Partida Rol por web

Con un gruñido ronco por el esfuerzo, arrastro la pelambre sucia del Danzante lejos de Marie.

Arrastro al Danzante lejos de Marie, y mis dientes, sin casi que lo piense, intentan morder al bastardo que me atacó en mi bosque.

Tu acertado mordisco desgarra uno de sus hombros. Al escuchar el aullido de dolor de la bestia, Marie parece reaccionar y marcha a la carrera hacia su caballo, histérica.

Mantengo sujeta a la criatura, aún cuando siento su rugido de dolor. El miedo que Marie se lastime hace que mi furia suba nuevamente por mi garganta y me queme, como si hubiera tragado una hoguera.

Mis dientes desgarran su garganta, buscando su carne, la carne corrupta del Wyrm.

El danzante cae muerto debido al acierto de tus ataques. escuchas un grito de Marie y como cae del caballo.

Se ha roto una pierna, has escuchado el crujido de su hueso aún desde el otro lado del claro.

El sabor de la sangre del Danzante, impura y maloliente, se cuela por mis fauces, aunque sabiendo a gloria por la victoria contra un esbirro del Wyrm.

Pero el grito de dolor de Marie me saca de mis pensamientos, y me proyecta corriendo hacia ella. Mientras corro, dejo que la forma de Gaia se escape de mi, pasando nuevamente a ser un humano.

Al llegar a su lado, compruebo que su pierna se ha quebrado, con el dolor que ello conlleva. Busco con la mirada en los alrededores, y logro vislumbrar lo que necesitaba: dos ramas finas aunque firmes. Las corto, y haciendo jirones las mangas de mi camisa, entablillo la pierna quebrada, intentando enderezar el hueso.

El caballo aún está por allí cerca, y lo tomo de las riendas. Subo a Marie en él, intentando que quede en una posición cómoda su pierna. Manteniendola sujeta con mi mano libre, voy guiando al caballo, con rumbo al castillo. Allí seguramente tendrá mejores cuidados.

Por el camino despierta sin que lo notes. De pronto escuchas su voz.

-¿Q..qué eran esos monstruos?¿cómo hemos escapado?- su voz es temblorosa, no por el dolor, sino por el recuerdo.

Miro a la joven, que parece estar saliendo de la ensoñación provocada por el Delirio.

-¿Monstruos? Yo vi dos perros o lobos peleando. Un hombre azuzó  a uno de ellos contra tí, pero logré espantarlo. Al hombre, quiero decir. El perro huyó luego. No se que pasó con el otro.-le contesto, algo nervioso. A veces el Delirio no es tan fuerte con algunas personas, especialmente si tienen una fuerte personalidad. Marie debe ser una de ellas.

-Lo importante es que ahora estás bien. ¿Sientes bien la pierna? Te acompañaré al castillo, para que la vea alguien que realmente sepa. Yo apenas pude entablillarla. Conozco algo de hierbas y curaciones, pero preferiría que la mire alguien que sepa.-sabía que me repetía, pero no podía evitarlo. Estaba nervioso por la cercanía con la muchacha.

Si quisiera hacerla mía, podría...como un lobo. Pero no es eso lo que quiero...quiero...que me quiera. Y eso es imposible.

Mi resolución de llevarla al castillo estaba firme ahora. Allí la cuidarían mejor, y así se lo dije:

-Vamos al castillo ahora. Es tarde. ¿Cómo es que se te ha ocurrido salir tan de noche?.-le pregunté a bocajarro, algo enojado con ella, y de repente me dí cuenta con quién estaba hablando.

-Perdón, su Señoría, no es correcto que alguien como yo os hable así. Suplico vuestro perdón. Os acompañaré hasta el castillo, si lo deseáis. No deseo imponeros mi compañía.-dije, algo balbuceante.

-Eso no eran perros- la escuchas murmurar. Se incorpora ligeramente y te mira. -Te recuerdo. Eres el hijo del hombre de las trampas....¿Qué haces tu aquí de todos modos? Aquí fue donde la trampa de tu padre me hirió.- la notas aún algo alterada, pero determinada a no mostrarlo. -Gracias, me has salvado la vida.-

Es un alivio, parece no recordar mis palabras intespentuosas...

-Si, soy el hijo de aquel hombre. Y yo...vivo aquí en el bosque. Aunque, no coloco trampas.-le digo, con una media sonrisa.

Al escuchar su agradecimiento, le respondo sinceramente.

-No debe agradecerme, su Señoría. Cualquiera hubiera hecho lo mismo. ¿Cómo se encuentra ahora? La pierna, quiero decir, ¿la siente firmemente entablillada?-le pregunto, intentando hacerla olvidar del evento de la noche.

No responde, centrada al parecer en los acontecimientos sucedidos.

Finalmente llegáis al castillo conde unos guardias se apresuran a llevarla a sus aposentos y traer al médico.

-¿Qué ha sucedido? Si descubro que mientes....- la mirada del conde es dura cuando te interroga a las puertas de los aposentos de su hija, del cual sale un horrible chillido de dolor cuando recolocan su pierna.

El conde, enojado por la situación de peligro de su hija, me increpa, buscando la verdad. Miro fijamente sus ojos, pensando que si quisiera, podría poner fin a su vida con una facilidad tal que ni todos sus hombres podrían frenarme.

-Mi Señor, vuestra hija estaba en el bosque. Un hombre con un perro enorme apareció. Un forajido o algo así, mi Señor. Por suerte para vuestra hija, yo estaba allí. No pasó nada, mi Señor, pero su hija se ha caído al huir en el caballo. Espero que ahora se encuentre bien. Yo...debo irme.-le digo al conde, sin dejar caer los ojos en ningún momento.

Tu comanda a tus hombres, que el bosque es nuestro.

Por mas que el Conde sea poderoso entre los mortales comunes, nosotros somos los guerreros de Gaia, y no le respondemos a él. Aunque no sería prudente hacérselo saber, ni a él ni a los demás, hasta que no estén preparados. De a poco, podremos convivir juntos, pero no por ahora.

El conde, pese a su edad, se alza como una torre sobre ti, mirándote fijamente a los ojos. Alza ambas manos y las apoya en tus hombros. Ante otro grito de Marie, ves lágrimas en sus ojos.

-Gracias por salvarla...ella lo es todo para mi.- tras ese instante de debilidad recupera la compostura.

-Serás recompensado.- chasquea los dedos y comienza a hablar con un ayuda de cámara, que tira de ti hacia unas habitaciones. Insiste en que te bañes y te pongas la ropa que te llevarán, para cenar con el Conde.