Partida Rol por web

Rodrigo iba a tratar de convencer a sus compañeros cuando escucha el crujido de los tejados. Al mirar ve como un grupo de soldados se caer por un agujero hecho por el peso.

Desde luego. Ya no hacen techos como los de antes. Está claro.

Ya no había tanta necesidad de la treta que había pensado, por lo que mejor seguir la carrera. Se encoje de hombros.

Bueno. Está bien. Sigamos.

Los guardias del segundo y tercer pelotón pasan de un tejado al otro con mayor cuidado ahora tras la avalancha de tejas y cuerpos de unos momentos antes. Pero aún con todo han conseguido reducir la distancia y uno de los pelotones pone el arcabuz al hombro y apunta a Hans y Rodrigo, los dos más rezagados.

Como truenos resuenan los disparos en la noche y oiis como las balas zumbas a vuestro alrededor haciendo saltar nubes de polvo de yeso y esquirlas de teja mientras se estrellan a vuestro alrededor. Por suerte los disparos fallan, pero por muy poco.

- Esta claro que estos vodaccios no saben construir tejados, hermano. Esto en Castilla no ocurre - guiñandole un ojo a Rodrigo y sonriendo divertido. 

Tras el rescate de Rodrigo, Hans nos pasó de largo como alma que lleva el diablo, aun a pesar de llevar consigo al joven vodaccio.
No era cuestión de dejar que el eiseno se hiciera cargo del muchacho y de cualquier imprevisto que hubiera delante él solo. 
Así el Bachiller esprintó saltando de teja en teja rezando no pisar una que le hiciera caer como a los guardias. 
Por un momento pareció que llevase alas en los pies, cuando llegó la lluvia de balas. 

Malditos fueran. Sabian que no nos cogerian y trataban de cosernos a balazos los muy bastardos.
- Vamos, compañeros. Esas balas significan que se cansan de seguirnos. Unos tejados más y los habremoa dejado atrás. 

nos estabamos recuperando del susto de rodrigo, cuando el tejado tambien les gasta una mala pasada a nuestros perseguidores, se ha tragado a una unidad y eso era bueno para nosotros, asi que tocaba salir corriendo y como todos ya se habian puesto en marcha tocaba correr cual liebre perseguida por un galgo...
corred corred que si llegamos a nuestro cuartel por lo menos nos podran cubrir nuestros compañeros

No dejo de correr hacia delante, intentando llevar conmigo a Michaelangelo.

- ¡Salta, niño, salta!

Mientras que el pelotón de arcabuceros se queda atrás el otro pelotón os alcanza cuando ya teneis a la vista el acuartelamiento de la Compañía. Ante vostros se abre el salto de mayor distancía hasta el momento, un abismo que se abre a las aguas del canal varios pisos por debajo. Detrás vuestro el pelotón de guardias quienes tras perseguiros con saña se abalanzan sobre vosotros. Podeis ver algunas cuerdas de tender la ropa y si tuvieseis tiempo seguramente podrías lanzar alguna con un lazo para ayudaros a cruzar, pero es dudoso que los guardias os den ese tiempo.

Con una sonrisita petulante el sargento al mando os dice Benne benne, los signori tuvieron su oportunidad de rendirse ¡a por ellos!

De nuevo la noche vodaccia se llena de aceros.

Como un solo hombre los guardias se abalanzan sobre Rodrigo, que fue el último en cruzar y es al que tienen más cerca. Con gritos e imprecaciones tratan de tajar y sajar al castellano. Este trata de saltar a un lado para esquivar los golpes pero son demasiados y una de las hojas logra arañar el hombro de Rodrigo. Pero tras un rapido vistazo este desestima la herida viendo claro que no resulta grave.

- Esto acaba aquí y ahora, signori. No digais que no os dimos opotunidad de marcharos.- les suelta la bravata el soldano antes de lanzarse sonriendo sobre ellos como un diablo. 

Como ya ocurriera en la casa del placer, las espadas de Alvaro se movian casi más rápido de lo que el ojo era capaz de seguir. Sin duda, más rápido de lo que aquellos mequetrefes podían asumir. Uno a uno caían al suelo delmtejado tras haber probado el acero soldano que pronto se haría famoso entre la guardia de la ciudad. 

Como un hombre poseido por los demonios el bachiller Medina se lanza entre los guardias vodaccios armado con sus dos espadas. Como si fuese un fuerte viento barriendo la hojarasca corta y apuñala sin piedad a los pobres guardias quienes rapidamente pierden la confianza con la que empezaran el combate.

Para cuando se detiene, jadeando y manchado de sangre hasta los codos, Alvaro es el único hombre en pie.

Rodrigo dejó que se encargase Alvaro de los soldados pues sabía que no le resultaría dificil. Y se dedicó a resolver la situación que tenía más urgencia, que era la del último salto que necesitaban. Un salto algo más complicado que los acaecidos hasta ahora.
Después de mirar abajo y ver que había agua sonrió.

Bueno. Tampoco es tan complicado.

Sacó una pistola de su alforja y apuntó al otro lado. Cuando disparó fue obvio que no era una bala normal. Si no un garfio que cruzó la distancia que les separaba sin problema y llegó al otro lado donde pareció sujertase bien. Luego era cuestión de afianzar bien este lado y pasar.

Así será mucho más fácil. Nunca salgas de casa sin una de estas.

Al final nos alcanzaron, la idea de escapar por los tejados no era mala, pero el destino esta noche no esta de nuestro lado y parece que quiere que acabemos colgando de una cuerda en el cadalso, pero ibamos a plantar cara y les ibamos a resultar dificiles, despues de tantos años juntos nos habiamos convertido en un grupo bastante compenetrado y sabiamos como cubrirnos y sacar el maximo partido a nuestras habilidades, pero antes de que pudieramos siquiera sacar las espadas, Alvaro salto delante de ellos y como un artistas pinto con su espada un lienzo mortal de heridas y muerte.
Despues de eso se hace el silencio y reaccionamos demostrando nuestra experiencia en combate Rodrigo saca una ballesta con un garfio y dispara hacia nuestros barracones
señores no se que nos depara el futuro pero vamos a entrar en terreno peligroso, asi que twndremos que ser lo mas cuidadosos posibles y vigilar que no le pase nada al chico

Alvaro guardó al fin sus aceros tras recuperar el aliento brevemente. Limpió sus manos y codos en los pocos restos no ensangrentados de la ropa de aquellos inútiles vodaccios.

- Os avisé – casi escupió, con una mezcla de orgullo, compasión y desprecio.

Mientras Rodrigo había tendido una cuerda entre ambos edificios para que fuera más fácil pasar de un lado a otro. Por lo visto hasta el momento, parecía que él sería quien menos problema tendría para cruzar con Michaelangelo.

Dio una palmada en el hombro de Rodrigo.

- Sí, sí que son útiles esos trastos – le sonrió – Me alegro de que tú trajeras uno  jajajaja

Luego se giró al muchacho y se lo subió a la espalda.

- Venga, chico, agárrate y disfruta de las vistas, aunque van a durar poco jajajaja

Riendo se lanzó a correr por la cuerda con el chico en la espalda.

Una vez más parecía que el soldano tuviera alas en los pies, los cuales pisaban firmemente en la cuerda pero apenas unas fracciones de segundo. Parecía que bailase sobre la cuerda como si lo hiciera sobre suelo firme como cuando danzaba con sus dos aceros en las manos.

Una vez al otro lado bajó rápidamente al chico, presto para desenfundar los aceros de nuevo si hiciera falta.

Parecía que de momento tendrían unos instantes de respiro e hizo una señal a sus compañeros aún al otro lado.

- Venga, señoritas! No dejemos que esos cobardes que se esconden tras arcabuces nos alcancen. ¡Nuestros hermanos nos necesitan!

Rodrigo siguió a Alvaro a través de la cuerda. Al igual que su compadre se le daba bien aquello. Parecia que el tiempo que había pasado en aquellos barcos había servido de algo y todo.

Mientras cruzaba por la cuerda trató de echar un vistazo a cómo estaba la situación. Si sus compañeros de armas estaban siendo atacados lo mismo no veían con buenos ojos que alguien intetara cruzar, y si no se identificaban rápido podrían acabar siendo heridos por los suyos después de haber escapado de los Vodaccios.

Una vez al otro lado desenfundó también su espada, listo para la acción.

Abro los ojos de par en par cuando Rodrigo saca su extraño artilugio. Jamás vi algo similar, y eso me impresiona sobremanera, más incluso que ver a Álvaro convertirse en un torbellino de muerte: he visto espéctaculos mortales en la guerra, pero nunca una pistola que dispare cuerdas. No digo nada a Rodrigo, de pura impresión, pero si cruzo corriendo la cuerda, sin ceder en mi asombro.