Partida Rol por web

 Pongo el guión que le estava mandando por privado a Rennard, pero que acavo de ver que será mejor colgarlo aqui y asi atajamos.

Había empezado lo duro, el esfuerzo fisico no le dolia, Rennard provenia de un mundo salvaje, donde solo los más preparados tenían un futuro, por no decir una vida, pese a ello, se continuaba esforzando para jamás quedarse atrás.
Con ello y siguiendo el consejo del Lexicarium Aectos empezó a absorver conocimientos.
La peor parte era cuando los sometian a operaciones, los medicos decían que eran unas mejoras, pero a Rennard las agujas no le hacían gracia, por no decir otra cosa, un día cuando le habían preparado una operación, se encontraba en la habitación donde dormian todos juntos, se había adjudicado un rincón, cercano a la ventana, desde donde podia observar el exterior, cogió el diente, con el cual, en el poco tiempo libre que les dejaban entre instrucción e instrucción se había hecho un colgante, era su mejor amuleto y entonces entro el aspirante Hideus...

Desde la fecha en que le fue profetizado su futuro, la misma en la que llegó a Inanna IV, no había dejado de pensar en las palabras del Lexicanum Aectus. Estas pocas palabras le habían afectado, incluso más de lo que admitía cuando alguien le llamaba la atención sobre el tema.

Con esto en mente, y por no pensar en fallarle al Capítulo, que al fin de cuentas ahora era su familia, se sometía a fuerte entrenamiento físico incluso en aquellos escasos periodos que daban, no somos maás que unos neófitos, deseando de poder mejorar hasta donde fuese posible. Tan ansioso estaba que llegó a coincidir con alguno que otro de los nuevos 'reclutas', entre ellos Rennard.

Aunque Rennard se mostraba más o menos recluido, sentía cierta empatía hacia alguno de sus congeneres, uno de ellos era Graven, poco a poco fueron hablando largo y tendido sobre sus mundos respectivos, el Sargento Iah solía emparejar a Rennard en las peleas con Graven, de constitución mas o menos parecida ya que ambos eran delgados y bastante más resistentes, sin embargo el hecho de emparejarlos tanto empezó a provocar en ellos una especie de competición, no solo en sus peleas, que cada vez eran más duras debido al intenso entrenamiento, sino que empezaron a competir por todo tipo de pruebas fisicas.

Rennard, deberías dejar esas tonterías. Aferrarte a ese pedazo de despojo no parece lógico en alguien que lleva meses sacando de quicio analizando cada mínimo de talle de todo lo que le cuentan...

Se sentó en un taburete, y se acercó un Servidor. Esa vez tan solo le tenían que colocar una batería de inyecciones. Mientras Hideus no había estado muy animado. Su Esqueleto había crecido, y los implantes se habían adaptado perfectamente. Si esto ya era un logro, que decir del echo de que en su entrenamiento de armas todo pareciese funcionar a la perfección... excepto porque constantemente le acometían unos vacíos en los que parecía que nada tenia sentido, que luchaba por el emperador como había soñado una vez, pero no comprendía lo que significaba aquello ahora que ya era un soldado entre sus filas.  Miro por la ventana mientras varias agujas perforaban sus huesos. La tenue luz que entraba le hacia volver a sus dudas... y de repente bajo la mirada y volví a ver a Renard murmurando algún canto con su colgante de diente en las manos. Aquello era demasiado.

"debería ser tratado por hereje. Aunque que diablos. Nada de esto tiene sentido. Pero el emperador merece un mínimo de respeto".

Tras lo cual un gran ardor le invadió el cuerpo, eran habituales desde que empezaron a darle drogas con la comida. Se levanto con al cara roja, y con las inyecciones aun clavadas en su brazo hasta el hueso. Fue por la espalda de Renard, le arrebato el colgante y lo apretó con el puño, para luego arrojarlo con furia contra la pared.

Maldita sea Rennard! tu y tus entupidos amuletos estáis completamente fuera de lugar aquí. Somos guerreros del emperador, no una panda de  débiles paganos.

Oyendo barullo, más del acostumbrado a haber gebneralmente en el Aphotecarium de la Fortaleza-Monasterio, me acerco a averiguar que rayos está sucediendo. La escena que veo me sorprende bastante; Hideus, uno de los reclutas que estuvieron en el Rito del Tarot conmigo, de pie y con la cara roja y Rennard, alguien con quien me he entrenado en varias ocasiones y tengo más confianza, con un haz de agujas en la mano y cara sorprendida.

Desde mi posición

En nombre del Emperador, ¿que sucede?

Mi mayor temor es que entre ahora algún Hermano ya ordenado y termine por liarse.

Rennard fue lento en reaccionar, estaba sumido en sus temores, sus miedos, de pequeño los conocimientos habían sido enseñados de padres a hijos, de abuelos a nietos y el hecho de que una maquina pudiera inculcarselos era divertido.
No vio el movimiento de Hideus y este aprovecho su descuido para quitarle su colgante, su trofeo, conseguido, y gracias al cual Rennard creía que se habian fijado en él.
Las palabras que siguieron de Teman le golpearon muy hondo.

Cita:

Algo en su interior explotó tambien, un escalofrio se apoderó de él y temeroso quizas, su unica reacción fue golpear y duro.
Aunque Hideus estaba listo para esquivar el golpe, Rennard golpeo la pared dejando allí su puño incrustado, luego lentamente giró su cabeza hacia Teman.
¿Como osas mofarte de mis costumbres, nosotros llamabamos al Emperador el gran cazador, esto que tu tanto desprecias tiene mucho valor, así que retira tus palabras o ...-dijo Rennard mientras sacaba su puño de la pared.
Lamentablemente en la sala no estaban solos...

Micah, tímido por naturaleza y acostumbrado a seguir órdenes desde pequeño, usaba el entrenamiento para alcanzar y probar constantemente su límite. Su natural reserva lo había cuasi aislado del resto de los reclutas, pero cuando se dirigían a él siempre respondía con respeto y trataba de mediar en las disputas que el carácter fuerte de algunos de sus compañeros inevitablemente desataban. Con esmero y dedicación soportaba las duras pruebas físicas y los agotadores entrenamientos mentales. Desde que comenzara como recluta no había flaqueado, por más que la tentación lo invadiera algunas tardes agobiantes y quisiera huir de la fortaleza. Pero el tiempo de neófito estaba por tocar su fin y él creía que pasaría con éxito el Rito de Iniciación. 

El entrenamiento era duro y agotador, parecía que nunca acababa, y cuando lo hacia otro empezaba, pero me esforzaba cuanto podía, exprimiendo al máximo cada célula de mi ser cada centímetro de nervio y eso acumulado a la batería de líquidos y cirugía que nos administraban nos iban convirtiendo en aquello que vi, Gigantes, defensores de la humanidad ante cualquier corrupción.

Absorto como estaba no vi el careo de Rennard e Hideus, hasta que escuche el estruendo en la pared, les mire con tranquilidad y dije: Vamos, vamos, somos hermanos con historias diferentes y costumbres diferentes, Rennard, ese colgante tan importante para ti conservarlo pero no lo uses cuando tengas miedo, preocupaciones o inseguridades, el que te ayudara de verdad sera el Emperador nuestro dios y es él el que te da fuerzas aunque sea a través de ese trofeo, piénsalo bien. Y tu hideus, deja a Rennard, pues si ese trofeo fuese peligroso, hace tiempo que los grandes maestros del capitulo habrían acabado con el. Y dicho eso siguió con lo que estaba haciendo.

Mirando hacia unas marcas en la pared de la celda, 2 años, vaya, como pasa el tiempo, 2 años de sacrificio, 2 años de esfuerzos, 2 años de perfeccionamiento, y que he conseguido en estos 2 años. Mirandome de arriba a abajo, -Pues si- he conseguido mucho, que demonios hasta Iah casi me cae bien, esbozando una sonrisa silenciosa. Y mis compañeros, ahora son mas que eso, son hermanos, yo daria mis bracos por ellos y ellos los darian por mi, es una unión una simbiosis, que pocos podrian entender, somo las armas del vendito emperador, y estamos aprendiendo aun a sacar lo mejor de nosotros mismos.

Durante dos años, han comenzado a desarrollarse de simples mortales a algo más, caminando el camino que los convertirá en Ángeles de la Muerte.

Si bien no tienen acceso a las instalaciones de los Marines del Monasterio-Fortaleza, pues hasta que no cumplan el Rito de Iniciación no se los considera parte del mismo, han interactuado a diario con numerosos Astartes encargados de su educación.

El Sargento Iah, por supuesto, es el coordinador de todas las actividades. Está en la puerta a las 4am para, al principio, despertarlos a patadas, y con el correr de los meses, simplemente guiarlos fuera para el trote matutino. Ahora los 20km les parecen un paseo por el parque.

El Apotecario Jefe, el único Marine de alto rango que han conocido en este período, es el encargado de supervisar el implante de los preciados órganos que los convertirán en un Marine. Su nombre es Cais, pero todos le dicen "Capitán", pues ese es el rango militar que a sangre y fuego le ha sido conferido (aunque no lidere ninguna compañia).

El Confesor Melchior los instruye en el credo imperial, la historia del capítulo y los Astartes. También los escucha y aplica castigos para purificar el alma que hacen que los de Iah parezcan caricias.

De vez en cuando se les unen otros Marines, como Cess, Vilker y otros, para enseñarles sobre unidad, combate, el trabajo en equipo, la mejor forma de usar las armas y EL arma, la Fé en el Dios-Emperador.

Czorf y Arnulf también deben, durante una hora todos los días, presentarse ante Aectus quien monitorea su desarrollo psíquico y controla la barrera que impide que estas habilidades se manifiesten sin control. Les habla sobre control, la Disformidad y sus Demonios, y les enseña pequeños trucos para que se acostumbren a sus increíbles poderes. Sin embargo, no deja de repetirles que solo les enseñará el verdadero poder cuando estén listos. Si están listos en algún momento.