Partida Rol por web

El suelo estaba cubierto de ramas y de hojas, algunos árboles habían caído y otros se agitaban de forma excesiva por el leve viento que aún soplaba sin conseguir apartar las nubes grises que aún cubrían el inmenso valle, quizá era aún la inercia de la terrible tormenta de la noche anterior. En las faldas de aquella montaña los tres neandertales se habían encontrado, la soledad había acabado para ellos si conseguían formar una tribu, pero ¿Qué significaba formar una tribu? ¿Se consideraban solo un grupo? Aquella noche tendrían que rebuscar en sus recuerdos pero aún era temprano y varias necesidades apremiaban a todos ellos. Ahora era imprescindible que todos sobrevivieran, ¿Habrían muchos más ahí fuera? ¿Qué pasaría si alguno muriera? Ahora los tres parecían imprescindibles, debían fortalecerse, quizá ahora pudieran encontrar la forma de abandonar el valle o quizá asentarse como una tribu fuerte en él.

 Mientras el hombre se mantenía alerta mirando a cada lado, la hembra se adelantó dejando la punta de la lanza más tosca, una vara gruesa bien afilada de punta oscura apoyada en el suelo como un bastón, y con más cuidado se apoyó en el hombro una segunda lanza cuya punta se encontraba abierta para alojar en ella un sílex muy afilado y bien tallado. No hizo ningún caso a la piedra que Shaki había dejado en el suelo. Ella solo puso la mano sobre sí misma - Oya

Se apartó de la cara el pelo sucio y revuelto para que la nueva pudiera verla bien - 

Mediodía 6º, Cielo nuboso, Viento ligero.

El macho se mantenía de pie aunque no tenía ninguna de las lanzas en ristre. Se acercó a la hembra desconocida dando círculos a su alrededor examinándola extrañado, acercándose poco a poco con cautela olisqueándola para luego arrugar la nariz ante el mal olor de esta. Luego algo más confiado le tocó el pelo, le levantaba los brazos examinándola con más cuidado incluso tocándole el vientre, cogiéndola por las mejillas y los labios para mirarle los dientes. Cuando hubo acabado siguió en pie dando un leve gruñido más propio de un gorila de que un hombre dejando que Oya hiciera lo que quisiera, una vez la hembra se hubo presentado él se golpeó el pecho con fuerza -Hankal- comentó irguiéndose fiero al tensar los músculos enseñar los dientes y agitar las dos lanzas que llevaba encima. Una con la punta de pedernal y otra sin, llevaba una piel de un perro de las praderas a modo de capucha sobre la cabeza y una bolsa al cinto de piel de conejo junto con una herramienta que Shaki pocas veces debía haber visto.

Era un recio y grueso trozo de madera agujereado en un extraño en el cual se había encastrado con cierta habilidad una piedra, por los demás el neandertal iba casi completamente desnudo, aunque en muchos lugares de su piel se veía gran cantidad de barro reseco; demasiado como para ser algo fortuito. El pelo de su nuca, hombros y espaldas era abundante y áspero, por el aspecto de ambos homínidos se podía advertir su buena salud, aunque el macho tenía todavía una herida en el muslo derecho está ya parecía cicatrizada y curada.

-Hankal, Oya-y tras ello la señaló a ella mientras le daba la lanza que había soltado Oya, aquella sin punta de piedra tan solo ennegrecida al fuego. Luego se frotó la tripa sujetando sus lanzas con la axila unió todos los dedos de la mano derecha picoteando la palma de la mano izquierda llevándose luego la mano a la boca. Repitió el gesto dos veces señalando luego hacia unas colinas con mucha vegetación que estaban en las cercanías. Se tocó la capucha con dos dedos.-Augh-tras ello señaló la herida-Hankal, Oya...-se tocó el pecho, le tocó el hombro al Oya al mencionar su nombre y por último toco el hombro de la desconocida.-Hankal, Oya, Naak.-y con la mano que los había tocado a todos la cerró en un puño con mucha fuerza.

-¡Oya Kish!- le dijo a su compañera señalando el sílex que había dejado Naak en el suelo con tonó autoritario. Tras ello el macho empezó de nuevo a retomar su rumbo hacia las colinas cercanas parándose cada poco para mirar hacia atrás esperando que las hembras le siguieran.

A medida que volvían a su actividades Hankal se sentía pleno, como si en su interior hubiera encontrado algo que echaba en falta. Ya no pasarían frío por las noches, no estarían inquietos ante la amenaza de los depredadores, incluso ahora una de las hembras podría parir mientras la otra ayudaba a mantenerla, eran una Tribu. Pequeña al principio, pero con muchas opciones para crecer, él cazaría y con su ayuda podrían intentar abatir presas más grandes, conseguir pieles y almacenar comida en la gran cueva. El macho ahora más que nunca debía ser más fiero y fuerte para poder cuidar de sus hembras, hacer crecer la Tribu implicaba más trabajo y esfuerzo, sin embargo Hankal parecía aceptarlo con agrado como si genéticamente estuviera predispuesto para ello.

Ella respiro aliviada después del encuentro, poco a poco la tensión de sus hombros fue desapareciendo ante la obvia posibilidad de no terminar empalada. Por instantes arrugaba el entrecejo mirando al hombre que la estudiaba, ella también aprovechando la cercanía para hacer lo mismo. Gruñó molesta cuando este apretó sus mejillas y de no haber retirado sus manos a tiempo se hubiera ganado un mordisco, retiró con fuerza alguna que otra vez sus brazos con renitencia a ser palpada y resopló más de una vez incomoda.

No obstante en el fondo se sentía realizada de que su travesía rindiera frutos, incluso a pesar de sus mohines anteriores, pues se podía percibir una media sonrisa liviana, mientras sus gestos faciales iban cambiando entre curiosidad y desconcierto.

Extendió su mano tocando en algún momento la piel de Hankal cubierta de barro reconociendo la habilidad y sus ojos viajaron hasta los del hombre mostrándose satisfecha dando un visto bueno a esa destreza.

Imitó a Oya sacando su maraña de pelo dorado del rostro  mostrando unas mejillas sonrosadas y unos ojos vivos e inquietos.

 Ladeo la cabeza entre el hombre y la mujer mientras se comunicaban, ella entendió sus nombres y levanto las cejas sorprendida cuando el hombre incluyo una palabra que conocía, repitiendo la misma que ella había pronunciado, Naak

-Shaki. Corrigió, emulando el mismo gesto de Hankal al golpear su pecho aunque con mucha más suavidad. –Shaki, Oya Hankal.

Imitó luego los gestos de Hankal sus palmas abiertas frotándolas sobre su estómago  cuando instintivamente sus tripas rugieron dejándola en evidencia. A pesar de sus aspecto mugriento su cuerpo no se mostraba escuálido, todo lo contrario, donde quiera que había estado esta chica por lo menos había tenido alimentos aunque no así una buena higiene. Siguió con la vista las colinas que Hankal señalaba relamiendo sus labios ante las posibilidades.

La voz autoritaria de Hankal señalando el sílex la saco de sus cavilaciones. Shaki se acuclillo y tomo la piedra volviéndola a depositar en su bolsita ajada de piel de conejo, el sonido evidente al entrechocar con otra testificaba al menos una o dos más. Sin embargo su mano que se perdió en el interior de la bolsa volvió a parecer mostrando esta vez un pedernal ya tallado mostrándoselo a Oya. Mientras caminaban rumbo a las colinas Shaki se quedó más rezagada junto con Oya.

-Kish. Enunció tomando la lanza vacía que Hankal le había ofertado, golpeando levemente ambas en sus manos, el pedernal y la vara. De reojo miro a Hankal repitiendo el gesto, ubicando el pedernal sobre la punta de la vara mientras acortaba la distancia hasta el hombre se detenía.

Mediodía 6º, Cielo nuboso, Viento ligero.

El macho no reaccionó mal ante los gruñidos de Shaki, ni siquiera ante el intento de morderle. El ritual de presentación en el cual se palpaban, examinaban y olisqueaban tomó su tiempo, aunque dio buenos frutos. La nueva hembra de la tribu no parecía ni herida, ni enferma si tenía fuerza para intentar morderle aquello era un buen indicativo de salud.

Pronto la cara del homínido se arrugó en gesto extraño. Repitiendo de nuevo el proceso en el cual el se tocaba el pecho diciendo su nombre, luego Oya y al llevar a Shaki-Hankal, Oya, ¿Naak?-dijo palmeando con algo más de fuerza el hombro de Shaky. Mientras avanzaban hacia las colinas Hankal solo se mostró enfadado en una ocasión, y no con la desconocida sino con Oya cuando la nueva hembra de la tribu recogió rápidamente el sílex antes de que lo hiciera ella. El macho le enseñó los dientes gruñéndole un par de veces en señal de desaprobación, aunque eso no le hizo aminorar la marcha.

Hankal pasó la mano por toda la lanza, desde la base hasta la punta de piedra mientras le negaba a Shaki con la cabeza.-Sá.-tras ello hizo ademán de coger el pedernal trabajado que le ofrecía Shaki, mirándolo con detenimiento y comprobando el filo con el pulgar a medida que caminaba.-Kish.- le respondió enseñándole el pedernal. Entonces una vez más el macho unió todos los dedos de la mano derecha picoteando la palma de la mano izquierda mientras señalaba las colinas, se guardó el pedernal en su bolsa de piel de conejo y siguió hacia delante negando la petición de Shaki. Se notaba que estaba buscando algo, atento y alerta al cielo en busca de alguna señal o instinto.

-Shaki… Shaki. Repitió la muchacha palmando su propio pecho aclarándole  Hankal una vez más quien era ella.

Sin embargo la posterior interacción de ambos le dejo muy mal sabor. Shaki resopló molesta ante la negación del hombre  volteándose a mirar a Oya pareció recriminar algo, o quejarse. Balbuceo algunos monosílabos inaudibles chasqueando la lengua  y señaló a Hankal que se había adelantado algunos pasos más, ella mostro los dientes a espaldas del hombre y arrugo la nariz en su dirección.

 Aun así la chica siguió los pasos que el marcaba guiándolos hasta los montículos de árboles y vegetación, creía entender lo que el sugería y verdaderamente su estómago volvió a rugir incitándola a rebuscar.

Ella misma empinó su cuerpo observando en aquella dirección ahora que estaban más cerca, guardo silencio dejando atrás su rabieta.

Oya por su parte mostró de igual forma los dientes a Hankal, aunque Shaki había sido más rápida para coger el sílex, Oya cogió una piedra cualquiera del suelo y la tiró lejos enseñando los dientes a Hankal - Hankal Kish

Dio varias vueltas sobre sí misma yendo hasta un granado cercano y volviendo hasta que al final unió todos los dedos de la mano izquierda golpeando la palma de la mano derecha - Naak-Shaki-Hankal-Oya

Oya fue hasta Shaki poniéndose al lado, empujándola levemente con la mano hacia la misma dirección de la que ésta venía mientras le explicaba al caminar. Golpeando una y otra vez los dedos de la mano derecha contra la mano izquierda-  Hankal Unnt-augh

Oya-Hankal Unnt-Amm. Hankal Sákish, Oya Oghk - Para Shaki debía ser bastante sorprendente la retaíla que oía de aquellos dos, debían llevar mucho tiempo, y esto no hacía sino que avivar sus ganas de conocer sus palabras para contar su propia e increíble historia

La petición de los homínidos no tardó en aparecer en aquella misma mañana para terror de los tres neandertales, aunque por suerte, esta vez eran una tribu, y todos tuvieron la gran suerte de que la providencia les enviara aquel fatídico encuentro cuando habían formado una tribu, todos estaban bien armados y podrían sobrevivir.

Las risas cacofónicas delataron a los hambrientos depredadores. Las lluvias del día anterior habían causado estragos en todo el valle y las bestias de éste buscaban comida fácil y refugio en las alturas. Habían descendido hasta las colinas aunque aún podían volver a la cueva sin necesidad de rebuscar entre los laberínticos cañones de arcilla ahora convertidos en violentos torrentes llenos de remolinos y pozos traicioneros cuando dos hienas mojadas y tambaleantes saltaron al encuentro de los neandertales.

No eran el más peligroso de los depredadores por su actitud carroñera, no se lanzaban al ataque como los perros o los lobos, pero sus mandíbulas como la de los cánidos más grandes podían trinchar los huesos de aquellos homínidos como si fueran ramitas. La altura de sus gigantescas cruces casi llegaba a medio pecho de los tres humanos, y en sus bocas podían caber sus pequeñas y chatas cabezas que podrían partir de un solo mordisco.

Sin embargo tan solo aparecieron, sopesando el peligro que podían suponer, y buscando entre ellos al miembro más herido, y esta vez, quisiera la mala fortuna que Oya sufriera un pequeño mareo que la puso de rodillas, haciendo a las hienas levantar las orejas con interés y quedarse para ver la escena y prepararse para un inminente ataque. 

Olían a perro mojado y debían venir de lejos a la cueva, no habían encontrado rastros los días anteriores en las colinas ni las montañas y seguro su pequeña manada habían sido más, pero ahora aquellas dos gigantescas hienas estaban solas y aún así se sentían en importante ventaja, dispuestas a comerse a alguno de los tres neandertales lanzando poderosos ladridos mientras sus gargantas soltaban aquella aguda y desagradable risa.

Mediodía 7º, Cielo Nuboso, Viento Ligero

Hankal gruño más bien hastiado antes las replicas de Shaki y Oya.- Shaki- pronunció algo confuso tratando luego de expresar sus dudas encogiendo los hombros y abriendo los brazos-¿Naak?-. Cuando Oya se dirigió hasta el granado el macho asintió sin aminorar la marcha alejándose unos pasos dejando a las hembras hablar entre ellas.

Cuando las hienas bajaron la loma Hankal interpuso la lanza entre ellas y su tribu, retrocediendo un par de pasos para proteger a Oya. Si querían llegar a ella tendrían que pasar por encima del macho. El olor que precedía a las bestias y su aspecto ajado le hizo pensar al cazador que tras la lluvia todos tenían hambre y estaban cansados, aquello sería una gran ventaja frente a las dos hienas. A medida que los animales rugían y reían tanteando a la tribu Hankal dio una poderosa zancada hacia delante descargando un gran lanzazo con toda la fuerza de su peso, sin embargo la hiena fue más rápida retirándose a tiempo. Con eso empezaba el brutal toma y daca del cual solo un bando sobreviviría, las hienas o la tribu.

Poco a poco cada bando buscaba la ventaja sobre el otro y Hankal sabía jugar a ese juego. Aunque hubiera fallado el primer lance quedando expuesto a las fauces de las hienas eso le permitió quedar en el flanco de la que se abalanzaba sobre Oya. Sin dudarlo Hankal cesó el ataque hacia la hiena que quedaba fuera de su alcance para levantar la lanza sobre su cabeza y saltar sobre el costado del animal en un certero lanzazo que perforó la gruesa piel entre las costillas alojando la punto de piedra en mitad del pecho de la bestia, la cual tosió sangre al tratar aullar el dolor mientras le empezaban a fallar las patas delanteras sobre las cuales se apoyaba. Era pronto para cantar victoria en mitad del combate, al menos los supervivientes cenarían bien.

Shaki ladeaba la cabeza mientras sus ojos curiosos estudiaban el rostro de Oya mientras explicaba con sus manerismos. Le gustaba esta mujer y aunque sus vocabularios no eran el mismo la rubia intentaba comprender la historia, quedándose muy corta en compresión no obstante musitó las palabras para recordarlas.

Para cuando las hienas aparecieron y Oya se arrodillaba presa de algún espíritu maligno Hankal ya se cuadraba haciéndoles batalla a los bichos amenazantes.

Shaki apretó con fuerza la lanza que le había sido obsequiada, sus dedos apretando con fiereza la madera con la punta filosa por delante. Ella no era guerrera, ni siquiera cazadora y en momentos como este siempre había dependido de la protección de los machos de su tribu.

A pesar de su desconcierto sabía que no podía separase de Oya, por instinto sabía que la unión brindaba protección para ambas.

-¿Oya?..umm umm umm? Preguntó verificando el estado de la mujer enunciando su nombre  seguido con unos guturales  quejidos muy suaves, como las crías pequeñas cuando gimoteaban.

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Una de las hienas intentaba acercarse a Oya y aunque escapo del ataque de Hankal la segunda no se libraba de una embestida por parte del cazador. Shaki por su parte al tener los animales tan cerca solo atino a blandir la punto filosa hacia las bestias, esperando alejar a la que osaba acercarse a Oya.

Oya asió con fuerza su lanza y siguió a Shaki al lanzarse contra una de las hienas. El pedernal de su bien elaborada lanza se clavó en la carne de la hiena causando apenas una herida superficial - ¡ SAAAA ! - Gritó Oya sin sacar la lanza, si bien un movimiento de la hiena consiguió que ésta saliera por completo. 

Oya sujetaba la lanza con ambas manos alzándola todo lo posible para tratar de asestar un golpe sobre la crecida cruz de aquellas fieras y atrevidas criaturas que probablemente, se llevarían a alguno de los tres neandertales por delante

El viento sopló, los riachuelos que seguían bajando por la pendiente habían enmudecido ante los aullidos de las hienas y los fieros gritos de batalla de Oya cuyo rostro descompuesto mostraba una fiereza mayor que la de los presentes. Sin embargo las hienas no entendían los amaneramientos de los humanos y se lanzaron contra ella. 

Shaki logró interponerse frente a una de las hienas y los dientes de ésta se cerraron sobre el antebrazo de Shaki quien empezó a forcejear, consiguió sacársela de encima con unos arañazos bastante profundos, pero que no le impedirían seguir luchando, un nuevo embite de la hiena contra Shaki fue fácilmente esquivado pero el chascar de dientes de la hiena sonó peligrosamente poderoso.

Oya no tuvo tanta suerte, la hiena que se abalanzó sobre ella cerró los dientes sobre su bíceps izquierdo y la sangre explotó como fruta madura por la boca de la hiena. El chorro de sangre fue enorme y derribó a Oya que aún mantuvo la lanza en su mano derecha. HAN KAAAAAL

Su grito surgió de lo más adentro, resonó en eco por las montañas y penetró en los corazones de Hankal y Shaki como una daga helada, no obstante y lejos de rendirse, Oya estaba dispuesta a luchar por su vida y la de su tribu hasta el final, sacándose a golpes con el asta de la lanza a la hiena cuando intentaba desgarrar su brazo y chascar sus huesos.

La hiena sobre la que se había abalanzado Hankal avanzó unos pasos más, intentando morder a Oya una última vez, aún con tan mortal herida sobre ella, pero Oya se alzó sobre sus piernas al tiempo que Hankal se retiraba de la hiena para ver como ésta reptaba para quedar tendida frente a ellos.

El brazo izquierdo de Oya quedó horripilante, colgajos de carne por él mostraban lo que los dientes de las hienas podían hacer, y ahora sostenía la lanza con una sola mano frente a la risa burlona de la última depredadora que tras sopesar la situación lanzó un mordisco fiero pero impreciso sobre Shaki, quien rápidamente se vio rodeada por los venablos de la que era su nueva tribu.

El grito de angustia de Oya había espoleado la furia del joven cazador quien había ensartado de forma certeza a la hiena que quería rematar a su compañera con un lance descomunal. El cual selló el destino de la bestia.

Sin perder ni un momento Hankal se posicionó junto a Shaki impidiendo a la hiena restante que se acercase a Oya. Esta vez el macho de la tribu le clavo la lanza en las quijadas traseras, dándole a entender al animal que estaba rodeado. Cuando la hiena se giró pudo ver como Hankal la azuzaba con furia, aunque su ataque tan solo le hubiera causada una pequeña herida en el costado; el cavernícola no dejaba de azuzar al animal. No pensaba darle tregua alguna.

Oya mostraba sus dientes a la hiena y olvidando su brazo izquierdo se lanzó en un fiero ataque contra el depredador, que al ver que su compañero no se levantaba empezó a retroceder para salir huyendo con el rabo entre las piernas con aquella risa nerviosa que ponía los pelos de punta. Shaki aún podía dar un último golpe, pero aquello había terminado

Caían algunas gotas de aquel cielo gris, pero estaban tan cerca de la gruta que no podía preocupar a ninguno de los cavernícolas.

Mediodía 7º, Cielo Nuboso, Viento Ligero

Cuando la hiena decidió huir abandonando a su compañera muerta Hankal la persiguió unos metros arrojandole la lanza. No hizo blanco aunque eso convenció del todo al animal para no volver atrás. El macho de la tribu se golpeaba el pecho tirada piedras y rascaba el suelo con furia levantando hierba y tierra tan alto como podía demostrando así su fuerza. Una vez hubo acabado su ritual recogió la lanza y volvió con el resto.

Sacando la herramienta que llevaba en la bolsa empezó a propinarle golpes a la hiena para abrirla en canal por sus partes blandas, eviscerándola sin ningún miramiento ni pudor. Hankal se sentó junto a su presa empezando a alimentarse del corazón de la bestia, se notaba que el macho estaba hambriento y deseoso de llenarse la tripa. Al principio le enseñaba los dientes a las hembras cuando estas se acercaban a la comida, sin embargo fue un reflejo instintivo más que una amenaza real, a medida que comía sus ansias menguaban y su humor mejoraba; por lo que al poco los tres estaban comiendo junto al cadáver de la hiena sin mayores problemas. Aún y así la jerarquía en la tribu era clara dado que a Oya se le permitía coger trozos más grandes del jugoso hígado que a Shaki, al menos por el momento.

La tribu era tan fuerte como el más débil de sus miembros, Oya estaba herida y Shaky muy sucia, quizás un síntoma de enfermedad si querían seguir cazando debían mantenerse fuertes y alimentados. El macho no dejaría que nadie se debilitase mientras hubiera comida, pero él debía seguir conservando fuerzas para poder alimentar a los que no pudieran valerse por si mismos. Una vez hubieron comida Hankal examinó la herida de Oya, quitándole la suciedad de encima y lamiéndola con cautela para que esta mejorase, poco más podía hacer el neanderthal por su compañera. 

Por instinto y dada la exaltación del momento Shaki  también intentó avasallar  a la hiena moribunda. Golpeando entre su pelaje, sin realizar ningún daño aparente, pero en un intento solidario por incorporarse y pertenecer al grupo que se formaba.

En cuclillas junto a Oya observo con algo de recelo y sobresalto aquella herramienta que Hankal enarbolaba al abrir a la hiena.

Ella misma aunque tomabas partes y masticaba  no  parecía tener aquel desmesurado apetito que demostraba el macho. Se relamía y su estómago rugía goloso recordando las promesas de antes, no obstante, tal vez no estuviera tan hambrienta.

Por momentos observaba a Oya, y gemía en su dirección tratando de apaciguar el dolor pero no se atrevía a tocarla.

Cuando Hankal abre con cierto cuidado el pellejo de la hiena, Oya da varios tirones al pellejo para sacarlo con el mayor de los cuidados, no da ninguna importancia a la severa herida de su brazo y aunque su intención es salvaguardar la mayor cantidad de comida posible, ensartándola en su lanza a modo de espeto, come con voracidad el pedazo de hígado que le da Hankal, y vacía los ojos y la sesera del animal que devora totalmente crudos. 

Hankal, Augh Sá.   Hankal Am

Shaki Hankal Oya Amm

Sha -ki , Shaki - Oya con la boca llena de sangre y la pesadísima lanza sobre su rudo, grueso y peludo hombro echa a andar por la ladera llamando a la nueva miembro de su tribu.

Oya encabezó el ascenso, con su lanza totalmente inutilizada por transportar toda aquella carne, el pedernal finalmente se soltó pero Oya lo recogió dispuesta a arreglarlo más tarde. Cuando el viento se levantaba y las nubes grises empezaron a dejar que una fina capa de lluvia volviera a caer llegan los tres neandertales a una zona de vegetación seca, llena de matorrales y espinos con un par de avellanos que dan sombra sobre la pequeña entrada de una caverna a la que Oya entra con temeridad y confianza.  

HANKAL - Volvió a llamar Oya, cuando Shaki entró, vio a la mujer inclinada sobre lo que parecían unas brasas encendidas muy tenues, humeantes y cubiertas de ceniza, agitaba las manos frente a ellas - UH Brrrr Pajj -

El suelo de la caverna estaba levemente inclinado hacia su salida y el aire se hacía algo cargado por el humo que había estado desprendiendo la hoguera sobre aquel techo tan bajo, no obstante era muy cálida.

En un rincón habían algunas lascas de sílex muy afiladas donde sería peligroso caminar sin cuidado, junto a algunos pedazos de sílex más grandes sin tallar. La entrada estaba llena de pequeños palos que había tirado el viento y en la parte de atrás había una pila grande de madera y cortezas gruesas.

Atardecer 5º, Viento ligero, Lluvia Ligera

El macho una vez hubo eviscerado a la hiena le dio sus lanzas a las mujeres mientras él se cargaba el animal a hombros emprendiendo el camino de regreso a su refugio. Una vez estuvo en lo alto de la loma se fijó bien en el sitio donde había dejado desparramadas las entrañas de la bestia, mirando al cielo observando a los buitres. Quizás luego volviera a aquel lugar en busca de caza.

Una vez estuvieron cercanos a la cueva Hankal adelantó a Shaki señalándole un arroyo cercano mientras se tapaba la nariz impidiéndole el paso a la gruta. El homínido no entró hasta ver que la hembra se alejaba junto con su fétido olor de la entrada de la cueva. Al entrar se acercó al fuego sacando su Oghk de cinto para partir un par de leños avivando así el fuego. Luego le enseñó los dientes a Oya señalándole la zona donde estaban las lascas de silex afiladas tiradas por el suelo. El macho se sentó junto a la hoguera y se dispuso a comer con ganas pues estaba hambriento, no le dejaría comer a Oya hasta que no hubiera cumplido con su orden. No era la primera vez que Hankal tenía que enseñarle los dientes a Oya por temas parecidos.

Después de comer Hankal dejó en cadáver de la hiena a un lado intentando colocar la grasa sobre un grueso trozo de corteza, dejándolo junto a la leña seca que había en el interior de la cueva. Entonces le enseñó a Shaki un lugar donde se amontonaban un montón de viejos huesos y algunos jirones de piel de animal, en otro lado señaló las tallas y luego a Oya. Por último señaló el fuego y la leña tocándose el pecho. El macho se sentó en un rincón revisando sus lanzas con punta de piedra apoyándolas luego con cuidado contra la pared mientras dejaba que Shaki observara como lo hacia. Cuando terminó le señaló los diferentes lugares y luego la señalo a ella-¿Shaki?-le dijo primero ofreciéndole un lanza y señalando la hiena-¿Shaki?-repitió entrechocando dos pedernales antes ella-¿Shaki?-esta vez señalado el fuego-¿Shaki?- por último enseñándole su capucha de piel de perro y el resto de restos de piel.

Tras descansar un poco y salir de la cueva para aliviar sus necesidades Hankal se volvió a mostrar activo. Movía las grandes piedras de la entrada de la cueva y algunos palos que el viento había tumbado sin que Shaki supiera muy bien con que fin, pero por mucho que pasaban las horas aquello no tomaba forma.