Partida Rol por web

Lo tenían. Tenían la prueba de que el bastón con el que se habían llevado a cabo los asesinatos, al menos en el último caso, había sido el de Eldren Nimwë.

-Es Harrison -le indicó el agente orco a su compañera elfa, absolutamente convencido-. Estoy seguro de que es él. Llevo teniendo ese pálpito desde que Raynor y yo hablamos con el vigilante de seguridad en el párking de la sede de la Asociación del Pueblo Élfico. Era un hombre ya mayor, nos dijo que cuando veía a Nimwë regresar solo por las noches parecía otra persona. ¿Y si lo era? ¿Y si era Harrison disfrazado de Nimwë para inculparlo?

Otro dato más se le vino a la cabeza al orco. Comenzaba a tener todas las piezas para encajar aquel puzzle y, con las pruebas forenses, cada vez estaban más cerca de cazar a Harrison.

-Él sabía que Nimwë era el único que no tenía que firmar cada vez que sacaba un coche o regresaba a la sede. Si Harrison se disfrazase de Nimwë, tampoco tendría que firmar nada. Con las suficientes prótesis, una peluca y un par de orejas de gaucho, quizá diera el pego como Nimwé. -Jefferson se encogió de hombros-. Todo esto, es una mera teoría. Por ahora apuesto por el humano.

Sí, es muy posible que fuese así, pero...

Me giré hacia Nine, Ryan y Frank.

...Harrison tenía un GMC Lambda y lo usó el día 21. Eso lo sitúa como principal sospechoso. Sin embargo, el arma es el de Nimwë. Eso coloca a su jefe al frente.

Suspiré. Dos sospechosos, dos posibilidades. ¿Cómo hacerlo?

Solo conseguiremos algo si lo forzamos, así que creo que deberíamos poner a Nimwë de nuestro lado. Haremos lo siguiente. Yo me aseguraré de tener a Nimwë de nuestro lado, mientras los demás cogéis a Harrison. Si están juntos en el despacho, os lo lleváis detenido y me esperáis allí mientras Nine y yo hablamos con su jefe. Si Harrison se encuentra en otro lugar, id por él.

Resoplé. Sentía que el final estaba llegando y deseaba terminar cuanto antes, sobre todo, atrapando al responsable de aquellas matanzas.

Nada de sirenas, coches de paisano y todo de forma tranquila. Eso sí, si alguno se resiste, haremos lo que sea necesario, ¿entendido? Pues en marcha.

Teníamos la confirmación del arma, al menos no estábamos mal encaminados. Ahora solo había que coger a los sospechosos y lograr una confesión.

Pero… las pruebas apuntaban a Nimwë. No teníamos nada sustancial en contra de Harrison, no al menos para justificar un arresto.

-Concuerdo con la mayoría en que el sospechoso principal es Harrison, aun cuando todo apunta a Nimwë, pero… a decir verdad no tenemos pruebas para apresar al secretario. De cogerlo lo único que tiene que hacer es permanecer callado hasta que su abogado venga a liberarlo. En ese caso solo nos queda Nimwë y con las pruebas que tenemos acabará yendo él a prisión, aun en el caso de que sea inocente. ­– estaba divagando. ­­– Lo que quiero decir es que. Qué tal si conseguimos una orden de requisa del domicilio de ambos y vemos si encontramos más evidencia? Mcgee se está jugando el puesto y las conseguirá en dos segundos. Y en el caso de que se nieguen, o intenten escapar ya no tendrán oportunidad.

No me parece mala idea -dije, mirando de soslayo a Nine y recordando nuestro encuentro. Todavía podía sentir su cuerpo junto al mío y eso me hizo sonrojarme casi sin esfuerzo -, aunque creo que lo más importante es lanzar uno contra el otro, porque o los dos son culpables, o uno de ellos miente y quiere inculpar al otro. Así que los necesitamos a los dos.

Joder, contrólate, me exigí a mí misma.

También pienso que la clave estará en actuar todos a la vez para que no quede ningún cabo suelto. Esperad. Hablaré con MCGee. Seguro que tiene aún amigos para obtener un par de órdenes.

Saqué el teléfono y marqué el número de nuestro ex-jefe.

Jefe, le necesitamos. Vamos a agarrar a Nimwe y a Harrison. Tenemos pruebas contra los dos pero nada concluyente para decir si fue uno u otro el culpable. ¿Cree que podría obtener un par de órdenes de registro para nosotros?

-Que le den por saco a McGee... solo hizo una cosa buena en todo este asunto y fue la de quitarnos el lastre de Johnson de encima...-se encogió de hombros.

-Si voy a hacer esto os aseguro que en la lista de razones, el comisario no es que figure el último, es que ni figura-dijo en tono tajante

-Y con respecto a Harrison, lo cierto es que tiene sentido, pero necesitamos sacar un móvil... ¿que ganaría él con los asesinatos?

Mientras esperaba la respuesta de McGee, tapé el auricular para responder a Ryan.

-Solo hay dos posibilidades. O está como una puta cabra y solo quiere matar y descuartizar, o quiere acabar con Nimwë, ya sea por algún asunto personal o por motivos políticos.

O es una retorcida manera de que la gente se apiade de los elfos y vote al candidato de estos... No sé! También por odio a los orejas picudas! Quien no quiere matar elfos? Dominan el mundo! Jajajajaja

Zoddert las soltaba en plan broma, pero las soltaba.

Vayamos para allá! Yo voy por Harrison, es mío.

-Yo también me apunto a ir a por Harrison -agregó el agente orco, uniéndose a su compañero racial-. Iré con Zoddert.

Estaba convencido de que Harrison era el responsable de los asesinatos, por lo que quería estar allí para detenerlo. Pese a que Nimwë no le caiga bien, estaba convencido de que el elfo sólo era un cabeza de turco al que su seretario pretendía echarle el muerto.

- ¿Agente Vaamar? - Preguntó Khorlin McGee desde el otro lado del teléfono. - ¿Ho...hola? - Preguntó extrañado.

- Jefe, le necesitamos. Vamos a agarrar a Nimwe y a Harrison. Tenemos pruebas contra los dos pero nada concluyente para decir si fue uno u otro el culpable. ¿Cree que podría obtener un par de órdenes de registro para nosotros? - Le soltó de golpe la elfa.

- Yo ya no... - Dudó entonces aquel hombre. - Ya no estoy al frente... yo... veré lo que puedo hacer... - Dijo antes de colgar el teléfono.

Finalmente los cinco agentes salieron del Departamento con un objetivo claro, atrapar a Harrison, a Nimwë o a ambos. Sin duda alguna el lugar más probable donde se encontraban en esos momentos era en la sede de la Asociación del Pueblo Élfico de Nueva York y entonces cayeron en la cuenta... Estaban a sábado y muy posiblemente la sede estaría cerrada. Les quedaban dos opciones, ir a casa de Nimwë o ir a casa de Harrison. 

No obstante, las elecciones se acercaban y podía ser, por improbable que fuera, que Nimwë y su secretario se encontraran en dicha sede. Al fin y al cabo, era el momento del año en el que más tenían que trabajar y puede que algún sábado por la mañana abrieran la sede para trabajar en la campaña. Por ello, se aseguraron antes de ir hacia allí de que encontrarían a alguien en el interior. 

Llamaron por teléfono haciéndose pasar por un inversor y aunque tardó cuatro tonos en ser descolgado el teléfono, finalmente respondieron. Se trataba de una voz de mujer y al preguntar acerca de si estaba abierta la sede respondió que sí, aunque dejó claro que el señor Nimwë estaba reunido y muy ocupado, por lo que si deseaban ser atendidos por él en persona, iba a ser del todo imposible. De ahí que pidieran una cita para el lunes, a la que nunca acudirían.

Los cinco agentes se subieron en dos coches camuflados de color oscuro y salieron echando chispas del aparcamiento del Departamento de Policía. Llegaron más pronto de lo habitual a la sede de la Asociación, sin duda las prisas les condujeron a correr algún riesgo más de la cuenta a través del caótico tráfico de Nueva York. Por suerte llegaron sanos y salvos y pudieron aparcar fácilmente sobre la acerca.

Al llegar frente a la puerta se toparon con un vigilante de seguridad. Al identificarse como agentes de policía les dejó pasar y los cinco se encaminaron hacia el ascensor. Una vez frente a la secretaria que se encontraba tras el mostrador de la recepción de la sede de la Asociación del Pueblo Élfico, ésta les miró de reojo mientras masticaba chicle y sin quitarse los auriculares que portaba en las orejas.

- Un momento... - Les pidió mientras tecleaba en el ordenador y ni siquiera levantó la mirada.

¿Cómo podía tener Nimwë a una empleada como aquella en su sede? La respuesta era obvia para la mayoría de ellos, pero... ¿Le valía la pena? La imagen que daba, masticando chicle y escuchando música a través de unos auriculares, dejaba mucho que desear. Por supuesto el trato no era el esperado, pero eso lo iban a arreglar...

McGee nos atendió... y al menos existía una posibilidad de que nos consiguiera algo. En el fondo, aún llevándonos mal con él, era mejor policía de lo pensábamos. Quizás por eso cuando lo echaron, exigí respeto de todos, y quizás por eso me dolía que lo hubieran quitado de la silla. No lo merecía. No nos había tratado tan mal como para librarnos de él, aunque Zoddert pensara que sí.

Pero aún teníamos cosas que hacer. La probabilidad de encontrar a Nimwë, más protegido que un puto banquero suizo, era baja, así que no me corté ni un pelo. Cuando aquella chica nos dio largas, ni siquiera esperé a que terminase de escribir. Le arranqué los auriculares de golpe, giré la pantalla del ordenador hacia nosotras y me encaré con ella.

-Oye, guapa. No estamos de vacaciones. Nimwë ahora, o ese chicle que tienes en la boca irá a parar a otro sitio en el que no podrás encontrarlo sin pasar antes por el hospital. De-pri-sa.

Una puta como secretaria y una asesino como ayudante. De verdad que Nimwë tenía que replantearse la agencia de trabajo temporal que utilizaba.

"Menuda secretaria" pensó el agente orco para sus adentros, mientras la observaba mascando chicle.

A él le desagrada el aspecto físico de los "Orejas Picudas", aunque sabía reconocer cuando se encontraba delante de un espécimen atractivo.

"Seguro que se la trajina", agregó para sí, muy convencido.

- ¡Oiga! - Alzó la voz la secretaria mirando con desprecio a aquella mujer. - ¡Pero quien se cree que es usted! - Alzó la mirada buscando a alguien. - ¡Seguridad! - Gritó.

En ese momento escucharon pasos acercándose a la carrera hacia el lugar. Al mirar en dirección al pasillo, observaron como dos agentes de seguridad, un humano y un orco, corrían en dirección a la recepción en la que se encontraba aquella elfa maleducada.

- Zorra... - Dijo por lo bajo sin dejar de mascar su chicle y mirando con prepotencia y una sonrisa socarrona a la agente Vaamar.

Eso tampoco me lo pensé. Saqué mi placa y mi arma y apunté a los dos hombres que venía.

-Agente de policía. Esta es una misión oficial. Cualquiera que intervenga será detenido por obstrucción a la justicia, y tú la primera -le dije a la secretaria, girándome hacia ella cuando todo estuvo más tranquilo y los dos guardias se detuvieron, metiéndole la mano en la boca a la zorra, sacándole el chicle y después colocándo mi arma sobre la mesa, bajo mi mano, apuntando hacia ella.

Esperaba que los demás me apoyaran, obviamente, pero con un orco, un humano y una puta no tenía ni para empezar.

-Ultima oportunidad. Nimwë y día tranquilo, o Nimwë por las malas y noche en el calabozo con un puñado de violadores. Tú decides. 

Mientras tanto, sostuve el chicle entre mis dedos, a la espera de su respuesta.

Todo pasó muy rápido. A Celarian Vaamar no se le tocaba los cojones así como así y solía demostrarlo a la menor oportunidad. Además, eso pasaba cada vez con mayor frecuencia. Tarde o temprano acabaría siendo denunciada ante la justicia por alguna de sus prácticas habituales, era cuestión de tiempo. Lo cierto era que a medida que iba ganando confianza y el caso se acercaba cada vez más al final, sus acciones parecían cada vez más salvajes y desenfrenadas. Cosa del estrés y la pérdida de la paciencia.

Sí, Celarian Vaamar se había cansado de protocolos, esperas y filtros. Estaba cansada de tener que hablar con unos y con otros para llegar a quien realmente le importaba. Estaba cansada de porteros, secretarios, secretarias... ¡Quería a Nimwë y lo quería ahora! Nadie iba a detener esa ansía y si sus compañeros se ponían de su parte bien, pero si no lo hacían, ella sola sacaría a Eldren Nimwë, Portavoz de la Asociación del Pueblo Élfico de Nueva York, agarrado de los mismos colgantes reales si hacía falta.

Lo cierto fue que su actuación sirvió par detener en seco a los dos agentes de seguridad. ¿Quien no se detendría ante una loca armada? Tanto el orco, como el humano retrocedieron varios pasos con los brazos en alto mientras se miraban el uno al otro confusos y asustados. El resto de agentes también, los compañeros de Vaamar, también se quedaron boquiabiertos antes lo que acababa de suceder. Sabían que su compañera tenía mala hostia y que la paciencia no era su fuerte, pero aquello...

La que también bajó los humos fue la secretaria barra prostituta de Nimwë. La mujer se tiró al suelo escondiéndose debajo de la mesa y comenzó a chillar asustada. No era para menos, acababan de sacarle un arma y le habían amenazado con... ¡No sabía con que le habían amenazado! Algo de un calabozo quizás, pero estaba tan asustada que lo cierto era que se acababa de borrar toda la memoria a corto plazo de su corteza prefrontal.

Sí, Celarian Vaamar sabía como armar una buena... Quizás podría ser la protagonista de una nueva película de Tarantino... sobre todo si empezaba a vaciar el cargador de su pistola y manchaba de sangre toda la puta sede de la jodida Asociación del puto Pueblo Élfico de la jodida ciudad de Nueva York y entonces...

...se abrió la puerta del despacho del señor Eldren Nimwë y de su interior surgió la impertérrita figura de aquel carismático elfo. Mostraba las palmas de sus manos y trataba de transmitir una sensación de paz y serenidad a la locura que en un momento se había generado en la recepción.

- Señorita Thranduil... - Se refirió a la secretaria. - ¡Deje de gritar como una histérica!

Ordenó de forma muy convincente y la señorita Thranduil dejó de gritar.

- ¡Ustedes dos, vuelvan a sus puestos! - Les indicó a los guardias de seguridad.

Éstos se marcharon echando leches del lugar.

- Y por favor... - Miró a Vaamar. - ¿Realmente es necesario eso? - Dijo sonriente y refiriéndose al arma que portaba en la mano. - Dígame en que puedo ayudarle hoy... - Volvió a sonreír. - Parece que me busca todo el tiempo. Al final tendremos que ir a cenar...  Bromeó con la sangre más fría que la de un lagarto.

Lo siento, señor Nimwë. No es mi tipo -le dije, mirando incosncientemente de reojo a Nine antes de pasar a su despacho, invitada o no. Una vez dentro, no me contuve mucho más.

Estamos aquí por un asunto bastante serio, señor Nimwë. Me temo que todo lo que averiguamos ayer tendrá consecuencias, así que solo necesitamos saber... hasta dónde es capaz usted de jugar y si lo hará con nosotros o en contra nuestra.

Seguro que ahora dices algo como.. yo siempre estoy dispuesto a ayudar a la ley y una mierda de esas, pero el caso es que o tú o tu esclavo sois un asesino de mierda.

Jeaninne, observó todo el escandalo producido por la elfa. En algún momento la humana recordaba que se creía dura, y con un valor tal vez mayor al de sus compañeros. Pero se daba cuenta que seguía mucho las reglas y que era para nada revolucionaria en comparación con su equipo. No sabía si Celarian era valiente y dura, o simplemente estaba loca. Probablemente ambas.

-Señor Nimwë, como le he comentado a solas, que si se daba el caso de que el análisis de sangre del arma daba positivo, nada evitaría que usted sea señalado como culpable. Bueno, digamos que ya tenemos los resultados y no son favorables para usted. Hemos venido con una orden de arresto. Podemos hacer un escándalo de esto, o podemos hacer esto discretamente. Usted elige.