Partida Rol por web

A Partir de Ahora.

Capítulo IV

Cargando editor
09/11/2009, 07:14
Alexander Varsatof

El ruso, se quedo en la mesa, hablando con Edmund hasta que se levanto Colins y la tranquilidad relativa que existía en la casa empezó a desbaratarse y la casa se lleno de movimiento nuevamente, de movimiento y secretos, Alexander arqueo una ceja y luego frunció el ceño ante el repentino secretismo de Colins.
Cuando se encerraron en la cocina, miro a los presentes buscando una posibilidad de ir encontra de los protocolos de educación y acercarse a escuchar, pero la seriedad o indiferencia aparente en los rostros de la mayoría no le daba mucha esperanza.

Cargando editor
10/11/2009, 14:17
Edmund Banks

Edmund frunce el ceño al ver la reserva del señor Collins a hablar en privado, y su deseo de volver a implicar a las hermanas en Dios sabe qué. Pero es consciente de que ama a Susanne, asi que no cree que se trate de algo peligroso... aunque no le gusta la situación.

Observa silenciosamente al ruso, ese joven que tan espontaneamente se ha declarado a Elizabeth, y ve que a él tampoco le gusta la situación.

- Elizabeth, ¿necesita ayuda con la chimenea? Me siento algo inútil aqui sentado sin nada que hacer.... Si necesita que le traigamos leña o que ayudemos en algo, tanto el señor Varsatof como yo estaremos encantados de ser utiles.

Cargando editor
10/11/2009, 17:23
Elizabeth Cornwell

Elizabeth mira a Collins, iba a responderle cuando Anabel sale de la cocina y se pone a hablar con él...

"Mejor... Así me ahorro explicaciones y tener que escuchar raras decisiones..."

Evita un suspiro, y mira al resto de presentes.
Ahí están su "pretendiente" y el Sr. Edmund, quien acaba de ofrecerle ayuda...

Sonriendo leve, la joven señala:

-Lo cierto es que estaría bien que hiciéramos algo con la chimenea... Habrá que reavivar el fuego...-Busca leña cerca, y descubre que hay suficiente...-Creo que de momento hay leña... Quizás más tarde se necesite más... Pero por ahora... Gracias por su ofrecimiento, de todas maneras...-vuelve a sonreír, suavemente, cuando se dispone a poner la leña en la chimenea.

Cargando editor
11/11/2009, 02:16

Finalmente Collins había salido de la casa con la cruz de plata del reverendo, facilitada por el ruso, una soga de unos cinco metros, dada por Anabel y el fusil que le había sustraído al soldado. La noche era luminosa, la luna brillaba sobre el cielo oscuro que se llenaba de estrellas. Era un paisaje hermoso: la luz blanquecina iluminando a los frondosos árboles mientras el crujir de los grillos llenaban de música la noche. Si no fuera por el gran temor que existía en parte al menos de la mente de Patrick, sabiendo que ese ser horrible podía acechar en cada paso, hubiese disfrutado muchísimo del espectáculo. Cuando llegó a las afueras de su mansión habían pasado unos 30 minutos desde que salió de lo de las hermanas.

Cerca de su mansión, o sea de la de Francis, estaba la casa de las Hancock así como la de Avon. Era todo el sector de casas pudientes aunque algunas, alejadas del camino, se hallaban en peores condiciones. Y Collins ya había comenzado a relajarse cuando sintió un sonido poco agradable a lo lejos.

Eran gritos, alguno era de mujer.

Cargando editor
11/11/2009, 02:27

Collins partió sin más, con la cruz de plata del reverendo, facilitada por el ruso, una soga de unos cinco metros, dada por Anabel y el fusil que le había sustraído al soldado. No hubo despedidas ya que la idea era que volviese rápidamente, con los coches y que así las hermanas partieran lejos de Windfield, a un lugar donde el loco doctor no las pudiera encontrar y culpar de haber evadido una cuarentena. Susanne hubiera querido por decir unas palabras, pero cuando entró en el salón que hacía de comedor, notó que su amado ya no se encontraba allí. Había algunos hombres durmiendo en los sillones y otros mirando por la ventana. Nadie parecía excento de los nervios de la ocasión, aunque sus hermanas lo disimulaban bastante bien.

Afuera, la noche era luminosa, la luna brillaba sobre el cielo oscuro que se llenaba de estrellas. Era un paisaje hermoso: la luz blanquecina iluminando a los frondosos árboles mientras el crujir de los grillos llenaban de música la noche.

Susanne se detuvo un poco a mirar por la ventana, la visión era tan bonita que hacía inverosímil todo lo sufrido. Parecía hasta que su madre entraría de un momento a otro a regañarlas por no haberse acostado. Era una linda ilusión. Entonces el padre Thomas, que para entonces se había despertado, rompió la magia, diciendo:

Cargando editor
11/11/2009, 02:35
Padre Thomas

- Todos deberíamos irnos de aquí... Oh Dios ese doctor loco nos culpará y nos meterá en la cárcel y nos pudriremos allí... Maldito doctor, ¿quién le ha enseñado medicina a ese insensato? Dios nos bendiga a todos...

(Arrodillándose a rezar)

Cargando editor
12/11/2009, 10:19
Mary Ann Windsor-Hancock

El disparo la volvió a la realidad, por qué aquellos hombres no la dejaban ser el cebo para la bestia, mientras su hermana se salvaba.

Intentó zafarse de las manos de sus protectores, pero no pudo hacerlo, en realidad no quiso, no quería morir.

- Hay que protegerla sollozó, solo quería salvar a su hermana de todo aquello, protegerla con su vida si era necesario.

Cargando editor
14/11/2009, 12:53
Anabel Cornwell

Anabel vuelve hasta la sala de estar con cierta expresión de mal humor, por lo que al ver la reacción del párroco acaba por dedicarle una mirada fulminante.
-Gracias por sus ánimos, siempre tan magnánimo- espeta con sarcasmo antes de acercarse hasta la ventana en la que está apoyada Susanne.

-He intentado convencerle pero no ha habido manera, al parecer las órdenes de "Su Señor" son demasiado importantes- omite el detalle de que incluso usándola a ella y su relación como pretexto Collins ha optado por hacer oídos sordos y salir ahí a solas. Probablemente no es lo que su hermana quiere oír sin embargo Anabel lo sabe y le preocupa: si ya le está dando la espalda, ¿cuánto tardará en dársela otra vez? Ese hombre cada vez le gusta menos.

-Liz, ¿podemos hablar un momento? Seguro que Sue y los caballeros pueden encargarse de la chimenea perfectamente- le hace gestos para que la acompañe fuera de la sala. Quizá Sue aún esté demasiado convaleciente pero puede hablar tranquila y sinceramente, de una maldita vez, con su propia hermana menor.

Cargando editor
14/11/2009, 13:58
Elizabeth Cornwell

Elizabeth deja los leños y el hierro en cuanto Anabel la llama:

-Ah... ¡Claro! Buenos días, Anabel...

Intenta esbozar una leve sonrisa, para tranquilizarla, puesto que la ve muy nerviosa...
Se sacude las manos, y señala:


-Cuando quieras... Vamos...

Cargando editor
14/11/2009, 14:31
Anabel Cornwell

Anabel parece relajarse un poco más con la sencilla sonrisa de su hermana y, porque negarlo, con su obediencia, pues temía que tuviera uno de esos arrebatos "peleones" y ahora mismo no le apetecía en absoluto.
Ambas se mueven hasta la pequeña sala de costura cercana, dónde Anabel cierra con cuidado y emite un hondo suspiro.

-En menudo lío estamos metidas, ¿eh? Collins, o mejor dicho Su Señor, quiere que vayamos con ellos a su mansión, dicen que ahí estaremos más seguras- se encoge de hombros para seguidamente cruzar los brazos andando un poco por la pequeña estancia -Creo que es adecuado para Sue, a fin de cuentas será su futura esposa, e intuyo que a ti tampoco te desagradará la idea... ¿me equivoco?- se detiene entonces y enarca una ceja mirando a su hermana con una sonrisa algo traviesa. Puede intentar negarlo pero para ella es evidente así que será inútil.

Notas de juego

Lizzy, aún no nos hemso acostado eh ;)

Cargando editor
14/11/2009, 18:24
Edmund Banks

Extrañado ante la marcha del señor Collins y consciente de que Anabel está molesta, Edmund tan sólo dice:

- No se preocupen por nosotros. Nos encargaremos del fuego, y prepararemos un té para todos. Poniéndose inmediatamente a hacer lo que ha dicho. No deja de intrigarle lo que puede haber sucedido y no le apetece en exceso quedarse sólo con el ruso, pero aún así, no piensa abandonar a las tres hermanas hasta asegurarse de que todo está en orden.

Cargando editor
14/11/2009, 14:44
Elizabeth Cornwell

Liz sigue a su hermana hasta la sala de la costura.
La mira con expresión indefinida cuando ella le cuenta las intenciones de Collins y Sir Spencer...

Alza una ceja, al escuchar lo que insinúa su hermana mayor y desvía la mirada, intentando no ser brusca:

-No sé por qué dices eso...-Frunce el ceño, odiando sentir un leve calor en las mejillas..-A mí me gusta estar en casa... Y.. Tener mi "libertad"... Si fuésemos a su casa... No sería lo mismo... Deberíamos sonreír de agradecimiento y eso no me gusta...-señala con firmeza. Al parecer la "rebeldía" de Liz era más fuerte que "otros sentimientos", o al menos de momento... O eso quería creer...

-Tú... ¿Tú crees que deberíamos ir? ¿No crees que podemos estar bien aquí...? Es... Es nuestra casa... Y aquí están todos nuestros recuerdos...
-mira entonces a su hermana, sincera. Estaba algo confundida y no sabía que más decir al respecto..

Notas de juego

Ah, pos no sé... xD

Llevo un cacao con la hora... Bah... xD

Cargando editor
15/11/2009, 00:27
Anabel Cornwell

-¡Hm! Pues me lo acabas de confirmar, hermanita... Por muy terca que te pongas y por extraño que a mí misma me parezca, está claro que cuando se menciona al Lord tu cara cambia, y no sólo a desdén, como sería de esperar- Anabel sonríe, aparentemente divertida con la situación ahora que ya ha quedado "confirmado" o al menos algo similar.

Se acerca a la ventana y mira a través de ella sacudiéndose un poco el vestido.
-Sí, tienes razón. No podemos abandonar esta casa, al menos no del todo, hemos vivido demasiadas cosas en ella- se mantiene unos instantes en silencio, pensativa y nostálgica, después se gira de nuevo a Liz -Me quedaré para cuidar de ella, tú tendrás que acompañar a Sue. Aún necesita cuidados y además no sería adecuado que se mudara sola dado que aún no está prometida con Collins, ¿cierto?- su expresión es totalmente tranquila, a sabiendas de que ambas estarán estupendamente en esa grandiosa mansión acompañada por los varones que de verdad quieren. Ella no pintaría absolutamente nada en medio de todo eso.

Cargando editor
15/11/2009, 13:14
Elizabeth Cornwell

Sin dejar de funir el ceño, Liz escucha las primeras palabras de Anabel, a las cuales niega rotundamente:

-No he confirmado nada... Yo...-entonces la frase de "Me cuidaré para cuidar de ella", cae a la joven como un cubo de agua fría... Su expresión de enfado se torna en asombro, y casi no puede decir nada salvo murmullos incomprensibles...-Que tu qué... Pero si yo no... No puedes y...

Cierra los ojos y respira hondo, para luego volver a abrirlos y mirar fijamente a su hermana mayor:


-No puedes siempre mostrarte más fuerte de lo que eres, Anabel. Que... Sí, sé que lo eres... Pero... No estoy de acuerdo que vivas aquí sola... ¡Hay una criatura extraña por ahí dando vueltas!
-sin querer, alza la voz, y está casi segura de que se le ha oído de lejos... Niega leve:-No puedes... No quiero que te quedes sola... Sé que Sue necesita que la cuiden... Pero... O vamos todas o ninguna... Y yo no quiero abandonar nuestra casa tampoco...-la mira entre seria, asustada y preocupada... No sabe muy bien qué decir para que su hermana mayor entre en razón.

Cargando editor
15/11/2009, 15:34
Anabel Cornwell

Anabel escucha a su hermana, sintiéndose en cierto modo orgullosa y agradecida por el hecho de que le pida que vaya con ellas porque la quiere a su lado. Eso consigue hacerla sonreír de nuevo pero no es suficiente para convencerla del todo.
-Liz, no me sentiría nada cómoda en esa casa y con esos hombres. Sé que tú al principio sentirás lo mismo con la opulencia, pero creo que puedes acostumbrarte porque... porque tienes motivos de peso que te impulsarán a ello. Aunque no quieras admitirlo de darás cuenta pronto, quizá estás confusa porque es tu primera vez- le dedica una mirada comprensiva y cariñosa, recordando la primera vez que ella empezó a sentirse atraída por un chico.

Hace varios años de todo eso pero fue bonito además de confuso y puede compensar con creces si es correspondido. Por desgracia ella no ha tenido esa suerte, pero Sue sí y la joven Liz es probable que también. El interés del Lord, por muy mordaz que pretenda parecer, es más que evidente.

-Lo haremos así durante un tiempo, al menos hasta que Sue esté mejor. Luego ya pensaremos si es mejor que vuelvas...- claro, pero su intención es sencillamente que se quede ahí el suficiente tiempo como para no querer marcharse. Ahí tendrá todo lo que necesita, nunca le faltará nada. ¿Qué más puede pedir? Desde luego a Anabel se le antoja fantástico.

-¡Bah! Sólo era un lobo y si sigue por aquí seguro que Collins dará buena cuenta de él ahora que se ha marchado, no te preocupes por eso- añade finalmente restándole importancia a ese "detalle".

Cargando editor
15/11/2009, 20:19
Susanne Cornwell

Ni siquiera se molestó en mirar al párroco, pese a que desaprobaba por completo tanto sus palabras como actitud... la preocupación que experimentaba en ese momento era superior y además ya Anabel le había dicho, en pocas palabras, lo necesario.

Sólo cuando Anabel se aproximó y le habló desvió la mirada para observar el rostro de su hermana. No dijo nada, la escuchó en silencio, sin embargo al enterarse de que Collins había marchado obedeciendo órdenes de Francis su mirada se endureció.

Sus hermanas se retiraron y Sue las siguió con la mirada. La puerta se cerró y ella se dio cuenta que era la única mujer en esa sala y que además era una de las dueñas de casa por lo que su deber era atender a esas personas.

Respiró profundo y volvió adquirir una posición erguida, orgullosa, lo último que podía permitirse en ese momento era ser débil. Quizás no fuese tan fuerte como sus hermanas, pero lo era mucho más de lo que todos, incluso ella, creían.

- No se preocupen por nosotros -oyó decir al señor Banks-. Nos encargaremos del fuego, y prepararemos un té para todos.

-Es usted muy amable, señor Banks -esbozó una sonrisa, sincera-. Yo me encargaré de preparar el té... -dijo encaminándose hacia la cocina, sin embargo al pasar frente a Francis no pudo evitar detenerse y, mirándolo a los ojos con una mirada pocas veces vista en ella, mezcla de reproche, confusión e inclusive decepción, le habló- ¿Por qué le ha permitido marcharse solo? ¿Por qué le ha ordenado marchar? ¿Cómo es posible que no le importe en lo más mínimo poner en riesgo la vida de su amigo? ¿Qué era tan importante que no pudo esperar a que amaneciera?

Cargando editor
16/11/2009, 10:13
Jean Antoine Lésdiguièrs

Me conmovía la preocupación que Byron experimentaba por la seguridad de las señoritas Windsor, bueno, para ser más exactos, la de la Claire, porque lo que era la de Mary Ann le importaba más bien nada que poco. Asegurar que estaría bien perseguidos por esa cosa era como intentar convencer a alguien de que el sol brillaba por las noches. Me sorprendió pensar que me sorprendía su fría calidez.

Pero tan nimios pensamientos fueron arrancados de cuajo de mi mente, que se llenó del sabor del miedo, del hedor a muerte y a podredumbre que desprendía aquella criatura, aquel ser irreal pero tangible, tragué saliva, y retrocedí instantáneamente, aterrado. Por fortuna el soldado y Damien reaccionaron mucho mejor que yo.

Agarré con fuerza el brazo de la mayor de las Windsor, tal vez demasiada, temiendo su rechazo y espoleado por el temor, su resistencia fue mínima, pero lo suficiente para hacer que el estado de pánico aumentara, y con ello disminuyeran mis adquiridos modales. La miré a los ojos y un destello de furia brilló en los míos, las lágrimas hacía tiempo que dejaron de conmoverme Te arrastraré si es necesario luego me volví con brusquedad sin soltar el férreo abrazo sobre la chica y empecé a correr, esperando que los otros dos nobles hicieran lo mismo.

Aunque era de todos conocida la legendaria estupidez de los mismos.

Cargando editor
16/11/2009, 19:48
Ethan Byron

   Las piernas y las manos de Ethan no temblaban, porque ya estaba temblando su corazón, al tragar su garganta se tambaleaba presa del miedo y sin embargo, sus ojos se mostraban frios con una hipocresía trabajada durante años, sin embargo, a veces, ser hipócrita es por el bien de alguien. Observó con horror como aquella bestia salida de las pesadillas de los hombres se alzaba en el horizonte, no conocía nada de ellas y las había tachado de ser imaginaciones y leyendas absurdas.

   Señor...¿Cómo permitir la existencia de un ser como este?

 Se preguntaba, a medida que avanzaba la noche sus creencias se volvían más intensas, y no sólo aquellas de índole teológica. Aferrando la mano de Claire demostró que incluso en aquellos momentos podía ser cálido, sutil y demostrar ternura, el roce de su piel bastaba para cambiar un sentimiento de nerviosismo por otro, otro mucho más agradable que aunque hiciese volcarse su corazón contra el pecho lo hacía para bien. Sus piernas no respondieron durante unos instantes, momento en que su joven rostro con una mueca extraña muy similar a una sonrisa se quedaba observando a la hermana mayor de los Hancock y a Damien.

   Gracias. Quizás si salimos de esta no me dedique a tratar de arruinar tu vida.

 el encuentro con muchas de aquellas personas había sido odioso, pero había algo que lo compensaba todo.

 Entonces se puso en movimiento, rápido pero poco acostumbrado y jamás dejando atrás a la joven mujer que le acompañaba. Les daban tiempo, lo aprovecharían, y aunque no lloraría la muerte de aquellos hombres, quizás en la velada de su entierro mostrase algo de respeto.

Cargando editor
16/11/2009, 20:30
Claire Windsor-Hancock

Mi corazón dio un vuelvo, era demasiado, era todo y era nada. Al ver a la bestia sentí que mi alma pensaba incluso más que mi cuerpo, creí que simplemente no iba a poder moverme de allí, que hasta allí había llegado todo. Busqué con la mirada los ojos de mi hermana pero estaba siendo arrastrada por el jardinero y eso era mejor que nada; los otros dos se ocupaban del lobo o lo que sea que fuera eso. Era una verdadera pena pero yo no creía que ninguno de los seis fuéramos a lograrlo y sin embargo lo deseaba con todo el corazón. Sentí el ligero pero seguro apretón en la mano de parte de Lord Byron, era una invitación poco romántica tal vez pero también la más vital de todas las que había recibido jamás.

-¡Dios mío ayudános a todos, te lo ruego!

No me sentía muy bien, me sentía más bien débil y sin embargo, esa necesidad de sobrevivir, de tener unos minutos más para decirles a aquellos que quería que los quería y para agradecer a Jean por salvar a mi hermana, porque sabía que lo haría. Corrí con tantas fuerzas como mi cuerpo mi permitía, el aire entraba y salía de mis pulmones vertiginosamente y unos instantes volví a buscar a mi hermana y a Jean con la mirada, esperaba que él no me fallara en ese momento tan importante para ambas o para todos. Los gruñidos de la bestia me hicieron volver a poner la vista al frente, con una mano sujetando el ruedo del vestido y con la otra aferrada a la mano tibia de Byron; pasara lo que pasara, quería tiempo para darle las gracias.

¿Qué pasaba con el resto de la gente del pueblo? No podía ser que todos fueran unos cobardes, era verdad que la bestia esa imponía pero dejarnos allí, a merced de ella era demasiado. Debía haber hombres de verdad encerrados en su casa, quizás era que no sabían nada de lo que estaba sucediendo pero no, no podía ser, a menos que vivieran en una burbuja; aquellos rugidos o maullidos o lo que sea que fueren, debían escucharse muy muy lejos de allí. Pensé que ojalá pronto los cañones de las armas salieran por las ventanas y acabaran con la bestia, lo que fuera para dejar de escucharlo porque cada que lo hacía yo quería gritar pero curiosamente no salía nada de mi garganta, sólo en mi mente oía voces. Estaba cansada pero no me podía detener.

Cargando editor
17/11/2009, 02:57
Alexander Varsatof

Ve desde su asiento el show del padre y mira a Banks con una media sonrisa

-Porque era que lo habíamos traído con nosotros? a si ahora recuerdo, Dios no resuelve esta clase de problemas así que deje la obra teatral padre

Se levanta acompañando a Susanne asta la cocina para ayudarla en lo que necesite y se frena cuando esta se frena, ante la seguidilla de preguntas, Alexander entiende que no es su asunto y sigue su camino hacia la cocina