Partida Rol por web

Cogiendo la mano de Jalabar, Tsubasa depositó en ella la pequeña esfera.

-Bien, señor Jalabar. Ahora, lo mejor es que se concentre en la señorita Wenning. Piense en los momentos que ha pasado con ella, o algún lazo especial que los una. Lo que le ayude a formarse una imagen clara de su persona. Ah,  y señor Jalabar-la dama sonrió enigmáticamente-, intente no asustarse demasiado.

Tsubasa puso su mano encima de aquella réplica del colgante de Miranda, sujetando a la vez la mano de Jálabar. Al momento, el enano sintió fluir la energía de la mano de la hechicera, pasando a la suya, recorriendo su cuerpo. De repente dejó de sentir el suelo bajo los pies, los sonidos de su alrededor se silenciaron y parecía que todos los objetos de la habitación se difuminaran y empezaran a desaparecer. Una niebla cálida lo envolvió y tuvo la snsación de flotar en medio de ninguna parte.

-¿Era eso necesario? Podría haberse escondido sin más.-Dijo Miranda

Al mirar abajo, Jalabar pudo ver que el suelo estaba cubierto de hojas, y a sus alrededor, crecían los árboles, mostrando los colores del bosque en otoño.

-Entonces, sería mejor que hubiese logrado usted misma deshacerse de sus amigos. -sonó con sequedad la voz de un hombre-El cretino del vizconde estaba a punto de verme. Mejor que fuera yo quien me presentase a qué se preguntasen qué era lo que tenía que esconder. Y estamos perdiendo el tiempo. Hablemos de lo que hemos venido a hacer aquí, ¿ha traído los planos?

El que hablaba era un hombre vestido con un elegante traje gris. Demasiado elegante para un bosque. Llevaba unas gafas de cristales oscuros y estaba situado cerca de unas paredes de piedra, quizás las ruinas de algún castillo o iglesia antigua.

Jalabar podía verlo perfectamente desde donde estaba, y también a Miranda. Y cualquiera diría que ellos también deberían poder verlo a él, pero curiosamente, no parecían percatarse de su presencia. Y por mucho que el enano intentara acercarse a ellos, o hablar, no parecía conseguirlo.

-¿Es que acaso cree que vendría sólo para disfrutar de su compañía? Cumpliré mi parte del acuerdo, pero espero que ustedes cumplan la suya.

Miranda caminó hasta donde estaba el hombre, y pasando a su lado, entró en el recinto delimitado por las paredes en ruinas. Como si una fuerza invisible lo arrastrase, Jalbar sintió que se deslizaba, que flotaba, siguiendo los pasos de su amiga. Allí, dos caballos mordisqueaban la hierba y las ramas a su alcance. Miranda se acercó a uno de ellos y sacó de las alforjas un rollo de papel, que tendió hacia el caballero.

El hombre tomó el rollo y lo abrió en parte, observándolo. Aunque Jalabar sólo podía ver un pequeño trozo, reconoció los planos de un motor.

-Supongo que está bien.-dijo el hombre alzando la vista y mirando a la muchacha a los ojos-No entiendo de esto. Pero confío en usted. O más bién confío en su inteligencia, y en que conoce las consecuencias de mentir.-En su cara, se dibujó la sonrisa de un depredador que sabe que va a obtener a su presa.

Jalabar comenzó a marearse, y se sintió desvanecer. Mientras todo se volvía oscuro escuchó una última frase de aquel hombre.

-No se preocupe, Wenning. Le aseguro que en Prusia le darán todos los honores que se merece.

Cuando Jálabar abrió los ojos, estaba tendido en el suelo, junto a la torre de comunicaciones. El técnico con el que había trabajado estaba inclinado sobre él, con cara de preocupación, y alguien le había puesto una chaqueta bajo la cabeza, a modo de almohadón.

Pudo ver un poco más alla a la hechicera oriental, que contaba a Dunoyer los detalles de lo que Jalabar acababa de ver, como si ella también hubiese estado allí.

Al verlo abrir los ojos, el técnico se volvió hacia Dunoyer

-Se ha despertado, señor. ¿Está usted bien señor Jalabar?

Mareado por el efecto de la magia, o de volver a adaptarme a mi propio cuerpo, miré con las pestañas entrecerradas al hombre que tenía al lado, y tras unos instantes sin que pudiera dominar mi boca, finalmente conseguí rehacerme:

- ... Si, si... estoy... bien. Yo... -intenté incorporarme, mientras recuerdo mi visión. Al menos sabía que mi querida amiga no parecía sufrir ningún tipo de daño físico, ni se le iba a infringir en un futuro inmediato si el cruel individuo del sombrero quería más datos. Esa era la parte tranquilizadora. Pero a pesar de mi reticencia a la magia, sabía que lo que había visto era real, no un truco barato: Miranda estaba siendo vilmente coaccionada para filtrar información a Prusia. "Prométeme que siempre me considerarás tu amiga. Y que... Y que recordarás que yo te considero a tí mi amigo, y que no importa lo que pase, siempre tendré presente mi deber hacia Bavaria...", recuerdo perfectamente sus palabras: en eso momento ya debía estar bajo chantaje enemigo. El proyecto Halcón Etéreo sería, con toda seguridad, el proyecto de mi vida, y que parte de sus planos estén en poder del maldito Bismarck era simplemente un pensamiento repugnante. Pero utilizar a Miranda para ello era una afrenta imperdonable, e incluso yo, pacífico por naturaleza y sosegado por experiencia ante la lentitud de las máquinas en responder a mis tratos y caricias, no pude evitar violentarme, aunque las consecuencias del viaje mental que acababa de realizar disimularon mi enfado.

Y los problemas no acababan ahí: parecía que la señora Kamo había accedido también a mi visión, y su versión de los hechos no dejaría en buen lugar a la pobre Miranda. Tendría que convencer a los presentes de la inocencia de la señorita, pero esperé a que mi verbo se estabilizara y a que mi inteligencia pudiera sacar algo que la señora Kamo no podía haber interpretado para comenzar llamando la atención tanto de ella como de Dunoyer.

Ya de pie, me llevé las manos a la cabeza, como intentando acoplar bien mi cerebro después de tan horripilante experiencia.

- Señores, señora... He de hacerles cómplices de lo que me ha revelado la magia de la señora Kamo, que resulta efectiva más allá de lo que yo quisiera afirmar: nuestra querida señorita Miranda Wenning está siendo extorsionada en éstos momentos por agentes prusianos -en esos instantes fingí no saber que la señora Kamo había accedido conmigo a la visión y posiblemente ya haya puesto al corriente al resto-. No me cabe la menor duda de que no se trata de una traición por interés, sino por temor a las represalias que ésos infames espías puedan causar a inocentes, quizá a nosotros mismos. Debemos de informar de inmediato a la seguridad del proyecto y a su padre, a la vez que tranquilizarlo.
Los planos a los que ha accedido dicho agente parecen ser el motor de nuestro Halcón, por lo que sería importante dar con él. Sin embargo, la descripción que puedo ofrecerles de ese hombre es muy pobre: en estos momentos viste de gris, lleva sombrero de copa a juego y luce lentes oscuras. Su peinado le tapa las orejas. No puedo ser más concreto. Le pido, por piedad, señor Dunoyer, que no actúe hasta que la señorita Miranda no esté a salvo y en custodia, a fin de evitar males fatales en su persona, que sin duda influirían en la moral de la tripulación del Halcón Etéreo -ignoraba en ese momento quién de los presentes en la sala optaría por ayudar a mi querida Miranda y quién antepondría el deber; por eso dejé caer sutilmente que si le pasaba algo a la hija del profesor, una de las piezas básicas de este proyecto, yo, uno de los ingenieros principales, iba a tener problemas para concentrarse debido a la pena en el futuro.

Tuve, además, que tomar otra decisión: ¿debía pedir colaboración entre todos los presentes de la sala? Sí, y los conflictos y acusaciones por lo bajo podrían retrasarnos y crear malentendidos de una forma fatal. Pero... si hubiera insistido con la adorable Miranda, preguntándole a qué se refería con sus palabras de advertencia y juramentos, en ese momento quizá no tendríamos una situación tan delicada. Así que, con toda la prudencia y cortesía que logré reunir en ese momento, me dirigí a la señora Kamo con el fin de no volver a cometer un error similar:

- Señora Kamo, no pretendo ofenderla ni acusarla, pero debo pedirle que aclare este misterio ahora, para que compartamos toda información que pueda ayudar a la señorita: ¿por qué tiene su colgante, o una copia idéntica de él? ¿Sospechó en algún momento que la señorita Miranda Wenning podría involucrarse o ser objetivo de este tipo de intrigas?

Tsubasa metió el colgante en la bolsa del que lo había sacado y miró fijamente al enano. La Onmyouji se mantenía erguida, con su acostumbrada actitud orgullosa, pero sus movimientos eran más torpes y lentos de lo habitual y no lograba ocultar del todo su cansancio.

-Igual que su trabajo tiene secretos, yo tengo los míos. No haga preguntas indiscretas.

-Señor, Jalabar, está usted cometiendo un error...-Comenzó a decir el técnico

-¡Haller! No olvide cuales son su obligciones aquí-exclamó Dunoyer con severidad

-Pero, señor...-comenzó el técnico, antes de que la expresión en los ojos del Comandante le hiciera callar.-Sí, señor-Se limitó a decir con aire contrito

-Lamento que se haya visto envuelto en esto, señor Jalabar, y le agradezco su ayuda mucho más de lo que puede imaginar. No dude en que nos ocuparemos de todo de ahora en adelante. Creo que es mejor que ahora vaya a descansar un poco, estoy seguro de que lo necesita.

No insistí con la hechicera: quería la respuesta, pero si prefería por ahora guardársela para ella tendría que aceptar ese comportamiento. Igual de inquietante me resultó que Dunoyer hiciera callar al hombre con el que había trabajado para arreglar las comunicaciones: ¿otro aviso que quedaba a medio camino?

Las últimas palabras solo sirvieron para dejarme claro que les había sido de ayuda pero que mi presencia allí ya no les resultaba cómoda. Quizá era demasiado optimista pedir al mejor amigo de la señorita Miranda ayuda para localizarla y dejar luego la situación cuando se confirma comprometida. Sin embargo, no quise volver a tener un gesto de desconfianza y opté por una salida sumisa:

- Si, la verdad es que se lo agradecería. Por favor, insisto de nuevo en que operen con el escenario que ofrezca más seguridad a nuestra querida señorita. Les dejo en sus manos hacerlo. Señores, señora -dije mirando por última vez a Haller y saliendo de la estancia con pasos lentos y cansados.

No me dirigí a mis aposentos: tenía que informar personalmente a Otto de esto. No podía permitir que le llegara por otra persona, tarde o que no llegara a saberlo en pos de la seguridad del Proyecto. Fui a sus aposentos para asegurarme de que entendía la situación.

Al llegar a la casa de los Wenning, el mayordomo informó a Jalbar de que el señor estaba reunido y no podía atenderle, pero al poco tiempo el mismo Wenning acompañando a una pareja, de la que se estaba despidiendo. Jalabar reconoció al alcalde de Nouvion y a su esposa, a los que había visto la tarde anterior durante la inauguración.

Wenning se sorprendió al ver allí al ingeniero, aunque también parecía encantado de la inesperada visita.

Una vez sus invitados se habían marchado, dedicó su atención a su amigo.

-Buenos días Jalabar. ¿A qué se debe el que estés aquí? Vamos, acompáñame al salón, realmente pareces agitado. Espero que no sea ninguna mala noticia, aunque no lo creo, no he oído ninguna explosión en ingeniería.-dijo Wenning, riéndose de su propia ocurrencia, mientras invitaba a Jalabar a sentarse en un cómodo sillón.