Partida Rol por web

- ¿Principito yo? ¡Habló! Aunque la verdad, a mi me encantaría formar parte de tu tripulación, si no fuera porque soy mayor que tu. Nadie lo diría por esas arrugas que empiezan a salirte en la cara... - Pol se levantó de un salto y se dirigió a la salida antes de que pudieras reaccionar.

Todavía quedaban interrogantes que resolver sobre aquel chico. Cierto que era mayor que tu, aunque no mucho más, pero no sabías nada de él antes de que llegara al barco. Lo mismo que el pasado de tu padre. Aunque son tus seres más queridos, los misterios todavía abundan entre vosotros.

¿Arrugas? Si hubiera podido fulminar a Pol con la mirada, en aquel momento Keira lo habría hecho. Pero... ¿Qué se pensaba? Su piel era perfecta, bueno, quizás estaba un poco curtida por la vida marina, pero se mantenía joven y... y... 

Keira sonrió y finalmente estalló en una carcajada. Eso le recordó que no podía hacer movimientos bruscos, ya que volvió a sentir un latigazo en su estómago. 

- Maldito... - Dijo entre risas, llevando su mano al vientre e intentando evitar que éste se moviera por las diversas sacudidas que le provocaba la risa. Se caló una vez más el sombrero y salió detrás de Pol. Al salir a la cubierta, el sol le dio de lleno en los ojos. Keira agachó ligeramente la cabeza, haciendo que su sombrero le hiciera sombra, y habló alzando ligeramente la voz, para que Pol la escuchara.

- Iré a descansar... Duele un poco... - Una mueca se perfiló en sus labios y dando media vuelta se dirigió a su camarote. Haría caso a Julio e intentaría no hacer muchos movimientos bruscos, no quería fracasar en la misión que le había encomendado su padre...

Despiertas tras un largo e intenso sueño. La hora de comer debe haber pasado hace un buen rato y nadie ha venido a despertarte. El barco esta en silencio, roto esporádicamente por la voz de algún marinero dando una orden. Las gaviotas graznan volando alrededor del barco.

Por la ventanilla del camarote puedes ver como surcáis raudos el mar, con el viento a favor y a una velocidad envidiable, como si cabalgarais llevados por los brazos de Calypso.

Uhmmm... Keira abrió los ojos y se estiró como una gata. Tras aquel sueño reparador se sentía mucho mejor, pero el pequeño estirón hizo que recordara la herida que recorría su estómago. - Ouch... - Se incorporó, llevando la mano al vientre y entonces fue cuando observó las sombras empezaban a extenderse por su camarote. 

- Es tarde... Me he quedado dormida... - Se levantó y miró el vendaje que cubría su herida. Parecía estar bien ya que se mantenía blanco. Sabía que si se hubiera manchado de sangre podía ser porque algún punto hubiera saltado, pero también sabía que Julio era muy cuidadoso y había hecho un buen trabajo. 

Se vistió, poniéndose una nueva camisa, también una de sus preferidas (casi todas lo eran, o cuando se le rompían era lo que decía). Y se puso los pantalones que había llevado por la mañana. Se entretuvo en cepillarse el cabello y ponerse bien el pañuelo que evitaría que cayera sobre sus ojos. Tras calzarse las botas cogió el sombrero y salió del camarote con la idea de pasar por la cocina a ver si podía coger algo de comida.

Cuando entras en la cocina ves que hay tres platos preparados en una de las mesas del comedor. El olor de la comida te atrae con fuerza, pero cuando te acercas escuchas a alguien aclararse la garganta.

Mirándote severamente está Feisal, vuestro cocinero.

- Si quieres comer primero tendrás que limpiar todo eso - Dice señalando una gigantesca pila de cacharros sucios con gesto autoritario. - Llevo esperándote desde esta mañana. Así que ya te estás poniendo.

- ¡Oh! ¡No...! - Keira se llevó la mano a la frente al ver toda aquella montaña de cacharros. - Lo había olvidado por completo... Pero... ¿No te han informado que tengo que hacer reposo? Si hago según que gestos se me pueden saltar los puntos y ¿no querrás eso, verdad? - La joven se había levantado un poco la camisa, enseñándole a Feisal el vendaje que envolvía su torso. 

- Lo siento, tendrás que decirle a mi padre que la apuesta se retrasa... - La joven se aprovechaba de su estado. Era verdad que para fregar los cacharros podía ponerse ligeramente en peligro, pero también, si fuera otra actividad hubiera ignorado las heridas. Pero si eso le ayudaba a librarse de fregar todo aquello se aprovecharía de la situación.

Se acercó a donde estaban los platos esperándola. - Uhmmmm... Que buena pinta que tiene, estoy famélica... -

Vas a coger el filete cuando algo te golpea fugazmente en la mano. En un momento Feisal se ha colocado enfrente tuya y te mira con gesto acusador, con los brazos cruzados.

- Ahora.

Unos pasos resuenan en la entrada de la cocina. El cocinero mira hacia allí.

- Y vosotros, llegáis tarde. No pego toda la mañana cocinando para que dejéis que se echen a perder los platos. Así  que también fregaréis. Entre los tres no tardaréis mucho.

- Pero... pero... - en la entrada Pol y Blake intentan buscar una réplica, pero el semblante del otro hombre y la cuchara con la que defiende los platos no dan lugar a contestación ninguna.

Los dos miran asombrados y, dándose por vencidos, se dirigen hacia la enorme pila.

Feisal tenía un corazón duro y cruel y no se compadecía de la pobre Keira. La joven se había quedado con el cubierto en la mano, suspendido en el aire, y se acababa de girar para mirarle con ojillos tristes - Pero... - Su voz murió al escuchar los pasos y una sonrisa sesgada asomó a sus labios al ver de quienes se trataban.

Keira se también se acercó a la pila de platos, colocándose entre su padre y Pol. - Chicos, sois muy amables... No me esperaba este detalle de vuestra parte... - La joven había cogido uno de los platos y estaba empezando a meterlo en el barril del agua. Odiaba fregar, era algo que siempre intentaba evitar y hacía todo lo posible por evitarlo, pero en aquel momento le hizo gracia hacerlo junto a ellos dos.

Pol simplemente refunfuña, diciendo cosas como que "el hijo de un rey no debería estar fregando".

El humor de tu padre es todavía peor.

- Yo gané, no debería estar haciendo esto. - Te da una pequeña colleja con la mano mojada. Te das cuenta de que está totalmente sudado y huele bastante mal.

Entre los tres termináis en apenas 10 minutos. Cuando terminan, los dos hombres empiezan a comer de sus respectivos platos, agotados.

- Aisss... No te quejes... Estoy herida y no debería estar aquí fregando. Tendríais que haberme traído la comida a la cama y cuidar de mi... - Keira les sacó la lengua e intentó evitar la colleja de su padre, pero no fue suficientemente rápida. - Ayyy... Bruto... - Aunque se quejara, una sonrisa bailaba en los labios de la muchacha

Keira arrugó la nariz al sentir el olor que desprendía su padre. Entonces fue cuando se dio cuenta de que venía sudado y echo polvo.

- Pero... ¿Qué habéis estado haciendo? - Les preguntó una vez terminaron de fregar y se acercaron a la mesa para poder degustar su ganada comida. Se sentó en una silla y empezó a devorar la comida mientras esperaba que le respondieran, realmente tenía hambre...

- He estado entrenando en las bodegas. - Deja de comer un segundo y dobla el brazo haciendo fuerza. Una enorme bola de músculo asoma apretada contra su camisa. - Sigo en forma, pero me estoy haciendo viejo. Y no puedo fallar. El asalto en Avalon debe ser rápido. Todo el mundo tiene su función y debemos actuar con firmeza.

Pol, ¿has preparado lo que te dije? Y tu, Keira, ¿estarás lista?

Observa a Blake hacer su demostración de fuerza.

- La verdad es que ya te salen las canas. Y si, lo tengo todo preparado. Lo he envuelto en unos fardos, para que te lo puedas atar. - Se gira hacia ti- Yo leyendo, ya sabes. Intento no practicar demasiado con la espada, no sea que un día te de una verdadera paliza.. - dice entre bocado y bocado.

Ante la última pregunta de tu padre te mira con curiosidad.

- Sí, lo estaré... - O eso espero... Keira quería que su padre estuviera orgulloso de ella y haría todo lo que le había pedido. Empezaría a entrenar esa misma tarde, no lo haría muy duro ya que los movimientos bruscos le resentían las heridas, pero no quería quedarse ociosa hasta llegar a Avalon. 

Enarcó una ceja al escuchar a Pol y lo miró con un suave brillo en los ojos. - La próxima vez no te lo dejaré tan fácil... - Le respondió mientras sus mejillas se teñían levemente del color de la grana. - Eres inaguantable... - Refunfuñó medio en broma. Le quería muchísimo, pero le sacaba de sus casillas que siempre le recordara que era más rápido que ella. Le sacó la lengua y volvió nuevamente su atención al frío filete que había en su plato. 

Cuando termina de comer el capitán se levanta.

- Bueno, me retiro a mis cosas.

Te remueve el pelo con cariño, descolocando el sombrero y el pañuelo y sube hacia la cubierta. Pol se empieza a acomodar para leer, pero la voz de tu padre os llama.

- ¡Corred! ¡Venid, venid! ¡Mirad esto!

Keira levantó la mano para despedirse de su padre mientras continuaba comiendo. Cogió una hogaza de pan y partiéndola, colocó el trozo de carne que le quedaba en medio y se la llevó a la boca. 

Casi estuvo a punto de atragantarse al escuchar la voz de su padre llamándoles. Se golpeó en el pecho y tosió un poco mientras se levantaba de un salto.

- Sí, ya vamos... - Dijo volviéndose hacia Pol y haciéndole un gesto. Tras eso empezó a subir los escalones de dos en dos. Olvidándose una vez más de los puntos que recorrían su estómago.

Todos los marineros están agarrados a la barandilla. Apelotonados, observan una escena que los deja prácticamente paralizados.

- El camino de coral... - murmura uno de los marineros.

A medida que el sol se va poniendo los rayos de luz se reflejan inclinados en una enorme coral alargada y estrecha, debajo de la superficie del mar. El resultado es un "camino" dorado que cruza por debajo del barco y se pierde en el horizonte. - Dicen que si lo sigues encontrarás el 7º Mar.

Nadie contesta, embobados como están con el fenómeno prácticamente mágico. Poco a poco los hombres van volviendo a sus actividades y aun después de que se vaya el sol, el fulgor dorado acompañará al navio algunas horas, iluminando con más fuerza la noche.

- El camino de coral... - Keira había oído hablar de ello hacía muchos años, pero nunca había sido testigo de aquella maravilla. Se asomó peligrosamente por la borda mientras observaba el fulgor que emitía el coral bajo los cálidos rayos solares.

El 7º Mar... A Keira le habría encantado poder seguirlo, descubrir si aquellas leyendas eran ciertas. Pero sabía que no podían, así que se contentó con contemplar aquella maravilla.

Sin darse cuenta, los marineros que se habían asomado junto a ella, poco a poco empezaron a volver a sus quehaceres. Pero no así Keira, que seguía embobada contemplando el camino de coral.

Y así, poco a poco, se hace la noche. Cenáis en la cubierta, a la luz del coral, animando la velada con alguna canción subida de tono. Pronto estaréis a vista de Avalon y la concentración deberá ser máxima. Aprovecháis una última noche de alegría y jovialidad, compartiendo un momento de compañerismo que se ha labrado a lo largo de los años.

En mitad de la velada, Keira se subió a su silla llamando la atención de todos los marineros y levantó su vaso mientras sus ojos ambarinos se clavaban con calidez en su padre.

- Marineros, propongo este brindis por el capitán Blake. Él ha hecho que todos seamos una familia. Nos encontró y nos dio una nueva oportunidad, una familia a la que pertenecer y por la que luchar. Mañana llegaremos a Avalon y será el momento de poder demostrarle que ha hecho un buen trabajo - conmigo... Una sonrisa sesgada había asomado a sus labios y asintió con un suave movimiento de cabeza. - Esto va por ti, capitán... Y por todos vosotros... - Terminó diciendo mientras alzaba más el vaso y después se lo llevó a los labios para apurarlo de un trago.