Partida Rol por web

Kara volaba y su visión de rayos le permitió saber, mientras lo hacía, qué dirección tomar para enfrentar al potencial poseedor de la gema. Parecía una criatura enorme, con cuernos, y estaba combatiendo contra Lobezno. La chica supo aquello cuando el esqueleto de adamantium del hombre se dejó entrever por medio de los poderes de la kriptoniana.

Una vez sabida la dirección que tomar, lo hizo sin meditar sobre nada más que auxiliar a Wolverine.

-¿Me extrañaste? Oh, eres un aguafiestas, no me esperaste para darle unos buenos golpes al toro este. Pero no te preocupes, vine a ayudar con la decoración de este laberinto patético, por ejemplo con la cabeza de un minotaurio en la pared principal.  -

La chica sonrío con esa sonrisa de publicidad de dentífrico y se aproximó al monstruo para intentar darle el primer golpe.

Lobezno terminó obviando el toro. No le hacía ni caso, y estaba harto de hablar solo, y ver cómo el animal se limitaba a ignorarlo. Creyó que no era más que una pérdida de tiempo quedarse allí a ver cómo rumiaba o hacía cosas de toros. Poco le importaba al mutante.

Siguió andando, rayando la pared de su izquierda con las garras de metal, y se giró en cuanto lo oyó.

Frunció el entrecejo, sin poder creerse que hubiera alguien más allí, y pestañeó al ver a Kara, echándole en cara el haber comenzado la fiesta sin ella.

—Eh, nena, el toro pasa de mí. Y de ti también lo hará— aseguró Lobezno—. No pierdas el tiempo con él, y sigue andando para salir de este laberinto.

Se sorbió la nariz con un leve ruido, y señaló la encrucijada que tenía cerca.

—Tiraré por la izquierda, ¿vienes?— le preguntó, sonriéndola.    

Kara volaba y su visión de rayos le permitió saber, mientras lo hacía, qué dirección tomar para enfrentar al potencial poseedor de la gema. Parecía una criatura enorme, con cuernos, que se hallaba en el centro del laberinto. Lobezno estaba combatiendo contra un toro, la chica supo aquello cuando el esqueleto de adamantium del hombre se dejó entrever por medio de los poderes de la kriptoniana.

Una vez sabida la dirección que tomar, lo hizo sin meditar sobre nada más que auxiliar a Wolverine.

-¿Me extrañaste? Oh, eres un aguafiestas, no me esperaste para darle unos buenos golpes al toro este. Pero no te preocupes, vine a ayudar con la decoración de este laberinto patético, por ejemplo con la cabeza de un minotaurio en la pared principal.  Que estará un poco más adelante...

La chica sonrío con esa sonrisa de publicidad de dentífrico y se aproximó a su compañero. El toro que estaba junto al hombre no era importante, pero sí el monstruo... el que poseía la joya.

-Veo al guardián de la gema, cariño. Es un tipo mitad hombre, mitad toro. Este zodíaco está del coco... vamos, creo que sé por dónde ir.

Activada su visión de rayos, ese punto no era tan difícil, al menos por ahora.

Lobezno envidió los poderes de la chica rubia. En cuanto dijo cómo era el portador de la gema y dónde estaba, se dio cuenta de que la necesitaba más de lo que creía.

—Estupendo— se limitó a decir, con una sonrisa ladeada, y mostró sus garras, brillando a la luz de las antorchas—. La caza va a dar comienzo.

Tenía ganas. El hecho de no haberse podido desquitar con el toro y su pasotismo, le habían dado las excusas suficientes para atacar a lo primero que le viniera en gana, y aquel minotauro o lo que fuera iba a ser el primer plato.

—Vamos— indicó Logan, señalando con la cabeza el corredor que tenían delante, y yendo tras Kara, pues era ella quien sabía dónde estaba exactamente aquel monstruo.

Desconfiaba, aún con todo, de aquel toro inmutable, y se preguntó si pasaría algo con él en cuanto atacaran a aquel minotauro. ¿Los atacaría? ¿Protegería al portador de la gema con toda su fuerza de voluntad?

Logan gruñó para sus adentros, mientras daban un paso tras otro, y arrugó la nariz, pensando que lo próximo no le gustaría nada. 

Con la ayuda de la visión X de Kara, Lobezno y la supergirl no tardaron en alcanzar al guardián de esa fase. Tal y como había visto la rubia, se trataba de un hombre toro, cuerpo de hombre y cabeza de toro. Pero no poseía unas astas normales, al contrario, eran de un tamaño descomunal, tan descomunal como lo era su altura, pues duplicaba en tamaño a los dos metahumanos. 

Su tamaño impresionaba a cualquiera que estuviese junto a él, pero aún era más sorprendente el gran hacha que tenía en sus manos, cuyo metal le resultaba especialmente conocido a Lobezno. Además, en la punta de unos de sus cuernos brillaba una esmeralda que lo identificaba como el enemigo a derrotar de esa parte.

Con cuidado, y tratando de no hacer mucho ruido, aunque de poco servía ya, después de haber dado aquellos berridos al toro de antes, Lobezno llegó a donde Kara indicaba, y se quedó con la mirada perdida en el tamaño descomunal de aquella criatura.

—Vaya— murmuró, notando algo extraño en su estómago.

Tragó saliva con dificultad, y se preguntó dónde tendría un puro para poder llevarse a la boca. Miró a Kara de soslayo, y compartió una mirada de complicidad. Debían de cargárselo. Sólo tenían que llegar a esa gema que brillaba en lo alto de su asta, y se acabaría el juego. O eso le hubiera gustado creer a Lobezno.

Con sus garras brillando, las miró, algo sonriente, y, de nuevo, contempló al monstruo, bufando por la nariz al darse cuenta de que compartían bastante más de lo que hubiera creído.

—Qué bien— se limitó a decir, reparando su mirada en la enorme hacha.

De nuevo, miró a Kara, y asintió. Era hora de ponerse en acción.

—¡Ahhhh!— gritó, como de costumbre, lanzándose contra el toro, y tratando de acertar en sus piernas para desestabilizarlo y hacerlo caer. 

Kara vislumbró a la enorme criatura poniendo en su rostro una expresión de "what the f...?" debido al tamaño de esa cosa. Además de sus astas, su hacha y su fortaleza, estaba el hecho de que poseía la gema, por la que debían combatir para pasar al siguiente nivel.

Miró a Lobezno y entre ambos se suscitó una complicidad. Era hora de ser violentos y la kriptoniana no tenía problema con ello.

-Vamos, entonces- respondió al grito animal de su compañero -voy a usar toda la frustración de no haber magullado siquiera a la idiota rubia anterior con el señor Minomolesto, aquí.  

Cerrando su puño derecho ascendió por los aires con la esperanza de golpear a esa masa de músculos en los pectorales. Por la apariencia de la criatura bien podría ser que su masa fuese más dura que todo lo que Kara hubiera experimentado, sin embargo tenía que intentar primero lo simple.

"Tengo que tratar de molerlo a golpes, la diplomacia no me queda bien en estas situaciones.  "

-¡Nunca disfruté de las corridas de toros, amigo, pero por ti haré una excepción... si hasta tengo la jodida capa roja puesta!  

Tanto Kara como Lobezno decidieron un ataque directo contra aquel híbrido. Los puñetazos de Kara golpearon sin parar los pectorales del hombre bestia pero para lo único que servían eran para aplastarle las chinches. Además, al golpearle tantas veces y tan repetidas, Kara se terminó haciendo daño. Tenía un cuerpo tan duro como la kriptonita y eso hacía que Kara se sintiese dolorida de tanto luchar. ¡No podía creérselo! ¡Era la primera que le pasaba algo así, especialmente sin estar la piedra cerca! ¿O acaso estaría por allí escondida?

Algo parecido le pasó a Lobezno. Sí, logró impactar. Y sí, logró hacerle un agujero. Y sí, logró hacerle mucho daño. Pero no, de nada sirvió. El hombre bestia, no sangraba. Parecía sentir algo, dolor seguramente, pero se mantenía estoico, como si aquella batalla no fuera con él. Y fue entonces cuando alzó su hacha de mitrhil contra Kara pero se le resbaló de las manos de una forma muy torpe, quedando así rápidamente desarmado y vulnerable contra sus enemigos.

Sus brazos se movilizaron con celeridad sobre ese cuerpo del monstruo y… golpearon de nuevo. Pero nada. “¡Qué, ¿de qué está hecha esta cosa?” pensó Kara, arrugando el ceño. Sus puños siguieron intentando dañarlo pero la lastimada terminó siendo ella. La joven observó sus manos adoloridas, con moretones y; cuando subió la vista, el enorme bicho estaba empuñando su hacha.

“Por todos los soles del universo, esto va a doler…” pensó mientras se cubría con los brazos en cruz, en un intento de detener el impacto, sin embargo la fortuna le sonrío, y el hacha se escapó de las manos del Minotauro. Fue recién entonces que notó que tampoco Lobezno le había podido hacer daño.

-Es como las cucarachas… que no hay manera de matarlas… –dijo frustrada. Se preguntó si en este enemigo habría algo de kriptonita escondida, o si eran las reglas de este universo alterno. Cuestión: preguntarse cosas no solucionaba problemas. Mejor intentar usar el arma que tenía contra sí mismo.

Así que se lanzó volando por el hacha con la esperanza de que le sirviera para darle una buena tunda. –Pero que nadie diga que no tengo más aguante que un insecticida.

—¡SÍIII!— gritó el mutante de manera gutural al ver que conseguía acertar a aquel minotauro en las piernas.

Se enorgulleció de sí mismo, y se hinchó como un pavo, casi esperando a celebrar que ya habían acabado con él.  Pero, no. Por supuesto que no. Allí seguía, estoico, aún sobre sus patas traseras, con aquella enorme arma. Casi podía oírlo reír.

Miró cómo levantaba el hacha por encima de su cabeza, y gritó a Kara algo que no llegó a recordar después, de lo nervioso que estaba. Sin embargo, fue cuando el arma cayó pesadamente sobre el suelo con un golpe sordo.

Lobezno sonrió de manera ladeada, tras escuchar los comentarios de Kara, y vio por el rabillo del ojo cómo cogía el hacha del minotauro.

—¡Ahhhh!— gritó de nuevo el mutante, que se le daba muy bien, volviendo a hacer brillar sus garras de adamanium, y tratando de saltar y clavárselas de lleno en el pecho. 

Repetir el movimiento no sirvió de nada. Lobezno volvió a encajar las garras en el pecho del minotauro, sin que sirviera absolutamente nada. Afortunadamente, el híbrido no poseía un arma con la que apartarle, pero aún así lo cogió con los brazos, se lo arrancó del pecho, pues se le había quedado clavado y lo lanzó por los aires para quitárselo de en medio, con tan mala suerte que en lugar de enviarlo muy lejos, lo lanzó hacia arriba y sin querer le rozó con sus garras de adamantium uno de sus cuernos. El hombre de temperamento lobuno sintió algo en aquel tacto óseo. Resultaba más débil que el resto de su cuerpo, como más vulnerable. En la punta estaba la gema, pero algo más había en ese cuerno, que parecía el punto débil de la criatura.

Kara tuvo tanta mala suerte como la que estaba teniendo el minotauro, y debido a las prisas y por salir corriendo hacia el hacha, terminó tropezando y golpéandose contra el propio arma y el mismo suelo. Se sentía torpe, muy torpe. Sin duda, tenía que haber kriptonita cerca, aquéllo no era normal en ella.

No podía creerse que después de haber vencido a criaturas y a antihéroes mucho más poderosos (según creía Lobezno) que el minotauro, fuera éste quien realmente le iba a costar sangre, sudor y… lágrimas no, porque Lobezno no lloraba.

Con las mandíbulas apretadas, que bien podría haberse roto los dientes, miraba con ferocidad a la criatura a la cual se había quedado enganchado cuando sus garras se clavaron en el pecho del particular minotauro.

Quería gritar de euforia, pero cuando vio cómo los brazos de aquel ser le cogían, y lo apartaban con brusquedad de su pecho, y lo lanzaron por los aires, la sonrisa de Lobezno se atascó en un rictus peligroso en su boca, y miró con cierto pánico el techo, y la caída de después.

Sin embargo, fue un segundo, tan sólo uno, cuando sintió el cuerno del minotauro, su aparente dureza no era más que pura fachada. Logan pudo llegar a intuir, como si tuviera una corazonada, que debían de atacar a los cuernos del ser.

Cuando Lobezno cayó con un golpe sordo al suelo, se incorporó de inmediato, y gritó a Kara:

—¡Nena! ¿Estás bien?— preguntó, preocupado por su conducta—. Esto acabará pronto, de veras. Tenemos que atacar sus cuernos— explicó Lobezno señalando con sus tres garras la punta de la cabeza del minotauro—. Es ahí donde es débil.

Con un gruñido gutural que le salió de lo más profundo de su pecho, volvió a la carga, y trató de dar un salto para cortar con sus garras aquellos cuernos. 

La voz de Lobezno le llegó lejana porque se había dado se cabeza contra el suelo. Debía haber kriptonita cerca, Kara no se había sentido tan estúpida desde hacía demasiado tiempo. Pero incluso así entendió lo que el joven le había explicado. Parecía que el minotauro tenía un punto débil que podían aprovechar para derrotarlo definitivamente.

-Estoy bien... gracias, ya he descansado...-  aclaró en forma de broma, pues más que descansar parecía haber sido debilitada. 

"Su punto débil está en los cuernos, a ellos debemos dirigir los golpes entonces...   "

Dejando el arma del ser de lado Kara estiró sus brazos hacia el aire, cerrando los puños, en un intento de volar. Si lo conseguía se dirigiría hacia uno de los cuernos para tirar de él hasta arrancarlo de cuajo de la maldita cabeza del condenado bicho.

"Vamos, Kara!! Los héroes no se rinden fácilmente, ni siquiera cuando su debilidad se pone de manifiesto.  "

Y así es como Logan y Kara dieron final a aquel híbrido entre un humano y un toro. Lobezno se lanzó a toda velocidad contra el cuerno que poseía la gema, y con una de sus garras logró cercenarlo, al menos una parte de él, pues fue Supergirl la que en un movimiento hábil, que hasta ahora no había poseído, logró agarrar el cuerno y arrancárselo de cuajo. 

Instantes después la esmeralda cayó al suelo y el cuerno comenzó a hacerse más y más grande. Empezó a destrozar las paredes del laberinto a gran velocidad... ¡Debían andarse con cuidado o les aplastaría! O tal vez, simplemente, lo que debían hacer era meterse en el interior del asta, pues parecía que ése era el portal a la siguiente dimensión de ese traidor de Zodiaco.

El feo, la guapa, el viejo y el gracioso de aquella peli se manifestaron en una extraña sala llena de paredes. Parecía un extraño laberinto, pero de pronto, el sonido de una serie de golpes llamó la atención de los presentes. Pues los muros se iban reventando a gran velocidad. Algo había en el centro de aquella sala que se iba haciendo más y más grande e iba destrozando todo aquello que se encontraba a su paso. Parecía una especie de asta o de cuerno. Desconocían lo que era en verdad. Y en determinado momento dejó de crecer. ¡Se habían librado por los pelos!

Pero ¿qué significaba todo aquello? ¿Cuál era el siguiente paso a seguir? No sabían. Pero entonces el reflejo de un brillo metálico llamó la atención de los presentes. Lobezno y Kara se encontraban allí. Muy cerca del centro del cuerno. ¡Habían vuelto a unirse todos! ¡O al menos todos los quedaban con vida! _{De momento...}

Kara y Lobezno consiguieron hacerse con la gema mediante la acción conjunta de sus poderes y una pequeña estrategia de acción. El cuerno contenía la gema y la chica de Kriptón la cogió primero para arrojársela al hombre con una sonrisa. –Guárdamela que luego me gustaría hacerme un colgante con…

Sus palabras se interrumpieron cuando todo alrededor comenzó a temblar.

-Este maldito loco!! ¿Tiene un amor especial por los terremotos o me parece a mí? –se preguntó pero rápidamente descartó la respuesta. El cuerno crecía y destruía todo. Por lo visto era el camino por el cual seguir, así que la joven se abalanzó por la aventura tomando a Lobezno de su mano.

-Perdona la confianza, chico guapo, pero no tengo tiempo de invitarte a un café –le dijo y se zambulló dentro de la abertura que antes había sido solo el interior de un cuerno y ahora seguramente se trataba de un portal.

“Este tipo no sabe el concepto de puerta común, verdad?? Que nadie diga que nos aburrimos con sus juegos pero yo ya quisiera romperle la cara. ¡Maldito imbécil!”

Al menos tenían una gema, una pieza más en este loco rompecabezas.

Lobezno gritó tanto cuando consiguieron arrancarle el cuerno a ese minotauro que apenas entendía qué pasaba a su alrededor. Sólo sabía que su enemigo había caído, y bien tenía ganas de fumarse un puro, beber una buena cerveza y disfrutar de un viaje en su vieja moto. Pero, ninguna de las tres cosas era posible allí, en aquel mundo que parecía no tener fin. Ni piedad.

Cuando vieron la gema, y Kara se la entregó a Lobezno, éste se la guardó en el bolsillo delantero de sus pantalones vaqueros. Notó que pesaba y que parecía que emanaba calor, pero pronto lo obvió, y siguió con lo que tenían que hacer: pasar a la siguiente prueba. Y, claro, no morir por el derrumbamiento.

Sintió la mano fuerte de Kara cogiendo la suya, y la miró extrañado, frunciendo el ceño.

—Eh, nena, ¿pero qué…?— y sus palabras quedaron sofocadas y ahogadas por el ruido que hacía el laberinto al caer.

Se dejó llevar por la rubia, y la siguió hacia el siguiente lugar. 

Entre el polvo que levantaban las piedras, le pareció ver a otras personas. Se preguntó si serían quienes él creía. 

El teletransporte fue brusco, como en cada uno de los portales. Por suerte para Pícara, que podia volar, eso le impedía caerse de culo en cada cambio de escena.

Un laberinto apareció en sus ojos. Algo le sonaba de la mitología. ¿Era griega? Algo de un minotaruo, un hilo de oro o algo por el estilo... Pícara nunca había sido muy buena en los estudios, aunque repartiendo guantazos pocos podían ganarla.

¡Estad atentos! gritó una vez el suelo empezó a temblar. Perdió levemente el equilibrio pero sin llegar a caerse. Y vio cómo esa cosa parecida a un cuerno no dejaba de crecer y crecer. Y miró a sus compañeros. Aquí pocos pueden con algo tan grande pensó jocosa mientras hacía fuerzas y se preparaba para detener el cuerno en seco... Pero no hizo falta. Todo se detuvo.

Qué poco me has durado, cariño soltó mientras se acariciaba el cabello y se lo echaba hacia atrás. Tenían que seguir, el dueño de aquel cuerno debía estar muy cerca.

A no ser que alguien ya se lo hubiera cargado.

¿Logan? ¡Logan! gritó la pelirroja al ver a Lobezno en el centro, cerca del cuerno. Pudo haberla escuchado o no, porque el hombre de las garras atravesó lo que debía ser un portal con Kara

Nos hemos encontrado. Si nos damos prisa podemos reunirnos.

Fue saquear un cuerpo, er… digo, buscar una gema y de pronto nuestro amistoso vecino arácnido se vio transportado junto al resto del grupo al siguiente escenario. Había pretendido recuperar la joia de T’Challa pero eso el director no había dicho nada al respecto. Ahora estaban en algún lugar estrecho y sombrío, o al menos eso pensó el cabeza de red ni que fuese para tomarse una licencia literaria porque sonaba bien. Era un laberinto, aunque poco o nada de tiempo tuvieron para perderse, para variar un poco, no tardó a empezar a venirse todo abajo.

  —Vengaaaaaaaa –protestó Spidey. —¡No me pagan para eso! ¿En serio? ¿Ni siquiera un maldito descanso? ¿Ni que sean tan solo cinco minutillos? ¿Tiempo para inventar nuevos chistes?

  Se había agachado ya, dispuesto a saltar ante el inminente peligro, pero rápidamente aquello que parecía un cuerno detuvo su avance, justo a tiempo. Habían perdido al Rey de Wakanda sin poder darle sepultura digna a su cuerpo, pero por suerte, al menos se habían vuelto a reunir con el tapón peludo y la rubia bonita: —¿Santa Claus?

  En cuanto vio que otros se dirigían al siguiente portal, Spider-man no quiso ser menos. Lanzó una red para capturar al anciano barbudo y llevárselo con él, pues Kara y Pícara podían volar pero había visto a Gandalf correr repetidas veces y sabía que rápido no era especialmente.

  Y mientras se largaban de ahí, tras la máscara, Peter quería llorar:

  —¿Es que no va a terminar nuncaaaaaaaa?