Partida Rol por web

- ¿Vamos a morir? -pregunto con tranquilidad a la la señorita H'shian. No es que me moleste, pero quiero saberlo-. Lo pregunto... lo pregunto de verdad. No me trate como a una niña -sé que es la tendencia general debido a mi corta edad-. No lo soy -no puedo serlo, no después de Omega-. Sea honesta.

 Me pongo de pie. Pesadamente. Mi reflejo ensangrentado en una placa de metal me recuerda tanto al de Sorina... justicia kármika. ¿Es así como debería ser?

Miro a ambas dos. Están bastante enteras. Bien. Me concentro en volver a levantar escudos y  el perfil azulado a mi alrededor consigue recordarme aún más a esa zorra de mi gemela.

Súbitamente soy consciente de que Adina acaba  de recorrer ese espacio abrazada a Saria y me echo a reír. ¿A quién se le podría ocurrir utilizar la carga biótica para eso? Esta mujer es un genio, una superviviente brillante.

- Avancemos -pido. Si me dejan pensar demasiado me reventará la cabeza.

-Eh... gracias, señora desconocida -le digo a la drell una vez se ocupa de Aornis y el zumbido de mi cabeza baja hasta niveles aceptables.

Compruebo los sensores internos del traje. No quiero encontrar ningún agujero, pero si lo hay he de conectar cuanto antes los cierres estancos y meterme un chute de antibióticos de campaña. Espero no salir de ésta con algo más grave que un moqueo, coño.

-¡Eh, espera un momento! -llamo a nuestra salvadora-. Nosotras vamos a por la Consorte y tú a por el Señor Medusa. ¿No sería mejor ir todos juntos? Estoy segura de que nuestras capacidades se complementan... ¡y tenemos una nave de primera línea esperándonos! -le aseguro.

Una cazadora en nuestro grupo sería un buen añadido. Ahora... parece que somos el Equipo Nenas Raras. Mierda de día el que elegí para conocer al puto Chellick.

Por un momento he perdido la compostura cuando he visto a Aornis en el suelo, en un charco de su sangre. Me ha costado todo el autocontrol que me quedaba para permanecer impasible. No puedo parecer débil ante mis compañeras de armas. Pero no preví que los Geth se recuperaran tan pronto, y Aornis ha pagado mi error. Este es mi primer mando desde que abandoné los Comandos de Autodefensa, y casi consigo que se carguen a una compañera. No me lo hubiera perdonado. Y encima, la pobre Aornis... Ella no se merece caer aquí.

La ayudo como puedo a incorporarse sin parecer demasiado preocupada. -Venga, chica, levántate. Que no ha sido para tanto. A mí me besaron más fuerte que eso en un puticlub Vorcha. Y no me preguntes qué estaba haciendo allí...

Examino la herida de mi compañera. Parece que la Drell sabía lo que se hacía. Ha sido un remedo crudo, pero funcionará... por el momento.

¿Adina? No te gastes. Parece que nuestra misteriosa salvadora es una solitaria. Tenemos que seguir adelante. Hay una consorte que rescatar...  Intenta conectar con nuestro objetivo. Tenemos que estar cerca. Pongámonos a cubierto, pueden aparecer más Geth.

Me río brevemente por el comentario de Saria. Puticlub vorcha. Diosa, menuda idea. Es tan pegajosamente horrible, desagradable, cómida y repugnante a un tiempo.

-  No ha sido para tanto, es cierto -asiento. Mi hermana me hizo mucho más daño y sigo viva-. Pero eso no responde a mi pregunta. Le pregunto a usted porque sé perfectamente que está hecha a estas situaciones. No se trata de que tenga miedo de morir -he visto la muerte de cerca y empieza a no parecerme tan mala idea-. Pero hay cosas que me gustaría dejar atadas si eso ocurre. Necesito saber si ha llegado el momento de poner las cartas sobre la mesa -respondo con una sonrisa tranquila. Me siento casi relajada ante la posibilidad de que esto termine así, pero no quiero morir y dejar tras de mí un rastro de mentiras. Necesito que alguien termine de entregar los objetos de la caja de la Esfinge. Necesito que alguien acabe lo que yo debí acabar-. Hay cosas que... que solamente delegaré si voy a morir, pero es imprescindible que sean delegadas. ¿Me comprende? - Cómo va a comprenderme, si no me comprendo ni yo. Podría dejarlo aquí, nadie se ocuparía de la Caja de Esfinge y nadie sabría nunca qué pasó, qué fue de toda esa gente.  Quizá no tenga ni relevancia, después de todo. La Ciudadela va a ser exterminada, ¿o no?

Tal y como vaticina Saria, la drell no responde a Adina. Tal vez ya estaba demasiado lejos cuando la llamó la quariana o sencillamente, demasiado enfrascada en su misión de rescatar al hanar, de cualquier forma no recibís ninguna respuesta.

Levemente heridos, observáis un momento vuestra posición. Junto a la pared, los francotiradores de la azotea no tienen ángulo de disparo, pero no estáis en un lugar muy seguro. Aunque por el momento no parece haber más geth vivos en las proximidades, las posibilidades de que la respuesta a la pregunta inicial de Aornis sea afirmativa aumentan por cada segundo que permanecéis aquí.

A vuestro lado hay unas pequeñas escaleras que bajan a un descansillo desde donde se accede a los salones de la consorte. Desde el otro lado del puente habíais visto una pequeña escaramuza entre los Geth y Seg-C allí, pero no parece quedar nadie vivo para contarlo.

Aornis insiste en sus preguntas, pero, pese a estar a pocos metros de vuestro objetivo, no parece que nadie conozca la respuesta.

Mi expresión se torna un poco más seria, porque parece que Aornis está preocupada por otras cosas. Necesito que tenga la mente en el campo. Si está preocupada por otras cosas, en medio de este follón, puede descuidarse. Y una distracción puede acabar con ella más fácilmente que un tiro de francotirador. Necesito el grupo al completo en medio de este desastre.

-Mira, Aornis. En tiempos como éste, entiendo que quieras tener las cosas atadas, en el caso de que te pase algo. Si hay alguna cosa que te preocupe, algo que pueda hacer yo, me lo puedes decir. Te prometo que si no sales de ésta, haré todo lo que esté en mi mano para cumplirla. Dime qué necesitas.

La pongo una mano sobre el hombro, para reconfortarla.

-Pero creo que podrás cumplirla tú, si estás en la misión con todas tus fuerzas. Cuéntame lo que te preocupa, y vamos a matar Geth.

Parpadeo ante el desplante de la drell. Pfff... No me extraña que su planeta esté condenado a la extinción, porque con esa actitud...

Aunque mejor no digo nada. Mi raza tiene vedado el paso a su planeta por las mismas cafeteras pseudointeligentes que están asaltando la mayor estación espacial de la galaxia...

Y ahora Aornis se pone sentimental. Joder. Debe haber algo en la comida de las asari, fijo. Algo en los alimentos levo de color azul que las hace... tan bipolares.

-Oíd, chicas -carraspeo-. No creo que sea momento de abrirnos el corazón. Os recuerdo que hay unos electrodomésticos infectados por el W'nd'wsVist'ah que nos lo quieren extraer sin anestesia, ¿eh? Primero la Consorte -añado, urgiendo a mis compañeras- y luego, ya si tal, yo invito a la primera ronda, ¿oki?

Chequeo mi omniherramienta en busca de cualquier mensaje procedente de quien sea a través de las líneas hackeadas del salariano amigo de la Sial'ia. Y, ya de paso, por si puedo conectar con la Consorte.

Voy a abrir la boca para darle explicaciones a Saria, que a fin de cuentas se las merece... y Adina me devuelve al mundo real. 

- Sí -asiento lacónicamente.  Me muerdo los labios-. Dejémoslo para luego. Pero... -miro de nuevo a Saria- si me pasa algo, en mi cuarto hay una caja con una imagen de una esfinge. Dentro hay una lista de objetos y personas. Deben ser... entregados. Quema las otras dos cajas. Y ahora, vamos a matar Geth.

Así que, haciendo caso de mis compañeras, las sigo hacia nuestro objetivo: la Consorte.

Bajáis por las escaleras en dirección a los salones de la Consorte. La puerta parece sellada, sin duda para proteger a la asari y sus acólitos del ataque geth. No parece haber ninguna forma evidente de entrar. Saria empieza a maldecir, pero Adina consigue acceder al sistema de comunicaciones.

Tras intercambiar un par de frases rápidamente con la mujer al otro lado de la línea, la puerta se abre súbitamente. Entráis en los salones bajando una pequeña rampa y una acólita asari se acerca a vosotros.

- Así que vosotros sois los que le pidieron al salariano que nos mandase ese mensaje... - dice en tono severo. Parece que Lash siguió vuestras instrucciones. - Sha'ira nos había informado de que vendríais.

Os hace un gesto para que paséis y entráis a una enorme sala alargada. Os sorprende encontrarla llena de gente de todas las especies. Desde turianos (los menos, pues la mayoría probablemente haya cogido las armas) a elcor y volus, un gran número de habitantes del Presidium de la Ciudadela parecen refugiarse aquí.

- Tendrán que encontrar un hueco - dice la asari para vuestra sorpresa. - Hoy Sha'ira no recibe visitas...

 ¿Tú eres tonta, chica? Me quedo completamente sorprendida, pero me contengo. Bueno, y luego me sorprendo de haber pensado algo así. No es nada propio de mí. Será la tensión.

-No venimos a pasar el tiempo con ella- respondo en voz baja, tratando o de ocultar mi irritación y nerviosismo-, traemos un comunicado que debemos entregarle en persona. Infórmele inmediatamente, tenemos cosas que hacer. No podemos quedarnos aquí toda la tarde. 

Prefiero no decir que venimos a sacarla de aquí porque entonces toda esta gente, todos estos refugiados, se unirían a nosotros y supondrían una carga que...

... vaya.

Nunca creí que pensaría así. De la gente. En términos de... mercancías. De pragmatismo. Pero si Mark Kane está muerto, si Nuryam está muerta, toda esta gente me da igual. 

Flipo en colores.

-Vamos a ver, muchacha, cojones -digo con enfado, cogiendo a la asari recepcionista del hombro-. ¿A vosotras las chicas de culo azul qué coño os dan de fumar? Porque te aseguro que quiero dos putas teratoneladas de lo mismo de camino a los Confines ya de ya... ¡Ah no, espera! -interrumpo, mirándola con sorpresa en la voz, ya que mi rostro no es visible-. ¡Que va a resultar que unas jodidas cafeteras quieren brasearnos el culo! ¡¡Coño ya!! -y eso ya es enfado. No he tenido que soportar francotiradores, estampamientos murales y demás para que una mierda de funcionaria de ventanilla me obligue a sacar ticket.

Sin soltar a la mujer, me giro hacia Saria.

-Señorita Comando de la Muerte, por favor -le pido con dureza, una dureza destinada a la recepcionista y a los que estén cerca nuestro-, ábrenos paso hasta el Salón. Si es necesario te rodeas del nimbo de las tinieblas ése tan chulo que llevas y le metes un par de hostias a quien se nos ponga por delante. ¡Cojones le vale ya a este Circo!

Levanto una ceja y esbozo media sonrisa. -Ya lo has oído. No venimos de visita oficial. Llévanos hasta la consorte, o apártate de nuestro camino. Tenemos una misión que cumplir.

Las voces de protesta en la sala aumentan poco a poco el volumen al escuchar el tono con el que tratáis a la acólita de la Consorte. Sin embargo la mujer no parece inmutarse, sencillamente parpadea.

Parpadea, pero sus movimientos se vuelven súbitamente más lentos. Cuando cierra los ojos, parece que sus pestañas se vuelven tremendamente pesadas, porque tarda una eternidad en volverlas a separar. Sin embargo, no es ella únicamente quien se mueve más despacio. El mundo parece ralentizarse súbitamente y todo se queda quieto.

Aornis es la primera en darse cuenta, pues en alguna ocasión ella también ha utilizado su biótica para paralizar a un cliente con las manos demasiado largas. La asari os ha encerrado en un campo de éstasis. Y, a juzgar por el modo en el que lo ha invocado y el efecto que ha causado en los tres a la vez, la acólita no es precisamente una novata en estas lides.

- Tanquilos, está todo controlado. Es normal que ante el ataque Geth haya gente que pierde los nervios - dice con calma al resto de los clientes, que empezaban a violentarse. - Nosotras nos encargaremos de ellos.

Una de las demás acólitas asari de los salones se acerca a Nelyna. Mientras la primera se concentra, consiguiendo mantener la esfera de éstasis, la otra asari os alza en el aire, moviéndoos lentamente hacia una salida de servicio.

Las dos acólitas salen del salón y os llevan flotando en una burbuja (literalmente) por varios pasillos del edificio. Finalmente una puerta se abre y os encontráis ante la Consorte, que os mira con un gesto de decepción.

- Yo me haré cargo - le dice a las dos asari que os llevan. Súbitamente, el campo de éstasis desaparece y caéis bruscamente al suelo.

- Tevos me dijo que vendríais - dice con naturalidad la asari. Utiliza el nombre de pila de la Consejera, lo cual indica que tiene una estrecha relación con ella. - Aunque esperaba que fuérais más comprensivas y que llegáseis aquí de otra manera. Hay mucha gente en los salones que ha venido aquí en busca de consuelo. Comprenderéis que no podéis pasar por delante de todos ellos diciendo que vais a evacuarme. Cundiría el pánico y muchos inocentes morirían... Más de los que han de fallecer en todo esto - dice con el semblante sombrío.

La asari no parece muy difierente a todas las que os habéis encontrado hasta el momento, pero de algún modo sus palabras hacen que os sintáis ligeramente avergonzados de vuestro comportamiento anterior. No sabéis por qué, pero después de oirla conseguís empatizar un poco más con todos los que estaban en la sala.

Siento calor en las mejillas. Noto un rubor que me sube a la cara, al escuchar las palabras de la Consorte. Una oleada de vergüenza me recorre. Es un momento casi íntimo, casi perfecto. Casi...

Mi parte Krogan ruge de frustración y hastío. Es un lamento sordo, gutural. ¿Qué pensaría mi padre de mí?

Entonces el hechizo se rompe, se resquebraja como una grieta en un parabrisas. Me doy cuenta de que esa sensación no ha nacido en mi. Emana de ella, es como un aura que la rodea. Es como un vapor, un perfume. Es sutil, casi inapreciable. 

¿Esto es lo que hace la consorte? ¿Hurga en tus entrañas, te hace sentir consuelo, placer? ¿Te vende dosis de pasión, cuando eres frío? ¿Te humilla, si eres altivo? Este sitio es lo más parecido a un fumadero de opio que he visto en la estación... Toda esa gente, haciendo cola en la entrada, esperando su chute, para aplacar el miedo.

Me dan asco. Tienen la opción de coger armas y luchar por sus casas, su familia, por su vida. En lugar de eso, se reúnen aquí como ovejas, esperando que llegue el matarife a cortarles el cuello.

-Me llamo Saria H'Shian. Mis compañeras son Aornis y Adina 'Feru. Tenemos una misión que cumplir. Hemos venido aquí a proteger su vida. Hemos arriesgado las nuestras para venir hasta aquí, y las daremos si hace falta para que llegue a su destino.

Doy un paso adelante -Ahora puede seguir jugando con su postura de "Soy más Sagrado que tú". Seguro que a los Geth les impresionará muchísimo.

Tomo aire para continuar y aplacar mi ira. -O puede empezar a hacer las maletas para acompañarnos. Si sabía que veníamos, han tenido tiempo de sobra para prepararse. 

Mis labios están prietos, son una fina línea que palidece por la presión. -Efectivamente, hay vidas en juego. Es extremadamente desconsiderado por su parte ignorar nuestro cometido. Si por su desidia le pasa algo a alguna de mi equipo, la consideraré directamente responsable.

La consorte sonríe, pero su expresión es triste.

- Ningún geth entrará aquí - asegura. - Y la supervivencia de esta gente no depende de vosotros ni, desgraciadamente, de mí.

Da un paso hacia Saria y extiende la mano sin llegar a tocarla.

- En ningún momento he ignorado vuestra misión, señorita H'Shian. Sé que Tevos no evacuará la Ciudadela dejándome aquí, y ahora mismo la seguridad del Consejo debería ser prioritaria. - Su rostro se contrae en un gesto de incertidumbre, como si por primera vez desde hace mucho tiempo no supiera qué le depara el futuro. - Hace tiempo que me preparé para partir con ustedes, pero no podremos hacerlo a través del salón principal.

La consorte extiende su mano, pero notas que también es su mente lo que tiende hacia ti.

Saria H'Shian. Demasiado krogan para la delicada sociedad asari, llena de mentiras y agendas ocultas. Te ocultas tras un velo de violencia, pero de alguna forma has encontrado tu lugar, siguiendo a un turiano que, igual que tú se niega a dejar a nadie atrás. Quieres proteger a los tuyos, y vengarlos si no lo consigues, pero aún tienes que aprender que hay veces que es mejor dejar que se protejan solos, porque desgraciadamente no todo el mundo puede llegar siempre hasta el final.

Suspiro largamente. Sé que hace no demasiado tiempo yo hubiera sido mucho más dulce con la gente de la entrada... que quizá hubiera sido una de ellos.

Sha'ira... quizá hace una semana tú podrías haber sanado mis heridas, haber cambiado mi alma. Haberme hecho comprender. Hoy no. El Don es algo que se te escapa. Probablemente soy la mayor experta en la galaxia de ese tabú, y eso sólo hace que me sienta más sola. ¿Podrías haberme dado paz en otro momento, Consorte? Quién sabe.

La ira de Saria me reconforta. Es... fuerte. Ella. Capaz. Sabe lo que hace, consigue que a su alrededor todo ocurra tal y como quiere.  La ira no permite pensar, entristecerse, lamentarse. Saria no se hubiera dejado llevar por la estupidez y el miedo en Omega. Saria hubiera sacado vivo de allí a Mark Kane, y quizá a Nuryam. Sus palabras rompen el hechizo de la Consorte, y me pregunto cómo habrá logrado hacer eso. Y a tres personas a la vez. 

Dominación.

- Saria... -le pongo la mano en el brazo para calmarla. Es la primera vez que la llamo por su nombre de pila, pero si entrar y salir de una Ciudadela en llamas no es suficiente para adquirir esa confianza, ya no sé que puedo serlo-. Está bien. Todos estamos... nerviosos. 

Tevos no evacuará la Ciudadela dejándola ahí. Pero ella sí dejará ahí a todos esos que han venido a cobijarse bajo su ala... ¿o no?

-Hay alguna otra salida? ¿Una puerta trasera? ¿Un almacén?