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Etheldrea es una atractiva y delicada dama que aparenta unos 23 años, no mas. Su porte es seguro y refinado a la vez, sus elegantes ropas dan clara cuenta de su nobleza. Esbelta, de tez blanca, mirada penetrante, y una sonrisa que puede hipnotizar a más de un pretendiente.

Es difícil que su presencia pase desapercibida, y su encanto natural va acompañado de un porte de autoridad que surge de ella naturalmente. Pese a su juventud es una mujer culta y de buenos modales, que se mueve bien en la política de la corte de la capital desde hace unos años. 

Se la ve acompañada en casi todo momento de un caballero leal a su padre, el Conde de Buda-Pest. Un buen observador podría notar que evita los carruajes para movilizarse, en su lugar monta un caballo negro vestida con una capa con capucha del mismo color.

Nota: los datos de la ficha que se perciben al verla son, de aspecto Apariencia 3 y Color saludable, de actitud Franqueza 3 , de sensaciones que produce Aura potente: Mando y Presencia elevada

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Etheldrea Hirnök es la hija de Lord Bence Hírnök, Conde de Buda-Pest. Favorita de su padre desde su infancia, fue criada entre lujos y modales de la alta sociedad Húngara. Todo ello sin embargo no la convirtió en una doncella superficial, por el contrario su temperamento la llevó a comprometerse con la labor de su padre aún más de lo que él esperaba. El carisma nato y su inteligencia hicieron que su camino se allanara para entrar en la corte a temprana edad.

Al cumplir la mayoría de edad dejó el castillo de su padre y se mudó a una mansión en Obuda, en una de las tierras de la Familia. Que muchas familias nobles se asentasen allí fue una motivación adicional a sus deseos de independencia y su necesidad de profundizar su educación. Su padre había accedido a la petición a cambio de que ella administrara esa propiedad y sus tierras aledañas, y que estuviese bajo la protección de Sir Kristof, un fiel caballero en quien confiaba. El desacuerdo de su madre Eszter no interfirió en la decisión.

No era una mujer extremadamente devota, pero sus donaciones a la Iglesia complacieron rápidamente al Obispo de Buda, que poco a poco se convirtió en una persona de confianza, abriéndole aún mas las puertas a las intrincadas relaciones que había en el poder. Tal vez por abrir esas puertas, o por haber estado del lado equivocado del río, llamó la atención del Príncipe.

Una noche tuvo la visita inesperada de un hombre en la mansión, tras una conversación inteligente, que parecía mas ser una puesta a prueba de su habilidad que una verdadera conversación, él se acercó a ella de un modo en que no pudo resistirse. Por el contrario, sintió una pasión desmesurada, su propio pecho explotaba y pedía estar unido al embrujo de aquel hombre. Y así fue. Esa noche sobrevino su abrazo, y por mas perturbador y desagradable que podía resultar el costo de aquella transgresión, nada se compara al poder que había ganado.

Etheldrea había nacido nuevamente, pero esta vez fortalecida, bendecida por la noche y guiada por su mentor para dar los primeros pasos en un mundo de poder mas allá de la imaginación de los mortales. Supo desde ese momento que estaba invitada también a jugar ese juego, y que podía ganarlo

Caballero de unos 45 años, con experiencia en combate y buenas relaciones con la nobleza. Fue convertido en Ghoul recientemente, como un criado notable (criado 3). Protege a Etheldrea de acuerdo a sus pedidos. Lleva armadura pesada, espada ancha y escudo, dispone de ballesta ligera de modo opcional, también tiene montura apropiada. 

Cuenta con el beneplácito del Conde de Pest (padre de Etheldrea) y Sir Balázs (Caballero influyente de renombre). Además tiene contactos entre soldados, nobles y pueblerinos.

Iryna es una joven que aparenta unos 23 años, 1,50m de altura, cabello castaño-rojizo, media melena y ojos azules.
De seguro caminar y figura esbelta, tiene una delicada apariencia pero es decidida y tiene su carácter cuando se la busca.
Viste ropas nobles no ostentosas y porta una espada corta por si tiene que defenderse y una cota de cuero bajo su capa de viaje.

APA 2

HISTORIA

Me llamo Iryna de Wilhelme, tengo 23 años y son heredera de la noble casa de Wilhelme en mi Bavaria natal.
Mi vida ha estado siempre entre el lujo, el refinado de la clase alta, la etiqueta y todas las apetencias que una hija única en una familia acomodada podría desear.
No fue hasta que mi padre fue llamado para formar parte de la 2ª Cruzada que nos dejó a mi madre, al cargo de las tierras y posesiones, y a mi hasta su regreso. Yo tenía 17 años en aquel entonces.
Pasado un tiempo, en el que tanto mi madre como yo estábamos expectantes por el regreso de mi padre, oímos la buena nueva de que por fin la guerra en Tierra Santa había finalizado, una espera de dos años, los que duró la contienda. Para nuestra desgracia, la noticia que recibimos no fue la que esperábamos, nos informaron de que Johan, mi padre, había perecido en el sitio de Damasco. Mi madre se sumió en una profunda melancolía y yo empecé a intentar gestionar las posesiones que nos había legado, incluso aprendí a usar la espada, para entretener mi mente y no dar vueltas a la cabeza con la tragedia que se había cernido sobre la familia, pero al llegar a la noche una lágrima recorría mi rostro. Mi madre lloraba incesantemente cada noche, pero no sin haber gastado los recursos económicos familiares durante el día, lo cual nos llevó a perder todas nuestras posesiones, punto en el que la cordura de mi madre no lo soportó y se ahorcó un par de noches después de que los criados y soldados al servicio de la casa entrasen a desvalijar lo máximo posible para poder alimentar a sus familias, pues mi madre les ponía excusas para no pagarles a tiempo y así tener para seguir despilfarrando y bebiendo a escondidas.

A mi no me quedó otra que coger lo que pude, meterlo en unas alforjas y escapar pues yo iba a ser la siguiente, no por mi, sino por ser hija de Marina, mi difunta madre.

Cabalgué noche y día hasta una colina, desde donde vi la hacienda en llamas, y eso me dejó el corazón deshecho y mi cordura tocada, pues me recordaba al pasaje de Sodoma y Gomorra, pero en vez de convertirme en estatua de sal, mis músculos se tensaron por unos momentos, tras lo que pude reaccionar – 'Ya no soy quién fuí, pero volveré a recobrar mi dignidad y mi nombre padre, te lo prometo' – pensé mientras cabalgaba lejos de allí.

Tras mucho viajar, acabé una noche por parar a descansar en una posada en Styria, localidad del Ducado de Carinthia, donde pedí posada como si de mi morada fuera, con mis vestimentas, raídas por caminar y sucias por el polvo del camino. No conseguí más que forcejear con uno de los varones que estaban sentado en una mesa, burlándose de mi y yo, aún creyéndome hija de mi padre le planté cara con modales, no en la tosca manera en la que el cliente de la taberna se dirigía a mi. Ni mi fuerza ni mis palabras me libraron de su abuso, efecto que el vino generó en él tras quién sabe cuántas rondas, cogiéndome prietamente del brazo, tras lo cual se dirigió hacia la puerta de entrada del establecimiento y me llevó a las caballerizas. Me puse a gritar, forcejeando, gritando el nombre de mi padre como si fuera posible que pudiera acudir a mi rescate... El animal con aliento a barrica de vino avinagrado me rasgó el ya ajado vestido y dejó mis senos al descubierto, y justo cuando se iba a disponer a echar la mano y subirme el resto del vestido se escuchó una voz masculina detrás suya – Deja a la muchacha – Aquel que estaba sobre mi se detuvo – No te entrometas – Profirió y se abalanzó sobre mi otra vez, y el desconocido repitió – Déjala... – Y tras girarse enfurecido y dejarme tranquila por unos instantes que me parecieron eternos, y en los que intenté componerme mi vestimenta como mejor pude mientras me puse a sollozar, respondió con tono amenazante – ¿O sino qué? – El desconocido se retiró algo de la entrada para dejar pasar la luz de la luna y replicó – ¡No me alces la voz! - Dijo en un tono más directo – Eres una bestia y como tal temerosa de lo desconocido, un ser inferior... - Momento en el que mi atacante se quedó como helado, aterrorizado durante unos segundos que me parecieron una eternidad, y ante mis ojos, llenos de lágrimas y aún turbada por esa sensación de impotencia que se apoderó de mi hacía unos instantes, vi como el hombre quedó atemorizado, inmóvil... Aún estupefacta, el desconocido se acercó a mi, se quitó la capa que llevaba sobre los hombros y me cubrió con ella, y aún no había separado sus manos de mis hombros cuando me sonrió y se giró hacia el otro – Ahora márchate, y si algo dices o comentas me encargaré de desmentirlo, y tu cuerpo será pasto de los lobos, y ahora... ¡Fuera de mi vista! - El varón corrió lo más rápido que pudo después de asentir con la cabeza. Tímidamente y balbuceando pude articular un simple pero sincero – Gracias – A lo cual me respondió un – No las merece, vi en la posada el raído escudo de armas de una casa nobiliar, ¿puedo preguntar cual y de dónde eres? - Yo respondí – Pertenezco a la casa de Wilhelme, en Baviera – Y me dijo – Entiendo, ¿y qué te trae a estos lares? - Le relaté mi historia – Interesante.. – Me respondió - ¿Quieres formar ese feudo otra vez? ¿Quieres formar un feudo en estas tierras donde nadie te dará de lado? Veo que tienes potencial, pero a la vez tienes que ser determinada – Asentí y me dijo - Bien... Ahora cierra los ojos... – Y accediendo a sus reconfortantes palabras los cerré. Esa noche fue la última de mi existencia como mortal, y mi renacer como una chiquilla del Dragón, y tras unos años de entrenamiento con mi sire me convertí en una Tzimisce de pleno derecho, determinada a formar mi casa en estas tierras y perseverar mi legado.