Partida Rol por web

A Partir de Ahora.

Capítulo IV

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03/09/2009, 16:47
Patrick Collins

Patrick vió la deserción del primer soldado, y como tiró el arma, muerto de miedo. Había visto aquellas escenas durante el asalto a Ciudad Rodrigo. Algunos soldados no podían soportar la presión y se escondían, saliendo de la línea del frente. El "forlorn hope"* siempre se llevaba la peor parte, y estaba formado por soldados desesperados o ansiosos de un ascenso o botín. Solía mandarles un niño, uno de esos jovenes alféreces que tan poco temían por su vida.

Él había prometido que les defendería, y no podía dejar que nada malo les pasara a las hermanas Cornwell, sobretodo a Susanne. No quería participar, pero debía hacerlo. De nuevo, sentía la llamada del deber. Se acercó al soldado y lo miró, apartándolo un poco de Susanne. No era decoroso aquel comportamiento.

-Queda relevado -dijo.

Se hizo con su equipo y cogió el arma caída, un fusil reglamentario, que conocía bien, y lentamente se levantó con él empuñado, comprobando que estuviera cargado y con la cazoleta llena de pólvora fina. Su mirada se cruzó con la del soldado.

-Estuve en la Península, no se preocupe. Teniente en la reserva, aunque eso poco importe ahora.

Miró a Susanne, y como el soldado seguía cerca, lloriqueando. Maldito cobarde. Caló la bayoneta.

-Preparaos por si entra. Los que estéis armados quedaos aquí, los que no, atrincheraos en una habitación y cerrad puertas y ventanas. No podemos escapar de noche, nos cazaría como a perros.

Luego miró brevemente a su señor. Él sabía lo que quería decir. Si el otro soldado se acobardaba, deberían pelear de nuevo codo con codo. Se fijó en lo que hacía Anabel con los bancos.

-Bien pensado. Muevan esos bancos cerca de la entrada. Si se abre la puerta, es mejor que el lobo no pueda andar bien y le estorben los bancos. Eso nos dará más tiempo para atacarle.

Se separó un poco de la puerta, dejándoles espacio para que lo hicieran. Si la puerta se abría de golpe, estar cerca sería una estupidez. Le indicó al soldado que le imitara. Se quedó atento a los sonidos.

Notas de juego

*Los primeros en asaltar la brecha

 

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05/09/2009, 18:05
Ethan Byron

  Ethan sacudió la cabeza con la discrección de su nobleza, y sacudió su traje alzando el mentón en el que su barba se formaba para darle un porte distinguido. Sus ojos no reflejaban más que una incertidumbre dificil de leer, que variaba entre el temor a Dios, a la muerte y la jactanciosa firma de su sonrisa, sin poder nadie atreverse a decir que era lo uno o lo otro, el sentimiento que ahora recorría su bien tratado y conservado cuerpo.

  Escuchó con cautela aunque con numerosas muecas que recordaban al asqueo las palabras de todos cuantos hablaban, salvo quizás, cuando lo hacían las señoritas, de cuyas voces parecía gozar unos instantes para volver a la cruda realidad. Era tan sencillo como pensar que las oía pero no las escuchaba por lo que no tomaba en cuenta sus ideas ni las ponía en juicio alguno, que, sin duda, de ser así, lograse ponerse y ponerlas en evidencia delante de todos los presentes.

  Con varios pasos, se acercó al soldado, y como un camarada le paso la mano por el hombro, golpeandolo con sutilidad, sonriendo jocoso mientras buscaba con su mirada la suya.

  - ¿Va a entregar la Iglesia? ¿Qué opinarán sus superiores? - Le sonrió susurrando al borde de una risa entre dientes. - Puede que si empieza a empujar bancos y salva la vida de estos miserables pasen por alto su cobardía. Venga...vaya, vaya y empuje. - Le golpeó con delicadeza al final del cuello, sobre la espalda con la palma de su diestra y se separó de él, retomando un tono de voz normal, seguramente, al estar detrás de todos, hubiese pasado desapercivido mientras aquel Patrick, hacía una oda de su condición militar impresionando a nadie con sus sucias y vanales palabras, como si lo que necesitasemos en la Iglesia fuese más militares, por temerarios que estos fueran.

  - El hambre es sin duda una motivación que movería a casi cualquier persona, pero jamás vi tal hambre de poder en alguien...- Comenzó con buena voz, y luego se quedó en un pensamiento en voz alta, acariciandose la perilla mientras miraba ladeando la cabeza a Patrick. - Salir fuera parece una buena opción, así podremos correr un rato libremente mientras los lobos nos rodean y nos dan caza. Sería particularmente emocionante. - Habla girandose a los mendigos que se han colado en esta Iglesia. - y quedarnos...¿Acaso no es el hombre un lobo para el hombre? - Se encogió de hombros alzando las manos y asintió a las palabras de Patrick.

  - Creo que ire...a comprobar que las puertas y las ventanas están bien cerradas. - Le sonrió con falsa sumisión y se reverenció ante su "coronel" o "teniente" o "cabo" o simplemente un hombre con el ego demasiado alimentado. Y con decisión y seguridad caminó hacia una de aquellas habitación, con paso pausado, deleitandose con el esfuerzo de aquellos jovencitos empujando los bancos, pero más aún con el sudor de la muchacha. Que controlaba de reojo.

 

 

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06/09/2009, 16:31
Susanne Cornwell

Toda intención que tuviera Sue al momento de regresar a la sala principal se esfumó en cuanto oyó los aullidos. Por instinto lo primero que hizo fue sostener la mano de su hermana mayor, buscar su protección, pero también buscó a la menor para brindársela y, sin embargo, Liz fue la primera en reaccionar dando muestras, una vez más de la fortaleza que poseía.

Sue no reaccionó de inmediato, se quedó petrificada, temía a los lobos, mucho, tanto como a una jauría de perros, en realidad temía a las fieras en general en especial si estás no estaban enjauladas, más incluso que a las armas. El soldado se encondió tras ella y sintió vergüenza ajena por su reacción, pero aquello, sumado a las acciones de sus hermanas y Patrick fueron suficientes para hacerla reaccionar. El miedo seguía allí, era imposible que se fuera, pero había que moverse, tapiar puertas y ventanas. Los lobos podrían saltar por las ventanas, romper los cristales en caso que éstas no contaran con protecciones o póstigos para evitarlo, pero no podrían atravesar las paredes ni abrir puertas, menos si éstas se encontraban firmemente cerradas, sin embargo el salón se le antojaba grande, demasiado grande y quizás bueno sería ir a un lugar más reducido, con menos ventanas y puertas de las cuales preocuparse...

-Déjenos hacer, nosotros nos ocuparemos -dijo el señor Banks a Anabel. 

-Nosotras no somos mujeres de quedarnos sentadas esperando a que las cosas pasen -dijo Susanne acercándose-, así que por favor permítannos ayudar -miró a Liz que estaba cerca antes de seguir hablando-. Creo que, si es posible, seria mejor irnos todos a la biblioteca, allí podríamos bloquear las ventanas con las estanterías y la o las puertas con los muebles que hay en el interior... pero si lo que se decide es que permanezcamos todos en este lugar entonces lo mejor será que nos encarguemos de bloquear el acceso desde las otras habitaciones -miró al padre Thomas-. ¿Tiene martillo y clavos? Hay que tapiar las ventanas, padre...

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06/09/2009, 21:32
Edmund Banks

Edmund inclina la cabeza ante las palabras de Susanne, mostrando su respeto:

- No he querido ofenderlas, señorita, nada más lejos de mi intención. Y la señorita Elizabeth ya ha demostrado que son mujeres fuertes y acostumbradas a pensar, decidir y defenderse solas. Pero les ofrecemos nuestra ayuda, nada más.

Sin embargo, es posible que tenga razón y que todos podamos ayudar. Vayan con el padre a buscar las maderas para defender el lugar. Antes de quedarnos en un sitio hay que evitar que entren.

Sonrie paternalmente a Susanne.

- Son ustedes muy valientes, si me permite que se lo diga. Sobre todo, encontrándose débil. Trataremos todos de que esta situación llegue a buen puerto.

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06/09/2009, 21:41
Susanne Cornwell

-No me ha ofendido, descuide y le pido disculpas si eso he dado a entender -respondió al señor Banks-, le agradezco su preocupación.

Sue no dijo más nada y, a menos que el padre Thomas o sus hermanas objetaran algo, fue a buscar las cosas necesarias para asegurar las ventanas.

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06/09/2009, 21:53
Ethan Byron

  Que cordial...o no tanto. Ethan se había detenido al final del pasillo que formaban los bancos, cerca del altar para esperar a la jovencita Sue, la única conocida en el lugar. Casi era...hasta romántico, ella caminando hacia allí, el esperando...sólole hacia falta una coma en la mano y testigos menos ....bueno, tampoco había motivos para buscarles un calificativo, no lo merecían.

  Prefería estar cerca de presencia femenina, aunque..no mucho más, preferiría estar solo, en el salón de su mansión, pero esa, desde hacía unas horas, no era una posibilidad asequible, sino...de que estaría el aquí, rodeado de inútiles.

 Sonrió ampliamente, con cortesía, como si estuviese haciendo un favor a la jovencita, que, por lo visto, no estaba demasiado bien de salud. La presa herida es más fácil, ¿vendrá el falso lobezno de Patrick a protegerla con uñas y dientes del águila real?

 - Mi adorable Sue. ¿Cómo se encuentra? ¿Se encuentra mejor? -Asentí con falsa sumisión sin borrar mi perfecta sonrisa, joven, refrescante. Como lo hacía cuando visitaba los negocios de mis cuentas y tenía que atender a otros, que aunque inferiores, me concedían capital para vivir la vida que estaba llevando. Parecía como...si la tratase como una igual, pero nunca se sabía si era teatro o sincera inocencia...

  No esperé a oir su respuesta, y la acompañaría con el mentón en alto.

 Tendré que supervisar que no cometan ninguna estupidez...por esta vez.

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06/09/2009, 22:11
Elizabeth Cornwell

Elizabeth también se mueve, en dirección contraria a su hermana Sue.

En su cabeza pasan varios pensamientos, y se pregunta a qué debería atender primero.

Lo de tapiar entradas podría ser útil... Pero también estúpido... ¿Y si luego no podían salir?

Suspiró leve y se dirigió a la biblioteca... Quizás allí encontrase algo útil, ni que fuera "una idea buena"...

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07/09/2009, 06:02
Alexander Varsatof

El terrible aullido, hace que la piel del ruso se eriza, traga saliva largamente y mira como todo el mundo comienza a moverse para bloquear la puerta se queda un momento bloqueado, como sin terminar de creer o entender la situación... mira a su alrededor y ve el punto débil en la iglesia, los vitro...

-Collins! pongase ese arma al hombro no le servirán de nada contra esa criatura maldita y ayude a tapar la puerta principal...

Hace unos pasos asta el padre lo toma violentamente y lo mira directo a los ojos

-Escucheme, su Dios no nos va a salvar de esta ya lo e comprobado en carné propia que no ayuda nisiquiera a la gente buena cuando estas criaturas aparecen, así que deje de rezas por un momento y haga algo útil como decirnos si tiene tablas y clavos y muy fundamentalmente, algo de plata, lo que sea, desde un abridor de cartas hasta un rozario con una cruz de plata... lo que sea

Se para en el banco mas próximo

-Escuchen todo el mundo... yo ya e tenido la desgracia de conocer demonios que emiten el mismo aullido diabólico, y son extremadamente fuertes y prácticamente inmortales, solo pueden morir con algo de plata atravesando su carne o la decapitación... y pueden fácilmente atravesar los vitro de un salto, así que tenemos que repartirnos el trabajo Cronwell sigan poniendo cosas en la puerta para bloquearlas, el resto, necesitamos tablas, clavos y un par de martillos, las tablas podemos sacarlas del suelo, pero el resto de donde? me quiere contestar Padre?!!

Las palabras de aquel hombre sonaban como una mala broma, pero su voz tenia tal tono de convencimiento y preocupación, que hacia dudar si era una broma.

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07/09/2009, 06:40
Padre Thomas

 -Ehh... he.. Oh ¡Santo Dios misericordioso!

(haciendo dos veces seguidas la señal de la cruz mientras tiembla como una hoja volando en el viento)

-El.. el... el armarío de la... de la rectoría. Hay.. hay unas cajas de de, con clavos y y un martillo. No te.. no tenemos madera... verá sólo. ¡Es una Iglesia humilde!

(Tapándose la boca como si la cosa de afuera lo oyera)

-No, sólo podemos usar maderas del piso de mi habitación o de la biblioteca... o algo así.

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07/09/2009, 10:05
Mary Ann Windsor-Hancock

Mary Ann estaba tan asustada que las piernas le temblaban y la hacían desvanecerse al suelo sin remedio. Aún estando aferrada a su hermana estaba tan colapsada por la situación que no acertaba a articular palabra.

Entonces todos empezaron a movilizarse, Claire la apretaba con fuerza, pensaba que le cortaría la sangre si continuaba.

Unos gritos y un nuevo aullido la sacó de su estado ausente.

- ¡Vamos Claire! ¡Tenemos que ayudar! no se le ocurría nada pues su cabeza estaba bloqueada por el miedo, pero sabía que si su cuerpo se activaba conseguiría volver a poner en claridad su mente. Haciendo un gran esfuerzo de voluntad y sacando toda su rabia se puso en pie y se acercó al hombre más cercano para preguntar qué podía ayudar. No sin antes mirar a su hermana y sonreirle, no podía decirle que todo saldría bien pq sabía que era absurdo afirmar eso en aquella situación, pero al menos le infundió fuerza con su mirada.

- ¿Dónde puedo ayudar? Deberíamos buscar sitios altos, los lobos no pueden trepar ¿no? ¿o acaso solo es un leyenda en un estúpido libro? hablaba por inercia y no sabía las estupideces que podía estar diciendo pero si de aquello salía algo útil se daría por satisfecha.

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07/09/2009, 10:28
Anabel Cornwell

-Susie...- pronunció el nombre de su hermana afectuosamente, algo común entre ellas y nadie más -La biblioteca y la sacristía no son las mejores opciones, nos quedaríamos acorralados y sin opciones a poder salir en caso de ser necesario- esperaba que no fuera así porque eso significaría que la situación se había complicado mortalmente, pero era una opción que había que barajar así que lo más viable parecía ser permanecer en la sala principal de la iglesia.
Después le asintió con la cabeza, cómo dándole su consentimiento, dejando que fuera con Liz a buscar herramientas necesarias para tapiar las ventanas y algunas puertas.

-Quizá podamos desmontar los bancos si es necesario- estaba claro que era el único mobiliario sobrante del lugar, y tras ayudar a colocar varios de ellos frente a la puerta sacudió las manos y miró al ruso con atónita extrañeza, cómo si acabara de perder el juicio.
-¿De qué está hablando? Eso sólo son cuentos para infundir miedo, no sea exagerado- le espetó con cierto tono de regañina. Asustar a los presentes más de lo debido no le parecía nada acertado.

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07/09/2009, 17:28
Susanne Cornwell

¿Iba sola? Sue creía, estaba segura que sus hermanas la acompañaban, quizás no ambas pero si al menos una de ellas. ¿Iba sola? No, eso no podía ser, pero tal parece que así era (aunque esperaba y confiaba que al menos una de ellas le diera pronto alcance) y sin darse cuenta fue a parar justo al lado de la persona cerca de la cual menos deseaba estar.

-Mi adorable Sue. ¿Cómo se encuentra? ¿Se encuentra mejor? -oyó decir a Byron.

-¿Su adorable? -se dijo y parpadeó- ¿Desde cuándo que este hombre me trata con semejante deferencia? La última vez que tuve la desgracia de compartir el mismo espacio que él poco faltó para que me mandara a fregar pisos... Yo creo que ni a su propia madre respeta...

-Para desgracia de algunos, sí, me encuentro bastante mejor, gracias -le respondió con voz cortante.

A sus oídos llegaron las palabras de Anabel y asintió, pese a no estar muy convencida de que eso fuera lo mejor. También vio cómo Liz se alejaba en dirección a la biblioteca, cosa que inevitablemente significaba que, quiéralo o no, no iba a poder evitar a Byron. Lo miró un momento, preguntándose qué era más peligroso: el o los lobos que habían fuera o la filosa lengua del hombre que tenía en frente.

Comenzó a caminar hacia la rectoría para ir en busca de la caja con los clavos y el martillo que el padre Thomas le había indicado allí guardaba, luego iría a la biblioteca a reunirse con su hermana y ver el modo de desarmar las estanterías para poder asegurar las ventanas. No tuvo más remedio, tenía que ir con Byron, además que, quiéralo o no, él podría ayudarla a cargar la caja.

Pero los gritos de Alexander la hicieron detenerse y girarse a verlo con el ceño fruncido.

-¿Pero de qué está hablando? -musitó Sue y miró a Byron para saber sipara él aquello estaba resultando tan delirante como a ella, mas pronto su mirada se desvió en busca de la de Anabel y Patrick.

La joven negaba con la cabeza, veía los rostros de todos que si antes estaban pálidos ahora lo estaban mucho más a causa de las palabras de Varsatof y tras las palabras de su hermana, ella también habló y lo hizo con seriedad, se percibía cierto tono de reproche en su voz.

-Señor Varsatof, por si no se ha dado cuenta es en la labor de buscar clavos y madera para tapiar las ventanas que nos hemos puesto todos o casi todos, pues algunos como mi hermana, el señor Byron y todos quienes les prestan ayuda están arrastrando las bancas para bloquear también las puertas e incluso viendo el modo de desarmarlas para usar la madera en las ventanas. Haga el favor de bajarse de esa banca, dejar de alterar los ánimos más de los que ya están y ayudar, porque en este momento lo que se necesitan son hechos no palabras.

Dicho eso Sue se dio media vuelta y retomó el camino hacia la rectoría.

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09/09/2009, 06:48

Todos pusieron manos a la obra en la barricada: se empujaron bancos para trabar la entrada, se comenzaron a tapiar ventanas con tablas sacadas del piso de la biblioteca del sacerdote ya que eran las únicas suficientemente desgastadas para ser sacadas con rapidez, se trabaron los vitró con tablones cruzados e incluso el altar fue corrido hasta una de las ventanas para que los hombres, subidos en él y no por ello perdiendo el respeto del Señor, lograran barricar mejor esos vitrós tan altos. Las mujeres también participaron en el proceso, ya se podría afirmar que los restos de la enfermedad había desaparecido de ellas. Eso alivió a más de un caballero preocupado por la salud de las jóvenes. En este momento se podría decir que todos obraban como uno solo.

No tardaron mucho en trabar todas las ventanas exceptuando una, un vitral que mostraba a la una paloma blanca con un pequeño ramo de olivo en su pico. En ese estaban trabajando Avon, Damien y Collins que vigilaba de cerca con una de las armas de los soldados. Respecto a dichos individuos, uno de ellos no paraba de gimotear cerca de la puerta como una criatura pero el otro, el que había huído en un primer momento, no paraba de ayudar a los demás.

Claire y las hermanas Cronwell estaban asegurándose de que los clavos estuvieran bien sujetos, que no quedasen espacios en el medio por los cuales "el animal" podría saltar. Mary Anne, por otro lado se hallaba sentada en un escalón del atrio acompañada del Dr. Robins que insistía en que todavía no estaba tan mejorada como Susanne, aunque ella se sentía bastante bien.

Los demás: Edmund, Byron, Francis y el resto estaban tomando un respiro. Las manos les dolían de tanto martillar y empujar cosas. Para Byron tanto trabajo era realmente una novedad, esas cosas no las hacía un señor pero no importaba, sabía actuar de acuerdo a la situación.

Entonces, desde detrás del vitró que aún se estaba tapando (dos maderos se habían terminado de colocar recién en cruz) se vió una sombra. Aparentaba la silueta de un perro enorme, al menos el doble de un ovejero y mucho más corpulento. Su sonido hizo temblar los cabellos de la nuca de todos los presentes y hasta Elizabeth sintió reprimir un grito. Es que sin importar lo valiente que todos eran, nunca, pero nunca excepto quizá por Alexander se había vivido algo así...

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10/09/2009, 00:09
Edmund Banks

Edmund también se ha sobresaltado, pero el grito de Elizabeth despierta su instinto protector. De un salto se sitúa detrás de ella, y posa suavemente sus enormes manos sobre los hombros de la joven.

- No se preocupe. Todos estamos asustados, pero no va a poder entrar. Y si lo hiciera, nos ocuparíamos de él.

A pesar del cansancio, se sentía enternecido por aquella muchacha tan independiente y que estaba demostrando tanto valor.

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10/09/2009, 00:13
Ethan Byron

   Ethan estaba afectado, como todos, por el terror que causaba la idea de lo desconocido y de la muerte en él, pero lejos de temblar, reafirmó un comportamiento serio y decidido, una máscara bien pertrechada a lo largo de su vida, que tenía la férrea consistencia de una personalidad completamente elaborada y forjada con cientos de asuntos cotidianos, con brutalidad y sin apenas conciencia. Reprimió un escalofrio que recorrería toda su columna vertebral con un movimiento lateral, observando la sombra, retrocediendo un paso y mirando a Edmund.

  - ¡Oh, entiendo! ¡Nada ocurre pero os situais detrás de la hermosa doncella para que caiga primero si sus dentelladas o sus garras entran por estas cristaleras!

 Su voz era tranquila, afilada, como si fuese una serpiente la que hablase, inyectando su veneno a propósito para debilitar a sus oponente. Se apartó lentamente, echandose aún más hacia atrás las mangas de su traje, en una pose que para él era casi humillante, la de haber trabajado para colaborar. Pero le había resultado...divertido, como un juego, el comportarse como los plebeyos. Y podía seguir siendolo...por eso...sonreía de medio lado (ocultando siempre el miedo que todos compartían, intentando anteponerse a él) cogiendo un tablón, para asegurar que no pudiese, ni intentase entrar.

  Su mente trabajaba rápida, y no caía en la tentación de creer que el Señor su Dios permitiese la existencia de blasfemas criaturas como los licántropos, cuentos de paganos herejes. Era divertido, pues su fe nunca había sido demasiado elevada, pero ahora, trabajando como una comunidad, encontraba...sentido a muchas de las cosas que aparecían dentro de la Sagrada Bíblia. Sus ojos mostraban determinación, y se detuvo, a medio camino con un tablón, que apenas podía desplazar a solas. Miró a Sue, que podía estar enferma, pero no la trataba como a una tullida, sino como a una igual, a Elisabeth y a Anabel...entre otros rostros de féminas, y emitió su juicio:

  - ¿Pensais quedaros ahí paradas? - siempre con aquel latigazo en su tono, irónico, hiriente, pero suave como era propio de los franceses, y no de un inglés. Como si sus palabras formasen un pañuelo de seda con el que golpeaba, sin respeto alguno, a sus oyentes. Sudaba, y se veía su esfuerzo por cerrar aquella posible entrada.

  Razonó:

 - Que no os acongojen sus gruñidos, que no son sino alimentados por el eco de la Santa Morada de Dios. Y no temais por su tamaño, que bien es sabido que las sombras se proyectan haciendo más grandes y temidas las formas reales de las cosas.

  Como ocurre con nuestra propia sombra, que se alarga mucho más de lo que nuestras piernas nos permiten, y no por ello las tememos.

 Frunció el ceño, sin borrar aquella sonrisa que no hacia sino retarles.

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10/09/2009, 00:43
Edmund Banks

Aparta suavemente a Elizabeth del lugar en el que está, tratando de alejarla de la ventana, mientras mira despectivamente al impertinente que le ha hablado:

- Jamás se me ocurriría ocultarme tras una doncella. ¿Es usted así de mezquino por naturaleza o sólo tiene los nervios desquiciados? Quizás el hecho de mover las manos ha dejado sin resuello al señorito, y por eso trata de ofender a los demás. Siempre pensé que ese comportamiento era más propio de mercachifles y de ancianas que de caballeros.

Su potente voz suena rasposa, al tratar de controlar el enfado que crecía en su pecho al oir como aquél hombre hablaba así a las mujeres. Su voz se suaviza al dirigirse a ellas:

- Sólo tiene razón en que deben apartarse de las ventanas.

Clava sus ojos de nuevo en el hombre, que tan desagradable le estaba resultando:

- Modere sus modales a la hora de tratar a las demás. Ya han tenido suficiente para una buena temporada.

 

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10/09/2009, 00:53
Ethan Byron

- Vaaaya, en verdad debí acercarme al blanco si respondeis con tanto impetu.

 Tiró del madero, casi riendo, sus brazos tenían poco cabello, pero el que tenía era largo y oscuro, sus manos eran perfectas, de dedos delicados, con uñas perfectamente cortadas, al milímetro, desacostumbradas al trabajo, algo resecas y doloridas.

 - Pero no se de que hablais, quizás porque no tengo tan dilatada experiencia, como vos...en hablar con ancianas y caballeros. - Socarrón, pero voz tranquila, siempre suave y sin alteración alguna. Con una sonrisa de triunfo, aunque puede que no hubiese ganado nada, salvo quizás..un pequeño percance y diferencias con un ¿buen hombre?.

 - Ponga, ponga su impetu en trabajar, y no en meterle mano a la señorita. - Le guiñó un ojo y luego apretó la mandibula para intentar empujar el madero el solo.

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10/09/2009, 01:01
Elizabeth Cornwell

Elizabeth se sobresalta al ver la sombra, y se le escapa un pequeño grito, debido a la impresión.

Enseguida nota unas manos en sus hombros y se gira rápido, sin recobrarse del susto. Aliviada, descubre que era el Sr. Banks, al que sonríe, algo nerviosa.

Entonces, un hombre que apenas conoce empieza a hablar...
Y el fuego interior de Liz, se vuelve a avivar... Agradeciendo a Edmund el gesto de protección, la joven se acerca al hombre de aires demasiados altos, que, encima, se ha atrevido a poner el dedo aún más en la llaga preguntando si iban a hacer algo al respecto o se iban a quedar allí paradas.

Por supuesto, la joven de las Cronwell no es tonta, y se da cuenta de que al hombre pretencioso le cuesta cargar con el tablón.

Decidida, se acerca a él, y ofreciéndole una sonrisa más bien falsa, señala:

-No, mi señor. Por lo menos por mi parte, pensaba venir a ayudarle...-"inocente", se dispone a hacerle de ayuda con el tablón que carga...-Pero... ¡oh! Veo que os bastáis vos solo, así que, no le molestaré más...-Vuelve a sonreír, una sonrisa más pura que la de un ángel. Le ofrece una reverencia, bastante graciosa y exagerada, para luego irse:-Si veis que no podéis, llamadme, o a cualquiera de mis hermanas. Seguro que nos bastaremos solas.

Tras lo que se vuelve y se encamina hacia otro sitio, en busca de algo útil que hacer.

El Hombre Pretencioso, como desde ahora le llamaría, había vuelto a despertar el lado "inconsciente" de Liz, que, por intentar honrar a la familia, permanecía callado, relegado a más que un segundísimo plano.

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10/09/2009, 14:33
Anabel Cornwell

La paciencia y educación con la que el desconocido sr. Banks trata a su hermana Liz por enésima ocasión, consiguen llamar esta vez de verdad la atención de Anabel, la cuál se dedica a recolocar su ropaje y alborotado cabello mientras observa a ambos.
Podría incluso llegar a ser el adecuado... si no fuera porque duda que su hermana quiera sentar la cabeza, al menos no todavía y probablemente menos con alguien que le convenga. Ella es así, un espíritu libre reprimido y contenido, probablemente sólo podría enamorarse de alguien similar en ese sentido.

Lo cierto es que la leve pausa de raciocinio es enseguida interrumpida por las mordaces e hirientes palabras de Lord Byron, que consiguen que el ceño de Anabel se frunza por enésima vez en esa noche. Disgustos y problemas, es todo lo que ha proporcionado ese día, y que un desconocido no deje de dejar caer sutiles provocaciones contra sus hermanas y ella misma empieza a ponerla entre nerviosa y furiosa. Por un instante le entran ganas de sencillamente propinarle un buen tortazo que le coloque las ideas en su sitio pero por suerte Liz reacciona antes con algo más de tacto así que se queda solo. Y así es cómo seguirá si no se esfuerza por moderarse.

-Apuesto a que si se mordiera la lengua se envenenaría- comenta con la menor de sus hermanas cuando esta ya se encuentra cerca de ella, y aún así la aleja más de la zona de la ventana sin importarle que la pueda haber oído. ¿Quién se cree que es?
-Sue, quizá debas dejar de apoyarte en ese bastón para levantarlo...- mira a la mediana de las Cornwell y después de reojo a Patrick, segura y convencida de que se encargará de su bienestar, así que ella sujeta con firmeza a Liz para que no intente alguna de sus locuras.

-Por muy grande que sea... sólo es uno- intenta convencerse a sí misma inspirando aire hondamente. La verdad es, que a pesar de todo, preferiría que todos se alejaran de esa maldita ventana.

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11/09/2009, 00:20
Edmund Banks

Un destello de admiración brilla en los ojos de Edmund ante la salida de Elizabeth, aquella asombrosa muchacha, y disimula un sonrisa ante las palabras de Anabel para aquel estúpido antes de volver a hablar:

- No es ésta la situación más adecuada para que le haga tragar esas palabras, señor. Pero recuérdeme cuando todo esto acabe, y podamos encontrarnos frente a frente, sin damas, que le debo un puñetazo por favor.

Se gira hacia las damas, diciéndoles:

- No se preocupen, de verdad. Aunque haya entre nosotros una serpiente, el resto seguro que son hombres como Dios manda, y trabajaremos todos para evitar que ese ser entre. No le pasará nada a nadie.

Girándose hacia los caballeros busca la mirada de Damien y del señor Collins, buscando su complicidad:

- ¿Estamos de acuerdo, no?