Partida Rol por web

Al tener tantas dudas decidiste regresar al P³ . Aunque tampoco te ayudaría mucho aquello. Era ya muy tarde para que nadie siguiera allí y de hecho así parecía ser. Cuando orbitaste allí, tan solo te encontraste con PJ. No estaban ni tus primos, ni tu hermana, ni tan siquiera tus padres o tus tíos. ¡Tampoco tu abuelo!

Solo estaba PJ. ¿Por que era PJ, no?

Dar golpes de ciego intentando acabar con la vida de esas molestas, zumbantes y ágiles luciérnagas rojas era frustrante. Demasiado, teniendo en cuenta la poca paciencia de la que siempre se había caracterizado Penny. Por eso, no tardó en convertir sus movimientos en descontrolados ataques faltos de buenos resultados.

Las heridas le ardían, pero no podía quejarse. Al menos eso era lo que le indicaban los sonidos procedentes de su primo Henry. Fue entonces, fomentado por un brusco movimiento intentando evitar un corte en la cara, cuando vió la tapa y las barras. Se lanzó hacia ellas como un hombre hambriento recibe un trozo de plan blando. Quizá no sirviese de nada pero, ¿tenían algo que perder?

- ¡Henry! - No tardó ni un segundo en lanzar hacia su primo una de las barras. La suya, mantenida con la mano izquierda, adoptaba una agresiva posición mientras la derecha intentaba hacer uso del cubo para minimizar los ataques de las dichosas luciérnagas.

Las nuevas voces que llegaron le devolvieron a la realidad. No estaban allí para hacerse con la victoria, aunque en esos momentos hubiese pagado por exterminar a esos molestos insectos. - Voy para allá - sentenció. Sin esperar el visto bueno de su primo, echó a correr para acortar las distancias que le separaban de las dos figuras.

En el momento en que me iba a Teletransportar a mi casa veo unas luces blancas a mi lado.

- ¿Quién viene? - me pregunto. Ojalá sea Leo para poder ayudarme.

Mi sorpresa es mayúscula cuando observo que el que aparece es Chris.

- Chris, ¿que haces aquí? - le pregunto. ¿Para que has vuelto?

Melinda miró a su prima cuando esta le preguntó sobre cómo estaba yendo su poción. Se quedó un momento pensativa, y redujo el fuego de su poción un poco. Se acercó a la poción de Tam y apartó a su prima con suavidad y una sonrisa amable, con un deje maternal, para que le dejase algo de espacio. Se recogió el pelo con una mano para inclinarse sobre la poción y olisquearla un poco. El olor picante subió por su nariz y se quedó en la parte superior, entre los ojos. 

Se apartó para toser un poco y se rascó la nariz.

- Creo recordar que sí...-afirmó, dubitativa-... pero no tanto. Rebájalo un poco añadiendo o bien agua, o bien algún zumo de fruta... El agua lo hará algo más aguada y, por tanto, no tendrá un olor tan picante y el zumo... hará lo mismo, sólo que dejará un sabor mejor-rió suavemente. 

Volvió a su poción, moviendo suavemente hasta que quedase un líquido transparente e inodoro que pudiese dar el pego como agua. 

Henry notaba cómo esos bichos de destrozaban la cara poco a poco. A pesar de intentar mantener el silencio para que Penny no se preocupará, no pudo evitar soltar algún que otro gemido cuando los aguijones se acercaban demasiado al ojo, o cuando su clon se desvaneció, sintiendo parte del dolor de la copia. Sus puñetazos no servían de nada ante esos seres tan diminutos, pero ¿qué otra cosa podía hacer? Encima se habían dividido y también se estaban enfrentando a Penny. ¡Joder! pensó con frustración.
Penny, por suerte, había atendido a sus palabras y había buscado con qué defenderse. No solo eso, si no que también encontró una barra para que él atacara. Entre todos sus primos, eran los que tenían los poderes menos activos, y no podían atacar como los demás. Intentó coger al vuelo el arma que le lanzaba su prima y así seguir combatiendo.
La idea de que los aguijones estuvieran envenenados le sorprendió y casi pierde la concentración. Si ese fuera el caso, seguramente tendrían poco tiempo antes de que ocurriera algo peor. Entonces la mujer...
Henry se había olvidado por completo de la inocente que estaba en peligro. Incluso antes de que pudiera hacer algo más, escuchó sus gritos.
Era una distracción murmuró cabreado. ¡Ese demonio había conseguido engañarle! Y, sin más, se unió en la carrera a su prima, yendo al origen de los gritos.

Al contacto de Melinda, Tam se apartó colocándose a un pie de distancia para que su prima pudiera operar con tranquilidad. Mientras ésta olisqueaba la poción, siendo recompensada con un pequeño ataque de tos, Tam le echó un vistazo al suero de la verdad, que no parecía tener color ni olor alguno. Ahora que lo contemplaba más de cerca, vinieron a su memoria recuerdos algo difuminados de sus primeros días en la escuela de magia. Cuando el director les había recordado que no debían revelar su condición de brujas, les había mostrado un frasco con una poción de características similares a la de Mel, señal de que su prima lo estaba haciendo correctamente, informándoles de que no le resultaría difícil averiguar si le mentían.

- La tuya tiene bastante buen aspecto, Mel.- comentó, sonriente, satisfecha de poder hacer un comentario en base a algo más sólido que su humilde opinión. Parecía que habían decidido hablar las dos a la vez, pues sus palabras sonaron al tiempo que su prima comentaba algo de zumo de frutas. La miró con la nariz arrugada y aspecto confundido.

- Ein?- ¿Para qué necesitaban zumo de frutas?- Ah...es por eso.- dijo, con expresión divertida. Pero en su interior, un pensamiento que decidió no poner en palabras- su prima parecía haber recuperado algo de su buen ánimo y no iba a quitárselo de golpe recordándole por qué se encontraban en esa situación- cruzó su mente. No creo que a nuestros enemigos les vaya a importar mucho el sabor que tenga la poción. Recuperando su optimismo pensó para ella misma- Bueno, al menos sería fácil colárselo en el desayuno.

Se acercó a la nevera y, tras hacerse con un tetrabrik de zumo de manzana, con un color parecido al que tenía que tener la poción una vez finalizada, retomó su posición frente al caldero y vertió parte del contenido en él. Esto ya tiene mejor pinta...

Kat observó su vestido negro, sucio por las rodillas del momento en el que había tenido que tirarse al suelo a punta de pistola, así que no tardó en aceptar agradecida la oferta de Pat y ponerse unos holgados pantalones negros y un top del mismo color. Segundos después estaba plantada ante su prima, con el pelo recogido en una coleta, los pies apuntalados en el suelo y las manos extendidas hacia delante como si todo fuera cuestión de postura y de motivación cuando ambas sabían que no había nada más lejos de la realidad.

- Vale, venga, a ver qué podemos hacer.

No apartó la mirada de la pelota que sujetaba Pat entre sus manos, pequeña por ser la primera y con pinta de no doler si la golpeaba. Y sin embargo cuando se precipitó hacia su cara no pudo evitar cerrar los ojos mientras hacía un brusco gesto con las dos manos, abriendo los dedos ante su rostro.

Se quedó esperando un golpe que no llegó así que al cabo de un par de segundos se atrevió a abrir los ojos. La pelota estaba congelada a escasos veinte centímetros de su cara. Parpadeó, aliviada por haberlo logrado, y cogió la pelota entre sus dedos, que se descongeló al instante.

Le dirigió una sonrisa expectante a su prima, esperando a que le diera la señal para lanzar, sin entender demasiado el funcionamiento básico de su poder.

Después de que su prima se cambiase de ropa y se preparase, procedieron al primer lanzamiento; a pesar del poco ortodoxo movimiento de Kat la pelota se quedó congelada antes de llegar a ella. Pat se acercó para ver el fenómeno de cerca y entonces se dió cuenta que la otra mujer había cerrado los ojos, justo entonces los abrió y con un suspiro extendió la mano y la cogió; devolvió la sonrisa que le dirigió y alargó la mano para posarla en su brazo.

- Ahora viene cuando intento copiar tu poder, - le explicó mientras lo hacía - luego me lanzas la pelota al cuerpo, y entonces sabremos si ha funcionado.

No le hacía gracia no saber si había conseguido absorber un poder hasta que lo ponía en práctica, pero así era su mimetismo; se concentró en el contacto y le pareció notar una descarga, se suponía que eso era indicativo de que lo había logrado pero nunca había estado segura del todo hasta que lo utilizaba.

- Parece que ya está. - levantó la mirada y se alejó con mucho cuidado de lo que hacía con las manos - ¡Dale!

Era mejor no pensar, sólo actuar. Miró la pelota en manos de su prima, siguió todo el recorrido que hacía dentro de la mano de ésta mientras echaba el brazo atrás y, cuando la soltó, la vió acercarse como a cámara lenta; igual que le pasaba cuando practicaba muay thai en el gimnasio. Hizo lo mismo que le había visto hacer a Kat: extendió los brazos con las palmas hacia adelante y los dedos totalmente en tensión; vió como la pequeña esfera se quedaba parada en mitad del aire y, como la vez anterior, no pudo resistir la atracción de admirar semejante prodigio.

- Me ha salido. - comentó con una sonrisa de satisfacción, la cogió y volvió a su 'sitio' - ¿Seguimos?

Chris se orbita al P³ y ve a P.J. Allí. -Ufffff.... Estaba con el abuelo, pero eso no puede ser no? Sabes dónde esta el abuelo?- Preguntó preocupado, pues había sido muy raro la conversación y el encontrarse con él...

Debía ver si estaba aquí o en su casa para descartar una acción mal hecha o planteada por él, pero la paranoia estaba latente y antes de arriesgarse a hacer una tontería; Wyatt jamás habría caído en un engaño...

Pero él no era Wyatt, y en cierto modo eso le hacía sentir incomodo y comprendía más a su hermano.

¡Ey! ¡Chris! ¿Pero por qué te vas? Dice Viktor Bennet entrando por la puerta del P³ . ¿No lo estábamos pasando bien? Dice mientras toma con la mano la barandilla de las escaleras y comienza a descender hacia Chris y PJ. ¡Hola, PJ! ¿Tú también por aquí? ¿Qué tal fue todo? Dice mirando los restos del funeral de Wyatt.

Penny y Henry decidieron dejar atrás a las luciérnagas carmesí para lanzarse a la carrera hacia la mujer del grito y su captor.

Cuando alcanzaron ambas figuras pudieron ver a un hombre de apariencia madura, algo calvo y con gafas. Iba vestido con un traje de tela negro con guantes de cuero. También llevaba puestas unas gafas y tenía sujeta a una chica. La chica era poco más joven que Penny, de cabellos rubios plateados e iba vestido con un traje azul clarito, enseñando mucha pierna y también mucho escote. Iba muy maquillada y tenía los pelos algo revueltos. Daba la sensación de que hubiera estado de fiesta.

En cuanto el hombre os vio llegar, hizo un gesto con las manos y el enjambre de insectos regresó a gran velocidad. Aprovechando aquella distacción, el hombre golpeó a la chica para dejarla inconsciente y la arrastró hacia lo más profundo del callejon. Joder, yo no quería pero no me habéis dejado más remedio. Y tras aquellas últimas palabras. El extraño hombre se desvaneció, dejandoos a solas con todos aquellos insectos.

Tam volvió a inclinarse sobre el caldero. El olor se había adulzado un poco y los vapores que del caldero salían ya no provocaban unas inmediatas ganas de estornudar. Aún así, había algo en la poción que no terminaba de encajar. Al añadir el zumo, contrariamente a la lógica, la poción se había vuelto algo más espesa, ofreciendo un aspecto más parecido al de una crema que un tónico o brebaje.

Arrugó la nariz, pensativa, y se acercó a su prima para robarle por unos segundos la jarra que ella había utilizado para verter el agua en el suero.

- Mmmm. Lo del zumo no acaba de convencerme. Creo que voy a añadirle algo más de agua. ¿te parece?

Mientras comenzaba a añadir el agua con la mano derecha, bajó la potencia del fuego con la otra. No quería que estuviese demasiado alta, pues de ser así, el brebaje se evaporaría con mucha rapidez y estarían en las mismas. Si el agua funcionaba, ya solo quedaría esperar a que la poción se enfriase y estaría lista. Tam empezó a pensar cuánta necesitarían. ¿Sería suficiente con un caldero? ¿Cuánta cantidad haría falta para paralizar a alguien durante una hora? Además, estaba el tema del transporte. Una vez se asegurase de que todo marchaba sobre ruedas, revolvería en los armarios de la cocina en busca de pequeños tarros, de fácil transporte, donde poder almacenar las pociones elaboradas.

Henry llego corriendo hasta el mismo lugar donde se acababa de desvanecer el demonio o lo que fuera.

¡Mierda! gritó, mientras estampaba el palo que le había lanzado Penny contra el suelo. Se sintió frustrado y muy enfadado consigo mismo. Se había escapado delante de sus narices. Y ahora no sabía qué podía hacer...

Pero el zumbido de los insectos al acercarse le hizo tomar más decisiones. Cogió a su prima de la mano y la dijo

¡Corre todo lo que puedas! y tiró de ella. Esos insectos ya le habían deformado la cara suficiente, no iba a permitir ni un rasguño más.

Y ahí estaban otra vez las dichosas luciérnagas. No había servido de nada tanto esfuerzo. Nada más alcanzar las dos figuras, habían desaparecido. Penny apretó los dientes en un vano intento de contener su incipiente ira. Detestaba que le hicieran perder el tiempo, sobre todo cuando, además, iba asociado al ataque de unos incómodos e irracionales bichejos. Justo cuando se disponía a levantar la barra de hierro en un intento (sin sentido) de volver a luchar contra esa ameanza, notó la mano de Henry enroscándose a su alrededor. En menos de un segundo corría detrás de él, haciendo el mayor sprint de su vida.

- ¡Henry, tenemos que meternos en algún local o edificio! - el grito quedó algo entrecortado por el esfuerzo, el zumbido de los insectos y el ruido de la ciudad.