Partida Rol por web

Me alegra oír eso.- le respondió el hombretón a la joven noble, que por fin hablaba como una skjalmo, antes de que Jorunn se alejará del resto. Observó también el curioso comportamiento de Sigurd, al que el espíritu del lobo parecía haberle liberado. Cuando se separó de Hild y se quedó quieto con la mirada perdida en el mar Thorgrim decidió acercarse.

Me alegra que reconsideraras tus decisiones.- le dijo mirando durante un segundo el brazalete que nuevamente lucía en su antebrazo, antes de mirar el mar como hacía el ulfhednar.- Es inmensa ¿Verdad?.

Seguro que los marineros que llegaron a escuchar esa pregunta pensaron que Thorgim había perdido definitivamente el juicio, pues hablaba del mar como si no lo hubiese visto nunca, pero los dos sabían que en realidad el guerrero hablaba de la enorme responsabilidad que el regalo de los Aesir conllevaba.

Sigurd se esforzó en sonreir al berserkr, a quien agradecía que hubiera acudido-. Reconsiderar... -suspiró, las palabras de Hild ciertamente le habían convencido algo más, sabía que contaba con el apoyo del berserkr y de la völva para quedarse en el clan Kjari, sabía que ellos preferían que se quedase pero ¿qué preferiría el jarl?

-Tan inmenso y misterios como nuestros destinos- comparó Sigurd, con una media sonrisa.

-No voy a mentir al jarl, Thorgrím, será él quién decida... -Lo tenía muy claro, el ulfhednar no podía esconderse como un cobarde y huir de lo que había hecho: había insultado al clan y nada de lo que había hecho Jorunn lo justificaba, su orgullo le había llevado a eso, otros habrían aguantado lo que estaba haciendo la noble, por lo que no podía poner eso como excusa. Tenía que enfrentarse a lo que había hecho, por varios motivos-. Si de verdad Odhin me ha elegido como uno de sus guerreros, no puedo actuar como un cobarde y huir de mis actos... si vuelvo al clan será asumiendo lo que he hecho.

Estaba seguro de que lo haría y, desde luego no se pensaba escudar en las estupideces que Jorunn había cometido, ambos se habían equivocado. Desde luego tirar el brazalete había sido una equivocación, se lo diría a Jorunn... si no fuera por su gran orgullo. Lo admitía ante Thorgrím, y seguramente por lo que había hecho el berserkr por él.

-El jarl decidirá...

En parte el hecho de haberse atrevido a tomarse el acercamiento de Hild más profundamente había sido por la posibilidad, pequeña y remota pero no imposible, de que el jarl lo expulsara. Al menos si así era se llevaría algo más...

-Y... al márgen de eso ¿a partír de ahora qué, Thorgrím?- preguntó el ulfhednar, sabiendo que el berserkr entendería su pregunta mejor que él mismo.

Thorgrim sonrió. - La verdad es que no esperaba otra cosa.- Si la situación fuese diferente, y fuera él quien había lanzado su brazalete al suelo en un momento de enajenación no habría vuelto a hablar nunca más del asunto, aquello sería como no hubiera pasado. Pero Sigurd era diferente y Thorgrim lo sabía, sabía que en cuanto pusiera los pies en las playas de Fynn iría a contarle al Jarl lo que había hecho, dispuesto a asumir el castigo que le impusieran con tal de poder seguir manteniendo su honor intacto. Tal vez por eso, razonó el guerrero, él había sido bendecido con el espíritu del oso mientras que dentro de Sigurd latía el espíritu del animal favorito del mismo Odhinn.

-El Jarl Hrolf es un líder sabio.- Añadió con una frase implicaba muchas cosas. Además de un gran guerrero, Thorgrim sabía que como noble, Holf había sido educado de forma diferente, sabía ver los acontecimientos más allá del momento actual y elegir lo que fuese mejor a largo plazo, tanto para él como para el clan.

Había pocos guerreros como ellos dos en Scandia, muy pocos. No todos los clanes poseían un guerrero bendecido por los dioses, y mucho menos dos de ellos. El Jarl no condenaría a Sigurd al destierro, pues su mera presencia dentro del clan era un arma estratégica mucho mayor que la enorme cantidad de bajas que podía causar en una batalla. Hrolf no dejaría escapar a Sigurd por más que durante unos segundos su orgullo le pidiera que fuese severo con su antiguo hirdman, en lugar de eso se tranquilizaría y encontraría una solución que mantuviese al ulfhendar dentro del clan.- puedes estar tranquilo, seguro que será justo en su juicio.- De hecho, pensaba el berserk, que igual hasta lo convertía en el líder de los hirdmans del clan, aunque claro, antes seguro le exigiría una prueba de lealtad, como por ejemplo acompañar al grupo a acabar de desentrañar el misterio que representaban sus sueños o alguna otra cosa similar.

¿Y ahora qué? La realidad es que ahora nada.- responde el berserk al que le cambia la cara al tener que hablar de si mismo y deja de mirar el mar. Pero Sigurd merece una respuesta, es lo mínimo que puede hacer por él.- El lobo está ahora dentro de ti, ahora mismo sé que lo sientes danto vueltas alrededor de tu corazón. Te acompañará el resto de tu vida. Acudirá en tu ayuda siempre que lo necesites, aunque algunas veces  intentará tomar el control de tu cuerpo sin tu permiso.- Levanta los ojos para mirar nuevamente a su compañero.- Y aunque tu orgullo te lleve a tomar algunas elecciones cuestionable siempre has sido muy inteligente, así que estoy seguro de que pronto aprenderás a tenerlo bajo control mucho más de lo que yo seré capaz de hacerlo nunca. Si lo necesitas puedes contar conmigo para ayudarte cuando lleguemos a Fynn.- Uno de los mayores miedos que a los que se enfrentaban los elegidos de los Aesir era despertar del trance y tener a sus pies el cuerpo destrozado de alguno de sus amigos o compañeros de armas.- Aunque supongo que todo esto ya lo intuías. ¿No?

Si lo que me preguntas es lo que puedes esperar del futuro no puedo ayudarte, pero seguro que Hild podrá serte de más ayuda. Lo que sí puedo decirte que los Aesir no conceden regalos sin esperar obtener nada a cambio. Si Odhinn nos ha concedido este don es porque sabe que en algún momento nos será imprescindible, ¿Dónde? ¿Cuándo? No lo sé.- Thorgrim niega con la cabeza para apoyar sus palabras.- y, la verdad, prefiero no saberlo. - Pone su mano en el hombro de Sigurd.- Pero yo he tenido toda mi vida para pensar en ello y tú solo unas pocas horas. Pregunta lo que quieras e intentaré ayudarte.

Las voces de los dos hombres llegaban a todas partes del barco, la de Sigurd más baja y la de Thorgrimm más potente. Y el tema no era del agrado de la joven precisamente. Más conversación sobre el acto de Sigurd y deducciones sobre lo que haría su padre. Jorunn cerró los ojos y echó la cabeza hacia atrás en gesto de reposo igual que el thurl, pero lejos de descansar lo que hacía era pensar en que haría su padre y la posibilidad que a ella le parecía más probable le ponía los pelos de punta. Su padre le pediría opinión. No para seguirla, sino porque ella había estado con el hirdman todo el viaje y sobre todo, porque era un método de que el actual jarl supiese como iba a ser su heredera y educarla. La chica se removió de nuevo, inquieta, mirando al horizonte. No tardarían en volver a casa. Si los dioses eran clementes allí podría descansar de verdad.

Sigurd asintió, es cierto que al jarl le convenía tener un ulfhednar a su servicio, pero no le interesaría que se contase lo que había ocurrido. Él era un miembro del clan nada más, ulfhednar o no, y la situación no ha sido la más común. El jarl se había arriesgado enviando a su hija, una joven inexperta tanto en el mando como en las batallas para dirigir la expedición. Si dejaba a Sigurd indemne, o al menos, si no le daba un castigo ejemplar, el jarl estaría dando a conocer no sólo que su hija había fallado sino que él se había equivocado. Puede que fuera justo, pero no idiota, si quería que su hija tomara el mando algún día, y con un buen apoyo, tendría que castigar a Sigurd de manera ejemplar.

Sigurd sería castigado duramente, aunque con un poco de suerte no le tocaría el destierro o la decapitación. Sería, tal vez, degradado y le darían otra oportunidad... el ulfhednar se daría con un canto en los dientes. Sabía que no podía hablar abiertamente de qué le había llevado a hacer eso, contra menos culpase a Jorunn mejor para él. Lo que más le escudaba era la bendición de Odhinn, eso era lo que podía salvarle de un castigo como la muerte o el destierro. Debía dar las gracias al dios.

No siguió con ese tema de conversación, ahora había cosas más apremiantes.

Thorgrím hablaba de lo que Sigurd podía sentir dentro de él, ahora podía hacer daño a la gente sin proponérselo. En una batalla o en un arrebato, Sigurd tenía que controlarlo por el bien de los demás. Tenía que aprender a hacerlo, las palabras del berserkr le dieron confianza.

-Sólo tengo una pregunta...- dijo el anterior hirdman, girando para apoyarse en la barandilla del barco mientras miraba a Thorgrím -. Cuando intenta tomar el control ¿tú cómo lo controlas?

La verdad es que el berserkr lo hacía bastante bien, sólo le había visto atacar a uno de sus compañeros una vez. Fue cuando Jorunn se acercó para calmarlo y el que fuera hirdman se vio obligado a intervenir para que la muchacha no acabara dividida en dos. No podían culpar a Thorgrím en ese momento y nadie lo hacía, ni siquiera él, pero sólo una vez le había visto así... Sigurd esperaba controlarlo igual de bien.

¿Yo? - Thorgrim se quedó pensando unos segundos intentando explicar lo que hacía para tranquilizarse.- Cuando se enfada oso no es fácil de controlar. Sé de otros que intentan evadirse, llevar su mente a otros lugares lejos de la batalla, incluso algunos pueden negociar con él, pero a mí lo único que me funciona es demostrarle al espíritu cual de los dos es más fuerte.

La mayoría de esas veces fallo. En ese momento lo mejor que pueden hacer los que están a mi lado es huir. - Le mira y suelta una sonora carcajada mientras dice- Aunque a veces alguna noble alocada y su perturbado guardaespaldas piensan que pueden calmarme con suaves palabras.

Sigurd, por primera vez en mucho tiempo, rió alegremente ante las palabras que Thorgrím había empleado. El ulfhednar no recordaba haber reido tanto desde la última vez enturbió con cerveza sus sentidos.

-Sí, lo mejor será que los demás se alejen, y desde luego que a ti y a mí nos separen al menos tres enemigos.

El ulfhednar no quería imaginar dos hombres poseídos y locos, metidos en un frenesí salvaje y descontrolado, luchando entre ellos.

Después de que Sigurd se hubiera levantado, la völva permaneció en el mismo sitio, sumida en sus propios pensamientos. Observó como el ulfhednar se acodaba mirando al mar mientras iniciaba una charla con Thorgrím. Las palabras no llegaban a oídos de Hild, pues el oleaje rompiendo contra el casco del barco, los hombres en plena faena y el viento que soplaba dificultaba bastante poder escuchar algo. No sentía curiosidad por saber de qué hablaban, al fin y al cabo seguro que Sigurd le estaría pidiendo consejo al berserker. Lo que sí le llegaron fueron las risas del antiguo hirdman, lo que denotaba que su ánimo parecía más tranquilo.

Echó un rápido vistazo a Jorunn intentando imaginarse qué pasaría por la mente de su amiga, pero no hizo ademán de levantarse para hablar con ella. No era el momento adecuado y, después de todo lo que estaba sucediendo, lo mejor era dar tiempo para asimilar tanto lo sucedido como los cambios que se producirían a partir de ahora.

Cerró los ojos y, apoyando la cabeza contra la madera del barco, puso su mente en blanco para alejarse de los ruidos que la rodeaban y de esa forma dejar fluir los pensamientos mientras relajaba su cuerpo.

La cuerda de la lira tintineaba juguetona en los dedos de Yngwe, un sonido leve que no debería ni oírse debido al rumor de las olas contra el casco del barco y el viento que aullaba alrededor del mástil, y sin embargo, sin eco alguno el tintineo sonaba. El scalda relataba, sentado en uno de los bancos del snekkar el viaje del grupo entre los curiosos marineros que a su alrededor escuchaban la historia, contentos de oír sus nombres y el de los caídos en una sencilla parte que Yngwe improvisó acerca de como se adentraron de forma imprudente en las costas encantadas, y como repelieron con la bravura de los Kjari a los hombres salvajes.
 

Al igual que las grandes historias, ésta iba en crescendo, pasando totalmente por alto el viaje en snekkar y el incidente en el mar, desde el desembarco en las costas encantadas al viaje por el inquietante bosque hasta la cueva de la Dama, llegando el momento del clímax en que Hugin y Munin enviados por el mismísimo Odin les señalaba la lanza que cambiaría el destino de los Kjari, y como Odin en persona (o lobo), junto a Gori y Freki ponía a prueba a los guerreros.

Cuando el Snekkar atracó en aquellas playas encantadas, de suelo de guijarros y bosques de pinos
Los hombres de Osvif fueron atacados por salvajes, más animales que hombres
Blandían armas de piedra y se movían únicamente cegados por el ansia de matar

Bjornson rugía mientras su espada bañaba la playa con la sangre de los salvajes
Osvif y Sigmund defendían el Snekkar con bravura desde donde Oddalson abatía a los salvajes con sus lanzas
Pues no hubo en el Snekkar marino más certero que él

Pero entre todos destacó Thorgrimm, quien peleó con la fuerza de cuatro hombres
Y atemorizó al enemigo obligándole a batirse en retirada.

Los marineros sonreían y se daban palmadas empezando a intercambiar anécdotas de la batalla y lanzando miradas de admiración a Thorgrimm al reconocer que su temible rugido sería temido por los salvajes durante mucho tiempo, las bromas y jactas siguieron durante gran parte del viaje adornando la historia del scalda, quien aún tenía mucho que contar.
 

El viaje de regreso era completamente diferente al de ida. Solo dos hombres habían perdido la vida y aunque la hija del jarl había estado a punto de perder una mano se podía decir que el viaje había sido un éxito. El ambiente a bordo era completamente diferente, si bien los hombres habían estado taciturnos ahora reían y cantaban mientras el viento y las olas los devolvía a casa entre las canciones de Yngwe.

Al llegar a las costas noruegas, Osvif condujo su barco hacia el sur. Los vientos favorables impulsaban al snekkjar a toda vela y el litoral, recortado por los numerosos fiordos se extendía ante ellos como si les diera la bienvenida. Pero en el crepúsculo de un nuevo día, mientras se aproximaban al acceso del Skagerrak uno de los vigías dio la alarma.

-¡Veo dos velas entre las olas!-gritó el hombre. el resto de la tripulación miró hacia el lugar donde señalaba y en efecto así era. Uno de los barcos parecía estar en problemas, huye del otro dirigiendo su proa hacia una playa cercana pero su vela, de color crudo, está rasgada. El otro, de velas rojas, lo persigue acortando cada vez más las distancias.

Yngwe detuvo la vieja historia del joven pescador cuando junto a los marineros se puso en pie agarrándose a la batayola y mirando las olas.... - A mí me parece solo uno... - Entrecerrando los ojos -

No no, son dos - Respondió Furfaïll, uno de los marineros que se encontraba junto al scalda oteando unos segundos antes de dirigirse a su puesto por si el capitán daba la súbita orden de cambiar el rumbo hacia ellos o en contra para escondernos entre las olas y seguir nuestro viaje

El humor de Sigurd había mejorado notablemente, no se permitió pensar en que podría salir bien o mal, simplemente se dedicó a disfrutar cuanto se podía del viaje y de sus logros. Había sido una expedición tan buena como mala para él, y esta vez se permitió ver el cuerno medio lleno.

Ya se acercaban a las costas de Noruega, cuando un aviso lo sacó de una conversación con uno de los hombres de Osvif.

El ulfhednar se levantó, acercándose a la baranda del barco entrecerró los ojos como hacía más de la mitad de la tripulación, para distinguir ambas embarcaciones.

La vuelta estaba resultando todo lo tranquila que cabría esperar. A cada instante que pasaba más cerca se sentía del hogar, tenía que reconocer que, después de tantos días fuera, deseaba llegar.

Oyó las voces del vigía y, levantándose con rapidez del lugar que solía ocupar en el barco, se acercó para observar los barcos. Entrecerró los ojos para intentar ver mejor las velas y el movimiento que seguían los dos navíos, dándose cuenta que uno de ellos parecía tener dificultades.

Jorunn estaba intentando abstraerse de todos, por lo que no la costó demasiado divisar la escena que se desarrollaba ante ellos. La chica se levantó y con los brazos cruzados contemplo el espectáculo. El viaje entero había transcurrido en silencio para ella, incluso cuando el thurl había sacado un momento para curar sus heridas había permanecido más callada que él, lo cual era mucho decir. Ni siquiera había festejado la "victoria" con los hombres, pues tenía mucho que pensar. Había tomado una decisión importante, y nada ni nadie lograría hacerla cambiar de opinión. Al igual que a decenas de héroes y desgraciados, a la noble un pensamiento le había invadido sus pensamientos. Daba igual lo que Hild dijese: nadie era dueña de su destino salvo ella. Decían mucho de las nornas y el fatalismo de lo que tejían pero ¿acaso no habían dicho cientos de mentiras sobre la Dama? Ahora que aquella leyenda había (afortunadamente) caído el resto se tambaleaban. Quizás las cosas no fuesen como siempre le habían contado y su destino no era hacer vivir al clan a través de lanza y sus entrañas. ¡Qué fuese su hermana quien se encargase de dar un heredero al clan! Ella se ganaría su sitio en el salón con su acero y su sangre. Descendía del mismisimo Kjari, no lloraría jamás por un hombre ni se sometería a ser una mera comparsa. Tenía su honor.

Ese barco tiene problemas. No tardaran en alcanzarlo.— Hasta la joven que no tenía demasiados conocimientos sobre navegación se daba cuenta de aquello. La noble descruzó los brazos y, cogiendo la lanza se acercó a Osvif ¿Reconoces alguna señal que los distinga?

No le fue difícil reconocer aquella bandera y, con una mano temblorosa, apuntó hacia los barcos mientras que su voz se elevaba para hacerse oír entre el bramido de las olas.

- ¡Piratas! Son piratas... esclavistas... ¿Qué vamos a hacer?

¿Con que piratas?- Preguntó el berserk al aire con una sonrisa depredadora en su rostro. Sin tener más que unas pocas obligaciones en el barco, el viaje de regreso había trascurrido de una forma muy placida y tranquila, pero parecía que ahora tenía ya algo que hacer.

Como si la cosa no fuese con él se encaminó al cubo donde guardaban las provisiones y cogió uno de los resecos trozos de pescado en salazón y comenzó a masticarlo con toda la calma del mundo mientras bebía algo de agua para hacerlo pasar.

Luego se acercó al ulfhendar.- Lo sientes aullar, ¿Verdad?.- Dijo mirando por la borda por primera vez los dos barcos enzarzados en una frenética persecución.- Pues bien, no es nuestro problema.- dijo Thorgrim completamente convencido de sus palabras.- Y aunque pienses que sí que puede serlo y tus acciones así lo demuestren,- dijo dando a entender que Sigurd podía opinar lo que quisiera.- es vital que convenzas al lobo de que no necesitas su ayuda. Al menos no hasta que veas el blanco en los ojos a los piratas.

Jorunn no miró a Hild ni a Thorgrimm cuando habló. Había oído las palabras pero aún no las había analizado por completo. Solo tenía una cosa en mente, y no era algo que fuese a gustar a su amiga, aunque eso no la importaba. No en aquel momento.  Con breves palabras contesto a la bruja. Si no están persiguiendo al Frodi o sus leales, les ayudaremos. Y es que una cosa era que la chica desease lo que deseaba y otra muy distinta salvar la vida al usurpador. Sin embargo raro sería que fuesen aliados del falso rey. Jorunn preparó la lanza que había encontrado. Si realmente los dioses la habían puesto allí para ella les honraría con la sangre de los piratas.

-Allá vamos, todo pirata que navegue por estas aguas es enemigo nuestro-dijo Osvif haciendo fuerza para virar el barco- ¡A los remos muchachos!-vociferó el capitán pero luego, cuando Jorunn estuvo cerca le susurró entre dientes- Jorunn, se lo que piensas acerca de Frodi pero no deberías decir esas cosas en voz alta, es peligroso. No querrás comprometer a tu padre-le aconsejó mientras viraba el snekkjar.