Partida Rol por web

1827

♥ Capítulo I - ¿Me concedes este baile? ♥

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21/12/2023, 17:11
Alexander Whalenburg
Sólo para el director

Toda esa información exaltaba su imaginación, viendo a su hermana, herida y débil, arrastrándose para buscar ayuda, incapaz de gritar… ¿Cuánto tiempo estuvo así? Si fue trasladada de donde se realizó el ataque, debió recuperar la conciencia luego para moverse y ensuciarse. O quizás luchó contra el agresor. Entendió las intenciones del Príncipe, pero era cierto que quizás podrían adivinar donde fue atacada en base a lo que vieran en su vestido.

-Mañana podré aclarar todo con el Príncipe- tenía nuevos nombres y datos, aunque le faltaba mucho contexto. Una vez que logró liberarse del shock inicial de ver a su hermana en las puerta de la muerte, volvió a ser más frio y racional. Todo seria mas sencillo si encontrara a la mas pequeña de los Robertson, pero aun no tenia claro el motivo de su ausencia. ¿Miedo? ¿Culpa? En verdad esperaba que el Príncipe lograra arrojar algo de luz en esos asuntos.

Al estar frente a su casa, Alexander comprobó que su madre debía estar despierta, incapaz de dormir hasta volver a ver a sus dos retoños. Aquello solo agregaría una losa mas a sus miedos, encerrándola aún mas en si misma. El joven pareció decir algo en voz baja, como un gruñido ronco, para luego bajar de un salto y colocarse al lado de la puerta donde saldría su padre.

-Puedo hacerlo yo padre- dijo con voz monótona-. Quédate con Olive un poco más. Siempre le gustó sentarse contigo para que le leyeras. Le hará bien oír tu voz- lo que menos quería era ver a su madre destruida y menos si eran por sus propias palabas. ¿Pero qué otra opción tenía? Esa familia era su responsabilidad-. Luego la enviaré contigo y Olive. Asegúrate de que este cómoda.

Esperó por alguna protesta, pues no pasaría por sobre sus deseos. Si recibía una negativa, aceptaría las indicaciones de su padre, pero mientras tanto se aseguraría de contener todos los golpes que se llevaran sus familiares.

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21/12/2023, 17:35

¿Padre? No, no puede ser... 

Atiné a decir cuando escuché las palabras de Robert, me rompió el corazón saber lo que estaba sucediendo porque tenía una imagen de mi progenitor idílica y ver que todos se estaban retirando por haberlos echado, rompía mi corazón en mil pedazos. Así que tras escuchar las explicaciones de Robert, lo miré a los ojos. 

Por favor, no nos abandones—dije convencida de ello y tras observar el caos que se gestaba en el interior de mi casa, no dudé en tomar una decisión—. Intentaré convencerlo, no te vayas. Ya regreso. 

Desvíe la mirada hacia mis hermanos y comencé a correr, tan rápido como mi vestido y el corsét lo permitía. Mi padre no era una mala persona, estaba confundido o algo malo le hicieron. No solía hacer daño a nadie, creía en él. Por ello es que salía a su rescate, buscaba hablar, hacerle entender. 

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22/12/2023, 09:40
Elisabeth Colville

La peor de sus pesadillas se hacía realidad delante de sus ojos. Elisabeth se sujetó a la puerta, observando con expresión horrorizada cómo su casa ardía. Aquello era real, no era como una de sus tantas fantasías que solían asaltarla cuando quería evadirse de su entorno. 

¡No.... No puede ser...! —

El carruaje finalmente se detuvo y Archibald saltó de él, llamando a su abuelo. Elisabeth se había quedado completamente paralizada, sus músculos parecían no querer responder y su voz se hallaba ahogada en el interior de su garganta. Sentía como si alguien la agarrara con fuerza y estuviera haciéndole tragar puñados de tierra que, como un torrente abrasivo, se arrastraba por el gaznate, arañando sus cuerdas vocales. 

Consiguió abrir la puerta del carruaje y arrastrar su vestido fuera. Bajó. Sus piernas parecían haberse convertido en troncos de madera. Todo su cuerpo estaba como abotargado y rígido a la vez. Sentía arder su pecho y, finalmente, las lágrimas consiguieron hallar la libertad ansiada y empezaron a desbordarse por sus ojos.

¡Madre...!

Un grito ahogado consiguió salir de sus labios y despertar sus sentidos abotargados. Se cogió la falda del vestido y empezó a correr en pos de su hermano. A sus espaldas dejaba el carruaje que había llegado justo tras ellos. Amadeus no había bajado, quizás se había equivocado, pero su curiosidad quedaba completamente nublada por el temor que arañaba su alma.

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22/12/2023, 11:00
Declan Augustus Salisbury

Declan miró a su melliza y supo que había tenido un  presagio. Algo malo estaba por suceder o estaba sucediendo. Y a medida que el carruaje se acercaba no dejaba de preguntarse cuánto de lo ocurrido podría haberse evitado de no haber dejado a su padre solo. O...peor...de no haber éste existido...

Se detuvieron y sus peores pensamientos se hicieron realidad. Atónito, se apeó del carruaje y ayudó a bajar a su familia. Todos los sirvientes se estaban marchando y Declan miró a la ama de llaves con aflicción ya que le había tomado cariño tras tantos años de servicio. Con una mezcla de dolor, amargura y lazerante vergüenza escuchó las palabras de la criada. 

Esperen, por favor.– suplicó, tratando de detenerlas.– Dejen que lo arreglemos, debe haber algún modo de detener esto. Podemos compensarlo.– Leo le pedía sin tapujos al joven Brown que no los abandonara y Declan intentaba decir lo mismo con otras palabras. Pero en su mirada podía verse al niño asustadizo y tímido que siempre había sido, gritando a viva voz que no le dejaran solo.

Cuando Robert les relató lo ocurrido una parte de sí se resquebrajó. ¿Por qué, padre? ¿Cuando va a terminar todo esto? Había  habido un ataque esta vez, un delito, algo verdaderamente grave pero también sumamente inusual, puesto que su padre no se ponía agresivo cuando bebía de más. Algo más debía haber ocurrido y aquello hizo que se inquietara.– No puede ser...– su rostro se ensombreció, una muestra de los sentimientos que le asolaban. Sin embargo su raciocinio tomó las riendas y miró a su madre conteniendo su decepción.– Robert, ¿padre os dijo a dónde fue o de dónde venía? ¿Mencionó algo diferente, algo que os pudiera parecer inusual? ¿Cómo se encuentra el jardinero?

Pero antes de que pudiera empezar a juntar las piezas del puzzle, Eleonor echó a correr hacia el interior de aquél hogar roto.

– ¡LEO! ¡Espera!– Declan se fue detrás de ella sin pensárselo dos veces, temiendo que su padre no pudiera reconocerla y tratase de hacerle daño. Se internó en la casa, aturdido por el destrozo que su padre estaba causando. 

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22/12/2023, 12:51
Mildred "Millie" Robertson

El final de la noche se cernía con la misma pesadez con la que se posaban los dedos de mi añorado padre en la pequeña copa de vino que bebía mientras arreglaba sus montañas de papeles.

-¿Qué es...?- perdida en el blanco y negro de mis emociones, entre abrí los labios viendo cómo el jardinero se acercaba corriendo, y Margaret salía tratando de entender qué hacían allí en mitad. ¿Qué tenían? -¿Es Mary...?

Un escalofrío me recorrió el cuerpo y creí quedarme sin habla los largos segundos en los que tardé en quitarme la nueva culpa de no haber instado antes a nuestro conductor para dar la vuelta.

-Amadeus, rápido, bájese con madre y Margaret. Usted es el único de aquí que posee conocimientos en medicina- musité, aferrando la mano izquierda en el asiento, para no caer desfallecida con mi propia insinuación de lo que podíamos encontrarnos a la entrada de casa (o los cuidados que iba a seguir precisando Eula).

-Por favor, sigan a ese carruaje- seguidamente, queriendo descubrir el qué, quién, porqué y dónde estaba Mary, miré al frente dirigiéndome al cochero en voz alta.

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22/12/2023, 14:22
Amadeus Barnabás Colville

Amadeus poco entendió al principio sobre qué estaba pasando pero en cuanto vio la agitación en ambas hermanas la realización vino súbita como un rayo, asintió mientras decía -¡Claro, Lady Robertson! Ojalá encuentren a su hermana.

Pidió ayuda al jardinero para bajar a la señora Robertson y luego se acercó a otros sirvientes que hubieran por allí para pedirles asistencia para llevarla adentro de la casa, se tomó la libertad de indicar al jardinero que acompañara a las damas, ya que él debía quedarse con Eula, su paciente.

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22/12/2023, 15:35
Leroy Robertson

Aquello no era, ni remotamente, lo que Leroy había esperado. Suponía que tendría que acercarse lentamente, no entrar; llamar la atención de la ventana iluminada —que debía ser la de la duquesa, sin duda— y luego entrar de algún modo subrepticio. Sin embargo, la puerta abierta, la ausencia de servicio y, después, aquellos ruidos que se escucharon, alertaron a Leroy.

Si pensó en mostrarse y prestar algún tipo de ayuda —si es que alguien necesitaba ayuda— lo desechó inmediatamente, pues la cuestión en realidad era bastante simple: él estaba donde no debía estar. Había entrado en una casa ajena con un propósito nada noble y su presencia allí era ridículamente injustificable.

Por eso, en cuanto escuchó todos aquellos ruidos, dio marcha atrás y decidió marcharse. Leroy no era el caballero de armadura reluciente que va en ayuda de los pobres desamparados. Nunca lo fue y menos lo iba a ser en una situación en la cual estaba entrando donde no debía.

Dio marcha atrás, salió por la puerta… pero no volvió con Nathaniel. Decidió quedarse en un lugar lo suficientemente oculto como para poder ver la ventana de la habitación iluminada y la puerta de salida, pero sin ser visto. De ese modo, si alguien salía o si pasaba algo, podría verlo.

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23/12/2023, 10:37
Mildred "Millie" Robertson

Amadeus podría tener uno de los apellidos que menos me gustaban (junto al de Swearegen por culpa de Darío, o también llamado en secreto señor cara de limón), pero debido a la urgencia que se nos acababa de presentar, no vi mayor remedio que el de confiarle a Eula, Margaret y, en cierta forma, el control de una situación tensa que los gemelos me habían otorgado a mí.

¿Se enfadarían al enterarse?

-Gracias por hacerse cargo, milord- dije. Y sin apenas tener tiempo para valorar mi indebida desobediencia, ni lo peligroso que podía resultar el iniciar aquella persecución en solitario, asentí ante la predisposición del médico e insté de nuevo a mi acompañante en la aventura: el cochero de nuestro carruaje.

-Rápido. Debemos alcanzarlo.

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21/12/2023, 13:10
Nathaniel Robertson

Nate apretó los labios, molesto, cuando Leroy finalmente bajó del carruaje y lo dejó solo. Ya debería estar más que acostumbrado a que su gemelo se comportase de ese modo, pero esa noche se trataba de Mary, por amor de Dios. Ni siquiera la desaparición de su hermana pequeña le importaba más que satisfacer su bragueta.

Con la mirada tan sombría como sus pensamientos contemplaba las llamas y la columna de humo ascendiendo en el cielo. Apenas podía creerse que Leroy se hubiera marchado, cuando precisamente el propio Nathaniel estaba en ese carruaje para que su hermano no acudiese él solo a la casa de los Colville. Si de Nate hubiera dependido, se habría quedado buscando a Mary en el palacio, interrogando a cualquiera que pudiera haberla visto. Pero Leroy quería ir a Belgravia, Leroy estaba segurísimo de que la tenían allí; el mismo Leroy que había asegurado que iría a exigir que se la devolviesen. Y por eso estaba ahí Nate, para que Leroy no se enfrentase solo a los Colville.

Mientras él masticaba aquel enfado creciente —e inútil— contra su gemelo, el carruaje seguía avanzando hasta que llegaron muy cerca de su destino.

Junto a la casa, el incendio parecía mucho más terrible. Sintió el miedo palpitar en sus venas, el miedo instintivo al fuego, pero también un miedo muy racional, el de que su hermana estuviese ahí dentro. No se detuvo demasiado a pensar en ello, cuando vio un grupo de gente que abandonaba la mansión, Nathaniel se bajó del carro y esquivó a los bomberos y a los agentes para ir hacia esas personas. Supuso que serían criados de la casa. Si Mary estaba dentro, alguno la habría visto, debía preguntarles por ella.

Notas de juego

Supusiste bien. Nate se está preguntando «¿qué hago yo aquí solo?», pero una vez está ahí, sigue adelante. La intención es bajar del carruaje y preguntarle a la gente que ha salido del incendio si han visto a Mary o si ella está dentro de la casa.

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23/12/2023, 20:29
Aveline Salisbury

Ava se apeó del carruaje temiéndose lo peor. Lo primero en lo que pensó fue en su cuaderno y la cajita donde guardaba sus enseres, además de la recaudación, estaban a buen recaudo en un buen escondite pero eso no dejaba de inquietarla. Especialmente porque a la mente le vino que su padre los había terminado de arruinar, seguramente. Demasiado tiempo solo, seguro que se habría ido a beber y había gastado lo poco que les quedaba. La melliza quería creer que no, ser tan inocente o ignorante como su querida hermana pequeña, sin embargo ya hacía mucho tiempo que había perdido toda esperanza y paciencia con su padre. Miró a Declan consternada, aunque no dijo nada y fue a acercarse con sus hermanos al resto, no sin antes darle una pequeña advertencia a su madre con intención de proteger sus nervios.

Mamá, será mejor que esperes aquí, iremos a ver qué ocurre.

Con un poco de retraso se acercó a ver lo que ocurría, a tiempo para escuchar las palabras de los criados con preocupación por cómo su padre los había tratado, especialmente a el ama de llaves a la que le tenía mucho aprecio. También escuchó las preguntas de sus hermanos. Se quedó al lado de Declan esperando que pudieran contestarle, aunque se imaginaba dónde habría podido estar. No le dio tiempo a mucho más, pues observó atónita cómo su hermana en su negación, creyó que podría hacer algo contra el egoísta de su padre. Al ir su mellizo tras ella, Ava se agarró los bordes del vestido para ir también tras ellos, aunque ella... Más bien tenía ganas de gritar. Antes de echarse a andar decidida les dedicó unas palabras a los de hasta entonces su servicio.

— Aguardad, por favor, a ver qué podemos solucionar...

Y se marchó hacia dentro de la casa.

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23/12/2023, 20:56
Narrador

Despertó con un grito en mitad de la noche con el cuerpo cubierto de sudor y lágrimas descendiendo por sus mejillas, recuperando el aliento al notar el pulso acelerado.

Una parte de Mary hubiera deseado que todo formara parte de la misma pesadilla, que despertara en la comodidad de su habituación y sólo tuviera que abrir la puerta, cruzar el pasillo y dirigirse al dormitorio de su madre, donde estaría plácidamente dormida o invitándola a descansar junto a ella como cuando eran pequeñas, compartiendo cama… Sin embargo al abrir los párpados era como seguir sumida en esa pesadilla.

La oscuridad completa bañaba el pequeño escondite a modo de dormitorio que le habían prestado, ni siquiera se dejaba ver algún atisbo de luz por el resquicio de la puerta. El aire era pesado y se escuchaban los ahora ronquidos de hombres que ocuparían las habitaciones cercanas, disfrutando todos de un sueño junto a una dama que había tenido que vender su cuerpo para sobrevivir.

Tal vez decidiera el mismo destino de Charlotte, aceptar su nueva vida y olvidarse de la otra.

Tal vez decidiera regresar, queriendo mantenerse al lado de su madre.

Tal vez todos estaban en peligro.

Y allí, devorada por el abismo y en absoluta soledad, Mary Robertson fue la primera debutante en dejar atrás a la niña que una vez fue para convertirse en una verdadera mujer londinense, aunque fuera por el precio más alto a pagar.

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23/12/2023, 20:56
Amerie Whalenburg

Alexander estaba sereno, tenía la fuerza y frialdad suficiente como para enfrentarse a la realidad con su madre aunque en su interior hubiera una agitada tormenta que devoraba a sus navegantes, como si fuese la más temible bestia marina escondida en las profundidades del mar.

Abrió la puerta de entrada mientras meditaba qué diría, cómo empezaría, puesto que no había forma de dar determinadas noticias ni de predecir reacciones. Puede que llorara como lo hacía la madre de Mary Robertson, puede que dejara escapar su odio como su padre o su corazón se endureciera lo suficiente como para cerrar incluso las puertas que había dejado abierta para su familia, adentrándose en un refugio donde ninguno podía llegar.

Cruzó el pasillo de entrada, donde los criados saludaron a Alexander con un leve “buenas noches señor” sin dar más conversación, apartándose de su camino pareciendo que tuviera una enfermedad contagiosa. Escuchaba ruido, movimiento del piso de arriba, posiblemente preparando todo lo que su padre había pedido para la comodidad tanto de su hermana y su doctor.

No tardó en encontrar a su madre en la recepción principal, una sala grande y sofisticada donde solían recibir a las escasas visitas que llegaban o descansar para tener un poco de calor gracias a la chimenea encendida. Y allí estaba Amerie, sentada en la mesa principal con al menos una decena de papeles esparcidos a su alrededor entre los que se encontraban planos y números que no entendía.

Apartó la mirada de los papeles al escuchar alguien entrar, observándole durante unos segundos. En efecto ella no había dormido, llevaba el mismo vestido con el que se despidió de ellos antes de marchar pero su cabello se encontraba un poco alborotado tras haberse quitado el recogido.

Ha estado aquí Vivianna Colville.- Se incorporó lentamente antes de apoyar una mano sobre uno de los planos.- Me ha dado unos documentos que pertenecen a mi familia, pidió que los escondiera.

Creo... creo que está en peligro.

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23/12/2023, 20:57
Margaret Robertson

Todo lo que podía salir mal esa noche estaba saliendo mal, como si la rueda de la fortuna se hubiera detenido en la casilla de “INFORTUNIOS” y cada paso que diera fuera más fatídico que el anterior: Su familia se estaba rompiendo frente a él y ahora se encontraba en la cruzada de unos hermanos desolados que habían desaparecido de escena. ¿No se suponía que tenían que estar con su pobre madre? ¿Dónde estaban los gemelos? ¿A dónde iba Mildred? ¿Cuándo volverían?

El desconocimiento se volvía un veneno que poco a poco iba matando a Eula, quien había buscado esta vez cobijo en la única miembro Robertson que quedaba, Margaret. Con o sin ayuda de un médico, la mujer necesitaba la compañía de sus hijos de igual forma que los Colville necesitaban a Amadeus, pilares que mantenían una estructura agrietada.

El jardinero de los Robertson también ayudó a cargar con ella si lo requerían mientras se reunían con el resto de criados, quienes se fueron abriendo ese pequeño corrillo que habían hecho. Una de las doncellas sostenía entre sus manos un largo vestido de color crema que estaba un poco sucio, arrugado y con manchas rojizas parecidas a sangre seca, sobre todo por la parte de la falda.

Es…- Sus peores miedos se volvieron real pero no esperaba que fuera en forma de tela cosida y detalles ornamentales. Una lágrima muda descendió por su mejilla antes de terminar la frase que oprimía su garganta.- Es el vestido de Mary.

Eula cayó de rodillas en un estruendoso llanto que recorrería los corazones de los londinenses mientras Amadeus rememoraba las últimas palabras que le dedicó su padre antes de marcharse, después de rechazar una vez más los designios de su abuelo con el duque: Todo lo que ocurra esta noche tendrá vuestro nombre, caerá en vuestra conciencia. Una falta más y no será la única muerte.

¿Amadeus y Elisabeth habían matado a Mary?

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23/12/2023, 20:57
Narrador

A pesar de desconocer qué ocurría exactamente en la puerta de su hogar y el motivo por el que pidieron detener el carruaje, Mildred tenía una corazonada: Mary.

¿Estaría su hermana pequeña en ese carruaje? Si era así, ¿por qué no se había detenido en casa cuando pasó por delante? Lo único en lo que podía estar segura es que dentro había una dama que en esos breves segundos donde ambos vehículos cruzaron estaba riendo de manera comedida y no, no sonaba como ella. La hubiera reconocido al momento.

Sin embargo ahí estaba, desoyendo la petición de sus hermanos y marchando a una aventura que podría ser peligrosa que empezó en el mismo momento en el que la cabina se quedó vacía y el carruaje partió en busca de su objetivo por las calles de Hyde Park.

El cochero, quien no sabía qué estaba ocurriendo, encontró emocionante el perseguir un carruaje en mitad de la noche posiblemente pensando que era parte de una persecución romántica donde una dama quería regresar a los brazos de su amado o descubrir una infidelidad, agitando las riendas de los caballos para poder encontrar al menos una pista de por dónde podían haber ido. La suerte de las horas de la noche y que las calles estuvieran prácticamente vacías, además de no haber pasado demasiado desde que se cruzaron, lograron que encontraran el carruaje en cuestión saliendo de la avenida principal para tomar callejones secundarios con muchas bifurcaciones que le obligaban a aminorar la marcha.

Los segundos fueron minutos y los minutos horas donde ambos carruajes avanzaban con bastante distancia entre ellos pero sin perderse de vista, no queriendo llamar la atención del otro cochero por la cercanía y así fingir que eran dos carruajes que casualmente habían decidido tomar la misma trayectoria.

Había pasado poco más de una hora de callejones y avenidas algo desoladas en las que no solía haber mucha ambientación cuando Mildred empezó a reconocer dónde estaban, y eso no era buena señal.

Uno de los secretos que envolvían a Mildred era su paso habitual por los barrios bajos, una lugar bastante apartado de la sociedad donde la diferencia se notaba sólo en el aire, más recargado y apestoso donde solo los habituales estaban acostumbrados a los fuertes olores de sudor, vómitos, excrementos u otras sustancias que era mejor no adivinar.

Numerosos vagabundos decoraban las aceras junto a borrachos o enfermos, muchos de ellos tumbados en el suelo sin moverse pudiendo confundirse con un cadáver entre los cientos que morirían al día en esas calles. Muchas casas estaban derruidas, en mal estado, y muy pocas de ellas no contaban con algún tipo de gotera o derrumbe que le permitiera cobijarse del frío. ¿Realmente Mary se encontraba en ese lugar? Continuó entre las miradas curiosas y asustadas de algunos, fijándose sobre todo en el inusual carruaje de palacio que cruzaba y en el temeroso cochero que había perdido parte de la valentía e ilusión en cuanto pasaron a la “Cara B” de Londres.

Su viaje llegó a su fin cuando el carruaje misterioso cruzó una última callejuela para internarse a la zona del puerto de Stepney, donde el mar estaba embravecido y los pescaderos canturreaban borrachos con una copa en la mano, sumándose un coro cuando el carruaje se detuvo frente a una gran fachada de madera con luces encendidas, uno de los varios prostíbulos que acogía la ciudad.

El cochero de palacio se detuvo al final de esa callejuela para cobijarse en las sombras y dejó que Mildred pudiera observar, no atreviéndose a seguir avanzando. Desde allí pudo descifrar por fin la identidad de sus ocupantes:

El primero en bajar fue un hombre delgaducho de cabello liso y oscuro. No lo conocía, estaba segura de que no había asistido a ninguna fiesta o evento social de la clase alta, y por el estado un poco demacrado y sucio de sus ropas podía intuir que pertenecía a esa zona pobre de Londres.

Con una sonrisa, el caballero tendió una mano a su acompañante para ayudar a bajar a una dama que estaba cubierta por una capa larga que ocultaba su rostro y hombros, cobijándola del frío. Volvió a reír y sí, confirmó que se trataba de la persona que había escuchado anteriormente, una joven de baja estatura con indumentaria humilde y de la cual asomaban unos cabellos rubios rizados. ¿Mary? ¿Al final sí era su hermana?

Había complicidad entre ambos, tomando el caballero la cintura de la dama e incluso dejándole una caricia en el trasero que le sacó una coqueta carcajada antes de adentrarse en el prostíbulo.

¿Qué estaba pasando?

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23/12/2023, 20:58
Narrador

Todo en Elisabeth ardía mientras corría, dejando que el cabello color llamas que tenía recogido se liberara para ondear con el movimiento apresurado.

Le ardían las piernas al correr, tensando los músculos. Le ardía el pecho, agotándose la fuente de oxígeno y empezando a dar largas bocanadas de aire para recuperar el aliento. Le ardía el corazón pensando en su madre, en la mujer que había intentado ayudarla con temor a su familia y había rechazado, en su marcha de la fiesta tras pedir consuelo, en la despedida no dada que tal vez sería la última. Le ardían las mejillas a medida que estaba ya en línea con el fuego, una leve caricia que iba quemando todo a su paso. Pero sobre todo lo que ardían eran sus recuerdos, su infancia en esa casa que ahora era un mar de agresivas llamas, en el jardín por el que había correteado junto a sus hermanos y que se habían convertido los árboles en antorchas gigantes… Todo ardía, incluso ella misma.

Y allí reunidos frente a la “hoguera” de su vida, se encontraba más de una docena de sirvientes entre los que contaban criados, cocineros, jardineros, ama de llaves… Veía caras conocidas envueltas en cenizas y asustadas mientras contemplaban atónitos la fachada completamente envuelta en llamas, pero también faltaban rostros de empleados entre ellos. ¿Habrían salido todos? A un lado y en silencio, también observando, el grupo de su abuelo que había visto marchar a la reunión y salir de palacio, tan inseparables incluso en desgracias.

Pero seguía faltando gente. Mucha gente.

El carruaje de bomberos estaba aparcado en uno de los laterales. Tres personas sostenían con fuerza la manguera a presión mientras mojaba una parte que rápidamente volvía a ser devorada en llamas, no teniendo demasiada potencia como para apagar un incendio de semejantes dimensiones. Escuchaba a gente gritar por más agua, por ayuda, también a la guardia todavía desalojando las zonas cercanas como si creyeran que esa noche toda Belgravia ardería mientras que vecinos se acercaban para ayudar con baldes de agua. Y entre esos "vecinos" apareció una figura que reconoció y no debía de estar ahí.

Uno de los gemelos Robertson se acercaba a gente malherida del servicio buscando información. ¿Estaba él en el carruaje que iba delante? ¿Acaso les estaba acusando de la desaparición de Mary? ¿Había ido directamente a enfrentarse a ellos cuando su familia estaba carbonizándose delante de sus ojos sin poder hacer nada?

Un ruido llamó la atención de todos al provenir del interior de la vivienda aparte del crujir de los cimientos y las llamas, esperando con pesadez hasta que vieron salir por la puerta principal uno de los bomberos cargando en el hombro a Theodore Maw, quien apenas podía soportar su propio peso.

Maw había perdido el rojizo de su caballera para teñirse de oscuro por culpa de la ceniza, impregnada en su piel y roja. Tenía una quemadura que recorría su brazo izquierdo, ennegreciendo la zona y arrugando sus manos.

¡AYUDA POR AQUÍ! – Gritó el bombero mientras buscaba el apoyo de sus compañeros, queriendo que atendieran rápidamente a Maw.- ¡HAY MÁS GENTE DENTRO, TENEMOS QUE SACARL…! – Un estruendoso ruido le hizo girar el rostro hacia la casa, o lo que quedaba de ella. Toda la pared delantera se había derrumbado para taponar una de las salidas, y enterrando así a los que todavía se encontrasen dentro mientras Elisabeth empezaba a localizar los rostros que faltaban.

No había salido la doncella que la peinaba cada mañana.

No había salido la cocinera ni su hija pequeña de apenas ocho años que solía ayudarla, preparando el té.

No había salido el cochero encargado de guiar los viajes que tuvieran. Tampoco el anciano encargado de los caballos.

No había salido su madre. Vivianna seguía dentro.

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23/12/2023, 20:58
Narrador

Todo en Nathaniel ardía mientras corría.

Le ardían las piernas al correr, tensando los músculos. Le ardía el pecho, agotándose la fuente de oxígeno y empezando a dar largas bocanadas de aire para recuperar el aliento. Le ardía el corazón pensando en su hermana pequeña, en lo perdida y asustada que estaría, en si volvería a verla una vez más, si habría fallado a la promesa de protegerlos ahora que su padre no estaba con ellos. Le ardían las mejillas a medida que estaba ya en línea con el fuego, una leve caricia que iba quemando todo a su paso. Pero sobre todo lo que ardían la visión de Mary ardiendo en esa casa mientras gritaba su nombre, pedía ayuda antes de ser devorada por las llamas, un destino mucho peor que el que sufrió Olive Whalenburg… Todo en él ardía, incluso su propia alma.

Y allí reunidos frente a la “hoguera” que se había vuelto el hogar Colville se encontraba más de una docena de sirvientes, muchos de ellos temblando, cubiertos de cenizas o todavía tosiendo por culpa del humo que había tragado. Todos estaban asustados observando de manera hipnótica el baile de las llamas, esperando al resto de compañeros que todavía no habían tenido la suerte de salir. A un lado y en silencio, también observando, se había reunido la familia Colville junto a sus eternas compañías.

Pero seguía faltando gente, mucha gente.

El carruaje de bomberos estaba aparcado en uno de los laterales. Tres personas sostenían con fuerza la manguera a presión mientras mojaba una parte que rápidamente volvía a ser devorada en llamas, no teniendo demasiada potencia como para apagar un incendio de semejantes dimensiones. Escuchaba a gente gritar por más agua, por ayuda, también a la guardia todavía desalojando las zonas cercanas como si creyeran que esa noche toda Belgravia ardería mientras que vecinos se acercaban para ayudar con baldes de agua.

Nathaniel intentó buscar su propia agua en el incendio, aunque fuera una pista sobre el paradero de su hermana mientras pedía que no estuviera dentro de esa casa pero no encontró ningún consuelo. Los que no reclamaban que se apartara para apagar el fuego estaban demasiados conmocionados, no respondían con claridad o no le entendían, mientras que los pocos que sí pudieron prestarle un poco de ayuda aseguraban no haber visto a nadie. ¿Sería verdad? ¿Entonces Mary no estaba allí o la tenían oculta incluso al personal?

Un ruido llamó la atención de todos al provenir del interior de la vivienda aparte del crujir de los cimientos y las llamas, esperando con pesadez hasta que vieron salir por la puerta principal uno de los bomberos cargando en el hombro a Theodore Maw, quien apenas podía soportar su propio peso.

Maw había perdido el rojizo de su caballera para teñirse de oscuro por culpa de la ceniza, impregnada en su piel y roja. Tenía una quemadura que recorría su brazo izquierdo, ennegreciendo la zona y arrugando sus manos.

¡AYUDA POR AQUÍ! – Gritó el bombero mientras buscaba el apoyo de sus compañeros, queriendo que atendieran rápidamente a Maw.- ¡HAY MÁS GENTE DENTRO, TENEMOS QUE SACARL…! – Un estruendoso ruido le hizo girar el rostro hacia la casa, o lo que quedaba de ella. Toda la pared delantera se había derrumbado para taponar una de las salidas, y enterrando así a los que todavía se encontrasen dentro mientras Nathaniel veía su última esperanza desvanecerse.

Mary no había salido.

Mary no había salido.

Mary no había salido.

¿Dónde estaba su hermana?

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23/12/2023, 20:59
Narrador

Algo estaba ocurriendo dentro de la residencia Mousehole pero no sería Leroy quien descubriera las razones, aunque quería saber los implicados en tales extrañas circunstancias.

Aprovechando los grandes setos que ofrecían una buena cobertura natural y la propia oscuridad de la noche se escondió entre las sombras, pendiente de los dos focos claves en todo este misterio: La puerta principal entreabierta y la habitación con las luces encendidas, donde provenía todo el ruido. Pero no había más movimiento, no había más pistas sonoras, sólo un silencio sepulcral que se rompía continuamente por el jaleo del exterior.

El incendio al final de la calle habría sido una buena distracción. Podía ver a gente corriendo por la calle para alejarse todo lo que pudiera del fuego, también a guardias extendiendo un cerco de protección para ir desalojando las residencias más cercanas al punto cero… Pero ninguna de esas prisas, ni llantos ni súplicas se acercaban a esa casa.

El tiempo pasaba y el frío se acrecentaba al igual que el cansancio y el aburrimiento, sobre todo ante la falta de movimiento más allá de los bomberos y familias asustadas. Seguía sin haber rastro de Hugh Mousehole ni de un solo criado, tampoco había cambiado ni un ápice de la entrada ni de la ventana, ajenos al resto del mundo.

Se estaba haciendo demasiado tarde y no podía quedarse eternamente en su escondite.

Cansado, salió de entre las sombras y se alejó disimuladamente de la mansión Mousehole para caminar en contra dirección al resto, yendo allá donde el agresivo fuego bailaba sobre el cielo de Londres. Y a medida que se acercaba el aire se volvía más pesado, aspirando ceniza y humo, el calor le acariciaba la piel y podía ver en primera persona los horrores de un incendio descontrolado que carbonizaba el mapa de Belgravia.

Si Mary había estado ahí dentro ya no habría nada que pudieran hacer.

Si Mary había estado ahí dentro ahora sólo sería carne carbonizada y huesos.

Pero, si Mary no estaba allí, ¿dónde se encontraba su hermana?

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23/12/2023, 20:59
Arnold Salisbury

Desoyendo la petición de Brown de no tener un enfrentamiento directo con el padre de familia, los hermanos prácticamente echaron la puerta abajo con tal de poder entender qué estaba pasando, la última mota de una terrible noche.

Lo que solía ser una entrada elegante e iluminada ahora se había convertido en un campo de guerra. La mesita de caoba oscura que solía descansar a un lateral estaba tirada en el suelo junto a cientos de pedacitos de un jarrón chino de importación (o eso decía a las visitas, siendo en realidad una imitación bastante barata comprada en el mercado). Las flores que habían sobrado de todo lo que trajo el duque estaban pisoteadas, decorando las baldosas de la casa y perdiendo esa pureza que una vez tuvieron. Lo mismo ocurría con toda decoración que hubiera tenido cerca, desde cuadros que ahora estaban con el marco roto, platos decorativos destrozados (también del mercado), una cortina que había arrastrado de una de las habitaciones, libros con páginas arrancadas, botellas caídas que dejaban gotear el contenido, y un terrible olor a fuerte alcohol que impregnaba cada espacio.

Arnold Salisbury estaba en el centro de la sala, respirando de manera entrecortada. Su tez oliva estaba colorida tanto de la bebida como del cansancio, demostrándose en el sudor que dejaba caer por su frente. No tenía la chaqueta de su traje, encontrándola tirada junto al cuadro sin marco, y se había desabrochado un par de botones de su camisa para poder respirar mejor. Sus pantalones estaban sucios, como si se hubiera caído en un charco, y le faltaba un zapato que tampoco parecía encontrarse en el lugar.

En cuanto escuchó la puerta estuvo dispuesto a cargar nuevamente creyendo que había sido un criado intentando otra vez mediar, sin embargo al ver que se trataba de su familia toda la ira que había estado expulsando en gritos se desinfló.

Ahora derrotado, acabado, empezó a llorar mientras caminaba marcha atrás, dejándose caer sobre los escalones que conectaban con el primer piso. Hundió los hombros y sollozó, hundiéndose en su propia miseria por dejar que le vieran así.

Tenía que hacerlo. Por vo-por vo-por vosotros.- Tartamudeó, notando la lengua dormida.- No había otra forma, lo siento.

He vendido la casa.

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23/12/2023, 21:00
Lady Confidente

El frío de la noche que antes era llevadero se había vuelto pesado, asfixiante, sobre todo porque las temperaturas no sólo habían bajado en Londres sino en los corazones de los debutantes que, de una forma u otra, habían encontrado una verdadera tormenta que arrasaría la tranquilidad de sus vidas.

Pero mientras el resto buscaba la manera de sobrevivir a las próximas horas, en un pequeño y oscuro estudio se libraba una batalla muy distinta, una donde la inspiración combatía contra los modales, la elegancia y la discreción.

No, así no.- Susurró a baja voz antes de descartar el escrito y apartarlo a un lado, sumando así una nueva víctima más en el cementerio de páginas tachadas y corregidas esparcidas por el suelo.

Sus manos estaban manchadas de tinta. Le dolían las piernas y la espalda por haber dejado hace horas la comodidad de la mesa y la silla para escribir en el suelo, junto a segunda vela que estaba a punto de consumirse, queriendo aguantar los últimos momentos de vida con luz antes de tener que cambiarlo.

Necesitaba escribir. Necesitaba explicar todo lo que había ocurrido. Todos los engaños, todas las malas praxis, aquello que sólo un ojo avizor ha podido captar entre conversaciones, bailes. Enumerar los corazones rotos, exponer las promesas dadas bajo un suelo de cristal… Mucha información para tan solo una columna de cotilleos.

Sin embargo, entre desvaríos de palabras que iba nuevamente descartando, se detuvo un segundo a observar todas las hojas esparcidas. Cada una contenía información distinta con diferentes enfoques, dudando varias veces sobre cómo tratar determinados puntos o ceñirse a sus pensamientos, pero se fijó en que una frase coincidía en todas ellas, una que quería volver a escribir.

Tomó un papel en blanco y, esta vez con calma, deslizó la pluma para ir delineando letra por letra, palabra por palabra, logrando así obtener la victoria en esa guerra consigo misma.

Si hay algo en lo que estoy segura, es que la Temporada de 1827 sólo acaba de empezar.

Notas de juego

 

FIN DEL CAPÍTULO I