Partida Rol por web

8 de julio. 9:11. Islas Remolino

Su padre lo había llevado a dar un paseo por la playa. Se trataba de una zona rocosa y poco frecuentada por casi todo el mundo, más aún a aquella hora de la mañana. Era un lugar ideal para hablar tranquilamente y sin ser escuchados; además, el sonido de las olas al romper contra la arena plagada de rocas oscuras constituía un fondo relajante para la conversación. Y su padre ciertamente parecía tener algo que decirle. Aunque no parecía saber bien cómo hacerlo, por lo que aún no había dicho ni una palabra desde que salieran.

Zero intuía que iba a encargarle alguna misión, podía leerlo en su expresión, aunque no entendía por qué no se la había contado directamente en el Cuartel General.

-Zero... -Empezó. -Eres un buen explorador. Lo has demostrado en las misiones que has realizado hasta ahora, al igual que tu lealtad a la Orden. -Su "padre", si podía llamarse así, nunca le diría que estaba orgulloso de él. En la Orden de Lugia, los lazos familiares estaban vetados y, por tanto, los Sabios que lo habían criado no podían mostrar favoritismo alguno o muestras de cariño especiales. Y sin embargo, a lo largo de los años Zero había aprendido a leer las expresiones de aquel hombre y sabía que en su fuero interno, sí que lo estaba, orgulloso de él, y que el cariño que sentía por el niño que otra miembro de la Orden y él recogieran hacía ya 22 años era sincero. Nunca se lo diría, pero para Zero no era necesario, pues había aprendido a casi leer sus pensamientos en cada facción de su rostro. -Ayer recibimos una noticia importante y el Consejo lleva toda la noche debatiendo qué era lo más conveniente hacer. -Efectivamente, parece cansado, como si no hubiera dormido en toda la noche. Pero hay algo más; parece verdaderamente preocupado, incluso asustado. -No sé por dónde empezar a explicártelo... pero ayer te propuse para esta misión y todos hemos estado de acuerdo en que eres apto para realizarla. Es algo mucho mayor que las misiones a las que estás acostumbrado: el mundo entero, tal y como lo conocemos, puede estar en peligro.

Por si las palabras con las que me trasmite el mensaje no fueran motivo más que suficiente de preocupación noto que el hombre está más intranquilo de lo normal. Había tardado años en conseguir borrar de mi rostro la emoción, si bien fuera de la Orden era bueno mostrarse empático, sabía que dentro estaba mal visto. Y de todas formas ya no me suponía ningún problema, es más cada vez se me hacía más difícil lo contrario... Quizás la Orden estaba equivocada, o quizás no, la verdad es que no me correspondía a mi decidir aquello. Enseguida alejé todos esos pensamientos de mi mente y me centre en lo importante.

“El mundo entero” aquello me marca, he llevado a cabo misiones difíciles, pero ninguna de una magnitud semejante, pero estoy preparado, estoy preparado para lo que sea.

-No os defraudaré. Llevaré a cabo la voluntad de la Orden como sea, ya lo sabes.- Le digo solemnemente. Aun así, sigo sin entender porque me da la misión en aquel lugar, ¿acaso es secreta?, no, no es mi función poner en duda sus actos.- ¿De qué se trata? ¿qué puede poner el mundo en peligro?

-Verás... Como sabes, el objetivo de la Orden de Lugia es única y exclusivamente ayudar al prójimo. Nada más. -Hablaba con la seguridad y tranquilidad de quien sabe que lo que dice es cierto. -Pero esto es un concepto muy amplio. ¿Debemos limitarnos a salvar a las personas que se encuentran en un peligro concreto? ¿O debemos también ayudar a que las personas puedan conseguir sus objetivos, cuando estos son beneficiosos para todo el mundo? ¿Y hasta qué escala es esto de nuestra incumbencia? Es decir, evidentemente, si está en nuestra mano hacer algo que es beneficioso para la Humanidad en su conjunto, debemos hacerlo. -Las olas trajeron un alga suave, color verde oscuro a la orilla, que se enredó entre los pies descalzos de Zero.- En esto estuvo de acuerdo el Consejo de Sabios formado por los Exploradores de la primera generación, aquellos que crecieron bajo el amparo de nuestro fundador Sir Worthington. -Hizo una pausa y se sentó en una roca, mirando al mar, dejando espacio por si Zero quería sentarse también. -En aquel momento existía un pokémon que, por su mera presencia, si bien no representaba un peligro en sí, llegados al punto de los acontecimientos que estaban teniendo lugar, y a lo que iban a desencadenar, bloqueaba la evolución natural de la Historia del ser humano, atrofiando las posibilidades de nuestro futuro. -Dándose cuenta de que estaba siendo bastante críptico, se apresuró a añadir -Eran los inicios de la Revolución Industrial. Todo lo que tenemos ahora, nuestra forma de vida tal y como la conocemos, se estaba gestando en aquel momento. Pero este pokémon destruía todos los esfuerzos de progreso de la época, pues no podía comprender una forma de vida diferente a la que él conocía. Por tanto, por el futuro de la humanidad, la Orden de Lugia decidió sellarlo utilizando el poder de unos pokémon llamados "unown" que se encontraban en las Ruinas Alfa. Bueno, "sellarlo" no es la palabra correcta. Este pokémon tiene la capacidad de viajar en el tiempo. Por tanto, lo que había que hacer era simplemente impedir su entrada a nuestro mundo. Podía seguir viajando por el pasado, pero a partir del momento en que se inició lo que ahora conocemos como la Revolución Industrial, ese pokémon no ha podido entrar a nuestra realidad. -Hizo una pausa. Cuando miró a Zero en sus ojos cansados se reflejaba auténtica preocupación. -Hasta hoy. Alguien lo ha liberado, no sabemos quién ni por qué. Y lo peor es que ahora sí que puede resultar peligroso. Ese pokémon solo es capaz de destruir todo el fruto del trabajo humano, todos los avances tecnológicos que tenemos desde la época de la Revolución Industrial... todo.

El hombre se sentó mientras me hablaba, pero decido quedarme en pie, el roce del agua con el vaivén de la marea me relaja, a pesar del alga que se me ha enredado en el pie.
Escucho en silencio atendiendo a cada una de sus palabras. Un pokémon encerrado en el tiempo... es triste, pero también peligroso.
El hombre hace una pequeña pausa, me está dando mucha información y quiere que la asimile.

-No se si acabo de entender, supongo que eso nos deja dos cuestiones, detener a dicho pokémon y encontrar a los que lo liberaron.- Afirmo para dejar claro que sigo su linea de pensamiento.

El "padre" de Zero asintió.

-Efectivamente. Lo principal es encontrarlo. Nosotros podemos encargarnos de volver a sellar sus instancias presentes y futuras. Bueno, nosotros no: solo los descendientes de la civilización que construyó las Ruinas Alfa pueden controlar a los unown para realizar los rituales necesarios para hacer algo así. Pero eso no es un problema: fueron ellos los que lo sellaron, a petición nuestra, por primera vez, y los que nos han dado el aviso de lo que ha ocurrido. En cuanto a encontrar a los culpables... No tenemos ni idea de quién ha sido ni por qué lo ha hecho, pero puede haber varios grupos con intereses en esto, como comprenderás... Conceptos como la venganza o el castigo son contrarios a la Orden; simplemente es necesario controlar la amenaza que se ha desatado y evitar que esta situación pueda volver a repetirse.

La tarea no iba a ser fácil, no sabía como de difícil sería sellar al pokémon nuevamente, y encontrar a los culpables podía ser aun más difícil. Pero si había alguna parte difícil en todo aquello, parecía que era mi parte. No es que me fuera a quejar, pero no estaba seguro de estar a la altura.

-Entonces... ¿Debo encontrar a un pokémon que puede aparecer no solo en cualquier lugar del mundo, sino también en cualquier época?- Era bueno guardándome las cosas, pero en compañía de la Orden solía estar tranquilo, esto hacía que fuera más sencillo el ver que estaba preocupado, y al fin y al cabo aquel hombre me conocía, pues había compartido gran parte de mi vida con él.- ¿Sabemos por donde empezar al menos?

El hombre* sonrió afablemente. 

-No te preocupes, soy consciente de la magnitud de la misión a la que te estoy mandando, pero tengo plena confianza en tus capacidades. Además, aunque hemos decidido que es mejor que los Aprendices aún no se enteren de esto y es importante que no trascienda a la luz pública, no es una misión secreta dentro de la Orden: el resto de exploradores están siendo informados y puedes pedir refuerzos en caso de necesidad. Simplemente te he traído aquí para hablar, aparte de para sortear a los Aprendices que había en la Sala Común, para poder hablar contigo de una forma más personal, dado lo especial de esta misión. -Durante un fugaz momento, a Zero le pareció que la preocupación que mostraba podía no ser solo por el futuro de la humanidad en general (que ya era bastante) sino por lo que pudiera pasarle a él, a Zero, en concreto. -Pero lo principal por ahora es encontrar alguna pista del paradero de ese pokémon -Volvió a sonreír, esta vez con un deje picaresco- y para eso quizá deberías empezar por preguntarme cuál es el pokémon que estás buscando**.

Estaba preocupado por mi, podía notarlo, las reglas de la Orden siempre habían sido estrictas, pero entre él y yo siempre había habido una relación especial, supongo que casi paternal.
Como es habitual en él su confianza en mi me reconforta, y es bueno saber que podré contar con el apoyo de la Orden en caso de apuro, si bien se que tengo que arreglármelas por mi cuenta, no se puede pedir apoyo por cualquier nimiedad.

-Claro...- Admito casi avergonzado, no sabía porque no había caído en que supiéramos la identidad del pokémon, pero sin más pistas veía probable que mi primera tarea fuera buscar cualquier información útil sobre el pokémon.

-Está bien. El pokémon al que tienes que buscar se llama Celebi. Desgraciadamente, no hay fotos de él por razones obvias y los dibujos y descripciones antiguas de que disponemos difieren bastante entre sí. El imaginario popular ha distorsionado bastante la información de los avistamientos: aparece a veces como un dios, como un ser de luz o como una figura terrorífica. Lo único que es seguro es que se trata de un pokémon de tipo planta, y tras estudiar la información de que disponemos parece bastante claro que es de tamaño bastante pequeño, aunque haya algunas fuentes que lo contradigan. En cualquier caso, no debes dejarte engañar por este dato: es muy poderoso. También se deduce que tiene poderes místicos especiales, probablemente psíquicos. En la Biblioteca hay algunos libros y documentos, pero básicamente, esta es la información que contienen, solo que esparcida entre eternas páginas de paja. Siento no poder ser más específico. Respecto a la última noticia que se tiene de él... Bueno. En el Encinar solía haber un pequeño templo dedicado a él, como si se tratase de una deidad. Este fue el último recurso que la Orden, junto con los descendientes de la antigua civilización de las Ruinas Alfa, utilizó para sellarlo. Cuando los sellos quedaron rotos, Celebi salió de ahí. Ahora puede estar en cualquier parte. Pero no te preocupes -Vuelve a sonreír con un deje de amargura-, creo que muy pronto empezaremos a notar indicios de su presencia y cuanto más tiempo pase será peor. Siento no poder ayudarte más. Quizá los descendientes de esa civilización, que se comprometieron con nosotros a mantener el mundo protegido de esta amenaza, puedan ayudarte. Después de todo, guardan poderosos secretos de su cultura que no han compartido con nadie, ni siquiera con nosotros. Ellos comprenden mucho mejor los poderes que rigen este mundo y son capaces, hasta cierto punto, de dominarlos. Las únicas personas de aquella civilización que quedan hoy en día pertenecen a una única familia, la familia Sadik. Probablemente no te suenen. Sin embargo, en cuanto te diga la empresa que dirigen te vas a sorprender: se trata de la Corporación Stoneclock*.

Le escuché atento sacando toda la información posible de sus palabras. Al parecer el pokémon se llamaba Celebi, era de tipo planta, aunque podía contar con ataques psíquicos, y parecía que sería un ser pequeño. Si tenía un enfrentamiento directo estaría bien contar con pokémons de fuego, aunque algo que me decía que ni con la ventaja del tipo podría vencerlo. Fuera como fuese, lo primero era localizarlo.

La única pista por el momento parecía ser la de los descendientes de aquella civilización, podían ser un hueso si habían mantenido tanto tiempo sus secretos, pero confiaba en hacerles hablar, al fin y al cabo esta vez el mundo estaba en peligro.

-Gracias por tus palabras. Creo que me pondré en contacto con la familia Sadik entonces. ¿Dónde dice que residen?- Le pregunto amablemente, y después añado.- Por supuesto si hay alguna novedad del pokémon haganmelo saber, al fin y al cabo ustedes estarán más al día respecto a las novedades del mundo.

-La Stoneclock tiene su sede en Ciudad Trigal, y el núcleo principal de la familia, incluyendo al Presidente y a la Vicepresidenta, su mujer, viven en una mansión situada al noroeste de la ciudad. El presidente se llama Aslan, Aslan Sadik, y su mujer, Evren. Hay otros miembros de la familia viviendo con ellos en la mansión -hermanos, sobrinos...-, pero su hijo mayor, Aysaç, vive en Ciudad Malva mientras que la pequeña, Fusun, vive en un apartamento de lujo en Ciudad Trigal. Como puedes ver, aunque cada uno se ocupe de sus propios asuntos, procuran que las Ruinas Alfa nunca queden fuera de su alcance. -Se levanta de la roca en que estaba sentado y emprende el camino de regreso al Cuartel General. -Ven, será mejor que te dé esta información por escrito. También te daré sus direcciones exactas. Incluso puedes ponerte en contacto con ellos. Si vas a ir a verles, quizá lo mejor sea avisar con algo de antelación. Por supuesto, si averiguamos algo más te mantendremos informado.

Le acompañé de vuelta al cuartel no sin antes echarle un último vistazo a la playa, no sabía cuando volvería a verla. No solo era una misión complicada, sino que estaba seguro que me iba a hacer dar muchas vueltas. Al menos ciudad Trigal, las ruinas y ciudad Malva no quedaban lejos del todo entre ellas.

-Muy bien, me pondré en contactos con ellos y partiré lo antes posible. No quiero perder tiempo teniendo en mis manos una misión como esta...- Le dije al hombre en cuanto lo alcancé.

De vuelta en el cuartel, Thorn* te proporciona un dossier con las direcciones y números de teléfono de los principales miembros de la familia Sadik, unas notas sobre Celebi (que básicamente contienen la información que ya te ha dicho) y poco más. Tienes un rato para preparar lo que te quieras llevar o si quieres hacer alguna otra cosa.

Afuera te espera Grey, un hombre moreno con un pañuelo atado a la cabeza, al estilo pirata. Aunque la Orden, como a todos, le proporciona los pokémon que sean pertinentes, a él se lo suele ver siempre acompañado de algún pokémon de agua. Ahora mismo tiene un wingull posado en el hombro, picoteándole una oreja. Él te llevará hasta Ciudad Olivo en una lancha de la Orden.

Preparo mi maleta para el viaje, dado que en la orden no tenemos pertenencias, es algo que me lleva mucho menos tiempo que a una persona cualquiera, algo de ropa de recambio, dinero y comida. Y antes de darme cuenta ya estoy listo para partir.
La misión es especialmente importante, y no se cuando volveré por allí, así que no quiero irme sin despedirme de Thorn.

-Cuídate, y cuida de todos los críos.- Le digo con una medio sonrisa refiriéndome a los aprendices.

Acto seguido me reúno con Grey listo para emprender mi misión. No sin antes hacer una pequeña parada en la estatua honorífica de Lugia.

-Dame fuerzas para cumplir mi misión.- Le digo a la estatua.

Thorn asiente, con una sonrisa que enmascara una ligera tristeza.

-Cuídate tú también. Que Lugia te proteja.

Zero se monta en la lancha, donde Gray le esperaba junto con el wingull, posado en la proa mirando hacia adelante, como si fuera un pequeño mascarón. Enseguida, Gray arranca el motor y se adentran en el océano. En menos de un minuto el wingull se aburre de su posición y remonta el vuelo.

La lancha es grande y blanca, con una especie de pequeña habitación donde se encuentra el timón y caben un par de personas más, y Gray la maneja con soltura.

-Así que te vas de misión, ¿eh? -dice Gray con su sonrisa despreocupada de siempre. -¿Qué te ha encargado el viejo esta vez? -Gray también es Explorador, supuestamente, pero casi siempre se encarga de tareas auxiliares relacionadas con el transporte o recabar información en el puerto y cosas así. Tiene espíritu de marinero, un carácter muy abierto y directo y enseguida entabla amistad con todo el mundo, desde pescadores a contrabandistas. Esto, por una parte, hace que sea el tipo ideal en caso de que la Orden necesite algún tipo de relación comercial o investigar o lo que sea con la gente de Ciudad Orquídea o Ciudad Olivo, pero por otra parte lo convierte en un Explorador bastante inútil en cualquier misión que requiera sigilo, tacto o un mínimo de seriedad. Por tanto, se pasa casi todo el tiempo para arriba y para abajo haciendo recados, cosa que, por otra parte, no parece importarle en absoluto.

El mar está en calma y el cielo, despejado. Llegarán a las costas de Ciudad Olivo en unas cuantas horas.

Disfrutaba de la calma y la tranquilidad que proporcionaba el mar, mientras sentía el viento húmedo azotar mi rostro, era una de las mejores sensaciones del mundo, pero sabía que con Gray la calma duraría poco. Era un buen hombre, pero no callaba ni debajo del agua.
Finalmente el hombre rompió el silencio preguntándome por la misión, por me dí la vuelta y lo encaré.

-Un pokémon legendario, ni más ni menos...- Dije masajeándome el puente de la nariz.- Tengo que encontrarlo, es importante...

Recordé que Zorua apenas había disfrutado del aire libre en las últimas horas, por lo que decidí liberarlo.

-¿Cómo estás?- Le pregunté con una sonrisa mientras le rascaba la cabeza al pequeño Zorua, acto seguido volví a mirar a Gray.- Debe estar bien dedicarse a dar paseos por el mar, es tan tranquilo...

-Un legendario, ¿eh? -Gray no puede disimular su sorpresa- ¡Wala! ¿Como Lugia? ¿De cuál se trata? -Lugia, Ho-oh y los perros son bien conocidos en Johto, pero Zero duda de que Gray haya oído hablar de Celebi. O quizá sí. Nunca se sabe.

Al oír el comentario sobre el mar, mira a través de los cristales de la cabina con mayor atención y comenta:

-Sí, bueno, hoy la mar se está portando bien, pero cuando se pone brava... No es para nada "tan tranquilo".

Me imagino aquel mar enfurecido, la verdad es que debía ser digno de ver, aunque habría que estar bien preparado para sobrevivir a él, no cualquiera poseía los conocimientos para navegar por un mar embravecido, y por muy preparado que estuvieras la suerte siempre entraba en la ecuación.

-Celebi... no se si habrás escuchado hablar de él...- Le comenté volviendo al tema anterior, no esperaba que conociera nada de aquel pokémon, pues ni yo mismo había sabido de su existencia hasta hace un rato. Pero quien sabía, Gray escuchaba miles de historias de personas diferentes, lo mismo si que podían haberle contado algo.

-Pues no, no he oído hablar de él -Se encoge de hombros -pero si oigo algo en el puerto, te avisaré. Mm... supongo que si se aparece uno de esos bichos gigantescos -eh, con todos mis respetos, Sagrado Lugia-, será algo bastante sonado. Claro que a los marineros les encanta inventar, así que si se presenta tu bicho, probablemente para cuando llegue a mis oídos será el triple de grande y tendrá dos o tres cabezas más... Por cierto, ¿cómo se supone que es exactamente?

-Bueno, al parecer no da el perfil de legendario, los primeros datos apuntan que podría ser un pequeño pokémon de tipo planta, pero supongo que no podemos juzgar nunca por la apariencia...- Me quedé pensativo, ¿como un pequeño pokémon podía ser tan peligroso para el mundo?- En fin, siempre nos toca a nosotros salvar el mundo.- Dije con una sonrisa melancólica.