Partida Rol por web

24 de enero de 1866
Puerto de Nagoya, Japón

La tormenta había sido terrible en el sur. Refugiados en la seguridad de la pequeña cabaña en la que habían pasado la noche, los miembros del grupo habían podido casi ignorar la violencia de la nieve y el viento. Pero en las tierras más meridionales, el tifón había golpeado con toda su dureza y arrasado campos, bosques y casas. Corrían rumores de que la región de Kii y la isla de Awaji habían llevado la peor parte, y estaban totalmente devastadas. Pero el puerto de Nagoya tampoco había salido mucho mejor parado...

El viaje les había llevado todo el día, y cuando por fin llegaron antes del anochecer, la vista les dejó desolados. El cielo, aún encapotado, cubría un mar de color gris sucio en el que los restos de las pequeñas embarcaciones hundidas bailaban entre las olas. Todo el camino se había llenado de barro, y las construcciones menos resistentes estaban hechas trizas en el suelo. Incluso el fuerte de madera del puerto estaba semiderruido y la mayoría de sus cañones tirados en el fango. Aquí y a allá, los habitantes del pueblo se afanaban por arreglar los desperfectos, pero quedaba todavía mucho trabajo por hacer y en sus rostros se adivinaba el desánimo.

Afortunadamente, todavía quedaban barcos a flote. Tendrían que encontrar lo antes posible uno que les llevase hasta algún puerto cercano a Edo.

Amano observó el panorama que tenían delante y negó con la cabeza.

—Estuve aquí hace tiempo —dijo—. No tenía nada que ver con lo que veo ahora. Menudo destrozo... En fin, tendremos que apañárnoslas para conseguir un barco.

El puerto de Nagoya está devastado. La tormenta ha sido tan fuerte que ha acabado con todas las embarcaciones pequeñas y ha causado grande daños en las casas de la ciudad. Pero, a pesar de todo, tienen que encontrar un transporte hacia el norte. Las embarcaciones más grandes resisten.

-Somo un pueblo que se hace fuerte contra las adversidades. Nagoya saldrá adelante.

Las imágenes de destrucción removieron el estómago de la muchacha. En cierto modo, había algo que le hacía intuir que todo aquello tenía que ver con la puerta que se había abierto. Los desastres ocurrían con más frecuencia de la deseada, sí... pero todo aquello tenía un aura extraña que le punzaba el estómago. Su mirada se poso en las ruinas. No había cadáveres a la vista, pero si multitud de historias truncadas en forma de kimonos sucios y amontonados en charcos, cerámica rota y mercancía desperdigada. El ambiente era tan diferente al que se había encontrado en el puerto de Yokohama unos días antes, lugar al que se había desviado la embarcación precisamente por una tormenta.

–Espero que no haya habido muchos muertos... Una casa puede arreglarse, la muerte...– Yuki agitó la cabeza, intentando alejar esos pensamientos. Lo último que quería y que necesitaban era contagiar aquel estado anímico al resto. – Da igual. Debemos encontrar un barco...y aún más difícil, alguien que quiera gobernarlo. Después de la tormenta puede ser complicado.

Sin darse tiempo a tener malos pensamientos, Yuki comenzó a buscar con la mirada alguien que pudiese ayudarles.

-La muerte es solo un paso- le dije a mi hermana apoyando una mano en su hombro - tan solo un estado por el que todos pasaremos antes de volver a la rueda del destino para reencarnar, por eso es importante que nuestros actos hagan la diferencia, al final los dioses nos recompensarán...- tras decir eso miré todo el lugar, la desolación era casi absoluta pero eso no podía frenarnos ahora, debíamos seguir adelante y nuestra gente se hacía fuerte en las adversidades tal cuál lo había dicho Akari.

-Busquemos un buen barco y partamos de inmediato-

Sin perder tiempo, el grupo recorrió el destartalado muelle que tenían más próximo. Los lugareños apenas les prestaron atención, apurados como estaban con las reparaciones. Algunos comentaban que el cielo seguía teniendo mal aspecto, y que aunque lo más grave había pasado, aquella no había sido una tormenta normal. Tenían miedo de que volviera, con más potencia, y arrasara con todo esta vez.

Había varios barcos en el agua, algunos de ellos occidentales, bastante grandes y anclados a unos cincuenta metros de la costa. No era probable que fueran a partir pronto, y sería difícil que alguno aceptase llevarles aún si su destino era algún puerto cercano a Edo. Los capitanes gaijin no solían fiarse de los japoneses, y menos de un grupo tan variopinto como el que ellos formaban.

Las otras alternativas eran algunos barcos de pesca que se mecían amarrados a algún poste, pero eran pequeños para que pudiesen caber todos con holgura y no durarían ni tres minutos en una tormenta fuerte. La mejor apuesta era sin duda un barco de carga que estaba cerca y que tenía espacio suficiente, pero la tormenta parecía haberlo dañado y ahora estaban reparándolo. Si tardaban mucho tiempo, podía ser demasiado tarde...

Juzoh se rascó la cabeza, pensando cuál podría ser la mejor opción. No se fiaba un pelo de los pequeños barcos de pesca...

—Deberíamos intentar ir en ese —dijo, señalando al barco de carga—. Si les echamos una mano, igual podemos ahorrar tiempo con la reparación y aceptan llevarnos.

Lee giró la cabeza para observar el muelle y se llevó una mano al mentón. A su pesar, tenía experiencia en viajes marítimos y algo le llamaba la atención.

—Este puerto es grande para tener tan pocos barcos amarrados —dijo—. Tal vez el resto se haya hundido... o tal vez los hayan subido a tierra para guarecerlos de la tormenta. Quizá si preguntamos, descubramos más opciones...

Estudia las diferentes opciones que tienen frente a ellos. Los barcos gaijin quizá fuesen la mejor opción, pero seguramente no será gratis y no pueden gastar su dinero a la ligera. Y más, teniendo en cuenta que no tienen muy buen concepto de ellos. Solo queda, entonces, buscar una opción económica.

-Los desperfectos de aquel barco son enormes y quizá tome mucho tiempo repararlo, pero no podemos dejarlo a un lado. En dos grupos: uno podría interesarse por otros barcos en tierra y que estén dispuestos a zarpar hacia Shizuoka y puertos cercanos. El otro se interesará por preguntar sobre el barco en reparaciones. Con las dos informaciones, decidiremos. ¿Qué os parece?

–Yo iré a hablar con los occidentales. Quizás alguno salga pronto y su ruta nos convenga.– resolvió Yuki– Además, sus barcos son muy buenos y bastante rápidos. 

La chica meditó unos segundos la situación. Era cierto que los occidentales desconfiaban de los japoneses, pero ella podía pasar perfectamente por una gaijin. No podía decirse lo mismo de su hermano y el resto de sus compañeros.

-Creo que será mejor que, aunque dividamos los grupos como dice Akari, cuando vaya a ver esos barcos lo mejor es que me acerqué sola, al menos de primeras. Tendremos más posibilidades de tratar con el capitán.

-Te acompañaré- le dije a Yuki- pero de lejos, creo que ya sé lo que vas a intentar hacer, me mantendré a una distancia prudente por si hay problemas, tan solo has una señal, de acuerdo? Después de todo yo también creo que los barcos occidentales son la mejor opción-

-O tal vez sabían que veníamos y han destruido los barcos intencionalmente.- añadió Hibiki quedamente al comentario de Lee, observando el pasaje desolador de caos y destrucción que se simbraba ante los ojos desconfiados de la jovencita.

-La idea de Akari me parece estupenda...pero...pero no traigo demasiado dinero.-comentó Hibiki despistadamente, y luego volteó a ver a Amano, mientras la lamparita de aceite hacia combustión en su cabeza*.-Amano!!, a lo mejor tu podias regatear un viaje en barco, como lo hiciste con los caballos!!, seguro que tambien tienes un amigo que esté metido en el mundo naval!.- dijo Hibiki dando unas palmaditas infantiles entusiasmadas.

Amano escuchó la propuesta de Hibiki y se rascó una cabeza.

—Pues... la verdad es que no conozco a nadie por aquí, pero...

Pensó durante un momento y la idea no le pareció mala.

—Quizá podría probar —dijo—. Aunque no sé de cuánto dinero disponemos, pero supongo que no es el momento de ser tacaño. Llegar a Edo es la prioridad ahora.

Juzoh asintió a la propuesta de su hermana. Seguía pareciéndole que lo mejor era intentar ir en un barco japonés... y a ser posible, que fuera lo bastante grande como para no sentirse agobiado hasta llegar. No le hacía gracia la perspectiva de acabar en el fondo del océano si estallaba una tormenta.

—Vale, pues vamos a ver qué nos dicen —dijo, señalando al barco en reparación—. ¿Vienes conmigo, Akari?

Lee asintió y se colocó bien la larga trenza que le daba una vuelta sobre los hombros.

—De acuerdo —dijo—, pues si lo he entendido bien, Yuki y Kaede preguntarán a los gaijin... mientras Juzoh y Akari tratan con los dueños del barco dañado. Y mientras tanto, Amano y Hibiki se ocuparán de tantear a los barcos más pequeños.

Carraspeó y pensó a qué grupo sería mejor que él mismo se uniese. Tras unos segundos, pareció decidirse.

—Creo que acompañaré a los Ichijo —dijo—. Si los dueños del barco aceptan el trato de llevarnos a cambio de nuestra ayuda, seré más útil allí que en un regateo o una conversación con los occidentales... Podremos ponernos a trabajar enseguida, y cuanto antes esté reparado el barco, antes partiremos.

Todo parece decidido así que solo queda ponerse en marcha. Aunque no es buena idea separarse aun más, es la única forma de abarcar las diferentes opciones sin que se haga de noche.

-Entonces, vamos. No podemos perder más tiempo del que ya estamos perdiendo. Además, si al final tenemos que reparar el barco, es mejor hacerlo cuanto antes.

Mira a los demás.

-Buena suerte. Nos encontraremos aquí en... ¿2 horas? Debería ser suficiente para investigar.

–Supongo que sí, salvo en el improbable caso de que algún barco salga antes. En ese caso podemos imitar una lechuza para reunirnos...– Yuki esbozó una tensa sonrisa ante aquella muestra de negro humor. No volvería a ver a aquellas aves del mismo modo. Tampoco es que fuese a durar mucho aquel "problema". –Es broma... Si algún barco sale antes, tratemos de encontrarnos lo más rápido posible. Venga hermanito, vamonos

A pesar de las circunstancias, y aunque estaba preocupada por los cabos que aún estaban sueltos, Yuki parecía algo más animada que en la cabaña. El cuerpo seguía doliendo, pero el alma empezaba a resurgir con fuerza.

Después de despedirse, Yuki hizo un gesto a su hermano con la cabeza señalando uno de los barcos en los que se había fijado. No había muchos, pero si los suficientes para probar suerte con más de uno si no les aceptaban. Entornando los ojos, trató de distinguir la nacionalidad de los navíos mirando las banderas marítimas.

Por lo que Yuki y Kaede podían ver, había tres barcos de hechura occidental en la bahía, y dos de ellos estaban amarrados muy cerca del puerto. Uno de ellos tenía una bandera a rayas blancas y rojas, con una serie de estrellas sobre fondo azul en el cuadrante superior izquierdo. Yuki reconoció la bandera como la de un país que llamaban los Estados Unidos, y que por lo visto estaba al otro lado del océano. El otro barco tenía una bandera con tres franjas de color rojo, blanco y azul. Por un momento, pensó que era francés, pero luego se dio cuenta de que las franjas eran horizontales. Debía ser de los Países Bajos, una nación europea. Y el que estaba más lejos enarbolaba una bandera mitad azul, mitad blanca, con un escudo rojo rematado por una corona. Era el pabellón de los nam-ban, la nación que se conocía como Portugal.

Aquello podía hacer un poco complicado comunicarse con la tripulación... aunque de estar anclados allí, no era descabellado pensar que hubiese alguien a bordo que hablara japonés.

Juzoh asintió y se despidió del grupo con un gesto. Luego se echó el Kongo Rakan al hombro y empezó a andar hacia el barco en reparación, con Akari a su derecha y Lee a su izquierda.

No tardaron mucho en llegar cerca del astillero, y allí el grandullón se detuvo y se rascó el mentón, examinando la nave. Era un típico barco de carga japonés, de buena hechura y robusto, pero sin duda muy castigado por la reciente tormenta. Aunque tampoco parecía que fueran a tardar una eternidad en repararlo, y no cabía duda de que toda la tripulación era japonesa. Uno de los hombres, que parecía estar a cargo de la reparación, dirigía y daba órdenes a los demás. Tal vez fuera un capataz o el incluso el propio capitán del barco. Juzoh se encogió de hombros.

—Vale, pues... probemos con ese —miró a su hermana—. Creo que deberíamos hablar tú o yo, Akari. No te ofendas, Lee... pero se ve a un han de distancia que eres extranjero. Creo que se fiarán más de uno de nosotros.