-Os pido disculpas- sonrió de nuevo -no quería insinuar nada. Sin embargo, como representante en lugar del lord, os trataremos como a tal. Por lo que en cierto sentido...sois un lord.- sonrió de nuevo.
-¿Cómo preferís que os llame, mi señor?-
Lo guío por los pasillos de la fortaleza hasta sus aposentos, por si desea cambiarse las ropas de viaje o soltar alguna prenda.
- Podéis dejar a un lado los formalismos... - pide - como si estuvierais en familia
Os encaminais a sus aposentos, parece cómodo con la armadura y bastante descansado
- Y mi pésame por el fallecimiento de vuestro padre, una gran pérdida para vuestra casa sin duda, ¿creéis que podré presentarle mis respetos a su viuda?
-Grácias por vuestras palabras, sois muy considerado.-
Lo cogí del brazo, el clásico gesto de "estoy interesada", de todas las damas. Si iba a comportarme con naturalidad, ese era un gesto que solía hacer. Me acomodé el pelo con la otra mano. De forma que ahora "sin yo saberlo" tiene una clara visión de mi escote en toda su profundidad, ya que es más alto que yo.
-Tengo entendido que conocéis a mi madre ¿No es cierto? Ella me ha hablado bien de vos.-
Me arrepentí de mis palabras nada más decirlas.
-Puedo llevaros a verla ahora, si lo deseais. O mandarla llamar, si preferís ver el castillo sin deteneros. Hay una bonita vista desde la atalaya. Preciosa en invierno, cuando todo está nevado.-
si sirve de algo que tire de nuevo, dímelo.
- ¿Y que os ha dicho de mi? - curioso
Parecía haberle agradado que le tomaras del brazo
- No, por favor, continuemos... esas vistas siempre fueron de mis favoritas de esta fortaleza y hace demasiado que no las disfruto - haciéndote notar que no era la primera vez que estaba allí - ¿y que distingue la vista del verano de la del invierno? el norte no puede ser más frío - bromeó
- Sí, y también la amante del caballero que viene hacia aquí - Sigrir mira a su madre fijamente - ¿Le has llamado tú? No me has respondido.
me fijo en si está nerviosa, sus gestos, etc, para ver si miente o esconde algo. Tiro si eso.
- No vuelvas a pronunciar esas palabras - en tono de advertencia
Sin confirmarlo, aunque a veces "el silencio" era la confirmación más clara
- Te recuerdo que es el hermano de la esposa de Edward Kendrik - excusó, aunque sin confirmar de forma clara si era ella o no quien le había contactado
Mando a un criado a llamar a mi madre. Que vaya a la atalaya si le esposible. Y que avise si no lo es.
-Oh ¿Ya conoceis el castillo? sois un bribón- golpee suavemente su brazo, más arriba del codo. -Os reis de mi.- le puse un puchero triste, antes de reir suavemente.
-El invierno del norte es, y os ruego me perdonéis el orgullo, el invierno de verdad. La vista desde la atalaya es casi deslumbrante, todo, todo, nevado. Los pantanos del sur, helados. El sol aunque débilmente, se refleja en todo. Es precioso. Aunque quizá mis recuerdos me engañan y lo exageran. Yo era pequeña cuando el ultimo invierno pasó. Pero bueno, es por esos inviernos del norte, que las norteñas somos las mejores esposas. Debemos ser cálidas para confortar a nuestros maridos.- reí la pequeña broma pícara.
No parecía incómodo por las libertades que te tomabas, todo lo contrario
- ¿Cuantos años teníais cuando empezó el verano? - preguntando claramente por tu edad, mientras te mantenía la mirada
- Oh madre... -Sigrir se lleva las manos a la la cara tapándosela con ella, y apoya los codos sobre sus rodillas - Tú le llamaste, fuiste tú... ¿Por qué?
Sonreí.
-Tengo diecisiete años. Contaba solo siete entonces. No me dejaban subir sola a la atalaya.-
No aparto mi mirada de la suya durante unos momentos, aunque acabo, como toda dama debe hacer, ruborizándome y apartándola. Por ese orden.
- Tu padre ha muerto y si algo mantenía en pie esta casa era la mano de hierro con la que gobernaba, con los pocos hombres de los que disponemos y con tu hermano gobernando somos presa fácil. La casa Marbrand no nos traicionará, asegurará la estabilidad al menos durante el torneo - confirmando que fue ella quien le hizo llamar - evitará que pueda ocurrir lo peor.
Te devuelve la sonrisa y no tardas en retirarle la mirada
- No he escuchado rumores sobre vuestra boda... ¿aún no estáis comprometida? - se interesa
Acerca una mano para retirarte un mechón de pelo, rozandote ligeramente la mejilla al hacerlo
-No...no lo estoy, mi señor. La única boda en mi horizonte, es la de mi hermana con Lord Kevan.-
Sonreí mirándole un instante, y volviendo a bajar los ojos.
-Aunque quizá debería apresurarme antes de que...pase mi tiempo..- bromeo, algo nerviosa.
- Vuestra hermana ha encontrado un magnifico esposo en Tierras de Occidente, ¿donde lo buscaréis vos? siempre hay preferencias... pues la tierra en la que se nace marca nuestro carácter en mayor o menor medida...
Terminando de retirar el mechón para la mano por tu mentón invitándote a alzarlo para que vuelvas a mirarle a los ojos
Le permito hacerlo, y lo miro a los ojos.
¿Se está quedando conmigo? ¿sabe quién soy? ¿O de verdad quiere besarme?
-Yo...nací en el norte, mi seños. Como mi hermana. ¿Debo escoger, pues, también occidente?-
- Debéis escoger lo que os más os complazca... o lo que vuestro hermano y Lord os permita ¿en cual de esas dos situaciones os encontráis?
Medio paso al frente acercó más vuestros cuerpos mientras te mantenia la mirada sin permitirte retirarsela
- Madre... ¿Qué le has dicho a Marbrand? ¿Qué le has pedido? ¿Que se haga cargo del castillo?
Toma asiento a los pies de su cama
- Que trajera con él tropas suficientes como para mantener la paz en nuestras tierras - confiesa
-Mi señor...yo...quería conoceros. Me halaga que penséis que soy hermosa. Aunque no seais imparcial. Debo deciros algo.-
¡Shana tienes que callarte!
Por desgracia, ignoro a mi parte más racional. Y si escucho a mi parte más emocional. La que ha vivido 17 años con un padre que no la quería. Y que ahora tiene ante si a su padre. A su verdadero padre. Aunque debía comprobarlo.
-¿Cuándo conocisteis a mi madre, mi señor? ¿Hace...quizá...18 años?-
Eres idiota Shana.
Sigrir se levanta, visiblemente nerviosa, con las manos aún sobre su rostro - Madre, le has dado el señorío... Por los dioses antiguos y los nuevos, ¡Se lo has puesto en una bandeja de plata!