Partida Rol por web

A Partir de Ahora.

Capítulo V

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31/01/2010, 17:26
Elizabeth Cornwell

No pudo evitar sonrojarse...

Cuando el Lord de Heddington le ofreció su mano, Liz sintió cómo sus mejillas ardieron en exceso...
Le estaba mirando a la cara, sin preocuparse siquiera en pensar si parecía descarada o no, pero en cuanto sintió sus mejillas de esa manera, desvió la mirada tan pronto como pudo...

"Oh no... Otra vez no... Yo... ¡No! Son meras formas de cortesía, no deberías asustarte a estas alturas por ese tipo de gestos..."

Apretó los labios, consciente de que él posiblemente había visto tal signo en su cara, pero confiaba en que los demás, especialmente sus hermanas, no...

-Tiene... Una mansión muy bonita...-fue lo único que se le ocurrió decir entonces... Atolondrada como siempre, no reparó en que esa frase era propia de alguien con "pocas luces", puesto que era lo que se solía decir cuando no se tenía mucho más de lo que hablar.... Y ella sí que tenía tema... Y para rato... El problema era que se estaba intentando controlar... Y posiblemente fuera peor...

Se sentía nerviosa... Sumamente nerviosa... Y rabiosa consigo misma.
No quería ni pensar en los días que se avecinaban... Tenía miedo de aceptar o reconocer lo que habitaba en el fondo de su ser, por eso evitó lo que para ella eran "pensamientos funestos"...

Sentía necesidad de correr a esconderse a algún sitio, de no ser vista, de dibujar, de gritar, o de tirarse a un lago, pese al frío que hacía...

Cualquier cosa que la hiciese volver a ser racional...

Aunque, pensándolo bien, el dibujo no era que ayudase precisamente... Pero la calmaba. Siempre lo hacía.

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31/01/2010, 21:43
Edmund Banks

Edmund la escuchaba embelesado, y optó por callar al oirla hablar de su mala fortuna en amores. Demasiada gente alrededor, y nada que ofrecer.

Se sintió feliz cuando la joven se durmió sobre su hombro, y hubiese querido arroparla, sino estuviera convencido de la inconveniencia del gesto hacia una mujer que no era de su familia.

Miró sobresaltado hacia fuera cuando oyó las voces de los demás, y media sonrisa se le dibujó en la cara cuando  oyó a Anabel hablar sobre la mansión...

- Supongo que es tan grande para alojar a tantos criados... que necesita para sentirse más importante aún. No lo sé, señorita Cornwell... supongo que los ricos son así.

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31/01/2010, 21:47
Edmund Banks

Edmund abre la puerta del carruaje en el que viaja, y se gira hacia Anabel, tendiéndole la mano para ayudarla a bajar.

- Deje que la ayude. Seguro que se muere por reunirse de nuevo con sus hermanas.

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01/02/2010, 02:41
Susanne Cornwell

Permaneció despierta todo el camino. Se sentía incómoda con Francis, mejor dicho tenía sensación que si él la soportaba era únicamente por Liz y Patrick. Quizás se equivocaba, pero así es como se sentía. Ya dos veces, que ella recordara, él le había respondido con un silencio, si es que su silencio podía calificarse de respuesta. La primera vez fue en su casa cuando le recriminó y él se mantuvo silencioso, ignorándola y ahora ocurría lo mismo. ¿De qué valía haberse disculpado? El ni siquiera parecía enterarse de que lo había hecho y eso que ella no se anduvo con medias tintas porque fue bastante directa al hacerlo.

Suspiró, por suerte el viaje había terminado y Patrick ya estaba despierto. Su sonrisa, así como la presencia de sus hermanas la tranquilizaba. ¿Pero qué ocurriría una vez Collins y ella se casaran? Seguirían viviendo en lo de Francis, eso seguro, servir a éste era lo que daba a Patrick de comer, además eran amigos y lo mejor sería que buscara el modo de congeniar con él, en especial porque…

-Liz -pensó mirando cómo ésta reaccionaba ante la cercanía de Francis-… en especial por ella, porque si él se muestra interesado por ella tal y como sospecho ocurre, con mayor razón habré de considerarlo como parte de mi familia.

-Posee usted una bonita propiedad, milord -dijo a Francis con amabilidad y sin soltar el brazo de Patrick-, aunque imagino que a veces resultará demasiado grande para usted y el señor Collins -fue una observación sin malicia aunque bien pudiera parecer lo contrario-. Espero que nuestra presencia aquí sea discreta y no le moleste… no me gustaría que se sintieran incómodos en su propia casa.

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01/02/2010, 15:04
Anabel Cornwell

-Me parece que ambas estarán un poco ocupadas estos días...- respondió al sr. Banks con una sonrisa traviesa, ayudándose de su mano para descender del carruaje hasta tocar tierra firme tras lo cuál inspiró muy hondamente, aliviada.
Sacudió un poco su maltrecho vestido de luto, más arrugado de lo que recordaba haber llevado jamás, y tras un último vistazo a la gran mansión que tenían frente a ellos optó por acercarse al grupo formado por el primer carruaje.

-¿Qué tal el viaje? Me siento agotada...- a pesar de haber conciliado el sueño y permanecido sentada, el traqueteo constante del carruaje impedían un descanso adecuado y el cuerpo de Anabel empezaba a resentirse, aunque suponía que en un lugar con tantos sirvientes podría descansar de verdad al 100%. Quizá incluso demasiado.

Pudo distinguir el creciente nerviosismo de Liz, o al menos se la notaba un poco fuera de lugar, así que optó por cogerse a su brazo con una sonrisa cariñosa y maternal.
-¿Vamos a inspeccionar la mansión? Siempre te ha gustado explorar, menudo desastre venías hecha los días de lluvia- recordó mientras empezaba a caminar hacia el porche delantero sabiendo que el resto subirían con ellas o poco después.

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21/03/2010, 07:40
Hypatia

Anabel no se equivocó, sus hermanas tuvieron bastantes distracciones a lo largo de esos días.

Por un lado estaba Francis que intentaba acercarse a una cada vez menos esquiva Elizabeth. El nerviosismo y sonrojo de la menor de las hermanas cada vez que éste tenía alguna atención para con ella era evidente. Mas no por ello el carácter rebelde y contestatario de la joven se veía mermado. Era una criatura indomable y eso Sir Francis lo sabía.

Paciencia. Paciencia y perseverancia era lo que necesitaba si lo que pretendía era ganarse el corazón de la menor de las hermanas. No iba mal encaminado y su afecto notábase sincero.

La estancia en la propiedad de Lord Heddington así como la cercanía de éste, había conseguido lo impensable. Amparado por Patrick logró ganarse la simpatía de Susanne quien, a su vez, estaba consiguiendo, en parte, que el señor Collins fuese aceptado por la mayor de sus hermanas.

Estaba claro que los reparos de Anabel hacia Patrick no acabarían de la noche a la mañana. Lo consideraba un hombre impulsivo, que gustaba llamar la atención e inclusive indecoroso, pero su hermana lo amaba y él le correspondía, sincero. Hacía feliz a Susanne y sólo por eso se obligaba a aceptarlo.

Sir Francis no olvidó la pregunta que el señor Banks le hiciera poco antes de que Patrick Collins apareciera en la humilde propiedad de las hermanas Cornwell y declarara su amor abiertamente a Sue. Cuando ya todos se hubieron instalado en la propiedad llamó al señor Banks al despacho y, tras una conversación que duró lo suficiente para saber cuál era el oficio de éste, ofreció al humilde herrero un trabajo.

El mayordomo de la familia era hombre viejo y estaba cansado. Su salud era en extremo delicada y Francis había convenido despedirle otorgándole una pequeña fortuna en agradecimiento a tantos años de fiel servicio. En la mansión se requería pues de un nuevo mayordomo y ese puesto fue ofrecido al señor Banks. Quedaba en él aceptar o rechazar la oferta, teniendo la tranquilidad que si rechazaba las puertas no le serían cerradas en las narices, sino que podría acceder a otro trabajo más de su agrado y acorde a sus expectativas.

Por otro lado, Banks, aunque no abiertamente, intentaba cortejar a Anabel. Mostrábase siempre solícito a cualquier cosa que la mayor de las Cornwell deseara o necesitara. Era un hombre maduro, es cierto, pero por lo mismo el suyo era un sentimiento más férreo, sosegado y seguro. Sólo restaba ver si Anabel estaba dispuesta a acoger y corresponder a ese sentimiento.

Pasó un mes y pronto pasarían dos. Los preparativos para la boda de Patrick y Susanne prácticamente habían finalizado. Sería una ceremonia austera. Intima. Aún cuando las cosas habían vuelto poco a poco a la calma y el peligro experimentado había cesado casi por completo, no era conveniente agitar mucho las aguas. Por la ciudad todavía existía presencia de soldados que intentaban averigüar por las desapariciones ocurridas durante la cuarentena.

El matrimonio se llevaría a cabo ese fin de semana, el día sábado, a mediodía y se celebraría en la capilla de la propiedad. Faltaban tan sólo tres días.

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21/03/2010, 15:36
Susanne Cornwell

Faltaban sólo tres días para la boda y Sue se sentía cada vez más nerviosa. Había decidido ser ella misma quien se ocupara de la confección de su vestido y el de sus hermanas, quienes las oficiarían de madrinas. Ellas la ayudaron a conseguir las telas y su invaluable ayuda contribuyó a que éstos fueran, a ojos de Sue, perfectos.

Las invitaciones se habían repartido hacía casi un mes y todos los invitados habían confirmado su presencia. Sue, pese a que Sir Francis les había obsequiado como regalo de bodas, entre otras cosas, correr con los gastos de ésta, se mantuvo firme en su petición de austeridad. Prefería que parte de ese dinero se utilizara en la reparación de la iglesia. El padre Thomas, como era de esperar, iba a bendecir esa unión.

-Señora Spooner -dijo acercándose a la mujer y colgándose de su brazo, afectuosa; se la veía sonriente- ¿Dónde están todos? No les veo desde el desayuno y ya se acerca la hora de comer.

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22/03/2010, 13:06
Edmund Banks

Edmund no podía esperar nada más agradable cuando el señor Spencer le ofreció el puesto de mayordomo. No porque ese fuera el trabajo siempre soñado, sino porque le permitía quedarse en la ciudad, y además en la misma casa que a las hermanas Cornwell... cerca de Anabel.

Ocupó el puesto con la seriedad que le caracterizaba para todo, y su caracter afable le permitió llevarse bien con el resto del servicio.

Pasado el tiempo, y restando tres dias para la boda, la casa era un caos, un revuelo, y el hombre volaba por la casa, tratando de que todo estuviera a punto.

Notas de juego

Editado para corregir destinatarios.

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22/03/2010, 18:59
Ethan Byron

- Es un gusto conocerle. Un verdadero placer.

 Ethan se inclinó con la educación que había recibido, es decir, exquisita y formal, metódica y calculada con un protocolo perfecto en sus miradas, en sus gestos y también en el trato. No miró a ninguna de sus hijas en aquel momento, no directamente, como si aquello pudiese ser considerado un agravante de una conducta libertina y condenable por parte del patrón.

- Le pido disculpas por los inconvenientes que haya podido tener nuestra presencia en vuestro hogar, como bien le han explicado la valentía de su sangre nos ha librado de una mala noche y no contentas con ello han completado el día con el humilde ofrecimiento de un desayuno.

 Ethan sonrió levemente dirigiendo una mirada tranquila al patrón.

 - Entendía que ya era el momento para irse, pero aseguraría que es usted un hombre ocupado y no desearía molestarle sin haber preparado antes adecuadamente el tema a tratar, si usted me entiende.

 Se alzó en su altura por completo, y levantó del mismo modo el mentón intentando, no obstante, no resultar soberbio.

 - Vease agradecida la hospitalidad de su familia, y si me lo permite el buen trato ofrecido por su servicio.

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23/03/2010, 23:59
Anabel Cornwell

Anabel dedicó los primeros días de su llegada en investigar la gran mansión de Lod Heddington con toda la discreción que pudo aunque cuando lo hacía acompañada de Liz no había sirviente que no supiera en qué estancia o pasillo se encontraban las hermanas comentando bromas sin cesar.

Aún así, poco a poco las visitas a sus hermanas fueron menguando y no por placer en realidad, si no para otorgarles su propio espacio y dejarles tiempo suficiente para conocer a sus futuros esposos, pues ella ya tenía claro que la menor de las Cornwell deseaba quedarse junto a Francis y cada vez se le notaba más.

Así pues, con esa premisa, las visitas a la cocina de la mansión se hicieron más frecuentes y con ellas las charlas con Edmund que resultaba ser un estupendo oyente y conversador además de educado y discreto, cualidades que sin duda apreciaba.
De vez en cuando le "arrancaba" de sus obligaciones para ayudarle a despejarse un poco de tanto ajetreo y aunque a veces se resistía poco a poco fue accediendo a las peticiones de la joven.

-¡Edmund!- espetó sobresaltada cuando ambos se encontraron de paso en el pasillo de acceso a la cocina. Banks estaba tan atareado que por poco tropezó con ella -Relájate, ya está todo bajo control y organizado, recuerda que será una fiesta sencilla. Incluso ayer acabamos de confirmar el menú con todas las cocineras- le explicó en ese tono mucho más familiar y distendido que había decidido adoptar con él.

-Vamos a dar un paseo, el aire te sentará bien- afirmó antes de rodearle un brazo para empezar a tirar de él en dirección al jardín, lejos de miradas indiscretas. No es que tuvieran anda que ocultar pero eso no implicaba que no prefiriera cierta intimidad y tranquilidad así que tras el consentimiento de la ama de llaves ambos desaparecieron de la casa. Al menos unos instantes.

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24/03/2010, 00:40
Edmund Banks

Si algo agradecía Edmund era que el tiempo pasado allí le había granjeado la amistad y la atención de Anabel, que tan a menudo le hacía partícipe de sus pensamientos, y le hacía sonreir.

Le resultaba divertido que ella, siempre tan responsable, tratara de que él lo fuera un poco menos.

En el momento en el que se encuentran y ella le llama, da un pequeño brinco sobresaltado:

- Vaya Anabel, dísculpame....casi te arrollo. Tiende la mano hacia ella, tomándole suavemente el brazo. Ahora se tutean, y se puede permitir ese pequeño contacto... aunque retira la mano rapidamente. Lo sé, lo sé, tienes toda la razón, como siempre. Es que no sé por qué esa boda me pone nervioso.

Acepta la oferta del paseo y el brazo de Anabel con una sonrisa encantadora, encaminándose con ella a la zona de los jardines.

- Bueno, Sue se casa en tres dias, Elizabeth no creo que tarde en recibir una propuesta de matrimonio, mucho más de su agrado que la que recibió en la casa, aquella noche, ¿recuerdas? - La mira, con una sonrisa, pensando en todo lo que ha pasado desde entonces, y en ellos dos- Te vas a sentir extraña sin cuidar de todo el mundo.

Baja la cabeza timidamente. Cuanto desearía él osar tan siquiera a proponerle.... sueños tontos de alguien que poco puede ofrecer aparte de su persona.

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27/03/2010, 22:33
Patrick Collins

Habían pasado ya dos horas en la tienda del modisto, al que habían encargado el traje de boda para ambos. Benditos aquellos tiempos en los que su máxima preocupación era la tela de un pantalón, el corte de una levita o el entallado de un chaleco. Los trajes estaban listos, pero faltaban los últimos retoques, y la compra de complementos. No habían querido informar a las señoritas de aquellas compras, al ser obviamente asunto puramente masculino y secreto que solo se desvelaría en la boda.

Tras discutir sobre la conveniencia de casarse de uniforme, habían optado por ser discretos, ya que no convenía llamar la atención de miradas extrañas. Los sucesos de Winfield todavía estaban relativamente frescos, y no convenía que nadie les asociara con los rumores sobre gente de la aristocracia que había conseguido escapar al cerco que poco después se estableció sobre la tranquila localidad de la campiña. Tampoco se sabía nada del paradero del doctor Vintheville, el enviado de la reina para acabar con aquella plaga. ¿Pero realmente existía dicha plaga, o era una quimera?

Sea como fuere, él estaba de pie con el traje puesto, un conjunto muy elegante y vistoso de levita negra con ralla diplomática, camisa y corbatín blanco, con guantes de piel de blanco azulado y reloj de plata en el chaleco interior. El sastre volvía a comprobar las medidas con el metro, desde abajo del pequeño pedestal en el que se había subido.

Su señor estaba sentado detrás, observando la escena. Él sabía que tenía que sacar aquella conversación, tarde o temprano, y se decidió a hacerlo allí.

-Milord, tengo una duda -hizo una pausa- Cuando la señorita Susanne y yo nos casemos, ¿Debería reegancharme en el ejército? ¿O habíais pensado en otra ocupación? Lo digo porque, aunque sepáis que os he servido fielmente desde que éramos pequeños, ahora que voy a ser padre de familia, no será solo mi sustento el que esté en juego.

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31/03/2010, 20:14
Elizabeth Cornwell

En los días anteriores, Liz había ido de un lado a otro junto a su hermana, Anabel, preparando cosas, charlando, y también yendo con Sue de vez en cuando, pero, entendía que a esta última, debía dejarla más a su aire, puesto que ahora estaba viviendo una grandiosa experiencia...

Pero, al parecer, Sue no era la única, puesto que Anabel pasaba también un buen rato en la cocina, cosa que la hacía sentirse feliz por su hermana mayor, pero, a la vez, la entristecía, puesto que significaba tener que andar sola...

Así pues, de esa manera estaba esa mañana...
Vagando de un lado a otro, en busca de algo en qué entretenerse, hasta que, finalmente, decide irse al jardín a dibujar...

Tenía mucho que pensar...
Pero...

A la vez... Sentía que eso en lo que tenía que pensar... Era difícil de expresar con palabras... Sobre todo... Porque le costaba reconocerlo...
Así que daba rienda suelta a sus "sentimientos" mediante el dibujo...

Suspiró mientras tomó el lápiz y miró hacia la mansión, buscando en las ventanas...

Pero no encontró nada...

Nada de momento...

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04/04/2010, 23:26
Francis P. Spencer

Spencer, sentado, con la cara apoyada sobre su mano izquierda con aire meditabundo, tuvo que hacer esperar a Collins mientras pensaba en una respuesta. Tras un breve suspiro, se decidio a contestar de modo afable y conciliador.

-Patrick, yo no puedo decir lo que debes hacer. Pero bien sabes que si algo tengo de sobra, es dinero. De hecho, es lo unico que tengo... Siempre que tengas problemas financieros, puedes contar conmigo. Y naturalmente, esto incluye a tu mujer, naturalmente. Puedes seguir trabajando para mi siempre que quieras. No te faltara dinero, ni a ti ni a tu familia. Si prefieres volver al ejercito, no tengo derecho a impedirlo, pero recuerda que siempre encontraras mis puertas abiertas.

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07/04/2010, 15:13
Anabel Cornwell

Cuando ambos ya se han alejado lo suficiente de las zonas más ajetreadas de la mansión, Anabel aminora su paso, tomándose el paseo con mucha más calma mientras Edmund le recuerda aquel día no tan lejano.
-Ooh... Sí, lo recuerdo, pobre Alexander se precipitó demasiado. Mi hermana siempre ha sido muy especial para todo y eso incluye los hombres. Debería haber pasado más tiempo con ella antes de proponerle algo tan importante pero supongo que cuando el amor llama nos arriesgamos- rie despreocupadamente y después suspira hondamente.

-Sí, creo que me costará un poco adaptarme a una casa solitaria... Pero al menos me queda la boutique, no creo que mis hermanas tengan tiempo para ella cuando se casen- se encoge de hombros y acaba por detenerse -Puedes venir a visitarme alguna vez si lo deseas, creo que el Lord es bastante permisivo a pesar de su fachada adusta. Aunque de todas formas nos veremos cuando venga a visitar a mis hermanas- le sonríe animada ante esa idea y empiezan a deshacer el camino andando, pues aunque puedan permitirse el lujo de relajarse un rato tarde o temprano tendrán que volver a las tareas de preparación de la boda.

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08/04/2010, 00:15
Edmund Banks

Se rie levemente ante la afirmación de Anabel de que cuando el amor llega nos arriesgamos, pero camina pensativo.

Cuando le dice que puede visitarla la mira con curiosidad:

- Um, eso podría dar al traste con tu reputación Anabel. Vivir sola y permitir que un hombre te visite... no quiero ni pensar lo que todo el condado diría de ti.

Mientras deshacen el camino extiende una mano hacia su brazo, tocándola ligeramente.

- Yo no sería capaz de hacer nada que te perjudicase... algún día querrás casarte también, como Sue, y no debe haber nadie que pueda mancillar tu nombre.

Suspira continuando el camino.

- ¿Sabes que me gustaría que todo se quedara como está ahora? Una tontería, lo sé. Pero mientras la boda no se celebre, todas estareis aquí, y yo podré seguir viéndote... viendoos, quiero decir.

 

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11/04/2010, 14:15
Anabel Cornwell

-Edmund, mi reputación ya está arruinada sin necesidad de que tú me visites. Primero fue la boda que nunca llegó a producirse y después todos los espectáculos que han ido formando mi hermana y Collins en público y que espero que remitan cuando sienten la cabeza y se esposen- niega ligeramente con la cabeza dejando claro que es una actitud que no le agrada pero eso es algo que Banks ya sabe de sobras.

-De todas formas empiezo a hacerme mayor para pensar en bodas y más después de que me rechazaran la primera vez. Seguro que ya ha oído los rumores- quizá Edmund no lleve mucho tiempo por esa campiña pero lo más probable es que los vecinos no hayan desperdiciado la oportunidad de explicarle la vez que Anabel estuvo prometida y acabó siendo abandonada sin motivo aparente. Aunque hay muchas teorías al respecto, como es de esperar.

Tras el último comentario de Banks, al cual parece que se le escapan un poco las verdaderas intenciones, Anabel ríe arrugando un poco la nariz.
-No te preocupes por eso, yo también quiero seguir viéndote y no creo que haya nada de malo en ello mientras lo hagamos con discreción, ¿no crees?- vuelve a envolver uno de sus brazos y reanuda la marcha en dirección a la gran mansión Heddington.

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11/04/2010, 15:36
Edmund Banks

-Oh, lo siento Anabel... no sabía nada de lo sucedido en tu pasado.

Tomando aire, para darse valor toma la mano que ella enlaza en su brazo para depositar un casto beso en su dorso:

- No eres demasiado mayor para pensar en bodas, y nadie que tenga tan sólo un poco de inteligencia dejará que ninguna habladuría se entrometa en sus sentimientos.

Vuelve a depositar la mano sobre su brazo, sonriendo a la muchacha. Cuando ella habla de discrección, se rie suavemente:

- Supongo que esa es la consigna primoridial para sobrevivir siempre. Me alegra que compartamos el deseo de seguir viéndonos.

La casa está ya demasiado cerca para Edmund, que hubiese deseado prolongar el paseo, y aumentar su valor.

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12/04/2010, 02:56
Hypatia

Ambos hombres fueron presentados al señor Hancock y ambos pudieron constatar de dónde es que las hermanas habían heredado ese modo de ser tan jovial y cercano. No pudieron decir lo mismo de la madrastra de éstas quien, pese a ser todavía joven y hermosa, era dueña e un carácter bastante agrio y altivo. El primero en notarlo fue Jean, a quien miró de pies a cabeza sin el menor de los disimulos. Con Byron hizo igual, sin embargo se mostró con él más amable e incluso hospitalaria.

-Buenos días, señoritas -dijo a sus hijastras con forzada sonrisa, notábase en ella que las jovencitas significaban un estorbo.

El señor Hancock, tras enterarse de los sucesos acaecidos la noche anterior y el riesgo al que habían estado expuestas sus hijas, no pudo más que agradecer la gentileza de ambos hombres. El, al igual que sus hijas, no hacía la menor distinción entre clases, eran para él todos hijos de Dios y por tanto iguales, lástima que no pudiera decirse lo mismo de la señora Hancock, pero eso era ya harina de otro costal.

Enterado pues de todo lo acaecido sintiose en la obligación de ofrecer alojamiento a los dos caballeros y así hizo y lo hizo de tal modo que ninguno de los dos caballeros se pudo negar.

Al término de esa semana el señor Hancock estaba al tanto de todo lo acaecido durante su ausencia, pudiendo darse cuenta, además, del cambio experimentado por sus hijas y sonreía por ello pues las notaba más maduras.

Las noticias de la boda entre Susanne Cornwell y el irlandés al servicio de Lord Heddington ya habían llegado a sus oídos y bien sabía que las invitaciones no tardarían en llegar.

Aquella tarde había un sol radiante y el señor Hancock invitó a su despacho a Lord Byron para concederle la audiencia que éste había pedido. Las hermanas, acompañadas de su chaperona, Mrs. Hancock y Jean optaron por dar un paseo. Ninguna de las dos jóvenes parecía muy animada ante la idea de que su madrastra las acompañara pero nada pudieron hacer para negarse.

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12/04/2010, 04:00
Hypatia

El sastre, acostumbrado a oír mil y una cosas debido a su oficio, asistía silencioso a la conversación de los caballeros. Ambos caballeros resultaban caras conocidas para él, ya antes les había confeccionado prendas aunque ninguna revestía la ceremonial importancia de las actuales.

Daba los últimos retoques al traje y, si eran pacientes, podrían llevárselo esa misma tarde. No pudo evitar sonreír al oír el comentario hecho por Patrick con respecto a ser padre de familia, mismo que hacía unos años ya él mismo se hiciera antes de contraer nupcias.

El silencio se hizo en el lugar y el sastre carraspeó ante lo que le pareció un incómodo silencio antes de hablar…