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21 de enero de 1866
Ciudad de Kyoto, Japón

Los tres días habían pasado con rapidez, y el amanecer del día 21 fue luminoso y despejado. El clima era frío, pero no había nieve, ni viento, y las calles estaban limpias. Akari y Juzoh habían limpiado, adecentado, y ordenado todo el Templo y la casa de los Ichijo para dar la bienvenida a los invitados que tendrían que ir llegando en pocas horas. Padre se había marchado a buscar algunos documentos más, pero volvería pronto.

Los dos hermanos sentían la tensión expectante del que no tiene nada más que hacer, y sólo aguarda a que lo que tiene que pasar, pase.

21 de enero de 1866
Ciudad de Kyoto, Japón

El día había llegado por fin. El capitán Washizuka y Kaori estaban listos para acudir a la reunión que se celebraría en casa de los Ichijo, y pronto sabrían más datos para hacerse una idea de cuán grave era el problema. No habían podido descubrir nada que les pusiera sobre la pista de Shikyoh, pero era normal al no haber podido alejarse de Kyoto. En cualquier caso, ya habría tiempo de hacer que el asesino probase la hoja de sus katanas...

Ahora, debían ponerse en camino hacia el Templo de la familia Ichijo.

21 de enero de 1866
Ciudad de Kyoto, Japón

Kyoto estaba tal y como Moriya lo recordaba. El aire frío de la mañana recorría las calles que había visto tantas veces en su infancia, junto a Gaisei y sus hermanos. Era un día muy frío, pero soleado, y quedaba poco rastro de las nieves del día anterior.

Shigen y Moriya habían llegado a marchas forzadas, justo a tiempo de descansar un poco antes de encaminarse al templo de los Ichijo, donde se celebraría la reunión. Antes, habían pasado por la casa de Gaisei, pero la habían encontrado cerrada. Kaede debía haberse puesto ya en marcha hacia Kyoto, así que lo verían pronto.

21 de enero de 1866
Ciudad de Kyoto, Japón

Lee había desembarcado en Yokohama sin problemas, después de tomar un barco en Shanghai. Como el maestro Okina bien había aventurado, el joven monje había tenido el tiempo justo de coger un pasaje para llegar a tiempo a su destino. De no haberse puesto en marcha inmediatamente, no habría llegado a la reunión...

Pero ya estaba en Kyoto, en mitad de sus calles bañadas por el sol radiante de una mañana fría de invierno. El aire era casi gélido, pero él tenía otras cosas en la cabeza. Tenía que volver a encontrar el Templo de la familia Ichijo, donde ya había estado un año antes al salvar a la hija mayor del onmyoji, Hikari. Quizá podría preguntar a alguien para orientarse, o tratar de recordar el camino por sí mismo...

Nada más recibir los consejos de su maestro, se apresuró a ordenar y colocar sobre su espalda su petate de viaje.Se despidió de todos sus hermanos en el patio y partió raudo al puerto de Shanghai donde cogería el barco que le llevaría a Japón.Se mostró preocupado durante el trayecto marítimo, pendiente de si llegaría o no a tiempo a la reunión, pero finalmente momentos antes de que el barco echara anclas en Japón, supo que iba bien de tiempo, relajándose momentáneamente, pues pronto se percataría de que los recuerdos que tenía sobre el templo, eran turbios y confusos.Puestos a equivocarse, prefería preguntar.

Andaba por las calles pensativo, intentando aprovechar algunos de sus momentos de mayor lucidez para sonsacarle información a sus recuerdos, pero parecía no tener suerte.Así pues, nada más vio pasar a un lugareño, le paró amablemente y con un gesto de cortesía chino -colocando una de sus manos curvadas sobre la otra y agitando la suma suavemente hacia adelante y atrás- procedió a hablarle.

-Perdone buen hombre, ¿me podría indicar el camino hacia el templo de la familia Ichijo?- su tono era suave y cortés, su mirada plácida y tranquila, su rostro relajado y abierto a entablar cualquier conversación.

Habían sido tres días frenéticos. Cada uno a su manera, se había encargado de que la casa estuviera lista para la reunión. Juzoh había encargado comida suficiente para pasar dos inviernos, y había traído leña en grandes cantidades del bosque. Una gran pira calentaría el frontal del Templo, haciendo a la vez de refugio contra el frío, como de señal en mitad de la noche para los rezagados. Le habría gustado comprar algo de sake también, pero aquello era un templo, y no podían permitirse ciertas cosas.

Llegado el día, Juzoh se puso las ropas de ayudante que apenas se ponía, pues le parecía ridículas y poco prácticas. Similares al diseño que usaba su hermana, de un color blanco como la nieve, el gigantón parecía otro con ellas.

- Creo que es lo más apropiado, ¿no? - dijo, mientras esperaba en la entrada, al detectar la mirada divertida de su hermana.

21 de enero de 1866
Ciudad de Kyoto, Japón

Los tres días habían pasado con rapidez, y la mañana de la reunión en el Templo de los Ichijo había llegado, soleada y muy fría. Amano había acudido a buscar a Hibiki a la forja del bosque, donde se notaba mucho aún la ausencia de Genzo. La casa estaba silenciosa, y el calor del fuego no la llenaba como en inviernos anteriores.

Hibiki cerró la puerta y ambos se alejaron después de una breve plegaria en la tumba de Genzo. Tendrían que encontrar a alguien en Kyoto que pudiera indicarles la dirección del Templo, aunque seguramente no sería difícil que alguien conociese su ubicación.

Había dos maneras de llegar al templo de Ichijo, subiendo las escalinatas de piedra desde el centro del la ciudad, o por un sendero entre el bosque.

A pesar del tiempo, Moriya prefirió subir por aquel otro camino, como los antiguos monjes. Parte de ser un samurái, y seguir el Bushido, era poner su alma mortal en contacto con los Kamis¹.

Justo antes de llegar a la cima de la colina donde estaba el templo, se paro ante una piedra grande rodeada con un gran cordón y unas tablillas de madera.

Aquel lugar era un poco menos conocido, pero era donde residía el espíritu de la colina, y debía mostrar sus respetos. Así que se arrodillo y gasto su tiempo, en coger el pincel y mojarlo en tinta para escribir una petición

 私の手を導く

Tras ponerse el papel sobre la frente y rezar a los Kamis, dejo el papel apoyado sobre la piedra. Luego se puso de pie y tras sacudirse termino de subir los escasos veinte metros hasta la parte trasera del templo.

Una vez allí se movió con gran tranquilidad, como si sus pies procuraran no llamar la atención. No era de esos hombres indiscretos, pero algo había aprendido sobre la vida desde que dejara el ala de su maestro. Y era que las palabras más sinceras brotaban de bocas que creían no ser escuchadas. 

Amano, tras haber honrado a su querido amigo, se había quedado a dormir en la ciudad.

No solo es que no quisiera molestar a Hibiki en caso de que le ofreciese alojamiento, pues entendía que la muchacha necesitaría ese tiempo para encontrar la tranquilidad, si no porque también quería poder visitar un par de establecimientos de no excesiva fama de los que había escuchado hablar.

Así pues, tras un par de días de disfrute, A modo de despedida se excusó a sí mismo, fue a recoger a Hibiki.

No puedo prometeros cuánta gente habrá pero si alguno de ellos puede ayudaros, ten por seguro que lo harán. - explicó a la muchacha por el camino.

Aún así... - se rascó la cabeza - tendremos que preguntar a algún guardia por el Templo de los Ichijo cuando lleguemos, ya que nunca he estado en él. - y se rió con una sonora carcajada.

21 de enero de 1866
Ciudad de Kyoto, Japón

La mañana era soleada, pero muy fría. Zantetsu había llegado a Kyoto sin problemas, a pesar de haberle separado una gran distancia desde el lago Biwa. A pesar de lo avanzado de su edad, su condición física seguía siendo envidiable, y podía viajar a pie tan rápido como un hombre normal lo haría en caravana.

Llegó a la capital la noche anterior a la reunión y pudo descansar un rato, pero tan pronto como había salido el sol, se había levantado para buscar el templo Ichijo. No tenía ni idea de dónde estaba, y seguramente llamaría la atención por su atuendo... pero poco le importaba eso. Tenía un objetivo, y eso le bastaba.

Sin rumbo fijo, Zantetsu vagó por la ciudad, preguntando a mercaderes y caminantes sobre la situación del templo. No le importaba que más de uno y de dos le miraran por encima del hombro, o con desconfianza. Sus trajes le producian al anciano el mismo efecto que su kimono podía producir en ellos, quizás incluso una peor sensación.

Se movía lento, disfrutando del paisaje y acentuando un poco una lumbalgia y un encorvamiento de la espalda de las que realmente carecía. Siempre era mejor mostrarse más débil de lo que eras, a fin de no llamar la atención, claro.

-Hermano... estoy sorprendida... has trabajado de verdad y no te has escapado ningún día.

Han conseguido adecentar toda la casa y el templo en tiempo record y solamente ellos dos para hacerlo, como si el lugar fuese pequeño. Por suerte, por las mañanas, normalmente, suelen limpiar así que no ha habido mucha cosa que arreglar. Aunque las habitaciones... eso ha sido otra historia. Han tenido que mirar cuantas habitaciones tenían libres, cuantos futones había, distribuir los lugares para dormir... 

Demasiado trabajo.

-Debería ir al mercado para recoger los pedidos para la comida y la cena. Quizá nos quedemos sin suficiente arroz.

Había pasado los tres días meditando sobre todo lo que había acontecido, ya me encontraba más serena y calmada. Había asimilado todo lo sucedido y no tenía tiempo de seguir lamentando mi desgracia... era hora de empezar a actuar. Una vez que me encuentro con Amano y me habla un poco sobre esa gente que nos vamos a encontrar le pregunto por el camino:

- ¿De qué conoces a los qué van a asistir a la reunión? -Pues poco me había contado de ella, en otro ocasión hubiese sido más discreta pero tenía especial interés en saberlo.- ¿Son amigos tuyos?

Puedo suponer a quién habrá remitido misiva el viejo Genzo, - respondió Amano sonriendo - otro asunto es que todos la hayan recibido y puedan llegar.

Lee, el monje shaolín, - comienza a enumerar levantando un dedo - los hermanos Akari y Juzoh... Washikuza, el antiguo capitán - el hombre sonríe con añoranza ante este último nombre pero continúa - los hermanos Kaede, Moriya y Yuki...

Grandes guerreros todos. - reconoce. - Con los que tuve el honor de luchar cuando un hombre comenzó a manejar poderes por encima de los que cualquier persona debería...
 

El panorama de guerreros parecía muy esperanzador y según Amano ya habían derrotado a alguien con oscuros poderes... ¿Podría ser el hombre que busco el mismo que derrotaron ellos en el pasado? Aunque así fuese sería indiferente, el tema es que debo detenerle y vengar a mi padre.

- ¿Así que puede que la historia se este repitiendo? -Hago una pequeña pausa.- ¿Cómo conseguisteis parar a ese hombre tan poderoso? Si no te importa me gustaría escuchar la historia, tenemos todavía mucho camino por delante.

Amano parece un tipo muy simpático aunque no sé mucho acerca suyo, pero si me padre confiaba en él debo confiar yo también. Además me empezaba a caer bien. Juntos desbarataremos los planes de ese malvado hombre, ojalá podamos contar también con la ayuda de sus amistades.

21 de enero de 1866
Ciudad de Kyoto, Japón

La mañana era soleada pero fría, muy fría. El viento se había levantado hacía un rato, y dio la bienvenida a Okina, Yuki y Kaede mientras llegaban a las calles de la capital. La ciudad del Emperador empezaba a despertar con los primeros rayos del alba, y sus habitantes se dirigían ya a sus quehaceres cotidianos.

Yuki sentía el frío sobre su piel, pero afortunadamente el clima era mucho más benévolo que en Rusia. Kaede caminaba a su lado, con la katana enfundada en su saya. Junto a ellos, el maestro Okina abría la marcha, manteniéndose a su paso sobre su tortuga enorme.

- El Templo de los Ichijo es sencillo de encontrar -dijo el maestro-. Aún falta un rato para que empiece la reunión, así que si tenéis algo que hacer, hay tiempo. Pero será mejor no demorarse demasiado...

Cuando Akari dijo esas palabras, Padre apareció junto a ellos en la estancia en que se encontraban. Estaba serio, como siempre, pero parecía resuelto y tranquilo.

- Es preferible que te quedes aquí, Akari -dijo-. Mandaré a alguien para que recoja la comida y la traiga. Será mejor que vosotros recibáis a nuestros invitados según vayan llegando.

Luego posó la mirada en Juzoh e incluso esbozó una media sonrisa.

- Vaya, ya era hora de verte bien vestido por una vez.

Era raro oír bormear a Padre, así que era de suponer que no se encontraba de mal humor. Seguramente fuera porque Hikari había pasado buena noche, lo cual era una estupenda noticia.

- Voy a consultar algunos de los documentos más relevantes que trajísteis -dijo-. Cuando lleguen los primeros invitados a la reunión, hacedles pasar y avisadme. Espero que no se retrasen y podamos empezar pronto...

Dicho lo cual, les saludó antes de darse la vuelta y se alejó.

Mientras caminaban entrando en Kyoto, Amano e Hibiki pudieron ver que algunos habitantes de la ciudad ya se dirigían a sus quehaceres. El hombre aprovechó para preguntar la dirección como tenía planeado, sería mejor que fiarse de sus escasos conocimientos sobre los templos de la ciudad. Él prefería frecuentar otros locales...

Fue sencillo encontrar a alguien que pudiera indicarles el lugar al que debían dirigirse, y emprendieron el camino sin demora. Por suerte, el Templo estaba sólo a unas manzanas de allí y desde luego el edificio no tenía pérdida. Pronto estarían en la reunión.