Partida Rol por web

El Acechador surcaba los cielos a unos mil metros de altura. Se trataba de un helibarco, unos de los grandes inventos de Calredea. Tenía la forma de barco y como tal y estaba capacitado para navegar por el mar, pero además tanto en la proa como en la popa tenía dos juegos de hélices que el rotar lo hacian capaz de sobrevolar los cielos. Un vehículo capaz de surcar los mares y los cielos.

Este era uno de los cuatro helibarcos que junto al helifortín, constituían la flota de la Fuerza Alpha-Mu-Omega, el mayor grupo de cazarrecompensas de toda Calredea. Los helibarcos hacian la función de lanzadera, acercaban a los escuadrones hasta las inmediaciones de su objetivo para estos hacer el último trayecto en una de las vainas. Porque el Acechador, a diferencia de la mayoría de los transportes de su clase, llevaba dos estructuras de acople a estribor y babor donde se anclaban las vainas. En esos momentos sólo quedaba una de las vainas, la de estribor, puesto que la otra había sido lanzada tres días atrás por parte  del Escuadrón Gamma.

Mientras tanto el Escuadrón Phi seguía a la espera de llegar a su destino. Su objetivo, Ox Asterios, el Minotauro. Un pirata que en sólo unos meses ya había conseguido un nivel de peligrosidad de una estrella y una recompensa de 20.000.000 de doblones. Sin duda alguna apunta a All-Star, un pirata capaz de conseguir en su primer año una recompensa superior a los 100.000.000 de doblones. Para cualquier profano en la materia, lo mejor sería esperar a que su recompensa creciese, pero cualquier ojo experto sabía que en ese momento sería muy difícil la obtención de la cabeza. Una recompensa no sólo representaba la valía propia del capitán, sino los recursos y en general el peligro que él al mando de su tripulación representaba.

Fue entonces cuando los seis miembros del Escuadrón fueron llamados al Camarote Alpha. Un camarote como éste estaba en todos los helibarcos y era donde el escuadrón designado se reunía con alguien del Escuadrón Alpha para ahondar en los pormenores de la misión. El mobiliario del camarote era austero, seis sillas, una mesa y una gran pantalla. Una vez todos hubieron tomado asiento la pantalla se encendió. Del otro lado de la misma estaba un hombre de pelo y barba cana, varias cicatrices en el rostro y mirada de lobo.

Arktus D. Marfin, uno de los dos fundadores de la Fuerza Alpha-Mu-Omega.

—Buenos días Escuadrón Phi—dijo con voz calmada—. Ha llegado vuestro momento, vuestro bautizo como cazarrecompensas, así que espero que estéis preparados.

El veterano cazarrecompensas sacó un puro y se lo encendió. Al tiempo que a su derecha en la pantalla aparecía la imagen de un individuo.

—Ox Asterios. El Minotauro. Posiblemente usuario del toroelixir. 20.000.000 de doblones—repasó—. Es un gran desafío, pero tengo confianza en que estaréis a la altura. Por las últimas averiguaciones, lleva ya dos semanas en la isla de Rushán. Eso nos ha facilitado el trabajo pero hay un problema, la Gloriosa ya se ha movilizado y también marcha hacia la isla. Así que no tenéis tiempo que perder.

Tras dar un par de caladas al puro, Arktus continuó.

—Rushán es una isla peculiar. Tiene una forma cilíndrica, con aproximadamente dos mil metros de altura y algo más de un kilómetro de diámetro. En la cima hay una gran planicie y en su centro un enorme sicomoro. Imagino que nunca habréis oído hablar del culto del Camino Enraizado, ese árbol era uno de los lugares de peregrinación e incluso había guardianes protegiendo el lugar. Pero de eso hace ya mucho tiempo. Por suerte existe una ruta para ascender hasta la cima.

20 millones de doblones era, a toda vista, una cantidad respetable de dinero. Ni en mis días de peleadora clandestina había visto tal cantidad. Quizás fue por eso que, cuando Arktus D. Marfin, fundador de Alpha-Mu-Omega pronunció el número, descruzase mis brazos y adoptase una postura más abierta.

Hasta entonces, había recibido la reunión como algo intrascendental, sin importancia... probablemente una charla sobre nuestro deber como cazarrecompensas y demás tonterías. Bla-bla-bla. No sé si me entiendes. Sin embargo, como buena profesional que soy, estaba ahí: con los brazos cruzados, de pie, con cara de mala hostia, haciendo como la que escucha cuando realmente sólo hacía caso a palabras sueltas. Por fortuna, una de esas palabras fue la cantidad de dinero y, ¡BOM! mi atención al completo.

—¡Ey! ¡Ey! Para el carro —exclamé—. ¿20 millones?

No pude evitar dejar escapar un silbido de admiración. ¿Qué habría hecho ese pirata para merecer esa cantidad? No estaba nada mal desde luego...

—Vale, vale. ¿Cuándo partimos? ¿Ya? ¿Y cuál es esa ruta para la cima que dice?

Luego me acerqué a la pantallita, la agarré con las dos manos y me la acerqué para ver bien de cerca la imagen...

—Pues es guapo —dije, como si nada—. ¿Quieres que lo traigamos vivo o muerto? Y... ¿debemos recuperar el toroelixir? ¿O no es necesario?

No era lo mismo arrastrar con un cadáver, que traer preso a un monigote. Los cadáveres son más manejables. En cuanto al toroelixir... si necesitábamos recuperarlo, podría ser un problema pues a saber si lo tenía escondido en algún lado o no... En definitiva, esperaba que sólo hiciera falta traer de vuelta la cabeza del guaperas.

La caminata hasta la sala donde no tocaba reunirnos con Arktus me sirvió para tomar algo el aire y despejarme las ideas. No es que el aire de este lugar fuese lo que yo llamaría... ¿limpio? No sabría describir la sensación, pero tenía una cualidad totalmente distinta a la del aire de mi isla, al aire de las selvas y de la naturaleza. Le faltaba esa sensación afilada por debajo, y la amalgama de otros olores. Este era... aséptico. Aquuí tenía un pase. En la isla, incluso la hierba olía un poco a metal.

Pero era mejor que nada. Con todo, aún no me sentía cómodo en medio de tanto metal, de esas estructuras enormes donde no era obvio dónde estaban las partes útiles y todas esas máquinas. Mis primeros días habían sido rocosos, y sospecho que de no ser por el tipo al que me estoy dirigiendo a ver me habrían echado. Pero todo cambió cuando Arktus me aseguró de que tenía un papel que cumplir aquí y me enseñó las herramientas con las que esperaba que lo cumpliese.

Maquinas, ciudades y civilización, podía pasar sin ellas. No les tenía ni aprecio ni interés. Botas que te permitían saltar como un weg-feg y espadas que podrían cortar hasta el metal...

Eso era otra cosa.

Sumido en mis ideas, había acabado por llegar a la sala donde me habían llamado, dedicandole un semi-gruñido, semi-palabra a las pocas personas que se dirigen a mi. Ellos saben quien soy, yo se donde tengo que ir y para qué. No encuentro necesidad de más interacción. El mundo de este "escuadrón" es de cazador y presa- como todos. Se habla entre los cazadores. A veces, con la presa. Todo lo demás es innecesario. Otros pueden ocuparse de eso.

Saludo a Arktus al entrar, un golpe seco del puño cerrado contra el pecho, mirando a los ojos. Es el único aquí con el que tengo esa diferencia de hacer el gesto de "te veo". Él se la ha ganado, cuando respetó las reglas de mi isla a pesar de no ser de los nuestros, y más tarde cuando vino a mi para avisarme de lo que sucedería con ella. El resto... todavía tiene que ganarse que pueda decir "os veo".

Escucho en silencio mientras Arktus habla. Vaya. Otro de esos "usuarios" que han pactado con a saber qué demonio para obtener poder. Será buena cosa quitárselo de en medio. Una de las chicas, la que tiene más pinta de guerrera, habla a continuación. La observo. Tiene pinta de haber comido limones los últimos 10 años, sus preguntas son de índole práctica y ha usado pocas palabras.

Me gusta.

"¿Qué tipo de isla es? Es un terreno natural o es como... esto?"- digo, haciendo con el brazo el gesto de "este lugar". No se muy bien aún como hablar de esas máquinas raras que usan aquí, y no es que fuera especialmente expresivo para empezar, pero de todo lo dicho es lo que se me hace más raro. Un cilindro no es algo que uno vea habitualmente en la tierra, a menos que haya sido construído así

Los brazos del robot del Doctor Wickelkind comenzaron a moverse cuando Arktus nombró la cifra de recompensa por el pirata al que ellos debían dar caza. El cuerpo de bebé del afamado científico dejó de verse y los dedos de los gigantescos brazos se movieron con movimientos rápidos y precisos por el puesto de mando del robot. Tras solo unos segundos, se pudo ver una bola blanca en una de las metálicas manos del mecha, mostrándola como si fuera un trofeo. De repente la pequeña cabeza del bebé volvió a asomar por encima de la cabina y con un torpe movimiento de los mandos, la bola blanca salió disparada hacia una papelera entrando en esta de forma brillante. ¡Si! El doctor se había cagado y cambiado de pañal.

Un apestoso tufo empezó a inundar la habitación cuando el afamado doctor se quitó el chupete de la boca y alzó su aguda y chirriante voz. Lo siento. No es que me haya dado miedo la ingente cantidad de doblones que vale ese pirata, es que aún no controlo muy bien mis esfínteres. Desde luego, como carta de presentación no era muy buena, pero a fin de cuentas es un bebé, ¿qué esperaban?

Las preguntas de sus nuevos compañeros iban a esclarecer muchos de los grandes misterios que facilitarían la misión. Al Doctor todo esto le resultaba apasionante, después de su accidente nunca pensó estar inmerso en una aventura de este calibre, por lo que ni la recompensa del Minotauro ni el Toroelixir le asustaban. ¡Él tenía un robot de dos metros!

El científico con cuerpo de bebé estaba deseoso de comenzar la aventura. Pero antes tenía una duda que resolver. ¿En esa isla hay tiendas de chupetes? Preguntó como si fuera de vital importancia. Me gusta comprarme uno en cada sitio que viajo para mi colección. Se excuso cuando todos lo miraron sorprendidos por su pregunta.

Por fin estaba allí, ¡mi primera misión!, había nacido para hacerla, y todas las que viniesen después, así que escuché atentamente la información que nos daban memorizándola, y cuando iba a hacer un pregunta, se me adelantaron, y la verdad que  no tenía mucho más que decir, al menos ahora mismo, estaba demasiado emocionada como para centrarme en algo más que desease saber, quería salir de allí y dar casa a aquel sujeto.

¿Qué demonios? 

Aquel pseudoniño... tenía sentimientos encontrados acerca de él, a veces, lograba sacarme de mis casillas como en aquel momento, ¿es que solo habría la boca para decir tonterías?

Miré a los demás, esperaba que se diesen prisa y nuestro Escuadrón pudiese salir a la aventura lo antes posible.

Nunca me había gustdo trabajar en equipo, y últimamente menos. Unirme a un grupo de cazarrecompensas nunca era sensato pero en mi caso era lo paradojico de la situación lo que lo hacía cómica y deliciosamente incongruente.

Aún no había hablado con nadie de mi supuesto equipo, los últimos dias me los había pasado entrenando y escuchando música pero por fin nos llamaron para darnos nuestra primera misión.

Mi postura era erguida, casi militar, pero no me quité los cascos hasta que todos esta que Marfin empezó a hablar, si alguien estaba cerca podría escuchar la música sonando aún mientras nos narraba los detalles de nuestro objetivo.

Mis compañeros se interesaron por dinero, elixires, lo atractivo que era el objetivo （Aunque debía reconocer que era de buen ver） y... chupetes？ Miré descaradamente al bebe parlante por encima de mis gafas de sol antes de volver la vista de nuevo hacia nuestro superior. Ninguno hacia las preguntas correctas y era conscientes de ello.

-Que clase de resistencia podemos encontrarnos en la isla？de cuantos hombres dispone Asterios？ Y cual.es nuestro plan de evacuación una vez completado el trabajo？

—¡Espera! ¡Espera!—dijo de pronto Karestya saltando de su asiendo y mirando a Yo-yo—¿Has dicho algo de recuperar un elixir? ¿Se puede hacer eso? ¿Se pueden cazar los elixires?

Sólo la propia idea parecía perturbar a la excéntrica híbrida. Y quién decía perturbar, decía poner de los nervios porque parecía a punto de hiperventilar.

—No, no, no ,no...—dijo negando con la cabeza—¡Tengo un poder demasiado impresionante! ¡Ya me persigue demasiada gente! ¡Quiero estar tranquila!

Arktus levantó la mano desde el otro lado de la pantalla pidiendo calma.

—Relájate Karestya—le pidió para después dirigirse a las preguntas que había realizado los demás miembros del Escuadrón Phi—. El plan de viaje será el habitual. Os lanzaréis en una vaina y navegaréis hacia Rushán. Desde allí ascenderéis por la isla siguiendo la ruta ya existente hasta llegar a la cima. La recorreréis tanto por fuera, como por su interior. Allí es dónde deberíais encontraros con Ox Asterios y tendréis que derrotarlo. Vivo o muerto, me da igual.

El veterano cazarrecompensas giró la cabeza hacia Bronan.

—Te sentirás cómodo—dijo concediendo una leve sonrisa—, Rushán es una isla salvaje y lamentablemente no hay chupetes—tras una pausa añadió—. No hay personas viviendo en ella desde que los últimos seguidores del culto del Camino Enraizado la abandonaron. Pero eso no significa que no haya peligros en la isla.

Dos nuevas imágenes aparecieron en pantalla.

—Gusanos de fuego y pterodactylos. Unos viven en el interior de la isla y los otros en su exterior. Y ambos son muy peligrosos. Precisamente Rushán está en los mapas gracias los gusanos. Se cotizan bien en las islas de invierno. Pero estando allí los piratas... dudo que os encontréis cazadores.

Arktus dio otra calada profunda a su puro.

—Respecto al resto de sus hombres, el único remarcable es su contramaestre, Diez Pistolas Ten'Binger. Un nombre vulgar para una recompensa vulgar. 5.000.000 de doblones. Nada que para vosotros sea un problema. Cuando tengáis a Ox, volveréis a Calredea para que podamos proceder a la entrega y cobro, y posteriormente liquidar vuestra comisión por la captura. Si por un casual os encontráis con la Armada, entregadlo sin preocupaciones. Recibiremos el pago por los cauces habituales. ¿Alguna pregunta más?

—¿Qué pasa con lo de la caza de elixires?—preguntaba una Karestya con las cuatro manos agarradas a la mesa y los ojos saliéndose de las órbitas.

—Karestya.

Arktus miró con severidad a la híbrida pero hasta desde una pantalla y a cientos de kilómetros de distancia, el fundador de la Fuerza Alpha-Mu-Omega era capaz de imponer respeto.

—Eres miembro de la fuerza Alpha-Mu-Omega. ¿De verdad crees que reclutaríamos a alguien que pudiera ser cazado? Tú eres la cazadora. Además, las botellas de elixir aparecen en cualquier lugar del planeta después de la muerte de su usuario. Cazar un elixir... es casi imposible.

Aunque no muy convencida la pata-pulpo asintió con la cabeza. Al menos su ataque de nervios parecía disiparse.

Poco a poco, el resto de gente del equipo va hablando, la gran mayoría de cosas inconsecuentes. El hombre con el extraño traje pegado al cuerpo parece querer que le dean y un plan hecho. Si tuviesemos ya toda esa información, ¿para que mandarnos a nosotros?salvo la chica de pelo rosa. La que hacía esos extraños trastos, y probablemente la que los arregla, que está callada. Tendrá sus razones, y no es que me importe. Hablar está bien cuando hay algo que decir. O cuando uno está entre su familia, con sus amigos o sus camaradas de caza.

Y los mios están convertidos en cenizas en el fondo del mar.

Bufo inaudiblemente para mi. A veces aún tengo pensamientos acerca de Hyborica. Sé perfectamente que no podía haber hecho nada. Un volcán no es como una bestia de caza, ni siquiera como uno de esos ekskung, cada uno grande como diez hombres. Por muy en forma y coordinado que estés, no puedes pelear contra el, solo huir. El había intentado convencerles de hacerlo, no habían querido. Nada que pudiese haber hecho.
 

¿O sí?

Veo algo familiar en la pantalla y mi atención vuelve a lo que tenemos entre manos ahora mismo. Ah. Sí. Esto... sí que me hacía sentir en casa.

Hm. He cazado alguno de los dos, en algún momento. Los pterodáctilos son una plaga para el ganado, que Sakabu los encule en el Seol- digo, escupiendo con disgusto al suelo. Los pterodáctilos son una maldita plaga. Se lanzan sobre todo lo que no esté encadenado al suelo, y puede llevarse una vaca agarrada como si nada. Aunque por el lado bueno, cuando hacían batidas para exterminar los nidos, con un solo huevo las mujeres de la aldea tenían para cocinar un mes. Hay que ser listo y no confiarse. Los pterodáctilos son impredecibles, y más listos de lo que aparentan. Los gusanos de fuego son igual de idiotas de lo que parecen... pero se calientan mucho. Es un problema para los que cazan usando metal.

Le echo una mirada al aparato que pende a mi costado, donde solía llevar la espada. No entiendo como algo que corta tanto puede ser tan ligero y manejable. Lo que sí entiendo es que no es metal, y que no se va a fundir o a quemarme la mano cuando lo hunda en uno de esos bichos.

Sonrió para mí. Ya estoy deseando probarlo.

El bebé, que se encontraba inclinado hacia delante, expectante a la respuesta sobre los chupetes se llevó una decepción. Visiblemente enfadado se lanzo hacia atrás y cruzó los brazos, quedando recostado en el respaldo del asiento de su Mecha con cara de malas pulgas. De hecho cambio su chupete de verde a rojo, el chupete de los enfados.

El Doctor escuchó atento a Arktus, la extraña pata y Bronan a pesar de su cabreo. Si la isla tenía esas características, les faltaba algo de información pues no podía entender que hacían allí aquellos piratas. 

Wickelkind se apartó el chupete de nuevo y volvió a deleitar a todos con su aguda y molesta voz. Y si la isla está desierta y no hay chupetes. Dijo haciendo creer a todos que iba a volver a preguntar otra estupidez. ¿Qué hace allí Ox Asterios y su banda pirata? ¿Es por los guanos o por el culto?

5 millones por el otro...

Es decir, que si capturábamos a los dos, nos podíamos hacer con un buen pico.

—Nada mal —susurré, más para mí misma que para el resto—. Nada mal...

La mejor forma de ganar mi atención era hablarme de dinero o retarme a una pelea. Así que, con esta misión, lo habían conseguido sobradamente. Además, estaba deseando comenzar mi primera misión como cazarrecompensas; quizás por eso, cuando nos mostró más detalles del lugar al que debíamos ir y su... fauna salvaje... decidí prestar toda la atención del mundo y asentir con la cabeza a cada detalle que nos daba.

—Tú tranqui —exclamé finalmente, sonriendo con toda la seguridad que sólo una ex-peleadora de luchas clandestinas podía exhibir—. En menos de lo que canta un pterocaktico —ejem, sí, me había trabado con el nombre— traeremos al guaperas ése de vuelta. ¡Descuida!

En cuanto a más preguntas, ya no tenía ninguna. De hecho, estaba en modo hiperactiva deseando empezar... así que crucé dedos para que mis compañeros no fueran muy pesadetes y pudiéramos poner rumbo a Rushán cuanto antes.

Interesante, todo aquello era muy interesante, desde luego quería irme ya a ese lugar, estaba deseosa de ver aquellos seres y luego machacarlos, atrapar al susodicho y completar mi primera misión, la primera de muchas, estaba más que segura de que era lo que tenía que hacer con mi vida, que todo me había llevado hasta aquel preciso momento.

Pero sí, había algo que yo, al igual que el dichoso bebé, también me preguntaba.

- Eso, ¿qué hay en ese sitio para que el objetivo se encuentre allí?

Porque según lo habían descrito, no parecía atractivo para nada en especial, así que, ¿qué encerraba aquel lugar?

Parecia un trabajo fácil, entrar, infiltrarse, machacar y salir. Solo dos objetivos peligrosos y el único contratiempo podía proceder del entorno. Concretamente: del cielo y del subsuelo. No iba a ser fácil, pero no iba a echarme atrás.

La verdad es que siempre había tenido debilidad por los saurios y planeaba preguntarle al doctor por algún dispositivo de captura. Ya que mi intención no era retirarme a una isla paradisíaca, quizá podría dedicar mi parte del botin a crear una estancia para una mascota tamaño XXL.

-Todo parece en orden- los motivos del bandido no me preocupaban especialmente, aunque por curiosidad me quede a escuchar.

—Ni idea—gruñó con el puro entre los dientes encogiéndose de hombros—. Lo lógico sería pensar que nada bueno, pero los piratas son impredecibles. Vete tú a saber.

El veterano cazarrecompensas se acomodó en su sillón.

—¡Ah una cosa más! Todos dispondréis de una dosis de Regénesix. Si en algún momento las cosas van mal, no dudéis en usadla. Pero hacedlo bien, sólo tendréis una oportunidad. Y dadle las gracias al Doctor Wickelkind.

Sobre la recuperación y el uso de Regénesix
Mientras vuestros personajes no estén en estado herido (es decir con menos de la mitad de su Salud física) un descanso reparador de ocho horas recuperará toda ella. Una vez en estado herido, los personajes no tendrán opción de recuperar salud a no ser que reciban tratamiento médico avanzado y continuado durante una semana. Sin embargo, una vez durante la partida los PJs tendrán la opción de inyectaros el Regénesix. Esto recuperará todos los puntos de Salud física inmediatamente.

Esto es una excepción en el caso del Dr. Wickelkind dado que su Salud Física está compartida por su propia integridad física y el mecha. El Regénesix sólo curará la Salud Física correspondientes a su cuerpo. Los Salud correspondiente al mecha se recuperarán de manera distinta, pues se basara en las reparaciones que haga en la misma durante los posibles descansos. Seguirán la siguiente regla:
- Si el Doctor no está en estado Herido y Alumi está con él, recuperará 3d6.
- Si el Doctor está en estado Herido y Alumi está con él, recuperará 2d6.
- Si el Doctor no está en estado Herido y Alumi no está con él, recuperará 2d6.
- Si el Doctor está en estado herido y Alumi no está con él, recuperará 1d6.

—Y digo yo...—dijo Karestya como la que no quiere la cosa—. Si la cima de la isla está a dos mil metros, por qué no subimos con el helibarco hasta allí y nos lanzamos con la Vaina? Bueno, o saltamos desde aquí.

—La vaina no soportaría el impacto. Está hecha para ser desplegada sobre el mar. Y no es arbitraria la idea de que vayáis desde ascendáis hasta la cima. Si llegáis desde abajo, bloquearéis a Ox y a sus piratas la vía de escape.

Por supuesto, conmigo en aquel grupo nada podría ir mal... pero aun así, como ser educada no cuesta nada, miré al baby-doctor y le guiñé un ojo orgullosa de él.

—¡Gracias, mi pequeñín~!

A decir verdad, no tenía ni idea de lo que era el Regénesix, pero podía hacerme una ligera idea de para qué podría servir: si nos hacían más pupas de las necesarias, aquello nos podría salvar el pellejo.

En cuanto a la idea de saltar desde la vaina, y tras escuchar la respuesta de Arktus [...]

—Ehm... estoy con el señor Marfin: mejor bloquear desde abajo la vía de escape—añadí—. Sí...

[...] no quería acabar espachurrada en la roca, eso lo tenía más que claro.