Partida Rol por web

Un sonido extraño inundó el cielo. Al mirar hacia arriba un dragón hecho con fuego se alzo entre las nubes y, al llegar lo más alto, estalló en mil pedazos. El fuego se reagrupó, formando una diana. Una flecha azul apareció de la nada e impactó en el centro. Las energías luminosas se fusionaron, y formaron una jabalina que salió disparada hacia el horizonte... Cuando parecía que no iba a suceder nada más, un grupo de cantantes celestes, formados por esas chispas azules, empezaron a entonar una melodía que calmaba el ánimo de todos aquellos que la escuchaban.

Los diferentes concursos daban comienzo. La llegada del Unicornio se celebraría por todo lo grande.
 

Asintiendo con la cabeza se queda junto a la bárbara mirando al ganado que se extendía a su alrededor sin llegar a saber muy bien cómo se había metido en ese embrollo... y aun menos cómo descubrir lo que estaba pasando. Pero ya que estaba allí, se esforzaría por hacerlo lo mejor posible. 

Y eso es lo que pensaba con gesto decidido cuando vio de pronto un hermoso espectáculo en el cielo que le hizo alzar la vista maravillada, sonriendo como una niña entusiasmada, recordando de pronto que se había apuntado a un concurso de tiro con arco y debía darle una paliza y bajarle los humos a un yan demasiado hablador. 

-Yo.......- mira de nuevo hacia el cielo y lo señala con gesto de disculpa -¡tengo un concurso! Quiero... querer decir...- comienza a enredarse las manos bastante nerviosa. Las notaba heladas -"así no voy a coger bien el arco..."- -yo tener que ganar un concurso. Después regresar. Lo prometo- se lleva la mano al pecho con gesto serio. Esperaba que la bárbara lo entendiese... no quería llegar tarde. 

Un archimago.... un sheks... un unicornio...

La pequeña ya repetía en su cabeza cada una de las cosas que podrían ayudar a que el dragón volviera a salir de su cueva y volveria a ser el mismo, al mismo tiempo que se preguntaba como podía conseguir ella alguna de esas cosas si no era capaz de convencer a aquella mago yan para que fuera con ella.

-¿Hoy? ¿Laconjunciónpodríaayudarme? Nosécomo... esalgosoloparamagos, paralosquequierensermagos... noparaalguiencomoyo -era cierto que no entendía como estar allí podría ayudarla salvo para encontrar un mago que quisiera volver con ella- !NOVOYASALIRCORRIENDO! ¡HELLEGADOHASTAAQUIYSOLOVOLVERECON......! -se calló en seco cuando escuchó las siguientes palabras de la maga. Sus ojos se agrandaron enormemente  cuando se dio cuenta de lo que había dicho. La ayudaría- ¿Deverdadvendras?... -dijo con un hilo de voz temiendo no haber escuchado bien.

Pero la pregunta del varu se escuchó por encima de su voz. Aylandris se volvió a mirar al varu. Y antes de que la maga respondiera a esa pregunta, escuchó una voz femenina en su cabeza. Entornó la mirada y arrugó el ceño, no le gustaba esa sensación y miró de reojo a la que creía que era la culpable.

¿Disputa? ¿Quienestabadiscutiendo?

Y entonces, escuchó aquella pregunta que invocó un recuerdo en su mente. Aquella pareja tan extraña con la que se había cruzado antes de llegar alli. Un yan y una feérica. ¿Estaba preguntando por aquella feérica? Como en respuesta a su pregunta, el yan que acompañaba a la maga pareció cobrar vida en aquel instante y, más rápido que la vista, había saltado hacia la feérica, agarrándole las manos y rogando saber más.

Se sintió en mitad de un mundo de adultos que no entendía, en el que multitud de conversaciones y temas se entrecruzaban junto con los sentimientos de aquel yan. Y antes de ni tan siquiera pensarlo, preguntó- ¿Tuereselyanquehacepocoestaba hablandoconunafeérica? -sintiendo no haber prestado más atención a aquella curiosa pareja al pasar junto a ellos e intentando recordar todo lo que podía para adivinar si se trataba o no del mismo yan. Pero su concentración se vio rota por un ruido extraño, irreconocible para ella y que hizo que se encogiera esperando un golpe por su espalda, asustada. Pero los gritos de la gente y las caras de sorpresa que la rodeaban hicieron que se diera la vuelta rápido para ver que sucedía.

-¡Undragón!-exclamó saltando de alegria al verlo volar-¡Undragóndefuego!¡Esun....! -calló cuando lo vio explotar en miles de trozos y pasar de rojo a azul, convirtiéndose en una diana que se fue transformando en varias cosas más. Se quedó allí, mirando al cielo sin entender que es lo que veía y preguntándose que había pasado con el drágón de fuego. Y solo cuando aquellos cantos tan suaves y armoniosos lo inundaron todo, bajó la mano que aún señalaba el punto en el que había aparecido el dragón y cerró la boca que había permanecido abierta durante todo el proceso de cambio. Era la primera vez que veía algo así.

-¿Qué le ha pasado al dragón....?-preguntó lentamente a nadie en particular con tono de desilusión mientras seguía mirando al cielo.

¿Quién se creía que era? Porque un unicornio hubiera decidido mirarla, o tocarla con su cuerno, o lo que sea que haya hecho que despierte la magia en ella, no le da derecho a tratarme así -caminaba con paso acelerado por la calle, deseando poner la máxima distancia posible entre ella y yo-. Me arrastra hasta aquí, pidiéndomelo como un favor, yo acepto de buena gana y nos cruzamos todo el desierto casi sin hablar. Ha sido poner un pie en esta ciudad y abandonarme a mi suerte con sus asuntos de magos. Y no contento con ello, ahora me muestra este desprecio llegando al extremo de querer prenderme fuego.

Estaba más enfadado que decepcionado y lo último que quería ahora mismo era verla. Me dejé llevar por la marea, siguiendo una fila de celestes que cruzaban entre el gentío. No sabía a dónde se dirigían, pero no prestaba mucha atención a la dirección, sólo podía pensar en lo que acababa de pasar con Shela. Esa maldita desagradecida...

De pronto un ruido por encima de mi cabeza me hizo darme la vuelta y mirar la cielo. Allí pude verlo, un dragón completamente envuelto en fuego que volaba hacia lo más alto del cielo, llegando hasta las nubes. En lo más alto estalló iluminando todo, para volver a recomponerse, mostrar una diana y una flecha que se clavaba en ella. Ya no me acordaba que me había inscrito en el torneo de arquería.

Miré alrededor, intentando ver alguna referencia que me ayude a saber dónde estaba e intentar encontrar el camino al tenderete.

Veremos en que puedo ayudarte, pequeña. Unas arrugas aparecieron alrededor de sus ojos, que demostraban cómo la maga estaba sonriendo. Pero volvió a la normalidad en menos de un segundo. No dejaba de mirar la escena que estaba pasando a su alrededor, en la que Drack pedía la sabiduría de la varu, que parecía tener la misión de encontrar a la feérica.

La explosión de luces en el cielo hizo parecer que todo lo demás no importara. Shela se quedó contemplandolo todo, chasqueando la lengua cuando algo no la gustaba del todo. Pero ella no era la maga que lo había generado, así que era lógico que no le gustase.

Era un juego de luces y fuego, Aylandris. Observa Shela alzó la mano, colocando la palma hacia arriba. Soplando lentamente, un fuego pareció brotar de sus labios, concentrándose en la mano. Allí, agrupado, empezó a tomar forma, definiéndose, hasta que apareció un dragón en miniatura. La criatura gruñó y escupió fuego. Batió las alas y emprendió un pequeño vuelo, dirigiéndose hacia el suelo. Se acercó hasta Aylandris moviendo las alas y, con una corriente de aire mágica, empezó a volar, haciendo círculos alrededor de la muchacha. Cuando llegó a la altura de la cabeza, salió disparado hacia arriba, y estalló en mil puntos de color.

Están avisando de que van a empezar los torneos, para que los jugadores acudan al lugar.

Drack observó con ojos rojos a la pequeña que estaba allí Sí, era yo... Hablaba con su madre. No me quería decir dónde estaba Elara, sabía que algo la había ocurrido, pero ella se negaba a todo lo que yo la dijera. ¿Sabes tú algo? preguntó con ansiedad. El juego de luces del cielo poco le importó. Miraba alternativamente a Aylandris y Meerelu, esperando la respuesta de ambas.

La bárbara asintió a tus palabras y se despidió de ti. Tenía que prepararse para la noche, y seguramente preparar alguna trampa para intentar apresar al ladrón de ganado.

Con el concurso de arco en mente, cambiaste tus preferencias: primero habría que enseñar al yan que no se debía meter con la sangre feérica. Ya habría tiempo para preocuparse por el ladrón. Además, no podías olvidar la llegada del unicornio. ¿Se presentaría esa noche al fin? Seguramente, todo el mundo acudiría a la ciudad para verlo, deseando conocer cómo era el animal, pues nadie había sido capaz de definirlo claramente.

Llegaste de nuevo a la ciudad, a la que ahora acudía mucha gente. Todos los que habían instalado su tienda en las afueras, entraba ahora debido a los torneos. Mucha gente quería participar, y no se lo iban a perder.

Caminaste, usando los codos para abrirte paso. La gran mayoría eran hombres, de diferentes razas, pero sobre todo humanos y bárbaros. Presumiendo de sus habilidades, se reían de los que veían más pequeños o parecían más débiles. Se respiraba hormonas masculinas por todas partes.

Al llegar al lugar del torneo, encontraste a una cara conocida. Allí estaba el yan con el que habías discutido.

Aunque perdido, notaste la gran afluencia de gente. Estaba claro que todo el mundo estaba tomando el mismo camino, y tras las luces en el cielo, lo más seguro es que se estuviesen encaminando hacia el lugar del torneo. Mucha gente quería participar, y no se lo iban a perder.

Caminaste, usando los codos para abrirte paso. La gran mayoría eran hombres, de diferentes razas, pero sobre todo humanos y bárbaros. Presumiendo de sus habilidades, se reían de los que veían más pequeños o parecían más débiles. Se respiraba hormonas masculinas por todas partes.

Al llegar al lugar del torneo, encontraste a una cara conocida. Allí estaba la feérica con la que habías discutido en la cola del concurso.

No tenía mucha altura, además de no se especialmente vistosa, lo que le dificultaba bastante a la hora de saber hacia dónde debía dirigirse o cómo llegar al lugar. Lo que tenía claro es que pasaría entre la gente de una manera o de otra. No era especialmente delicada cuando se trataba de abrirse paso, apartando con un brazo a uno, con un codo a otro, con la cabeza por delante... Ponía malas caras cuando se metían de ella como si fuese una pequeña pulga en un rebaño de wash, aunque no estaba por la labor de comenzar ninguna disputa, quería comenzar el torneo y tenía unas ganas innegables de ver cómo era el tan esperado unicornio. 

Después de pasar por la marea de gente y equivocarse unas cuantas veces de lugar, alcanza a ver una figura conocida. 

-El yan...-  le lanza una mirada sombría que casi podía palparse mientras cierra la mano en torno al arco presionando hasta sentir dolor en la palma -"claro... se iba a inscribir en el mismo torneo... ¡Lo que me faltaba! ¡Estoy en un campo de nabos y encima tengo que aguantar a un yan! Eso si no está la que iba con él..."- parecía que el torneo empezaba con mal pie. 

-¿Has venido a comer arena, yan?- para variar no se podía estar callada, y no contenta con eso le mira mientras esboza una media sonrisa entre burlona y retadora. 

Nadie estaba por la labor de dejarme pasar, entiendo que quisieran un buen lugar para ver la competición, pero sino llegaba a la tarima no habría ninguna. A medida que me iba acercando más, se hacía más difícil pasar entre la gente, teniendo que dar un fuerte empujón para salir del gentío y poder llegar a la zona del torneo.

Muevo el cuello a ambos lados y acomodo los hombros, cruzar aquello si que había sido un gran desafío. Y para colmo, allí estaba la feérica, como sino hubiese tenido suficiente ya. Al contrario que ella, que mostraba una sonrisa, yo simplemente entrecerré los ojos. Sencillamente no quería entrar en su provocación.

-Cuandoacabecontigotedejaréquecomastodalaarenaquequieras... -no me iba a molestar en hablar de manera pausada para que me entendiera-. Aúnestásatiempoderetirarte.

Descuelgo el arco de mi hombro y tenso la cuerda un par de veces, comprobando que todo está bien.

-Tch- suelta un bufido desdeñoso hacia un lado mientras descuelga el arco y lo coge con la mano izquierda. Toda sonrisa se había borrado sin dejar ver si estaba enfadada, molesta o simplemente pensativa. 

-Yan...- había entendido algo de lo que decía, aunque la velocidad de sus palabras le hacían dudar sobre si lo que le había parecido escuchar era o no correcto, además de que muchas palabras no las terminaba de entender. 

-No me pienso retirar de nada. Pienso ganar y demostrar de qué son capaces los feéricos- le lanza una última mirada antes de echar una ojeada a su alrededor para evaluar contra quién tendría que participar. Realmente no veía a ninguna mujer... 

-¡Vaya!- Entu observa fascinado el espectáculo de luces que aparece en el cielo y la réplica de Shela. El extraño mundo de esta gente de tierra empieza a atraer su atención, y el varu quiere ver el torneo y demás atracciones. -me gustaría ver el torneo... ¿alguien más va hacia allí?- Pregunta con timidez.

Aylandris miró curiosa a la palma abierta de la maga.

En sus ojos, brilló el fuego que brotó de la boca de la maga y que dió lugar al pequeño dragón. Sus ojos se abrieron enormemente sorprendidos cuando lo vio aparecerse delante de ella y comenzar a volar.

Así que esto es lo que puede hacer una maga... ¡es maravilloso!

Dió un par de pasos atrás cuando el dragoncito caminó hacia ella, dejándose más sitio para caminar y rió divertida cuando en lugar de eso, retomó el vuelo y comenzó a dar vueltas a su alrededor. Comenzó a dar vueltas a su par, para no dejar de verlo, mientras reía cada vez más e intentaba tocarlo, sin atreverse realmente a llegar a hacerlo. El fuego que daba forma al dragón se reflejaba en sus ojos acentuando las motas doradas que adornaban sus iris, tan extrañas para el pueblo yan y a las que debía su nombre, que ahora se confundían con el mismo fuego del dragón, estallando en miles de reflejos cuando el dragón estalló en miles de motas ardientes sobre su cabeza.

Aylandris se quedó mirando hacia arriba, hacia el punto en el que las últimas motas desaparecían, sonriendo aún, olvidado por un momento el motivo que la había traído allí.

Pero las palabras del otro yan la sacaron de aquel momento mágico. Bajó la mirada para encontrarse con los ojos ansiosos y expectantes de él y, solo entonces, se dió cuenta de que en algún momento, el trozo de túnica que le cubría el rostro se había soltado, dejando al descubierto toda su cara. Recogió rápidamente la tela y con un movimiento diestro la colocó en su lugar, ocultándose de nuevo a las miradas de los extraños que la rodeaban.

-Nosenadamás. Paséjuntoavosotroscuandohablabaisymefijeporque...-pareció dudar un instante sobre si decir o no lo que pasaba por su cabeza, pero decidió que no era nada malo comentarlo- ...noesnormaldedondevengoqueunyanhableconunafeerica.

¿El torneo? A ella no le interesaba el torneo. Pero iría si la maga quería ir. Es más, no podía separarse de ella ahora que había consentido en ayudarla...

La reacción del yan provoco que finalmente la tranquila máscara de apacibilidad que la sacerdotisa llevaba puesta se quebrase por completo. Abrió los ojos mostrando una gran sorpresa y retirar sus manos escamosas del ardor que se despedía de su cuerpo. -Suéltame- le ordenó bruscamente, tratando de zarfarse de su agarre, con una aprensión injustificada.

Sin embargo, pronto tranquilizarse y añadió con voz más suave. -Disculpadme, la violencia de vuestros sentimientos me ha sobresaltado. No, no sé donde se encuentra Elara. No puedo esclareceros vuestras dudas pues creía que seríais vos quién pusiérais fin a las mías. Su madre pensaba que había intentado fugarse.- Sus ojos azules permanecían fijos en el rostro del Hijo de Aldun, como si trataran de leer en su rostro una prueba de su inocencia o de su culpabilidad que le hubiera permanecido oculta, totalmente indiferente a las luces en el cielo. Finalmente, pareció claudicar y añadió -¿Hay algo que deba saber? ¿Alguna pista que pudiera conducirnos a su paradero? Tal vez sea una sacerdotisa de las Tres Lunas, pero realmente quiero ayudar, no obligarla a que siga mis pasos.

El joven yan apartó las manos ante la orden de Meerelu y retrocedió, como si las palabras de la varu tuvieran un gran poder. Agachó la cabeza, intentando ocultar las lágrimas que salían al encuentro de la tierra que pisaba.

Su madre piensa que nos hemos ido juntos, que la he hechizado o algo peor... Pero realmente es amor. Se que es raro y en muchos sitios hasta es castigado: El amor entre un yan y una feérica puede parecer absurdo, lo se. Pero no podemos reprimirlo...

Había quedado con ella para fugarnos, sí. Estábamos hartos de que su familia y la mia nos pusieran todo en contra. Íbamos a pedir a un celeste que reconociera nuestra unión y después, nos marcharíamos. En las afueras, hay un árbol en el que siempre nos veíamos. Cuando he llegado, sólo he visto este pañuelo del interior de sus ropas, apareció un pañuelo verde con el borde destrozado, como si se hubiera enganchando en algún lugar. Es suyo, lo reconocería en cualquier parte. Además, tiene su olor... Pero ella no estaba. Se que algo la ha pasado, y nadie ha querido ayudarme.

Los ojos de la maga no perdieron de vista los de la varu, como si, de nuevo, la estuviera leyendo la mente. Quizá había sido la única en darse cuenta de que Meerelu había bajado la guardia durante unos instantes. Pero, al fin y al cabo, la mayoría de los magos parecían prepotentes, así que no se podría saber mucho de ellos y sus intenciones.

Vayamos al torneo, puede ser entretenido y además, seguramente necesiten la ayuda de los magos dijo, sin dar permiso a replicas. Drack la siguió como si le llevara con una correa invisible, pero el joven no apartaba los ojos de la sacerdotisa. Su corazón parecía descansar levemente ahora que los dioses le habían enviado más ayuda.

La maga no dijo nada de las palabras de su compañero yan, pero para los más avispados estaba claro. Quizá la feérica no había huído, pero seguramente los de su propia raza se la habrían llevado a rastras para evitar esa unión.

Arqueros se escuchó la voz de un hombre rudo y alto, alzando un arco de una madera preciosa y muy llamativa preparáos. El torneo será sencillo. Hay tres dianas a las que disparar. Cada uno de los inscritos tendrá tres flechas, que deberá disparar. Cuanto más próximo al centro de la diana, mejor será su puntación. Una vez que todos hayan disparado, se hará el recuento de los votos.

Se escuchó un murmullo de conformidad, pero la voz de una mujer se elevó en la multitud.

¿Cómo se sabrá de quién es cada flecha? Esa pregunta hizo que los demás alzaran la voz. No era tan complicado las trampas en ese tipo de torneos, y si no tenían una solución, la disputa estaba garantizada.

De eso nos encargamos nosotros dijo Shela que, saliendo del grupo, dio un paso. Otros muchos magos salieron de la multitud  y se acercaron a la mesa donde estaban colocadas las flechas. Todos a la vez, pusieron una mano sobre las flechas. Un resplandor azul las rodeó y no tardó en desaparecer.

Estas flechas tienen un hechizo de detección. Sólo las puede tocar una persona, y así su flecha quedará ligada a él. En caso de confusión, la flecha volverá con su dueño, evitando toda posible confusión. Y, para evitar, que alguien toque las flechas, un par de magos usarán la energía para entregárselas sin tocarlas.

Shela volvió a su lugar, mientras dos jóvenes se quedaban en la mesa. El primer apuntado en el torneo dió un paso adelante y se acercó con algo de temor a la mesa. Uno de los magos hizo un gesto con la mano, y la flecha flotó lentamente hasta el humano. Cuando el hombre la tocó, su mano se quedó azul unos segundos, y volvió a la normalidad.

Comenzaba el torneo de tiro con arco.

La aparición de los magos le había echo sentir cierta desconfianza. Suponía que habrían magos, pero no sabía que serían tantos... 

Creyendo terminar de entender lo que habían explicado de las flechas, asiente con la cabeza y tiende la mano hacia la suya para lanzarla. El mismo odio ciego que sentía hacia el yan hacía que por un momento desease desviar la tirada y darle de lleno, aunque no le había hecho nada... por lo que no tarda en respirar profundamente unas cuantas veces para relajarse y centrar lo mejor posible sus flechas.