Partida Rol por web

Johnny asintió a Andrew. A pesar de las diferencias lingüisticas, tenían un feeling (palabra inglesa que proviene de Philip, que es algo así como decir Juan Sin Nombre o John Smith, pero referido a tener un metafórico primo Phil en común) que les permitía entenderse con la mirada.

Se puso en pie, y mientras Capunta padre y Capunta hija eran el centro de atención, bordeó la barra y se coló tras ella. Lo siguiente que vió Andrew fue una mano de piel morena aparecer lentamente tras el expositor de bollería. Cogió un donut y se lo metió en la boca. Entero. Dejando un moflete de hámster a cada lado de la boca.

La mano volvió a ascender. Tocaba cogerle otro donut a su gancho en el robo: Andrew. Palpó. No había nada. Movimiento hacia la izquierda. ¡Bingo! O como se dice en turquía: ¡bingo! Este segundo botín lo metió en la riñonera, llenando sus billetes de cinco dólares de azúcar pegajoso. Más adelante podría darle el donut a Andrew y quedarían en paz.

Stan continua sujetando a Elsa, sin dejar de tomarle las muñecas aunque la fuerza de la chica se desvaneciera poco a poco, parece que el ataque de histeria se había pasado y Gerard, el tipo de pelos revueltos y rizados que había allí señala al hombre de mantenimiento - Venga, vamos a mover a este pobre hombre, debe pesar unos ochenta quilos, pero entre ambos sumaremos la fuerza necesaria para no requerir un gran esfuerzo. - El hombre de mantenimiento, un hombre alto y serio en un uniforme azul pasa junto a Mark dando una palmada en el muchacho que ha hecho un elogiable trabajo de templanza, luego ya hablaría con él si tenia ocasión para darle su mérito.

Cuando Fredd, el hombre de mantenimiento semi-incorpora al Dr Capunta se queda parado, prestais atención y veis que realmente el doctor se ha levantado sin que Fredd lo tocara. Son apenas tres segundos, tres segundos en los que todos os preguntais qué ha pasado, en ese tiempo, el Doctor Capunta abre la boca y su mandíbula cruge al desencajarse por la fortísima contracción muscular, se gira sobre sí mismo, sin levantarse del suelo y levanta su brazo derecho

La piel se revuelve y se resquebraja, todos podeis dar unos pasos atrás. Del brazo surjen una especie de lianas, o tentáculos, apéndices repulsivos que surgen como cuerdas dirigidas y ensangrentadas en las que puede distinguirse fibras musculares mientras el brazo se retuercen. Surgen de su extremidad como una maraña uniforme que engullen la cabeza de Fredd

No hay grito, solo un movimiento violento para intentar de resistirse antes de que escucheis el cráneo de Fredd hacerse mil pedazos bajo la maraña de fibras y la sangre se escurra entre éstas como carne por una picadora. Mientras tanto, el doctor Capunta con su rostro desencajado y su montruoso brazo que no parece pertenecerle, se levanta frente a vosotros con una horrible mueca en la que continua moviendo la mandíbula de un lado a otro produciendo un escalofriante crugido

AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAH

Lucy sale inmediatamente corriendo por la misma planta -3, cruzando la cafetería y pasando de largo el pasillo del ascensor y las escaleras, dirección a los vestuarios.

¿Por qué tuvo Mahmed que echar un vistazo sobre la barra justo en ese mismo instante? ¡¿Por qué?! Pero no había vuelta de hoja, el caso es que fue testigo de todo aquel horror.

Y sabía perfectamente de qué se trataba. El cuñado del primo de un vecino suyo en el pueblo de al lado se ganaba la vida pescando en el río. Un día sintió un escozor en la punta del pito, cuando estaba sumergido hasta la cintura. Empezó a enfermar. Unos días después, un montón de anguilas le salieron por el ombligo. Las anguilas parasitarias dejan sus huevos para que crezcan dentro de las personas. Son la vigésimo séptima causa de muerte parasitaria más frecuente en el sudeste de Turquía. Las leyendas urbanas son la segunda causa de chismorreos, pero eso no tiene nada que ver: la historia de las anguilas fue real. En serio.

Y ahora esas anguilas están atascadas, con la cabeza dentro del brazo de aquel pobre hombre que se había desmayado y/o dormido. Y con qué fuerza se agarraban las jodías, que habían matado al tipo de mantenimiento que no le regaba las plantas a Elsa. Daba algo de grimilla, incluso para un curtido inmigrante que había trabajado en un matadero. Mahmed se había vuelto a meter tras la barra, acurrucado y temeroso. Pero entonces lo vió. Su reflejo desdibujado en el metal de la máquina de bebidas, con aquel emblema en su delantal, así, como de superhéroe. Johnny Kebab era una empresa puntera en el sector alimentario. Cuando compró su carrito, también compró una pesada carga: la determinación de luchar contra cualquier parásito que no fuese producido por la comida Johnny Kebab.

Apretó el labio inferior. Podía hacerlo. La cuestión era quitarle todas las anguilas al tipo del suelo sin acercarse para no acabar con el cráneo aplastado. El cráneo aplastado es malo. Es la tercera causa de mortalidad en el sudeste de turquía por morosidad, tras los zapatos de cemento y los suicidios con notas falsas.

Miró a su alrededor, buscando una solución, un arma a distancia. Quizás un látigo. A Indiana Jones se le daban bien los látigos. Cine americano del bueno. Lo que Mahmed vió fue algo un diecisiete por ciento más molón.

Se puso en pié, giró el pitorro flexible de la máquina de bebidas y lo orientó por encima de la barra hacia el doctor Capunta. Luego, de un golpe de cuchillo, reventó el extremo del pitorro para que saliese un chorro a presión. Gracias a que las leyendas urbanas son la segunda fuente de chismorreos en el sureste de Turquía, Johnny sabía del efecto desatascador de la Coca-cola. La piel permeable de las anguilas no soportarían tanto producto químico.

Contrariamente a la idea que Johnny tenía de lo que iba a pasar, el chorro de Coca-cola salió sin presión, casi como una de las fuentes públicas del parque en el que Johnny bebía y se humedecía los sobacos. Se encogió de hombros. Llevó la boca al pitorro roto y dejó que la cola le bajase por el esófago el donut sin masticar en su boca. Ahora podía volver a hablar en su imperfecto inglés.

¡Amiguio de Stan!-dijo, señalando insistentemente a la pared que había tras él-Usa la biotella de rediadas. ¡La botiella de riedadas!

¿Bottle of raid? A saber a qué se refería Johnny con eso, quizás un spray para los mosquitos marca Raid. Pero en la pared había una botella de rojo, un extintor. El único objeto que había en la dirección en la que el índice del vendedor ambulante de kebabs estaba señalando.

El tío de los kebabs cruzó su mirada con él. Sus movimientos eran rápidos, ágiles y parecían pasar inadvertidos para el resto. Ese tipo era genial, había conseguido pillar un donut y metérselo entero en la boca sin levantar sospechas. La cara de horror de Johnny y el posterior grito de Lucy no hicieron más que señalarle que algo no iba bien.

Se giró hacia la animadora para ver si había seguido atacando al pobre novato, pero no era ella el origen del caos. Aún quedaba para Halloween y él había tocado al médico, hacía unos instantes estaba muerto, no podía ser cierto – Pero qué cojones… - Es lo único que Andrew pudo decir antes de retroceder un par de pasos y chocar contra el sillón.

Es cierto que montones de especies de hongos parasitarios se introducen en el organismo de un ser vivo, se alimentan, crecen y se desarrollan incluso sustituyendo los tejidos por los suyos controlando por completo al “huésped” antes de matarlo con sus tentáculos saliendo de su interior. Pero en los humanos ¿era eso posible?  No pudo parar de pensar que sus teorías paranoides, en las que nunca creía pero aun así pensaba en ellas, eran ciertas y peores de lo imaginado. Pensar en la existencia de zombies era surrealista.

Se miró las manos, se le aceleró la respiración, y se intentó tranquilizar a sí mismo, de que no se podía contagiar por contacto, que sería como en las pelis, por mordedura o a saber, ya no era capaz de pensar con claridad nada más. Tras el grito confuso de Johnny, se acercó a la pared y cogió lo único que le pareció útil, el extintor. Nunca había tenido ocasión de usar uno, pero sabía lo que tenía que hacer, rociar la cabeza de ese monstruo antes de que fuese a por ellos. Lo cogió con fuerza, apuntó a la masa de tentáculo que rodeaba la cabeza, tiró de la anilla de seguridad y apretó la maneta con fuerza para que saliera el chorro directo a la cabeza.

El tío de los kebabs cruzó su mirada con él. Sus movimientos eran rápidos, ágiles y parecían pasar inadvertidos para el resto. Ese tipo era genial, había conseguido pillar un donut y metérselo entero en la boca sin levantar sospechas. La cara de horror de Johnny y el posterior grito de Lucy no hicieron más que señalarle que algo no iba bien.

Se giró hacia la animadora para ver si había seguido atacando al pobre novato, pero no era ella el origen del caos. Aún quedaba para Halloween y él había tocado al médico, hacía unos instantes estaba muerto, no podía ser cierto – Pero qué cojones… - Es lo único que Andrew pudo decir antes de retroceder un par de pasos y chocar contra el sillón.

Es cierto que montones de especies de hongos parasitarios se introducen en el organismo de un ser vivo, se alimentan, crecen y se desarrollan incluso sustituyendo los tejidos por los suyos controlando por completo al “huésped” antes de matarlo con sus tentáculos saliendo de su interior. Pero en los humanos ¿era eso posible?  No pudo parar de pensar que sus teorías paranoides, en las que nunca creía pero aun así pensaba en ellas, eran ciertas y peores de lo imaginado. Pensar en la existencia de zombies era surrealista.

Se miró las manos, se le aceleró la respiración, y se intentó tranquilizar a sí mismo, de que no se podía contagiar por contacto, que sería como en las pelis, por mordedura o a saber, ya no era capaz de pensar con claridad nada más. Tras el grito confuso de Johnny, se acercó a la pared y cogió lo único que le pareció útil, el extintor. Nunca había tenido ocasión de usar uno, pero sabía lo que tenía que hacer, rociar la cabeza de ese monstruo antes de que fuese a por ellos. Lo cogió con fuerza, apuntó a la masa de tentáculo que rodeaba la cabeza, tiró de la anilla de seguridad y apretó la maneta con fuerza para que saliera el chorro directo a la cabeza.

PERO QUE?????

Apenas pude decir nada, y mucho menos poder apartar a FREDD de su trágico destino final.

¿Que coño era eso? ¿Que mierda acababa de pasar?.
Esto se esta volviendo cada vez mas y mas subrealista.
Estoy totalmente perplejo, y no soy capaz a asimilar lo que ocurre a mi alrededor, me tomo un segundo y miro a mi alrededor.
Un tipo moreno de acento extraño intenta, ¿darle de beber?. Coje la manguera del dispensador de bebidas y le apunta, logicamente ni llega donde el cientifico se encuentra, pues eso apenas tiene presión. Aun asi no se muy bien que inteba hacer con eso.

Andrew coje el extintor y..... lo rocia como si estuviese en llamas???.
Esto realmente no puede estar pasando.
Acaba de matar a una persona como si nada, y que pretende. ¿Enfriar los animos?.
Por el momento el polvo nubla la zona un poco y eso hara que el Dr Capunta tarde se desoriente y no lanze un ataque. por el momento.

Pero no durara mucho con lo que mis ojos se vuelven rapidamente hacia Stan.

Me gustaria saber si Stan tiene algun tipo de arma de fuego, y si tengo que hacer algun tipo de tirada para saberlo, debido al nivel de stres.
Un saludo

Hasta los diez puntos de estrés no hay repercusiones irreversibles.

Stan solo lleva una porra y unas esposas

Una tirada de juego de manos, recuerdo las habilidades que no se tienen se lanzan 2d6 y te quedas el más bajo, el roleo sería un breve forcejeo antes de que se vaya, y si la pasas le sacas la porra o las esposas del cinturón, no va a resistirse pero tampoco se va a detener mientras le forcejeas.

Una alarma empieza a sonar, despacio y con una intensidad que varía como una oleada incesante, contínua. No hay que ser un genio para saber que no puede significar nada bueno, es Gerard quien señala lo aparentemente evidente para él

- Fuga biológica-

Coge de la muñeca a Elsa Capunta de la muñeca arrancándola de los brazos de Stan y huyendo directamente por las escaleras de subida junto al ascensor, Stan no lo duda ni un momento y sin dirigiros siquiera la vista se lanza a la carrera detrás de Gerard

Andrew coge el extintor y rocia por completo al Dr Capunta, no parece que le afecte en absoluto, al contrario que el resto ni siquiera intenta protegerse los ojos o apartarse del chorrazo de bicarbonato sódico.  Apenas desaparece por la primera vaharada quedando cubierto de aquel polvo extremadamente adherente que le confiere ahora un aspecto más plastificado.

El monstruo que antes era el padre de Elsa abre la boca y mueve el monstruoso brazo como si fuera una catapulta. El cuerpo de Fred describe un arco perfecto y vuela unos metros en dirección a Andrew cayendo a los pies de éste, mostrando la cabeza completamente reventada cuyos sesos han sido desparramados en todas direcciones salpicandole a él y a todos los que estuvieran a su alrededor

La puta que lo parió, la cabeza de Fredd no se parece en nada a la original, le ha arrancado toda la piel le ha hecho astillas el hueso, como si la hubiera asomado con mucho cariño a la picadora de carne industrial y hubiera podido sacarla "a tiempo".

El monstruo termina de menear la mandíbula emitiendo ese horrible crugir que pone los pelos de punta y para colmo de todos y sin aparente explicación un ojo le revienta dejando en su lugar una masa de sangre repulsiva y pulposa que cuelga como carne picada que no se termina de desenganchar, no sabeis qué es... pero es jodidamente desagradable

Andrew deja escapar un grito mientras convierte al Dr. Capunta en un muñeco de nieve  esperando que el chorrazo lo deje inconsciente o al menos cegado, pero no parece ser de mucha utilidad.

Se escucha una sirena rebotando por las paredes de la cafetería y seguramente de todo el edificio. El científico del pelo rizado les advierte del significado y se lleva casi a rastras a la guapa animadora con él y Stan sin pararse a ayudarles a acabar con él también desaparece por la escalera.

Andrew no sabe qué hacer, mira hacia un lado y otro buscando cualquier cosa que sabe que no va a encontrar ahí. Aparta con el pie, sin delicadeza, lo que queda de la cabeza de Fredd, alza el extintor vacío y lo lanza con todas sus fuerzas hacia abajo, directo al amorfo y tentacular cuerpo de esa aberración.

¡¡Corred!! –  No se para ni a mirar si lanzarle el extintor ha servido de algo o no, simplemente arranca a correr hacia la escalera tras los demás. Gerard había dicho que era una fuga biológica, y eso era malo, muy malo, a saber hasta dónde se había expandido  la mierda esa. No tenía nada claro de hacia dónde habrían ido los demás, pero su ruta en la escalera estaba clara, ir hacia arriba y salir de allí de una puta vez.

Menudo bestiajo era Andrew. Johnny solo le había dicho lo del extintor para matar a las anguilas, pero en vez de apuntar al brazo, roció al pobre papá de Elsa de arriba a abajo. Normal que ahora esté cabreado y tire cadáveres por el aire. Johnny también se cabrearía si le hiciesen eso.

Mientras, las alarmas comenzaron a sonar. ¿Era porque Johnny había roto la máquina de bebidas en un acto de vandalismo? Por las películas era obvio que sí: los americanos tienen la propiedad privada muy arraigada en su cultura. Gerard dijo algo sobre bionosequé Escape. Pues eso, muy obediente, Johnny escapó.

¡Ciudadiano amariquiano! ¡Ciudadiano amariquiano! ¡No dieportar! ¡Yio ciudadiano amariquiano!

Al llegar al pasillo se encuentra con que no sabe salir del edificio. Sube escaleras arriba tras Gerard y Elsa. Quizás en la planta de arriba haya alguna ventana por la que poder descolgarse hasta la calle. Desde unos escalones más abajo, la falda de animadora va enseñando las bragas de Elsa, aunque eso no es importante en estos momentos...

En un rapido vistazo hacia Stan, veo que no tiene lo que yo estaba buscando. Una pena!!! Me volteo para observar el resultado de rociarlo con el extintor, como era de esperar, no sirvio de mucho mas que hacernos tapar la boca y los ojos. Y en lo que me parecio mas un acto de frustración personal que otra cosa, el pobre Andrew arroja el extintor contra el engendro que fue el Dr Capunta. El cual por momentos se volvia mas y mas desagradable y asqueroso. Y de pronto suena una alarma en todo el edificio ¡¡¡FUGA BIOLOGICA!!!! Me cago en la puta, ahora si que si, sin lugar a dudas este va a ser el peor primer dia de trabajo de toda la historia de la humanidad No se muy bien hacia donde ir, ni que hacer, pero veo a los demas correr y simplemente los sigo. No se hacia donde, pues no conozco el edificio, esperemos que los demas si que sepan hacia donde ir.

Empezais a subir por las escaleras cuando a la planta -3 llegan una docena de científicos, todos vienen apresurados subiendo escaleras de la planta-4, no les cunde especialmente el pánico, pero un par de ellos van manchados de sangre y muchos llevan las mascarillas que presionan con su mano izquierda mientras ascienden con cierto orden.

Vosotros subís sin mirar atrás, pero el Doctor Capunta os sigue hasta el espacio de escaleras bloqueando el paso a los científicos, y ahora sí escuchais gritos horribles que ahogan cualquier otro sonido. Gritos de desesperación sin mensaje alguno, otros de ayuda, otros de alerta o advertencia en un vano intento de ser un héroe allí abajo contra la abominación resucitada

¿Volver atrás a ayudarles contra un hombre levantado de la muerte que ha aplastado una cabeza con un brazo-mutante-zombi? ¿Salir de allí? ¿Como?
 

-¿Papá?.-

Elsa levantó una ceja moviendo la cabeza para que el rotundo cuerpo de Stan no le tapara la visión. Como si lo estuviera viendo todo en slowmotion, la rubia vió levantarse poco a poco a su padre, que comenzando a descomponerse o mutar se transformó en un ser abominable. No supo cuánto tiempo le estuvo mirando quieta con la boca abierta y sin pronunciar palabra. Gerard, su nuevo "amigo", la cogió y la sacó a rastras justo a tiempo de evitar que la adolescente tuviera un último recuerdo horrible de su padre.

Bajais las escaleras hasta llegar al nivel de la cafetería. Las mesas y sillas están volcadas tal como las dejasteis. La sangre y el cuerpo de Fred están en el mismo lugar donde el Dr Capunta le arrancó la cabeza y en la barandilla se encuentra el cuerpo de un científico casi partido por la mitad. A la derecha de las escaleras se encuentra el pasillo que lleva al vestuario, hacia él va un rastro de sangre y las escaleras que descienden a la planta -4 están alfombradas de cadáveres de médicos y científicos.

La alarma sigue sonando y hace difícil oír nada, no hay rastro del monstruo del Dr Capunta y os habeis detenido un momento para contemplar la marea de cadáveres en el que Stan, tragando saliva está dispuesto a adentrarse para bajar. No hay nada que parezca impedíroslo, salvo quizá el grito espontáneo e inesperado que os hace sobresaltar, una chica en el vestuario, Lucy, ha gritado aterrorizada por encima del ruido de la alarma.

Yio ya adviertir que haber miuuuucha sangrie en escaliones.

Y quién avista no es traidor, pero lo de esas anguilas asesinas se estaba yendo de madre. No puede ser que cuatro o cinco míseros parásitos asomados por un muñón de brazo organicen tal estropicio sin que nadie haga algo. Había que confinar a las anguilas aunque solo fuese por la propia seguridad del propio Johnny.

Mejior yio ir a biuscar lliaves para cierrar piuerta-dijo señalando a los vestuarios, pero caminando al cadáver descabezado de Fred-. ¿Stan? Stan, tú pioder ir a piuerta, abrirla, llamiar a miujer nube-ya se diga Cloud, Loud, o cómo sea-y entionces miujer nube salir y Stan cerriar piuerta y dejar anguilas dentro. Un seguiundo. Yio traer llavies.

Se inclinó sobre el cuerpo del hombre de mantenimiento y lo palpó para encontrar un juego de llaves. En teoría Stan era lo suficientemente pesado para que el doctor Capunta no pudiese abrir la puerta a empujones con el gordo guardia apoyado, o que por lo menos le costara un par de intentos. Johnny lo sentía por el pobre huésped, que no tenía la culpa, y se iba a quedar encerrado a lo tonto con un montón de peces peligrosos, pero es que la había liado parda: después del tercer cráneo aplastado pierdes el derecho a estar entre personas civilizadas.

Elsa se llevó una mano a la boca, tapando su nariz. Olía a hierro, vísceras y a algo nauseabundo. Controló una arcada gracias a una época en la que estaba de moda la Bulimia y agarró con su mano libre a la manga de la bata de su madre. Seguía sin ser buen momento de contarle sobre su padre pero todavía había una posibilidad de recuperarle, asi que debía mantener su esperanza. Paró momentáneamente en las escaleras y sacó de su mochila los pompones. Si alguien se le echaba encima al menos tendría algo acolchado para que no le hicieran daño sus puños o como mínimo, lo usaría para taparle la boca a aquel que la quisiera echar el diente.

Un grito provocó que un escalofrío recorriera por la espalda de la animadora, agarrándo con más fuerza a su madre.

- Que alguien vaya a ayudarla, ¡Ahora!.- Elsa correría a ayudar, pero no iba a ser la primera en ir y no pensaba permitir que su madre lo fuera tampoco. Corrió detrás de aquellos que fueron a abrir los vestuarios dejando a su madre detrás de ella.