Partida Rol por web

Takkar es embestido por un segundo jabalí que sale al rescate del primero, otro de los porcinos que había atacado a Takkar ahora se enfrentaba a Paj que a pesar del entusiasmo no terminaba de acertar sus ataques y la gruesa piel de los jabalíes tampoco ayudaba en los ataques. A Takkar le ocurría lo mismo por su parte, incluso resistiendo las embestidas de los jabalíes no conseguía traspasar la piel del jabalí con su lanza, tal vez fuera por miedo a romper su lanza, la cual llevaba mucho tiempo con él. 

De sobrevivir al enfrentamiento, intentaría encontrar algo con lo que reforzar la lanza. 

El primer trueno detiene la pelea unos segundos, y hombres y jabalíes buscan a su alrededor el origen del estruendo hasta comprender que proviene de las nubes. Un rápido vistazo por encima del follaje arbóreo muestra un cielo mucho más oscuro de lo que prometía a mediodía y ahora una pequeña llovizna empieza a caer sobre todos. 

Los jabalíes se apelotonan sobre la zarza y la lluvia empieza a apretar, los cerdos ni siquiera se sacuden el agua de encima, la lucha por la vida empieza a tornarse mucho más violenta cuando relámpagos lejanos emiten centellas acompañadas del eco de los truenos que desean incitaros a la lucha a todos los presentes. 

Takkar y el jabalí al que ahora se enfrenta, fresco y sin heridas, se observan el uno al otro mientras el agua se derrama por encima de sus frentes planas. El pelo de ambos deja caer una cortina de agua frente a sus ojos pero ninguno desea hacer un movimiento en falso. Es el grito de Paj al recibir una embestida que lo lanza al barro, seguido de una ligera centella del cielo lo que hace al jabalí que se encuentra frente a Takkar lanzarse al ataque. Esta vez baja el morro y los colmillos se clavan por la pierna del guerrero provocando una herida bastante fea en su piel ya magullada.

Paj está siendo revuelto por el barro y la sangre entre el jabalí que recién apareció en escena y el jabalí herido que trata de volver con su piara.

Paj grita mientras los jabalíes le revuelven por el barro una y otra vez, recibe un topetazo contra la cabeza, otro en el pecho y varias veces las pezuñas de los animales tropiezan sobre él cayendo e impidiéndole levantarse, a gatas trata de huir - Ta-KAAAR

El jabalí herido no trata de perseguirlo, sigue al alcance de Takkar, pero el segundo jabalí que ha estado hiriendo a Paj le persigue, con la cola bien alta y el morro bajo, dispuesto a darle un último escarmiento al neandertal que ahora desaparece de la vista de Takkar, resbalando con la lluvia y la hojarasca tras unas raíces rumbo al bosque.

La contienda contra los jabalíes se empezaba a recrudecer. Takkar estaba cada vez más herido, el jabalí al que enfrentaba le había hecho dos feas heridas en las piernas pero la constitución de Takkar le ayudaba a que esas heridas no fueran más graves y fácilmente tratables con una cataplasma de caléndula y margarita, cómo le habían enseñado sus padres. Paj estaba contra las cuerdas al enfrentarse contra el otro jabalí y por si fuera poco empezó una tormenta bastante intensa. 

Takkar y su jabalí estaban en plena refriega cuando los primeros relámpagos tocaron tierra y la lluvia empapaba sus cuerpos, pese a las embestidas del porcino, Takkar seguía en su posición y devolvía los ataques, aunque no con el mismo efecto que el jabalí. Volvió a intentar una lanzada pero la gruesa piel del jabalí le impedía alcanzar un punto vital y empezaba a estar preocupado por que en ese momento Paj huyó del combate, perseguido por otro jabalí. Si Takkar no conseguía ningún resultado en su próximo ataque se planteaba salir corriendo para evitar la muerte en aquél enfrentamiento. 

El jabalí herido, ya reunido con la piara, desaparece por completo dejando gruñidos apagados tras de sí ahogados por el repiqueteo de la lluvia sobre las hojas del bosque que de vez en cuando parecen saltar en aquel claro donde la sangre ha pintado una escena de violenta cacería. 

Frente a Takkar tan solo queda el jabalí sin apenas rasguños y arañazos, con el lomo completamente erizado lanza un fuerte chillido antes de casi subirse por encima de Takkar lanzándole poderosos golpes de colmillo, para el homínido de metro y medio la bestia peluda es algo más que peligrosa, resulta letal.

En el claro del bosque aparece el jabalí castaño claro que había perseguido a Paj, lanza un gruñido, preparandose para embestir a Takkar y unirse al jabalí negro que parece tener al pobre neandertal a punto de ser lanzado por los suelos donde una revolcada por el barro puede resultar completamente letal

La situación empezaba a ponerse desfavorable para Takkar, el jabalí que había herido al principio había vuelto para refugiarse con la piara y el jabalí que perseguía a Paj había vuelto para enfrentarse a Takkar junto al jabalí que no paraba de arrollarle. Habían vuelto a herir al guerrero homínido y estaba claro que debía salir de allí antes de que muriera. 

Empujó al jabalí que acababa de atacarle para quitarselo de encima y empezó a correr en dirección contraria con la esperanza de que los jabalíes no le siguieran y Takkar pudiera salvar la vida. 

El jabalí que ha vuelto acompaña al gorrino negro y oscuro de pelos tan recios, fuertes y gruesos como espinos detrás de Takkar que atraviesa setos y maleza. El gorrino negro resbala con sus pezuñas en un lugar pedregoso pero enseguida alcanza a Takkar dándole un nuevo empellón que lo lanza por una corta pendiente de barro donde el hombre debe levantarse y seguir corriendo, finalmente los cerdos deciden que ya se han alejado bastante de la piara y gruñen con fuerza al hombre que desaparece en el bosque en una clara advertencia, de que jamás será bienvenido.

El hombre de las montañas no debe haber sufrido por la cacería, pero sí por el ahínco con el que los jabalíes se han defendido. De tener a su lado a un cazador tal vez hubieran podido ahuyentar a los cerdos, pero Paj no era un cazador, de eso no cabía duda.

Takkar anda herido, cansado y desorientado, la lluvia no le agrada, el agua es fría y su refugio en el bosque apenas le ofrece cobertura, pero al menos estaría a salvo. En su senda hasta el terreno más conocido encuentra a Paj, se encuentra sentado a pie de un árbol y se levanta asustado al oír los pasos de Takkar

 Ta-Kar - Estira todos los dedos de su mano derecha, colocando la palma de la mano en vertical en dirección a un árbol no muy lejano en la dirección a la que Takkar se dirigía - Paj

 Paj sangra profusamente, una de sus rodillas no tiene la forma que debería y varios hematomas aparecerán pronto por todo su cuerpo debido a la gran cantidad de topetazos y golpes que ha recibido.

Con el orgullo de cazador herido Takkar fue capaz de evitar que los jabalíes le persiguieran, también gracias a la lluvia, y en el camino de vuelta a su refugio encontró a Paj:-Paj.-dijo el guerrero al ver al malherido homínido. Takkar se acercó para examinar mejor las heridas de Paj, una de sus rodillas no tenía la forma que debía, varias heridas sangrado y pronto le saldrían los hematomas y moratones de la contienda contra los jabalíes. 

Takkar no estaba mucho mejor que Paj, al revisar su propio cuerpo tenía un hoyuelo rojo de sangre coagulada en la pierna que latía por sí mismo, la piel se encontraba colgando bajo la herida que el jabalí negro y grandote había dejado. Sin duda era el macho de la manada y Takkar no podía evitar pensar en su gruesa piel, en la dificultad que había tenido a pesar del fortísimo lanzazo que había dado a la hembra y la fiereza con la que la había defendido la piara.

Había tenido una suerte extraordinaria la noche en que mató al lobo, tanto de haber acabado con él, como de la aparición de Paj, y de que la manada no acudiera a su llamada en la noche. Un mar de casualidades que le habían convertido en un cazador hambriento y temerario. Ahora la noche se acercaba, y era posible que Paj, Takkar o ambos tuvieran que pagar aquel error.

Al llegar al claro Paj va cojeando hasta las raciones. Revueltas y esparcidas por todas partes alguien se ha dado un festín. Paj levanta un par de plumas de cuervo y empieza a recoger los trozos de carne. Los había dejado apilados sobre una piedra, cubierta por otras pocas que las inteligentes aves habían conseguido apartar, de nuevo vuelve a colocarlas dando mordiscos a las zonas más picoteadas. Parece hacer algo de ascos a la carne cruda o quizá es el dolor que le produce el gesto de tragar. 

La lluvia sigue cayendo y Paj no encuentra un rincón en el que quedarse un rato a descansar, por lo que decide levantarse colocándose el segundo dedo de cada mano bajo cada uno de sus ojos - Paj  - Dicho esto empieza a caminar por los alrededores del claro, sin alejarse demasiado y fácil de encontrar para alguien tan hábil como Takkar, o debe ser por la torpeza de Paj caminando por el bosque.

A pesar de que Takkar estaba cansado y tenía sueño aún no podía permitirse el lujo de ir a dormir, tenía hambre y lo primero que hizo fue engullir las tres raciones que no habían sido saqueadas por los animales, habiendose comido dos Paj antes que Takkar. 

Con el estómago acallado, Takkar busco por los alrededores del refugio caléndula y margarita para formar unas cataplasmas con las que cubrir las heridas y evitar que se infectaran de ambos homínidos. Las encontró eso sí pero cometió el error de no aplastarlas bien para que la cataplasma actuara bien, al menos tapando las heridas no seguiría saliendo sangre y no atraería presencia no deseada. 

Las lluvias se intensifican durante la noche. Los relámpagos centellean iluminando el cielo del bosque y el refugio improvisado en aquel claro apenas os mantiene secos. Ambos tiritais durante toda la noche y un ligero calor os empieza a subir cuando las fiebres parecen querer tomar el control de vuestros cuerpos. Vuestras extremidades están frías. Vuestras frentes calientes. Esta noche los lobos no saldrán de caza, ni los hombres tampoco. 

Esta noche, en medio de algunos momentos de lucidez Paj realiza un pequeño juego, amontonando piedras y acercándose al manantial. Llama a Takkar para que observe mientras le intenta contar su historia. 

Extendiendo una mano hacia unos árboles a la izquierda de donde descansan explica: Paj Ivi ainn - Se coloca los dedos índice bajo cada ojo y repite - Paj Ivi

Después muestra el suelo, horadado en una zanja que ha revestido de algunas piedras del borde del manantial, impedían que el barro recogiera el agua de lluvia y con ayuda de las manos de Paj el agua discurría entre las piedras - Ivi - Recogió más agua del manantial escupiéndola sobre su obra hasta que a causa de la lluvia y su propia acción las piedras se habían movido y el rústico diorama destruido. 

Tras explicar sus orígenes, bastante satisfecho y con esperanza de sobrevivir a la noche, Paj quedó dormido. Estaba al límite, al igual que Takkar, ambos necesitaban dormir. Aunque el devenir de los últimos acontecimientos, el devenir del tiempo que no parecía querer darles cuartel y la soledad a la que ambos se enfrentaban a diario no parecía que fuera a ayudarles.

Aquella noche fue terrible, debido a las lluvias y los relámpagos que iluminaban el cielo. El frío fue demasiado para los cansados cuerpos de los homínidos y las fiebres empezaron a aparecer y aquello acabo por agotar las pocas energías que le quedaban a  Takkar. 

Entre idas y venidas del mundo de los sueños Paj explicó a Takkar de donde provenía y una nueva palabra que el guerrero desconocía:-Ivi.-repitió al final Takkar al entender lo que pretendía enseñarle Paj. Ambos intentaron dormir lo que pudieron esa noche y Takkar soñó de nuevo con su tribu y en las cacerías que hacían juntos en las montañas. Takkar aprendió a cazar emitiendo sonidos y silbidos con los otros miembros de su tribu. Las características geológicas de las montañas obligaba a los homínidos a ser lo más sigilosos posibles dado que cualquier traspié podía alertar a la presa con un simple movimiento de piedras. 

Pero en lo que más destacaban eran en su resistencia. Al estar a tanta altura la falta de oxígeno acostumbró a los cuerpos a esa falta de oxígeno y les permitía aguantar mucho tiempo corriendo detrás de una presa a la que querían cazar. En aquél páramo lo más fácil de cazar siempre eran los conejos y las cabras. 

Así transcurrió la noche de Takkar, con bonitos sueños sobre la caza y escalofríos a causa de las fiebres.  

La noche resulta una tortura. Constantemente Takkar se despierta. El viento acuchilla a Paj que de vez en cuando se despierta en terribles alaridos. Cuando Takkar se pone bien a cubierto de la lluvia el viento cambia y las gotas de agua caen desde otra dirección. Sus extremidades estan frías, sus heridas hierven y aunque tiene leves sueños en la noche e intenta dormir, no consigue relajarse aún cuando el cielo empieza a clarear.

Sus ojos despiertan hinchados con enormes bolsas bajo ellos y el cuerpo dolorido. No obstante sus sueños le han dado algunas pistas sobre qué podría ser mejor en estos bosques para encontrar comida rápida, si la recolección no es una opción.

Paj por su parte se levanta con los labios amoratados, parece descansado pero se encuentra débil y malherido. Encogido sobre sí mismo está simplemente recostado en el suelo pasando una mano por la lanza que Takkar le ha dado.

Ta-Kar - La lluvia cae, como una leve cortina de gotas casi invisibles pero constantes que repiquetean por el bosque con el sonido característico de la lluvia, Paj estira su brazo con todos sus dedos señalando hacia unos árboles - Paj ainn ivi

Con no poca dificultad se levanta, no es un día propicio para cazar ni viajar, pero Paj toma unos largos sorbos de agua del manantial y da algunos pasos hacia los árboles. Cuando llega hasta ellos se gira buscando los ojos de Takkar - Takkar

Pese a que el cuerpo de Takkar le pie que no se mueva, el guerrero lo hace. Se levanta después de una noche infernal de fiebres, lluvias y vientos para acompañar a Paj en su caminata para encontrar el río del que le había hablado el día anterior. 

Durante el inicio del trayecto, Takkar hacía detener a Paj para recolectar algunos frutos secos, setas y diversas bayas que servirían de aperitivo durante el viaje. 

Desde que Takkar perdiera a sus compañeros y descendiera desde la seguridad de las montañas hasta los bosques jamás se había movido de ellos. Paj caminó durante horas, recorrieron cinco leguas hacia el sur donde el bosque cesaba, la tierra ya no estaba alfombrada de arbustos, zarzales y trepadoras sino que se abrían campos de hierba y arbustos de granada. 

Roedores y conejos de gran tamaño se escurrieron al paso de los dos hombres, aquellos saquitos de carne ya debían ser fáciles de cazar. De no ser por las frutas y verduras que Takkar había recolectado hubiera sido una gran idea detenerse a cazar. Durante un cambio de rasante pudieron ver, con ambas lanzas en mano el paisaje de aquellas llanuras ricas y verdes

Rebaños de saigas se paseaban entre pequeños riachuelos que serpenteaban con el agua clara de las montañas, un par de peligrosísimos caballos se encontraban entre los antílopes y cerca de un árbol que se mecía con el recuerdo de la tormenta habían varios monos jugando con algunos buitres que habían aterrizado cerca e intentaban disfrutar de sus vacaciones al nivel del suelo. Sin duda debían haber depredadores, pero la visión era ya magnífica.

El viento había amainado pero no había conseguido despejar las nubes grises que aún cubrían el extenso valle y Paj señaló - Ivi - para a continuación desplomarse. Sus ojeras eran oscuras y profundas y sus labios tenían un color liláceo y mortecino, su barriga se movía espasmódica como si una segunda criatura quisiera emerger de ella y su pelo caía sobre su cara ahora apagada y desprovista de emociones

El paseo hasta aquél lugar había sido agradable para ambos homínidos y Takkar había encontrado nuevos lugares donde cazar y eso le motivaba aún más. Tras llegar a aquél terraplen y ver la exhuberante fauna que lo habitaba, Paj señaló el río y se desplomó en el suelo. Había aguantando como un jabato todo aquél trayecto para enseñar a su compañero un nuevo lugar y había consumido todas sus energías en aquél acto. 

Takkar se arrodilló al lado del cuerpo de Paj para examinarle. Sus ojeras eran oscuras y profundas y sus labios amoratados y mortecinos, su barriga se movía espasmódica como si una segunda criatura quisiera emerger de ella y su pelo caía sobre su cara ahora apagada y desprovista de emociones:-Paj.-dijo el guerrero agitando el cuerpo de su amigo para intentar que despertara pero no tuvo éxito en aquél intento. Takkar conocía algunas cosas sobre curar heridas, por propia experiencia y por lo aprendido de joven pero en aquél caso en concreto no sabía qué hacer. 

Pasan las horas. Takkar recolecta hierbas, trata de colocar barro sobre Paj y navega infructuosamente por sus recuerdos. Los recuerdos de la tribu a la que una vez perteneció, pero Takkar siempre deseó ser cazador, un guerrero, un líder en la tribu y nunca se había interesado lo suficiente por las hierbas y las heridas de caza, ahora el hambre, el frío y la enfermedad eran los lobos y ellos mismos los corderos. 

Un aullido resonó en algún lugar no muy lejano, los lobos debían haber salido a mediodía, aunque a medida que pasaron las horas la temperatura siguió descendiendo y una lluvia ligera empezó a caer sobre Takkar y sobre Paj, quien parecía muerto, y sin embargo al tocarle siempre emitía algún sonido quejumbroso.

El grupo de babuínos observaba a los dos homínidos allí echados sobre la hierba y de vez en cuando imitaban sus posiciones, burlones frente a la dramática escena de Takkar y Paj. Takkar se resistía a dejar atrás a Paj, pero lo cierto es que apenas podría avanzar llevándole. Es posible que cerca del río Paj tuviera algun nido o cubil donde había vivido, durante su estancia en el bosque dijo muchas cosas pero su vocabulario era tan diferente, debía provenir de una extraña tribu.

Siguiendo a los aullidos de los lobos otros más rápidos y seguidos empezaron a acercarse entre la hierba, unos perros salvajes se habían arremolinado alrededor, debían haber cuatro o cinco perros salvajes que trataban de acercarse atrevidamente, un rápido vistazo mostró a Takkar que los babuínos no bromeaban ya, se habían encaramado a los árboles rápidamente, y ahora los licaones cercaban a los dos neandertales. 

A pesar de ser pequeños, para los homínidos llegaban hasta la cintura, y sus colmillos eran largos y afilados, menos gruesos que el poderoso lobo que cayera bajo la lanza de Takkar pero mucho mayores en número. Takkar no podía hacer frente a aquella amenaza. Debía resignarse, luchar hasta caer, o abandonar a Paj, cada minuto contaba en su contra y entonces el cielo rugió como si un gran lobo lo mordiera y lo desgarrara

En medio de la lluvia mortecina hubo un brillo fuerte, constante y creciente y una estela de fuego cayó sobre la tierra, debían haber varias leguas hasta el rastro que había dejado tras de sí. Los perros se habían dispersado dejando un tenso silencio, una columna de humo grisáceo envolvía la estela que el cuerpo celeste había dejado en su caída. Otros hilos de humo se encontraban en el cielo, mucho más allá del valle, ¿Qué había sido eso?Paj estaba frío, su respiración era débil, si es que aún respiraba...

Takkar no podía hacer nada por Paj, ni llevarle a rastras hasta el río, donde podía haber un refugio que utilizaba Paj mientras vivía allí, ni quedarse allí dado que morirían ambos homínidos. La lluvia no hacía más que caer y entre relámpagos y truenos aquél clima no favorecía que estuvieran a la intemperie. Unos babuínos se burlaban de ambos homínidos imitándolos. 

De pronto un aullido atravesó la extensión de hierba en la que se encontraban Takkar y el inerte cuerpo de Paj. El guerrero se puso e alerta y al levantarse del suelo vio el origen del aullido, una camada de liacones había detectado el olor de Takkar y Paj y se acercaban para saborear el inminente bocado. 

Pero algo interrumpió la caza de los licaones, un meteoro atravesó los cielos, silenciando la tormenta a su paso y para beneficio de Takkar ahuyentando a los depredadores que le amenazaban. Takkar comprendió que no podía permanecer allí. Recogió la lanza de Paj, no dudaría demasiado así que Takkar hizo lo único que podía hacer y era darle una muerte piadosa a Paj para así evitar que los depredadores:-Paj ainn Ivi.-y clavó la lanza en el pecho de su amigo, para realizar una muerte rápida e lo más indolora posible. La retiró del cuerpo de Paj y se dirigió hacia el río donde buscaría un lugar para pasar la noche y poder comer el poco alimento que había recolectado. 

Los prados resultan inquietantes para Takkar, existían tribus de neandertales que vivían en estos entornos, pero le eran completamente desconocidas sus costumbres al cavernícola. Si bien el bosque le pareció amenazador por la dificultad de ver a posibles depredadores, y del constante vibrar de árboles y follaje, la llanura le ofrecía una completa desprotección frente a bestias e inclemencias climatológicas, y la lluvia . 

Llegó a orillas del río, pero éste parecía desprovisto de vida para sus inexpertos ojos. No así como las llanuras en las qncontraba que ofrecían un sin fin de posibilidades de caza y recolección. Aún así, los perros no debían haberse ido demasiado lejos. La tenue corriente de las aguas y afluentes que aquí se congregaban circulaba serpenteando en canales estrechos hacia el sur donde la llanura parecía no tener fin. El norte del que provenía tenía el ya bien conocido bosque por el que los lobos resultaban la mayor de las amenazas, aunque las mayores heridas de Takkar provinieran de la piara de furiosos jabalíes que con tan poca fortuna habían tratado de cazar. 

El meteorito cuya estela aún podía seguirse en la ya tenue luz del atardecer había caído media jornada al sureste, y los perros ladraban por la llanura, retirándose junto a la luz diurna que ya menguaba a sus madrigueras, dejando la noche a las bestias que aún estaban por surgir. 

Cerca del río había una arboleda, podía intentar sacar algo de leña para hacer un fuego y guarecerse de la lluvia. De no ser por la manada de babuínos que ya se había asentado en aquellas llanuras y que no cederían su territorio ante una manada tan pequeña como la de Takkar, a quien observaban desde sus refugios a salvo de la lluvia.