Partida Rol por web

Tan solo conocía del Marques aquello que sus padres y sus padrinos le habían contado, así como las habladurías que corrían por todo Londres desde su desaparición. No parecía un mal hombre, algo particular si, pero nada más. Al escuchar a los presentes le quedaba claro que nadie tenía muy claro lo sucedido con él, era de la opinión de que todas las vidas cuentan Lord Alkadama se lo había enseñado desde muy pequeñita. 

- Misterios ...  - no dijo más al respecto, se dedicaría a escuchar y participar sí lo veía oportuno, así que volcó de nuevo su atención al delicioso té que le habían servido y a la Señora Hughes sentada a su lado - Así que... Señora Hughes ¿sois una de las hijas del cortes y respetable baronet Cayley?  Nunca he tenido el placer pero mi padre solo tiene buenas palabras acerca de él.

Anabelle, sin poder evitarlo recuerdas en cierta medida los rumores que tus amos, alguna vez comentaron, los nobles tienen la mala costumbre de creer que los sirvientes son de hecho ciegos y sordos.

Mucho mejor que Lady Maccon debido a tu edad, costumbre e historia entiendes lo que “temperamento particular” quiere decir o crees hacerlo.

Y como si una voz suave y muy atenta, una voz de mujer que se parece a la tuya y a la vez no, una voz inocente solo que más joven y hermosa, un poco seductora y terrible, te habla con delicadeza en tu mente.

“era un hombre especial, las normas convencionales nunca llegaban a tocarle y su corazón a menudo de piedra con otros era completamente amante a su sangre y su familia, hay una única razón de que desapareciera, de que no esté con ustedes y os haya dejado a la decisión de la suerte y de esta terrible maldición, su sangre aun no corre pero correrá y con ella la venganza será completa”

Aun así y por extraño que parezca no pierdes ninguna palabra que te ha dicho lady Maccon. 

De Lord Maccon sabes más bien poco, aunque un par de palabras de tu padre, un hombre honorable que se considera de lejos a él y su familia superiores a todo, con una ilimitada moral, aunque se haya casado con una mujer de temperamento liberal *, que por cierto comenzó a ralentizarse al tener a su hija, sin duda creyendo que podía darle un ejemplo más decente.

Ahora crees que el envenenado comentario se dirigia mas bien al hecho de que la mujer de Lord Maccon es italiana, sobre lo demás no puedes opinar, tus amos lo consideran un hombre decente. 

El grupo de caballeros reacciona de manera diferente a las palaras de Edgard, el baronet sonríe satisfecho de contar con el  “apoyo” del caballero, el conde Kimberlein muestra una expresión un tanto fría y ciertamente incomoda por los derroteros que cruzan las palabras.

André Williams observa con cierto asomo de curiosidad a Edgard, pero en medio del silencio la voz del más joven de los presentes, Lionel Stratford se oye con cortesía y cuidado.

-Nadie puede dudar del valor de nuestro pariente –dice con tono amable y cuidadoso, sin duda intentando calmar los ánimos –Pero por otro lado y sin el más mínimo deseo de pecar de curioso señor Forrester ¿Cuáles son esos otros aspectos de los que habla? –Pregunta suavemente –A mi humilde parecer nada podría ser más importante que aquello que nos enaltece aquí entre los elegidos del marques para conocer su última voluntad, sea esta cual sea, nuestra noble cuna, como la llama, nos invita a guardar silencio y esconder el dolor y la pena que causa su perdida…

Las palabras del honorable caen en el aire de un modo extraño, suenan sinceras, sin lugar a dudas y su rostro antes sonriente y afable parece haberse sumido en una extraña preocupación.

Edgar sonríe cálidamente ante la intervención del muchacho.

-Vuestras palabras albergan una verdad incuestionable, amigo mío... Por otra parte, tal vez peque de cínico al aconsejaros conservar siempre una pizca de suspicacia, dispuesta y solícita para ser esgrimida allá donde las cosas reluzcan en exceso-hace un gesto, restando importancia a su afirmación anterior-. Quizá he tomado demasiados tragos procedentes del reverso amargo de nuestra condición...lo importante, ciertamente, es conocer la voluntad de nuestro querido Tristan, dado además que nos hallamos en la que aún se considera su morada-concluye con una breve risa afable, devolviendo el interés de sus labios a la copa que sostiene en una mano, si bien un brillo de aprecio permanece vivo en sus ojos.

Recordando los rumores oídos en la casa del duque, entendí a que se referían los caballeros, y con ello el enfado de la duquesa. No era una conversación apropiada para mantener delante de damas y mucho menos de debutantes como Lady Maccon y Lady Merrow parecían ser. O mucho habían cambiado las cosas en estos años que llevaba fuera de la vida social o los caballeros allí reunidos no eran tales. Aún así, si el marqués era capaz de desaparecer y dejar que todos creyeran que estaba muerto, los rumores sobre él serían ciertos.

Con el cambió de conversación de la duquesa al arte, se dividió la conversación en grupos, y me volví a Lady Maccon para responder a su pregunta

- Si, Lady Maccon, soy la segunda hija del antiguo baronet Cayley - le dije - mi padre era todo un caballero -

Seguí prestando atención a la conversación de los caballeros, a ver si podía averiguar algo más sobre el marqués y el motivo de mi presencia aquí.

Voces en mi cabeza, la situación ya era lo bastante extraña pero eso la hizo más extraña aún y un escalofrío recorrio mi espalda. No pareció que ninguno de los demás presentes en la sala hubieran oído lo mismo que yo. Recordé la carta del señor O'hara, y me hizo pensar en la historia horrible que él menciono ¿cual sería?.

Abrí el ridículo disimuladamente, y toque el medallón. No se si realmente me protegería o no, pero pensaba ponermelo en cuanto pudiese ir por mi habitación a cambiarme.

Arqueé las cejas incrédulo ante lo que me contaba... desde luego, yo nunca he sido ningún santo, pero me cuesta imaginar cómo nadie puede ser tan insensato, canalla y desvergonzado. ¿Cómo diablos había podido actuar así Potter? ¿En qué estaba pensando? No había excusa por el hecho de que no supiera quién era ella, podría haberlo solucionado después, ¡pero humillar a la muchacha y a su familia de semejante manera en público! No podía estar en su sano juicio...
Cerré los ojos un instante y respondí a la señorita Beaumont:
-Francamente... me resulta algo increíble, aun refiriéndonos a Lord Potter. Sin duda no había necesidad de semejante afrenta, y no puede ser que él no imaginara las consecuencias posibles.
Inspiré profundamente y continué - Por otro lado, le seré muy sincero, aunque Potter se ha comportado como un canalla sin escrúpulos que desde luego no merece ninguna consideración ni excusa por mi parte, considero que gran parte de la culpa es de su anfitrión ¡En qué cabeza cabe permitir que la muchacha participe en semejante evento! Lo que debía haber hecho en el momento en que apareció no era esconderla, si no meterla en un carruaje y enviarla de vuelta a su hogar o donde fuera, pero lejos de allí.
No puedo dejar de pensar que algo más tuvo que pasar entre el duque y Lord Potter para que éste último fuera tan estúpido y... cielo santo, es que no tengo palabras...
Agaché la cabeza e hice gesto de negación mientras continué:
No es de extrañar que nadie desee recibirle, ni tener trato con él... Lo que me lleva a... ¿porqué alguien cómo él, que como usted ya me ha dicho, no estaba bien considerado por el marqués, opta por su favor? 
Desde luego, esta va a ser una reunión de lo más entretenida, aunque no estoy seguro de que lo sea en el buen sentido.
La observo atentamente, la sensación de que ella sabe muchas más cosas de las que me dice, cada vez es más profunda.

Pudo observar que al señora Hughes era mujer de poca palabras y gran seriedad. Iba a sacar muy poco de esa dama que parecía poder ser una versión más joven de la duquesa. Suspiró para ella tratando de aunar fuerzas.

- Lamento mucho su perdida - al hablar de su padre en pasado deduce que ha fallecido 

Sin querer incomodarla más finje prestar atención a la conversación de arte entre Lady Merrow y la Duquesa, mostrando tranquilidad y curiosidad en el rostro. Mientras que toda su atención se centra en escuchar la conversación que realmente le interesa, la de los caballeros y sus especulaciones sobre la desaparición del Marques. 

El honorable Stratford dirigió sus ojos sobre Edgard sin saber muy bien que contestar pero finalmente asintió.
-Ciertamente –dijo en respuesta, como si el silencio que ocupaba la habitaión en aquellos momentos, no lo ahogara todo en miles de dudas, el resto de caballeros mantenía cortes silencio, un silencio pensativo a las palabras del Honorable y de Forrester, como si realmente los hiciese pensar, ciertamente el Lynd pertenecía aun a Tristan Brooke, desaparecido, y allí estaban sus posibles herederos.

El Baronet de la Croix, un cercano amigo de Tristán titubeaba en sus pensamientos, mientras veía a todos los caballeros, allí estaba Williams, silencioso y pensativo, Kimberlein cuyos ojos escondían bajo una mirada de fría cortesía la ira que debía sentir ante los nuevos derroteros de la conversación, El honorable Stratford cuya juventud y virtud aparentes no lo disculpaban de su posición como heredero legítimo y Edgard Forrester, cercano y lejano, tan extraño a sus ojos como apreciado por Tristán.
¿Aún era hogar de Tristán aquella casa? Con aquellos personajes en su casa le resultaba difícil pensarlo, la casa le era infeliz incluso antes de la presencia de Tristan en ella, solo había sido feliz con la presencia del pequeño tesoro de Tristan cuya presencia estaba perdida para siempre, ahora que él no estaba allí.
-No nos pongamos serios, tan de repente amigos míos –dijo con amabilidad, y bebiendo de su copa continuo con su conversación –Tristán creía en los fantasmas y yo no dudo de sus creencias, pero los fantasmas de la memoria me son muy tristes, si nuestro bien amado amigo aparece, yo seré el primero en celebrarlo y si tras el testamento tenemos un nuevo marques, mi amistad será abierta a él, como lo fue para Tristán, bien lo sabemos… Nuestra cuna, un pecado que muchos asumimos con honor, nos invita a actuar con la dignidad impropia de una situación cruel, pues bien, continuemos con la mascarada, ya habrá tiempo de penar con un poco de suerte, en soledad.
Al decir esto eleva la copa como si hiciera un brindis, y entonces, por el rabillo del ojo observan que el mayordomo ha ingresado titubeante a la habitación, también Kimberlein lo nota.

El conde estaba silencioso, evidentemente preguntándose a sí mismo si callar a los caballeros sería de muy mal gusto, le era molesto que hablaran de aquel tema siendo que el solo era un seguro de la situación, ojala Tristán no hubiese sido tan cascos ligeros.
Noto sin embargo la presencia del mayordomo y notando algo que sin duda era extraño se excusó con los caballeros.
-Excusadme señores, volveré en seguida, continuad disfrutando con su conversación –hizo una venía antes de alejarse a hablar con el mayordomo cerca de la puerta del salón.

Lirio te devolvió la mirada y asintió titubeante, si sabía algo más no lo demostró.
-Sospecho que tiene razón, que debió ocurrir algo más entre el duque y Lord Potter, y ciertamente el duque actuó mal, como mal respondió Potter –contesto y sacudió la hermosa cabeza de un modo extraño, como si quisiera sacar algo de sí misma –Pero no puedo imaginar que sea, si ocurrió algo no llego a los grandes salones-termino.
-en verdad es algo que no termino de explicarme, Tristán despreciaba a Potter, pero sus razones para actuar muy pocas veces cedían a sus emociones.
Sonrió con cierta tensión cuando dijiste que sería una reunión entretenida, lo sería sin duda, se estaba juntando a todos los miembros contrarios de la sociedad en una reunión hereditaria, sin duda habría intereses que proteger allí dentro.

Notaste por el rabillo del ojo a una mujer madura vestida de negro, adivinaste que era el ama de llaves, ella en cambio se acercó con tal seguridad a ustedes que estuviste segura de que la habían enviado por ti.
-Señorita Lirio –La saludo, ignorándote un poco a ti, Lirio la miro un poco sorprendida y la obsequio con una sonrisa dulce, inclinando breve la hermosa cabeza.

-Señora Randall –saludo –es un placer verla otra vez –te sonrió –Lord Wellington, permítame presentarle a la señora Randall, el ama de llaves de la casa, señora Randall, el señor Wellington ha sido invitado por el conde Kemberlein –te sonrió y la mujer te dirigió una mirada estudiada antes de inclinarse.
-Bienvenidos al Lynd, es un honor teneros con nosotros.... el conde Kimberlein los recibirá en el salón, donde ha reunido a todos, como si esto fuera una de esas reuniones sociales… Síganme por favor - su crítica resulto muy evidente y mientras daba media vuelta con aquella expresión un poco amarga y os dirigía al salón.
Lirio envolvió su brazo en el tuyo mientras caminaba y te susurro suavemente.
-Por favor no se enfade con ella, la señora Randall fue nodriza de Tristán y sin duda esto le es cruel a ella, casi tanto como a mí, quizás un poco más –al terminar, de hablar elevo un poco la voz con tono amable.
-Gracias por guiarnos señora Randall, ¿Puede decirnos quienes han llegado antes que nosotros? No deseo ofender con mi presencia más de lo estrictamente necesario –comento con tono un tanto extraño, era cortes y muy dulce, pero había un trasfondo que no supiste identificar muy bien, como si estuviera actuando en cierta manera, viste que el ama de llaves se volvió hacía ella y dirigiéndole una mirada un tanto más amable contesto.
-La duquesa de Melvelin y sus dos protegidos, el honorable Stratford y el señor Sevenoaks, vino también acompañado por una lady Maccon –empezó a hablar en voz baja – Lord Gallant y su sobrina, Lady Merrow, El baronet dela Croix – reconociste al baronet por su nombre, un calavera, famoso y popular entre las damas inglesas, decían que escondía el infierno con su sonrisa y más aún, desde hace un tiempo corrían rumores de que se había enamorado – el señor Forrester, una señora Hughes, y el señor Williams, lord Potter aun no llega –termino de hablar al mismo tiempo que llegaban frente a una puerta de madera, que se encontraba abierta.

Entras en un salon muy hermoso, con sillones, mesas, decorado estudiado, alfombra turca, en fin, con una luminosidad sorprendente tomando el cuenta el hall.

Allí dentro vez un grupo, evidentemente dirigido por una mujer ya anciana, la duquesa de Melvelin supones, a su lado dos muchachas jovenes, debutantes sin duda, una mujer un poco más mayor que ambas jovencitas, de aspecto serio, dos caballeros, uno muy joven, no tendrá más de 22 años y otro ya mayor, de aspecto orgulloso, con barba negra como el carbon.

Por otro lado, un grupo de tres caballeros, jovenes, de aspecto elegante y orgulloso que parecen sumidos en una interesante conversación, y no muy lejos de ustedes, cerca de la puerta un hombre de largo cabello conversando con el mayordomo, su aspecto es frio, pero puedes adivinar cierta crispación en sus ojos. 

Por la puerta ingreso el ama de llaves acompañada de una hermosa pareja.

Vuestros ojos se fueron automáticamente hacia la joven, vestida con un traje de viaje, aunque sin la capa, tenía los cabellos rubios, la piel clara y unos hermosos ojos azules, en conjunto era la muchacha más bella que hubiesen visto jamás, a su lado el caballero, rubio y de porte orgulloso, vestido elegantemente la acompañaba, iban de brazos…

Tres segundos duro el silencio, antes de que el ama de llaves anunciara.

-Lord Wellington y su acompañante, la señorita Beaumont –su tono era sereno como la hoja de una cuchilla… Kimberlein que hablaba en voz baja con el mayordomo se vuelve a ver a la pareja, con cierta velocidad, aunque su rostro apenas expresa emoción, Andrew Williams se vuelve también, observándolos un poco sorprendido, el baronet de la croix sonríe de manera inevitable al verlos, levantándose del cómodo sillón a modo de bienvenida, la duquesa se congela en su lugar observando a la pareja, al tiempo que los jóvenes que han ido con ella la observan inevitablemente tensos, Lord Gallant inclina la cabeza a modo de reonocimiento, pero el silencio es evidente ante su llegada. 

Supone que ha llegado el feliz momento de reconducir la conversación. Antes de que este cambio de rumbo tenga lugar, sin embargo, aparecen nuevos invitados cuya llegada altera la atmósfera reinante, silenciando de forma súbita cualquier intercambio de palabras o amago de ello.

Con su acostumbrada sonrisa, alza la copa en señal de bienvenida. Más intachables miembros del círculo social de Tristan que parecen haber sufrido un episodio agudo de amnesia respecto del mismo, piensa. Naturalmente, esta opinión permanecerá, por el momento, guarecida entre sus pensamientos y fantasías privados. No considera necesario caldear el ambiente, mostrándose posible la seductora alternativa de dulcificarlo.

-Magnífico. Nuevos e ilustres invitados se unen a nuestra alegre reunión. En mi humilde capacidad, ruego a los cielos se sientan cálidamente recibidos-saluda, para acto seguido beber un poco más.

La mejor opción será aguardar a que los acontecimientos e intenciones se desarrollen y, como es norma habitual, compliquen. Seguramente no habrá de aguardar mucho, tratándose además de una espera bastante llevadera gracias al reconfortante peso de la copa que sostienen sus manos.