Partida Rol por web

Gruñó entre aliviado y molesto al ver como los salvajes se iban para dejarles en paz de una vez por todas. - Buen trabajo - dijo al aire, aunque el comentario estaba dirigido a Thorgrím en aquel momento. Se arrodilló junto al cuerpo de Jorunn y cerró los ojos entonando una muda plegaria antes de comenzar a sanar sus heridas. Ya había evitado que se muriera por congelación en el barco y ahora estaba de nuevo luchando por su vida. Quizás los dioses decidieran que aquella batalla debía librarla sola y que su mano no debería sacarla de entre la vida y la muerte.

Su plegaria rezaba por una oportunidad más, puesto que la chica aún tenía que demostrar mucho y si se la llevaban antes de tiempo toda su vida se convertiría en una deshonra. Alzando la cabeza al cielo y poniendo sus manos sobre las graves heridas de la hija del Jarl comenzó a canalizar el Sedjr.

Sentía como su propia sangre estaba cayendo al suelo, como sus energías se debilitaban por el propio sortilegio y por sus heridas. Ya habría tiempo para él.

En la oscuridad en la que se hayaba sumida, Jorunn comenzó a distinguir sonidos. No llegaba a comprenderlos del todo y, a su confundido cerebro no le parecían voces... le parecía que era los intentos de los muertos sin honor por hablar. Cuando el trance se tornó más desesperado, la joven noble comenzó a oír ruidos cada vez más fuertes y a atisbar una fina luz que se filtraba a través de sus ojos entrecerrados. Los ruidos se hicieron cada vez más claros y tras unos segundos en una especie de doloroso duermevela comprendió que se trataba de una respiración agitada. La respiración del thurl. Cuando finalmente abrió los ojos del todo, vio a alguno de sus compañeros a su alrededor con el rostro preocupado. Su mirada se posó durante un par de segundos en el scalda.

Seres mágicos...

Jorunn miró su mano, girando levemente la cabeza y le invadió la repugnancia. Tenía un corte terrible y lo peor de todo...olía. Olía como las heridas infectadas. ¿Tendrían que cortarsela? Procurando no llorar miró al thurl asustada. En realidad sabía que aquello era de ley: lo que no se había llevado el hielo se lo llevaría el acero. Jorunn gritó de dolor cuando la tocaron la mano para comprobar si podía salvarse. 

¿Alg..una baja?—preguntó con esfuerzo a Osvif, con el rostro enrojecido por el dolor y la vergüenza. Cuando la confirmaron la muerte de dos de los suyos, incluido el joven Bjornson, Jorunn cerró los ojos.—Serg...será...les daremos...un entierro digno... Lo siento Bjorn... Lo siento mucho...

La völva se quedó todo el tiempo que el Thurl estuvo atendiendo a Jorunn, arrodillada a su lado, elevando a los dioses sus plegarias para que todo saliera bien, y cuando vio que su amiga abría los ojos y reconocía a los que la rodeaban, suspiró aliviada prometiendo una ofrenda, en especial a la diosa Eira*, la curandera, por haber guiado con precisión las manos del Thurl.

- Jorunn... has vuelto a nosotros. Pensé... pensé que te perdíamos.

Si no fuera porque tenía que mostrar fortaleza ante todos los hombres que la rodeaban, de buena gana Hild hubiera derramado lágrimas de alegría.

Sigurd esperó de pie, observando la tarea que Klemet realizaba para sanar a quien se supone que él debía proteger. Limpió lo mejor que podía la sangre de la espada antes de envainarla, y después siguió mirando de pie detrás de Hild.

Cuando Jorunn abrió los ojos suspiró de alivio -Me alegra saber que aún sigues entre nosotros...- El hirdman no estaba contento con su trabajo, había combatido bien e incluso había salido ileso, pero en su tarea de proteger a la hija del harl había fallado.

No podía hacer nada, pues Jorunn le había mandado delante y le había alejado de ella. Era imposible proteger a quien no se dejaba, o lo alejaba de ella o se lanzaba del barco a las heladas aguas. Sigurd estaba en un brete, o ignorar ese tipo de órdenes por parte de Jorunn y cumplir las del harl o seguir haciendo caso a la que, en principio, es líder de esa espedición. Las palabras del harl eran claras, y sus órdenes pesan más que las de su hija, pero si desobedecía a Jorunn ella se vería en un aprieto por parte del resto de hombres.

Es demasiado cabezota....

Jorunn se incorporó con dificultad apoyandose sobre el mástil. La chica intentó levantarse pero la dolía demasiado todo el cuerpo. Posó su mirada sobre los que estaban cerca de ella para ver como estaban. Ahora que tenía la mente más clara podía analizar mejor la situación. Una vez más maldijo su mala suerte. Ni siquiera había tenido tiempo de bajar para luchar con los suyos. Había caído de la manera más estúpida. ¿Cómo podía ser una líder si no había conseguido herir a nadie y además había sido la primera en caer? Cuando oyó las palabras de Hild y de Sigurd trató de sonreír como respuesta pero la situación no lo permitía.

—Hild...¿Podrías curar la herida de Thorgrimm? Deberiamos, deberiamos atender a los heridos antes de internarnos en estas tierras...

Osvif carraspeo con gentileza pero habló de manera decidida. 

-Mis hombres han empezado a montar un campamento junto al snekkjar. No os preocupeis por nada y descansad, si mañana vais a ir en busca de la Dama de la Escarcha lo necesitaréis-sus ojos seguían fijamente a sus hombres que estaban recogiendo los cadáveres de sus compañeros caídos para que por la noche no los atacase ninguna alimaña.

Klemet se levantó tras curar a Jorunn y suspiró varias veces mientras se alejaba unos pasos de la hija del jarl. - En el campamento trataré todas vuestras heridas, una vez estemos en calma. - dijo en voz alta para que todos le oyeran, pues solo en un campamento y con los ritos necesarios se encargaría de curar las heridas de todo el grupo. No quería que los dioses se ofendieran y les dejaran tirados en el punto clave de su travesía. Nadie podía saber lo que esperaba al visitar a la Dama de Escarcha...

Entonces se giró y fue a buscar a Hild, carraspeando a su lado para llamar la atención de la mujer. - Haremos un pequeño rito funerario en el campamento juntos, Thorbjorndöttir, para honrar a los caídos y a los dioses. Si no queremos que problemas como estos se repitan debemos tener la gracia de los Aesir de nuestra parte. Si te parece bien. - añadió al final, dándose cuenta de lo rudo que estaba siendo

Yngwe se había apartado del resto cuando rodearon a Jorunn, castigado por el remordimiento de haberles llevado a tamaña trampa y peligro, envainó su espada manchada de sangre salvaje y fué con los hombres de Osvif para tratar de aligerar las pérdidas y sin siquiera recordar que estaban en una campaña a la que muchos no tallaban de triunfal, mentar que los caídos lo habían hecho en combate. Ayudó a llevar los cuerpos hasta la misma linea de playa, sobre los guijarros harían unas piras esta misma noche. En el ir y venir del transporte de cuerpos Yngwe se detuvo unos minutos con los salvajes, inspeccionándoles de arriba a abajo, buscando tal vez de donde venían, quizá esto le diera una pista de porqué les habían atacado sin la menor premeditación.
 

Tras descansar unos minutos más, Jorunn volvió a intentar levantarse apoyándose en Sigurd. Aunque estaba mareada, consiguió hacerlo, lo que hablaba maravillas de las artes del thurl. La joven noble se alegraba de haberlo llevado pese a su edad. Estaba claro que de no haber sido por él habría muerto. La joven se miró la mano y la movió. La quedaría una horrible cicatriz en ella pero eso la recordaría que tenía que andarse con más cuidado. La sabiduría se gana con las heridas que decían los ancianos. En el barco yacían aún los cadáveres de los que la habían atacado, y que ya se encontraban en pleno banquete con Odhin. Aquello la recordó los pensamientos que había tenido antes de perder el sentido. No había oído a las valkiryas pero ¿era porque no era su hora o por lo que había sospechado?

Osvif tiene razón, debemos descansar—murmuró antes de fijarse en que Yngwe estaba ayudando a los hombres pese a que estaba bastante magullado—Yngwe... tu también. Será mejor que descanses.

Hild, aún aturdida por todo lo que acababa de suceder, miraba sin ver los cuerpos de los caídos, sin escuchar las voces a su alrededor. A pesar de las pérdidas que habían sufrido, la völva fue consciente que en el fondo habían tenido suerte, la masacre podría haber sido mucho mayor y, gracias a los diose que velaban por ellos, la líder del grupo, su amiga, había salvado la vida.

Salió de su recogimiento al escuchar un carraspeo a su lado y comprobó que el Thurl le estaba dirigiendo la palabra. Le miró preocupada, buscando en él algún indicio sobre su estado de salud.

- ¿Estás herido? -Aunque sabía que poco podría hacer, ya que los conocimientos sobre curaciones de la völva eran más bien escasos.- Sí claro... por supuesto. Preparémonos para el ritual, es lo menos que podemos hacer por los valientes caídos.

Cuando el espíritu del oso le invadía, Thorgrím podía realizar las proezas dignas de bendecidos por Aesir, pero cuando ese espíritu le abandonaba quedaba tan exhausto que incluso le resultaba difícil arrastrar su enorme hacha.

Osvif tenía razón, necesitaban descansar y recuperarse, por lo menos el sí que lo necesitaba.- Varios cortes sin importancia. Nada que un guerrero de Odin no pueda resistir.- Le contesta a Hild mintiéndole en parte, ya que aunque individualmente sus heridas no revisten gravedad si que golpeado varias veces durante el combate.- Honrad primero a los muertos. Las heridas de Thorgrím estarán esperándoos cuando terminéis.

El frío se hizo aún más visible a medida que el sol se escondía en el horizonte, los arbustos de la maleza cercana estaban cubiertos de escarcha. Los hombres no tardaron en encender las hogueras apostando a varios guardias en el borde de la luz que desprendían. Arropados como podían en sus pieles, escasas para el frío que hacía pues no esperaban que la temperatura fuese tal, se acercaron a los cuerpos de los dos hombres. A su alrededor se había formado un circulo de piedras que poco a poco el resto de sus compañeros seguirían amontonando hasta cubrirlos por completo junto a su arma. Todos esperaban expectantes al ritual del Thurl y deseaban que aquel aciago día pasase pronto.

Ante la pregunta de la völva, Klemet esbozó una sardónica sonrisa mientras se giraba lo suficiente como para que Hild viese la herida que tenía en la espalda provocada por el hacha de uno de los salvajes. - Algo así. - la herida era bastante fea pero ek thurl parecía un hueso duro de roer - Una vez termine el entierro y la gente haya sido curada, te pediré ayuda con ésto. Las prioridades son las prioridades. - dijo en un tono que no admitía réplica. Realmente aquello dolia mil horrores y sentía como de vez en cuando la vista se le emborronaba ligeramente, pero si él se venía abajo cuando todos estaban tan maltrechos la moral del grupo se desmoronaría.

Allí no tenían barco funerario alguno para enviar los cadáveres y los fallecidos deberían ser honrados como debería. Ya no solo por ellos, si no por los propios dioses y el resto de la comitiva. Pidió a los hombres más descansados que buscaran piedras un poco más grandes de las que estaban utilizando para tapar los cuerpos y los llevaran allí. Mientras lo hacían, cerca de las tumbas comenzó a dar vueltas y murmurar diversos cánticos que ayudarían a sus almas a cruzar, a acercarse un poco más al reino de los dioses.

Sentía como sus fuerzas flaqueaban de cuando en cuando y supo que quizás alguien más notara que, pese a haber tapado por encima la herida con una de las capas de piel que había sueltas, algunas gotas de sangre se veían de cuando en cuando en el camino que recorría. Alzó su bastón mientras terminaba sus cánticos y entonces miró las piedras que los hombres habían traído. Comenzó a caminar, pidiendo que colocaran cada piedra donde él marcara con su bastón: entonces volvió a hacer otro recorrido alrededor de las tumbas mortuarias, y desde el suelo parecía que estaba dibujando una especie de 8 bastante alargado. Hasta que todas las piedras se colocaron no pudieron ver que no se trataba de ningún símbolo: era la representación de un barco. Pequeño, pero suficiente para poder enviar sus espíritus al más allá.

Una vez había terminado, agradeció a todos los voluntarios que se ofrecieron para cargar las rocas y apoyándose en el bastón, se alejó un poco del barco de piedra y fue entonces cuando no fue capaz de continuar. Perdió el equilibrio pero consiguió caer de rodillas apoyándose en el bastón. Se sentía muy mareado y cansado...

Jorunn permaneció en un respetuoso silencio durante toda la operación. La joven permanecía serena mientras el aire frío, que parecía proceder de la mismísima Utgar la enrojecía la pálida piel. Dificilmente tuviese Nerta poder en aquellas tierras,independientemente de la época del año en la que se encontrasen. Por un momento pensó en ayudar a los hombres a traer las rocas, de este modo no pensaría en el pasado ni en el futuro, pero su cuerpo estaba demasiado agotado para poder siquiera moverse. 

Pese a todo habían tenido suerte. Solo dos habían caído en el combate, pese a que les superaban altamente en número, y Njörðr. Solo había pedido una persona como tributo para atravesar los mares. Si bien era cierto que los dioses habían estado a punto de llevarse a las dos mujeres de la expedición, quizás por ser las únicas que no correrían peligro ante la Dama de la Escarcha. Durante el rito Jorunn solo pudo pensar en dos cosas: en la cueva que estaba cerca y en la Dama.

Asintió en silencio al ver la herida del Thurl, era más grave de lo que él daba a entender y así lo vio Hild. Pero no dijo nada, llegaría el momento de la recuperación una vez hubieran ayudado a los caídos a emprender su último viaje y así evitar que fueran condenados eternamente a vagar por el mundo.

Siguió los pasos de Kemet, atenta a cualquier vacilación del hombre, ayudando a colocar las ofrendas necesarias para el ritual y elevando silenciosas plegarias a Odín para que enviara a las Valkirias a recoger a los caídos en combate para que se reunieran con el resto de los einherjer en el Valhalla.

Y el funeral finalizó. Se respiraba tristeza en el frío ambiente, no habría sjaund al séptimo día ya que sus pasos debían continuar, pero antes de avanzar con aquella arriesgada aventura que ya había cobrado alguna vida, deberían descansar y recobrarse de las heridas. Justo salía de esas cavilaciones cuando vio a Klemet caer de rodillas y echó a correr para ayudarle, gritando a los hombres que estaban próximos para que le tendieran y así poder mirar aquella fea herida. Pero sus conocimientos no eran suficientes.

Cuando vio a su amiga proceder con la herida, parapetada por los marinos, Jorunn se quedó admirada. Además de tener la capacidad de hablar con los dioses su amiga parecía muy diestra en otras habilidades. Mientras la mujer atendía aquellas heridas Jorunn pidió a Ericsson, un marino pelirrojo que tenía una cicatriz que iba de la sien a uno de los ojos que la pusiese al día del combate. Tras un "lo contaría mejor vuestro scalda" y la insistencia de Jorunn en ello el vikingo hizo un resumen tosco y rápido del combate. Jorunn había pedido a aquel hombre que lo hiciese para evitar las florituras que Yngwe pudiese añadir pues lo que ella quería era un resumen táctico. De este modo la joven se enteró de lo acontecido y de la acción de Klemet para salvarla la vida.

No olvidaré lo que habéis hecho, Klemet Gandalvsson. Del mismo modo que no olvidaremos a los caídos—Jorunn pasó la mirada del thurl al scalda, en clara petición de que incorporase los nombres de los dos muertos en alguna canción. Aunque bien era cierto que, por ejemplo Bjornson, no había tenido más que un combate bien merecía un puesto en el salón de Odín, teniendo en cuenta la misión que le había llevado a ella. 

Tras los ritos realizados por Klemet, en los que Sigurd se había mantenido en silencio observando la operación, el hirdman se sentó a descansar mientras el thurl era atendido por Hirld de su herida en el hombro.

Se sentó en la arena y de nuevo -pues no encontraba otra cosa que hacer ni decir-, se aseguró de que la espada estuviese limpia de sangre para evitar que el metal se oxidase y se atascase en la vaina cuando lo volviese a necesitar.

No dijo nada, pero no pudo evitar levantar las cejas al ver que Yngwe y algunos otros, olvidaban esa sencilla lección sobre el acero.

Thorgrim permaneció guardó un respetuoso silencio durante todo el ritual. Aquellos dos compañeros habían vivido con honor y habían muerto en mitad de un combate, defendiendo a sus compañeros. Aquel era un final digno de un hombre, un final al que el enorme guerrero no le hacía ascos.

Acordaos del berserk.-  les pidió a Hild y Klemet mientras limpiaba del filo de su hacha los restos de sangre y carne adheridos. Sí mañana tenían que ir en busca de la dama de la escarcha ambos debían estar en plena forma.

Yngwe, ausente y con la mirada baja fué hacia Hild, esperando que ésta terminara sus quehaceres con Klemet hasta que reparó en el Scalda quien aún con la mirada baja y culpable le pidió algo de atención - ¿Podrías mirarme el brazo? Me duele la muñeca al moverla, recibí un porrazo con una de esas hachas  - El hematoma en el antebrazo del scalda era evidente, debieron pegarle con un mango o tal vez no alcanzó el filo del hacha y golpeó solo la dura cabeza de piedra, un poco más fuerte y tal vez se hubiera roto un hueso, pero todo había quedado en un solo porrazo que podría haber provocado una pedrada a mala fe.

Aunque hubiera improvisado con gusto una música funeraria, Klemeth pidió ser quien oficiara por completo el funeral, así que el scalda pudo guardarse sus escasos ánimos y fuerzas para cuando de verdad pudiera alguien requerirlos.

Hild se sentía cansada, pero lo que no iba a hacer era desfallecer ante los ojos de los hombres, tenía que mantenerse fuerte o sino acabaría siendo una völva en la cual no confiarían. Así que, con un gesto decidido, se fue acercando a los heridos. Se dirigía hacia el berseker cuando el scalda le dio el alto.

- Ahora te lo miro Yngwe, pero antes quisiera atender a Thorgrím.

Mostrando una sonrisa tímida se acercó al hombretón para comprobar su estado. Pero sus conocimientos eran limitados y no estaba muy convencida de haber hecho lo suficiente, de todas formas le limpió las heridas y procuró echarle algún ungüento que por lo menos le aliviara.

- Ahora ya estoy contigo.

Hild cogió el brazo del scalda para comprobar la herida, pero ésta no tenía nada que ver con la del berseker y a la völva le resultó bastante fácil aliviar su mal.

- Arreglado. Procura no moverlo mucho esta noche y mañana estarás como nuevo.

Se volvió mirando al resto de los hombres por si alguno más necesitase su ayuda.

- ¿Alguno más? ¿Hirdman Sigurd?