Partida Rol por web

La verdad es que me siento cómodo con mi hacha y no quiero arriesgarme a usar una espada ahora, ya habrá tiempo si quiero cambiar de arma. Aprovecho para coger algo de protección de manera que me hago con un escudo y una armadura.

Apresurémosnos, aun tenemos que acabar con Gunnar y salir de aquí.
 

Me permito un instante de pausa ahora que el combate ha terminado. Sin embargo, no recojo armas de los caídos, ya tengo conmigo todo lo que necesito para luchar, y no confío demasiado en mi puntería arrojando armas.

Permito a Ishild que inspeccione también mis heridas y, en cuanto ha terminado con todos, apremio al resto a ponernos en marcha.

-Sí, Harald, no nos entretengamos, seguro que toda la casa está ya alerta, debemos darnos prisa si queremos mantener algo del factor sopresa.
 

- bastardos, salvajes y bárbaros - maldije en silencio al ver los restos de la casa de Ishild. Habíamos elegido bien al marcharnos de allí lo más rápido posible, pero todavía me hervía la sangre al pensar en ello, y en los daños colaterales que la insensata ira de Gunnar había provocado a otros habitantes inocentes de la ciudad.

Pensé en acercarme a ayudar a apagar los rescoldos del incendio, pero por suerte parecía que lo tenían controlado. Mejor así. Además, me recordé a mi mismo que no podía permitirme perder el tiempo. Me aparté por un callejón secundario para rodear la casa, no quería que los vecinos de Ishild me reconocieran por si los guardias o el propio Gunnar había dado la alarma para buscarnos. O incluso por si me detenían temporalmente solo para preguntarme sobre Ishild.

Cuando me encontré con que la calle estaba lo suficientemente vacía, continué corriendo hacia la casa de Gunnar.

   Por fin accedo a un escudo. Desde que dejé mi escudo en mi casa no he vuelto a tener una protección semejante, y ahora estoy lamentandolo. Pese a los cuidados de Ishild, que no son en vano, mi brazo izquierdo se nota pesado y arde con cada movimiento. Por eso decido atar el escudo con correas, por si acaso mi mano fallase que el escudo no se suelte.

   - Vamos, hermanos. Acabemos con esto.

   Inmediatamente después salgo al pasillo. ¿Mis compañeros habrán encontrado algún tipo de resistencia ademas de la de esta habitación?

Después de intentar paliar las heridas de Uthred. El resto también parece magullado pero no creo tener tiempo para detenerme con más heridas. Reviso mi equipo y me agencio una espada y un escudo. No sé si hay mucho tiempo para colocarme una armadura pero intento ponerme un peto o algo que haga de protección. Miro a mis compañeros y respiro profundamente. 

- Vamos. Tenemos una deuda pendiente - les digo y comienzo a caminar hasta fuera de la habitación. -Peleemos juntos y saldremos de aquí con vida. Hagamos justicia compañeros. Consigamos la cabeza de Gunnar.

Sales de las sombras y de nuevo inicias una frenética carrera hacia el centro de la ciudad, donde sabes que se levanta la casa de Gunnar, en varias ocasiones tienes que ocultarte de nuevo. La guardia se muestra nerviosa. Puedes verlo en sus movimientos frenéticos. Están en plena caza. Pero ¿de quién? Te preguntas si estarán buscando a los causantes de los incendios o si os están buscando a vosotros (también o no) ahora que los guardias maniatados están libres. Tocas tu martillo de Thor y elevas una rápida plegaria al cielo esperando que los dioses os sean propicios y que los guardias sigan inconscientes.

Al menos un rato más.

Tras un rato andando y deteniéndote, corriendo y escondiéndote, te topas con la casa de Gunnar. La plaza está neblinosa. Una capa algodonosa se eleva algo más de un pie del suelo e impide verlo. La puerta de la casa del mercader está ligeramente abierta. Nadie la custodia. ¿Qué habrá pasado?

Recogéis las armas, escudos y armaduras que necesitáis y, sin perder tiempo, os encamináis hacia el interior de la casa de Gunnar, vuestro enemigo.

Pero sabéis que las cosas no van a ser fáciles. Con varios mercenarios huídos, no dudáis ni por un segundo que están alerta y esperándoos. Los que habéis estado ya en la casa no recordáis puertas de salida adicionales, por lo que confiáis en que no hayan podido huir. Vuestros pechos son golpeados con fuerza por vuestros corazones, que bombean con fuerza, vuestro pulso es acelerado, así como vuestra respiración. Todos estáis ardiendo. Sudando. El frenesí del combate y el miedo a morir. Asís vuestras armas con fuerza. Si morís, que sea con ellas en las manos y que las valkirias os puedan llevar a Valhalla donde podréis comer, beber, fornicar y pelear hasta el fin de los tiempos y cuando estos lleguen combatir en el Ragnarok.

Ayudáis a Ishild a ponerse una armadura que le queda algo grande, pero que la protegerá. En cuestión de unos segundos os disponéis a avanzar.

Superáis las grandes puertas del final del pasillo y atravesáis el patio interior. Cuando abrís la puerta que hay en éste, vuestros enemigos se presentan.

Ahí está Gunnar. Pero no está sólo, ni dormido. Vistiendo sus mejores galas guerreras, el mercader y antiguo combatiente se levanta orgulloso vestido para luchar, con espada, escudo y armadura brillante. En su cabeza un casco con una cimera que representa a una criatura horrorosa. En su rostro, una sonrisa feroz. A su lado, flanqueándole, tres mercenarios. Dos a su izquiera y uno a su derecha. Gunnar y el mercenario que comparte el centro con él son hombres experimentados. Se puede ver con facilidad en su rostro y su postura. Han levantado un muro de escudos y ocupan todo lo ancho del pasillo. Va a ser imposible flanquearlos. Os esperan. El combate final.

Cuando me encontré con la puerta de la casa de Gunnar, casi invitándome a entrar, me pregunté por primera vez si aquello sería alguna astuta trampa; pero era muy tarde para estos planteamientos. Mi instinto me decía que seguramente mis amigos habían entrado a casa de Gunnar y habían salido apresuradamente bajo la persecución de la guardia de la ciudad. Pero, ¿habían tenido éxito al atacar a Gunnar? ¿donde habían ido después de aquello? si quería respuestas tendría que entrar en la casa.

Tal vez algo menos cuidadoso que antes a causa de la niebla que rodeaba el lugar, me acerqué a la puerta entreabierta y observé la rendija sin tocarla. No parecía haber luz o movimiento, así que me arriesgué a empujarla lo suficiente con el bastón para ver con claridad el interior...

El combate es inevitable, y cada uno reacciona lo más rápidamente que puede. El cazador, Harald, es el que tiene unos reflejos más rápidos y es el primero en actuar.

Comienzas a acercarte a la puerta con menos cuidado del que sueles pero las cosas no están para esos remilgos. O eso crees. Tropiezas con un cuerpo que no terminas de distingir. Al levantar tu bota, ves que la suela tiene sangre. La puerta, entrecerrada, te impide saber qué ha pasado en el interior. ¿Y si fuese tarde? ¿Y si tus amigos necesitasen ayuda?

Empujas con el bastón la puerta que cede un poco, lo suficiente para que puedas entrar si lo deseas. Desde la puerta crees distinguir el cadáver con el que has tropezado y un poco más allá, un segundo.

Entonces, oyes un ruído. Varias pisadas se acercan desde una calle lateral a la plaza. No sabes quién puede ser. Se te plantean tres opciones a primera vista: entrar en la casa y que sea lo que los dioses quieran (aún a riesgo de caer en una emboscada), correr en dirección contraria a los ruidos y confiar en que tus temores sean sólo eso o tirarte al suelo y camuflarte con la niebla (y desde ahí arrastrarte lejos de los pasos). Aunque si piensas un poco más quizás saques otras opciones, aunque el tiempo apremia...
 

Aquí estamos, en el momento decisivo - pienso rápidamente, a la par que musito una breve oración a Tyr, el dios de la justicia.

Sin duda son enemigos formidables y además hemos perdido el factor sorpresa. Solo tengo un suspiro para decidir y opto por atacar al jefe de los mercenarios. Lo supongo el enemigo más formidable, de manera que busco un hueco en su defensa para golpearle.

Harald es el más rápido y se lanza contra el jefe de los mercenarios. Su arma se eleva describiendo un círculo que a punto está de sorprender a su oponente, pero ésta se estrella contra el escudo que es elevado en el último momento. Es entonces cuando viendo lo que se viene encima, el mercenario más rápido, flexiona las piernas y se prepara para recibir un impacto. Sin duda está en una posición defensiva.

El jefe de los mercenarios lo tiene más fácil para decidir, pues Harald está justamente delante de él y le intenta golpear con su espada, pero esta también se estrella contra su escudo.

   Me sentía firme. Herido pero firme. Sentía la madera en mi mano izquierda, el toque sólido del escudo que se interpondría entre la espada de mi enemigo y mi cuerpo. Así es como me gustaba ir a la batalla. Harald se abalanza sobre el jefe de los mercenarios y éste le responde con un mandoble. Es entonces cuando decido atacar, lanzando una poderosa estocada al jefe de los mercenarios, esperando que, atareado como está atacando a Harald, no vea venir mi ataque.

El ataque de Uhtred se estrella igualmente contra el escudo del Jefe mercenario. Uhtred se coloca a la derecha de su compañero Harald, es decir, en frente del mercenario que está a la izquierda del Jefe Mercenario y que aún no ha atacado. El combate se presenta complicado.

Harald y Uthred estan ya en combate trabado, el lugar es estrecho. Mejor no complicar las cosas corriendo salvajemente para embestir a Gunnar, aunque, la tentacion esta ahi. No, mejor no. En lugar de eso, Erik avanza despacio, con el escudo ante el, su nueva hacha lista para la pelea. Gunnar probara su mordida, Gunnar sabra lo que pasa por ser una rata sarnosa y haberse ido a meter con la familia equivocada. Ivarr nos observa, todos lo sabemos. Odin nos observa, todos lo sabemos. Hell espera a Gunnar, todos lo sabemos.