- Vayamos, aunque la ascensión asusta con esta tormenta. No estaría mal tomar alguna precaución...
Rowane estaba empezando a hartarse francamente de continuar siendo como un fantasma. Esclava, libre, ¿qué más daba? Bastaba que se dirigiese directamente a alguien para que sus palabras entrasen por un oído y salieran por el otro. Bueno, salvo alguna que otra excepción en el caso de Azalée o de Arianne. Pero ahí se quedaba la cosa.
Todo era raro: El aspecto del pueblo sin un solo alma, el alguacil deambulando él solo por ahí por a saber los dioses qué, la insistencia en ir al dichoso faro, el extraño altar... pero eso que lo dijese quien al hacerlo no gastase saliva para nada.
—......
Por una vez la elfa oscura se sintió más enfurruñada que resignada a que "era normal" que le pasase eso. Sin brusquedad y en silencio se limitó a girar sobre sus talones y a empezar a andar hacia el faro. Nadie había tenido ni el detalle de presentarse con aquel tipo pero a ella ya se le habían quitado las ganas de hacerlo. Lo más probable seguramente iba a ser que le resultara más interesante el sonido de la lluvia.
-Monseur Nicodeme - Dijo con voz temblorosa aún, por el miedo que le causaba Adrianne, volvió a avanzar los pasos que había retrocedido y continuó. -Quizá en el camino puedas contarnos que es lo que sucede en este pueblo, han habido secuestros de criaturas marinas. Se llevan a la gente consigo a las profundidades del mar, o eso tengo entendido, quizá tú como alguacil debas tener algo más de información de la que por el momento tenemos.
Ya respiraba mas tranquila y empezó a seguir a sus compañeros al faro, con la capucha aún sobre su rostro, como si lo ocultara de la inquisitiva mirada de la clériga de Celestar, como si temiera que con un vistazo pudiera reconocerla, arrestarla y.... quién sabe que horribles cosas hacerle!. Había venido tan lejos para evitar esa orden de las hermanas piadosas, y justo ahora compartía hombro a hombro con una de ellas. ¡La ironía del destino!. ¿Realmente existía tal cosa del destino?. Empezaba a creerlo.
-Otra cosa, monseur -Añadió mientras avanzaban -¿De que se tratan esos extraños altares que vimos en algunas casas mientras caminabamos por el pueblo?.
Nicodeme hizo un ademán para que lo siguierais.
—Son antiguas costumbres de nuestro pueblo, mademoiselle —comentó a colación del altar, elevando su voz por encima del estruendo del aguacero justo cuando parecía que no iba a contestar a Evette.
El alguacil no pudo evitar echarle una mirada de soslayo a Arianne, como si temiera que la Hermana fuera a abalanzarse sobre él blandiendo una espada.
—...de antes de que la Madre de Todos nos iluminara con su gloriosa luz —añadió rápidamente—. Es tradicional hacer una ofrenda a los espíritus marinos para que concedan buenas capturas. Folclore, más que religión.
No obstante, ni confirmó ni desmintió nada acerca de las desapariciones. No cabía duda de que Nicodeme estaba siendo esquivo en las respuestas. Si era por algún oscuro motivo o simplemente porque los años de aislamiento habían hecho a aquella gente tozudamente autosuficiente, era algo que estaba por ver.
El perfil de Nicodeme ha sido actualizado con las últimas vivencias.
Seguimos en la siguiente escena: Vástagos del Mar.