniforme manchado de lo que parecía ser espesa sangre, y Patrick Cooly, el verdugo del pueblo, encargado de ajusticiar a todos los condenados a muerte en la aldea.

-Conciudadanos, hijos de Dios -comenzó el Gobernador-. Supongo que los rumores habrán llegado a vuestros oídos, y si no es así, permitidme que os confirme las terribles nuevas que nos afligen el corazón al Alguacil Clemins y a mí.

Nuestro pueblo ha sido mancillado. Mancillado por el Oscuro, por el pecado, por la infamia de la brujería. Dos de los ayudantes del Alguacil, Woolf Brearton y Franklin Swallow, han sido asesinados vilmente por los hijos del mismísimo Satanás en un aquelarre celebrado cerca del pueblo. Muchos conoceréis el lugar, la vieja caverna de Washington Rock, a poco más de una milla de donde nos encontramos ahora. Brujas y brujos que pertenecen a nuestra aldea. Impuros, infieles y sucios hechiceros que se sirven de la oscura magia para hacernos daño. Blasfemos y pecadores que deben ser eliminados.

Tanto el Alguacil como yo estamos seguros de que esos sucios herejes se encuentran aquí ahora mismo, entre nuestros fieles hermanos puritanos. En esta misma sala. Llevamos ya bastante tiempo investigando en secreto las extraños sucesos que han acontecido hasta ahora, y no ha sido sino gracias a la experiencia de esta mañana cuando hemos conseguido atar cabos: las misteriosas desapariciones de los niños, como el pequeño Jonas, las muertes del ganado y las cosechas que se echan a perder de un día para otro. Los seguidores del Oscuro han estado delante de nuestras narices todo este tiempo y no los hemos visto. Es hora de enmendar nuestro error.

Hemos de acabar con esto. Nadie saldrá de aquí hasta que las brujas no sean eliminadas.

El sombrío verdugo cierra violentamente la puerta y enseguida cierra con llave el candado que la guarda.

-Nadie conoce mejor al pueblo que el mismo pueblo. Vosotros, conciudadanos, seréis el jurado en este juicio. 

Habia ido muy rapido al ayuntamiento cuando el gobernador comenzo a dar un discurso acerca de los males que estaban acechando estos pueblo, como toda buena persona traigo conmigo mi hacha y la dejo en un rincon. Nunca me desprendo de ese objeto que es tanto mi trabajo como mi vida.

Cuando me dicen de los asesinatos me levanto bruscamente como podia ser que mis compañeros o mejor dicho amigos del lugar estuvieran sufriendo.

- Bueno quien de aqui es el culpable por favor decidlo asi podemos continuar con nuestros trabajos, esperemos que los que habeis hecho esto se entreguen por las buenas

Nathan salió corriendo de la taberna cuando escuchó las campanadas - Quedaos aquí - le dijo a su grupo, aún llevaba la cerveza en la mano cuando el alguacil empezó a explicar lo ocurrido y a decir que estaban entre nosotros "Putas brujas... morirán...".

Se giró y comenzó a mirar la cara de todos los demás en la sala, ninguno daba señales de brujería... lo típico de algún trozo de piel corrompida, dientes podridos... excepto el mendigo, ninguno, pero él mas que nada por ser mendigo, o no, ¿Quien sabe?...

El leñador empezó a preguntar que los culpables salieran, Nathan sonrió con aire burlón - Claro, seguro que salen y se dejan matar por ti... ¿Cómo se te ocurre siquiera en preguntar eso...? -

Decidme, ¿Dónde estabais cada uno cuando han sonado las campanas? - Necesito saber mas antes de empezar a señalar...

Margaret había amanecido como todos los días, se incorporó en la cama, mientras veía el hueco vacío que dejó su marido al morir hace años. nunca logró superar su muerte y le hacía mella en su vida, apenas dormía ni comía. se levantó y aseó para después ponerse sus oscuros ropajes para salir a hacer sis quehaceres diarios y charlar con sus vecinos para no sentirse tan sola en su hogar.

Como cada mañana, se dirigió al corral, para alimentar al cerdo, su vaca y a sus gallinas, para después coger unos huevos para desayunar. Entró a casa, encendió el fuego para cocinar, preparó unos huevos, cogió un trozo de pan duro, un vaso de leche, y se sentó en su mesa mirando la silla vacía que había enfrente añorando a su ex marido, limpió lo que ensució y salió a trabajar en su pequeña huerta. cuando acabó ya bien entrada la mañana, decidió dar un pequeño paseo por el pueblo y llevarle algo de pan y leche a aquel mendigo que había llegado hace poco a Salem.

A mediodía escuchó la campana de la iglesia extrañada, pues no era normal, se dirigió al Ayuntamiento con tristeza en su rostro a ver que ocurría. el nerviosismo en el lugar era patente y contagioso. Al escuchar al alcalde, se santiguó. -Padre todopoderoso, protegenos del mal y acaba con el antes de que pueda hacernos daño. Miró a todos los presentes extrañada, a muchos de ellos, los conocía desde siempre y no creía capaz a nadie de tal blasfemia, pero si era cierto, la tranquilidad del pueblo sería mermada. El verdugo, cerró el ayuntamiento con aquellas palabras. Nosotros el Jurado? qui... quieren que no... no... nosotros nos juzgemos y delatemos? Miró aun mas asustada a los presentes. Y si algún buen puritano inocente muere bajo nuestro juicio? eso sería imperdonable a los ojos del señor!

Escuchó a los dos chicos hablar. Yo he estado paseando por el pueblo, como todas las mañanas, señor, discúlpeme si os puedo ayudar en algo, no duden en pedirmelo

-Gracias, señora...- Espero a que me diga su nombre, una vez me lo dice me giro a los demás -Y el resto? Que hacíais... y no se lo tome a mal señora pero... ¿Alguien vio a la señora Margaret pasear? ¿O ha algún otro de los presentes?-

- Muchacho creo que no tengo que contestar la pregunta que has hecho, yo he estado trabajando todo el dia y trayendo leña. Si quieres saber tengo astillas por casi todos lados... Ahora dime es tu plan preguntar que hacian?, la mayoria trabajando o no, como piensas saber quien es quien?

Mientras en mi mente muchas preguntas posibles estaban rondando.

El gobernador habló, comunicandonos a todos la situación actual del pueblo. Los ayudantes del alguacil, el señor Brearton y el señor Swallow, habían sido asesinados por un aquelarre de brujas. De enviadas del maligno, asesinas sin escrúpulos... No podía creerlo. Mientras el gobernador hablaba, las veces que me santiguaba, así cómo las que besaba la única de mis vestimentas limpias, un amuleto con forma de cruz hecha con madera de olmo, iban en aumento. El pueblo estaba bajo el yugo de un grupo de peligrosas brujas. Oir para creer.

¡Ploff! Fue el estruendo producido por el portazo que dió el enorme y fornido verdugo al cerrar con fuerza las puertas del ayuntamiento. De un salto, miré a la puerta para cercionarme de que aquel hombre nos impedía huir. Estabamos encerrados con brujas, por dios...

-Santa María madre de Dios...- Murmuré sin terminar de creerlo -Por dios nuestro señor, brujas... No me lo puedo creer. ¿Y están aquí?¿Entre nosotros?¿Nuestros vecinos...- Dije, aunque siendo que yo acostumbro a dormir en el suelo, cerca de la puerta de las casas de la señorita Lovett, o cerca de la iglesia, el lugar perfecto para hacer mis rezos para pedir una vida mas decente -Son adoradores del maligno? No puede ser...

No podía terminar de creerlo. Junté mis manos delante de mi cara y recé a dios nuestro señor por salir vivo de ahí.

-jeje, He grandullón, al menos estoy haciendo algo útil, porque lo que eres tu... pedir que se entreguen, buen trabajo leñador, ah escucha, las astillas te las puedes haber clavado mientras huías de los ayudantes del Alguacil, ¿No?- Sonrío mientras le miro - Así que mejor no des nada por hecho ¿Vale? Ahora si no te importa, déjame seguir preguntando-

Miro al mendigo "Dios... ya han empezado los rezos, eso no les va a salvar, ¿Porque nunca lo entienden?"

Resultaba tremendamente incomodo estar en la misma habitación rodeada de personas del genero masculino. Me senté lo más alejada que pude del resto y luego de escuchar las terribles noticias no pude más que santiguarme. Mis ojos se llenaron de lágrimas, me arrodillé y recé en favor de las almas de los difuntos a quienes las brujas habían usado para sus oscuros fines.

Mientras sujetaba mi rosario rezando con los ojos cerrados escuché como un hombre increpaba al resto. Levanté la cabeza sin llegar a responder porque no fui capaz de interrumpir a los demás que hablaban. Yo había pasado la mañana en el claustro cuando no estaba allí cuidaba a los niños del orfanato. "Pobres criaturas, solas y sin protección quien velara por ellos" seguro serían el blanco perfecto para los brujos, solos y sin nadie que los cuidara.

Las mañanas de la señorita Victoria siempre estaban muy ocupadas. Cada dia de la semana tenia marcado en su calendario una serie de tareas que había de cumplir estrictamente. Su padre un rico terrateniente tenia grandes planes para la muchacha. Ya había cumplido 19 años, estaba en la flor de la vida y tenia la edad perfecta para casarla. La familia se había encargado de procurarle la mejor educación posible tanto intelectual como religiosa.

El dia empezó con unas clases de piano a cargo de su profesor de música y canto. Victoria dominaba varios instrumentos entre ellos el clavicordio, el órgano, muy apreciado entre los feligreses de la aldea y el violonchelo . La señorita seguía aprendiendo nuevos idiomas, se formaba en el arte de la escritura y se empapaba de toda clase de conocimientos permitidos por la iglesia católica, algunos bebidos directamente de los libros y otros por sus profesores. Nunca se sabía donde ni con quien tendría que pasar el resto de su vida. Lo que estaba claro es que la iban a unir con un rico igual que ella y tenia que estar a la altura para adaptarse a cualquier situación.

Oh dios mio. Las campanas de la iglesia tocando a mediodía. Esto es algo muy inusual, tampoco son campanas de muertos. ¿Que pasará? Parece como una situación de urgencia. -Padre permítame ir a ver que esta suciendo usted esta muy ocupado con sus negocios y mis hermanos tienen que atender otros asuntos.

Al llegar a la iglesia se entera de la fatal noticia al igual que el resto de aldeanos. -Tantas desgracias no podían ser obra sino más que del maligno. El caos y la destrucción se ciernen sobre nosotros en este pueblo de dios tan devoto. La señorita agarra por un momento la cruz que cuelga de su cuello buscando protección, no puede creer que eso esté pasando de verdad. -Estamos a merced de esas horribles personas, que digo personas, que dios me perdone pero no pueden ser criaturas bondadosas ni considerárseles humanos. Tal y como opina la viuda Wellington, yo también tengo miedo de que cometamos un terrible error condenando a un inocente.

- Mister por lo que veo tambien usted debe decir que estuvo haciendo porque creo que aqui puede ver lobo con piel de cordero si sabe a lo que me refiere... Como sabemos que usted no fue el culpable porque posee todas las pistas

Mientras lo miro y luego me doy vuelta.

- Creo igual que es momento de dejar nuestras diferencias y cooperar que dice.

Tras asearme y ocuparme del ganado que teníamos en la cuadra, desayuné y salí a ofrecerle algo de comer al mendigo que hacía vida junto a mi casa, sonreí al ver que ya tenía algo de pan y leche con lo que alimentarse pero igualmente, le dejé mi parte de todas las mañanas.

Después volví a la cuadra para ordeñar a las vacas tranquilamente. Alan aún no se había despertado, así que tenía tiempo de sobra para relajarme con ello. O eso creía. Al oir las campanas de la iglesia, miré con extrañeza en su dirección.

- Esto no puede significar nada bueno... -Murmuré, mientras frotaba mis manos contra el delantal y me metía en casa, para apremiar a mi esposo.

Nada más llegar a la iglesia, acaricié el hombro de mi marido por detrás a modo de despedida. Él se iría a la parte frontal de la capilla, mientras yo me juntaría con alguna otra mujer más (Arlette).

Me persigné y escuché.

Era cierto que hacía ya un tiempo había más desapariciones de ganado de lo normal pero aún así había estado rezándole a nuestro Señor día tras día porque fuese algún tipo de zorro que bajase colina abajo...

- Yo me hallaba en mi propia granja, cuidando del ganado. Ordeñando a la vaca... -Murmuré algo tímidamente en respuesta al hombre que tenía la escopeta al hombro.

Durante todo este tiempo mi mano se cernía alrededor de la cruz que colgaba de mi cuello.

El buen herrero se levanto a primera con el primer canto del gallo. Se despertó animado, ya que aquel día le correspondía preparar la buena comida que se daba como premio una vez al mes por su trabajo.

Tras darse un baño, y vestirse, se fue al taller, donde hecho leña al fuego de los hornos, cosa que por la tarde estuviesen listos para poder fundir el metal al día siguiente, un trabajo que tomaba mucho tiempo, pero cuyos resultados eran muy gratificantes.

Tras ello, llevo su atención a un proyecto personal en el que venia trabajando hace semanas, y que tras muchos cálculos llevados más que nada por ensayo y error, parecía haber logrado al fin. Tras ver su obra terminada, se rió un poco al pensar en los sustos que había provocado a sus vecinos con las explosiones que se escuchaban a menudo por su taller. Recordó bien al cura que le vino con el sermón de que no era prudente molestar a los vecinos de esa manera, que no era cosa de buenos hombres, y que en pago le ordenaba rezar diez padres nuestros todas las noches.

Luego se acerco a la nueva hacha que estaba preparando para su amigo el leñador, a quién reparaba sus herramientas a cambio de que pudiese traerle la madera que necesitaba por los hornos. A ver si por la tarde podían ir a echarse unos tragos mientras charlaban sobre las buenas mozas que habían en Salem.

Salió luego al mercado, donde compró todo lo necesario para su buena cena, carne, hortalizas, algo de maíz y unas patatas. Los sabores no eran los mismos que en su natal Escocia, pero ya a esas alturas estaba acostumbrado.

Se encontraba desplumando un pollo ya a mediodía, cuando las campanas de la iglesia resonaban por todo el valle. Extrañado dejo su tarea a un lado, pensando que se trataba de un asunto extremadamente importante a tratar, cosa que comprobó cuando llegó al lugar, y escucho al gobernador revelando aquella perturbadora noticia.

Miró preocupado a todos, ¿como era posible que entre personas que se conocían de toda la vida pudiese haber seres tan repugnantes y faltos de Dios como los brujos? Si bien le causaban cierta angustia los hechos de las ultimas semanas, nunca creyó que se debiese a ellos. Se persigno, y suspiro, mientras escuchaba las voces de sus vecinos.

Se acercó a Rick, el leñador, apoyando a la moción de que se revelaran enseguida, aunque sabía que no lo iban a hacer. En estos momentos era importante permanecer unidos a quienes conocíamos. Más una burla del forastero que había llegado hace poco le molesto, y le miró desafiente.

- Hey, forastero, más respeto con la gente, aquí no eres nada más que un extraño, así que cuida tus palabras. No pienso responder tus preguntas, las únicas autoridades capaces de pedir explicaciones aquí son el gobernador, el alguacil, y el cura que es representante de Dios. - Le miró desafiante.

Roderick durmió poco aquella noche pero aún así madrugó más de lo normal, el recuerdo de la reciente muerte de su esposa aún está presente en su cabeza.

Tras asearse y tomar tres piezas de fruta, subió al ático y abrió las ventanas para que la brisa de la nueva mañana se llevará los malos olores de los lienzos viejos allí almacenados. Cogió un trozo de tela virgen y lo colocó en el caballete, ajustando sus desgastadas tuerquecillas que chirriaban como un perro viejo, cerró los ojos y dejó que la inspiración le llevara de la mano y las pinceladas expresaran lo que encierra su alma.

A pesar de ser bueno, aquello no dejaba ver lo que había en su mente y nuevamente descolgó el lienzo y lo colocó en una pila dónde guardaba sus trabajos sin éxito. Se encontraba allí, en su ático viendo que desde la muerte de su señora esposa no había conseguido plasmar un buen lienzo "Si aquella maldita enfermedad no hubiera....No sabes cuantísimo te extraño, mi musa, mi Rosemary"

En ese preciso momento se ve sorprendido por el golpe de las campanas a deshora, ¿Qué terribles nuevas habría? Dejo la casa cerrada y se apresuró a llegar al edificio del Ayuntamiento.

Las palabras del gobernador encogieron el corazón de Roderick, terribles nuevas tal y como había presagiado.

- Que el señor, misericordioso, se apiade de este pobre pueblo, ¡Brujas! ¿El oscuro...Campando a sus anchas en el pueblo? Oh, Pater noster, qui es in caelis, sanctificetur nomen tuum, Adveniat regnum tuum Fiat voluntas tua, sicut in caelo, et in terra. Amen

El nerviosismo parecía haber contagiado a todos los allí presentes y volaban acusaciones y defensas, sobre todo le llamó la atención aquel extranjero borracho que reside en la posada desde hacía poco tiempo ¿Que pecaminosos asuntos le traerían al pueblo cómo para que ahora aceche este mal a estas buenas tierras? Aún así parecía intentar que todos le dijeramos, cómo si a él le debiésemos alguna explicación o representara la autoridad en algo. Como buen hombre, Roderick le contestó

- Me encontraba en el ático de mi casa, retratando el sol asomando por la mañana en la pradera de Salem, aún se puede apreciar el olor a pintura y aguarrás en mis manos.

Seguía leyendo sentado a la sombra de un árbol en el viejo parque cerca de la taberna, una lectura muy entretenida que me atrapó hasta tal punto de evadirme de la realidad, no obstante algo irrumpió en mi agradable lectura... unas campanas que me hacían presagiar lo peor.

Abandoné mis quehaceres para ir hasta donde se estaba reuniendo la gente junto al gobernador. La verdad que se palpaba tensión en el ambiente, y más después de todo lo dicho por el gobernador.

-Señores y señoras, no debemos ponernos nerviosos - miré a la gente que parecía muy asustada - creo que deberíamos permanecer todos unidos, sin separarse, tal vez de ese modo esclareceremos lo ocurrido - sinceramente, los murmullos de la gente y los rezos también empezaban a asustarme, por mucho que trataba de ser valiente estaba tremendamente horrorizado.

Margaret miró a Nathan. -Mi nombre es Margaret Wellington, y discúlpeme señor, pero me fio mas de los buenos puritanos de este pueblo que de un forastero que nada mas llegar, ya está sospechando de buenos samaritanos..

Miró al resto de sus vecinos, confiaba en ellos, pero si era verdad que había brujas, dudaba que solo fuera una...

Como pensaria que pasaria, la gente estaba dudando de todo por aca, nadie sera facil pero ya esta haciendo sus propios pensamientos. Miro al herrero a mi lado y luego vuelvo la vista a todos los que comienzan andar, me vuelvo a sentar para intentar pensar mejor y prestar atencion a todos.

- Necesitamos calmarnos un poco personas de Salem, estamos en un caso especial y bastante complicado por lo que deberemos pensar. Segun el gobernador seremos los verdugos de las personas que estan aqui dentro, tendremos un tiempo para pensar eso... No se guien por algun intento de venganza sino hacedlo con inteligencia y no lo digo intentando isultaros sino en una forma.

Miro a todos que ya parecia haber un aire diferente en la sala.

La mañana transcurría plácidamente, pero no perdí tiempo ni holgazanee para evitar pecar, si no más bien salí desde temprano a cosechar algunas verduras mientras mi familia hace deberes en la casa.

Luego de trabajar me dirijo hacia la casa del padre a ver en que podía ayudar a la iglesia, camino por el pueblo saludando a los buenos vecinos de la comunidad y me detengo un par de minutos a conversar con la señora Edison, cuando empiezan a sonar repentinamente las campanas de la iglesia así que decidimos salir a ver que acontece.

Al llegar nos enteramos de la terrible noticia, los rumores eran ciertos, la brujería y hechicería han llegado hasta nuestra tranquila comunidad.

-Oh mi Dios, amparanos en estos tiempos y otorganos fuerzas para acabar con este mal que ha aparecido en nuestra tranquila comunidad. Por muchos años hemos vivido en paz en este pueblo así que pienso que los culpables deben ser los recién llegados y los que viven en el libertinaje... ellos deben ser los que hacen el mal en el pueblo.- fustigo con voz enérgica a los presentes.

-Señor Winston coincido en parte con su buen juicio. Los libertinos, gentes que viven en pecado sin estar unidos en sagrado matrimonio son los primeros que van a ser tentados para hacer el mal. Respecto a los forasteros veo que todos al igual que yo sienten poca simpatía por el cazador de brujas. Que casualidad que tenemos a las brujas instaladas en la aldea y aparece este hombre de la nada. Yo me pregunto ¿será que ha utilizado esa artimaña para intentar engañarnos o será que dios nos ha mandado un ángel misericordioso para que nos ayude?. Dios me libre de juzgar precipitadamente, la prudencia al igual que la paciencia es una virtud.

Eileen despertó al despuntar el alba de aquella mañana. Como cada mañana, fue a recoger un poco de leche fresca de una vaca bastante lustrosa, que el lechero de Salem le había regalado como muestra de agradecimiento por haberle curado una herida que pintaba bastante mal.
Llenó dos vasos, uno para ella y otro para su padre. Puso un poco de pan al lado del vaso que quedaba por beber.
Tras esto, fue a echarle un vistazo a su escaso material instrumental, del que disponía gracias a la amabilidad del médico del pueblo.
Limpió unas cuantas pinzas con algo de alcohol y lavó los paños que a veces hacían de gasa y otras de torniquete.
Se podría decir que el pueblo los acogieron bien, a ella y a su padre, al llegar allí.
Viendo que no había nadie en la puerta para pedirle ayuda, cogió un libro y se dispuso a leer... hasta que escuchó las campanadas.
"Es bastante raro...", pensaba mientras se dirigía a buen paso hacia el Ayuntamiento.
Aunque para rara la noticia que allí le dieron. Cuando cerraron la puerta con candado, Eileen se estremeció, pensando que había dejado sólo a su padre en su casa, por lo que corría peligro, aunque no estaba segura de que su situación fuera mucho mejor.

- ¿Y qué pasa con la gente de ahí fuera? Corren si cabe más peligro que nosotros aquí encerrados, con o sin brujas dentro. El verdugo y la autoridad se encuentran aquí, ¿quién va a defenderlos en el supuesto de que pase algo?-, preguntó mirando a los allí presentes.

- A propósito... yo simplemente estaba leyendo después de revisar algún instrumental, después de ponerle el desayuno a... mi padre-, dijo con la voz quebrada, si bien más se le quebró el alma al oir las palabras del señor Brown. Eileen ya llevaba unos años en el pueblo, pero aún así...
"No soy más que una recién llegada...".