Partida Rol por web

La mujer lleva en la mano un fajo de papeles y en su rostro muestra una expresión de absoluta seguridad.

- Gracias, oficial. Nosotros nos encargaremos de esto. - De repente se fija en la celda adyacente y ve a Areth. Una sonrisa ilumina su cara.

- Vaya, vaya. Esto sí que no me lo esperaba. Areth Dhalbach... - El guerrero da un respingo al escuchar su nombre completo. - ¿Qué ha hecho para estar aquí?

- Mendigar en los Barrios Medios y atacar a la guardia de la ciudad - contesta el oficial.

- Curioso. Parece que hoy a todo el mundo le ha dado por atacar a los guardias. Libérale también.

- Pero... Señora...

El dulce rostro de la muchacha se contrae en un gesto de indignación y su mirada se clava en el oficial con una ira aparentemente desproporcionada ante su comentario.

- Este hombre trabaja para Asceltis. Si quieres dejarle aquí, lo harás a tu cuenta y riesgo...

El guardia eleva las cejas en expresión de sorpresa y, buscando entre sus llaves, abre también la celda de Areth.

Escucho la conversación con los ojos abiertos como platos

Maldita mujer... Está en todos lados... Creo que le debo una...

Hago una dolorida reverencia, y mirando a la mujer digo:

Muy amable señorita... Me parece que mi trabajo de campo en este cuartel ha concluido... La próxima vez evitaré males mayores... La guardia mercenaria fue un "poco" molesta, ya sabéis... Incluso no sé dónde han puesto mi espada.

A propósito;¿a quien debo el placer de tan heróico rescate?-Digo con una sonrisa pícara, esperando no causar una influencia demasiado negativa; algo en lo que, por desgracia, soy experto.

El guardia permanece impasible, inamovible con su armadura tanto de su posición como de su veredicto.

Una melodiosa voz rompe el silencio incómodo. - ¡Eric! ¿Qué está ocurriendo aquí?

Al girarte ves a una hermosa mujer, ya entrada en la treintena, vestida con un elegante vestido de terciopelo de color rojo oscuro que resalta su figura, exhibiendo lujosos bordados pero sin llegar a resultar ostentoso. Su cuello, adornado por un granate engarzado en oro blanco, se gira alternando la mirada entre el teniente, los guardias y finalmente, tú.

- ¿Quién es esta... mujer? - la mitad de tu cuerpo de caballo le hace dudar levemente antes de terminar la frase. - Sabes que no puede entrar nadie a la plaza del Consejo sin ir acompañado por un maestro, y menos un día de reunión. ¿Qué está ocurriendo?

Llega a vuestro lado, y os mira con calma, como exigiendo una respuesta.

- No conseguí darles alcance. - dijo al fin - Pero creo que al menos el asaltante que resultó herido escapó por una alcantarilla de la ciudad.- Biza se recostó en el carruaje despues de contarle la historia a Ilsa y pensó una vez más en los acontecimientos.

- Debemos hablar con Rhenar, quizás recuerde algo.-

-Antes vayamos a las salas del Consejo. He mandado a Stepjan a informar a Zorya. Luego, en efecto, deberíamos hablar con Rhenar. ¡Qué desconcertante es todo!

Por las alcantarillas... ¡qué vulgar! Dice atusándose sus plumas.

Eric se muestra sorprendido al ver a la mujer.

 - ¡Zorya! ¡Me salvas la vida! - dice, pero no tienes muy claro si exagera o habla de forma literal. - Resumo rápidamente, Jezz desapareció anoche y esta mujer es también una hechicera que ha sobrevivido a una derrota con los Truil. Debe testificar en el Consejo, pero los guardias no permiten su entrada.

El maquillado rostro de la mujer palidece ligeramente ante las palabras del teniente, pero la recién llegada no tarda en reponerse. Volviéndose hacia el guardia, muestra una pulsera en la que hay un emblema grabado. Su voz adquiere un tono autoritario que no termina de cuadrar con su imagen.

- Soy Zorya Blenn, maestra del Gremio de Cortadores de Gemas. Me hago responsable del comportamiento de esta mujer en la Plaza del Consejo.

Ante sus palabras, los dos guardias se retiran dejándoos el paso libre, volviendo a colocarse en la misma posición en la que les encontrásteis al principio, como si fuesen dos estatuas que vuelven a su lugar tras haber pasado un tiempo animadas por una extraña magia.

Entráis al fin en la Plaza y te sorprende la delicada arquitectura. Una arcada bordea el interior de toda la plaza, construida en una piedra que le da un tono dorado. La puerta por la que habéis entrado parece el único acceso al interior y está coronada por un arco bastante más grande que los demás. En el extremo opuesto de la plaza, otro arco del mismo tamaño da acceso a un gran edificio, coronado por una impresionante torre, una de las dos que se pueden ver desde gran distancia cuando te aproximas a la ciudad.

Pese al calor de la mañana, los cruzáis la plaza directamente, sin refugiaros en las sombras de la arcada, donde podéis ver a bastante gente paseando, sin duda esperando las resoluciones del Consejo. Todos ellos van perfectamente arreglados, haciendo ostentación de su clase social.

Cuando llegáis a la puerta de acceso al Consejo, veis otros dos guardias en sus inmensas armaduras. No hacen ningún intento de pararos antes de entrar al edificio.

El contraste de la luz con el brillo de la plaza os hace parpadear varias veces para acostumbraros. La sala está ostentosamente decorada con tapices que muestran alguna famosa batalla de la nación y el suelo está cubierto por una alfombra roja con ribetes dorados. Tan hay solo una puerta al otro lado del recibidor, nuevamente custodiada por dos guardias de élite, esta vez acompañados por un hombre joven y bien arreglado que te mira con descaro sin molestarse en ocultar su expresión de disgusto.

Zorya, Eric y Ralf se detienen a un par de metros de la puerta.

- Nosotros no podemos entrar - dice Eric. - A partir de aquí te guiarán a la sala del Consejo. En ella se reunen los hombres más poderosos de Uldholm, así que recuerda lo que te dije antes. Contesta a lo que te pregunten sin andarte con las ramas, y basa tus respuestas en los hechos que has presenciado, sin dar tu opinión sobre los mismos a menos que te la pidan expresamente.

Mira a Zorya con gesto preocupado y ambos se vuelven hacia ti.

- Una cosa más, Diana... Gracias. Has sido valiente para llegar hasta aquí y puede que tu testimonio ayude al Consejo a no tomar una decisión equivocada.

Su semblante severo se relaja por un momento, dejando entrever una ligera sonrisa.

Cuando todo parecia perdido, una extraña mujer aparecio, y ella y Eric empezaron a hablar. Parecia que se llevaban muy bien. Nada mas terminar su conta conversacion, los guardias por fin la dejaron entrar.

-Muchas gracias.-susurro al pasar por su lado. Sin ella todavia estarian ahi fuera.

Durante el camino a la plaza admiro la plaza, y al llegar a la puerta, decidio ignorar la expresion de la cara del chico, girandose para escuchar a Eric.

-Lo intentare.-le dijo con una sonrisa.

Las llaves de la casa. Por supuesto.

¿Cómo no se había dado cuenta antes? Pues porque ayer estaba concentrado en la emboscada, y ahora el dolor y la presencia de Asceltis no le permiten concentrarse.
En silencio se reprende a sí mismo por ser tan estúpido.
Y además las llaves las tiene todavía Areth...

Pero no se deja llevar por ilusiones. Aunque ahora disponga de una vivienda privada, no es más que otra jaula. Mejor y más grande que su habitación del Grifo Ardiente, pero una jaula. Un lugar que conocen no sólo Asceltis y sus asociados, sino también Areth y puede que incluso la hechicera que secuestraron ayer.

Entonces ella le pregunta por el guerrero y Yi Fan responde de manera casi inmediata. ¿Por qué no decir lo que cree de verdad?

Areth es un hombre que ha nacido para la batalla... Reflexiona el Dindavara. Su talento y don son innatos, y su habilidad prueba que lo ha perfeccionado con años de práctica.
Pero carece de la disciplina de un maestro y tiene un peligroso exceso de confianza

Mira a Asceltis directamente.
Ambos defectos le llevaran a morir pronto.
Ese guerrero te resultará extremadamente útil en una batalla campal, pero utilizarlo en una empresa como la de ayer fue un tremendo error...

Salís a la sala de guardia, donde el oficial Sömersen le devuelve su daga a Alex. Cuando Areth espera que le devuelvan su espada, se encoge de hombros y explica a Emma que llegó inconsciente y desarmado. Sin una palabra más, la mujer os acompaña a la calle.

La luz del sol os hace daño en los ojos, acostumbrados a la semipenumbra de la celda. Tras parpadear un par de veces para acostumbraros a la iluminación natural, os dais cuenta de que ya ha pasado la media tarde. La chica se aleja ligeramente del cuartelillo de la guardia y se para para hablar con vosotros.

- Ahora es el momento de las presentaciones. Mi nombre es Emma - dice con una leve inclinación de cabeza, - y soy oficial del Gremio de Abogados. Señor Vangrant, ha llegado a oídos de mi cliente que usted tiene una información importante sobre los últimos ataques a la frontera Truil...

Titubea por un momento, casi ruborizándose, y empieza a ofrecer una disculpa. - Lamento ser tan directa, especialmente tratando estos temas, pero por lo que he entendido, esa información será de vital importancia para Uldholm y, al parecer, hasta el momento no ha conseguido que le hagan el caso que merece.

Mirando a Alex con expresión de camaradería, como si comprendiese perfectamente cómo se siente, continua hablando.

- Entendería que prefiriese ir ahora a saludar a sus padres, sin embargo mi cliente, Asceltis, es una mujer poderosa y estoy convencida de que ella podrá hacer llegar su información a gente suficientemente influyente como para que sea tomada en cuenta. Le rogaría que nos acompañase, pues el destino de Uldholm tal vez esté en sus manos. - Extiende la mano hacia Alex, como animándote a cogerla para que te guie hasta un nuevo destino.

Zorya se separa y va a hablar con el hombre que está junto a la puerta. Al cabo de un momento, te hace una seña para que te acerques.

- A partir de aquí nosotros no podemos acompañarte. El señor Novak te guiará hasta el consejo. - Dice justo antes de retirarse.

El chambelán ordena a los guardias que abran la puerta y empieza a caminar por un pasillo lujosamente decorado. Pese a que no se ha dirigido a ti en ningún momento, supones que espera que le sigas, y los guardias de la puerta no hacen ningún gesto para impedirte el paso. Cuando te adentras en el pasillo, escuchas como la puerta de entrada se cierra detrás de ti.

Al final del pasillo ves unas grandes puertas que deduces llevan a la cámara del Consejo, pero antes de llegar a ellas, el hombre que te guia se para y te indica que entres en una habitación.

La sala está preparada como una sala de espera, pero tiene también una pequeña puerta en el lateral. El chambelán te sigue al interior de la habitación y te sorprende con una voz ligeramente aguda y amanerada.

- Tendrá que esperar aquí, señorita, - su tono parece ligeramente indignado, - al menos hasta que me den autorización para que entre a la cámara.

Se dirige a la pequeña puerta y la abre.

- En esta sala tiene algo de ropa nueva. Le aconsejo que se adecente un poco antes de entrar a hablar en el Consejo. Siempre creí que este vestidor era completamente inútil, pues la gente suele tener la deferencia de venir bien vestida hasta aquí... Parece que me equivocaba - añade con voz altiva.

- Por supuesto, si nos hubiesen avisado de su venida en estas condiciones habríamos buscado ropas más acordes a su fisionomía. Pero parece que no podremos hacer nada más. Ahora si me disculpa.

Con una leve inclinación de cabeza vuelve a salir al pasillo. Dada la seguridad del edificio, no te sorprende escuchar cómo el cerrojo gira desde el exterior, para evitar que salgas de la sala. Una medida de seguridad razonable, piensas.

El cochero llega finalmente a su destino mientras termináis de hablar. Notáis como el carruaje para y miráis por la ventanilla para ver el lado norte de los Barrios Centrales.

- Hemos llegado, señoras - dice abriendo la puerta mientras os tiende una mano para ayudaros a bajar.

La mirada de Asceltis se ensombrece y te sorprende comprobar que ha fruncido el ceño ante la palabra "error". - Bueno, contaba contigo para poner algo de sentido común en su dura cabezota... O para que lo utilizases como carne de cañón lanzándolo contra la hechicera para evitar un ataque directo. 

Su tono se suaviza nuevamente. - Pero claro, sigo sin acostumbrarme a tu sentido del honor. Uldnacht es una ciudad peligrosa, Yi Fan, no te dejes engañar por su arquitectura y las ricas vestimentas de la gente. En ocasiones es necesario sacrificar un peón para poder continuar la partida y por eso Areth te acompañaba, pues tú no eres una pieza de la que quiera desprenderme. - Se levanta nuevamente de la cama y dirigiéndose hacia la ventana una vez más, añade. - El gremio de mercenarios no sabe lo que se pierde por no aceptar dindavaras... Pero claro, si hubieses nacido aquí probablemente no serías tan especial.

Se vuelve hacia ti, casi bruscamente.

- Pero basta ya de cháchara. Tengo una reunión importante a la que atender. Supongo que pronto irás a tu nueva casa y que estarás deseando acostumbrarte a ella y a todo aquello que puedes alcanzar ahora que habitas en los Barrios Medios.

Se dirige hacia la puerta y retira la silla que continúa bloqueando la entrada. Al abrir la puerta se vuelve hacia ti.

- De todas formas espero verte esta noche. En El Cerro de Oro al oscurecer - dice guiñando un ojo tras el pañuelo que le cubre el resto de la cara justo antes de cerrar la puerta, dejándote solo en la habitación.

Por fin sale fuera, donde aun sigue con una cara de indiferencia, Areth ya habia sido liberado de sus cargos y demás, por lo que ya no tiene nada más interesante que sacar.

El sol casi los cegó con gran luminosidad, ¿tanto tiempo haban pasado dentro?

-Cierto es- la cara de Alex era de indiferencia, se mostraba serio, tanto como podia estarlo, la situación actualmente  en momentos anteriores asi lo habia requerido, por lo que aun conservaba tales actitudes.

-Lo comprendo, situaciones extremas...Con gusto iré con usted, la situacion lo requiere.

Sin dudarlo dos veces le coge la mano para ir con ella, la daga que se le habia otorgado la guardo bien en uno de sus cintos, teniendo en cuenta que podria pasar cualquier cosa.

"Necesito una ducha y un cambio de vestimentas...cual sea..."

-Puede llamarme Alex, si prefiere.

Una vez a solas, Diana vuelve a sentir hambre. Todo lo que habia ocurrido le habia hecho olvidar que estaba hambrienta y sedienta. Y por lo que parecia, no habia nada comestible por ahi.

Refunfuñando por lo bajo, se cambio de camisa, y miro algunos sombreros. Sin embargo no se puso mas que algunas joyas pequeñas que encontro.

- ¿Zorya?.- se extrañó un tanto -¿Para que te has citado con ella?.- Biza no entendía muy bien el sentido de entrevistarse en aquel momento con ella asi que al preguntarle a Ilsa se encogió de hombros.

-Verás, no creo que sea coincidencia un incidente que he padecido esta mañana, y necesito más información sobre un individuo con el que me he encontrado hoy después de mucho tiempo. Necesitamos intentar contactar con Rowan y creo que sé cómo. Además, en teoría mi doncella me está buscando, y necesito encargarle una tarea más provechosa.

Por otra parte, necesitamos conocer la ubicación de aquél lance (al parecer no muy lejano de nuestra sede), y entender qué hacía Rhenar -y puede que Jezz- por allí, ¿has pensado en ello? Necesito que pienses detenidamente en el momento anterior a esa explosión, Rhenar gritaba, o simplemente hablaba con tranquilidad. Si es así fue emboscado y en tal caso, ¿la explosión mágica fue de Rhenar o su acompañante, o de sus enemigos? Si fue emboscado, el enemigo sabía dónde encontrarle, y aún tenemos más necesidad de averiguar qué hacía dondequiera que fuese.

Pago al cochero.