Partida Rol por web

A Partir de Ahora.

Capítulo II

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08/01/2009, 09:17
Francis P. Spencer

La mayoría de los invitados habían llegado ya a Skyland Manor y comenzaban a disfrutar del refrigerio que servían los impecablemente vestidos sirvientes.

Patrick dijo unas palabras y se alejo de Francis, pero este no escucho ni una sola de las frases de su amigo. Se encontraba en ese momento sumido en sus pensamientos, siguiendo con la mirada a las hermanas Cornwell, incluso mientras saludaba a alguno de los invitados rezagados.

Finalmente estimó oportuno separarse del hall de entrada y pasear por el salón. El objeto de su atención, Elizabeth, trataba sin duda de pasar desapercibida.Por desgracia para ella su madre no tenía la misma intención así que al parecer decidió escabullirse un instante lejos de ella.

Aun era temprano y faltaba algo de tiempo para el primer baile así que Francis decidió seguir a la joven Cornwell hasta una de las puertas de acceso al jardín. La encontró sola, observando los tonos cobrizos del final del atardecer. Estaba apoyada en la barandilla de una balconada junto a las escaleras.

Francis se acercó en silencio y se colocó junto a ella, tratando de no asustarla.

-Una noche preciosa para un baile. ¿No cree?

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08/01/2009, 15:20
Mary Ann Windsor-Hancock

Mary Ann entró en la fiesta alegre y risueña como siempre solía estar en estos eventos, a la caza de algo divertido y deseando pasar el mejor rato de su vida.

Durante el trayecto entre la mansión, regaño cien veces el tener que acudir con su chaperona y tener que guardar los protocolos que tanto evitaba en su casa, que tanto odiaba, pero luego al llegar allí, recordó cómo adoraba esas fiestas.

Se presentó ante los anfitriones y les dio las gracias por la invitación, y aunque intentó entablar conversación con el Señor de la casa, sus compromisos con los demás invitados no le dejaron tiempo.

Cosa que molestó sobremanera a Mary Ann, pues quería hablar con aquel hombre tan apuesto.

Después los acontecimientos fueron sucediéndose rápidamente, y mientras en su cabeza seguía molesta porque aquel hombre la ignorara deliberadamente, habían aparecido el profesor de francés y su primo, además del Señor Collins.

Iba a contestar elocuentemente sus preguntas cuando vi de nuevo al Lord Heddington alejándose tras una hermosa joven.

Creo que mi cara no dijo nada, pero no fue nada fácil ocultar el fastidio ante tal situación.

- ¿Así que Ex-teniente del ejército de su majestad? dije mirando fijamente al señor Collins, ignorando algo al resto y dirigiendo una mirada algo seria, nada normal en mí.

Mientras mi mano derecha acariciaba mi pendiente derecho, ajustándolo como si lo sintiera caerse.

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08/01/2009, 16:14
Mary Ann Windsor-Hancock

Claire captó en seguida el gesto de su hermana.

Notas de juego

Cita:

Mientras mi mano derecha acariciaba mi pendiente derecho, ajustándolo como si lo sintiera caerse.

eso significaba estoy cabreada con un joven!

por ser la parte deracha (si fuera la izquierda sería con una mujer)

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08/01/2009, 17:41
Elizabeth Cornwell

Elizabeth continuaba aún fuera, intentando obligarse a volver a donde se encontraban los demás, cuando una voz masculina y agradable se hizo oír a su lado.

Pese a los intentos del Lord de no asustarla, la joven dio un breve respingo al oírlo, tras lo cual no pudo evitar que una sonrisa naciera de sus labios, para ocultar la vergüenza de haber sido sorprendida por la persona ante la que menos hubiese deseado mostrar su ligero rubor.

Su sonrisa se curva, mientras sus ojos observan al Señor Spencer y su voz se encarga de recordar, irónica:

-Oh sí... Toda una noche digna de un "sano e inofensivo ejercicio"...-Su cuerpo se vuelve otra vez sobre la barandilla, y su mirada se relaja abarcando todo cuanto se extiende ante ellos...-Aunque sería más hermosa si pudiese alcanzarla toda...-susurra, más para ella que para él. Tras algunos segundos, pregunta:-¿Está disfrutando de su gran velada, comprobando cómo la sociedad rural se arrodilla ante tanta "belleza artificial", oh, mi Lord?-Sin perder su media sonrisa, Elizabeth le mira con sus oscuros ojos brillando, llenos de una inocente picardía.
Había estado intentando controlarse desde que habían llegado, y pese a que aún no había pasado ni la cuarta parte del festejo, la joven Cornwell no pudo resistirse a la tentación de dar rienda suelta a sus palabras, aprovechando que ni su madre ni sus hermanas podían oírla...

"Sería mejor que te comportaras...", resonó una voz en su interior... Pero, en ese momento, Liz la apartó a un lado... No deseaba atender a razones...
Pasó una de sus manos por un rizo rebelde de su oscuro cabello, mientras aguardaba la respuesta del caballero: por más que lo intentara, no lograba devolverlo a su sitio..

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08/01/2009, 20:10
Anabel Cornwell

Anabel observa maravillada los vestidos de todas las damas presentes, momento que aprovecha la menor de las Cornwell para escabullirse de su brazo casi traviesamente.
-¡Liz...!- hace un amago de gritarla pero sin querer hacerlo demasiado fuerte, así que más bien se queda en un susurro que concluye con un hondo suspiro.
Incorregible, sin duda, será mejor no quedarse demasiado rato en la fiesta, no quisiera llegar a agobiarla más de la cuenta, sabe que se está esforzando por permanecer en ese sitio.

-Parece que nadie se acuerda de nosotras cuando hay tanta gente importante de por medio, ¿verdad?- comenta aparentemente de forma despreocupada a Susie. En realidad está francamente decepcionada con la actitud de algunos de los caballeros presentes, pero no sorprendida. Después de todo era de esperar, sencillamente se ha confirmado que todos los presentes sienten más atracción por una dama de la alta sociedad que por cualquier muchacha humilde. Es natural después de todo.

Empieza a pasear tranquila y lentamente por la sala, manteniéndose sujeta a su hermana hasta que la música empieza a sonar y se detiene súbitamente.
Ahí está, empieza el baile, en verdad puede conformarse sobradamente con disfrutar de unos cuántos pasos y la hermosa melodía que llena la mansión.
Su sonrisa se ensancha y el abrazo con Sue se deshace.

-Vamos, no seas tímida- le insiste a su hermana, tirando de ella hasta conseguir que se coloque en una de las largas filas de invitados, separadas por hombres y mujeres.
La mayoría ya gozan de una pareja con la que bailar, pero algunos de los caballeros en situación similar a la de ellas, optan pro aprovechar el momento y situarse frente a ellas para disfrutar de los compases prefijados.

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08/01/2009, 22:46
Jean Antoine Lésdiguièrs

El conocer si la señorita Windsor conocía a las hermanas Cornwell debería esperar, obviamente alguien más interesante para ella, tampoco podía esperar nada diferente, por lo menos había pronunciando bien nombre, tiene futuro en sus clases, de eso no hay duda.

El saludo educado, el porte, dejando claro su importante posición, su condición de antiguo militar, yo también estaría orgulloso si tuviera motivos, hay quien diría que hay que ganárselos, puede ser, pero también hay que estar en el lugar adecuado en el momento adecuado. Acierta usted de pleno en cuanto a mi nacionalidad señor Collins, una sonrisa cortés pero afable, veo que mi acento es demasiado evidente, no es que me moleste, lo hace mucho más la otra pregunta, pero aún no tengo motivos para dudar.

La revolución, señor Collins, no deja de ser una guerra, voz grave, no quiero mostrarla ante las damas, pero es inevitable, por mucho que la camuflen de buenas intenciones, personalmente siempre he preferido mantenerme al margen, uno de los motivos por los que abandoné París cuando a uno le afecta personalmente, es complicado obviar ciertas cosas.

Por suerte la señorita Mary Ann interviene, había permanecido algo ausente, y no me había percatado de su presencia, que fallo, espero que no se haya sentido ofendida, después de su amabilidad. Mi mirada se desvía por unos instantes, breves, a Susanne, pero enseguida recuperan mi atención las personas que me rodean.

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08/01/2009, 23:25
Susanne Cornwell

Se forzó a sonreír a su hermana al comprender a lo que ésta se refería: El piano. Sintió que un nudo se le hacía en la boca del estómago. Tocar ante un reducido público era muy diferente a hacerlo frente a todas esas personas, pero se había comprometido y era su palabra la que estaba en juego.

-Si consigo hacerme a la idea que tocaré sólo para ustedes y me olvido de todo lo demás, voy a estar bien.

Divisó a su madre que se les acercaba con cara de querer ofertarlas a alguien y disimuladamente se llevó a sus hermanas hacia otro lado. Un criado se les acercó para ofrecerles algo de beber, Sue, pese a no tener costumbre alguna a la hora de beber, no rechazó la copa. Por alguna extraña razón sintió que eso sosegaría sus nervios y al menos tener las manos ocupadas evitaría hacerla mirar a quien no debía. Por suerte no todo estaba resultándole desagradable o incómodo, porque había allí personas que se alegraba de ver, una de ellas era el señor Lésdiguièrs, hombre al que había conocido digamos que en su día libre, pues ese día había sido su turno de quedarse en casa.

Correspondió al saludo de éste, sonriente, en especial porque parecíale que el suyo era uno de los pocos rostros realmente amigables que se encontraban en ese lugar, aunque mucho habría deseado cruzar su mirada con alguien más, pero bien sabía que aquello no iba a ocurrir, no del modo al menos en que quisiera, pues para los ojos de ese alguien ella no era más que la "hermana de".

Volteó a mirar a sus hermanas, tenía ganas de abrazarlas y decirles cuánto las quería y lo hubiera hecho de no haber estado rodeada de tantas personas y de no haberse encontrado con que Liz se estaba dando a la fuga. Miró a Anabel con expresión divertida, restándole importancia al asunto, suficiente había hecho ya la pobre aceptando vestirse de un modo que para nada le agradaba.

Por lo visto la reacción de Susanne consiguió el efecto deseado, porque antes de que pudiera darse cuenta se vio arrastrada por su hermana hasta una de las filas de invitados sin posibilidad de negarse. En la mirada que le lanzó se leía claramente un "ésta me la pagas", pero igualmente claro estaba que aquello era en tono jocoso y fraternal. Los ojos de Sue brillaban, después de todo habían llegado allí para divertirse.

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08/01/2009, 23:31
Patrick Collins

Patrick escuchó la respuesta del francés, sonriendo cuando terminó de hablar. Había dicho que si, pero solo en parte. Se había expresado de un modo cauto y escogiendo las palabras, con un tacto digno de un hombre de alcurnia. Quizá más que él, formulándole esa pregunta.

-Ruego que me disculpe si le ha ofendido mi pregunta, señor Lésdiguièrs, pero tras haber pasado tanto tiempo enfrentado a sus compatriotas, es dificil desterrar la costumbre de formular esa pregunta, muy al uso de cualquier militar de hubiera de sufrir una carga de coraceros del emperador.

Reflexionó sobre sus propias palabras un segundo, y añadió.

-Sin embargo, muchos en este país opinarían que su decisión le honra, al decidir trocar la vorágine revolucionaria pero el orden progresista y a la vez monárquico de estas islas. Un término medio.

Decidió callar sobre su propia visión del asunto. No podía negar que en el fondo simpatizaba con esos franceses, capaces de crear del desorden de un regicidio el orden de una República, primero, y la solemnidad de un Imperio, después. No es que le entusiasmara Inglaterra ni lo que representaba. Más bien, él había sido, como tantos otros irlandeses, defensor de una causa impuesta, de un régimen que oprimía a su propio pueblo pero que exigía su sangre y sus vidas en lejanas guerras como carne de cañón. Se consolaba pensando, no obstante, que el propio Napoleón era tan autócrata, o más, que el rey Jorge. El mundo era injusto y opresivo, tanto en las verdes campiñas de Inglaterra como en los bosques de Francia. La razón de que se expresara en los términos que lo había hecho, era la de estar en pleno corazón de Inglaterra y frente a ingleses, que no solían soportar comentarios insolentes sobre su flamente imperio.

La pregunta de la señorita Windsord-Hancock le hizo salir de sus pensamientos. Contestó con toda la humildad que pudo, al contrario que otros hombres que suelen blasonar de sus éxitos militares, reales o imaginarios, imponiéndose medallas al valor del mismo modo que Bonaparte se había ceñido la corona.

-Sí, milady. 45º Regimiento de a pie, el Nottinghamshire. Infantería de línea. El coronel era el difunto barón, y yo acompañé a este y a su hijo durante los largos años que pasemos en Portugal, España y el sur de Francia. El coronel murió y el primer batallón fue dado de baja del servicio, a causa de las pérdidas durante la guerra. Así que volvimos de nuevo a casa.

Bueno, técnicamente, se refería a la "casa de su señor". Pero, en realidad, después de tantos años de amistad y servicio, la sentía también como suya. Se dió cuenta de que sostenía una copa, y giró el rostro distraídamente mirando a los invitados y buscando a las señoritas Cornwell. Vió a su señor un segundo, dirigiéndose al jardín, pero no vió a ninguna de las hermanas. Parpadeó, al darse cuenta de que iba a comenzar el primer baile. Por eso, giró de nuevo el rostro hacia las damas, sonriendo como si acabara de reparar un detalle que la conversación le hubiera negado.

-Comienza el primer baile -dijo, objetivo- Y he prometido a alguien que no me lo perdería. Si me disculpan...

Se inclinó levemente, con la mano en el pecho, despidiendo a todos.

-Caballeros, señoritas... Un placer.

Caminó despues hasta la zona de baile, dejando la copa vacía en una bandeja que pasaba por allí, sostenida por un criado. Realmente, no había prometido nada a nadie, pero tenía la sensación de que había irrumpido de manera algo grosera en una reunión de conocidos, y no estaba de más subsanar el error. Ya habría noche por delante para hablar con aquellas personas en situaciones más agradables y menos forzadas.

Buscó con la mirada un lugar donde colocarse en la fila, frente a una dama sin pareja. La casualidad quiso que fuera la señorita Susanne. A su lado, estaba su hermana Anabel.

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09/01/2009, 00:56
Anabel Cornwell

La muchedumbre se coloca y se inquieta a la vez. Anabel sonríe ampliamente a su hermana a pesar de la mirada que ésta le dedica, intentando así animarla dado que sabe que se siente algo cohibida con los desconocidos, pero para eso está ella a su lado.
Ambas lucen radiantes y espléndidas, hasta que Patrick hace su estelar aparición y la sonrisa de Anabel desaparece con la misma velocidad que una llama se extingue.
Ella dejó de creer en las "casualidades" hace bastante tiempo. ¿A qué demonios cree que está jugando?

-Sr. Collins, me alegra comprobar que tiene algo de tiempo para divertirse entre tan distinguidos invitados-
comenta suficientemente alto para que la oigan con claridad, tanto él cómo Susie, sin siquiera molestarse a disimular el tono sarcástico de la frase.
Si creía que podía relevarlas a un "segundo plato" cuando las damas de alta clase se aburrían de él es que no conocía en absoluto a las hermanas Cornwell.

La melodía comienza, así que decide a hacer caso omiso del caballero Collins, centrándose en el hombre que se ha situado frente a ella y entablando una charla trivial y distendida con él.
No es muy hablador, como la mayoría de varones, pero al menos resulta agradable para acompañarla durante el baile, ya que hacía tanto tiempo que no disfrutaba de uno.

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09/01/2009, 02:00
Susanne Cornwell

Se sobresaltó cuando se dio cuenta de la persona que tenía en frente y su respiración por un instante cesó. Tragó saliva y soltó el aire que sus pulmones contenían lentamente. Apenas un ligero movimiento de cabeza saludando a la pareja de baile que estaba segura el caprichoso azar le había asignado, pero sintiéndose luego como si estuviera obrando mal al percibir cierto grado de molestia y desaprobación en la voz de su hermana.

-Siempre he sido de la idea que en una reunión, sea ésta del tenor que sea, quien menos se divierte es el anfitrión -comentó procurando distender la conversación-, es mucho el tiempo y fuerzas que deben invertirse para asegurar la diversión de los invitados... ¿Estoy en lo cierto, señor?

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09/01/2009, 08:21
Francis P. Spencer

Lord Heddington se apoyó en la barandilla junto a Elizabeth, y mirando al frente comenzó a hablar.

-No obligamos a nadie a arrodillarse en esta casa, señorita, aunque muchos lo hagan. Ya sabe que hay a quien le gusta estar de rodillas ante alguien con un título nobiliario como él mío.- sonrió ante su propio comentario, sin dejar de mirar al frete.- Sobre la belleza artificial... ¿que puedo decir? Mi madre decoró esta casa todo lo bien que supo, ostentoso ciertamente, pero de muy buen gusto a mi parecer.

Los instrumentos de los músicos empiezan a tocar los primeros acordes y el Lord se da la vuelta apoyando su espalda en la barandilla y mirando al interior un instante. Después se gira hacia Elizabeth.

-Parece que ya comienza el primer baile. ¿Me honrará usted con ese sano e inofensivo ejercicio del que tanto hemos hablado?

Notas de juego

Si entramos por mi puedes poner el siguiente mensaje para todos :p

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09/01/2009, 14:52
Patrick Collins

El comentario de la dama le había herido bastante.

El baile comenzó, y él tuvo apenas un segundo para reaccionar y comenzar a mover los pies según dictaba aquella exquisita coreografía. Tomó la mano de la señorita Susanne cuando ejecutaba el primer movimiento, y su pregunta le hizo sonreir de repente. Aquella chica era, además de inteligente, dulce como pocas.

-Lamentablemente tiene usted razón, señorita Cornwell. Uno debe acercarse a conocer a los invitados que no han tenido el placer de presentarle...

Cortó la frase cuando tuvo que dar la vuelta detrás de otro caballero para tomar ambas manos de la señorita Susanne y proseguir con la danza y la conversación.

-Y a veces eso imposibilita el poder pasar todo el tiempo que uno quisiera con las personas que uno más aprecia.

Sonrió un poco, afable. Los ojos de la señorita Susanne reflejaban preocupación, quizá por su hermana. Pero, después de todo, había sido ella misma la que había decidido enfadarse con él, y eso no tenía remedio inmediato.

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09/01/2009, 15:42
Elizabeth Cornwell

Escucha las palabras del Lord sin perder su media sonrisa:

-Por supuesto... No negaré que el gusto sea bueno... Tampoco soy tan crítica como para no apreciar las cosas bonitas, por muy ostentosas que me parezcan...

Se retira un poco de la barandilla, y medita sobre las palabras que acaba de decirle el caballero que ante ella permanece.
Durante algunos segundos, se mantiene en silencio, y deja que la música comience a sonar. Luego le mira, y, con ojos llenos de un fuego vivo pero aún inofensivo, accede a contestar:


-Supongo que no tengo otra alternativa, milord...
-Con tono entre divertido e irónico..-Aunque no esperéis que caiga de rodillas ante un mero título nobiliario... Ni ante aquél que lo posea...-deja caer, un tanto despiadada, aprovechando que aún están solos... Le observa sonriente, y comienza a caminar grácil y resuelta hacia dentro...

Si bien el baile no era uno de sus pasatiempos favoritos, no se le daba del todo mal, a pesar de su aversión a tal actividad...

Mientras caminaba, su mente comenzó a formular interesantes conclusiones, pese a que su faz no dejaba traspasar ni un sólo atisbo de lo que en su cabeza se paseaba:

"Lo hago para no aburrirme... Éste hombre no es lo que desea aparentar... Aunque a madre le gustará verme bailar... No debería pensar tanto... Sólo es un baile, y luego seré libre otra vez... Sí..."

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09/01/2009, 18:40
Claire Windsor-Hancock

Todo pasó tan de prisa, la actitud de mi hermana ahora ya no me sorprendía pero estaba tan contrariada, no entendía nada y estaba poniéndome de mal humor. Estaba segura de que no debía haber salido de casa aquella noche; me miré el vestido, los zapatos, recordé el peinado: todo estaba perfecto. Demasiado perfecto y yo no lo era, asentí para que mi hermana se diera cuenta de que le había entendido, el baile había comenzado y algunas parejas se movían al compás de la música o pretendían hacerlo, creo que las hermanas Cornwell eran las elegidas. Me alegré, según lo que había escuchado decir a las cocineras, habían tenido muy malos tiempos y quizás esto les ayudara de alguna manera. Siempre tener la gracia de algún señorita rico, suele ayudar a familias como esta.

Me volví a mirar al señor Lésdiguièrs con una media sonrisa, mientras en mi mente iba planeando todo. Cuando todo el mundo se dedicara a bailar, le diría a Louisa que necesitab aire y entonces, volvería a casa. Para cuando me buscaran, ya estaría metida en la cama, descansando y olvidándome de tanta banalidad, pensando en lo que haría a la mañana siguiente. Desde que llegamos no había tenido oportunidad de visitar a los menos afortunados, ni de ir a la iglesia siquiera.

-Sólo las conozco de vista... A las hermanas Cornwell, no suelo vivir aquí-dije en un tono amable pero seco.

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09/01/2009, 22:19
Mary Ann Windsor-Hancock

Mary Ann escuchaba las palabras de los señores bastante seria, no le gustaba la política. Después atendió a las palabras del señor Collins, pero cuando iba a responder éste ya se marchaba a comenzar el baile.

Esta vez el resoplido salió sin remedio de mi boca... bufffffff... ¿pero qué le pasa a todo el mundo esta noche? No soporto que me dejen con la palabra en la boca dije molesta.

Entonces caí en la cuenta que lo había dicho en voz alta que el profesor de francés y su primo seguían con nosotras, cosa que por otra parte agradecí.

Así que les sonreí y saqué la lengua para quitar importancia a mis palabra. Pero lo cierto es que no aguantaba a la gente que hacía eso.

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11/01/2009, 03:39
Susanne Cornwell

-Eso es lo que ocurre cuando el deber llama -comentó una vez volvieron a acercarse-... Cuando las personas tienen obligaciones que cumplir y no son dueñas de su propio tiempo difícilmente consiguen ocupar éste en lo que quisieran...

Eso era algo que Sue sabía muy bien. Tantas veces había deseado quedarse en casa disfrutando del calor de la chimenea o sencillamente contemplando la lluvia desde la ventana y ni hablar de las muchas más que gustaba hacer cuando llegaban los días de calor. Caminatas, paseos a caballo, cosas que antes eran tan habituales y que ahora en su mayoría formaban parte de sus recuerdos o se habían visto reducidas a las horas que conseguía robar al día cuando era su turno de quedarse en casa.

Pero de todo siempre es posible sacar algo bueno y Susanne Cornwell había aprendido a valorar las cosas simples de la vida como si fueran un tesoro sin igual y aquello era impagable.

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11/01/2009, 20:31
Anabel Cornwell

Anabel observa algo atónita la reacción de su hermana en cuánto el sr.Collins se coloca frente a ella. ¿Es posible...? Y sin duda lo es, está tan claro que le extraña no haberse percatado antes de ello pero al fin algunas cosas empeizan a cobrar sentido. Excepto el detalle de la despedida unos días atrás, pero probablemente sólo fuera un detalle sin excesiva importancia. Al menos no tanta como ella creyó en un principio.

Empieza al baile, escuchándoles hablar de fondo, entremezclándose con la propia conversación con el caballero que ha aceptado tomarla como pareja temporal.
La sonrisa de Anabel se ensancha pro momentos, algo traviesa, lo cuál desconcierta bastante a su acompañante incapaz de comprender el motivo exacto de tal reacción.

Finalmente y tars varios minutos, el primer baile cesa, así que lso presentes efectuan una reverencia a su pareja y aplauden a la maravillosa orquestra, momento de despiste que Anabel aprovecha para escabullirse, como anteriormente hizo la pequeña Liz. Al fin y al cabo por algo son hermanas.
Sale de la sala principal de baile, la cuál se encuentra en penumbra pero mucho más tranquila, asomándose por un segundo antes de apartarse de forma definitiva para darle tiempo a su hermana a una intimidad bien merecida.
Al fin y al cabo ella ya tuvo una oportunidad hace tiempo, aunque por desgracia la perdió. Sue se merece sobradamente su "turno".

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11/01/2009, 22:26
Patrick Collins

El baile prosiguió, y se hizo más corto de lo que había imaginado. Bien es cierto que, como suele decirse, el tiempo pasa deprisa cuando nos lo pasamos bien. Y, sobre eso, tenía que admitir que la compañía de la señorita Susanne era algo sumamente agradable.

Le hizo una reverencia cruzando un brazo al pecho, con la mano cerca del hombro. Luego, mirándola, aplaudió con una sonrisa en los labios. El resto de parejas aplaudía, y el ambiente se volvió acogedor, rotos ya los nervios usuales del comienzo de la fiesta. La orquesta tocó una pieza ambiental, mientras las parejas iban a charlar con sus conocidos o tomaban un refrigerio, descansando para dar paso a nuevos bailes. Después de todo, la velada sería larga y no había hecho más que empezar.

Buscó con la mirada a la señorita Anabel, pues quería hablar con ella para aclarar el enfado que había entrevisto en sus gestos, y disculparse si era necesario. Pasó un rato buscándola con la mirada, pero no la halló. Luego, se percató de que la señorita Susanne estaba sola, pues su madre charlaba en corro con algunas mujeres de Winfield que tenían su misma edad.

Patrick no era muy bueno haciendo compañía a una dama, pues no tenía mucha práctica en esas lides. Sin embargo, se acercó unos pasos a la señorita Susanne, formulándole una respetuosa pregunta.

-¿Le gustaría conocer la mansión, señorita Susanne? Puedo enseñarle las estancias más bellas antes de que comience un nuevo baile, si usted lo desea.

Miró de nuevo al público, inquieto.

-No veo tampoco a sus hermanas ni a mi señor, así que supongo que de paso podríamos buscarles... si le parece bien, claro.

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11/01/2009, 23:17
Jean Antoine Lésdiguièrs

La costumbre, esa necesidad tan arraigada en el ser humano, para bien o para mal, muchas cosas se escudaban tras ellas, dudaba mucho que algunos de mis amigos parisinos opinaran que había sido una decisión honrosa la de marchar en los tiempos difíciles, ojalá hubiera sido mera cobardía lo que me hubiera impulsado a ello.

Luego una respuesta de rigor, que dando muchos datos dice poco del hombre que la pronuncia, algo muy normal en estos círculos, y en lo que me he convertido en un experto a pesar de no pertenecer a ellos. Le devuelvo el cortés saludo, desde luego un tipo interesante, aunque debo reconocer que los militares nunca me han agradado en exceso, este tiene un aire peculiar.

El silencio de mi primo empieza a ser preocupante, pensaba que había hecho buenas migas con las hermanas, especialmente con la mayor. Asentí a la respuesta de Claire, y sonreí ante la de Mary Ann, Desde luego que no es muy correcto dejar a nadie de esa manera, pero ya sabe señorita Windsor, hay ocasiones en las que otros sentimientos parecen superar a la educación digo intercambiando una mirada con ella, también divertida para luego seguir hasta llegar al señor Collins, que bailaba ya con la joven Cornwell.

Caí en la cuenta de que debía invitarlas a bailar, que no se diga que tanto esfuerzo por aprender quede en balde, miré a Gregoire, que no parecía percatarse de nada. Pero justo cuando iba a hablar, la música dejó de sonar, maldición, ahora voy a quedar como un idiota, Ruego que disculpen mi falta al no invitarlas a bailar, digo buscando ahora los azules ojos de Claire, su tono cortante me ha hecho gracia, políticamente correcta en sus formas, a saber en sus pensamientos, estaría encantado de bailar con usted cuando suene la siguiente pieza, dijo a la menor de las hermanas, hay que tener cuidado en estos casos, las mujeres, son, como decirlo, peligrosas, quizás debería encontrar otra palabra mejor dada mi presunta profesión.

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11/01/2009, 23:44
Susanne Cornwell

La música cesó y Susanne aplaudió sonriente. Hacía tanto que no acudía a un baile que por un momento creyó no acordarse de cómo se hacía. El señor Collins tras el saludo pertinente se había alejado, cosa que no le extrañó pues como bien habían hablado mientras bailaban, él era uno de los anfitriones y su deber era departir con todos los invitados, sin embargo su gesto no fue el mismo al darse cuenta que no sólo Liz estaba jugando a las escondidas sino también Anabel.

Se mantuvo un rato de pie en una esquina observando en diferentes direcciones, esperando verlas aparecer de un momento a otro, pero aquello no ocurrió. Por otro lado su madre conversaba entusiasmada con otras señoras y prefirió mantenerse lo más alejada posible de todas ellas, sólo imaginar que se pondrían a apretarle los mofletes como si fuese una niña pequeña sin importarles que estuvieran rodeadas de personas le producía pavor.

Un sirviente pasó ofreciendo bocadillos, cosa que la joven aceptó, lo mismo que una copa, pese a que de ésta casi no bebió. Deseaba tener las manos ocupadas, la verdad es que se sentía un tanto incómoda allí sola y aunque habían caras conocidas por doquier prefirió no acercarse, después de todo si esas personas no se le habían acercado quizás fuese porque no deseaban compartir con ella.

Se puso de pie y pensaba hacia dónde le convendría ir para evitar toparse con personas indeseables y a la vez dar con sus hermanas cuando la presencia del señor Collins la sorprendió otra vez. Lo escuchó hablar, segura que le diría alguna cosa sin mayor importancia, mas que nada por cortesía y continuaría su camino, pero se equivocó y al darse cuenta de su error se le quedó mirando quizás más tiempo del apropiado y clavó luego la vista en el contenido de la copa que aún tenía en la mano. Le dio un sorbo, largo sorbo y apretó los ojos al momento de tragar porque sintió que el licor le quemaba la garganta, pero en cierto modo aquello le devolvió en parte la confianza que de un tiempo a esa parte tenía medio perdida.

-Me honra usted -carraspeó disimulada, la garganta le molestaba un poco-... Me agradaría mucho hacer ese recorrido -esbozó una sonrisa, su voz era suave- y si de paso podemos encontrar a los desaparecidos tanto mejor.

Entregó la copa medio vacía a uno de los sirvientes y caminó en la dirección que Patrick le indicó.