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LONDRES A PRINCIPIOS DEL SIGLO XIX

Breve contexto histórico

Nos encontramos en un periodo conocido como la “Época pre-Victoriana”, ya que se situaría en la transición entre la era Georgiana y la era Victoriana. Sin embargo en esta partida ya sabéis que el tema de la Regencia será modificado por el bien de la trama y la despreocupación de gran parte del ambiente político.

Fue una época donde floreció la arquitectura y la cultura en general, destacando especialmente la literatura y en la que se creó un estilo más romantizado. Autores como Jane Austen son claves para entender las preocupaciones de la sociedad, al igual que el estilo dedicado y colorido en comparación con otros años.

Durante el siglo XIX, Londres se transformó en la ciudad más grande del mundo y la capital del Imperio Británico. Su población pasó de 1 millón de personas en el año 1800 a 6,7 millones un siglo más tarde. Durante este periodo, se convirtió en la capital global de la política, de las finanzas y del comercio.

Pero mientras que la ciudad crecía en riqueza, también había una parte cubierta de pobreza donde millones de personas vivían en hacinamiento e insalubridad. Estaremos cerca del fin de la Revolución Industrial donde no sólo hubo un gran paso en las transformaciones económicas o tecnológicas, sino que marcó una amplia separación en las clases sociales.

Londres rico

Tres eran los barrios más opulentos: Berkeley Square, Belgravia y Hyde Park. En ellos era fácil encontrarse a las damas paseando con sus elegantes vestidos mientras se protegían del sol con sus elaboradas sombrillas, y a los caballeros con sus chisteras dirigiéndose en sus carruajes a sus negocios.

La diferencia ya era notoria en los barrios colindantes, mucho menos lujosos y donde vivía la clase media, pequeños comerciantes con negocios de hostelería, mercaderes y profesionales liberales cuyas familias no pasaban grandes necesidades sin llegar a ser ricas, esperando codearse algún día con los habitantes del barrio lujoso de la ciudad.

Aquí también se encuentra el club de hombres llamado "The Athanaeum" donde su clientela más selecta tiene un espacio privado para charlar en privado sin la presencia de clientela femenina.

Londres pobre

Frente a este lujo, elegancia y opulencia existía otro Londres radicalmente opuesto cuyo núcleo era Bethnal Green, seguido por Spitalfields o Stepney. Allí el hambre y la miseria eran los compañeros de vida diarios de sus habitantes, al igual que el alcoholismo, el maltrato y la prostitución.

En muchas ocasiones, la parte rica simplemente ha omitido que existe esta realidad, incluso se ha prohibido en algunas reuniones siquiera mencionarlo, lo que ha provocado el evidente recelo del londinense pobre. 

Modales y etiqueta

La sociedad estaba regida por una serie de modales tanto para hombres como mujeres que debían cumplir para no considerarse un "maleducado". Para ello existían muchos libros, periódicos o revistas que circulaban por los hogares para enseñarles a comportarse antes de salir en sociedad.

En el caso concreto de una dama, todos los detalles deben ser cuidados al máximo: La imagen, la conversación, la actitud… El objetivo de una dama londinense es complacer a su marido y servir a los demás con gracia y extrema educación, ser un ejemplo de elegancia y gentileza.

Por ello se considerará descortés no aceptar cualquier cosa que se le ofrezca, pudiendo con sutileza luego apartarlo para no ofender. Tampoco puede andar presurosamente por la calle, hablar o reír en voz alta puesto que le restará gracia a sus gestos, ni mucho menos vestir con ropa no acorde a su estatus o provocativa. Deben saber bailar, tocar algún instrumento o gustar de la literatura para ser considerada apta culturalmente. Embellecer no solo su cuerpo, sino también su cerebro.

Por el contrario, en el caso de los caballeros se tendrá especialmente en cuenta su higiene, educación, y vocabulario.

Deberán prestar atención a las damas, evitando que realicen cualquier servicio que precise para sí misma: Deberá conseguirle una silla para ayudarla a sentarse, recoger algo que dejó caer, abrirle la puerta, etc. Tampoco podrá mantener conversaciones privadas en público, jurar, o formular cualquier tipo de mala palabra delante de una mujer.

Y por supuesto, un hombre y una mujer que no sean familia o matrimonio nunca pueden estar solos sin tener un testigo con ellos (que deberá ser alguien casado y adulto). En caso de ser descubiertos, podría suponer un terrible escándalo para la dama al considerarla inmediatamente una persona impura, perdiendo su honor y reputación.

La Temporada

La “temporada social” o “London Season” es el término por el que se conoce al período anual en que es habitual para los miembros de la élite asistir a una serie de fiestas, bailes de debutantes, cenas de gala y grandes eventos de caridad. También es el momento apropiado para residir en la ciudad antes que en el campo, con el fin de asistir a tales eventos.

La “season” era además, y el punto clave en el que nos centraremos, el caldo de cultivo perfecto para el mercado matrimonial.

Una debutante es una joven de la aristocracia o la clase alta que ha cumplido los dieciocho años y, por lo tanto, se considera que está en la edad de la madurez como para ser introducida en la sociedad en un formal “debut” de presentación con un alto coste económico. Es decir, significaba que la mujer joven tenía derecho a casarse y parte de la finalidad era mostrarla a solteros elegibles y sus familias con miras al matrimonio dentro de un selecto círculo social. Para los hombres era exactamente igual, aunque su edad de inicio era muy posterior y las normas por las que habían de regirse eran mucho más laxas.

Buscando justamente la mejor época para los bailes y fiestas, la presentación de las debutantes y por lo tanto el comienzo de la temporada se sitúa en el mes de Febrero, cuando las carreteras estaban más transitadas y el frío empezaba a ausentarse.

Los meses que concentraban la mayor actividad se producía entre Pascua (marzo/abril) y el receso de veranos (julio/agosto). Una vez hecha las presentaciones se sucedían una serie de bailes en distintas casas de la élite, competiciones deportivas, exposiciones, teatro, o los paseos por Hyde Park cuando las temperaturas más agradables, coincidiendo también con la caza del uruguallo rojo.

La temporada terminaba a finales de años con un último baile en diciembre.

Cortejo y matrimonio

Una vez terminada la presentación de las debutantes, comenzaba la extenuante época del cortejo.

Los días siguientes, los interesados en una dama debían cortejarla con regalos (desde flores, dulces o libros) y presentarse en su hogar con el resto de candidatos al cortejo. La dama debía de asegurarse de pasar un tiempo prudencial con todos ellos que no excediera de las dos horas y siempre con un testigo presente, pudiendo aprovechar ese tiempo para charlar en el salón de su hogar, pasear o tomar un té.

Por supuesto otro tipo de cortejo eran las cartas, aunque se requería de más esfuerzo. Una carta era la manera perfecta de acercarse al objeto de nuestros deseos, pero la moralidad del siglo XIX podía ser muy estricta a la hora de encontrar el enfoque correcto. No es raro, por tanto, que se publicasen numerosos manuales que daban plantillas de cartas. Ellos tenían su plantilla para poder acercarse a su dama deseada, mientras que ellas también contaban con una respuesta a la altura o una negativa, en caso de que no sintieran interés.

Una vez el caballero estaba decidido a pedir matrimonio, debería primero a solicitar su mano y el permiso para la boda a los padres de la dama. Por supuesto la última palabra la tenía ella (siempre y cuando no fuera concertado), pero rechazar una petición conllevaba sus riesgos a no tener más peticiones y convertirse en una “solterona”.

Cuando ambas partes aceptaban el compromiso, la dama estaba obligada a entregar su dote.

La dote es el patrimonio que la futura esposa o su familia entregan al novio, siendo en muchos casos proporcional al estatus social del futuro esposo. Es una forma de intercambio de riquezas entre las familias contrayentes, o más bien la manera de contribuir a la manutención de la propia novia a las cargas matrimoniales.

Hijos

En esta época era común tener un mínimo de 2 hijos y un máximo de 4 o más, aunque no era difícil ver a alguien que superaba en demasía esa cifra. Por supuesto el orden y el sexo del bebé eran importantes para la sociedad, entendiéndose con puntos que anteriormente hemos comentado.

El primogénito varón heredaba los títulos y tenía la obligación de concebir para seguir extendiendo la línea familiar. En caso de muerte del padre, inmediatamente se consideraba cabeza de familia y adquiría todo el trabajo y responsabilidades del difunto. El resto de varones tenían mayor libertad, pudiendo elegir no tener hijos.

Las mujeres, en cambio, tenían la preocupación de encontrar un marido adecuado antes de cumplir los 26 años o tras su cuarta Temporada, se la consideraría una “solterona”. Para ello solían aspirar a casarse con alguien de mayor rango social, pudiendo liberar así de la presión económica al resto de sus hermanos.

Títulos nobiliarios

El primero en la escala corresponde al Rey, o REINA en este caso.

La Reina recibirá el tratamiento de “Majestad” mientras que a su descendencia les nombrarán bajo el título de “Alteza”. Nunca debe usarse su nombre propio para dirigirse a ellos a no ser que goce de una confianza cercana o tenga su susodicho permiso, aunque eso no significa que el resto vea correcto el trato.

Después tenemos el rango de DUQUE.

El tratamiento que ambos recibirán será de “su excelencia”, aunque sus familiares o cercanos pueden llamarlos “Duque” y “Duquesa” sin más añadidos.

El hijo mayor del duque es su heredero y obtendrá el título de cortesía de “duque”, a no ser que le adquieran un rango inferior.

Aparte de los herederos, a los hijos de un duque se les da el siguiente título de cortesía: Lord/Lady + nombre + apellido.

Por ejemplo: Lady Mary Clarendon y Lord Richard Somerset.

El siguiente rango es un MARQUÉS.

Tanto el marqués como la marquesa son marqueses de algo, es decir, se les nombrará como “marqués de…” o “Lord…”. Por ejemplo: Marqués de Rothgar o Lord Rothgar.

El heredero recibirá el mismo título a modo de cortesía mientras que el resto de hijos tienen el título de Lord/Lady + nombre + apellido.

Por debajo encontramos el CONDE.

Acorde a los títulos anteriores, casi siempre será el “conde de algo”. Se refieren tanto a él como a su mujer, quien automáticamente recibe el título de “condesa”, como “Conde de…” o “Lord …”, aunque también puede llamarse directamente por su apellido si hay suficiente confianza. Por ejemplo: Conde de Staithes, Lord Staithes o Staithes.

La diferencia reside en la nomenclatura de sus hijos.

El heredero recibirá el título más próximo (por cortesía) mientras que las hijas recibirán también un título que corresponde a Lady + nombre. Es decir, no se usará su apellido. Ejemplo: Mary Clarendon sería Lady Mary.

Parecido, tenemos el VIZCONDE.

Su esposa es una vizcondesa y no utilizarán con ellos el “de”. Por ejemplo: El Vizconde Middlethorpe o Lord Middlethorpe.

Sus herederos no reciben ningún título en especial.

Por último, el rango más bajo de la nobleza es BARON.

Su esposa es una baronesa.

El uso general es simplemente llamarlos Lord y Lady + nombre, mientras que sus hijos no poseen títulos honorables.

CALENDARIO DE TEMPORADA

DECLAN AUGUSTUS SALISBURY

AVELINE SALISBURY

LEROY ROBERTSON

MILDRED ROBERTSON

MARY ROBERTSON

AMADEUS BARNABÁS COLVILLE