Partida Rol por web

Me encantaba Nine. Era mi contrapunto perfecto. Sabía que podía ser vulgar, estúpidamente valiente y terca como una roca de una montaña, pero ella era... estabilidad, seguridad, razón, armonía... justo todo lo que a mí me faltaba.

Nimwë nos había escuchado a las dos. A mí me manejaba con frialdad e insensibilidad... salvo una vez en la cual logré sacarlo de sus casillas al menos durante un instante, lo cual me había demostrado que bajo aquel halo de frialdad, había mucho, muchísimo más.

Pero ahora teníamos lo que todo boxeador necesitaba. Golpes de izquierda suaves para que ganara confianza... y un poderoso gancho de derecha, yo, para dejarlo KO. ¡Ja! No íbamos a dejarlo escapar de nosotros.

-Claro que... si pudiese señalarnos a otra persona culpable, por ejemplo a ese tal Harrison... o cualquier otro -me apresuré a decir -, y darnos alguna prueba de ello, quizás podríamos considerar que usted es tan inocente como aparenta ser, señor Nimwë, pero de una manera u otra, hoy habrá al menos un detenido por los asesinatos y a ninguno de nosotros nos importa una mierda quien sea. Usted tiene el arma del crimen. ¿Puede darnos algo con lo que acusar a... otra persona?

Lo cierto fue que, ante aquella revelación, la de la sangre en el bastón de su propiedad, el señor Nimwë vaciló un instante. Sus ojos se abrieron de par en par sorprendidos, dio medio paso atrás y se sujetó en la mesa para no caer al suelo y de pronto palideció.

Eldren miró a su alrededor, miró a los agentes y miró hacia la puerta. Finalmente tuvo que sentarse, parecía haberse mareado de forma repentina. Por primera vez le veían flaquear, por primera vez había perdido su determinación y como bien sabían los agentes, le tenían acorralado.

- Yo... - Musitó sin saber cómo continuar. - Yo... Harrison... - Levanto la mirada buscando la de Jefferson por alguna razón. - Harrison tenía que venir hoy. - Dijo finalmente. - Se está retrasando... - Miró su reloj de pulsera. - Más de media hora, no es propio de él. Y sí... - No lo quiso decir. Pero como a todos los presentes les había pasado ya, rondó una idea por su cabeza, aunque en su caso esa fuera la primera vez...

Jefferson se lo había imaginado desde la charla con el guardia de seguridad del parking, y prácticamente había confirmado su sospecha cuando el bueno de Brock había declarado que alguien como Eldren no podía haber llevado a cabo los asesinatos.

Y, a ojos del orco, así era. Puede que el candidato a la alcaldía fuera pomposo y repelente, pero le faltaba sangre fría para ser un asesino en serie. "Parece como si fuera a marearse de un momento a otro" se dijo el orco, observando al elfo agarrándose a la mesa y sentándose poco después, como si apenas pudiera tenerse en pie. "Este lo más afilado que ha cogido en su vida es un cuchillo de cocina para cortar un bistec" concluyó Jefferson, convencido de la inocencia del orejudo humanoide.

-Y más que se va a retrasar -le espetó Jefferson, en tono seco-. Hable. Diga lo que estaba a punto de decir...

Eldren miró a Jefferson. Se le veía roto, vulnerable. Por primera vez desde que le conocían daba la impresión de fragilidad y de no tenerlo todo bajo control. Aquel no era el Eldren Nimwë que conocían.

- ¿Lo que iba a decir? - Preguntó. - Yo... - Tragó saliva. - Estuve haciendo memoria ayer, después de dejarles... Nadie conoce las claves de mi caja fuerte. Al menos a priori, pero Harrison... - Su voz era entrecortada y dubitativa. - Recuerdo que una vez perdí las llaves de casa y le llamé para que me gestionara un cerrajero. Poco después apareció él con un juego de ganzúas y abrió la puerta. - Resopló. - Eso no quiere decir nada por si sólo, pero... Bueno una noche de febrero fui a la oficina. Me había dejado unas botellas de château petrus y él estaba allí. Me dio una excusa vaga y se marchó... No le di importancia. Confiaba en él ciegamente pero ahora...

Si está dispuesto a firmar una declaración igual se salva de ir con grilletes detenido y pasa a venir "voluntariamente" como testigo, usted decide amigo!

El agente tenía los grilletes fuera, en la mano, para reforzar sus argumentos. Nada le gustaría más que engrilletar a un orejas picudas y apretar bien la rosca, que los elfos son muy diestros en el contorsionismo.

Y ahora! Harrison! Dónde carajo está? MO ME DIGA QUE DESPUES DE LO DE AYER SE HA DESPREOCUPADO DE LO QUE PUEDA HABER HECHO!!!

no sé creería que el elfo hubiera dejado a su empleado sin vigilancia, sobre todo con las opciones de ser detenido si huia.

- Tiene que estar de camino o bien en su casa... - Dijo entonces. - Estoy convencido de que ésto no es normal. En doce años que lleva conmigo, sólo ha faltado una vez al trabajo y fue el día que murió su madre. Le dije que cogiera una semana, pero al día siguiente... Aquí estaba. - Se rascó la frente. - Y tarde nunca. Es el hombre más puntual que conozco y de hecho, suele ser siempre el primero en llegar aquí. ¿Quieren que vayamos a buscarlo a su piso?

Está bien. Todo el mundo en marcha. Usted, señor Nimwë, se viene con nosotros. Estará más seguro que si se queda aquí esperando a Harrison, sabiendo que quizás sea el único que puede condenarle, y más le vale ordenar esas ideas o como mínimo será detenido como cómplice. Zoddert, vigílalo.

Rápidamente, me giré hacia el resto del grupo.

Todos a casa de Harrison, YA. Frank, aviso general a todos los coches patrulla, aeropuertos y trenes. Buscar y capturar a Harrison. Deprisa.

Y salí con el resto en dirección al coche, tan deprisa como pude, asegurándome de que todos, incluido Nimwë, venían detrás de mí.

Déjame a Raynor por si acaso el testigo acaba siendo el titiritero de todo esto, además el protocolo obliga a ser dos por cada custodiado por si hay que ejercer la fuerza mínima indispensable.

El orco no se iba a quedar solo con el elfo corta torsos, no sé fiaba de los orejas picudas, y menos de los relacionados con 4 asesinatos bestiales.

Hecho. Pero vamos todos. No quiero que nos separemos ahora que estamos a punto de terminar, pero Harrison os lo dejo a vosotros. Todos los demás con Nimwë.

Zoddert merecía una oportunidad de agarrar a aquel mal nacido y Harrison, ser atrapado por el orco. Y yo... pensaba divertirme con ello

Los agentes se introdujeron en sus vehículos. Por un lado iban Zoddert, Raynor y Nimwë en el asiento trasero. Había aceptado de buena gana en acompañarles, sin embargo, todavía lucía un rostro más pálido de lo ya habitual en él. En el otro vehículo, Jefferson, Courier y Vaamar iban a la delantera.

Enseguida pusieron la localización de la vivienda de William Harrison en el navegador. No estaba demasiado lejos de la sede, aunque tampoco cerca. Veinticuatro minutos de trayecto según datos proporcionados por el navegador. Sin duda iban a ser menos si usaban bien sus recursos policiales y sin duda lo iban a hacer. 

Primero fue la agente Vaamar, quien tras abrir la guantera, sacó una luz de alarma portatil, la activó y sacándola por la ventana la ancló con el imán que portaba en la base, al techo del coche. Era un coche de paisano, pero destelleaba en azul y sonaba por toda la calle con el clásico sonido de alarma.

Raynor imitó a la responsable de la unidad y en ese preciso instante, los dos vehículos de paisano del departamento, comenzaron a avanzar a gran velocidad a través de las abarrotadas calles de Nueva York. El resto de vehículos se apartaba a su paso, alarmados por el sonido y la luz que desprendían y la adrenalina por la carrera a través de la ciudad, pero sobre todo, por el hecho de tener a Harrison tan cerca de acabar detenido, les llenó de una extraña euforia.

Fue a mitad de camino cuando sonó el teléfono móvil de la agente Vaamar. Estaba conectado al manos libres del vehículo. Al ver de quien se trataba, todo fueron buenas noticias. McGee le estaba llamando y eso sólo podía significar dos cosas, que o bien había orden de registro o bien todo lo contrario. No obstante, la agente elfa, tenía la corazonada de que las noticias del antiguo comisario en jefe, iban a ser buenas.

- Adelante... - Dijo con jerga policial la agente Vaamar al descolgar.

- Soy McGee... - Dijo una voz desde el otro lado. - Buenas noticias, el fiscal Harrow es un viejo amigo y me ha conseguido la orden. No ha sido fácil, porque hoy es sábado, pero la tenemos. ¡La tenéis Celarian! ¿Te mando una copia a tu correo?

Las noticias eran buenas, por fin habían conseguido la orden de allanamiento sobre el domicilio del sospechoso, y la orden para arrestarlo. Todo parecía ir sobre ruedas, dicho gracioso cuando se encontraban yendo a toda velocidad en la patrulla con destino al domicilio de Harrison.

-Excelentes noticias! – dijo en voz alta.

Pero justo en ese momento comenzó a llegarle un torrente de dudas. Habían ido hasta el final por ese camino, más vale que terminase a buen puerto. Quien iba a explicar, sino que todas las acusaciones contra Harrison eran infundadas?

McGee había hecho su trabajo. Aquella orden era justo lo que necesitábamos, aunque al final tuviéramos dudas sobre el autor, o nos faltaran pruebas.

-Excelente. Gracias, jefe. Sí, mándemela al correo. Vamos ahora hacia la casa de Harrison. Le mantendré informado. Y... bienvenido, Jefe.

Sonreí. McGee ayudándonos. Seguro que Zoddert no se lo esperaba y quería ver su reacción ante ello.

-Está bien. Vamos a por todas. O Harrison o Nimwë, pero a partir de hoy no habrá más muertes por uno de estos dos cabrones -dije, apretando el acelerador.

Finalmente los dos coches llegaron al domicilio de Harrison y los dos coches apararon justo enfrente. Se trataba de un chalet adosado de dos pisos y forrado en ladrillo. Una buena casa dada su posición. El señor Nimwë sabía mejor que nadie lo que cobraba su secretario y no era poco, pues el trabajo que abarcaba era mucho. No había luces en el interior, como tampoco había ni rastro del GMC Lambda propierdad de William.

El edificio de Harrison estaba justo a la izquierda de una pequeña callejuela privada. Tenía un pequeño sótano, pero no parecía tener garaje. La puerta de entrada era de color azul, igual que la que tenía el domicilio situado justo a si izquierda. Habían llegado y era el momento de decidir el curso de la acción a seguir.

- Parece que no está... - Dijo Eldren Nimwë nada más bajar del coche. - ¿Dónde diablos...? - Murmuró para si mismo. - ¿Quieren que sea yo el que llame a la puerta? Pero ya les digo... no parece que esté aquí... - Repitió.

En ese momento sonó el teléfono móvil de Vaamar. Acababa de recibir un mensaje de texto.

Vale, tenemos la orden. Podemos entrar así que... -empecé a decir, girándome hacia Nimwë -no hace falta que llame. Ya lo hago yo. Soy más delicada.

Me acerqué a la puerta decidida, probé a abrirla de buenas y tras comprobar que estaba cerrada... le di una patada con todas mis fuerzas, rompiendo no solo la cerradura sino también parte del marco.

Me daba lo mismo que estuviera o no. Lo importante era entrar y examinar el interior.

Ryan, Zoddert. Quedaros fuera con Nimwë.  Los demás, dentro. Registradlo todo.

-Tal vez no fuera mala idea que Eldren llama... -comenzó a decir el agente orco, aunque no terminó de pronunciar aquellas palabras, pues en ese momento Vaamar golpeaba con fuerza la puerta de la vivienda de Harrison.

Tomando mi arma de fuego, Jefferson se situó junto a la agente elfa, preparado para irrumpir en el interior de la casa.