La cena terminó y Brody fue el primero en retirarse
- Si me disculpáis...
Adrianne se quedó sola con Gregor en la mesa, mirándole mientras terminaba de cenar.
Siguió a Brody con la mirada mientras se retiraba
- ¿Gustaríais de acompañarme a mi habitación tras la cena, dama Adrianne?
-¿Y que queréis que hagamos en vuestra habitación, mi señor? -susurró con una voz aterciopelada Adrianne.
- Tener un momento de intimidad, gustaría de poder hablar con vos en confianza - agradable
Adrianne sonrió: -Hablemos pues, mi señor.
La muchacha se dirigió junto con Gregor a sus aposentos.
Te invitó a pasar y cerró la puerta a sus espaldas
- Poneos cómoda... ¿resolvisteis ya el misterio del cuervo que tantas prisas despertó en vos por regresar al castillo?
-Así es -respondió la muchacha, con una sonrisa que pretendía intrigar a Gregor. -Aunque hay un nuevo misterio... ¿Que mensaje traería el mensajero que se reunió con vos esta tarde? Debía ser urgente, pues os mantuvo toda la tarde fuera.
- Se trataba de un mensajero de los Wildhorn, deseaban saber de primera mano como progresaban las negociaciones
Te invitó con un gesto a tomar asiento en la cama o una silla cercana
Adrianne tomó asiento en la cama. -¿Y como van? -Preguntó sonriendo, de nuevo con esa sonrisa que era una mezcla de burla y picardía, que intrigaba. -¿La dote que os ofrece mi castellano os complace?
- La dote me complace, la dama y su carácter me disgustan... - resumió
Abrió el cofre, se quedó mirando el interior, no tenías claro si había notado algún cambio
-Entonces tenéis que decidir -decía Adrianne, intentando parecer distraída. Suponía que no se daría cuenta, y en caso contrario no podría acusarla de nada. Aun así, era mejor distraer su atención del cofre. Adrianne se levantó, y cogió la espada de Gregor de su estante. -Parece que los matrimonios son como una espada, tienen dos filos, y uno puede acabar cortándoos.
La muchacha blandió el arma torpemente, aparentando que si no se la quitaba, se haría daño.
- Dama Adrianne, las armas no son para las mujeres....
Se acercó de forma tan apresurada que el cofre cerró con un golpe seco y sonoro, disponiendose a arrebatartela por la espalda sin confiar para nada en tu manejo.
Dejando que le quitase la espada, Adrianne se disculpó: -Tan solo era para ejemplificar mi comparación, mi señor.
Se quedó en silencio, mirando a un rincon mientras Gregor envainaba la espada.
- Ha sido muy.... ilustrativo - sonrió - pero la próxima vez pensad en hacerlo con una daga, quizá - propone
Acto seguido dejó sus manos en tus hombros
- Y la decisión que debo tomar ¿os interesa?
-Por supuesto. Tengo la curiosa manía de interesarme por todo lo que me rodea -dijo la chica. Miraba a Gregor con sus profundos ojos azules. -¿Os satisface mi interés?
- Me alegra, sin duda alguna... aunque es vuestra compañía lo que me satisface...
Con una ligera presión en el hombro te invitó a darte media vuelta y encararle
Adrianne cedió, encarando al hombre. En su rostro había una expresión difícil de descifrar. Se planteaba si pasar la noche con él, o evadirse de sus atenciones. Sonrió.
-Creo que se hace tarde, mi señor. Sería mejor que me retirase. Estaréis cansado de cabalgar todo el día.
- Os preocupais demasiado por mi, dama Adrianne.
Llevó una mano hacia tu cuello
- Tanto que ni siquiera me habéis dejado terminar con nuestros asuntos pendientes. Tenía otras propuestas para vos, aunque quizá prefiráis dejarlo para cuando regrese de mi campaña en el norte.
-¿Tenéis propuestas para mi? -se hizo la intrigada: como si no supiese lo que quiere proponerme. -Exponedlas, mi señor.