Partida Rol por web

Tombstone: Dead Lands

Capítulo 4: Perseguidos y malditos

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02/09/2010, 20:57
Predicador

El Predicador aprovechó que el ingles se puso el traje de faena para pedirle tanda al cirujano. El sacerdote apartó la mano llena de sangre que llevaba colocada todo el rato en el costado y enseñó una horrible herida de bala. Aquel tiro había hecho estragos en el cuerpo del cura, y si no era atendido lo antes posible, muy probablemente no llegaría a ver el amanecer siguiente, definitivamente.

Boyle, me haría usted un gran favor si usase su magia con este agujero que tengo aquí después de atender al apache.....

Luego habló para todos.

....Amigos, deberíamos considerar hacer guardias para poder descansar un rato. A mi me gustaría hacerla lo mas tarde posible, para poder recuperarme de la "intervención medica". Necesito ponerme a dormir enseguida, a no ser que alguno todavía tenga cosas interesantes que contar.

El Predicador acabó la frase como si hubiera lanzado un reto, y miró a los compañeros uno a uno para intuir si todavía les quedaban secretos en la recamara.

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03/09/2010, 00:46
Frank

La respiración regular y profunda de Frank dejan patente que ya está dormido.

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03/09/2010, 02:56
Stephen Boyle

 Por supuesto, caballero de profundas creencias. Le atenderé luego del señor Dakota, ya que gracias a él pude usar el artilugio flamígero que bien les supliqué que me colaboraran, pero mi clamor cayó en oidos sordos... Stephen no era suceptible a los reproches, sin embargo tanto en las labores de ciencia, de sociedad y de exploración, se vigilaba la misma regla básica: El ser humano es gregario, por lo tanto debe trabajar en concordancia y armonía para garantizar la supervivencia del grupo.

Mientras dice estas palabras, usa un 50% de la emulsión en las heridas del enorme nativo, con el cuidado que diese un lord al esparcir paté de foie gras sobre un canapé de una reunión social.

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03/09/2010, 07:27
Dakota

 

Dakota tenía varias cosas que responder al somnoliento periodista, principalmente concernientes al desaparecido compañero de andanzas. No compartía para nada sus apreciaciones acerca de la vida y la muerte, y hubiera podido explicarle de forma sencilla y contundente los motivos por los cuales había llegado a pensar que Danny Chang ya no estaba en el mundo de los vivos.

También tenía una posición tomada con respecto al destino que deberían seguir, pues había cavilado largo rato sobre el tema, arribando finalmente a una conclusión bastante interesante que deseaba compartir con todos.

Incluso tenía serias intenciones de designarse a sí mismo como voluntario para alguna de las guardias.

Sin embargo, para cuando Boyle se acercó a una de las esquinas del recinto, donde se hallaba tumbado el macizo cuerpo de su compañero, no necesitó de gran perspicacia para adivinar el significado de aquel tremendo pecho expendiéndose y contrayéndose con irregularidad.

Dakota dormía a pierna suelta, profiriendo sonoros ronquidos. O, al menos, lo que en un cuerpo normal pasarían por ronquidos. En verdad, casi parecía desmayado, como Boyle pudo comprobar luego de manipular con sorprendente libertad todos los cataplasmas que había fabricado. Algunos de los sonidos que emanaban de su garganta no auguraban nada bueno.

El cuerpo del indio era un mapa de cicatrices, cada una más extraña e imposible que la otra. Aún tenía aquel “mordisco” tan antinatural y aberrante en el torso, una hilera interminable de dientes marcados todo a lo largo de su pecho, desde la cuarta o quinta costilla izquierda hasta casi tocar el hombro derecho, comprometiendo de paso parte del cuello y del rostro. Por pura casualidad no había tocado ningún órgano vital, y era un verdadero milagro que todos los huesos aún se mantuvieran en su lugar. La presión ejercida por aquellas mandíbulas descomunales debería de haber sido brutal.

Realmente el apache tendría serios problemas para explicar aquella herida. El inglés se pasó largo rato repasando sus lecciones de historia natural. Sencillamente, no había criatura en el mundo capaz de producirla.

Inmerso en esos pensamientos, el perspicaz académico casi pasó por alto el resto de las lesiones que laceraban la curtida piel del apache. Sin embargo, pronto reparó en otras quizás más inverosímiles aún.

Había contusiones, magulladuras, arañazos, hematomas, rasguños y, por supuesto, también las omnipresentes marcas de plomo, prácticamente en todos sus calibres. Incluso encontró quemaduras de distintos grados, y en diferentes etapas de evolución.

Sin embargo, las heridas más recientes eran unos cortes profundos que aún supuraban y dejaban escapar de tanto en tanto algunos borbotones de sangre pastosa y brillante. Parecían haber sido provocados por garras de algún animal enorme… inusualmente enorme.

 

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03/09/2010, 13:12
Director

Finalmente, el gentleman y el clérigo se encuentran solos al cargo del tren. Tras un día tan duro como el vivido, y después de comer y beber agua en abundancia, el descanso se hace difícil de resistir.

Mr. Boyle aprovecha para atender las heridas del Predicador. Mientras lo hace, se asegura de explicar todo lo necesario de los fundamentos de un tren a vapor como para que el inglés pueda descansar también sin miedo.

De hecho, la charla de Stephen tiene un efecto sedante, y algunos compuestos que suministra el  improvisado médico al cura para poder extraer la bala sin excesiva tortura provocan somnolencia. Dadas las circunstancias, parece prudente que el británico sea el encargado de la primera guardia, y así lo deciden ambos. Stephen Boyle se mantiene vigilante mientras sus compañeros duermen.

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04/09/2010, 04:47
Stephen Boyle

 Luego de una fuerte taza de té improvisado con agua calentada al calor de la caldera, Stephen usa la carrilera como camino para esconder sus huellas. Si encuentra un cruce hacia un paso fluvial, frenará el tren suavemente, cambiará las líneas y luego cubrirá sus huellas adelantando la distancia del tren y colocando la bifurcación en la posición contraria. Un trabajo arduo, pero que seguramente salvará la vida propia y de sus guardaespaldas.

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04/09/2010, 15:11
Director

Stephen despierta al Predicador que, a pesar de haber descansado solo un par de horas, ya está algo más recuperado. No hay novedad; el tren parece seguro mientras conserve la ventaja sobre sus perseguidores, pero la prudencia exige mantener las guardias.

Es el turno de Boyle para descansar, y el Predicador queda al cargo de la locomotora y la noche oscura y tranquila.

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04/09/2010, 19:29
Predicador

El Predicador buscó un lugar en el que poder estar sentado pero sin estar demasiado cómodo. Porque aunque se había recuperado bastante gracias a la intervención de Boyle y a un corto pero reparador descanso, todavía estaba bastante cansado como para caer en la somnolencia fácilmente. Allí se quedó, vigilando en silencio cualquier cambio en la tranquilidad de la noche y rememorando todo lo ocurrido en los últimos días.

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05/09/2010, 10:58
Director

Las horas nocturnas pasan silenciosas y lentas. El Predicador vela por el sueño de los demás procurando no caer él mismo en el embrujo hipnótico y somnífero del regular traqueteo del tren.

Lo cierto es que todo el peligro parece haber quedado atrás, e incluso los habituales ruidos nocturnos de la llanura resultan tranquilizadores. Pájaros, grillos, y algunos coyotes aullando en la lejanía; a pesar de su simpleza, el sonido de lo natural se había echado de menos en Purgatory, esa Ciudad Fantasma sin vida.

Pero algo pone sobre aviso al sacerdote. Uno de los aullidos de coyote no queda atrás por el recorrido de la locomotora, sino que permanece con ella. El aullido se detiene, pero el Predicador sabe que ha venido del mismo tren, probablemente de uno de los vagones de cola. Otro ruido se escucha en la misma dirección. Un sonido apenas percibido, amortiguado por la distancia y acallado por el traqueteo de las ruedas del tren, pero que debe de haber sido fuerte para haberse dejado notar. El nuevo ruido ha carecido de toda consistencia o propiedad identificable - un golpe, una voz... - pero la dirección sí está clara. Parece haber algo vivo en los vagones traseros.

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05/09/2010, 18:23
Predicador

Tras escuchar varios ruidos seguidos el Predicador decidió acercarse a Frank y despertarlo. Se debía investigar qué es lo que estaba pasando, pero el sacerdote sabía que no era inteligente ocuparse él solo. El cowboy era de los que seguían más enteros y por eso escogió despertarle a él. El cura llamaba al pistolero mientras zarandeaba con cuidado su brazo. Frank....Frank, despierta. Creo que no somos los únicos que viajamos en el tren, me parece que hay alguien en los vagones de cola y no ha comprado billete.

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05/09/2010, 23:16
Frank

Las palabras de el Predicador resuenan en algún lugar remoto del subconsciente del cowboy, entremezclándose con sueños que terminarán por convertirse en pesadilla.

El sabor agrio de la bilis en la boca del pistolero le hace tomar consciencia de la realidad y de dónde está. Solo tiene que levantar la mano y apuntar con el revólver al pater. No de manera amenazante, sino dando la sensación de que el acero es una parte más de la carne. Ni en casa el vaquero duerme con la pistola lejos...

- ¿Qué? dice somnoliento.

Más ardor estomacal...

- Por todos los diablos, más fantasmas no...

El cowboy se incorpora esperando un informe más detallado de los ruidos que han alertado a el Predicador.

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07/09/2010, 17:54
Predicador

El Predicador se dispuso a explicar los sospechosos ruidos que había oído. A ver cómo se lo explico para no parecer un tarado. Verás.....me ha parecido escuchar primero el aullido de un coyote, que no se alejaba por el movimiento del tren como los demás, sino que parecía provenir de uno de los vagones traseros. Luego he oído otro ruido en la misma dirección, bastante fuerte, pero no sabría decirte qué era.

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08/09/2010, 09:37
Frank

- Maldita sea mi suerte...

Frank no se caracteriza por sus valores solidarios ni por su sacrificio. Ha omitido la ayuda y el apoyo en varias ocasiones en las últimas horas... incluyendo el no haberse jugado el pellejo para salvar al chino. Cada vez que lo ha hecho ha sido por una razón sencilla: riesgo-beneficio. Pero en esta ocasión, el riesgo de no acompañar a el Predicador a ir a investigar nuevos fenómenos paranormales, supera el beneficio de seguir plácidamente dormido y ser sorprendido en mitad de un sueño reparador. Así que se levanta gruñendo, pistola en mano.

- Vamos...

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08/09/2010, 18:50
Director

 Dakota, Boyle y Eckhardt siguen disfrutando de un sueño del que parece no podría despertarlos ni un disparo. Frank no ha sufrido heridas tan graves como las de Dakota, y es mucho más duro de pelar que los dos pie tiernos. Además, sus años de cowboy le han enseñado a despejarse rápido y a actuar cuando tiene que hacerlo.

Imagen hospedada en la web

Los dos abandonan la locomotora para moverse, haciendo equilibrios por las estrechas y cortas pasarelas que conducen de un vagón a otro, hacia la cola del tren.

Ahora no se oye ninguno de los ruidos que habían alertado al Predicador, pero éste sabe que los sonidos no auguraban nada bueno. Tras pasar el vagón del carbón y atravesar un compartimento-cama, seguramente para la tripulación, llegan al establo, donde descansan seis caballos perfectamente acomodados y alimentados. El Predicador descubre, gratamente sorprendido, que uno de los animales es su ejemplar blanco. Dejando las explicaciones sobre esas monturas para otro momento, los dos hombres continúan su paseo hacia los furgones de cola, de donde vinieron el aullido y el golpe.

Los dos siguientes vagones son de pasajeros, aunque ahora estén tan desiertos de viajeros como la Ciudad Fantasma de habitantes. Las filas de sillas están cubiertas del polvo de desierto, y entre cada hueco entre asientos que se va desvelando siempre parece que va a aparecer un pequeño pero terrible monstruo, o bien un cadáver, pero nunca es así. A la luz de la luna el tren es tétrico; probablemente un efecto secundario de pasar tanto tiempo en Purgatory... o quizá es que lo peor del pueblo fantasma ha acompañado a los intrusos en su huida.

El penúltimo vagón ya es un viejo conocido: el almacén repleto de pólvora, dinamita y nitroglicerina. Los explosivos pueden ser útiles, pero los dos hombres reconsideran de repente la prudencia de transportar una carga así. Quizá la nitro sea una apuesta demasiado arriesgada. Junto a todo ese peligroso cargamento hay un ataúd repleto hasta los bordes de dólares, lingotes de plata, joyas y algo aún más temible que todos los explosivos. El vaquero y Dakota se han traído un recuerdo de Purgatory.

En ninguno de los lugares pasados por Predicador y Frank había nada que pudiera explicar los sonidos. No queda otra opción que seguir.

Por fin llegan al vagón de cola, pero al acercarse se dan cuenta de que el paso está bloqueado, pues la puerta que comunica con el resto del tren está cerrada toscamente con una gruesa cadena y un candado. La cadena sujeta el pomo con fuerza, pero para unir la puerta con su marco alguien ha tenido que hacer un agujero en la madera, por el que pasan los eslabones de metal. El vagón no estaba hecho para ser cerrado sólidamente, pero ahora lo está. La cadena es demasiado amplia, y ha sido fijada demasiado suelta, de modo que la puerta puede abrirse en una u otra dirección, aunque no más que un palmo. De sobra para ver, pero insuficiente para que una persona pase, a no ser un niño quizá.

No hay más que empujar la puerta y mirar por el resquicio. Sea lo que fuera lo que llamó la atención del Predicador, tuvo que venir de este lugar misteriosamente cerrado.

 

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08/09/2010, 19:56
Frank

Al pasar junto al ataúd y ver el oro, el cowboy recuerda el maldito objeto. El cofre.

En un murmullo de aviso dice al Predicador: - Ni se te ocurra tocar nada de esto, amigo. No se trata de avaricia, sino de aprecio. Todo eso está maldito. Deja que sea Dakota quien lo maneje...

Frank sigue avanzando sin dar pie a ninguna pregunta por parte de su interlocutor.

Cuando llegan al vagón de cola, el vaquero hace un gesto de silencio.

- No pienso fisgonear como una vieja tras las cortinas... No quiero que me vuelen la cabeza desde dentro.

Toma la pistola y encañona la cadena. Frank mira al Predicador esperando la venia.

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08/09/2010, 20:11
Predicador

Cuando pasaron junto al ataúd el Predicador dio por buena la advertencia de Frank y no tocó nada, de todas formas, el sacerdote no era demasiado avaricioso. En cambio, cuando Frank pidió la opinión al cura antes de disparar a la cadena, su reacción no fue la misma, la discreción siempre es una virtud en la mente del Predicador, aunque....¡qué demonios!. El sacerdote hizo un bufido de descontento mientras desenfundaba el revólver negro. Buffff....hazlo.

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08/09/2010, 20:41
Director

Notas de juego

El Predicador regresa al Purgatorio.

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08/09/2010, 22:19
Frank

Los finos labios de Frank se tuercen en una medio sonrisa. Sin dejar de mirar a los ojos de El Predicador, el cowboy aprieta el gatillo.

¡BLAM!

Puerta abierta...

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09/09/2010, 15:35
Director

Un denso nudo de eslabones recibe el tiro y la cadena se rompe por dos puntos. Ya libre de ataduras, la cadena es arrastrada hacia el suelo por el peso del candado, intacto, y cae sobre la madera con un ruido sordo. Como si la puerta cerrada estuviera conteniendo una corriente de aire, al ser liberada el batiente gira hacia fuera, haciendo que Frank tenga que dar un paso atrás para no recibir su impacto.

Al fondo del vagón recién abierto hay una figura familiar para el vaquero. Su silueta es lo único que puebla este compartimento, por lo demás vacío.

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09/09/2010, 15:43
Jugador

Hola, vaquero.

El sombrero negro, tomado prestado a uno de los bandidos muertos vivientes, es muy parecido al suyo propio. El mismo que ahora lleva Frank. La baraja de cartas es la misma que la primera vez que el cowboy lo vio, aunque ahora esté manchada de sangre. Con todo su aspecto de tahur recién salido de Nueva Orleans, el sombrío habitante de la Ciudad Fantasma no parece haberse conformado con quedarse en su pueblo.

Antes de que me dispares... dijo el tipo, que indudablemente ya conocía a Frank. A la vez, levantó un naipe, un Dos de Diamantes, cuando el gesto esperado para acompañar a tales palabras habría sido más bien levantar la palma de la mano.

Antes de que me dispares repite déjame daros alguna explicación.