Bar Off the Record, Hotel Hay Adams, 16th Street Northwest
Washington DC
Martes 4 de noviembre de 2008.
00:25 a.m.
El otoño está siendo agradable en la ciudad de Washington, buenas temperaturas y pocas lluvias hacen que aún apetezca salir de noche en esta época del año. La ciudad, epicentro político de los USA, está particularmente agitada por las preparaciones de la futura cumbre del G-20 que tendrá lugar los próximos 14 y 15 de noviembre. Lleváis casi una semana en la capital del país, citados por vuestro único contacto dentro de la agencia. La señora Verdad os envió (mediante cada uno de vuestros respectivos métodos de contacto ya sea una llamada telefónica, un SMS o un correo) la orden de que debíais acudir a Washigton DC y esperar nuevas órdenes.
Esas órdenes han llegado esta noche. Os llegó, pasada la medianoche (a vuestros respectivos hoteles), lo que suponéis la citación de vuestro contacto. Se trata de un panfleto publicitario del bar de un hotel, el bar Off the Road del hotel Hay-Adams. En el folleto hay una nota manuscrita a bolígrafo que dice:
La verdad está ahí fuera
Mediante una rápida búsqueda en googlemaps, descubrís dónde se encuentra el bar. Se trata de uno de los bares más famosos de la ciudad. El hotel, situado frente a la Casa Blanca, cuenta con unas vistas espectaculares y es uno de los más conocidos y frecuentados, tanto por los visitantes como por los lugareños conocido por su soberbia selección de vinos.
Podéis ver la Casa Blanca a lo lejos, desde la entrada del local, más allá del parque Lafayette. Está bellamente iluminada no solo por sus focos sino también por una enorme y brillante luna llena, dándole un toque casi etéreo y feérico. Os paráis un momento para contemplarla para, después, bajar por las escaleras que llevan hasta el bar del Hotel.
Una vez bajáis las escalera, os encontráis con un local con un aire noble, majestuoso y casi solemne. Este aire solemne está intensificado por los techos, decorados bellamente de tallas de estaño, y unas paredes del color de la sangre. El ambiente se distiende un poco con un gran número de caricaturas de políticos y personalidades de la ciudad, que decoran la pared del fondo.
Echáis un vistazo alrededor del local, buscando a la señora Verdad, pero no la encontráis. Entonces, un amable (y rollizo) camarero vestido con una camisa blanca, una pajarita y un llamativo chaleco de color burdeos os recibe con una sonrisa.
- ¿Qué va a tomar, caballero/señorita?
El local me agrada al instante. Es uno de esos sitios viejos sin pretenderlo, que nacen con ese aire antiguo, caduco, que invita (seduce) a la bebida como un tahúr al juego.
Sonrío, deslizando la mano hacia el paquete de chester y dando un par de golpecitos para extraer uno de los cigarrillos, con el que jugueteo brevemente haciéndolo rodar entre los dedos antes de llevarlo hasta los labios. Después me acerco a la gran barra y tomo asiento.
-Lo lamento -dice el barman-, pero aquí no se puede fumar.
-Descuide, no pienso encenderlo.
-¿Y para qué lo tiene en la boca?
-Complemento de moda.
-Ya -dice, sonriendo. Es un tipo agradable, regordete, muy moreno, tal vez hispano. Me muestra de nuevo su dentadura-. ¿Qué va a tomar, caballero?
-Old Fashioned -digo, volviéndome hacia la puerta y acodándome en la barra-. De Jim Beam, si puede ser.
El local es el típico bar para clase alta con un toque vintage, ya había estado en algunos así, invitado por algún pez gordo de alguna editorial mientras veían como podrían convertir sus libros en dólares. No parece haber apenas clientela, solo un barman sacado de una película de 007 y un hombre de aspecto desaliñado bebiendo un cóctel, parecía un poco fuera de lugar, pero ¿acaso no lo parecería también Ben?
Buenas caballero. ¿Tiene Scottish Ale? -(dirigiéndose al barman).
El barman, el cual tiene una placa en la pechera de su chaleco que lo identifica como Roberto, atiende vuestras peticiones cordialmente. Es curioso, porque no tiene nada de acento. - Por supuesto, marchando un Old Fashioned. – Ves como se da la vuelta y comienza a preparar los ingredientes. Primero coge un vaso bajo y coloca dentro un terrón de azúcar, empapándolo después con angostura y unas gotas de agua. Disuelve el azúcar y luego coloca el hielo y… Entra otro cliente. – Buenas noches, señor. No es algo que nos pidan demasiado, pero tenemos algunos botellines de Founder’s Backwoods Bastard, si es de su agrado. – Roberto sigue diligentemente con su trabajo, coloca el hielo y después el bourbon para terminar decorando el coctel con una rodaja de naranja y una guinda. – Aquí tiene.
Mientras busca la cerveza en la nevera que tiene en la barra, comenta de forma casual. – Es curioso: a estas horas de la noche, entresemana, no suelo tener clientela. Estaba pensando en cerrar cuando entró usted – señala a William - y, ahora, tengo dos clientes. – Dice, mientras coloca un vaso en la barra y empieza a servir la cerveza.
– Si no es mucha indiscreción: ¿Esperamos más invitados?
Dejó la gabardina de color beige sobre la barra y se sentó en una de las sillas altas. Estaba en el típico bar de clase alta al estilo club masculino de los cincuenta. Sillones de orejeras, mesas de madera barnizada y lamparas de luz turbia colgadas de los techos con adornos rococó de escayola.
- Whiskey.- le dijo al camarero y miró alrededor. Solo habia un par de tipos con aspecto de turistas.
- Buenas noches, señorita. ¡Marchando esa bebida! - El barman comienza a servir un whisky on the rocks. Se trata de un Jim Beam de etiqueta negra de ocho años. - Como les decía a estos dos caballeros me sorprende tener clientes a estas horas de la noche. - Los otros dos clientes ya tienen sus respectivas bebidas. Uno, cerveza y, el otro, un cóctel. Termina de servir la bebida y te la entrega.
Roberto se dispone a seguir con su trabajo, limpiando detrás de la barra mientras os mira beber en silencio. - Tienen toda la pinta de no ser de por aquí. ¿Qué les ha traído a la ciudad? ¿Han venido por lo del G-20? En esta ciudad cuando no es una cosa, es otra. Siempre hay algo.
Había dejado mi ropa de viajar en el motel con el resto de mis cosas, la reunión era en un bar para pijos de la hostia. Me puse mi traje para colarme en sitios pijos, con mi corbata y zapatos habituales, me acerco a la barra y pido un Bourbon solo al camarero sorprendido en parte aunque no lo muestre por el aspecto de esos dos clientes que están fuera de lugar.
Contemplo en silencio a los recién llegados, dando sorbos cortos al bourbon. Cuando la puerta se abre por cuarta vez en unos minutos sonrío, mirando al hacia el barman.
-Sin duda ésta es tu noche de la suerte, amigo -digo, alzando el vaso para hacerle ver que es hora de que me prepare otro.
Digo "amigo" en español.
- Ningún martes a las... - mira su reloj. - doce y media de la noche había tenido tanta clientela. Además parece que todos tienen gustos similares. - Contesta el barman, alegre. - Así me ahorran trabajo. Buenas noches, señor, ahora mismo les sirvo sus copas. - Roberto se pone a trabajar de nuevo, tarareando una tonadilla que os suena a todos de algo, aunque no sabéis ahora mismo de qué. Le pone la copa a Max y su segundo Old Fashioned a William, con su azúcar, sus gotas de angostura, su hielo y su rodaja de naranja. - Espero que no tengan que conducir esta noche.
La tonadilla que está tarareando el barman es la sintonía de la serie Expediente X (trivialidades).
Oh, me encanta esa canción. ¿Es la de aquella serie de televisión de los 90 verdad?
Ben sigue dándole vueltas a su vaso de cerveza, disfrutándola. No es habitual encontrar una cerveza escocesa en cualquier lado y esta había sido una buena oportunidad para recordar los sabores de la antigua patria de su familia.
Por cierto, ¿a que hora cierra? He quedado con mi editor aquí y parece que lleva algo de retraso.
Sonrío amable al camarero espero no tener que hacerlo le respondo con sinceridad mientras bebo de un trago mi Bourbon, otro por favor le pido al camarero.
-Nunca se sabe -digo, alzando el vaso hacia el barman-. Quizá tenga que conducir, quizá no. Eso es lo bueno de todo este jodido asunto de la jodida vida: el futuro no existe.
Sonrío con cierta amargura. Deslizo la mirada sobre la ahora nutrida concurrencia del garito, hago una leve reverencia con la cabeza hacia la mujer mientras susurro un cortés "señora", y regreso hacia el tal Roberto.
-¿Verdad? Sólo somos el ahora, y en el ahora suceden dos cosas: una, este jodido Jim Beam al viejo estilo está muy bien preparado, y dos, tengo bastante sed. -Ladeo la cabeza.
Oh, me encanta esa canción. ¿Es la de aquella serie de televisión de los 90 verdad?
- ¡Sí! Me encantaba aquella serie. Cuando llegué a este país practicaba el idioma viendo a Mulder y Scully resolver misterios. ¡La verdad está ahí fuera! ¿Recuerda?
Por cierto, ¿a que hora cierra? He quedado con mi editor aquí y parece que lleva algo de retraso.
- Mi horario ya ha acabado, pero no tengo ningún problema en mantener esto abierto hasta las dos. Ese es el horario de cierre aquí en Washington. No quiero tener problemas con la policía, ustedes comprenderán. ¡Marchando otra copa! - Sirve otra ronda para Max.
-¿Verdad? Sólo somos el ahora, y en el ahora suceden dos cosas: una, este jodido Jim Beam al viejo estilo está muy bien preparado, y dos, tengo bastante sed.
- Me halaga usted, señor. Se agradece que valoren el trabajo de uno. Hum... - Se queda mirando pensativo la botella de la que os ha estado sirviendo. - Pero me temo que esta se ha evaporado y... - Se estira, buscando entre los estantes de botellas. - Y me temo que no me queda más Jim Beam por aquí. Enseguida vuelvo. No se me vayan sin pagar, ¿eh? - Os guiña un ojo cuando se va por detrás de la barra.
Pasados escasos minutos desde que Roberto deja la sala, veis como entra en el bar una misteriosa figura con gabardina (sí, Peter Spinelli). Nada más entrar el desconocido y, antes de que pueda decir nada, oís un escalofriante chirrido y un golpe sordo. Os giráis para ver de dónde proviene y veis como han echado la reja al local. Os han dejado encerrados.
¿Llego a tiempo antes de que cierre Roberto el bar?
Llegas tarde. El mensaje te ha llegado antes de las doce, pero estabas en la cama y apenas te has enterado. Te has levantado a echar una meada y es entonces cuando has visto el mensaje. Han dejado por debajo de la puerta un panfleto de un misterioso bar de uno de los hoteles más caros y famosos de la ciudad.
Ni siquiera te has duchado. Es más, te habías acostado con lo puesto así que llegas al bar con la camisa arrugada y con la gabardina por encima para disimular. Entras al bar del hotel y ves a cuatro personas en la barra: tres hombres y una mujer que te miran fijamente cuando accedes al local. Y, en ese mismo momento, la reja se echa detrás de ti con un ominoso chirrido.
Llegas sin problemas.
Contemplo la puerta sin curiosidad.
-Bueno -murmuro-, alguien por aquí prefiere la intimidad. Brindo por ello.
Alzo mi copa haciendo un leve gesto hacia el tipo que bebe cerveza escocesa a mi lado, simulando un entrechocar de vidrios. Después guiño un ojo mientras desplazo discretamente la solapa de la americana hacia un lado para que el desconocido vea la culata de mi automática.
-Nunca se sabe -susurro, volviéndome después hacia el grupo. Esperando.
Buenas noches.
Me acerco a la barra, compruebo que no hay nadie, y dirigiendome a William pregunto:
¿No hay barman para echar un trago? Y por cierto, yo también tengo una de esas...
Me froto los ojos, bostezo, tengo la cara de John McLane al principio de La Jungla de Cristal 3...
A William de nuevo.
No tendrá un pitillo, amigo...
Miro de modo intimidatorio al recién llegado que ha cerrado la persiana del local mientras bebo mi copa , no puedo evitarlo la actitud del nuevo me recuerda al tipo de gente que me encuentro en la calle cuando intenta matarme.... amigo.... creo que no es el dueño para tomarse ciertas libertades.... le recomiendo que se marche y deje todo como estaba....
No se si tengo que tirar o no pero quiero intimidar a peter.
-Tengo -digo asintiendo levemente-. Pero aquí dentro no le va a servir de nada. No se puede fum... -alzo la mano-. Bah, ¿qué más da?
Busco el paquete de Chester, doy un par de golpes y extraigo un pitillo que alcanzo al extraño. Después miro hacia el joven vehemente.
-Aquí, el fulano -digo señalando con el pulgar al recién entrado-, entró al garito algo antes de que alguien cerrara la puerta. Creo más bien que el responsable es mío amigo Roberto.
"Mío amigo Roberto" en castellano chusquete.