Partida Rol por web

Ann, que había subido el fusil nada más pisar el suelo llano...
- Por fin, por fin, por fin... - murmura tras un suspiro. 
... se acerca, tras bajarlo al monolito primero, antes que a la puerta. 
- Antes de abrir y ver qué nos espera, mejor saber qué es esto... porque dejarlo a nuestras espaldas y que nos reviente el culo no me parece la mejor idea... - y se pone a inspeccionarlo, primero sin tocarlo, buscando algún jeroglífico o algo que explique qué es y por qué está ahí... después mirando si se puede abrir, cómo y para qué.

- Yo no tocaría eso, señorita White. - sentencia una voz que Ann y Michael reconocen al instante - Podría volar por los aires todo el templo, - el hombre aparece tres metros a la derecha del monolito desde debajo del suelo por una compuerta elevadora - sin mencionar la mitad del planeta...

Giró como un rayo al oír una voz nueva a sus espaldas. Mientras le apuntaba con el fusil, intentó ver al recién llegado con la luz tenue de la sala. Parecía un civil, sin armas. Decir que su repentina aparición fue una sorpresa sería quedarse corto.   Quien demonios es ese? - se preguntó mientras esperaba alguna aclaración por parte de White, que aparentemente le conocía y ojeando de nuevo la estancia. Al parecer se nos pasaron muchas puertas secretas... Como haya mas en esta sala, la tenemos clara.

¿O'Riordan vivo? ¿Era un goa'uld, un truco de los jaffa o había pasado por un sarcófago? Varias personas le apuntaron pero él le reconoció. Tiró el papel de la chocolatina y se acercó a él al aire casual, pero con una mano sobre la cartuchera de la pistola.

-Creía que éramos los únicos del SG-11 vivos. Más vale que me explique como está aquí entre nosotros y por qué. La última vez que le ví... le daba por muerto.

Intentó distinguir con cierto disimulo si tenía marca de entrada en el cuello, de algún goa'uld.

- Dese la vuelta lentamente y agache la cabeza. - dice Ann apuntándole con el fusil. - ya sabe, por... si acaso... - hace un gesto con una de sus manos, emulando a una serpiente, antes de volver a agarrar con fuerza el fusil, al darse cuenta de que no debe soltarlo, no cuando está apuntando a alguien...

Los ojos del hombre se iluminan al tiempo que empieza a reírse con una voz gutural - Para ser tan lista como los recuerdos de este humano dicen, pecas de estúpida, jovencita. - sentencia dando dos pasos adelante y sonriendo de manera psicotica mira al capitán Bromhead - He venido a ofreceros una salida en nombre del gran y generoso dios Ra. - junta sus manos frente a su cadera aunque apenas pueden verse sus dedos por las anchas y largas mangas de la túnica blanca que viste - Si volvéis a vuestra ridícula nave y abandonáis este planeta, os devolveremos a los capturados a excepción del ejemplar aquí presente y el otro experto civil... - murmura algo en goa'uld que no llegáis a escuchar - Ese tal Arthur. - añade ladeando la cabeza levemente - Si decidís continuar luchando, os mataremos, aquí y ahora. - concluye ampliando aun más su arrogante sonrisa.

Nada más el goa'uld que posee a Brannagh termina de hablar, varias compuertas elevadoras se abren y a través de ellas aparecen múltiples jaffa que os apuntan con sus armas.

Todos sabéis que es una trampa, que en cuanto bajéis las armas moriréis o seréis capturados e infestados y poseídos por una de aquellas serpientes, tal y como le había pasado a aquel hombre. Los militares lo sentís en los huesos, vuestro instinto grita en vuestro interior, avisándoos de que si aceptáis os atacaran aprovechando que estáis desarmados. Jamás hay que confiar en un Goa'uld. Es el primer punto dedicado a esa raza alienígena en el manual.

Sabía lo que iba a hacer Tyler, y lo que tocaba. Como guerrero, no tenía miedo a la muerte, no si el enemigo estaba delante y podía atacarle. Quizá moriría él, o alguno de los miembros del comando. Pero prefería eso a pasarse la vida entera siendo un esclavo de los go'auld. Porque, aunque trataran de mentirles, eso era lo que iba a pasar si se rendían. Los jaffa habían cometido un error, que era aparecer y apuntarles sin disparar, acabando con el efecto sorpresa.

-Claro, hombre, claro... -dijo- Pero tengo una cosa que decir antes de rendirme.

Aquello parecía un duelo del salvaje oeste. Tenía que ser rápido. Hizo una mirada hacia sus compañeros, como distraído. Sabían lo que tenían que hacer. Era la hora de poner las armas en ráfaga o full auto, y soltar un universo de disparos sobre aquellos hijos de puta. Volvió a mirarle, poniendo una cara inexpresiva, como de póker.

-¿Por que no me comes la punta de la polla?

Acto seguido alzó su M4 y descargó dos ráfagas concentradas contra el go'auld O'Riordan. Con todo su cariño.