Partida Rol por web

Consigues abrirte paso por el espeso y profundo bosque, sin dejar que nada te distraiga. Antes de que te des cuenta ya has abandonado la espesura y vuelves a estar en terreno conocido, pero vas a contrarreloj puesto que el sol está cada vez más bajo y el crepúsculo amenaza con arropar la bóveda celeste. 

Estás a medio camino entre la laguna y el Claro cuando ves algo que llama tu atención. Unas gotas de sangre en unos arbustos seguida de un rastro sinuoso que se para a los pies de un árbol. Allí, desplomado y sin vida, se encuentra un cuerpo cubierto por armadura de pieles y un charco de sangre a su alrededor...

Me acerco con rapidez al cuerpo, por si tengo alguna posibilidad de ayudar al pobre infortunado, pero desgraciadamente, compruebo que está muerto. Toda la paz que me acompañaba desde que deje la laguna ha desaparecido, sustituida por un fuerte sentimiento de tensión del que soy incapaz de huir. -¿Qué ha podido ocurrir?- Me repito a mi mismo que posiblemente no se haya tratado más que de un animal que le haya podido sorprender, pero no acabo de creérmelo, ningún animal dejaría el cuerpo así sin más.

No puedo evitar pensar en mis compañeros perdidos, y miró con ansiedad el rostro del muerto. -¿Qué está ocurriendo?- Son demasiadas dudas e interrogantes, y también demasiadas coincidencias como para atribuir al azar como causa de todo esto. Trato de buscar también la causa de la muerte, para hacerme una idea de lo que ha podido suceder; Nindë se encuentra a mi lado, y tal vez por causa de la sangre se encuentra en un estado de tensión, escrutando las sombras a un lado y a otro, como esperando que se materializara un enemigo desde ninguna parte.

Tus temores se hacen realidad cuando te acercas al cadáver y miras su cara. Se trata de uno de tus compañeros druidas, el elfo Aramil. Te fijas en sus heridas y enseguida descartas que se trate del ataque de un animal. Tu compañero ha muerto a causa de múltiples heridas en el pecho, producidas seguramente por algún tipo de hoja de filo.

-Aramil- pienso para mí -¿Por qué está ocurriendo esto? ¿Qué está pasando?- No lo comprendo, ¿por qué iba a querer nadie acabar con la vida de Aramil? ¿Es que alguien pretende evitar que se lleve a cabo la ceremonia? Pero ¿quién?, no más importante aún ¿por qué?.

Si es así, no puedo entretenerme mucho. No soy capaz ni tengo tiempo de averiguar mucho más, debo volver cuanto antes. Es suficiente con saber que esto no ha sido un hecho fortuito. Me despido de mi compañero, pero no siento lástima por tener que dejarlo. Su cuerpo ahora se fundirá con la naturaleza, y pasará a formar parte del bosque y seguirá vivo en cada árbol y cada rama.

En cambio, lo que ocurrirá con nosotros, los vivos, es incierto. Por eso salgo corriendo junto con Nindë, no debo retrasarme lo más mínimo. A saber lo que ha podido ocurrir mientras he estado fuera.

Consigues volver a tiempo al Claro, donde Erdan, Fahuna y Chaedrii están esperando. El sol ya se ha puesto y la noche empieza a abrirse camino con la luna emergiendo a lo más alto rápida e inexorablemente, bañando con su radiante luz plateada todo el bosque.

- Al fin has llegado, sano y salvo por lo que veo, hermano Elnaemil - te recibe el archidruida Erdan con los brazos abiertos - El resto de nuestros hermanos no han llegado todavía. Temo que les haya pasado algo, no es normal que falten a tan solemne celebración y más sin avisar.

No puedo evitar inclinar la cabeza antes de responder con pesadumbre -Lamento decir, Maestro, que he encontrado el cadáver de Aramil no muy lejos de aquí. Y no ha sido a causa de un animal, ha sido una persona la que ha acabado con su vida. Temo que al resto de nuestros compañeros le haya ocurrido lo mismo. Alguien debe de desear que la ceremonia no se lleve a cabo.-

Al decir esto recuerdo también el objetivo de mi misión y añado -Pero he realizado el ritual- digo mientras le entrego la hoz. No puedo evitar que mis ojos se vuelvan un momento hacia Chaedrii al decirlo. -La hoz ha sido bañada en las aguas del lago-

Chaedrii, que te estaba observando detenidamente, se da cuenta que la miras y aparta su mirada, ruborizada.
Erdan recoge la hoz y la alza por encima de su cabeza, dejando que la luna bañe la hoja con su luz. La hoz emite un fulgor azulado al recibir los rayos de la luna y Erdan Fuego Argenta asiente ante tus palabras - Es una auténtica pena las noticias que portas, hermano Elnaemil. Si los demás hermanos han corrido la misma suerte que Aramil, sin duda existe una seria amenaza ante nosotros. Pero por suerte la ceremonia podrá llevarse a cabo gracias a tus acciones.

Fahuna, la mujer minotauro, se acerca a vosotros, haciendo temblar la tierra a cada paso que da - Maestro, hermano Elnaemil, ya es casi la hora - dice con una profunda voz que transmite paz y serenidad. Su porte, estatura y cornamenta son imponentes y sus ojos, grandes y enternecedores, brillan a la luz de la luna. La hembra se encara contigo - El Maestro Erdan y la hermana Chaedrii recogerán el fruto del árbol - te pone la inmensa palma de su mano en tu hombro, cubriéndolo por completo - En nuestros hombros recae la responsabilidad de vigilar las inmediaciones en busca de cualquier amenaza. Debemos mantener atentos los cinco sentidos, hermano Elnaemil.

-Como indiquéis.- le digo a la gran mujer. Acarició la cabeza de mi fiel compañera y le susurro -Éstate preparada Nindë. No sabemos lo que puede ocurrir.- Los recientes acontecimientos me han puesto en guardia, y tengo la sensación de que algo oscuro nos acecha. No temo por mi propia vida, pero no soy el único que correrá peligro si algo sucede. El Maestro Erdan, Fahuna,... Chaedrii. Y eso sin contar al resto de mis compañeros que todavía no han llegado y que probablemente hayan corrido la misma suerte que Aramil.

Tanto yo como la pantera escrutamos los alrededores, atentos a cualquier sonido y a cualquier sombra que pueda transformarse en un enemigo.

Erdan Fuego Argenta y Chaedrii toman sus posiciones debajo del árbol de Valion, mientras que Fahuna se va a la otra parte del claro a vigilar mientras tu haces lo mismo en tus inmediaciones. 

Todo está en silencio, una calma espantosa que te eriza los pelos de la nuca. Una ligera brisa mece las hojas de los árboles pero nada hace pensar que haya nadie más en el claro, salvo vosotros.

En ese momento, Chaedrii empieza a entonar una canción mística en el idioma élfico y Erdan levanta la hoz sobre su cabeza. La hoz, refulgente de un color azulado, capta la luz plateada de la luna y refleja sus rayos, potenciándolos como si fueran los rayos del mismísimo sol. Por un momento el centro del claro, bajo el árbol de Valion, se ilumina como si Erdan portase una antorcha y finalmente, el archidruida dirige los rayos de la luna hacia el gran árbol, mientras Chaedrii sigue entonando el himno místico, su voz se eleva y se esparce por los cuatro vientos, sonando como si estuviera en todas partes. 

Ante los rayos reflejados y potenciados a través de la hoz, las hojas doradas del árbol de Valion comienzan a vibrar y a brillar, con una luz a cada segundo más intensa, ahuyentando las sombras en torno al claro como si aquello fuese una gigantesca pira en medio del bosque...

Por fin, el ritual va a ser llevado a cabo y al parecer, todo está en orden. La muerte de mis compañeros me sigue preocupando, pero comprendo que tengo que centrarme en mi tarea. Por suerte, cuento con la ayuda de Nindë que da vueltas de un lado a otro, preparada para cualquier eventualidad. Además, Fahuna vigila por el otro lado, asegurándonos así de que cubrimos todo el territorio.

El espectáculo que produce Chaedrii cantando, y la luz plateada de la luna reflejada en la hoz es tan hermoso que no puedo evitar lamentar no estar en condiciones de perderme en su belleza. Pronto las hojas del árbol comienzan a brillar, y gracias a su luz, al menos podré ver los alrededores con mayor claridad.

Gracias a la intensa luz que desprenden las hojas del árbol, el frío destello de un metal llama tu atención y una sombra de forma humanoide se revela. Ataviado con ropas oscuras y la cara cubierta con una capucha, no consigues divisar de quién puede tratarse, pero está agazapado entre unos matorrales, a la espera, con una daga desenvainada en la mano.

La letanía de Chaedrii sigue su curso y Erdan comienza a elevarse lentamente mientras algunas hojas empiezan a dejar de brillar...

El gruñido gutural de Nindë me devuelve dolorosamente a la realidad. La visión de la figura en las sombras me había dejado totalmente paralizado por las dudas. ¿Quién era esa persona? Y sobretodo ¿Qué quería? Desde luego, sus intenciones no parecían amistosas en absoluto. Teniendo en cuenta, además, todo lo que había ocurrido en el día de hoy, no podía por menos que dudar de las intenciones del desconocido.

No me gusta atacar sin más, sin hacer preguntas. Pero no estábamos en una situación como para andarse con remilgos. Con un leve gesto de mi cabeza, mi pantera se lanza hacia el desconocido tratando de pillarle por sorpresa mientras yo me mantengo en mi puesto, y empuñando mi arco, apunto directamente a mi enemigo, tratando de inutilizarle desde la distancia, aunque sin llegar a matarle. Hay muchas cosas que quiero saber e intuyo que él puede tener las respuestas.

La flecha surca el aire hacia mi rival, sin embargo, la oscuridad de la noche y mi temor a matar a mi rival me hacen errar el disparo. Debo de haber alertado a mi enemigo, pero antes de que este tenga tiempo de reaccionar, Nindë se lanza sobre él. Su primer ataque resulta inútil y solo hiere oscuridad, pero el otro se encamina directamente hacia el desconocido. Dudo mucho que esperara encontrarse con una pantera surgida de la nada.

Mientra tu flecha vuela hacia la oscuridad del bosque, Nindë se abalanza sobre el acechador que has descubierto y lo tumba en el suelo, clavando una de sus garras en el pecho y le arranca un tremendo grito de dolor. El hombre, o al menos eso piensas al escuchar su grito, se defiende como puede y forcejea con la pantera.

Chaedrii está totalmente en trance, con los ojos en blanco, siguiendo con la letanía y llenando con su voz todo el claro. El brillo de las hojas del árbol termina por desaparecer y tan solo dos puntos en la inmensidad de las ramas brillan con fuerza. Se trata de las nueces que están listas para ser recogidas.
El archidruida Erdan se eleva hasta las alturas, donde se encuentran los puntos brillantes, y siega los frutos de Valion con la hoz, cuyo resplandor místico todavía perdura.

Pero parece que el acechador que has encontrado no es el único. Al otro lado del claro observas cómo Fahuna corre hacia las sombras y, transformándose en un enorme lobo de pelaje marrón, con un poderoso salto se abalanza sobre alguien que grita de dolor.

Dos encapuchados más salen al paso. Uno se dirige hacia Chaedrii, espada en mano con aviesas intenciones y la elfa parece no darse cuenta de lo que se le viene encima. El otro sale por tu izquierda y va claramente a por ti...

No tengo tiempo para pensar, ni siquiera para plantearme lo que está ocurriendo, o si estoy actuando como debería. Imitando a Fahuna, dejo que me invada la energía del bosque, dejándome llevar por esta. Para cuando vuelvo a abrir los ojos ya no soy un hombre, sino un enorme lobo. Con toda la velocidad que me permiten mis cuatro patas, avanzo hasta Chaedrii, interponiéndome entre ella y su agresor. Abro las fauces, tratando de morder a mi rival y descubro con placer que brota sangre de la herida que le he infringido.

En el otro extremo del claro, Nindë sigue centrada en su propio rival, al que sigue tratando de desgarrar. Y desde la distancia puedo ver que, por lo visto, sus ataques están dando resultado. No creo que tenga muchas oportunidades para escapar de la pantera.