Partida Rol por web

4 de Diciembre de 1997

Los últimos meses en la villa de Madrid han sido un auténtico caos, varios intento de asalto sobre la península por parte de la Camarilla han obligado que las Cofradías de Madrid a desplazarse a otros puntos de la geografía ibérica. Todo comenzó con la traición de Giangolenzzo, arzobispo de Milán, que se pasó a la Camarilla y aniquilo a la totalidad de los cainitas de la ciudad italiana. Aprovechando la confusión que precedió a la traición la Torre de marfil ataco Italia y España, los tradicionales feudos del Sabbat en Europa.

La manada de la que formas parte fue enviada a la Línea de la Concepción y la provincia de Cádiz para reforzar el entorno de Gibraltar. Moncada y sus consejeros predecían un ataque desde el peñón, y su información no fue errónea. Siguiendo a los ataques sobre Oviedo, Sabadell y Valencia se desato el infierno en la Línea. La torre de marfil había estado acumulando tropas en la colonia inglesa esperando el momento más propicio para el ataque. Solo la tenacidad y las grandes bajas consiguieron frenar la acometida. Durante la batalla casi toda la Cofradía de la que formabas parte fue masacrada, solo sobreviviste un miembro de la cofradía, tu sire y tú. Frenada la acometida de la Camarilla fuisteis requeridos de nuevo en la capital, Moncada deseaba reorganizar las escasas fuerzas que habían sobrevivido y planear un contraataque.

En coche, un Mercedes de color gris, rugía por la autovía del sur dirección a Madrid. Marcos conducía Alfonso iba de copiloto. Si solo tuvieras que utilizar una palabra para definir a Marcos era friqui, aunque de apariencia recia el tipo era el máximo exponente del mundo del comic y el merchandising de series maga. En contra posición tu sire era la viva imagen de la nobleza castellana de otro tiempo.

Esto ha sido un verdadero Armagedón, el final de la temporada donde los buenos sobreviven a duras penas pero se ve que el enemigo no ha muerto del todo. Ahora toca la segunda temporada, donde los buenos consiguen el arma definitiva para terminar con el monstruo. ¿Verdad Ducutus? Comento alegremente Marcos, que tenía la costumbre de reducir todas sus vivencias a escenas de comic o secuencias de series.

Alfonso permanecía callado, pensando. Seguramente estaría pensando en que le diría a Moncado, o tal vez estuviera pesado que había hecho mal para perder a tatos cainitas en la batalla. Desde que os había comunicado las nuevas órdenes de regresar a Madrid, Alfonso había permanecido callado, ninguno de los dos os habíais atrevido a preguntarle nada.

Me encuentro debilitada, no podre volver a luchar si no me alimento antes.

– Marcos tengo que alimentarme, en la siguiente área de estacionamiento de camiones entra y buscare alguno que tenga energías para satisfacer a una jovencita. – Mientras practico mirándome en el retrovisor poniendo una cara de chica cándida.

Giro la cabeza hacía mi sire. – Sí me dais vuestro permiso sire, – agachando la cabeza en una pequeña reverencia.

Marcos asiente algo molesto porque nadie haya compartido su opinión sobre la situación vivida. Por supuesto señorita. Alfonso se limita a asentir con la cabeza, aún sigue sumido en sus pensamientos.

El área de servicio que escoge Marcos es un enorme complejo formado por un parquin para camiones, una gasolinera y un restaurante con cafetería adosado a un pequeño motel de carretera. El ambiente general del lugar es de tranquilidad, en la gasolinera un chico atiende los surtidores y en la cafetería se ve luz a pesar de lo avanzado de la noche. 

Miro con expresión de agrado al chico que atiende los surtidores pero lo descarto. Llamaría la atención que desapareciera tras una clienta.

Iré a la cafetería haciendo ver que necesito ir al lavabo y probaré de atraer alguno para que me siga.

Nada mas pararse el vehículo bajo inmediatamente. – Voy al lavabo y después estirare un poco las piernas. – Digo en voz alta para que me oiga el chico.

Dentro de la cafetería hay un camarero que pasa la bayeta por la barra con actitud desganada,  deseando que se acabe su turno de trabajo. En una de las mesa hay una pareja que hablan en voz baja y un repartidor que mira con aire distraído un periódico mientras bebe un café. Todos son normales, no hay nada que destaque en sus rostros, puede que la mujer fuera rubia o que el repartidor tuviera una verruga en el cuello, eran detalles sin importancia que olvidarías dentro de media hora. 

Al entrar me desanimo un poco ya que esperaba encontrar algún grupo de camioneros pero ya deben estar durmiendo. Al final tendré que recurrir al de fuera si no lo usan mis acompañantes. Los únicos posibles aquí son el camarero o el repartidor.

Me desabrocho el abrigo quitándomelo, dejando ver mi ropa de cuero negro ajustadisima. Lo hago intentando que los dos me puedan ver perfectamente. No siempre necesito usar mi disciplina para fundirme con las sombras.

Me dirijo al camarero con la mas agradable de mis sonrisas haciendo ver que no me he dado cuenta del par de puertas del fondo. – El lavabo, por favor. – Mientras me bajo unos cuantos centímetros la cremallera del traje. – ¡Uff, que calor que tengo!, ¿no tendréis muy alta la calefacción?

Cuando paso por delante del repartidor le invito a acompañarme con un gesto de mi cabeza.

De momento me miran pero no parecen seguirme. Caminare con mas lentitud para darles la opción y tiempo para animarse.

Alfonso se queda dentro del coche, sigue con su aparente mal humor, y Marcos aprovecha la parada también para repostar gasolina, aún queda un largo camino hasta Madrid.

El Camarero sonríe con una risa tonta y arroja apresuradamente la bayeta en el fregadero. Espere un momento señorita, voy a comprobar que todo esté limpio. Rápidamente sale de la barra y se dirige al lavabo, un cuartucho pequeño pero decentemente limpio.

Espero que una buena chica a que llegue tan amable camarero y cuando llega a mi altura bajo un centímetro mas la cremallera para acabar de motivarlo.

Dejo que me abra la puerta pasando detrás suyo cerrando la puerta. Una vez dentro me dirijo a el con mi voz mas seductora. – Ahora lo que necesito mas urgentemente és que me sacies, ¿estas dispuesto? – poniendo una de mis manos en la cremallera.

Al llegar al coche de nuevo, ya saciada, encuentras que Alfonso esta hablando por teléfono con gesto serio. Espera a que el vehículo este otra vez en marcha para comunicaros las nuevas órdenes.  Alfonso Iradiel, uno de los lugartenientes de Arzobispo, me ha comunicado que debemos dirigirnos directamente a la catedral. Marcos, ya sabes el camino. Después de dar las nuevas órdenes Alfonso volvió a sumergirse en su silencio.