Partida Rol por web

 Escena donde rolearemos cuando no estéis en las otras.

 Esta es la tierra que hay en los dominios de Rocafreda, una tierra verde, de grandes bosques de coníferas grandes extensiones de pastos. Aproximadamente dos quintas partes de las tierras están cubiertas por grandes y viejos bosques de coníferas salpicados aquí y allá de robles, enzinas y otros árboles de zonas templadas.

 En la zona más cercana a Lunil y al castillo se aprecia sin necesidad de ser un experto en el tema, que no hace muchos años esta zona a vivido una gran explotación forestal, pero que hace unos años esto parece haber cambiado y se ven varios rebaños de cabras y ovejas pasturándo por las praderías bajo la atenta mirada de los pastores.

 A pesar de que la zona forestal se redució significativamente, las bestias que en ellos habitaban lograron sobrevivir y mantenerse en las zonas aún vírgenes. Entre los grandes depredadores naturales típicos de estas zonas, también se han visto otras criaturas más exóticas... quien sabe que grado de veracidad tendrán esos rumores de campesinos.

 Este paraje es el que tu llamas hogar. Es donde simepre has vivido, donde creciste y te hiciste un lugar, al principio bajo la atenta mirada de Doughal, más tarde por ti mismo.

 Conoces cada zona de este lugar que tu llamas hogar, donde están emplazadas las granjas, las casas aisladas, antiguos cubiles de ladrones y contrabandistas, los lugares donde los bosques son más viejos y las regiones que mejor evitar por las criaturas que en ellas habitan.

 Tu día a día consiste en vagar por esas tierras, normalmente alejada de la 'civilización', teniendo el contacto justo para hacer el trueque necesario para obtener herramientas que no puedes fabricarte tú mismo. A cambio de curar a los heridos, y aprovisionando de hierbas, raíces y setas. Incluso ofreciéndote de guía en alguna contada ocasión.

 Si tu estilo de vida puede considerarse uraño... el de tu mentor es un caso perdido. Más reticente aún en contactar con los humanos. Como si les odiara o estubiera profúndamente resentido con ellos.

 En estos momentos regresas del este, donde has estado dando un vistazo por los alrededores de las granjas que allí hay, Puigmal al norte y Dalmau al sur de esa. Las cosas parecen tranquilas, pero no es de estrañar. Pues normalmente por estas fechas, al final de cada estación, los ganaderos y demás campesinos se reunen durante un fin de semana en Lunil donde comercian con gentes de todo el reino de Idila. Así pues la actividad alrededor de estas se ha visto fuertemente reducidas. Esta es la información que traes para dar a tu mentor.

 Finalmente llegas al lugar de citación. siempre el mismo lugar, la colina que queda al norte de Rocafreda. Y allí están, como siempre, disfrutando del atardecer y los últimos rayos del atardecer, tumbados en las rocas calentadas por el sol estival, Saltarín y Doughal. Te ven llegar a lomos de tu compañero, contemplándote en silencio sin saludo alguno hasta que no estás a escasos metros de ellos, bajo las rocas.

 - Hola pequeñín. Celebro verte de nuevo ¿Cómo ha ido tu viaje por el este?- Dice en tono suave, pero con su voz de bajo, que tantas horas has eschuchado.

 Buenos días, maestro - contesta Nikolaos - Ha sido un viaje largo pero sin precedentes: hay una aura de tranquilidad que cubre toda esa zona, puesto que por esas fechas la mayoría de los habitantes se van a Lunil para comerciar con gentes de todo el reino de Idila. Así que ha sido un viaje muy tranquilo y relajado. ¿Ha habido alguna novedad por el hogar durante mi ausencia?

 El anciano druida asiente ante tu informe. Permanece reclinado en la piedra calentada por el sol, acariciando a Saltarín. Cuando preguntas acerca de novedades su rostro adopta cierto fruncimiento de cejas.

 - Pues sí algo ha habido pequeño. He notado, visto, cierto movimiento en la mina al norte de Rocafreda, me sorprendió ver presencia humana, hacía más de un lustro que nadie se movia por los alrededores, ni siquiera contrabandistas ni bandidos. Por lo que vi parece ser que han reanudado sus actividades...- Su voz grave trata el asunto con ciertas emociones escondidas bajo su tono, no sabrías decir cuales.- También noté algo más, no de la mina, sinó más al norte... no sabría decir que es exactamente, parece ser que los animales se comportan de forma distinta, como si un gran depredador rondara por la zona. Lo he notado en los últimos dos días y aún no he tenido ocasión de indagar más acerca de esto. Pero no ahora, pequeño, no ahora.

 El anciano se levanta de la piedra calentada y desciende junto al perro-lobo. Una vez a tu altura te hace un gesto para que le acompañes.

 - Ven tomemos algo y reanudemos las clases.

 Sigues a tu mentor por una senda mil veces recorrida hasta que llegaís a un pequeño claro en el bosque, en el que el sol calienta y bendice con su presencia, un lugar en el que has aprendido la mayor parte de las cosas que sabes. Este pequeño claro es un emplazamiento que desprende una gran tranquilidad fruto de la armonía de la naturaleza y su ciclo. Desprendiendo solemnidad.

 Fue no muy lejos de aquí donde encontraste y domaste a Persi. Momento tras el cual establecisteís un intenso lazo de unión entre vosotros hará cosas de cuatro años, cuando él era apenas un potrillo de piernas nudosas... como pasa el tiempo.

 Una vez llegaís al claro, sueltas a Persi para que campe a su aire para que pueda pastar a sus anchas. Saltarín permanece junto al anciano druida.

 - Dime pequeño.- Te habla en druídico, un idioma que tan solo los guardianes de la naturaleza conocen, y que tan solo pueden enseñar a sus discípulos.- ¿Por qué somos necesarios, nosotros, los vigilantes, los druidas?

Con la ayuda del bastón rugoso que lleva siempre encima, el anciano druida Doughal se sienta encima de una enorme piedra medio cubierta de musgo. Para no sentarme a su misma altura - y, al decir verdad, para evitar el dolor que causaría el contacto de las rocas con mi trasero dolorido por días y días de ruta con Persival - prefiero sentarme bien acomodado en la hierba, delante de mi maestro.

Me quedo un rato meditando la pregunta, hasta que al fin le contesto:

-Los druidas son los intermediarios entre el hombre y la naturaleza, la unión entre la fuente (la madre naturaleza) y el hombre. Conocen los rituales necesarios para alimentar a la tierra y recompensarla por su fertilidad; son quiénes aplacan a los espíritus de los animales, insectos y otros que, si no fuera así, devastarían las cosechas y el vivir normal de los hombres. Son necesarios para preservar el órden interno de la comunidad.

 El anciano, sentado en la roca musgosa, escucha tus palabras, con gesto neutro, no pudiendo dislumbrar en sus facciones indicio alguo de si tus palabras le gustan o no.

 Cuando terminas tu respuesta, el anciano responde.

 - Joven, los druidas somos algo más que los intermediarios.- Su voz no muestra reproche alguno.- Verás, nosotros veneramos a Madre, ella es la vida, ella nos nutre a todos, nos hace a todos, nosotros mismos somos parte de ella. La naturaleza tiene tantos aspectros de colores como formas de vida hay, algunos son tan delicadas y débiles como los tiernos tallos de las flores en primavera, otros son los depredadores que están en la cúspice del ecosistema. Todos formamos parte del mismo ciclo vital, y todos, fuertes o débiles, formamos parte de este círculo.

 Hace una pausa mientras saca un odre de agua y da un refrescante trago y luego te lo pasa para que te sacies. Mientras bebes, prosigue.

 - A pesar de que los druidas nos llamamos NOSOTROS, no dejamos de ser un grupo heterogéneo. Un grupo formado de individuos independientes y cada uno de nosotros vivimos de diferente forma. Algunos son conemplativos apreciando la naturaleza y su fluir procurano no inmiscuirse en el ciclo repetitivo de la vida, otros procuran interaccionar más entre el mundo salvaje y la humanidad, para educar a los hombres y enseñar el respeto que Madre precisa.- Hace otra pausa, como si estuvera eligiendo las palabras con cuidado.- También hay, pero, aquellos que ven su papel de forma más activa, como si de depredadores se trataran, representando el papel más cruel y sanguinario de Madre, el del depredador. Todos formamos parte del mismo colectivo, aunque no por eso todos pensamos y actuamos de igual forma.

 Recoge el odre de tus manos y da de nuevo un trago él y lo guarda en su zurrón.

 - Pero a pesar de esas diferencias estamos regidos por unas mismas ancestrales leyes. Ya conoces algunas, como la prohibición de mostrar nuestro idioma a los que no forman parte de nuestro círculo. Estas leyes son pocas pero sumamente importantes. Estas leyes sirven para ordenarnos para servir de forma correcta.

 El tiempo, mientras el anciano va hablando pasa veloz, el astro rey se pierde en el ocaso, y las estrellas nacen en levante, como siempre continuando el ciclo.

 Cuando termina la charla los dos vays a un pequeño refugio, una cabaña de adobe con un techo formado por una capa de vegetación viva. En su interior hay unos espartanos muebles pero funcionales, así como varias especies y raíces guardadas en tarros en algunos estantes.

 El anciano prepara en una vieja marmita una sopa aguada de raíces y otras especies.

 Tras tomar esa parca cena acompañada por bayas y frutos de la región os disponeís a descansar. Con el sonido de Madre filtrándose por la cortina que hace de entrada a la cabaña.

Las horas fueron pasando tranquilas, emarando descanso y tranquilidad por todos lados. Sólo se oía a Madre, ese sonido tan tranquilizador que me hacía sentir que estaba realmente en mi hogar... añoraba esta sensación, me dormí como un bebé recién nacido.

Me desperté con los primeros rayos de sol y el trinar de los pájaros, hacía días que no dormía tan bién. Parecía que el maestro ya se había levantado, puesto que tenía hecha su cama y no estaba su ropa de cada día. Seguramente debe de haber ido a dar una vuelta como hacía cada mañana antes de que me fuera a pasar aquellos días fuera, ya que decía que si cogía las hierbas a aquellas horas tempranas, sus propiedades se veían aumentadas.

Como todavía no había tenido tiempo de ver como estaba el hogar des de que llegué ayer, me decidí a estirar un poco las piernas por el bosque, ir a ver a Persi y a buscar algunas provisiones para la despensa. Cuándo salí por la puerta de la cabaña me encontré al maestro que volvía, taratadeando una canción y con un saco lleno de plantas, raíces y hierbas.

 Al regresar, lo que parecía una alegre cancioncilla es más parecido a maldiciones sarcásticas.

 - Buenos días joven, ven tenemos trabajo.- Te dice con sorprendente ímpetu.- He dado un vistazo a la mina y no me ha gusatdo nada, pero tengo que confirmar mis conjeturas.

 Sin pararse entra en su cabaña y se enfunda una vieja armadura de cuero tachonado de pequeñas placas óseas, toma un pesado escudo de madera y se acomoda su cimitarra. La verdad es que nunca antes le habías visto con esa mala lecha gravada en su rostro, da mucho respeto... incluso miedo.

 - Iremos a la mina, tardaremos un día a pié. Tomaremos provisiones mientras descansamos por el camino. En marcha.

Me cogió de sorpresa este cambio de la noche a la mañana, pero como su tono sugería prisa, volví a entrar en la cabaña, me cambié y cogí algunas de mis cosas con rapidez. Cuándo salí ya no lo ví, por lo que heché a correr hasta que lo encontré. No me esperó, el asunto parecía serio...

-¿Qué ocurre, Maestro? - le pregunté - ¿Qué ha visto?

 El rostro del anciano parecía enfadado.

 - Si lo que me pareció ver es correcto... algo nada bueno, nada bueno... una gran atrocidad se está producindo en la mina.- Te mira con expresión grave y responde.- Nigromantes.

  Alguna vez habías escuchado a Doughal acerca de estos despreciables seres, pero no en acceso pues hasta ahora no había habido caso alguno en la región. Los nigromantes, según recuerdas, son persoanjes carentes de cualquier tipo de humanidad, sin moralidad alguna, se se dedicana perturbar el descanso eterno de los fallecidos. Levantan los restos mortales de personas y animales para que les servan en una eterna esclavitud en forma de no-muerte. Ni que decir que eso va en contra de todo lo que predican los druidas. Esto es una clara destrucción del ciclo de la vida, una grave ofensa a la vida.

 Tras susurrar unas palabras en druídico, sientes como Madre otorga a Doughal una gran amplitud de zancada. Tu le sigues el paso, avanzando tan rápido como te es posible, cuando puedes a lomos de Persi, cuando terreno lo permite, cuando no pues aligerando el paso para no perderle la pista a tu mentor. Que a pesar de su edad, mantiene una gran fortaleza física e impone un dura paso, siempre en dirección a la montaña en la que se encuentra la mina, Monte Runheim le llaman los lugareños, en honor al minero que abrió la mina que tanta prosperidad dió en tiempos pretéritos a la región.

Fuimos a este ritmo durante todo el trayecto, mirando de salvar distancias para llegar cuánto antes, ya que el trayecto era largo. Cuándo llegábamos a la espesa arboleda que rodea la mina y la protege de los extraños - aunque está claro que no lo suficiente - oímos los sonidos provinientes de la mina. Como acto reflejo, respiré profundamente y me lancé hacia adelante, aterrizando de costado en un matorral, quedándome tumbado por unos momentos. Luego, al ver que no nos habían visto, me incorporé lentamente, sin dejar de rastrear los alrededores en la poca luz que llegaba a través de la gran cantidad de hojas de los árboles, en busca de trazas de movimiento. A veces, el cuerpo tiene reacciones más antiguas que el pensamiento.

Poco a poco, nos fuimos acercando más a la mina hasta poder ver con más o menos claridad lo que estaba ocurriendo ahí.

 El día a pasado, el astro rey ha cruzado todo el firmamento y el ocaso está cerca. Un resplandor rojizo, fruto del adiós del sol al ponerse os muestra como en efecto la mina está activa de nuevo.

 Junto al lado de la entrada de la mina hay una recia construcción de piedra, de la que sale la luz clara de una linterna de aceite, a través de los cortinajes de una menuda ventana acristalada.

 En el exterior de la mina hay un par de hombres con indumentarias tiznadas de hollín y polvo, están grivando menas de material rocoso, como si estuvieran estriando las menas del material sobrante.

 En principio no parece que haya nada fuera de lo normal, hasta que de repente, saliendo por la boca de la mina aparece una vagoneta de metal, vieja y sucia, cargada hasta los topes de material extraído de su interior... eso no sería extraño hasta que finalmente os percataís de que las criaturas que tiran de la pesada vagoneta son un pequeño grupo de criaturas no-muertas, dos lentos zombis, criaturas con rostros grotescos, apenas reconocibles como vestigios de antigua vida, tiran de pesadas cadenas, detrás de la carreta un par de esqueletos humanoides empujan la carreta. Estos últimos visten armaduras de cuero y tienen armas a la vista.

 Esta es la primera vez que ves algo parecido y un escalogfrío recorre tu espinazo, ¡qué aberración!

 Tu mentor, junto a ti, gesticula en silencio, realmente parece estar indignado.

 Pero al parecer la experiencia le enseñó a no dejarse dominar por los sentimientos, pues soys solo dos y estos parecen ser varios, ya tan solo a la vista hay cuatro aberraciones no-muertas, más los dos hombres que separan materiales y dirías que en el interior de la construcción hay alguien más.

 Entonces Doughal te hace un gesto mudo indicándote a que escuches. Cuando agudizas tu oído, te parece sentir como si de dentro de la mina os llegaran apagados repiqueos... eso significa que en el interior de la misma hay más seres, no sabrías decir cuantos, pero son más de uno.

Me latía el pulso con fuerza, y tenía la gola tan seca que no podía tragar, no me podía sacar de la cabeza a los no-muertos que había visto. Pero aún así, intenté controlarme para poder seguir escuchando. Teníamos que pensar en algo rápido, porque estábamos demasiado cerca y nos podrían oler o notar nuestra presencia en cualquier momento, y no sabíamos cuántos eran en realidad.

 Con la mirada presta y el oído afinado, permaneceís un poco de tiempo más, escondidos, intentando reunir tanta información como os resulta posible.

 Entonces es cuando os percataís de alguien más al que no habíais detectado. Un centinela que pasa cerca de donde estaís. Este va ataviado con un camisote de mallas y un escudo pesado de madera, de su cintura cuelga una espada.

Nos escondimos tan rápido como el cuerpo nos lo permitía, entre la maleza que nos rodeaba. El centinela se quedó un rato por ahí cerca, escuchando...

 Parece ser que el guardia os había detectado hace unos instantes pues cuando aparece por vuestrocampo de visión dirije sus pasos directamente hacia vosotros mientras saca un pequeño cuerno que cualga de su cuello por una larga tira de cuero y lo hace sonar.

 - ¡Intrusos! ¡A las armas, hay intrusos acechando!