Partida Rol por web

Aunque conseguiste clavarle a uno la flecha, ves que no se acobardan: son tres contra uno y saben que llevan las de ganar. Así pues, con un último esfuerzo los osgos llegan a tu posición y te atacan con sus mazas. Por suerte, consigues alcanzar el escudo y para los tres ataques que te vinieron frontalmente. Por el rabillo del ojo ves que su intención es rodearte y flanquearte.

Landon arroja el arco, desenvaina su espada y levanta el escudo ante el inminente ataque de los monstruos. Aprovecha los últimos segundos para lanzar "causar miedo" sobre el más próximo de los tres y afirma sus pies para aguantar firmemente la primera acometida.

Con una oración brutal y llena de poder, el clérigo invoca las fuerzas de su Dios. Una especie de sentimiento de terror y desesperanza parecía imbuir a uno de los osgos, que sale despavorido. Sus dos compañeros, debido al repentino cambio de su compañero, fracasan en el intento de hacer una pinza al clérigo, que se defiende hábilmente de ambos ataques escudo en mano. Aun así, la posición en la que quedó el clérigo le deja irremediablemente expuesto al flanqueo de ambos osgos.
 

Protegiéndose con el escudo y acuchillando con su espada sagrada. Esto es lo que mejor sabe hacer. Sus gestos son casi automáticos. Sus pensamientos se concentran en una oración a Tempus. El tiempo pasa más despacio. Huele a sangre fresca. 

La espada lacera brutalmente a uno de los osgos, bramando y cegado por la furia arremete. Su otro compañero, frenético por el olor de la sangre no se amilana ante la danza de acéro que ve y te ataca desde el otro lado.

Gracias a su posición de ventaja consigue impactar en un hombro, dejando la pieza de la armadura un poco suelto y el brazo algo dolorido mientras el osgo se le ve complacido. Un chillido de Arielle resuena ante la visión de sangre y de su héroe herido, peroel bardo la tranquiliza, ya que Landon tiene la situación bajo control.

El guerrero aguanta un grito de dolor. Se revuelve y su filo centellea antes de hundirse en la asquerosa carne de sus atacantes.

Uno de los osgos se desploma, con sus vísceras regando la tierra; ennegreciéndola. La mortal espada de Landon lo había abierto de lado a lado aprovechando que tras un golpe, habían cometido un error de principiante.

El otro ser no se amilanó ante la experiencia de su combatiente, el frenesí y la ira de la batalla lo arrojaban a un combate suicida. Siguió así enarbolando su maza, pero al verse desembarazado de verse de dos enemigos, Landon consiguió paralo sin problemas.

Landon ruge, sumido en la vorágine de la batalla, su cuerpo reacciona de forma automática, mientras su consciencia se mantiene en otro plano, en oración permanente con su dios. Su espada de plata refulge, mientras espesos chorros de caliente líquido rojo mojan su rostro y empapan sus ropajes.

Con un brazo malherido por el brutal espadazo de Landon, el osgo poco podía hacer. Así apenas rozó el escudo del fiero clérigo.

A lo lejos, el Osgo que había salido corriendo por el miedo pareció serenarse. Aquel miedo irracional se le había pasado. Al darse la vuelta y ver el combate, le llegó un miedo más racional. Ya no se lee ira en él, sino cautela.
 

Otro golpe de espada. Como un cuchillo caliente en la mantequilla, la plata no encuentra resistencia. El osgo superviviente tal vez tendría la suficiente cordura para huir, cuando aun tenía una oportunidad. Landon lo mira, evaluando sus opciones, mientras puede sentir cómo los espesos goterones de sangre resbalan por su frente.

-¡Huye mientras aun puedes, estúpido! Tu vida no me importa. Si quieres vivir, desaparece de mi vista.  ¡Ahora!

Otro Osgo regando la madre tierra. Uno esperando a ello. Usando la poca inteligencia que Thýr le había otorgado, llegó a una conclusión de esas que te cambian la vida: decidió huir.

Landon, tras revisar un poco los cadáveres de los osgos encontró 15 piezas de oro, que podrían estar muy bien para quizás tomar una buena cerveza enb una posada tras dejar a Arielle a salvo. - Papá siempre decía que había osgos por estas zonas.

Los granjeros, visiblemente agradecidos, le acompañaron al interior de la casa y rápidamente la señora Miller intentó curar las heridas del aguerrido Landon. Con un cazo de sopa, con algún trozo de carne les animaron a quedarse a cenar y a dormir. Interesantemente, no parecieron reconocer a Arielle como su suma princesa, pero sí que le sonaba familiar y así lo comentaron junto al fuego de la hoguera.

Landon agradece profundamente la rica comida casera y la posibilidad de tener una noche de sueño reparador en una cama de verdad, para variar. Agradece efusivamente los cuidados que le dedican y le da a la señora Miller un par de monedas, como agradecimiento y para que puedan reparar los daños que los asaltantes han causado. No puede dejar de sorprenderse de que no reconozcan a Arielle, pero no le da demasiada importancia, dadas las circunstancias. Despues de cenar, sale al exterior, para rezar sus oraciones y agradecer a Tempus su favor. Después se retira a su lecho, para disfrutar del bien merecido descanso y que sus heridas y dolores puedan curarse.

La señora te agradece las monedas, tanto que al día siguiente, tras levantaros temprano te encuentras un zurrón cargado de provisiones para el proseguir tu viaje. Entiendes que es el agradecimiento de estos amables señores.

Pero tampoco necesitabas tantas provisiones, el castillo de Tramillar prácticamente estaba a ese día de distancia. Es más, antes del atardecer Tremillar se muestra en todo su esplendor. Las altas torres recortadas con el sol de fondo, proyectando unos dedos largos y oscuros que se extienden sobre el reino, abrazándolo. Arielle en lágrimas comenta que no la recordaba tan bonita.

Bien entrado el atardecer, la ciudad sigue siendo bulliciosa... Pero los ánimos parecen caldeados. Aquí y allá escucháis retazos de conversaciones acerca de los casos de Viruela y el miedo a una nueva epidemia. Pero lo más preocupante son los rumores acerca de la caída en enfermedad del rey y la marcha de Grealis el Pastor; para orar por su rey. Pero además, se comenta que la princesa está actuando de forma extraña últimamente. Estos rumores repetidos por varios lados, parecen veraces.

- No lo entiendo, mi padre estaba perfectamente cuando me raptaron.- Arielle se detiene en la calle, extrañada.

-¿Has escuchado lo de los comportamientos extraños de la princesa que se rumorean? No creo que hablen de su ausencia, sino de que ella está presente en corte actuando extrañamente. - Dice Rhodoban, el bardo, haciendo un aparte - Si realmente alguien ha suplantado la identidad de la princesa habremos de planear como enfrentarlo. Mira, yo soy bardo y podría intentar escabullirme dentro y ver que pasa... - Con una vuelta y una mueca desagradable en la cara, pregunta. - ¿Dónde está Arielle?

Al girarte, ves que Arielle había bajado corriendo hacia el castillo, pero te da tiempo perfectamente a cogerla antes de alcanzar sus puertas.

- ¡No voy a dejar que un impostor usurpe mi trono! Vamos a entrar y acabar con esto ahora mismo. No he pasado por tanto para nada. Soy la princesa, la heredera real y lo demostraré. ¡Dejadnos ir, Landon!

Al entrar en la bulliciosa población, el primer pensamiento de landon es para Ilmarah, su caballo de guerra perdido en la aldea de goblins. Mi fiel compañero... Cuánto me hubiera gustado poder ir en tu rescate... Pero supongo que a estas alturas no quedarán de ti ni los huesos, mi pobre amigo... Una casi imperceptible lágrima resbala por la curtida piel del rostro del guerrero. Se la seca con disimulo mientras lucha con el aturdimiento que siempre le producen las grandes acumulaciones de gente. Las ciudades no son lo suyo. Se concentra en la oración: Divino batallador, señor de la guerra justa y la batalla, me has traído hasta aquí, después de tantos peligros...Ruego humildemente que tu favor me siga acompañando, para que esta aventura tenga un buen final...

- ¡No voy a dejar que un impostor usurpe mi trono! Vamos a entrar y acabar con esto ahora mismo. No he pasado por tanto para nada. Soy la princesa, la heredera real y lo demostraré. ¡Dejadnos ir, Landon!

 Landon procura sujetar a la princesa con suavidad. No quiere lastimarla. Es tan joven y parece tan delicada... Pero no puede dejarla lanzarse impulsivamente a lo desconocido, y más después de las sabias palabras del bardo. Algo huele a podrido en Tramilar y el hedor no viene precisamente de las verduras pasadas de los puestos ambulantes ni de las abundantes montañas de estiércol que adornan sus avenidas. La mirada de Landon se dirige a las imponentes torres del palacio real. ¿Qué estará pasando ahí dentro?

El guerrero cierra los ojos un momento, buscando la inspiración de su dios. Tiene que convencer a una muchacha arrogante e impulsiva y la diplomacia nunca ha sido su fuerte. Ruega a Tempus que bendiga su lengua en este preciso momento. Después, toma aire y habla:

-Princesa Ariella, escuchadme, os lo ruego. Entiendo perfectamente vuestra urgencia y ansiedad... Pero no podéis entrar en palacio de esta manera. Habéis oído igual que yo los rumores que la gente comenta por las calles y las sabias palabras de Rhodoban. Creo que será mejor que nos tranquilicemos y busquemos un lugar discreto donde poder descansar del viaje y hablar sobre todo esto. La sugerencia del bardo me parece buena, pero antes me gustaría saber algo más de la situación actual. Creo que deberíais ocultar vuestra identidad de momento, por si las moscas. Busquemos una taberna o algo parecido y comamos algo. Aprovecharemos para interrogar discretamente al tabernero o a alguno de los parroquianos y después, una vez tengamos algo más de información, decidiremos el mejor modo de actuar. ¿Qué opináis?

- Cada segundo que paso sin entrar ahí, mi pueblo sufre. Mi pueblo teme. ¡Cómo he de quedarme de brazos cruzados cuando el honor y la responsabilidad me llaman! - Responde Arielle

- ¿Su... Su majestad? - Un soldado de las puertas se acerca extrañado y confuso tras reconocer a su princesa. - Pero, pero si la acabo de ver en la corte y no la he visto salir. ¿Y quiénes le acompañan? No me suenan... Vamos, ha de verle el príncipe Alfinor... Esto es muy extraño. - Mientras se lleva la mano al cinturón, donde reposa un cuerno que tiene pinta de tener ganas de hacer resonar. No parece que por que vea peligro, ya que no os apunta con la lanza en ningún momento.

Su compañero, detrás de él, mira ojiplático la escena a la expectación de qué sucederá. También lleva un cuerno de los que ves, y lo tiene agarrado.

Landon agarra al soldado con firmeza y acerca su rostro al de él. Sus ojos, como dos fríos y afilados cuchillos, se clavan en los del guardia, mientras le susurra lentamente:

-Soldado, no hagas nada de lo que te puedas arrepentir. Soy el protector de la princesa y por su bien y el tuyo espero que me escuches atentamente. Quiero que vuelvas a tu puesto, con tu compañero y esperes allí a que la princesa vaya a darte órdenes. ¿Está claro?

En cuanto su compañero vio tu ademán intimidatorio, acercándote tanto a su otro compañero, ya se estaba llevando los labios al cuerno y haciéndolo sonar. Un fuerte zumbido resonó tan alto que casi dudas que al soldado de enfrente le haya podido ser posible escuchar la última parte de lo que le has dicho. Y aunque lo hubiera escuchado, en eso que estás terminando sientes devolverte el agarre. Con tu mirada clavada en él y tan cerca, aprovecha cogiendo impulso y soltándote un cabezazo.

- ¡Eh, amigos, tenemos aquí a un señor muy creidito!. - Grita jactándose y recolocándose el casco. - No se como será la guardia de donde vengas, muchacho, pero aquí nos las gastamos de otra forma. - Momento que aprovecha para prepar su lanza, aguardando a lo que haga Landon. -Muchacha, quedate donde pueda verte que vamos ahora mismo a palacio.

Debido al casco del soldado, el golpe fue brutal, rompiéndote el puente de la nariz. Aturdido y sangrando, medio escuchas pisadas en callejones cercanos y traqueteo metálico. El casco sigue haciéndote resonar la cabeza, provocando un dolor profundo. Rhodoban se pone hombro con hombro, observándo que harás mientras acerca su mano poco a poco a su daga...

El dolor atraviesa su cuerpo como un cuchillo al rojo. El guerrero se tambalea, mientras su maltrecha nariz chorrea espesa sangre caliente que entra en su boca y le hace atragantarse. Con las manos protegiendo su maltratado rostro, se arrodilla, luchando para no perder el conocimiento. El guerrero sabe perfectamente cuándo una batalla ha acabado.

-Me... Me rindo... Me rindo... -tartamudea con la boca llena de saliva mezclada con sangre.