Partida Rol por web

El sátiro pensó con detenimiento.

Los yan se mueven de un lado para otro, pero a éste en particular, al echarle, se fue hacia las puertas de la ciudad. Seguramente piense que la muchacha se haya ido y estará preguntando por esa zona. Su velo es marrón oscuro, se mueve con la tristeza del otoño. Le reconocerá inmediatamente.

-¿Eeeeehhh?- se rasca la cabeza con gesto desesperado. ¿Había hablado demasiado rápido? Claro... se le había olvidado que estaba hablando con bárbaros... 

Esto... yo ir a ver rebaño- comenzó a gesticular también por si seguían sin entenderla -elloooos...- señala a sus amigos mientras los mira enarcando una ceja. No... no habían dicho demasiado, ni siquiera sabía lo que harían -quedarse por si ver algo- dice mientras esboza una media sonrisa.

Así que podría tratarse de magia...

¿Vosotros...- los señala con el índice para después llevarse los dedos a ambos ojos -habéis visto...- se señala a ella y a June -alguien más por aquí?- "si es un mago...no tiene que estar lejos para mover cuerpos tan grandes...¿no?, ¿o será poderoso?, ¿qué hará con el ganado?, ¿ropa?, ¿comida? mmmmhhhh tengo hambre..."

Mueve la mano acariciando su estómago pensando en la proposición de los bárbaros -¿tener cena?

-Siloquepretendesesrivalizarconsuspodereslomejorseríaverunoenpersona. Seguroquedescubresmásdeloquepuedaaparecerenlibrosviejosymohosos -puede que así consiguiera convencerla de que ayudara a Aylandris y, de paso, poder echarle un ojo a ese dragón. Por pequeño que fuera, ya sería algo increíble y digno de recordar-. Puedequeteestéshaciendoderogarporquenopuedesayudarla... otedamiedoeldragón...

El turbante escondía una sonrisa maliciosa bajo sus telas, si aquello no conseguía irritarla lo suficiente como para querer demostrar sus habilidades, tendría que abandonar la idea de que ella fuera. Pero eso no significaba que yo no pudiera ir.

-Tu amabilidad no será olvidada. Que las Diosas guíen tus pasos y te traigan la prosperidad- le transmitió Meerelu, sonriendo interiormente al comprobar que sus investigaciones comenzaban a dar fruto. La expresión de su rostro, pese a todo, permanecía impenetrable con excepción de una leve curva en las comisuras de sus labios que no podría interpretarse precisamente como alegría, sino más bien como un reflejo de la turbación en la que se encontraba sumida.

-La tristeza del otoño no parece ser la mejor pista para reconocer a una persona- pensó pese a todo mientras se dirigía a las puertas de la ciudad, tal como el sátiro le había indicado. -Tendré que fijarme bien si quiero encontrarle- Sus ojos acuosos se movían con rapidez entre la multitud buscando cualquier rastro que le permitiera identificar a un yan como al joven que estaba buscando. -Realmente, todavía no sé por qué estoy haciendo esto. Creía que había conseguido acallar por completo mis sentimientos.

La bárbara, más tranquila, dio unos pequeños toques en tu hombro. Bueno, pequeños sería para ellos, tu tuviste suerte de que el suelo fuera duro, de lo contrario te habría hundido.

Tú pequeña, pero valiente. Nosotras no ver nadie. Un susurro escuchar, pero nada más. Y los animales ¡pum! ya no estar. Raro es, porque ellos ser muy grandes. ¿Bestia mayor? ¿Mago grande? No saber, pero ser extraño.

Tras unos cuantos pasos, llegas a una hondonada rodeado por muchas bárbaras. En la zona más baja, había animales gigantescos* pastando tranquilamente. Sus orejas se movían, detectando sonidos que para los demás debían ser imperceptibles.

Ante las primeras palabras de Khazlian, los ojos de Shela parecieron sonreír.

Como ya he dicho, los dragones son los que deciden quién se acerca. Su magia les llama, y los magos más. Y a mí sólo me ha enviado a una chiquilla...

Sus palabras quedaron ahogadas por el ataque de su compañero. Sus ojos abandonaron su alegría para descubrir una furia indescriptible. Alzó la mano y una bola de fuego apareció en ella.

¡No oses insultarme! ¡Cómo te atreves! ¡No le temo a nada!

¡Pero qué haces! ¡Por favor, no les ataques! el muchacho yan se acercó a la maga y agarró el brazo que no tenía la bola de fuego. ¡Déjales! Sólo han venido a pedirte un favor, ¡no les mates!

Conocías a Shela y, aunque siempre había tenido un carácter muy particular, desde que vio al unicornio había cambiado. Pero eso no era nada para ese día que habías pasado separados en la ciudad. ¡Cómo podía ser esa mujer tu querida Shela!
 

El camino hasta la entrada fue tranquilo. Meditando cómo localizar al joven, tenías suerte de no chocar contra los demás habitantes. Aunque, al ser una sacerdotisa, todos iban permitiéndote el paso, con alguna que otra reverencia.

Quizá no era lo que buscabas, pero como si el Séptimo te invitara, alzaste la mirada ante unos gritos.

Un grupo variopinto se presentaba ante tu mirada. Había un varu, una joven que tenía rasgos de yan y tres yan que tenían velos típicos del desierto cubriéndoles el rostro. Pero lo más llamativo era que uno de ellos, que parecía ser una mujer, tenía una bola de fuego en la mano.

¡No oses insultarme! ¡Cómo te atreves! ¡No le temo a nada!

¡Pero qué haces! ¡Por favor, no les ataques! el muchacho yan se acercó a la maga y agarró el brazo que no tenía la bola de fuego. ¡Déjales! Sólo han venido a pedirte un favor, ¡no les mates!

Aylandris dio un paso atrás asustada por aquella bola de fuego que había aparecido de repente en las manos de la maga. Se encogió sobre si misma, casi preparada para recibir ella misma el impacto del fuego.

Pero una mano sujetó el impulso de la mano, deteniendo a la maga. Aylandris miró al desconocido y devolvió a su lugar parte de la túnica que cubría su rostro y que se había caído ante su brusco movimiento.

Mirando a aquellos ojos desconocidos y a la bola de fuego sintio que su miedo se convertía en enojo y finalmente en tristeza...aunque eso no la hizo desistir de su propósito.

-El no puede moverse, si pudiera hacerlo no estar os yo aquí. Tal vez pienses que soy demasiado pequeña para estar diciendo la verdad....pero no he recorrido un camino tan largo para mentirle al primermago que encuentro....-habia hablado en voz baja, cansada, lentamente, separando cada una de las palabras. Pero el recuerdo de su dragón enfermo avivo su energía. No podía fallarle. -pensequecualquiermagoodríaayudarme,quequeerríaayudarme, perotumasalserunyancomoyo, ¡nopuedesdejarquemuera!-exclamo al darse cuenta de aquel detalle que no podía comprender....

Pensé que su reacción a mi comentario sería algún insulto, golpe bajo o, como mucho, un capón. Pero cuando le vi alzar la mano y aparecer la bola de fuego, retrocedí e intenté protegerme con los brazos. Hubiera sido una defensa completamente inútil si llega a lanzarla, pero por suerte el otro yan la detuvo a tiempo. Recupero la poca compostura que me queda y vuelvo a ocupar mi posición en la conversación para encontrarme con Aylandris que implora la ayuda de la maga.

-Nunca pensé que el hecho de convertirte en una maga te hiciera cambiar tanto, hasta el punto de pretender matarme -hablo con lentitud y en un tono algo elevado, lo suficiente como para que la gente que estuviera cerca pudiera oírme-. Siempre creí que la magia era un don, pero ha conseguido sacar lo peor de ti. Fingiendo ser quien no eres, sólo porque hemos salido del desierto y aquí nadie te conoce como yo... Suerte en tu camino, Shela, y que Aldun te ilumine con su luz, a ver si él puede hacer que entres en razón -sentencio antes de darme la vuelta y empezar a andar por donde llegué-.

-¡Magos!- el tumulto y el griterío casi indescifrable de los yan, sumado a la bola de fuego que la mujer mostraba en sus manos resulta un espectáculo demasiado llamativo como para que la joven sacerdotisa lo ignorara. Sobretodo, teniendo en cuenta que era precisamente a un Hijo de Aldun a quién estaba buscando. Por segunda vez en un día, parecía que iba a tener que volver a entrometerse en algo que no tenía que ver con ella.

Sin embargo, su rostro seguía siendo una máscara impenetrable y serena cuando camino con decisión hacia los hijos del desierto, con una destreza bastante llamativa para un varu fuera del agua. -En nombre de las Tres Diosas, ¿qué está ocurriendo aquí?- preguntó, concentrando todos sus pensamientos en lo que podría considerarse casi como un grito telepático. No había sido capaz de distinguir por completo la conversación debido a la rapidez con la que se comunicaban, pero aun así se volvió hacia la maga con una mirada fría -Los magos os creéis que tenéis el derecho de actuar como os plazca, pero esta no es una de vuestras torres, y ni siquiera el desierto del que provienes. Estás en una ciudad celeste y como extranjera deberías respetar sus normas, y no creo que tu belicoso comportamiento les agrade. Si alguien te ha insultado, creo que bastaría con una disculpa para arreglar el malentendido sin necesidad de llegar a estos extremos...-

Meerelu dejó que su voz telepática se perdiera con lentitud y espero la reacción de la fémina sin ningún temor, sin dejar que ningún sentimiento se filtrara a través de su perfecto autocontrol. -Parece que esto cada vez se me da mejor...- pensó con sombrío cinismo para sus adentros.

Dando gracias de que su hombro siguiese en su sitio y de que sus pies no hubiesen traspasado el mismo Idhún, Ceya se gira con una gran sonrisa a la mujer bárbara. Por lo menos parecía que ahora tenía su aprecio, o algo parecido... 

De lejos el ganado parecía una bola de pelo en su conjunto, pero al acercarse la muchacha pudo apreciar que los animales eran bastante más grandes que ella misma, aunque parecían dóciles y tranquilos. 

-¿Los que desaparecer ser grandes y estar bien o débiles?- intentaba buscar algún animal que se cuadrase con la descripción que pudiesen darle mientras acariciaba el pelaje de algunos y el hocico de otros. Si se quedaba cerca... ¿desaparecería también? -por cierto, ¿cómo llamar? Yo Ceya- apoya su mano derecha en el pecho indicando su propio nombre con orgullo sin poder contener una risa que le arrancó el lametón de uno de los lanudos en la otra mano con la que le acariciaba la cabeza. 

Yo llamar Asdis, que significar Gran Guerrera Sabia dijo la mujer con gran orgullo, golpeándose el pecho con el puño derecho Pero no saber qué significar Ceya, yo sentir.

Estas criaturas ser fuertes y grandes. Cuando una débil, nosotros cuidar. Comer su carne cuando ellos mueren, porque mueren siendo grandes y con mucha carne. Su piel ayuda a ropa para nosotros seguramente era una práctica típica entre los bárbaros, pero tampoco tenías forma de saberlo. Al fin y al cabo, era la primera vez que te topabas con esa raza.

Nosotras no saber cómo ser capaces de llevarse a los Wash. Ser alguien fuerte y muy rápido.

Shela observó la situación y escuchó las palabras con desdén. Miró la espalda de Khazlian cómo se alejaba y sólo desvió esa mirada ante las palabras de la varu que acababa de llegar

Sí dijo, cerrando el puño, con lo que se estinguió la bola de fuego. Hizo un movimiento brusco con la mano para que el otro yan la soltase una disculpa estaría bien, pero siempre ha sido un orgulloso egocéntrico.

¿Sacerdotisa, me equivoco? Entiendo que siempre os creáis por encima de la magia, pero la guerra entre nuestras clases terminó hace tiempo, por mucho que siga quedando el odio. Una mirada suspicaz apareció en sus ojos mientras miraba directamente a Meerelu, como si la estuviera leyendo la mente. Después, miró a Aylandris.

Podría saber si mientes con traer aquí a un celeste, pero no lo voy a hacer. ¿Estás dispuesta a saber que los dragones nos usan como marionetas? ¿Que no podemos ir a ellos si no nos llaman? ¿Que su mirada, por muy debilitados que estén, puede abrasar al inconsciente que se acerque sin su consentimiento? Shela alzó la mano, dejandola a la altura de la sien de la muchacha Déjame que te lo muestre. No es mi arte favorito, pero he aprendido de mis maestros, aunque no será de la misma calidad Y, suponiendo que los demás la estaban escuchando y que, por hacer magia, estarían deseando sentirlo, continuó hablando. Si a alguien más le interesa, que toque a la muchacha o me toque el brazo izquierda para no hacerme perder la concentración.

El yan, aunque ofendido por el movimiento brusco de la muchacha que parecía querer ayudarle, posó su mano en el hombro izquierdo de Shela, cerrando los ojos con fuerza.

-Yonomiento, ¿porquéibaahacerlo? -replicó de nuevo la pequeña a las palabras de la maga justo antes de dar un pequeño paso atrás, asustada, cuando la maga levantó la mano hacia ella. Sus ojos atemorizados fijos en los de la yan, sus músculos dispuestos a correr a la menor señal de peligro o de la aparición de la bola de fuego que había visto en aquella misma mano instantes antes.

Pero la mano de la maga se quedó solo a una corta distancia de su sien, donde Aylandris la podía ver detenida mirando de reojo, esperando que ella contestase a las preguntas que se le habían formulado y que, realmente, no llegaba a entender. ¿Que los dragones los usaban como marionetas? ¿Porqué iban a hacer eso? No entendia...

Lentamente, sus pupilas dejaron de enfocar a aquella mano para dirigirse de nuevo a su dueña. La maga la miraba esperando su afirmación o su negación a alguna de las preguntas que le había hecho, pero no llegaba a saber cual. Intentó recordarlas, hasta que se dio cuenta de que no era a una pregunta a lo que estaba esperando contestación aquella yan.

      Déjame que te lo muestre.

Y entonces vio como el otro yan apoyaba su mano en el brazo derecho de la maga. Solo entonces, todo cobró sentido para ella. Parpadeó y volvió a mirar de reojo aquella mano a escasa distancia de su cabeza.

Y asintió. Decidida. Vería lo que ella quería que viese y después... bueno, después ya decidiría.

-Mmmmm gran nombre, Asdis, encantada. No sientas. Yo tampoco sé lo que significar Ceya. Mis padres elegir nombre. 

Sigue mirando al ganado. Todos parecían realmente fuertes. No era de extrañar que los bárbaros los criasen y comiesen su carne, aunque lo que más valoró fue el hecho de comer o usar la piel del animal cuando estaban enfermos.

Gira la cabeza hacia un lado mientras se dibujó una ligera sonrisa curiosa en sus labios -No matan por matar, como muchos otros. Parece que son interesantes después de todo-.

-Los Wash... ¿ese nombre del ganado?, ¿poder enseñarme alguno de los Wash más débil?

Si Meerelu acusó el golpe de la maga, no lo demostró. Simplemente asintió con la cabeza, mientras un único pensamiento latió en la mente de todos los presentes. -Soy una sacerdotisa de Neliam, una servidora de los Seis. No es el odio lo que me mueve, sino el deseo de evitar un conflicto que pueda terminar con sangre.

Permaneció observando la escena, sin permitir que ningún sentimiento se mostrase en su rostro. Únicamente entrecerró los ojos momentáneamente, cuando la hechicera insinuó su intención de mostrarles lo que sabía. Sin embargo, sus emociones no habrían podido quedar claras para ningún espectador. ¿Era miedo? ¿Odio? ¿Curiosidad? ¿Alegría?

Avanzó con paso serio hasta colocar su mano escamosa sobre el hombro de la menuda yan, encarándose a la otra mujer. A pesar de su imperturbabilidad, podía observarse un brillo extraño en su mirada -Los dragones son criaturas sagradas, pero nadie dirá que me he negado a conocer tus argumentos. Estamos depositando nuestra confianza en ti, así que realmente espero que no trates de ofuscarnos con tu magia.