Partida Rol por web

150.000 BC

Sobrevivir es el reto Uba

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27/02/2021, 22:43
Director

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27/02/2021, 23:00
Director

Un gran temblor sacudió la tierra hace menos de dos lunas, es difícil decirlo cuando la cognisciencia no se encuentra suficientemente desarrollada. Las montañas se retorcieron y los ríos anegaron vastos campos, los prados se convirtieron en lechos de tierra rocosa y yerma, y los ríos se escondieron bajo tierra para no volver a ser vistos. La tribu tuvo que marcharse, encontrar un nuevo hogar. Atravesasteis los límites del territorio conocido esperando que un nuevo hogar surgiera en el camino, para estar todos a salvo. Todos. Pues la tribu debía ser tribu. Uno solo es vulnerable, pero la tribu es fuerte

Avanzaban por una cordillera. Un valle prometedor se extendía hasta casi el próximo horizonte ribeteado de escarpadas montañas. Los homínidos pensaron que tal vez hubiera algun lugar por el que se pudiera acceder con seguridad., y perseguían esta posibilidad cuando fueron atacados por una manada de lobos al atardecer.

El caos y los gritos fueron totales. Uba apenas pudo ver nada. Al tratar de buscar una ocasión de defender a la tribu, pese a no saber qué estaba ocurriendo exactamente, se produjo un deslizamiento y cayó cordillera abajo siendo enterrado en tierra y gravilla.

Al despertar desconocía el tiempo que había ocurrido. Sus labios estaban secos y llenos de polvo, con dificultad y dolor pudo sacar toda la gravilla y tierra de sus orificios hasta dejar de sentir el entumecimiento de su zona occipital. ¿Donde estaban todos? ¿Qué había ocurrido?

El sol estaba saliendo. Afinó el oído para oír el trino de un zorzal al levantar el vuelo desde una roca cercana, apenas había nada que le indicara qué había a su alrededor. Olisqueó la tierra seca, se encontraba en una ladera de cornisas y aristas escarpadas que caía en pendiente hacia el valle, verde y exuberante tal y como la mitad de la primavera solía prometer.

El sol brillaba en un cielo azul y apenas hacía viento. No había lugar a dudas que su tribu ya no estaba allí, y que debía encontrarles si deseaba sobrevivir. Y debía sobrevivir si quería tener alguna oportunidad de encontrarles.

Aquel lugar le era extraño y desconocido, pero no había otra que superar los miedos que la seguridad de una tribu era capaz de paliar: el miedo a la muerte. Hambre, frío, sueño, enfermedad y depredadores estarían esperando a que el homínido de cabeza llana, sobresalientes arcos ciliares, mandíbula pronunciada y extremidades gruesas bajara la guardia.

Notas de juego

Mañana
8ºC Soleado

Anota
Bolsa ajada de piel de conejo
1D6 dosis de Tomillo
1d6 Cataplasmas leves
Estómago de vaca lanuda curtido (olla)

 

Cataplasmas leves pueden curar 1punto de vida con una tirada de éxito de Primeros Auxilios además de detener la pérdida de puntos de vida

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01/03/2021, 22:19
Uba
Sólo para el director

Uba contemplaba el horizonte sin saber qué hacer.

Desde que tenía memoria, nunca había estado sola. La soledad significaba la muerte: esa era enseñanza arraigada en el instinto de la tribu, de su misma especie. Una enseñanza tan honda que incluso su primitivo cerebro, incapaz de proyectarse hacia el futuro, era capaz de comprender que estaba en serios problemas.

Con un súbito estallido de pánico, su instinto la hizo reaccionar. Su primer impulso fue intentar volver hacia el lugar donde había visto a su clan por última vez. Alzó la cabeza, escrutando la ladera de la montaña. Si se esforzaba, podía distinguir el camino serpenteante por el que su tribu había avanzado el día anterior. 

Era inútil, lo sabía, pero aún así intentó impulsarse hacia arriba con sus poderosas piernas, valiéndose de toda la fuerza de su cuerpo musculoso y compacto para intentar escalar. No fue la decisión más inteligente, pero Uba era un ejemplar joven que todavía no se había separado de sus padres. Su vida había sido relativamente fácil hasta ese momento, limitándose a acompañar a su madre en calidad de ayudante, y a obedecer las órdenes del jefe de la tribu. Su corazón galopaba, presa del pánico. Ansiaba volver con los suyos, y lo ansiaba tan irracionalmente que se negaba a creer lo que le indicaban sus ojos y sus oídos: que la tribu se había esfumado.

Afortunadamente para ella, no llegó demasiado lejos. Su cuerpo era fuerte pero poco ágil, el crecimiento desmesurado que había sufrido en el último año hacía que aún se moviera de forma un tanto descoordinada. No fue capaz de avanzar más que unos palmos antes de que la tierra seca prácticamente se desprendiera bajo sus manos.  Un puñado de rocas pequeñas se escurrió bajo sus pies, produciendo un sonido seco al rodar ladera abajo: fue eso, y la noción de un peligro aún mayor que la soledad, lo que hizo que Uba detuviera sus irracionales esfuerzos y se quedara quieta, inmóvil, asentando sus pies en la estrecha cornisa que la salvaba de una caída hacia el valle.

Su corazón se sosegó. El instinto de supervivencia, el mismo que había acompañado a su especie durante millones de años de cadena evolutiva, tomó el control de su cuerpo. Uba respiró hondo y comprendió que el pánico solo aceleraría su muerte. 

Miró hacia el valle. A esa distancia no podía asegurar si su tribu estaba allí o no, pero parecía el lugar más lógico para empezar a buscar. Sí pudo captar el destello del agua bajo el sol que se alzaba lentamente. La presencia de un río, al menos, significaba agua y la posibilidad de pescar algo de alimento.

Sin dudar demasiado emprendió, despacio y con cuidado, el descenso. Buscó senderos naturales, árboles que le sirvieran de asidero. Sus pies pisaron en falso un par de veces, pero estaba alerta y ambas ocasiones logró agarrarse antes de tropezar. A pesar de la situación, el adiestramiento recibido por su madre hizo que parara en seco cuando divisó un matojo que le resultaba familiar. Pequeños frutos de color apagado se revelaron entre las matas en cuanto llamó su atención. Bayas.

Su alimentación era principalmente carnívora, pero la tribu también acompañaba la comida de tubérculos, frutos y vegetales. Ubsa sabía que las pequeñas bayas no bastarían para nutrirla, pero al menos calmarían un poco el estómago. El problema es que el arbusto se alzaba en la ladera, un metro por encima de su cabeza. Intentó alcanzarla poniéndose de puntillas y buscando un asidero para alzarse, pero su sentido del equilibrio le falló y acabó cayendo de rodillas en el suelo, deslizándose hasta quedar a una peligrosa escasa distancia del fin de la cornisa.

Asustada, decidió que no merecía la pena volver a arriesgarse a deslizarse ladera abajo por unas bayas, por lo que reemprendió la bajada tras sacudirse el polvo.

Sin más contratiempo, alcanzó al fin el fondo del valle.

- Tiradas (3)

Notas de juego

Espero haberlo hecho todo de forma correcta :) 

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04/03/2021, 22:59
Director

La ladera resulta tan empinada que Uba casi patinaba por su superficie mientras descendía. No tardan en aparecer los primeros riachuelos provenientes de lo más alto de la cordillera aprovechando el canal abierto en la piedra. El aire parece cortar sus mejillas y parece que descender hasta el valle, para ponerse a cubierto del viento es lo más sensato. Las aristas rocosas parecen proferir una amenaza si se le ocurría cometer alguna torpeza en su bajada.

El agua huele bien y resulta refrescante para limpiar sus labios resecos y aclarar la garganta. La montaña va nivelándose a medida que más y más riachuelos confluyen formando un arroyo ancho, cuando el sol empieza a levantarse empiezan a dibujarse en un cielo muy lejano las sombras de las aves de carroña, que a gran altura empiezan a patrullar el valle. Pero conforme Uba desciende de las montañas las pierde de vista debido a la lejanía y el contraste de la brillante luz.

Las lagartijas se escurren entre sus pies al paso cuando sus uñas homínidas gruesas y agrietadas arañan el suelo.

Uba sigue avanzando varias horas por una ladera que ahora rebosa de arbustos altos y algunos árboles bajos que se encuentran en flor. Los avellanos y almendros repartidos por la rocosa dejan paso a gruesos abetos de poca altura esparcidos entre nogales. Un corzo se escurre entre los árboles de madroño cuando tan solo se empezaba a adivinar su presencia. Las bestias son rápidas y siempre estan alerta será casi imposible para Uba darles caza.

Las sombras se alargan a medida que la frondosidad de la hiedra y la madreselva compiten salvajemente cubriendo el cielo azul. Sin duda alguna las bestias del bosque vigilaban a Uba, sus piernas encorvadas no eran tan fuertes como para hacerle huir y si no le atacaban debía ser por la franja horaria. Varios ruidos le hicieron girarse. ¿O era el viento? Los olores también se mezclaban, conocía el aroma de varias flores y no podía evitar sentir el olor de algunos animales a los que no terminaba de identificar. Aquel bosque rebosaba de vida y con toda seguridad no estaría en posición de recibir una nueva visitante más.

Dos diminutos carboneros salieron de un zarzal desapareciendo a través de un haz de luz entre las ramas de los árboles. No le agradaba estar en aquel lugar tan frondoso aunque era un lugar bastante adecuado para recolectar comida si ese era su objetivo prioritario.

Notas de juego

Mediodía
10º Soleado, viento ligero

-2 de Alimento

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11/03/2021, 22:49
Uba

Avanzó con cautela. Como originaria de los pantanos, el bosque le resultaba extraño; además, el ligero viento se filtraba entre el espeso ramaje de los árboles, haciéndolos cimbrear con un sonido que la neanderthal asoció instintivamente al de un peligro acechante. 

Sintió el impulso de quedarse quieta, de esconderse; cada paso que daba hacía crujir la hojarasca, algunas ramitas se partían bajo sus pies con un estallido que se le antojaba un estruendo. Su naturaleza asustadiza le impelía a dejar de hacer ruido, pero incluso alguien tan inexperto como Uba sabía que eso significaría una muerte segura. Su apariencia inofensiva jugaba en su contra, y su seguridad peligraría aún más a medida que avanzaran las horas y descendiera el sol.

Apresuró sus pies con cierta torpeza, empezando a añorar a los cazadores de la tribu. Podía recordarlos con nitidez, ya que su propio padre se había encontrado entre ellos. Se movían siempre con aplomo, conscientes de que, a veces, tan solo aparentar seguridad frente a un animal salvaje representaba la diferencia entre la salvación y la muerte. Eran fuertes y ágiles, y manejaban con pericia las toscas hachas y venablos con los que cazaban. Al pensar en ellos, levantó la maciza cabeza, intentando imitar su forma de andar, pero su bisoñez la delataba. Allí donde su padre se había movido con la naturalidad de un cazador nato, Uba se desplazaba de forma pesada y desmañada.

De pronto, un olor afrutado se filtró entre la decena de aromas que dominaban en el bosque. Se detuvo de golpe, olfateando, descubriendo, por encima de su cabeza, unos frutos de aspecto apetitoso, redondos y de un color violeta casi negro, que nunca había visto antes. Estaban tan maduros que uno de ellos se había abierto, supurando jugo y pulpa, atrayendo a un par de moscas que zumbaban alrededor: eso explicaba que Uba hubiera percibido el olor.

Aunque el árbol estaba un poco alto, esta vez tuvo éxito. De un salto consiguió alcanzar una rama, que se desgajó bajo su peso, haciendo rodar por el suelo un buen puñado de los codiciados frutos. Con un gruñido de satisfacción, Uba los guardó apresuradamente en su bolsa y volvió a ponerse en camino, ya impaciente por abandonar el bosque.

- Tiradas (2)

Notas de juego

No sé en cuántas unidades de alimento se traduciría, no sé si lo decides tú o hay que tirar dados, así que por si acaso los he tirado.

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12/03/2021, 15:08
Director

Uba recorre el bosque buscando la salida de aquel laberinto verde, pisando la hojarasca entre ramas húmedas un escorpión se escurre antes de que consiga atraparlo. Sin duda debe ser más fácil en las montañas, pero no es ni la mitad de delicioso y nutritivo que los frutos que ha encontrado y cuyo zumo procura que no se derrame tras cada mordisco.

Huele a tierra, a Uba no le resulta un olor agradable o cómodo, prefiere el olor a humedad que desprenden los ríos y estanques, trata de buscar ese olor sin éxito. El camino a través del bosque se hace ligero para sus pies no obstante cuando viaja durante varias horas viendo gran cantidad de pájaros cuyos nidos deben encontrarse muy bien escondido entre aquellos árboles, debe ser peligroso andar por aquí buscando huevos, una caída puede resultar fatal, ella misma ha estado a punto de trastabillar desde la higuera cuando recogía la fruta.

Uba se detiene en un pequeño manantial para tomar un par de sorbos, pero debe seguir adelante, como bien sabe, no será buena idea permanecer en el bosque cuando caiga la noche y el follaje arbóreo esconde ya los rayos del sol que desaparecen lentamente tras las elevadas cordilleras.

El suelo empieza a cambiar, se vuelve más seco y el olor resulta ligeramente aromático. Los árboles frondosos cambian poco a poco su estampa por un bosque de pinos de corteza quebradiza que alfombran el suelo con sus afiladas agujas. De vez en cuando una encina consigue colarse, pero se encuentra en tan clara desventaja en la lucha fotónica que apenas parece que se pueda mantener en pie.

En un segundo un peligroso lince cruza su mirada con Uba, es un felino de tamaño mediano y mirada penetrante que lleva entre sus colmillos un faisán de plumas cortas y color hojarasca. Se detiene valorando el peligro que la homínida supone y el riesgo que le supone a él un ataque preventivo. Al sentir que Uba vacila el lince prefiere no perder el tiempo y se abalanza sobre un arbusto desapareciendo a la carrera. Si Uba fuera atlética podría alcanzarle, pero ¿Con qué finalidad?

El bosque de pinos presenta mayor visibilidad de su entorno, pero eso no le hace sentirse más segura, al contrario. Pues de la misma forma que ella es capaz de observar a su alrededor, el resto de animales ya deben estar viéndola a ella.

Para confirmar sus pensamientos algo se escurre entre las ramas ocultándose. El viento soplaba tanto como en la cordillera anunciando el frío de la noche que dificilmente podría combatir hoy, sería mejor que siguiera adelante en busca de un lugar más adecuado. Invertir su tiempo en conocer mejor aquel aterrador bosque de pinos de tierra seca y afilada podría terminar en darse de bruces con la guarida del lince, en cuyo caso el felino no se vería tan elusivo.

 

 

Notas de juego

Atardecer
10º Cielo despejado, viento ligero

Tienes 4 de Alimentos en concepto de esos deliciosos higos, los metes en tu bolsa y los vas consumiendo conforme necesites.

-2 de Alimento

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17/03/2021, 23:18
Uba

Casi una hora después, el sobresalto producido por su breve encuentro con el lince aún se deja notar en su cuerpo, en sus nervios a flor de piel, su respiración acelerada. Los pinos parecen inclinarse sobre ella, acechando a medida que la oscuridad se insinúa sobre sus ramas. De aquí y allá empiezan a llegarle rumores lejanos, movimiento entre el sotobosque, chasquido de madera al partirse. Es como si el bosque durmiera de día y ahora estuviera empezando a despertarse; con un estremecimiento, Uba imagina a decenas de animales saliendo de su escondrijo y dirigiéndose hacia ella, oscuros y sigilosos como sombras.

Aviva el paso. Normalmente no sentiría las agujas afiladas bajo las plantas de sus pies callosas y endurecidas, pero el cansancio después de todo un día caminando le pasa factura, y sus extremidades inferiores le empiezan a enviar pinchazos esporádicos de dolor. Aun así lo ignora, espoleada por el instinto de supervivencia que le susurra que debe buscar una salida en el bosque, ahora, cuanto antes. Uba no sabe aún mucho de la vida pero sí que podría asegurar algo: que, si la noche le caza entre las altas formas de los pinos, no verá despuntar de nuevo la luz del día.

De repente, entre los árboles que tiene a su derecha empiezan a percibirse esporádicas manchas de gris. La neanderthal se queda parada, dubitativa. Entrecierra los ojos; su vista, aguda, acostumbrada a pobres condiciones lumínicas, le permite identificar lo que está viendo. Una (aún lejana) pared de roca.

Tuerce inmediatamente el rumbo. Por primera vez desde que desapareció su tribu, se siente más esperanzada que asustada. Camina a pasos rápidos y elásticos, esquiva sin apenas fijarse en él un riachuelo saltarín que emite un débil gorgoteo en el bosque que se despereza. Apenas presta atención al lejano gañido de algún animal, pues por sus fosas nasales ha empezado a colarse otro olor, que se entremezcla con el aroma de los pinos. El de la hierba húmeda al frescor del atardecer.

De repente, una pequeña pradera se extiende ante ella. Es una frontera natural entre el bosque y la pared de una pequeña montaña, gris veteada del verde de algún arbusto de rastrojos. La alegría de Uba se atempera cuando divisa, con el inconfundible instinto de la hija de un rastreador, huellas de grandes mamíferos cerca de la linde del bosque. Agacha la cabeza y se aleja tan rápidamente como puede, oteando a su alrededor para asegurarse de que ningún oso, lobo o lince espera el momento de saltar sobre ella. Todo parece despejado, así que la neanderthal echa un vistazo al cielo y, juzgando que aún tiene un rato de luz, decide sentarse en una zona algo elevada, donde se divisa tanto la pradera como el extremo del bosque. 

Con un suspiro de alivio al sentir descansar sus pies doloridos, saca de su bolsa un higo y empieza a comérselo. Lo hace a pequeños bocados, como le enseñó a hacer su tribu cuando el alimento no abundaba. Al pensar en ellos, siente que su garganta se cierra de angustia. Pero tiene hambre, así que sus poderosas mandíbulas trituran el fruto, que acaba apaciguando el vacío del fondo de su estómago.

Una vez ha comido, observa a su alrededor y pone en marcha su primitivo cerebro. A su derecha, el bosque representa la muerte segura. A su izquierda, la pared rocosa le ofrece la posibilidad de encontrar algún recoveco, abrigo, o incluso una pequeña cueva que le permita sobrellevar el creciente frío. Intuye que muchos de esos apetecibles refugios estarán ocupados por animales, pero también confía en ser capaz de alejarse de los más peligrosos.

Tampoco es que tenga otro remedio, así que se levanta sin más dilación, colgándose de nuevo su bolsa al hombro. Empieza a caminar hacia la pared, pero algo le detiene; tras titubear un segundo, da media vuelta y desanda sus pasos hacia la linde del bosque, escrutando con aire pensativo tanto el suelo como las ramas más bajas de los pinos.

No tarda en encontrar lo que busca. Parte de una rama desgajada asoma entre la hierba alta de la pradera; se agacha, partiendo unas cuantas ramitas, y cuando vuelve a alzarse, Uba blande con cierta torpeza un garrote incómodo y pesado, pero cuyo tacto y firmeza le aporta algo de calma.

Confiando en que sea suficiente para ahuyentar a los depredadores más pequeños, Uba vuelve a girarse hacia la pared. La oscuridad cada vez es mayor y no tiene tiempo que perder.

Notas de juego

Me ha surgido la duda de si es necesario tirar dados para cualquier acción. He considerado que para coger la rama no haría falta porque me parece coherente con la historia y el entorno en el que está que pueda hacerse con una con facilidad, pero ya me dirás. Supongo que para hacer fuego, etc. sí será necesario. 

(Es que he visto en el foro alguien que dice que no le gusta que se tiren dados en todos los post, y me preguntaba si lo estaba haciendo bien en los anteriores.)

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19/03/2021, 15:12
Director

Con aquel madero de pino entre manos no te sentías mucho más segura, pero al menos tendrías con qué defenderte si una criatura te atacaba. El bosque era terriblemente inseguro así que decidiste volver a las laderas rocosas. Pero habías recorrido muchas leguas desde que despertaste y esta cordillera que seguía a izquierda y derecha en una cadena montañosa y escarpada era algo diferente. La temperatura cayó en picado y la fría ladera parecía favorecer que el viento cortara las mejillas de Uba. Las esquirlas y guijarros saltaban bajo sus pies en cada paso y a medida que oscurecía los arbustos cada vez más espinosos de la montaña arañaban sus piernas.

Una trifulca entre gatos se convirtió en desbandada cuando la silueta de Uba torció un pedrusco sujetándose a las raíces de un pino solitario en la ladera. El viento traía cierto aroma salado, o quizá había sido su imaginación. Giró en todas direcciones pero solo alcanzaba a ver el bosque del que venía y la línea de montañas que se extendía a cada lado. Podía seguir aquel olor durante toda la noche, seguro que llegaba a un mar o una salina.

Buscó algo de refugio mientras avanzaba durante un par de horas cuando encontró los restos que los buitres hubieran dejado durante el día. Parecía un ejemplar de rumiante pequeño, pero solo disponía de los huesos de las patas traseras y la cadera. Los fémures no eran más largos que el propio madero que llevaba, pero pesaban algo menos además, algo debió ahuyentar a los buitres ya que ambos huesos estaban intactos y debían tener menos de dos días, seguramente dentro conservarían el delicioso tuétano. Efectivamente al partirlos Uba descubre en su interior el valioso nervio junto a algo de líquido medular, un manjar con el que se deleita mientras el sol termina de desaparecer.

Se encuentra sola en mitad de la cordillera montañosa sin haber encontrado una cueva, hay varios resquicios que le protegerán del viento pero no le ofrecen la seguridad que conseguiría en un nido de cañaveral en una ciénaga.

Sus pies estaban muy cansados y tenía la sensación, ahora que se encontraba en la ladera de haber estado dando vueltas. Refrescó el gaznate en uno de los arroyos y percibió como el viento aumentaba, aunque eso no le impediría descansar o seguir su marcha adelante.

Notas de juego

Noche
5º Cielo despejado, Viento moderado

Consumes +1 de Alimento más del tuétano, contando los higos quedas a 9/10 de Alimento

Tienes un palo o un hueso astillado, ambas tienen el mismo atributo de ataque
1 dado, 6+, 1 daño

+2 de estrés por Terreno Inhóspito
+2 por frío
+1 por hambre
+2 por Soledad
-1 de Alimento durante la noche

Acumulas un total de 11 de Estrés, por lo que adquieres tu primer punto de Locura y tu estrés queda en 1/10
Decidas darte un descanso o forzarte a seguir la marcha durante la noche, es momento de reflexión y recuerdos. ¿Quién era Uba en su tribu? ¿A quien/es echa de menos Uba?¿Que anhela encontrar en su camino por la supervivencia?

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25/03/2021, 16:56
Uba

Decide aovillarse en la precaria protección que le ofrece el saliente de un risco. La noche es despejada y le permite ver el terreno que pisan sus pies, pero la experiencia de esa mañana le ha enseñado a ser precavida: la más leve caída a esas horas podría ser mortal, la más pequeña herida podría atraer a los depredadores nocturnos al olor de la sangre, y se le eriza el espeso vello de los brazos al pensar qué podría ocurrir si quedara, aunque momentáneamente, incapacitada. 

Decididamente, aún no está tan desesperada para viajar de noche.

A esas horas el frío es más intenso, pero no lo suficiente para provocar serios problemas a una neanderthal acostumbrada a emprender largos viajes con la tribu. Es verdad que no ha sufrido grandes penalidades a lo largo de su vida, pero tampoco será la primera noche que pasa a la intemperie. Colocando su bolsa en un lugar seguro (donde ninguna alimaña pueda robar sus alimentos de noche), Uba se cubre mejor con sus ropajes, viejos pero cómodos y cálidos, y se tumba intentando adoptar la mejor postura para guardar el calor residual de su cuerpo.

Allí tumbada, bajo la bóveda celeste despejada, resulta fácil sosegarse, sentirse en calma, casi en paz. La noche está dominada por el chirriante cantar de los insectos, por los esporádicos aullidos de los depredadores que a buen seguro ya campan por el bosque por el que ella transitaba hacía tan solo unas horas. Uba confía en que no lleguen a acercarse a su posición. Su padre le enseñó que los animales, incluso los más sanguinarios, intentan evitar al ser humano, dan media vuelta cuando perciben su olor, y los atacan solamente en casos de desesperación extrema. Todo en ellos les produce desconfianza: su andar bípedo que les sitúa en una posición elevada respecto a la mayoría de depredadores, su habilidad para hacer surgir útiles que se clavan como colmillos o garras y, sobre todo, su capacidad para hacer fuego. Pocas cosas temen más los animales que al fuego que los humanos crean y dominan con pasmosa facilidad.

Pensar en el fuego le hace dar un respingo, tanto que se incorpora de nuevo, sentada, mirando frente a ella con aire pensativo. ¿Sería capaz de encender uno? Hasta ese momento solo lo ha hecho de forma esporádica, guiada por las sabias instrucciones de su madre. Será la primera vez que lo intente sola. Pero cerca de ella hay unas cuantas ramas que serían perfectas para encender una pequeña fogata, lo justo para pasar la noche. 

Decide que no pierde nada por intentarlo.

Se levanta de nuevo, y no le cuesta mucho coger una brazada de ramitas y dejarlas junto al saliente. Duda en ese momento: si tuviera encima una de esas rocas de fuego que sus padres acarreaban a todos lados no tendría problema para encender una hoguera de forma rápida y sin esfuerzo. Lamentablemente no es así, por lo que le tocará escoger dos rocas cualquiera, y confiar en que su fricción sea capaz de extraer la chispa necesaria para prender el ramaje.

Así lo hace, cogiendo un par de piedras cercanas. Para su sorpresa, apenas ha empezado a entrechocarlas entre sí cuando surge una pequeña chispa que cae limpiamente sobre las ramitas, prendiendo inmediatamente. Con rapidez, Uba amontona las ramas y sopla suavemente para expandir el fuego. En pocos segundos una hoguera modesta pero suficiente arde con fuerza, bien protegida del viento. Su calidez la alcanza de repente, haciéndole entrecerrar los ojos, reconfortada por el contraste con el frío que hasta hacía poco le aguijoneaba la piel.

La presencia de la hoguera la tranquiliza y, al mismo tiempo, rescata la nostalgia que la dominaba esa mañana, cuando encaraba su primer día en soledad en mucho tiempo. No puede evitar imaginar a su padre allí, calentándose las manos ante las llamas. En la tribu los hijos se crían de forma prácticamente común, pero Uba tenía una relación más estrecha de lo normal con su pequeño núcleo familiar. Su padre, Tren, era uno de los cazadores más destacados, un especímen de hombros anchos, pelo facial hirsuto y espeso, y una permanente expresión de preocupación en las prominentes cejas. Pero con ella siempre fue amable y atento, risueño cuando era niña, firme y bondadoso cuando Uba empezó a alcanzar la edad de adquirir sus propias responsabilidades dentro del clan.

Sin embargo, es pensar en su madre lo que hace que sus ojos se humedezcan sin remedio, y la calidez del fuego se siente con renovada intensidad en sus mejillas surcadas por rastros de lágrimas. Bria era más que una sanadora: hija mayor del antiguo jefe, su madre representaba la esencia de la tribu misma, curandera y buscadora de alimentos, cuidadora y madre de todos, siempre un gesto compasivo, una palabra amable, una mirada alentadora cuando las fuerzas fallaban. Bria la crió en el convencimiento de que era posible derrotar a la enfermedad con la ayuda de la propia naturaleza -de esos hierbajos que recogía de forma insistente, almacenándolos en su bolsa- y justo estaba empezando a instruirla cuando la avalancha la arrancó de su tribu como las rocas se desprenden del núcleo madre de la montaña, precipitándose al vacío y la destrucción.

Ahoga un sollozo cuando se da cuenta de que, inconscientemente, ha empezado a pensar en ellos en pasado. Como si intuyera que jamás volverá a ver a Tren, a Bria, al resto de la tribu. Dirigiendo la vista a las estrellas, Uba se pregunta dónde estarán, si estarán vivos, o si yacerán para siempre en lo más hondo del valle, enterrados por una masa rocosa. Después, baja la mirada hacia las llamas fluctuantes, observando su hipnótico bailar. Una idea se insinúa en su mente, infiltrándose hasta que es incapaz de pensar en nada más:

¿Habrá otros humanos allí? ¿Otros como ella?

Echa de menos a su clan, pero aún echa más de menos el contacto humano. Y no cree que sea la única persona en la inmensidad del valle. Observando el ligero humo que se levanta de la hoguera, Uba empieza a albergar la ligera esperanza de que alguien lo vea y advierta su presencia. Alguien de los suyos: de su familia, su tribu, o al menos de su especie.

Con esa idea en mente, se coloca a una distancia prudencial del fuego que arde controlado, apoya la espalda contra la bolsa y se dispone a descansar, adormecida por el agradable calor de la fogata y la tranquilidad de la noche sobre su cabeza.

- Tiradas (1)
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27/03/2021, 20:59
Director

Uba dedicó varios días a la zona que había escogido. Era una región montañosa al oeste del barranco por el que cayó. Tenía poco alimento y resultaba algo pobre, aunque encontró varias cuevas pequeñas, húmedas y mohosas en las que podría instalarse si es que le atrayera un lugar como aquel. La montaña era fría. El viento soplaba cada día más fuerte y sus hogueras se apagaban cada noche. No solo necesitaba de varias horas para conseguir encenderlas, tendría que dedicarle un buen tiempo a apilar leña si es que quería que se mantuvieran*

Uba tuvo varios encontronazos en aquella montaña con el lince. Tenía un pelaje claro, era muy bonito y cada día que se topaba con él parecía sentir más y más curiosidad malsana por, probablemente, el sabor de Uba. La homínida era pequeña y estaba envuelta en una suave piel, sus movimientos le provocaban una desconfianza que empezaba a salvar con el paso de los días y Uba empezó a temer que el depredador la estuviera rondando.

El lince bajaba a menudo al bosque de pinos que había al sur, del que ella había subido hasta las montañas. Un bosque más rico en alimento pero también más peligroso. Al este y al oeste las montañas se alargaban varias leguas, hacia el este reconoció los senderos que había recorrido cuando cayó. El único camino que aún le resultaba desconocido eran las montañas de la cordillera al oeste desde donde el fuerte viento provenía arrastrando un olor salado. Al norte los barrancos eran muy peligrosos. Las rocas salientes estaban afiladas y una caída podría ser fatal, pero al final de éstas podía salir del valle (4 tiradas de atletismo). En su condición física era todo un suicidio. Seguro que había un modo más fácil de salir de allí, pero no lo encontraría en aquella montaña, estaba segura.

No podía asentarse allí, menos aún sola. No era un buen lugar para recolectar alimento y no se encontraba segura. No tenía demasiadas opciones en su pobre situación por lo que sin lugar a dudas su mejor opción era seguir viajando en busca de otros, quien fuera. Encender el fuego por las noches era una buena idea, pero tendría que hacer acopio de leña cuando decidiera donde asentarse, tal vez otros ya hubieran tenido esa idea.

Notas de juego

Mañana
10º, Cielo casi despejado, Viento fuerte

*una tirada de Fuego 4+, solo que si dedicas a ello la franja horaria, no descansas. Luego el fuego se mantiene un tiempo
-2 de Alimento
-1 de Estrés por descanso

Alimento Uba 6/10

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01/04/2021, 00:45
Uba

El viento sopla con fuerza, haciéndola curvar inconscientemente la punta de los dedos de sus pies como si fueran garras. Precaución innecesaria, pues su cuerpo es achaparrado y lo suficientemente sólido para resistir el empuje del viento helado, ululante, que se estrella contra su cara mientras atisba hacia el norte.

Contempla, una vez más, los peligrosos riscos, las afiladas rocas que se alzaban frente a ella como los colmillos del lince del que tanto desconfía. 

Visualiza a su tribu. Sabe que su padre no dudaría: bajaría ágilmente, utilizando las manos y los pies con la misma pericia con la que los monos trepan por los árbles. Su piel endurecida como cuero viejo resistiría cualquier herida, sus reflejos bien entrenados le salvarían de dar con sus viejos huesos en el suelo, o de verse ensartado por alguna de las afiladas rocas. Su padre, el gran cazador, descendería con paso seguro y alcanzaría sin demasiada dificultad la salida de aquel maldito valle.

Uba no es como su padre. Probablemente, no lo será nunca. 

Por un momento se plantea rendirse. Intentar el descenso con sus pies torpes y su cuerpo cada vez más débil. Lleva ya varios días en ese entorno, y la angustia está derivando en cansancio, en una suerte de sentimiento funesto que la acompaña desde que se levanta hasta que se acuesta. La opción de intentarlo, de precipitarse hacia una muerte segura, le resulta cada vez más apetecible... Hasta que, de repente, un nuevo golpe de aire frío la hace sacudir la cabeza, y con ello sus pensamientos se aclaran durante un instante.

Se estremece al ser consciente de lo que ha estado a punto de hacer. Y sabe, de repente, que la soledad la matará antes de que pueda hacerlo el hambre o ese taimado lince. La soledad es su mayor enemigo, y está haciendo tanta mella en ella que incluso valora la opción de abandonar su innata lucha por la supervivencia.

Le da la espalda al barranco bruscamente, con la intención de alejarse de allí sin mirar atrás. Duda un poco, dirigiendo una mirada anhelante hacia el lugar donde aún puede ver los rastros del sendero que seguía antes de la caída, pero también sabe que nada conseguirá si se encamina hacia allí. Como mucho, una caída en picado hacia el abismo.

Así que se arma de valor y enfila la única dirección posible, aquella que le trae el curioso olor salado. Es un camino que le infunde un terror cerval, pero tiene pocas opciones a esas alturas, así que decide continuar su viaje con la esperanza de encontrar a alguien.

Apenas acaba de empezar a caminar cuando escucha el inconfundible revuelo de las alimañas. Al doblar un gran risco que proyecta sobre el camino derramando una inmensa sombra, se encuentra un par de grandes pájaros, con el pico curvo, picoteando los cuartos traseros de un cervatillo ya medio comido, pero en el que aún se adivina algo de carne.

Las alimañas se quedan quietas, observándola. Uba se da cuenta de que no están interesadas en ella -demasiado grande y difícil de matar-, y que la dejarán seguir su camino si se aleja, pero probablemente la ataquen si intenta disputarles su comida. Pensativa, mira el viejo hueso que cogió a modo de arma, preguntándose si será capaz de ahuyentarlas con eso.

Hace un intento y lo blande en su dirección. No parece tener mucho efecto: los buitres simplemente le devuelven la mirada con impavidez, graznando mientras afianzan sus garras sobre el la carne que Uba imagina suculenta y jugosa. 

La neanderthal da un paso atrás, bajando su improvisada arma. Tiene demasiado miedo para volver a intentarlo, así que decide seguir su camino, sintiendo en todo momento la mirada de los carroñeros fija en su nuca.

- Tiradas (1)

Notas de juego

He probado por primera vez a tirar una habilidad que no tengo, espero haberlo entendido correctamente (y he fallado estrepitosamente xDDD).

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03/04/2021, 22:09
Director

Uba avanzó contra el viento por la ladera montañosa. La vegetación ya de por sí compuesta de árboles bajos y arbustos diseminados se fue haciendo cada vez más escasa hasta que tan solo quedaron unas pocas hierbas que rebosaban de unos pocos lugares protegidos por el viento.

Allí arriba, a mediodía, la silueta de los buitres se recortaban en el cielo, perdiéndose a trasluz. Sin duda tenían muy buena visión sobre la zona en la que se encontraba Uba y era probablemente ella quien les llamara la atención.

Los guijarros se clavaban en los pies y el viento era tan fuerte que Uba empezó a pensar que una fuerza invisible no deseaba que viajara en esa dirección. Entre las grietas y rocas el viento parecía coger fuerza y golpeaba con corrientes afiladas sobre la pequeña mujer

Tras caminar casi ocho leguas bajo el sol el graznido de las gaviotas y el rugir del mar le anunciaban lo que podía esperar. El gran azul se encontraba allí mismo en la dirección en que viajaba, al norte la cordillera seguía siendo impracticable y tan solo podía regresar por donde había venido o descender los acantilados hacia el sur.

Tampoco era una mala zona en la que asentarse si es que así lo deseaba. Esos acantilados debían estar llenos de pequeñas cuevas y los riscos estaban plagados de los nidos de las gaviotas* y abajo donde las rocas se estrellaban contra puntas de roca que apuntaban a occidente se apelotonaban colonias de enormes y riquísimos mejillones.

Estudió sus posibilidades, aquellas cuevas estaban totalmente fuera del alcance de los depredadores, pero sería imposible mantener un fuego en ellas, sin mencionar el horrible, constante, ensordecedor y repetitivo graznido de los cientos de gaviotas que allí anidaban y el rugir del mar. El olor salado que resecaba las fosas nasales le resultó agradable a Uba, al igual que la humedad, que le era relativamente familiar, aquellas cuevas seguro que estaban encharcadas y resultaban un buen cobijo.

A pesar del ambiente montañoso del acantilado, la cercanía del mar, la humedad y los peñascos bajos plagados de moluscos podían recordarle a marismas y pantanos y no se le antojaba un terreno tan inhóspito como la montaña seca.

Algo se movió entre las rocas que captó la atención de Uba. Allí abajo entre las rocas había un humano... algo intentaba trepar en su dirección aunque no parecía que le hubiera visto.

Notas de juego

Mediodía
11º, Cielo casi despejado, Viento fuerte

-2 de Alimento

*Con una prueba de Atletismo se puede conseguir un +2 a la tirada de recolección por moluscos y huevos de los acantilados. Una prueba fallida no otorga el +2, pero sí -2 pv por caídas diversas desde grandes alturas.

Has encontrado otro homínido, a pesar de que las acciones por turno siguen restringidas a 1 por cada franja, el interactuar te permite más posts a la semana si lo desearas.

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08/04/2021, 23:43
Uba

Uba estudia al humano, aunque desde su posición y distancia no puede distinguirle muy bien, apenas el fugaz movimiento de unas piernas y unos brazos, el tono parduzco de las pieles con las que va cubierto y entre las que apenas puede divisar la forma de su cabeza. Su sorpresa es tan grande y su soledad tan inmensa, que por un momento está a punto de dar un gran grito simplemente para alertarle de su presencia.

Pero algo la hace detenerse, la sombra de ese alarido cortado de cuajo vibrando en lo más hondo de su garganta. ¿Está segura de que realmente quiere darse a conocer a ese otro homínido desconocido, del que aún apenas puede vislumbrar nada? Hace apenas media luna Uba no habría dudado en saludar alegremente a cualquier otro neanderthal que se cruzara en su camino; sociable por naturaleza, a menudo su madre tenía que reprenderla por ser demasiado confiada. Pero las últimas jornadas la han hecho más cautelosa, le han enseñado a ver peligros en aquellos lugares donde antes se habría internado sin pensarlo dos veces, ingenua y confianzuda. 

El desconocido -o desconocida- no es de su tribu, eso está claro. Ahora bien, ¿quién será? ¿Será amigo o enemigo? ¿Conocerá a los suyos o estará, como ella, perdido a varias leguas de su lugar de nacimiento? La inquietud hace fruncir el ceño a Uba cuando se da cuenta de que quizá ni siquiera sea capaz de comunicarse con él.

Así pues, se acuclilla al borde, limitándose a observar el movimiento borroso, de momento aún muy lejos de ella. 

Entonces, algo más llama su atención.

Es una gaviota que desciende en picado desde algún lugar por encima de su cabeza hacia los acantilados. La mira posarse sin esfuerzo en unas rocas picudas situadas quizá dos o tres cuerpos más abajo de ella, cerca de una pequeña cornisa que precede la entrada de una gruta que, incluso desde allí, adivina poco profunda. Un puñado de moluscos se agarran a la piedra. Están a una buena distancia, pero asumible; además, el otro ser humano aún está lejos, y trepa hacia otra dirección. Incluso si la ve, a Uba le dará tiempo a bajar, recolectar los moluscos, y volver a trepar aprovechando los múltiples recovecos del acantilado, o incluso esconderse en la gruta para espiarle.

Espoleada por la necesidad y el hambre, Uba se acerca al borde, se da la vuelta con cuidado, asienta los pies intentando encontrar un asidero firme y... resbala.

El chillido brota al fin de su garganta, pero esta vez es de dolor cuando por la ladera, raspándose con las afiladas rocas y cayendo en la pequeña cornisa. Pero el impulso es tan fuerte que -tras quedar un instante con medio cuerpo en la cornisa y el otro medio en el vacío- sigue cayendo, aunque esta vez la inercia se ha visto contrarrestada y Uba deja de deslizarse apenas un par de segundos después, quedando dolorida y magullada, pero relativamente a salvo del peligros fondo del acantilado.

A pesar de las heridas, su alivio es tal que por un momento ha olvidado la presencia del otro ser humano. Lo recuerda de repente, buscándole instintivamente con la mirada. Preguntándose si habrá advertido su presencia -difícil que no lo haya hecho- y cómo reaccionará al verla.

- Tiradas (1)
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09/04/2021, 18:46
Ka

Caes entre las rocas, no sabes cuanto tiempo ha pasado cuando recobras el equilibrio y el sentido de ti misma. Tu pierna está raspada, la rodilla duele horrores y el tobillo se encuentra en una posición algo antinatural. Respiras hondo e intentas ponerte en pie, lo cual no resulta fácil. El tobillo ya se encuentra tomando ese color azulado que puede devenir en un dolor terrible o en la propia muerte si se propagara. Es difícil saber qué va a pasarte ahora mismo. Por suerte eres curandera y tienes algunos cataplasmas para aplicarte, además con algo de ayuda de un palo no te sería difícil seguir viajando, aunque este terreno ya te resulta bastante acogedor.

Te encuentras casi abajo de los acantilados y al ver a tu alrededor sientes que en cualquier momento y debido al fuerte viento una ola podría llevársete. Del acantilado se puede subir y bajar sin peligro no así acceder a la zona de moluscos o huevos sin ser apropiadamente atlético para ese menester.

Por un sendero entre rocas se acerca la segunda humana. Ahora la ves bien, es algo más joven que tú y está igual de magullada, por lo visto ha debido intentar lo mismo con el mismo éxito, una segunda caída resultaría mortal, quizá no haga falta ponerse tan en riesgo para conseguir moluscos suficientes para comer.

Se acerca hasta ti, hasta una distancia en que ambas os podáis ver bien. Va completamente desnuda y debe ser un par de años menor que tú, es difícil saber si huele a alguna otra cosa dado el fuerte olor a sal de los acantilados. Otra ventaja contra los depredadores. El rugir de las olas por el fuerte viento te impide escucharle bien, se coloca el segundo dedo de cada mano sobre uno de sus ojos, y dice intentando vocalizar para que la escuches por encima del rugir de las olas - Am

Se acerca ofreciéndote su ayuda para ponerte en pie, pero está tan malherida como tú y casi que estorba más que ayuda-  Am

Cuando consigues ponerte en pie, echa a caminar subiendo los acantilados por el camino más seguros, una vez más se gira, coloca el segundo dedo de cada mano sobre cada uno de sus ojos y repite una última vez - Am - Antes de echar a caminar, mirando hacia atrás, esperando que la sigas.

- Tiradas (1)

Notas de juego

Mediodía
11º, Cielo casi despejado, Viento fuerte

+2 de Estrés por heridas
-2 de Estrés por encontrar otra homínido

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14/04/2021, 16:25
Uba

Uba está demasiado excitada por la presencia -¡al fin!- de otro humano para pensar con claridad pero, cuando intenta seguir a la nueva homínida, el dolor de la pierna la devuelve a la realidad. Se detiene en seco, encontrando apoyo sobre una roca plana mientras recuerda las enseñanzas de su madre: tiene que intentar curarse, y hacerlo cuanto antes, para intentar aliviar un poco el dolor antes de continuar.

Resollando por el dolor, se descuelga su bolsa, extrayendo las cataplasmas. Manipula con cuidado su tobillo, suponiendo que más adelante debería intentar enderezarlo, pero ahora mismo no se atreve a intentarlo. El dolor podría hacer que se desmayara, y eso sin duda aceleraría su muerte. 

Sin darse cuenta se sume en un ligero trance, en el que los conocimientos adquiridos durante su aprendizaje acuden rápidamente a su mente, permitiéndole trabajar con rapidez y seguridad. Un rato después, su tobillo ya está rodeado por la espesa pasta, que despide un olor agrio pero le alivia inmediatamente el dolor. Cuando levanta la mirada para buscar alguna planta cercana con las hojas lo suficientemente grandes para improvisar un vendaje, se encuentra cara a cara con la desconocida. Da un respingo; increíblemente, había olvidado su presencia.

La homínida le tiende en silencio un puñado de hojas verdes, grandes y flexibles. Uba las coge sin dudar, emitiendo un sonido, mitad gañido, con el que pretende darle las gracias. En un momento sus manos expertas han envuelto su tobillo con grandes hojas; cuando intenta levantarse de nuevo, se encuentra con que la homínida ha vuelto a ausentarse durante un momento para volver con una recia rama, lo suficientemente recta para que Uba pueda apoyarse en ella.

La acepta, descubriendo sus grandes e irregulares dientes en una sonrisa. Al caer en la cuenta de que la otra neanderthal no está mucho mejor que ella, apoya una mano en el bastón y gesticula con la otra, señalando su pierna:

- ¿Baam Ju? -ofrece, señalando insistentemente-. ¿Baam Ju?

La desconocida arruga la frente. No parece entenderla.

Uba insiste. Da una suave palmada sobre el vendaje improvisado, sacando después de su bolsa de nuevo el pequeño saquito con las cataplasmas. 

- Baam Ju -sentencia. Y después examina a la desconocida. Uno de sus brazos está adquiriendo un color tan feo como la pierna de Uba. Le cuelga como si no pudiera moverlo-. ¿Ish? -pregunta, y al hacerlo pone la mano sobre su propio brazo.

La mirada de la otra neanderthal se ilumina, y Uba vuelve a sonreír: ¡quizá la ha entendido! Sus sospechas se confirman cuando hace un gesto enérgico, pero después vuelve a desconcertarla señalando de nuevo hacia el camino, empezando a caminar acantilado arriba.

Uba la contempla un instante. Después, entiende que quizá la otra quiere esperar a estar completamente a salvo antes de curarse. A fin de cuentas, camina sin aparente problema. Guardando de nuevo sus preciadas cataplasmas, apoyándose en el palo y sintiéndose ligeramente mejor, decide seguirla. Alcanzando sin más contratiempo la cima del acantilado. 

- Tiradas (1)

Notas de juego

Perdón, no sé qué ha pasado que al publicar no me ha guardado el texto, solo la partida... A ver si editándolo funciona.

PD: me he añadido 1 punto de vida por la cataplasma (creo que era así).

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21/04/2021, 06:05
Ka

Las dos mujeres suben los peñascos hasta la cueva, es de roca desnuda y oscura y está abierta al mar, el viento golpea con fuerza. La humedad y el olor a sal hacen sentir bien pero dentro de la roca desnuda se forma una corriente de aire de lo más ruidosa y molesta. Unas pieles en la entrada no cubrirían suficiente el viento del oeste, y con toda seguridad las haría volar.

La homínida se echa contra una pared. Cansada. Herida. - Baam - Repite tocándose sus heridas algo resecas por la sal - Baaam - repite con torpeza alargando las A's innecesariamente en un intento de abrir la boca tanto como Uba entendiendo el significado de la palabra pero diciéndolo aún de forma incorrecta. 

A medida que Uba se acomoda en el interior de aquella sórdida, acogedoramente húmeda y estruendosamente ruidosa caverna, la mujer se toca el pecho - KA - Su voz alzada provoca que Uba la mire directamente. Sus cejas bajan más aún si es posible entrecerrando sus pequeños ojos en un intento de hacerse entender, tocándose el pecho de nuevo - KA

AmKA - Dice por fin, echándose atrás cansada por el esfuerzo de tener que hablar

El sol ya se pone. En la semana anterior solo podía verse el sol cayendo bajo las montañas, pero desde esta cueva la vista es magnífica. El sol cayendo bajo el horizonte del mar deja arrastrar unos rayos que podrían cogerse si estuvieran más cerca. El cielo, que desde otro lado del valle pinta de un púrpura oscuro, aquí se tiñe de muchos colores que van desde el naranja brillante hasta el fucsia pasando por toda la amalgama de colores. Es imposible encontrar una palabra que pueda describir esto y la mujer se queda observándolo absorta.

Vuelve a mirarte y parece cansada, muy cansada. Esperando que encuentres comodidad ella misma trata de coger a Uba del brazo, y arrastrarla con cariño a un lugar al fondo de la cueva, donde el suelo desciende levemente y está un poco más protegido del viento. Si bien la cueva no mide más de cuatro metros de profundidad, la pequeña depresión representa todo un lujo frente al clima despiadado de los fértiles acantilados.

Notas de juego

Atardecer
9º, Cielo casi despejado, Viento fuerte

-2 de Alimento por Atardecer

-1 de Estrés para Uba por recibir bálsamo con éxito
Atardecer en la cueva del acantilado -1 de Estrés por las vistas

Esta cueva recibirá un penalizador de Estrés durante la noche por Climatología
Todas las tiradas de fuego reciben un -1 en este lugar

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22/04/2021, 21:24
Uba

La tentación de acurrucarse y echarse a dormir es muy fuerte, pero su instinto de curandera es aún mayor. Atrayendo la atención de la mujer, Uba vuelve a colocar su bolsa entre ellas, e, imitándola, se toca el pecho mientras dice su nombre:

- Uba -pronuncia alto y claro, tocándose de nuevo el pecho con más energía- Uba.

La otra homínida la mira fijamente, con los párpados medio cerrados por el cansancio, y asiente. Uba lo considera un pequeño éxito. A continuación, rebusca entre su bolsa y saca de nuevo las cataplasmas: un olor dulzón y herbáceo se extiende inmediatamente por la pequeña cueva.

Ahora que se siente mejor y su pierna ya no le envía el dolor punzante de antes, Uba se deja atrapar por el olor, que le recuerda inmediatamente a su madre. Fue ella quien le enseñó a preparar las cataplasmas, y con ella preparó las que tiene ahora entre las manos. Ser consciente de que probablemente no volverá a verla nunca -que seguirá curando, preparando sus medicamentos y aprendiendo, pero ya sin ella a su lado- hace que los ojos se le llenen inesperadamente de lágrimas.

La homínida -¿Ka?- abre completamente los ojos, inclinándose hacia ella con expresión preocupada. Pero Uba se recobra al momento, haciendo un gesto con la mano que la mantiene en su sitio. Con recobrada firmeza, señala las cataplasmas y vuelve a decir:

- Baam Ju.

Ahora sí tiene la atención de la desconocida.

- ¿Baam Ju? -pregunta, dubitativa.

Uba asiente, mostrándole una sonrisa de ánimo. Mas, cuando alarga las manos para tocar las heridas de Ka, la homínida se retrae, desconfiada.

- Baam Ju -repite Uba, en tono perentorio.

Ka se acerca un poco, aunque manteniendo la expresión reticente. Tras un tira y floja basado sobre todo en gestos y palabras que ninguna de las dos entiende, Uba consigue aplicar un poco de su cataplasma, aunque Ka le deja tratarle únicamente una pierna, y la falta de colaboración de la otra homínida impide que la pasta se extienda bien.

Ha trabajado tan intensamente que, cuando termina, se sorprende ante la escasez de luz. Mira hacia el exterior de la cueva, sorprendiendo el momento en el que el sol desaparece completamente por el horizonte. Ya es de noche, el frío se intensifica, y Ka yace acurrucada, herida y cansada, en el fondo de la cueva.

- Tiradas (1)
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23/04/2021, 13:43
Director

Ka asiente mientras se deja tratar por Uba, muy complacida por su atención – Uba baamju Ka
Puso entonces los dos dedos bajo sus párpados mientras decía - Ka Uba

La comunicación se hacía difícil, era claro que debían provenir de lugares muy diferentes y aunque sus ancestros les unieran en ese lazo simbiótico en el que ambas sabían que eran iguales, estaba claro que no lo eran. 

Ka se esforzó de nuevo por mantener la atención de Uba colocándose ambos dedos de las manos sobre los dos ojos- Am Ka
Ka unnt

Pero para Uba le resultaba imposible aprender palabras que no conociera antes en aquella noche, sin duda con el tiempo se conocerían mejor, incluso si no hablaban entre ellas solo una mirada les bastaba para saber que eran del mismo clan.

Ambas se abrazaron, sintiendo el calor de la otra, no era suficiente para vencer el terrible frío que las asoló aquella noche pero sí fue placentero comprender, descubrir y compartir el sentimiento de que al fin ninguna de las dos estaría sola.

Pasó la noche, el rugir de las olas resultó muy reconfortante para ambas, pero no así el tremendo viento que les azotó, aquella era una zona de recolección, estaba claro el porqué aves y moluscos abundaban tantísimo.

- Tiradas (2)

Notas de juego

Noche
1º, Cielo nuboso, Vientos Fuertes

-1 de Alimento durante la noche
+0 de estrés por Terreno Inhóspito
+1 de estrés por Cueva incómoda
+1 de estrés por Soledad
+2 por frío
+1 por hambre

La noche es momento de reflexión y consulta a los ancestros, puedes compartir una de tus palabras con Ka para que la entienda en adelante. ¿Quién enseñó esa palabra a Uba?

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01/05/2021, 11:49
Uba

En algún momento de la noche, Ka empezó a hablar. Aunque soñolienta, Uba apenas había conciliado en sueño por el frío, así que no le costó empezar a atender a la otra neanderthal. Seguía sin entender mucho de las palabras de Ka, pero a medida que pasaban las horas sí le resultaba más fácil entender su lenguaje gestual. 

- Uba -decía Ka, señalándola a ella, y después señalando hacia el exterior, poniéndose una mano sobre los ojos como haciendo de visera para contemplar algo muy alejado.

Tras unos instantes, Uba comprendió que le estaba preguntando de dónde venía. "Shuum", pensó inmediatamente, con un escalofrío. Shuum, los pantanos, su hogar: por un momento una imagen cruzó su mente, un recuerdo en el que llevaba años sin pensar y que había permanecido oculto, sepultado por el trajín de la vida diaria y por el paso del tiempo: ella caminando torpemente por la orilla cenagosa y otro neanderthal bajo y achaparrado, con el rostro tostado y arrugado, tomándola de la mano.

- Shuum -le decía aquel neanderthal, sonriéndole con una dentadura ya más que maltrecha.

Uba comprendió de repente que aquel hombre, que solamente recordaba vagamente en sus más tiernos recuerdos, debía ser su abuelo. Y le pareció un buen homenaje intentar transmitir a Ka esa palabra que él le había enseñado: sería como continuar con su legado.

Se puso en pie. Ka la contemplaba atentamente, esperando. Uba siempre había sido buena con la mímica: con un par de gestos simuló la superficie del agua pero, antes de que Ka pudiera pensar que venía de la costa, cogió un puñado de ramas y las colocó a lo largo de esa imaginaria superficie, en vertical, simulando los árboles y la vegetación que emergían entre las aguas de los pantanos. Después, se señaló el pecho y repitió su nombre, haciendo luego otro gesto hacia el exterior. "De ahí", quería decir, "vengo de ahí".

Ka la miró, y sus ojos se iluminaron bajo los abultados arcos supraciliares. Parecía que había comprendido.

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02/05/2021, 16:14
Director

Pasaron varios días en aquella cueva, las torceduras y caídas eran habituales y Uba y Ka siempre estaban malheridas y aunque conseguían alimentarse del insulso musgo y algunas almejas, por regla general estuvieron famélicas malviviendo de la roca desnuda. Aunque aquel era un lugar espléndido para reponer fuerzas y prepararse la idea de permanecer allí planteaba aún demasiadas dudas. ¿Cuanto tiempo pretendían quedarse en aquellos acantilados? ¿Seguiría Uba su largo caminar después de haber encontrado a Ka? ¿Habría alguna manera de salir de aquel valle? Y si no la había ¿Querrían quedarse allí solas eternamente?

Aunque la idea de seguir viajando pudiera ser la más atractiva. Uba y Ka estaban al borde de sus fuerzas y en cualquier momento podían ambas desfallecer. La comunicación entre ambas se hacían difícil pero habían recorrido durante unos pocos días los alrededores. Los acantilados se alargaban al norte hasta resultar prácticamente impracticables dejando horas de escalada a través de los picos escarpados que parecían vomitar la roca sobre el mar, el este era la región montañosa de donde llegara Uba caminando y seis leguas al sur se abrían unos prados verdes que seguro estarían llenos de peligrosos depredadores. Podía ser muy peligroso recorrer aquellas regiones sin el entrenamiento adecuado ¿Qué otra opción tenían? 

Aquella mañana el cielo clareó lleno de nubes grises, el viento las zarandeaba hacia el interior con violencia y el rugido del viento dentro de la cueva era ensordecedor. Las olas se agitaban con espasmódica violencia levantando el agua hasta la entrada de la cueva. Era muy temprano cuando las dos neandertales se levantaron y el día era prometedor pero los huesos se marcaban en el cuerpo de Uba y Ka quienes tuvieron que arrastrar los pies para poder ver como iniciaba un nuevo día.

Notas de juego

Mañana
8º, Cielo nuboso, Vientos fuertes

-1 de Estrés por descansar
+2PE tras tus dos primeras semanas en el valle
-2 de Alimento, al caer a 0, recibes +2 de estrés y -1 pv
Mientras estés a 0 de Alimento, tienes -1dado a todo lo que hagas