Partida Rol por web

La ruta 66. La caretera madre de Estados Unidos. Partiendo de Chicago hasta llegar a Los Ángeles, no puedes llamarte norteamericano si no has realizado este viaje al menos una vez en tu vida. La mayoría realizan ese viaje mientras cursan su carrera universitaria, como si de un peregrinaje religioso se tratara.

Ese fue el viaje que habíais elegido realizar ese verano. Al acercarse los examenes finales de junio, os reunisteis varias veces para planear el viaje, que iniciaríais al empezar julio. Habíais reunido dinero para alquilar una caravana mínimamente grande, con espacio suficiente como para que pudierais pernoctar sin tener que preocuparos de encontrar albergues o moteles todas las noches.

Era un viaje entre amigos, una escapada veraniega para celebrar la libertad y la juventud. La idea de hacer un viaje por carretera se le había ocurrido a Ryu Athens, para darle un motivo a su hermana Sen Athens para salir y animarse, puesto que su reciente ruptura sentimental la había dejado con la moral bastante baja. A la idea rápidamente se les había unido Stuart Nashville, amigo común de los mellizos, cuando vió un anuncio en el tablón de la biblioteca buscando compañeros de viaje para compartir los gastos del mismo. Mencionó de pasada el hecho a Nate Evans, el cual decidió apuntarse también, especialmente al saber que iría Sen, con la que tenía algo bastante parecido a una amistad. A su vez, Nate se lo mencionó a su primo, Joseph Allens, el clásico buen chaval, apreciado en general por todo el mundo y amigo de Ryu desde hacía tiempo. Para completar el grupo, se les había unido Mike Cavendish, amigo del colegio de Josheph, que antes que volver a la casa de acogida en la que vivía (la cual parecía más un orfanato industrial que una casa de acogida) prefería cualquier cosa, incluído el viaje que Joseph le mencionó.

Hicisteis bote común para cubrir los gastos del alquiler de la caravana, la comida y los posibles alojamientos que pudierais necesitar. Y el 1 de Julio, salisteis de viaje. Partisteis desde Chicago, la ciudad en la que estaba vuestro campus, y pasasteis casi todo el primer mes recorriendo los estados de Illinois, Misuri, Kansas y Oklahoma. Visitasteis los monumentos más emblemáticos, probasteis la comida más típica y en general disfrutasteis del recorrido.

Sin embargo aquella noche habíais decidido devorar más kilómetros de lo habitual. Teniais unas entradas reservadas para una visita guiada en los Myriad Botanical Gardens y si no avanzabais algo por la noche, no llegaríais a tiempo y perderíais la reserva. Era era la razón de que Ryu se encontrara al volante a las 3 de la mañana, recorriendo la carretera mientras tomaba café a litros y amenazando con ponerse a cabecear en cualquier momento.

La fuerte bocina de un camión trailer de transporte de mercancías le quitó el sueño de repente, haciéndole frenar de sopetón. Perdió el control de la caravana, haciendo que ésta acabara atascada en el arcén de la carretera con el motor calado. Tras tomarse unos momentos para procesar lo que había pasado, mientras los demás se despertaban tras el accidentado frenazo, Ryu intentó arrancar el vehículo de nuevo, sin éxito. Al parecer la accidentada maniobra había estropeado la caravana y no había quien la arrancara.

Salisteis para examinar el motor, el cual estaba sobrecalentado y parecía tener alguna pieza que no podíais identificar completamente rota. Vuestros teléfonos no tenían cobertura y no había acceso a internet ni señal wifi por ninguna parte. A vuestro alrededor sólo había planicie semidesértica por todas partes. Estabais literalmente en medio de la nada, perdidos y sin vehículo.

Poco os faltaba para echar a suertes quién tendría que ir andando a buscar una gasolinera cuando, a lo lejos, lo visteis. Era una carpa. Una carpa de circo, de colores apagados e iluminada con una luz mortecina. No era lo más atrayente del mundo, pero al menos era un edificio. Seguramente habría un teléfono con el que llamar a una grúa o un puesto de telégrafos con el que mandar un telegrama al nieto del general Custer para que viniera a rescataros con la caballería. Todo mejores alternativas que quedaros al lado de la accidentada caravana, al menos.

En un principio, todo había comenzado como algo informal. Un comentario suelto, una invitación que no iba del todo en serio. Sin embargo, al ver que su hermana se entusiasmó ante la idea, no pudo hacer menos que hacer de ese viaje una realidad.

Estaba claro que solos no podrían cubrir los gastos de un viaje tan aventurado. Lo mejor era buscar compañeros para un viaje así. Su plan fue simple, pero efectivo. Una vez vio quienes se unirían al viaje, pensó que tal vez hubiese sido mejor invitarlos en primer lugar. Lejos de estar disgustado, estuvo más que conforme. ¡Puede que en verdad tuviesen un viaje bastante agradable! Con eso en mente, una vez los planes estuvieron hechos, no había más que pasar a la acción.

En líneas generales, el viaje estaba siendo lo que esperaba. Su mayor preocupación era que Sen se la pasase bien, aunque también sus colegas. Y, pese a haber planeado el viaje por Sen, puede que a él mismo le viniese de maravilla algo así. Tenía bastante porquería encima aunque no lo dejase ver.

No obstante, puede que aquella madrugada solo se le sumase más mierda encima.

Muchas eran las latas de café que había al lado de él, tiradas en el suelo de la caravana. Preocupado de que sus colegas descansasen, se ofreció a llevar el volante, tratando de ignorar el propio cansancio que él mismo sentía. Perder la visita guiada, desde luego, no era una opción. 

Bostezo tras bostezo, el letargo se apoderó de Ryu. No importó cuánto café tomó el chico, sus ojos, pesados, enrojecidos por el sueño, se fueron cerrando poco a poco. Estiró uno de sus brazos, aquel con el que sostenía el volante, y dejó descansar su cabeza sobre el respaldo del asiento. Su respiración comenzó a ser más calmada, su ritmo cardíaco bajó un poco. Entonces, Ryu se vio presa de las cortinas oscuras que eran el interior de sus párpados.

—¡¡¡Carajo!!! —la bocina del trailer lo despertó. Exaltado, y viendo las luces del trailer casi encima de ellos, giró con brusquedad el volante, pisando a fondo el freno. La caravana terminó por estrellarse contra el arcén de la carretera, frenando de un fuerte golpe.

Ryu estuvo un par de segundos aturdidos, con los brazos encima del volante. Por poco había pegado la cabeza contra este. Por suerte, solamente estaba aturdido. Apenas recuperó la compostura, giró la llave para arrancar el vehículo. Nada pasó. Lo hizo un par de veces más hasta que notó que humo salía del motor. Estaban jodidos.

Apenas pudo, salió de la caravana para echarle un vistazo al motor, viendo cómo sus acompañantes se incorporaban. Ya despierto, aunque no se dejó ver nervioso, se podía ver que Ryu un poco preocupado. No tardó en disculparse y preguntar a todos si estaban bien o no. Lo había arruinado. Viendo el motor bajo el capó levantado, no había forma de que esa cosa funcionase de nuevo.

Estando a punto de ofrecerse a ir a la gasolinera, siendo todo ese asunto su culpa, todos se dieron cuenta de la carpa que estaba a la lejanía. Aunque no fuese una gasolinería, definitivamente era mejor que nada. Mientras sacaba su teléfono para verificar la hora, miró a sus compañeros.

—Lo siento por arruinarlo. Iré a ese lugar a ver si conseguimos llamar a una grúa de alguna forma. ¿Alguien más quiere venir, o prefieren quedarse en la caravana? —guardó su teléfono, sin poder evitar que su preocupada mirada vagase de un lugar a otro, hasta posarse sobre su hermana— ¿Están seguros de que están bien? —preguntó a todos, dándoles un rápido vistazo.

La idea de Ryu de un viaje no era algo por lo que Sen se emocionara normalmente, pero no quería ver nada que le recordara a su ex en un buen tiempo, así que decidió aceptar. Le dijo a Stuart, el chico de la biblioteca con quien había hablado en algunas ocasiones sobre libros e intereses en común, para luego enterarse complacida que Nate también se les uniría. Los últimos dos integrantes de la comitiva le resultaban familiares, pero no eran precisamente chicos que Sen frecuentaría. Después de todo, era común que chicos así trataran de hacerle exorcismos y cosas así. Sen, en esos casos, solo seguía la corrientes y actuaba poseída, pero no dijo nada esta vez. Si su hermano los conocía, que era muy seguro que fuera así, debían ser amables. Confió en él y se prepararon.

Nunca habría pensado que estar tanto tiempo bajo el sol para una chica pálida como ella le resultaría tan refrescante. La estaba pasando bastante bien y tal vez se había sonreído con una que otra broma de Mike. Le divertía el chico. Ese día, tras verse algo retrasados para llegar a su visita guiada, Ryu fue quien se ofreció a manejar. Sen se negó de entrada, diciendo que no podía ser él solo, pero al ver la usual terquedad de su hermano en acción, solo suspiró y aceptó. Sin embargo, ella sería quien iría como copiloto. Si su hermano se veía cansado, ella estaría descansando y se turnarían cuando Ryu no pudiera más.

Se había dormido con su mochila en las rodillas, mas el grito de Ryu la alarmó en sobremanera. Abrió los ojos y gritó con fuerza. Soltó la mochila que cayó a sus pies y sintió cómo se sacudió. En algún momento sintió que se había golpeado la cabeza, pero nada grave, solo se sintió aturdida. Cuando el auto paró por fin y su hermano reaccionó, Sen seguía intentando enfocar. Se sostuvo la cabeza con la mano derecha justo donde se había golpeado y aunque aún le daba vueltas todo, pudo responderle a su hermano con un asentimiento de cabeza. Se quedó sentada un poco más y cuando se vio mejor, se puso de pie y se unió a su hermano para hacer un recuento de daños. Eso no era bueno.

Entonces, justo como si se tratara de una película de terror, una misteriosa carpa de circo se vio a la lejanía. Sen rió hablando con su usual voz suave y profunda - Esto parece una película de terror de los noventas. Solo falta la araña gigante con el vientre luminoso - rió y luego escuchó a su hermano hablar otra vez para que luego la mirara.

Caminó hasta él y dijo - Voy contigo. Una carretera, un circo en medio de la nada... Esto no me lo pierdo - se rió para luego recordar cierta escena con su exnovio. A ambos les gustaban las películas de terror y habían hecho maratones más de una vez. Su mirada se ensombreció un momento, mas sacudió su cabeza para deshacerse de ese pensamiento -. ¿Alguno sabe reparar autos? Nos serviría que pudieran revisarlo para saber si podemos pedir repuestos o algo -.

Acepto encantado la invitación de los dos hermanos para compartir viaje con ellos compartiendo gastos con otros conocidos del campus. Puede que finalmente hayas dejado de ser invisible Stuart.

Intento no hacerme ilusiones, aunque al ir pasando los días y no suspenderse el viaje poco a poco voy animándome. Durante el viaje disfruto como nunca lo he hecho, me traje un cuaderno y lápices por si no sabia que hacer tomar apuntes para el trabajo de final de carrera, pero no han salido de la mochila.

Intento apoyar a Sen en convencer a su hermano que no puede conducir el sólo tantas horas sin éxito. Una mirada de ella indicándome de dejarlo estar me acaba de hacer desistir. Poco antes de medianoche el sueño me vence y duermo tranquilamente hasta que acabo sin saber como en el suelo. Enciendo la luz buscando las deportivas y poniéndome la camiseta antes de pasar delante haber que ha sucedido ya que es evidente que nos hemos detenido.

Veo a los dos hermanos observando el motor y me reúno con ellos, poco a poco los demás van saliendo.

Niego con la cabeza a las palabras de Sen. – Traje unas herramientas, pero solamente sirven para cosas pequeñas o eléctricas. Puedo comprobar la carga de la batería y si funciona la parte eléctrica, pero no las que se necesitarían para desmontar piezas del motor.

Al decir lo de la película de terror miro de otra manera la carpa. Si es un circo común y corriente los que trabajan son familias, ¿pero aquí en medio de ninguna parte? No, hay alguna cosa que no encaja.

– Esperar voy a coger la linterna y os acompaño. Sólo faltaría que tropezáramos en la oscuridad.

Joseph Aun tenía la mente algo abortargada por el repentino despertar. Aterrizar de culo en el suelo de la carvana tampoco había ayudado a que se encontrase mejor. Se pasó la mano por el rostro intentando despertarse del todo mientras escuchaba al resto hacer las primeras inspecciones técnicas del vehículo. “Está roto”. Muy técnico todo.

- Podríamos llamar a... –

Pero el resto ya había tenido esa idea y ahora se quejaban de que no había cobertura. Instintibamente giré mi smartphone y miré la señal de cobertura. Vacía.

- Pues si que estamos buenos jaja –

No muy lejos de allí, parecía haber una carpa de circo y Ryu parecía dispuesto a acercarse para que nos ayudaran, algunos le iban a acompañar. Me acerqué a él y le puse la mano en el hombro.

- Muy buen Ryu, a ver si tienen algo con lo que reparar la carraca. No me gustaría perder el dinero de la fianza. Sería, cuanto menos, molesto –

y se me escapó una risa. No estaba especialmente preocupado, no había motivos. En aquel sitio seguro que nos podrían ayudar o incluso...

- Creo que alguno debería quedarse con la caravana y cerca de la carretera, quizás pase un coche y podamos pedirle ayuda. Podemos quedarnos Mike y yo ¿Que me dices amigo? –

Y me giré sonriendo hacia Mike. Tal vez esta vez si podría...

Estaba más que contento de que Joseph me hubiese invitado a aquel viaje, después de todo en cualquier parte estaba mejor que en aquel ruinoso lugar para huérfanos, donde todo era tristeza, desesperación, y depresión. Ahora estaba allí, en una caravana dispuesto a vivir como si no hubiese un mañana junto a ellos, pensaba conocer a todos ellos e intentar que el viaje fuese lo más divertido posible.

¡BUM!

¿Qué demonios había sucedido? Estaba dormido y de pronto algo me había despertado, oí entonces la voz de Ryu.

- Oh, bueno, no pasa nada, 

Me desperecé estirándome y escuché los planes de los demás mientras observaba aquella carpa de circo en la lejanía con total curiosidad, era una suerte que hubiese algo por allí, ya que no teníamos cobertura por lo que había oído, así que sí, el mejor plan era acercarse a aquel lugar. También entendía que Joseph sugiriese que alguien se quedase en la caravana puesto que en ella estaban todas nuestras cosas, aunque dudaba que alguien pasara por allí y se dedicase a robarnos, pero, ya que era él quien me había invitado a aquel viaje, me quedaría con él, por mucha curiosidad que aquel ¿circo? me diese.

- Vale, me quedo contigo, pero contadnos todo lo que veáis, y si hacen algún pase mañana quizás podríamos quedarnos y verlo, ¿no? Ah y no lo olvidéis  ¿Por qué las focas del circo miran siempre hacia arriba? Porque es donde están los focos. 

Lancé una carcajada ante mi propio chiste malo y me apoyé en la caravana.

Para Nate aquel viaje era la oportunidad de su vida. Literalmente: nunca había tenido amigos, amigos de verdad. El colegio había sido un infierno, en el que los demás niños se dividían entre quienes le maltrataban y los que se limitaban a ignorarle. El instituto, más de lo mismo, aunque las chicas se alistaron en bloque en el ejército que ignoraba a Nate. Sólo algunos marginados como él, con los que apenas mantenía contacto, y su primo Joseph. Nate envidiaba a Joseph: tenía amigos y le caía bien a la gente. Pero era de los pocos que distinguía a Nate del mobiliario.

Sen también le identificaba como a un ser humano único. Él hacía fotos, y alguien de un grupo de teatro se acercó por el laboratorio para pedirle que fotografiara una función. Ella era la protagonista, y le dió las gracias por su trabajo. Aunque hablar con chicas se le daba incluso peor que hablar con cualquier otra persona, Nate consiguió llegar a tener un trato cordial con ella. Además, los dos conocían a Stuart, el chaval de la biblioteca.

Ir con ellos y más amigos a un viaje podía ser la oportunidad de encajar por fin, y Nate estaba contento y nervioso, pero a medida que pasaban los días se fue sintiendo más y más cómodo.

Dormía feliz cuando una sacudida le hizo golpearse contra el asiento de delante, y escuchó un bocinazo y los gritos de Sen. La caravana traqueteó hasta detenerse, y fue entonces cuando Nate se dio cuenta de que habían estado a punto de tener un accidente.

—Hey, eh... No te preocupes — consoló a Ryu —Son cosas que pasan. Lo importante es que estamos, eh... todos bien.

El motor no tenía buena pinta, pero Nate no tenía mucha idea de mecánica: ni cobertura de móvil, tampoco. Echó en falta su querida emisora de onda corta...

—No podemos ir todos: yo también me quedo con vosotros — dijo a su primo y a Mike.

Ryu, Sen y Stuart decidieron acercarse a la carpa mientras que Joseph, Mike y Nate decidieron permanecer al lado de la caravana. Los tres muchachos contemplaron cómo sus compañeros se alejaban en dirección a aquel misterioso circo en medio de la nada.

Al principio la cosa parecía que se iba a quedar en una aburrida espera. Pero... Así fue. No pasaron más vehículos por la carretera, ni siquiera se acercaban coyotes a husmear por la zona del accidente. Y aunque era indudablemente tranquilo, era raro. Casi hasta inquietante. Porque con toda esa quietud alrededor, la luz de la carpa resaltaba aún más en la lejanía. Pero no era sólo la luz lo que se percibía.

Al cabo de un rato, empezaron a discernir otras cosas. Lo primero fue la música, melodías circenses... no, ¡de ferias, música de ferias! ¿Y eso que se olía era comida frita? Salchichas rebozadas con harina de maíz, patatas fritas, ¡churros azucarados! y dónuts glaseados... Una oleada de sentimientos invadió a los tres, principalmente una mezcla de nostalgia y hambre. Empezaron a envidiar a los compañeros que sí habían decidido acercarse a explorar. ¿De verdad sería tan terrible dejar la caravana sola durante un rato estando todo tan tranquilo como estaba?

Dejando a Joseph, Mike y Nate a vigilar la caravana, Ryu, Sen y Stuart se dirigieron hacia aquella carpa circense. Y a medida que se acercaban, empezaron a distinguir más y más cosas. Lo primero fue la música. Aunque sonaba suave, se podía distinguir con claridad una melodía típica de las ferias proveniente del interior de la carpa.

Después fue el aroma a comida el que apareció. Comida frita, típica de las verbenas. Perritos calientes empanados con harina de maíz, patatas fritas, churros con azúcar, dónuts glaseados... Incluso podíais oler palomitas recién hechas con mantequilla y algodón de azúcar. Parecía que la carpa estaba habitada y funcionando, ¿estarían en plena representación?

Las dudas se despejaron, al menos en parte, cuando atravesasteis la entrada a la carpa. No era la más grande que habíais visto, pero era lo bastante amplia para contener a unas cien personas con comodidad entre el público. Había un escenario redondo rodeado por filas de bancos de madera ajada. En el centro, había una especie de peana enorme tapada por cortinas en todo su perímetro. La música ahora sonaba más clara, pero extrañamente no parecía surgir de ninguna parte en concreto. Y la comida tampoco aparecía, aunque los aromas persistían.

Con un poco de exploración, encontrasteis algo que os llamó la atención. Un enorme cartel, bastante descolorido, tenía un letrero pintado en grandes letras doradas que decía:

"¡El Gran Fizzarolli y sus amigos! ¡Diversión asegurada! Funciones cada hora."

Cuando Ryu, Sen y Stuart se alejaron hacia el circo, mi corazón se comenzó a acelerar. Por fin tenía una oportunidad. Al fin y al cabo, venir al viaje había sido una excusa para poder hablar con Mike. Debía decírselo. TENÍA que decírselo. Me giré hacia él y vi como soltaba alguna de sus bromas a Nate. Entonces me mordí el labio inferior. Quería a mi primo y me encantaba verle saliendo de ese cascarón en el que se encerraba, pero tenerlo por medio solo dificultaba las cosas. ¿Y si también se lo decía a él? Miré su cara inocente, recordé nuestra familia. No. No podía decírselo. Ya era demasiado peligroso, demasiado vergonzoso para contárselo a Mike.

De pronto tenía frio y la oscuridad que nos rodeaba se había vuelto más inquietante. El que en todo este tiempo no hubiera pasado ni un solo vehículo parecía algo fuera de lugar, pues durante el viaje siempre nos habíamos cruzado con algún vehículo. Me acerqué a los chicos y miré a mi amigo.

- ¡EH, Mike!... –

Cuando giró su rostro hacia mí comencé a ponerme nervioso. No podía decírselo. No algo tan terrible. Lo perdería. Mis manos sudaban e intenté esconderlas detrás, pero podía notar que la garganta se me secaba. No podía decírselo.

- Vaya noche se ha quedado. Quien nos lo iba a decir, ¿eh? –

Seguimos con nuestra conversación vacua mientras una terrible vergüenza me invadía ¿Era por no haberlo dicho o por haberme planteado hacerlo? A pesar de todas estas dudas, mi rostro no dejó de mostrar esa sonrisa agradable que tanto les gustaba.

Entonces un olor dulzón inundó mis fosas nasales. Azúcar, vainilla, chocolate. Miré extrañado a mi alrededor, pero no vi nada. Sin embargo, una divertida musiquilla parecía venir de entre los arbustos. Me giré hacia mis dos acompañantes.

- Parece que la feria está en su pleno apogeo. Seguro que Ryu y los demás se lo están pasando en grande. –

Ahora olía a palomitas, a jengibre, chicles y gominolas. Podía oír risas y diferentes cancioncillas a cada cual más pegadiza y sin darme cuenta, estaba siguiendo el ritmo con el pie. Entonces ocurrió lo inevitable. Un terrible rugido nacido de mi estómago llenó el lugar. Miré divertido a Mike y Nate y me llevé la mano a la cabeza mientras me la rascaba a modo de disculpa.

- Es que… no me negareis que huele bien. – Los olores ya podía sentirlos en mi boca – Tal vez… Podríamos acercarnos un momentín a la carpa. Solo un ir y venir rápido. Pillamos algo y nos volvemos. Total, nadie pasa por aquí. Seguro que podemos dejar la caravana 5 minutos sola ¿Qué me decís? –

Y aunque esperaba su respuesta, mi mente ya estaba pensando en aquel lugar y en los deliciosos manjares que iba a encontrar.

Mi extrañeza de que estuviera un circo aquí, en medio de la nada, se habían comenzado a disipar primero al sentir la música, y posteriormente al oler la comida típica que asocias a estos lugares.

Al entrar en la carpa y constatar que aparentemente esta desierta, me giro a los hermanos. Aunque las palabras son para los dos, ambos tendrán claro que me dirijo a Sen. Ella es la única que puede tener una explicación a lo que sucede. No estamos en una pequeña cocina cerrada que mantenga el olor allí.

– Me sorprendió que hubiera un circo montado aquí, no hay ninguna población cercana. Pero, aunque el sonido será una grabación, no puedo explicarme el olor a la comida. – Miro mi reloj antes de añadir. – ¿Creéis que será oportuno despertar a alguien a estas horas, o esperamos al amanecer?

Su primo parecía nervioso. ¿Tenía miedo?  La verdad es que estaba oscuro... y no pasaba nadie por allí. Nate no tenía miedo a estar solo: estaba acostumbrado a la soledad. Pero le extrañó ver a su primo asustado.

—La verdad es que... huele bien. Me está entrando hambre.

Parecía que su primo quería su aprobación y la de Mike para marcharse. Nate miró a Mike.

—Bueno... No ha pasado nadie en un buen rato. Quiero decir: si no ha pasado nadie para ayudarnos, sería muy mala suerte que pasara alguien a robar en la caravana, ¿no?  Podemos acercarnos, ver qué tal están los demás, y coger algo para cenar. Parece que va para largo. ¿Tú qué dices, Mike?

Eran dos contra uno, pero Nate seguramente cambiaría de opinión si Mike se oponía con suficiente fuerza. No quería caerle mal a nadie.

Mientras caminaban hacia la carpa, un preocupado Ryu sacó su móvil y estiró su brazo hacia el firmamento, buscando señal. No obstante...

—Nada... —suspiró, decepcionado. Se encogió de hombros y volvió a guardar el teléfono.

Hasta llegar a la carpa, dirigió un par de miradas preocupadas a su hermana, y también a Stuart. Por su culpa perderían las entradas... Aunque... ¿igual y quién quitaba? Aunque probablemente no fuese mejor, tal vez podrían mirar una función en el circo o algo por el estilo. Al menos eso esperaba... hasta que entraron a la carpa... y no había nada ni nadie.

Para Ryu no fue difícil saber qué quería insinuar Stuart con esa mirada. Sin poder evitarlo, miró también a su hermana. A diferencia de ella, no era para nada afín a esas cosas. Sin embargo... ella le había quitado el escepticismo con respecto a ellas hacía mucho ya... o al menos gran parte de este. Sin poder evitarlo, aún en una situación así, Ryu prefería apegarse a lo lógico.

—"El Gran Fizzarolli y sus amigos". Nunca escuché de ellos. Al menos no que recuerde —los ojos de Ryu brillaron de curiosidad al ver el cartel—. No creo que podamos esperar hasta el amanecer. Además, el olor a comida debe tener una explicación. Quizá estén en la parte posterior de la carpa. Aunque no deberíamos explorar sin permiso, estamos en una emergencia, ¿no es así? —sonrió a los chicos, confiado. No le fue extremadamente raro lo que sucedía hasta ahora. Después de todo, era muy tarde. Nadie iba a dar una función a las tantas de la madrugada— Lo mejor será que los busquemos ahora mismo. Mientras más rápido llegue la grúa, más rápido podremos ponernos en marcha.

A Sen no le gustaba del todo la idea de separarse, pero tampoco era como si tuvieran más opción. Era lo necesario para no perder la oportunidad de que alguien les ayudara en la carretera. Además, esa camioneta era su único vehículo y si alguien la robaba o la saqueaban, todo sería más complejo.

Junto con Ryu y Stuart se acercaron a la carpa, lo cual le daba una extraña vibra a la chica, cuya estupefacción se mostró más abiertamente cuando la música empezó a sonar y los olores inundaban sus fosas nasales. ¿Era posible que aquel lugar estuviera lleno? ¿Quién vería una función de un circo a esa hora de la madrugada? Si bien había gente para todo, eso era un poco demasiado.

- Empiezo a pensar que de verdad preferiría la araña alienígena de torso brillante - dijo mientras abrían la carpa para encontrar el amplio espacio. Las voces de sus acompañantes la sacaron de su ensimismamiento, dándose cuenta que miraba hacia el vacío mientras los otros dos le dirigían una mirada. Miró el cartel con algo de sospecha y cuando su hermano habló sobre la explicación lógica, Sen intervino - Ese cartel se ve muy descolorido para sentir un olor a comida tan fuerte. ¿Podrían... vigilar un momento? Quiero intentar algo - se hizo de rodillas y puso sus manos sobre el cartel y el suelo. Solo esperaba que su pregunta tuviera una respuesta satisfactoria... o al menos no lo que ella creía.

No pasaba nadie, parecía que la carrerera era la menos transitada del mundo. Me estire como si fuede un gato después llevar dormido varias horas y oí el comentario de Joseph.

- ¿Qué? Ahhh sí, supongo que sí. ¡Me aburro! - y entonces llegó aquel olor a mis fisas nasales, ya me estaba imaginando a mí mismo probandolo, así que cuando escuché a los otros dos diciendo de acercarnos, asentí fervientemente.

- Ya estamos tardando, si por aquí no pasa ni un alma, está claro donde tenemos que ir, ¡allí! No perdamos ni un segundo más aquí, vamos Joseph cierra la caravana y larguemonos de aquí, además parece que alguien necesita alimentarse ¿eh? - dije dándole una palmadita en la tripa - ¡en marcha compañía! Y para amenizar el camino no podía faltar el... ¡repertorio de Mike! A ver chicos,  ¿cómo maldice un pollito a otro? ¿nadie? Pues... ¡caldito seas! - suelto una carcajada, sabía que no era un buen chiste pero lo del caldito... siempre me había sacado una sonrisa.

Asiento ante la petición de Sen poniéndome de forma que sin dejar de verla observar también una parte de la carpa.

Antes de conocerla consideraba que todas esas cosas esotéricas era una forma de rellenar espacios de los medios, o de sacar dinero a incrédulos. Ella me ha demostrado que algunas personas se lo toman tan en serio como yo la ingeniería.

Al ver que Nate me daba la razón sonreí más ampliamente.

- Pues claro que si. Además ¿Como van a robar la furgoneta? ¡Si no funciona! -Y comencé a reír.

La verdad es que mi primo podía ser muy introvertido, pero era un gran chico. Deseaba que le fuera bien en la vida. Esperaba que este viaje le ampliara el mundo de soledad en el que normalmente vivía. Por supuesto, Mike hacía que algo así pareciera fácil. Fue entonces cuando hizo el comentario sobre mi necesidad de alimentación.

- Ahora me dirás que tu no tienes hambre ¿eh? Pero si, no puedo negar que el cuerpo me pide marcha y preferiría no hacer uso de las raciones de emergencia. - Y me di unos golpecitos en la pequeña bandolera que llevaba colgada donde guardaba mis chocolatinas.

Nos pusimos en marcha hacia el circo cuando Mike contó uno de sus chistes. No pude evitarlo.

-JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA, CALLA CABRÓN, QUE ME CAGO, JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA –

Estaba siendo un viaje muy divertido. Ya habría oportunidad de hablar.

Os sentisteis francamente extrañados al no encontrar nada que explicase de dónde provenía aquel olor tan claro a comida deliciosa. Tampoco fuisteis capaces de encotnrar un acceso o puerta que condujera a una oficina o cualquier lugar en el que pudiera haber un teléfono.

Pero la guinda del pastel fue ver que por la entrada aparecían vuestros compañeros, con cara de estar buscando, al igual que vosotros, el origen de aquellos aromas.

Cuando Joshua, Mike y Nate entraron en la carpa, se encontraron con tres compañeros, los cuales estaban buscando dentro de la carpa por teléfonos y puestos de comida sin éxito. Porque dentro de la carpa sólo había una serie de filas de asientos colocadas en círculo alrededor de un escenario central, el cual estaba tapado por gruesas cortinas. Aparte de eso, lo que más destacaba y llamaba la atención era un gran cartel algo descolorido, con un rótulo de grandes letras doradas en el que ponía:

"¡El Gran Fizzarolli y sus amigos! ¡Diversión asegurada! Funciones cada hora."

Tú no sólo te dedicaste a observar aquella carpa como los demás. No, tu mirabas más allá de lo físico, sintiendo la energía de todo lo que había por allí. Y una cosa te quedó clara: ese sitio no era una carpa de circo normal y corriente. Percibías algo grande, oscuro, desagradable... No sabías a ciencia cierta a qué podía deberse, ya que ese tipo de sensaciones se debían normalmente a concentraciones bastante grandes de energía negativa, típicas de lugares en los que se ha practicado magia negra o se ha asesinado a mucha gente. Fuera como fuese, ese sitio estaba pringado de malas vibras hasta las cejas.