Sabiendo algo más sobre la isla y sus habitantes, os despedisteis de Evette y Sadelle y os internasteis en ella, hacia el arenoso corazón de Nal-Kashel.
Las calles de la otrora gloriosa ciudad de Nal-Kashel se enroscaban alrededor de las ruinosas estructuras en amplias curvas, como la cáscara de un enorme molusco. Estaban pavimentadas con un material blanco y quitinoso, antaño continuo, pero que el tiempo había destrozado en lajas. Estaban flanqueadas por largas espinas, afiladas como las de un erizo de mar que en algunos casos conservaban sus esferas de cristal, en la que flotaban silenciosos orbes luminosos. Los edificios de cubiertos de maleza se alternaban con fantásticas construcciones abovedadas y bloques ordenados simétricamente, a ambos lados de aquellas calles curvadas en una geometría que se antojaba extraña.
Frente a vosotros se alzaba una enorme estructura cuya cúpula de cristal se había hecho pedazos. Sus fragmentos se habían clavado en el suelo en ángulos raros, formando un jardín de inusitada belleza. Debía ser un edificio importante, pues estaba enfatizado con un pavimento teselado. Había placas de cobre grabado flotando en el aire, unidas como formando libros abiertos.
Más adelante, hacia el norte, se alzaba una nueva ladera empinada que escalar.
Sientes un escozor en los ojos, que se va haciendo cada vez más molesto hasta convertirse en un lagrimeo. Cuando llegáis a esta estructura y te secas los ojos, descubres que tus lágrimas son de sangre negra.
Transmutación, lo sabes desde que llegamos a la isla. Un aura de transmutación que la envuelve completamente, invisible. Solo es eso, magia. Si hay algo de lo que no deberías tener miedo es de la magia. Te has pasado toda tu vida aprendiendo a controlarla, estudiándola. Toda magia se puede deshacer. Todo volverá a la normalidad. Solo tienes que seguir un poco más.
Al menos tienes una ventaja sobre Arianne. Azalée se echó a reír. Si rompes a llorar, no se darán cuenta. Tuvo que taparse la boca para no prorrumpir en estruendosas carcajadas. Durante medio minuto, fue incapaz de controlar la risa. Cuando por fin se calmó, tenía la cara completamente cubierta de churretones negros, como si hubiera llorado después de maquillarse las pestañas y hubiera tratado de limpiarse con las manos desnudas.
¿Era esto lo que te asustaba, Nico? “En vuestra más oscura hora recordad que para retroceder sólo podéis seguir adelante”. No ha llegado aún nuestra hora más oscura, pero solo podemos seguir hacia adelante.
—Mis disculpas.
Azalée alzó por fin la mirada para contemplar el lugar al que habían llegado. Absorbida por la preocupación por lo que estaba ocurriendo en sus ojos, apenas se había percatado de que habían llegado a las ruinas de lo que, siglos atrás, milenios quizás, había sido una espléndida ciudad. O una aldea, ¿qué sabes tú sobre asentamientos talmoranos?
La arquitectura, como parecían evidenciar los restos flotantes, había soportado el paso de las eras con una elegancia que maravillaba a Azalée. La vegetación que había colonizado los viejos edificios y se había abierto paso a través de las gritas en el pavimento, le daba el aspecto de un jardín primigenio. Un fragmento de paraíso escondido de los ojos de los hombres, esperando impertérrito la llegada de descubridores para abrumarlos con la belleza alienígena de su geometría y la colorida riqueza de su manto vegetal.
El centro de las ruinas lo ocupaba un edificio de gran tamaño. Los alrededores estaban sembrados de pedazos de cristal que brillaban bajo la luz del sol en un caleidoscopio que complementaba los vivos colores de la maleza. Los cristales debieron pertenecer a la cúpula del edificio, que en algún momento fue destruida violentamente. Azalée deseó tener el tiempo y la habilidad para plasmar la estampa en un lienzo.
—No es nuestro destino —Azalée rompió el silencio y señaló la gran estructura con un cabeceo—, pero me gustaría echar un vistazo dentro.
Incluso con Nico esperando en Noiranse, con los ojos supurando sangre negra y viscosa, vencer la curiosidad era una tarea terrible.
Arianne no paraba de rezar para sus adentros. Había repetido todos los salmos que conocía. Todas las súplicas en todos los idiomas que había estudiado en la Basílica. Se había inventado sus propios rezos, que contenían una cantidad más o menos nivelada de oraciones y palabrotas. Nada había funcionado. Seguía sintiendo aquel frío maldito. Se extendía. O puede que sólo fueran imaginaciones suyas. Sentía que se ahogaba. Se le enturbiaba la vista. "Para" se dijo "ya es bastante malo. Recuerda: la mitad de la magia está en la voluntad"
Entonces llegaron a las ruinas. Le pareció oír a Azalée riendo y salió de sus ensoñaciones lóbregas.
- C...como queráis - dijo "Genial, soy la drow"
No quiso gritarles para seguir adelante. Se negó a dejar que vieran el miedo que tenía. Apretó los dientes y rogó a Celestar que se dieran prisa. Ella no tenía tiempo.
- Contaba con la drow para abrir camino, esto es una faena... No tengo gran vista y no sé nada de moverme con sigilo, pero supongo que alguien tendrá que ir en vanguardia. Sigamos y que sea lo que Celestar quiera.
Las palabras habían sido rápidas, pero el enfado era más profundo. Eran un grupo atípico, y generalmente se necesitaba un cruce de fuerzas para tener éxito, al menos eso recordaba de sus expediciones pasadas. El era un curador, y tenían una maga; quizás la armadura completa de Arianne ocultase su poder en la batalla, Celestar podía otorgar dones muy poderosos para el combate. Pero con eso no bastaba, se necesitaría a alguien que supiese prever las dificultades del camino, y ese alguien acababa de salir huyendo. Las posibilidades se desplomaban... pero era necesario continuar, así que apretó los dientes y enfiló camino, atento a cualquier detalle que se pudiese entrever en las sombras.
Pues supongo que abro camino, aunque no tengo rasgos en nada relacionado con el sigilo :D
A Rowane no le gustaba aquello, aunque rara vez le gustaban las cosas que solían pasarle. Le daba mala espina, aunque rara vez eran agradables las cosas que solían pasarle. Y si alguien le preguntase, le gustaría estar muy lejos de allí, aunque rara vez había estado en sitios agradables.
En resumen, nada que desgraciadamente no estuviese acostumbrada a sentir.
Arianne sufriendo aquella extraña transformación gelatinosa y... ¿ahora la maga lloraba en negro? Estar acostumbrada a eventos malos era una cosa pero que aquella isla embrujada pareciera estar maldiciéndolos uno a uno era otra muy distinta. Se sentía como una oveja camino del matadero, aunque rara vez...
«¡Por los dioses, para ya!» se reprendió a si misma.
Quería sali de allí, cierto, pero para salir, para poder volver atrás, irónicamente tenían que seguir adelante. Seguir para solucionar aquel problema, para detener todo aquello y entonces, entonces podrían volver sin peligro. Pero el presente era ahora, y ahora tenían otras cosas que atender. Y hablando de atender, la voz de Arroyo la sacó de sus pensamientos.
—La drow tiene nombre... —masculló entre dientes. Y al segundo siguiente fue consciente de que no tenía ni idea de cómo se le había escapado aquello. Aunque enseguida centró su atención en Azalée—. En este sitio tan raro, cualquier cosa puede ayudar. Cuanto más descubramos, mejor.
Acto seguido echó a andar a grandes zancadas, pasando a propósito al lado del profesor para apartarlo y adelantarlo mientras destilaba la fiereza de una magdalena mojada en leche. Se acababa de enfurruñar al recordar lo que acababa de pasarle hace un momento con los mantos, aquel miedo falso, aquel hechizo maldito que la había hecho quedar como una inútil. Y estaba harta de llevar la vida entera con complejo de inútil.
- Oh... Rowane, lo siento mucho, pensaba en Evette y en mi mente se cruzaron las capacidades de ambas. Te ruego que no te ofendas, seguía dándole vueltas al asunto de la magia qeu hay aquí presente y las palabras se colaron por un lateral de mi conciencia... Si deseas abrir camino... Yo no soy sigiloso y tampoco tengo una gruesa armadura para protegerme.
Azalée se limpió los ojos con la manga de la zamarra. De momento, no era más que una molestia, pero no conocer el origen del icor supurante ni la causa de la iritación resultaba sumamente desazonador. Podía convencerse temporalmente a sí misma de que el remedio para ello estaba, como había dicho Sadelle, a su alcance en la propia isla, pero no podía apartar de su mente el temor de perder la vista en cualquier momento. Así que más vale hacer esto rápidamente y seguir adelante.
—Sería más sencillo si tuviera a Cierzo —, dijo, dirigiéndose al profesor. El pequeño elemental podía haber sobrevolado toda la isla en cuestión de minutos, prácticamente invisible entre las corrientes de aire, e incluso en sitios cerrados, si alguien lo oía, podía escapar a toda velocidad—. Pero puedo arreglármelas para pasar desapercibida.
Confiar en la propias capacidades e ignorar la posibilidad de error eran cosas muy distintas. Azalée dedicó un instante a conjurar una barrera invisible que la protegería de los ataques como si de una armadura se tratara. Insuficiente para detener un golpe bien dirigido, como había comprobado en más de una ocasión, pero mejor que un abrigo de lana.
—Seguidme a distancia y estad atentos a mis señales.
Armadura de mago (+4 CA) durante 6 horas. 13 puntos de conjuro gastados.
Motivo: Sigilo
Tirada: 1d20
Resultado: 8(+11)=19
Bordeasteis los peligrosos fragmentos de vidrio afilado, pasasteis junto a las placas de cobre flotante cuajadas de inscripciones en aquel alfabeto precataclísmico que se antojaba tan esotérico, y os internásteis en las ruinas cubiertas de vegetación.
Vuestro cauteloso acercamiento resultó, una vez más, innecesario. Aquellas ruinas parecían desiertas. De sus anteriores moradores (una camada de monstruos corrosivos, como acertadamente comentó el Profesor Arroyo) sólo quedaban las carcasas vacías y ennegrecidas. Aquello parecía una biblioteca o un archivo de algún tipo, pero la inmensa mayoría de su contenido estaba destrozado por el paso del tiempo y las inclemencias.
Tras revisar el edificio a fondo, los libros en buen estado y escritos en un idioma inteligible se podían contar con los dedos de una mano. Las Historias de Idonestra eran unas crónicas de los albores de la ciudad, y parecían tratar de cómo se desarrolló como centro de aprendizaje en torno a un primer observatorio. La Séptima Columna trataba de una sociedad secreta cuyos miembros fueron condenados a una muerte por ahogamiento tras fallar una intentona de hacerse con el poder de uno de los colegios de Nal-Kashel. Un tercero, Glifos y Sigilo especulaba sobre la existencia de experimentos secretos que transformaban a humanos en meros portadores de entidades alienígenas provenientes de algo llamado "el Telar Negro" y bajo control de un "huésped no bienvenido". El cuarto y último libro estaba profusamente ilustrado con detalles de una maquinaria que no atisbabais a comprender, pero lamentablemente estaba escrito en talmorano antiguo.
Cuando ya os ibais a marchar, Azalée le dio un puntapié a una pequeña tablilla de cobre, que tintineó por el suelo. Cuando se acercó a observarla, vio que, a diferencia de las de la entrada, esta era de menor tamaño y estaba escrita en dracónico. Se leía: morojun "luz gloriosa".
Según pasas más tiempo en la biblioteca se te va levantando una tos flemática cada más acusada.
De vez en cuando, debes interpretar que tienes ataques de tos y que se van haciendo cada vez más virulentos.
El profesor se acercó a ver la tablilla en detalle, pero una tos profunda le hizo parar por unos instantes. Era un hombre acostumbrado a curar a otros, sabía hacerlo, y por ello mismo sabía que esa tos no era debida al polvo.
- Algo me dice que también yo estoy enfermando... No lo intentaré ocultar... Y quiero que llegado el momento me enviéis con Celestar antes de dejar que me convierta en hombre-pez.
El profesor parecía muy preocupado, él mismo había visto la potencia de la maldición en Arianne, y suponía que la magia le había alcanzado a él también, quizás la misma, quizás otra parecida. Pero si era similar, su destino estaba sellado. Solo un clérigo de enorme poder podría curarlo, y eso solo existía ahora entre los seguidores de Celestar que residían en la capital, el lugar donde él estaba sentenciado a muerte. Solo cabía continuar por aquel lugar de horror y magia antigua.
¿Algún saber que pueda tirar con o sin magia para descifrar algo más de los libros?
Nada más. Ya he desvelado sobre el sitio y los libros todo lo que está en vuestra mano saber. Ni qué decir tiene que no tenéis tiempo para leeros todos los libros. Ni tampoco que su contenido sea más relevante a la aventura por ahora.
—Si tuviese que darme por vencida cada vez que algo se tuerce en mi vida, a estas alturas ya me habría suicidado como un millar de veces—refunfuñó Rowane—. No va a hacer falta enviar a nadie con Celestar porque hemos venido aquí a solucionar esto. Y...
Titubeó. A decir verdad, no sabía si el hecho de haberles perdido el miedo a aquellos humanos era bueno o malo. Ahora de vez en cuando se aventuraba a decir lo que pensaba, ¿aquello estaría mal o bien? Azalée le había dicho en el camino de ida mucho antes de llegar a Noiranse algo sobre el tema así que quizá estaba bien.
Si bien ella precisamente no tenía motivos para ser optimista (y eso que se sentía más perdida que una sepia en medio de un bosque) le fastidiaba que quienes eran más listos que ella y podían aportar más en aquel lugar que ella se volvieran tan agoreros con semejante facilidad.
— ...Y eso. Que vamos a solucionar esto. Venga. No os... quedéis ahí parados.
Carraspeó con incomodidad y se rascó la nuca, tenía la sensación que era la frase más cutre que se le podía haber ocurrido pero no es que estuviese precisamente ducha en discursos para subir la moral de las tropas como si fuese una general del ejército de modo que tendría que conformarse con aquello.
Echó a andar de nuevo hacia afuera. Al parecer aquella isla iba a afectarles a todos de alguna manera sí o sí por tanto la única opción era continuar, ahora no podían dejarlo correr. Les gustase o no.
La enormidad de las vastas y huevas cámaras maravilló tanto como atemorizó a Arianne. Allí había conocimientos, poder y cultura. Belleza, arte y civilización. Pero oscura, perdida sin la luz de Celestar. Condenada al mal, a la decadencia y a la...maldición. Una maldición como la que ella misma sentía recorrer su cuerpo. Tal vez alguien había dicho el nombre que no debía en un ritual. Aquellas cosas pasaban a menudo, como sabía Arianne como Hermana de las Bendiciones Piadosas...¡Cuántas veces había acudido con sus compañeras a una aldea perdida porque un círculo de adoradores de lo prohibido locales habían jugado con fuerzas demasiado terribles!
Al escuchar a Rowane comportándose como una auténtica líder, le sobrevino un sonrisa. Suspiró, como sin decidirse a sollozar o a reír. "Vale la pena que me cubras de escamas y me maldigas a las profundidades Madre, si esta criatura encuentra tu amante mano". Sin darse cuenta apenas, se puso junto a ella y posó su mano (sana, no quería arriesgarse a contagiarla de...lo que fuera) en el hombro de la drow, apretando un momento. Esperaba que se diera cuenta de que era un gesto cariñoso, en lugar de un correctivo. La opresión convertía lo inocente en cruel.
No respondió a Arroyo. Había cierto honor en morir puro. Pero no lo había en dejarse caer. Académicos...
- ¿Alguna teoría, Azaleé? ¿Iolus? -
El edificio era una vieja biblioteca. Y, como cada lugar al que se acercaban con precaución, estaba libre de peligro. En esta ocasión, al menos, no presentaban una estampa tan ridícula como durante la aproximación al laboratorio de Gerlage, en Noiranse.
La mayor parte de los textos estaban escritos en la extraña lengua talmorana, que ya se había mostrado indescifrable para los conjuros de comprensión idiomática. El paso del tiempo, y las criaturas que habían hecho del edificio su hogar, que el profesor había identificado como bestias corrosivas, había echado a perder lo que en tiempos debía ser un notable receptáculo de conocimientos. Hemos aprendido algo esencial, no obstante, los talmoranos registraban la información del mismo modo que nosotros.
Solo tres libros contenían información interpretable. El primero era una crónica de la historia temprana de la ciudad, compilada y redactada por la historiadora Idonestra. El segundo, sobre un conflicto interno. El tercero, sobre inquietantes procedimientos para convertir los cuerpos de seres vivos en hospedantes de parásitos inteligentes de otro mundo. Por desgracia, estudiarlos hubiera llevado un tiempo del que no disponían.
—Rowane tiene razón —dijo Azalée, cuando Iolus se acercó a observar la tablilla—. Y de todos modos, me niego. Si deseas morir, puedes hacerlo tú mismo.
Arianne, por fin, volvió a hablar. Preguntó si ella o él tenían alguna teoría. ¿Teoría sobre qué? ¿Sobre lo que nos está ocurriendo? ¿Sobre la isla?
—Si hubiera una copia de alguno de estos —Azalée levantó los únicos libros que habían hallado en un idioma conocido—, en la lengua talmorana, tendríamos la clave para descifrarla y aprender su sociedad. Es una lástima que hayas perdido tus contactos académicos.
O quizás es una suerte. Puede que los talmoranos supieran sobre la condición de Nico. Quizás conocieran la verdad sobre los dioses, una verdad que ni siquiera los fanáticos pudieran refutar. O al menos, dispusieran de armas con las que hacer de Revraine un lugar en el que pueda crecer en paz. En el que podamos vivir en paz.
—Hasta que no sepamos más, no podremos comprobar si lo que hemos hallado es importante para nuestra situación.
Azalée se limpió la sangre negra de los ojos con el dorso de la mano. El flujo no cesaba, y tenía ambas mangas empapadas con la sustancia.
- No, ninguna teoría, ni ningún saber que me permita saber más cosas. Solo lo que dije arriba, es magia muy poderosa, y está muy lejos de mi poder revertir sus efectos. Continuemos pues.
Motivo: Fortaleza
Tirada: 1d20
Dificultad: 15+
Resultado: 2(+8)=10 (Fracaso)
Motivo: Fortaleza
Tirada: 1d20
Dificultad: 15+
Resultado: 16(+3)=19 (Exito)
El profesor notó algo raro, había sido un tonto por no tratar de encontrar la magia antes de entrar, pero ¿Quién lo pensaría en una isla donde tanta magia estaba presente?
Motivo: FOR
Tirada: 1d20
Resultado: 1(+8)=9
Motivo: Fortaleza
Tirada: 1d20
Dificultad: 15+
Resultado: 9(+7)=16 (Exito)