Partida Rol por web

Ante tu silencio, el posadero termina de recoger las manchadas vendas, con rostro ligeramente preocupado. Dirigiéndose a la puerta, inclina levemente la cabeza y saluda antes de retirarse.

- Si necesita algo más, no dude en decírnoslo, señor Yi Fan.

Pronuncia tu nombre con un marcado acento Uld, pero al menos te trata de "señor", cosa que la mayoría de los habitantes de este país ni siquiera se plantearían hacer.

Emma te mira con una enigmática sonrisa. Te gustaría pensar que tu comentario le ha hecho gracia, pero con estos abogados nunca se sabe. Te guía al interior del salón y, al fondo del mismo, de espaldas a la puerta, ves una figura conocida. Asceltis.

Sin poder evitarlo tragas saliva antes de dirigirte hacia ella.

- Hola Emma. Areth - dice sin girar la cabeza hacia vosotros. - Por favor, tomad asiento. ¿Queréis algo de beber?

Casi más nervioso que antes ante el tono amable de la mujer del rostro tapado, te sientas al otro lado de la mesa y pides algo de bebida al camarero. Si vas a ser el menú de la cena, mejor que vaya regado con vino.

- Me ha decepcionado, señor Dhalbach. No sólo ha sido incapaz de encotrar a Yi Fan, sino que Emma se ha visto obligada a sacarle de la cárcel. ¿Me puede explicar qué ha ocurrido?

Emma se sienta a tu lado, y pide también un suave licor de hierbas, mirándoos sin perder su sonrisa, ora a Asceltis ora a ti.

Subes a la habitación, algo desorientado mientras la buscas. Sin embargo no es complicado encontrarla, pues la primera planta tan sólo tiene 6 dormitorios. Cuando pruebas la llave en la cerradura, se abre sin ningún problema.

Como Emma te había dicho, en el baño te espera una bañera aún humeando por el agua caliente. No deben haberla llenado hace demasiado tiempo. Sin dudarlo un momento, te quitas las ropas de viaje y te sumerges en el agua. El calor te sobresalta, pues hace tiempo que te habías vuelto prácticamente inmune a los cambios de temperatura. Preguntándote si alguna vez podrás volver a usar tu magia, te aseas tranquilamente, disfrutando todo lo posible de un baño que llevabas varias semanas deseando.

Al salir del baño te secas y miras tus ropas sobre la cama. Completamente cubiertas del polvo del viaje y la batalla y rasgadas en más de un sitio, te desagrada la idea de volvértelas a poner. Abres el armario de la habitación y encuentras un elegante traje en él. Te sorprende que sea de tu talla, pero ese mismo motivo the anima a ponértelo. En el cinturón hay dos vainas para dagas o cuchillos largos. Enfundas la tuya, recordando que perdiste la otra al lanzársela a la amazona truil que acabó con la vida del capitán Johan. Desechando esos recuerdos, te miras ante un espejo de metal pulido, aprobando tu aspecto por primera vez desde que saliste de Uldnacht.

El agua es reconfortante, en cierto modo claro, como pudo se intentó quitar cualquier impureza que se le hubiese pegado en el fragor de la batalla...

Se mira bien, rebusca en sus antiguas ropas, quita unos pocos cintos de los que allí habia para sujetar cosas y se los pone, como un pequeño brazalete, y como no, su parche negro con un dragon dibujado en relieve en este.

Los guarda como puede y mira la ropa

"Mejor la dejo aquí, ya volvere a por ella en todo caso...y me la llevare..."

Mete la mano dento de la funda de su daga inexistente y vuelve a pensar:

"¿Venderan dagas por aquí? Aun debo de entrenar con el arco, lo tengo abandonado..."

Se enfunda bien su latigo y mira la sala -Hora de irse-

Abre la puerta y con tranquilidad, se va de allí, a su habitación a dejar la ropa anteriormente quitada, volver a mirarse una vez más y reunirse con Emma.

Glups... Me va a matar. Bueno, no pierdas el rostro serio... Ya tendrá oportunidad de desfigurártelo.

Con la expresión más fría y seria que puedo obtener de mi interior, y aún recordando las heridas que me causó intento resultar convincente:

Hay un ligero error técnico en lo dicho. Al menos que sus métodos hayan encontrado a Yi Fan, aún no he fracasado. Tuve la fatídica suerte de cruzarme con una de esas bandas de mercenarios que trabajan para la guardia, y tuvieron a bien de enfrentarse a mi. La situación se me fue un poco de las manos, pero al menos creo que he sacado algo en claro. Teniendo en cuenta lo visto dudo profundamente que Yi Fan se encuentre en manos de los agentes Uld. Quizás en la cárcel de los barrios altos, pero lo dudo seriamente. Lo más probable es que una tercera persona interviniese... O que las intenciones de Yi Fan pasasen por huir, aunque creo descartar esta probabilidad rápidamente. Su... honor me parece algo que no es capaz de esconder, y mucho menos de fingir.

Me encogo de ombros muy ligeramente, con una media sonrisa.

A parte de eso no puedo hacer mucho más. No conozco Uldnatch en absoluto, ni llegué a conocer a Yi Fan en profundidad. Si habéis sido capaz de acceder al sistema de prisiones y habéis comprobado que no está mis probabilidades de búsqueda se reducen hasta el punto de no tener donde agarrarme.

Con una sonrisa más pícara y con esa expresión que tantos problemas me granjeo añado:

Aunque si váis a tratar con Alex Vangrant y es tremendamente importante... Siempre podríais tirar de su padre, he oido que es muy importante.

Un hombre cubierto de joyas se levanta al otro extremo de la sala. No te hace falta mirar el emblema para deducir que se trata de un consejero del Gremio de Banqueros.

- Esto debe de ser una broma, Rowan - dice en tono sarcástico. - Nos traes aquí a una extranjera, que ni siquiera es humana,  para que nos diga que vuestros hechiceros no saben defenderse cuando se enfrentan a un grupo de Truils capaces de contrarrestar sus hechizos.

Un murmullo se extiende por la sala ante la declaración del consejero. Tras dejar que se comenten sus palabras durante unos segundos, levanta los brazos pidiendo calma para continuar hablando.

- ¡Eso es algo que llevamos diciendo durante años! Necesitamos tropas más especializadas en nuestro ejército. Dado que los soldados no están en situación de proporcionárnoslas, ¡debemos reforzarlo con mercenarios!

Las voces de fondo se alzan nuevamente por toda la sala, a partes iguales increpando o apoyando la afirmación del banquero.

Finalmente una voz se impone sobre las demás.

- William, decir que los soldados no tenemos capacidad para enfrentarnos a los Truil es casi un insulto. No tientes a tu suerte, usurero. De todas formas, no es el momento de discutir eso.

- ¿Casi un insulto? ¡Y lo dices tú insultándome abiertamente! Hace un mes que perdemos batalla tras batalla contra los Truil y lo único de lo que oigo hablar es de mandar refuerzos, mantener posiciones y tonterías similares. ¡Ataquemos de una vez! ¡Contratemos a los mercenarios y acabemos con los Truil de una vez por todas!

Se escucha una pequeña ovación.

- Señores, por favor. Estamos olvidando que sin nuestros hechiceros...

- ¡Atacar! ¡Con mercenarios que aumenten vuestras arcas! - vuelve a decir el general interrumpiendo al anciano. - Se ve que no son tus hombres los que caen en el campo de batalla.

-¡Cobarde! - grita el banquero haciendo que el general se levante bruscamente y lleve la mano al cinto de donde pende la funda vacía de su espada. - Lo que ocurre es que temes dirigir una ofensiva como dios manda y te contentas con las pequeñas escaramuzas dirigidas por tus capitanes.

- ¡BASTA YA! No se toleran insultos en esta cámara. Si se hace alguna propuesta formal se someterá a votación.

Las quejas se extienden por toda la reunión, entre las que puedes distinguir las palabras "¡Otra vez no!"

El carruaje se aleja, dejándoos junto a la Plaza del Consejo. Dos guardias vigilan la única entrada, inmóviles como estatuas acorazadas y armados con inmensos espadones. Vigilan que nadie sin el rango de oficial entre en la plaza, salvo que sea acompañado por un maestro que se haga cargo de él.

Os fijáis en que hay bastante revuelo en los alrededores de la plaza, incluso para ser un día de Consejo.

Diana siente como la rabia aumenta al oir las primeras palabras del banquero. Diana ya habia aguantado miles de tipos de esos comentarios, y habia sabido aguantar las ganas de responder con violencia. Pero sabia que ya no aguantaria mucho. Sentia el cosquilleo de la colera subir por su garganta, como queriendo salir en forma de insultos, y mas tarde en actos fisicos que la conducirian de vuelta a la carcel. Apreto los dientes y cerro los puños fuertemente, clavando sus uñas en las palmas de sus manos.

Observa al banquero, al anciano y al general antenatmente, moviendo su cabeza hacia el que hablaba cada vez. No parecia que se pusieran de acuerdo, y el "Otra vez no" que sono entre los murmullos de los demas gremios significaba que no era la primera vez que discutian sobre lo mismo.

Como tantas otras cosas, es el oro que paga puntualmente cada semana lo que compra el aparente respeto del posadero. Pero el sentimiento no es recíproco, por lo que Yi Fan no se molesta en contestarle. Si estuvieran en Dindavara, un plebeyo como él jamás osaría hablar sin habérsele concedido permiso para ello.

En cuanto la puerta se cierra, el exiliado se cambia las ropas, una camisa y unos pantalones amplios, blancos. Se ajusta un ancho cinturón de cuero donde oculta en unos bolsillos secretos el dinero que ha recibido por sus asesinatos. Unas cómodas sandalias y por encima una capa oscura larga y con capucha para ocultar las vendas que cubren sus heridas. En un zurrón guarda las pocas ropas que le quedan y deshecha las sucias y usadas.
Después oculta la hoja Dinda en el compartimento oculto del estuche de su koto y se lo echa al hombro, para después abrir la puerta y bajar por las escaleras a la planta principal del Grifo Ardiente.

Al llegar ante el posadero deposita sobre la mesa unas monedas. Más que suficientes como para saldar los gastos que le quedaban por pagar en la posada. Sin decir nada más, sale de la posada sintiendo la mirada confusa del hombre a su espalda.

Yi Fan se aleja del Grifo Ardiente con la sensación de que una nueva etapa de su vida en Uldholm está a punto de comenzar...

Terminas de preprarte y sales de la habitación que al parecer habían reservado ex profeso para ti. Guardándote las llaves de momento, bajas al recibidor. El conserje te hace una seña, indicándote que pases al salón.

Atraviesas la puerta y ves que la habitación está completamente vacía, salvo por una mesa en la esquina opuesta. En ella se encuentran Emma y Areth, acompañados por una figura menuda que se sienta de espaldas a la entrada. La capucha de una oscura túnica cubre su cabeza, y esa misma capa cubre el resto de su figura ocultando su constitución.

Preguntándote quién será ese extraño personaje, te aproximas a la mesa.

Asceltis te escucha en silencio, sin moverse, como un felino que espera saltar sobre su presa. Cuando te callas, el silencio sólo se ve perturbado por los incómodos movimientos de Emma, cuya expresión deja muy claro que le gustaría estar en cualquier otro lugar de Heluso en este momento.

Por fin, Asceltis habla, y lo hace con una voz mucho más gélida de lo que la has escuchado jamás. - Yi Fan esta de camino a esta posada en este mismo momento. El hecho de que no se te ocurriese ir a buscarlo a su habitación en El Grifo Ardiente dice mucho de lo que cabe esperar de ti. - Sus palabras te incomodan casi tanto como el hecho de no haber pensado en buscarle en el lugar más obvio.

- Teníamos un trato y no lo has cumplido. Es más, considero que sacarte de la cárcel es pago más que suficiente por el trabajo que has hecho para mi. - Levanta la mano en tono apaciguador ante tu gesto de protesta. - No te preocupes, te diré dónde está tu hermana... Sólo tenemos que renegociar el precio, ¿no te parece?

Ves cómo Alex entra en el salón por la puerta principal. Asceltis se endereza ligeramente y, sin mirar hacia atrás, te dice. - Pero luego hablaremos de eso tú y yo. Ahora tenemos invitados.

Ilsa muestra su emblema de maestra del gremio mientras pasa sin detenerse junto a los guardias, que no hacen el más mínimo gesto en su dirección. Acompañando a la maestra, Biza pasa sin problemas por la puerta.

Os adentráis en la Plaza del Consejo, una gran plaza cuadrada rodeada por soportales cubiertos por una ornamentada arcada. El sol ilumina casi toda la parte descubierta de la plaza, pero tanto los soportales como las zonas en sombra acogen a numerosos grupos de los gremios que han venido a enterarse de las decisiones de la reunión lo antes posible.

Buscáis entre los grupos, viendo a varios conocidos entre ellos pero nada demasiado interesante. De repente, la puerta de acceso al Palacio del Congreso, en el lado opuesto al único acceso a la plaza, se abre y dos figuras salen de allí. La gente cuchichea a vuestro alrededor, pero apenas conseguís distinguir algunas palabras ocurrido, vergüenza y extranjera suenan entre ellas. Os acercáis para mirar a las dos figuras, que se han parado a hablar junto a la puerta de la que han salido y os dáis cuenta de que se trata de Eric y Zorya.

El banquero se levanta una vez más.

- Entonces sí, tengo una propuesta formal que hacer. Que el grueso de nuestras tropas parta para la frontera Truil para acabar con los incursores que han osado desafiar a Uldholm. Puesto que eso dejaría el resto de nuestras fronteras bastante desprotegidas, propongo también reforzar nuestro ejército con mercenarios profesionales.

Uno de los hechiceros se levanta nuevamente.

- Eso es una locura, señor Porter. Los mercenarios no están acostumbrados a trabajar codo con codo con nuestras tropas, y mandar al ejército a la frontera sin saber qué se van a encontrar es un gran error, sobre todo teniendo en cuenta que tan sólo uno de los hechiceros militares ha regresado del campo de batalla y que ahora se encuentra desaparecida.

- Estoy de acuerdo, Rowan, pero los últimos acontecimientos le dan derecho a hacer esa propuesta...

El Consejero Porter sonríe con expresión triunfal.

- ¿Acaso pretendes que los ataques a nuestras tropas queden impunes, Consejero Rowan? Comencemos la votación entonces.

- ¡UN MOMENTO! Olvidais que tenemos un invitado en la sesión. Y extranjera para más datos, por mucho que uno de nuestros capitanes la reclutase para nuestras tropas. - Se escuchan murmullos de desaprovación por toda la sala. - Señorita... Diana, ¿no? ¿Tiene algo más que añadir a su declaración? Recuerde que aún sigue bajo juramento.

Guardo silencio, sensiblemente enfadado.  Por una vez tiene razón...siempre pagar... siempre pagar... Me gustaría verla a ella haciendo mi trabajo... eso si que...

Avanza poco a poco hasta bajar, y viendo la señá del conserje se adentra dentro

"Espero que no tenga que ir asi siempre a todo..."

Continua caminando hasta ver la escena...

¿Quien es el encapuchado?

Yi Fan sale del Grifo Ardiente, ignorando la pregunta del posadero sobre si volverá a verle, y se dirige a los Barrios Medios.

Cuando llega a la que es su nueva casa, busca entre sus ropajes la llave que le dio Alder para venir aquí la noche anterior. La casa está prácticamente igual que la noche anterior, salvo una de las habitaciones, que tiene la cama deshecha y la armadura de Areth apoyada contra la pared. Las sábanas están manchadas de una mezcla de sangre y pus, lo que recuerda a Yi Fan que su compañero también había sufrido graves heridas la noche anterior.

...La noche anterior... Yi Fan baja al sótano, donde se supone que iban a entregar a Jezzabel. No hay ni rastro de la hechicera allí. Casi suspirando de alivio, el dindavara sube nuevamente por las escaleras.

Al llegar al salón, se fija cómo el sol empieza a perder intensidad. Pese a que le gustaría explorar la casa con más detenimiento, no tiene tiempo antes de dirgirse a su cita, así que coge la funda de su koto con el instrumento y su dinda y se dirige hacia el Cerro de Oro.

Diana repaso mentalmente todo lo que habia pasado. En esos momentos no se le ocurrio nada mas que decir, por lo que se quedo quieta en el sitio, esperando ver como se resolvia esto.

-No.-dijo.

Ilsa se acerca con falsa tranquilidad a Zorya y Eric.

- Estimados compañeros ¿Sabéis algo de lo ocurrido en el Consejo? Habréis oido ya lo sucedido a Rhenar y Jezz, suponemos.