Partida Rol por web

En el momento que cogisteis el sombrero de vaquero, las extrañas náuseas regresaron a vuestro cuerpo ¿es que aquello iba a ser el modus operandi del programa?

Al parecer, la puerta de metal debía representar otra cosa ya que el mero hecho de coger el objeto en vuestras manos os teletransportó a lo que sería vuestra misión.

Cuando finalmente desaparecieron las náuseas y se retomó el control de la situación, se pudo comprobar que el escenario donde os encontrabais ahora era bien distinto.

El sonido escandaloso de una muchedumbre riendo, gritando y cristales rotos ambientaban un escenario propio de cualquier taberna de mala muerte. Una vez recobrado el sentido comprobasteis con claridad que vuestras ropas ya distaban de ser aquel uniforme de Imperus, sino que lucíais trajes dignos del oeste americano con sus característicos elementos que con tanta elegancia adornaban una turbia época.

Estabais en mitad de un Saloon, a vuestro alrededor más de una decena de personas que hacían diferentes actividades: beber, cantar embriagados, dejarse seducir por las palabras pagadas de las prostitutas y escuchar aquel piano desfasado cuyas notas estaban programadas a medias…

No concebía la idea de que a aquel tipo le diera igual cuál de los objetos escoger, estaban metidos dentro de un proyecto experimental, cualquier detalle era de suma importancia. No permitió que su irritación se dejara ver, pero siendo tan observador como era, podía apreciar como mantenía la mandíbula bien apretada, señal clara de contención. No era consciente de que estaba siendo evaluada constantemente pues toda su atención la tenía puesta en lo que La Barca les estaba mostrando.

— Mucho… — murmuró con pasividad a su auto-alago, ¿podía ser más arrogante? Ya estaba hastiada de él y acababan de comenzar. Lo que le esperaba… — No olvides que esto es cosa de dos. Tenlo presente porque no voy a sacarte las castañas del fuego porque sea yo la que está tomando la iniciativa. — Aquella vez le miró con severidad, ni por asomo iba a permitir que le volviera a pasar. No permitiría que… si algo saliese mal, MUY mal, fuese por sus decisiones tomadas en solitario porque él la dejara siempre escoger. No quería volver a tener la responsabilidad de la muerte de otros. — Espabila. —escupió la palabra justo en el momento en el que volvían a “viajar”.

Las náuseas se alojaron en su estómago, esta vez las sintió más revoltosas y deseó poder vomitar mas no dio tiempo, pues todo pasó y se vio rodeada de un entorno diferente. Abrió sus ojos de par en par, pasmada por lo real que parecía todo. A juzgar por la indumentaria de y el local donde se encontraban, juraría que estaban situados en el viejo oeste… Ahora comprendió el sentido de los objetos a escoger.

Ladeó el rostro para buscar al que llamaría “patán” en su fuero interno, y fue fácil de reconocer…  excepto que parecía tener menos canas… ¿no? Su rostro parecía más juvenil. — Te ves un poco diferente... — Dijo con extrañeza. Ella no tenía ni pajolera idea de que ambos habían cambiado de apariencia. — No sé de qué va esto pero mezclémonos con el entorno, a no ser que tengas algo que objetar. — palmeó su cadera donde descubrió un revolver enfundado. Acarició el arma sin sacarla, notando perfectamente su forma, su relieve. Todo era demasiado real.

Interesante. Hasta ahora tenía una pequeña idea de lo que podría esperar de esa mujer. Era curioso que le molestara tomar decisiones, pues tiene todas las actitudes de alguien que manda a otros, acostumbrada a lidiar con consecuencias… O quizás es solo una fachada. Iba a aclarar algo, pero todo volvió a voltearse, a romperse y mil cosas desagradable más.

¿En verdad viajábamos? Porque era el peor viaje que hubiera realizado en mi vida, ni siquiera cuando tuve que pasar por debajo del radar en esa asquerosa avioneta por Colombia fue tan malo como eso. Pero sin duda era rápido, en unos pocos segundos estábamos… en el lejano oeste. Mis ojos recorren todo mientras mi sonrisa se vuelve más y más amplia. De chico siempre fue mi época preferida. Apoyé mis manos en el cinturón, notando las empuñaduras de dos revólveres.

-Incrustaciones de nácar, talladas, gemelas- dije mirando hacia abajo y descubriendo que mi ropa había cambiado. Me pasé la mano por el cabello, notandolo mas largo y sedoso. Mi rostro tambien parecia diferente, no lo sentia haci desde hace... no mucho tiempo. Ejem. Daphne me habló, aunque no se parecía en nada a ella. En realidad ese gesto huraño continuaba en su rostro, lo que haria fácil reconocerla por mucho que cambiara. Puse mi mejor cara de horror mientras le miraba el rostro con atención-. Te pareces al feo de la película de Eastwood…

Otra mirada a mi alrededor. Nadie nos enviaría allí solo para dar una vuelta, seguro que pronto se armaría una batalla campal. La idea de mezclarnos era buena, destacar poco siempre era el mejor plan.

-Hablaré con el cantinero- todos tenían una cara de ser asesinos profesionales y no bañarse hasta el próximo año bisiesto-. ¿Sabes cuál fue la mayo causa de muerte en el lejano oeste? –dejé la pregunta en el aire unos segundos, antes de contestarla yo mismo-. Peleas por mujeres. Ten cuidado. Y no dudes en ser ruda. Si necesitas ayuda…- le guiñé el ojo para encarar mis pasos hacia la barra.

Daphne arqueó una ceja sin haberse asustado de la expresión que Brian tomó al verla. Se comprobó a sí misma, ya se había percatado de que llevaba ropas del oeste pero bien era cierto que no se había puesto a analizar concienzudamente su aspecto, sin un espejo era complicado. Pero entonces sí que vio los mechones que caían sobre sus hombros de color rubio y por los pechos que cargaba no era ningún varón tal como había dicho Brian. Volvía a intentar tomarle el pelo. Suspiró. Pero lo cierto era que hubiera deseado que tuviese razón y tuviese el aspecto del feo de aquella película, de esos que intimidan y hace que te tomen en serio casi de inmediato. La belleza y más en una mujer en el viejo oeste era una desventaja si teníamos en cuenta el carácter de Daphne. Tendría que concienciarse de ello para no dejarse llevar.

— Sé cuidarme. Yo estaré en una de las mesas por si eres tú quien la necesita. — respondió ignorando su guiño y se puso a analizar al tipo de gente que veía, buscaba una mesa que estuviera vacía o casi para tomar asiento y comprobar si podía escuchar algo útil mientras Brian se encargaba de hablar con el cantinero.

Una vez que os habíais habituado a vuestra nueva indumentaria el barman os interrumpió con su mirada picaresca y su barba bien recortada, apenas dio tiempo por ejemplo a que Daphne se alejase demasiado.

- Vaya, dos nuevos forasteros ¿verdad? No me suenan vuestras caras pero eso no impedirá que recibáis toda la hospitalidad de este pequeño pueblo – dijo mientras escupía sobre un vaso para seguir frotando con su trapo.

- Y bien, ¿Qué os pongo? Tengo whisky escocés, un licor de frutas y el especial de la casa, “el ojo del Diablo” – al decir la última palabra se notó que aquella bebida (fuese lo que fuese) era algo potente de verdad.

Su contestación fue justo lo que hacía falta en ese mundo sucio y maloliente como lo era el salvaje oeste. Seguramente se desenvolvería bien entre todo ese atajo de vividores y degenerados, sin necesitar mi ayuda en ningún momento. Pero recordaré esas palabras para usarlas en su contra cuando en verdad necesite de mi ayuda.

Antes de poder siquiera dar un par de pasos hacia el cantinero, este nos habla y ofrece un conjunto de bebidas. Eso es raro. Normalmente pides lo que quieres, nunca se te dan tres míseras opciones a elegir. Sonaba a prueba y no sabía bien porque. Mis ojos estudian al cantinero, se ve tan real como todo lo demás, pero algo es anormal.

-El ojo del Diablo- le dijo con total seguridad. Estoy seguro que el licor de frutas debe agujerearte el estómago, el whisky debe parecer a gasolina y mínimo eso me matará o derretirá mi mandíbula. Pero en ese lugar, ser duro es lo que estaba de moda, masticar tabaco con el costado de la boca y fumar por el otro lado, mientras le disparabas a la gente elevaba tu estatus. Y también debo comprobar que tan “especial” es este cuerpo nuevo, porque definitivamente parece otro cuerpo y no el mío. Si veo que la bebida es toxica con solo mirarla… pues ya veré como esquivar el bulto como lo hago siempre que me encuentro con problemas.

No le dio tiempo a acoplarse en alguna de las mesas pues el barman ya les había echado el ojo a los dos forasteros, como si de algún modo u otro, les hubiera estado esperando. Se volvió hacia el hombre y se acercó para apoyarse ligeramente en la barra pero no demasiado, tenía pinta de que podría quedarse pegada en ella por el continuo derramamiento de alcohol.

No había ido allí a beber, aunque en realidad no había venido allí a nada en particular, solo se estaba dejando llevar por el programa. Se imaginó entonces que aquello era una especie de prueba requerida para continuar con el supuesto entrenamiento pero aquella elección le pareció tan… trivial. Observó que Brian no se lo pensó demasiado y pidió lo que tenía pinta de ser el trago más fuerte que ofrecía el barman. Daphne le miró arqueando una ceja, ¿por qué? ¿Quería hacerse el duro o quería probar su resistencia? La mujer no se dejó arrastrar por la decisión de su compañero ya que pensó que lo más adecuado para conocer de qué iba todo aquello era empezar en un punto intermedio, y pensó que la segunda elección era el equilibrado.

— Un trago de whisky escocés — dijo esperando a que se lo sirviera para bebérselo.

Aún sin saber cuál era vuestro objetivo aquí decidisteis que era buena idea tomar algo para empezar aquella experiencia con buen pie. A pesar de que vuestra elección era fuerte, os sirvió para despejar vuestra mente y complacer a un barman que comentó alegre que os invitaba a esa copa con tal de que volvieseis más adelante.

Sin embargo, la elección de Brian llevó a algo más.

- Damas y Caballeros, aquí tenemos a un valiente que va a asumir el reto del “Ojo del Diablo”. Ahhhh, me encanta cuando un forastero cree que tiene lo que hay que tener – dijo mientras sacaba de debajo de la barra una botella que tenía una gran “X” marcada en la etiqueta y cuyo cristal parecía desgastado por el paso del tiempo.

Sirvió el líquido oscuro sobre el pequeño vaso derramando parte de él sobre la madera y se la ofreció a Brian a la vez que asentía lentamente. De repente notasteis que se hizo el silencio en el Saloon, todo el mundo estaba expectante a su osadía. No había dudas de que aquello era un reto que sabía captar la atención del público.

Por alguna razón, el silencio que se produjo mientras veía como el cantinero llenaba la pequeña copita me preocupó. Es como cuando todos saben que algo muy malo va a pasarle a un incauto y esperan con ansias como se produce el desastre. Apenas lo acerqué a mi nariz, el simple aroma pareció penetrar en mi mente, como una insidiosa nube toxica alojándose allí. ¿Y debía tomar eso? Podía sentir la mirada de todos esos hombres en mi espalda, como si fueran armas listas para disparar. Me encogí de hombros y apuré el vaso… Sentí como si mi interior se derritiera, quemara, corrompiera, destruyera y muchas otras sensaciones autodestructivas mientras ese líquido del mismísimo infierno bajaba por mi garganta. ¿Ojo del diablo? Debería llamar Meada del Diablo. Y eso no terminó con solo dejarla pasar. Claro que no. La sensación entumecimiento pasó de mi estómago a todo mi cuerpo, por mucho que le puse empeño en resistirlo, debo decir que eso no era licor, era muerte embotellada.

Y ya estaban llamándola atención, bueno… Brian. Cuando el barman anunció que su compañero bebería el brebaje aquel denominado “Ojo del Diablo” todos los pares de ojos del lugar se clavaron en él, y Daphne sin poderlo remediar, dio un pequeño paso hacia un lado, deslizándose por la barra para alejarse del foco de toda la atención. No tenía buena pinta la botella por la señal que estaba marcada en ella, le faltaba la calavera para identificarlo como puro veneno.

Ella  tomó en su mano el trago de Whisky y alzó el codo hasta que se bebió todo el líquido, estaba fuerte pero era fácil de aguantar, no era la primera vez que lo probaba. Luego contempló la reacción de su compañero y por su cara no parecía divertido. Como eso lo tumbara recién empezar la “aventura” mal íbamos. Daphne posó la mano sobre su hombro y lo agitó un poco. — Eh, despierta. — Se contuvo para no darle un par de cachetadas a la cara. — ¿Estás aquí?

A pesar de que al principio parecía que él había resistido bien, en pocos segundos Brian notó como sus sentidos empezaban a nublarse hasta el punto de perder el control incluso de lo que salía por su boca. Había personas que se acercaban a vosotros aunque no teníais claro si para reírse o para ofreceros ayuda…

Daphne, apurada por la situación, por mucho que intentase ayudar a su compañero no lo conseguiría, puesto que estaba bajos los influjos de aquel brebaje que provocaba que insultase hasta al más indefenso.

Parece que algo que dijo el agente alteró al personal y generó en cuestión de minutos un altercado en el bar donde todos se peleaban contra todos y donde desafortunadamente recibisteis más de un golpe. ¿Sería aquello por lo que llamaban a esa bebida el ojo del diablo? Era capaz de convertir a la persona más inocente en una máquina de improperios.

¿Quién demonios era esta tía? ¿Por qué pone sus manos en mi hombro como si me conociera? Mis ojos tratan de fijarse en algo, pero todos estos tipos no me inspiran confianza… ¿Mi tapadera fue descubierta?

-¿Qué demonios me vez cara de puerco afeminado?- parece ofendido por mis palabras-. Perdón. Eso fue un insulto a todos los puercos afeminados del mundo. Yo diría que te pareces a un chacal con parásitos que va arrastrando el trasero en la hierba- eso me provocó un ataque de risa, pero al ver a su compañeros, quizás su pareja acercarse no puedo menos que centrar mis insidiosos comentarios hacia él-. ¿Y tú qué? ¿Quieres pelear? No creo que tu mami te deje, aunque si le hablas de mi seguro que lo permitirá. La pasamos bien la última noche- una botella voló hacia mi cabeza, la esquivé de pura casualidad-. ¿Con que esas tenemos eh?

Uno de los bancos apareció en mi mano así que, aprovechando ese giro de los acontecimientos, pasé a estrellarlo en el sujeto con cara de chacal. Su compañero me dio un golpe que me hizo caer sobre una mesa. Dolió como el demonio, pero una patada en la entrepierna duele aún más. Por alguna razón, yo no era el único siendo golpeado o golpeando. Todos parecían tener alguna rencilla particular que fue cobrada en ese momento.

-Jajajajaja- nadie había sacado sus armas, lo que era bueno, pero no dudaban en usar el mobiliario en su lugar. Hay que meterse en la pelea, aunque no recuerdo por qué-. ¡Por La Barca!- me arrojé sobre un gordo que revoleaba una mesa, terminando ambos en el suelo y la mesa yendo a volar a dios sabe dónde. Siempre tengo una regla: No luchar contra alguien más grande que yo, pero ahora mismo mi mente no es confiable. Así que pronto el gordo esta sobre mí, aporreando mi cabeza contra el mugroso suelo. Le mordí la mano y, en cuanto me soltó, golpee con todas mis fuerzas su goda cabeza-. Para que aprendas…

Todo a mi alrededor da vueltas, pero continuo golpeando y siendo golpeado sin distinción alguna. Se suponía que debía hacer algo o que tenía un propósito, pero esto era tan divertido y me sentía tan eufórico que podía hacerlo siempre.

—¿¡Pero qué haceees?!— emitió entre dientes, en un intento de que nadie más la escuchara recriminarle lo que estaba haciendo. Los ojos de la ahora rubia estaban abiertos de par en par, escandalizada silenciosamente por las “perlas” que estaba soltando su compañero. Insultando sin ton ni son a quien tenía delante, humillándolo con sus palabras y riéndose en su cara.

Pronto notó como el ambiente se estaba caldeando más y más por la manera en la que muchos se estaban acercando, aunque ya se empezaban a mirar mal entre ellos. Entonces se ejecutó el primer golpe y el resto respondió de la misma forma. Volaban puños que se estrellaban en mandíbulas ajenas, y también sillas y mesas. Volaban jarras de cerveza y vasos de cristal que se estrellaban contra la pared cuando no encontraba a nadie en su trayectoria.

Tuvo la fortuna de esquivar el primer golpe que un parroquiano le quiso propinar, pero el que le llegó por la espalda la recibió bien, directo al costado. Daphne se inclinó hacia un lado y aprovechó ese movimiento para esquivar una silla que iba directa hacia ella. Luego giró sobre ella para agarrar al que había osado golpearla, lo estrelló contra la barra y le repartió dos buenos puñetazos. Estaba claro que ella no era de las que lo dejaban pasar. Justo cuando iba a propinar otro puñetazo, un tipo bastante grande la cogió por detrás, pasándole los brazos bajo las axilas de modo que no se pudiera mover, pero el taconazo que le metió en la entrepierna la liberó instantáneamente. Acto seguido, trató de encontrar algún escondrijo, o si había hueco hacia la salida, ir hacia ella.

En vista del caos que se generó en cuestión de minutos en mitad del Saloon, a golpe de disparos el Sheriff hizo acto de presencia. Una gran parte de los allí presentes siguió con la pelea y el alboroto mientras que otros (más astutos) decidieron quedarse apartados para no verse salpicados por la reprimenda.

- Las tonterías se van a acabar ¡todo el mundo quieto! – gritó mientras disparó la última bala. Parecía que aquel Sheriff era partidario de llamar demasiado la atención.

No os dio tiempo a reaccionar ya que abusando de su fuerza aquel hombre que supuestamente iba del lado de la ley os arrestó ¿Una mera excusa por ser extranjeros?

Sabíais que si os dedicabais a defenderos de la autoridad con más violencia todo acabaría de una forma nefasta así que lo mejor era dejarse llevar y buscar una alternativa civilizada: vuestro sentido común apelaba a ello.

A los pocos minutos os disteis cuenta que realmente solo cogió como presos a ustedes dos, os arrastró con poca elegancia hasta las instancias del Sheriff donde una cutre celda albergaba a un tipo de poca agraciada apariencia que no paraba de berrear.

El Sheriff os hizo sentar en unos taburetes y dejó su rifle a un lado. Escupió en el suelo y se sentó también cerca vuestra.

- A ver, sois nuevos por aquí ¿cierto? no me gusta que andéis metiéndoos en líos tan pronto pero igual tenéis la oportunidad de ganaros la redención – sonrió pícaro.

- Ese de ahí, el que vocifera es Perry el tuerto, un delincuente de poca clase que sabe más de lo que aparenta. Al parecer están preparando un asalto al tren de las 12:00 y no suelta prenda sobre a qué altura van a llevar a cabo la desfachatez. ¿Seríais capaces de intentar sacarle algo más que insultos de su fea boca? Si conseguís algo de utilidad os dejaré libres y estaremos en paz –

Teniendo en cuenta que si os negabais os arriesgabais a pasar bastante tiempo “a la sombra” decidisteis que no teníais nada que perder por intentarlo.

Y allí estaba Perry, insultando en voz baja a la vez que se movía con espasmos. Sin lugar a dudas resultaba extraño que alguien así formase parte de una banda pero… ¿quién sabe que potencial oculto tenía esa persona?

- Oh… carne fresca en el pueblo… ¿buscáis trabajo?¿eh?¿buscáis trabajo? Jejejeje – rió de manera grotesca.
- Puede que solo tenga un ojo pero sé reconocer cuando alguien tiene un alma especial… oh sí sí, especial especial… ¡como yo! – de repente notasteis que si dejabais que ese tipo hablase más de la cuenta ibais a terminar con la cabeza loca. Teníais un objetivo claro, extorsionarle, interrogarle, persuadirle… ¡cualquier cosa valía con tal de conseguir la información! Era bastante sencillo: ¿dónde iban a asaltar al tren?¿quiénes eran?

Si hay algo que debo agradecer, es saber cuándo detenerme y un disparo, aunque sea al aire, lograba ese cometido. Me levanté de donde estaba… enterrando la cabeza de ese pobre diablo en el tarro de escupitajos del lugar. ¿A quién demonios se le ocurrió un invento así? Seguramente al que limpiaba el suelo lleno de tabaco masticado y saliva espesa y negra. En fin, quedé en un rincón, con las manos en alto y mi mejor cara de inocente… aunque las marcas de golpes seguro me delataban. Observé a mi compañera, quien tenía el vestido desarreglado y lucía sudorosa. Ella también tuvo algo de diversión… Me cuesta imaginar quien habría empezado todo ese caso.

Para mi sorpresa, no se apiadó viendo mi inocente rostro, así que fuimos arrastrados a punta de rifle hasta la cárcel. He visto cárceles, y eso apenas se asemeja a una habitación mal ventilada con algo de paja en el suelo y no quiero imaginar donde van al baño… ¡Ugh! Acabo de verlo.

Se nos presenta a un sujeto con cara de rata y un solo ojo, al que debemos sacar información para no terminar en la cárcel. Una vez más, eso suena muy raro y artificial. ¿Qué clase de sheriff haría algo así? Siento lo mismo que cuando nos presentaron lo de los tragos. Estoy convencido que hay que seguir el juego, que esto tiene algún tipo de propósito. No es solo vivir en esa época, es también dar la talla.

-Bien, comienza seduciéndolo- le dijo a mi compañera de costado y en confidencia-. Muéstrale algo de piel. Seguro hablará.

Y lo digo muy en serio. El tipo tiene cara de no haber visto nunca una mujer como la nueva Daphne ni en sus sueños, solo hacía falta tirar un poco del hilo de la lujuria y el tipo dejaría la locura de lado para contarles hasta la talla de las botas de sus compañeros. Aunque quizás deba ablandar el terreno, dejarle el camino medio señalado a mi compañera…

-¿Quieres que le hable primero de ti para que te sea más sencillo?

Y de todos los que estaban allí cogieron a ellos dos, como si fuesen los parias del lugar y no únicamente los forasteros. Evidentemente todo aquello venía a causa del programa que los tenía enfilados y si les tenía que pasar algo en especial, tenía que ser a ellos que para eso eran los sujetos de pruebas. Daphne rodaba los ojos y se dejaba guiar por el Sheriff, dejándose llevar arrastrando los pies como la niña que esta aburrida del juego pero continúa igualmente. Suspiró y escuchó atentamente pero con expresión de hastío al hombre que le ofrecía la libertad a cambio de sonsacar información al tuerto de al lado.

El interrogatorio verbal nunca se le había dado bien a Daphne, era más de sacar información a base de mamporros pero por la reja que los separaba, habría que utilizar la lengua. Sin embargo, su fantástico compañero sugirió que utilizara sus encantos de mujer para que el criminal cantara. Ella le miró con pasividad, ¿acaso no se daba cuenta que los únicos encantos que tenía eran los físicos que el programa le había atribuido? Ella no sabía engañar a nadie, era un libro abierto por lo tanto, sus intenciones se le veían desde el otro lado del mundo.

— ¿Y por qué no lo intentas tú? A lo mejor eres de su gusto — entrecerró los ojos cuando le respondió con aquello. Se volvió roja por lo ofensivo que le resultaba que por ser mujer, había que recurrir a mostrar su cuerpo como una vulgar prostituta — Puto machista — murmuró para sí y escupió en el suelo, un acto común en el viejo oeste y que tan pronto se le había pegado.

Daphne se acercó a la celda con la mirada clavada en el tuerto, hasta intentó atrapar el cuello de la camisa al tipo metiendo el brazo por una de los huecos — Maldito gusano, ya puedes ir cantando sobre el asalto al tren que tenéis planeado porque no pienso quedarme aquí. ¡¿Dónde se llevará a cabo?!— tiró más de él — Si no lo haces, ten por seguro que mi amigo te dejará el culo como un bebedero de patos.

- Jajajajaja ¿de verdad? ¿con que esas tenemos eh? – de repente Perry empezó a darse golpes contra los barrotes mientras seguía riéndose.

- Jajajaja, ¡no voy a deciros nada! ¡Nada! ¡Antes prefiero morir! ¡moriré si es preciso! – y seguía con los golpes hasta el punto de provocarse una brecha, no era grave pero si seguía así podía ser peor. No teníais mucho más tiempo para conseguir la información era ahora o nunca.