Partida Rol por web

En el momento que Columbus cogió el escudo, las extrañas náuseas regresaron a vuestro cuerpo ¿es que aquello iba a ser el modus operandi del programa?

Al parecer, la puerta de metal debía representar otra cosa ya que el mero hecho de coger el objeto en vuestras manos os teletransportó a lo que sería vuestra misión.

Cuando finalmente desaparecieron las náuseas y se retomó el control de la situación, se pudo comprobar que el escenario donde os encontrabais ahora era bien distinto.

Todo esto implicó que el programa estaba funcionando al 100%.

En cuestión de segundos notasteis como todo vuestro ser se teletransportó a otro lugar, a otra era, a otro mundo.

Aún no veíais nada, estabais aturdidos por el viaje, pero escuchabais perfectamente, era mucho ruido, como un escándalo ¿una pelea quizás a vuestro alrededor?

Poco a poco ibais discerniendo más la realidad, se trataba de gritos de personas, no es que estuviesen peleándose, ¡es que estaban pletóricas!

Cuando recobrasteis la visión la imagen fue totalmente reveladora: estabais rodeados de más de una veintena de  hombres, todos fornidos, rudos, con aspecto de estar curtidos en la batalla o expuestos a duras condiciones. Todos parecían estar escuchando a una persona, alguien que estaba en el centro del semicírculo y que portaba sobre él un hermoso vellocino de oro.

De repente se escucharon susurros a vuestro alrededor: callad, Jason va a hablar.

Estabais en la Grecia Clásica, no sabíais si en la real o en la mitológica pero aquellas hermosas vistas de los templos blancos sobre las colinas, el olor a sal junto con la brisa costera os hacía creer que realmente estabais envueltos en una de las épocas más carismáticas de la historia.

Volver a viajar de aquella manera hizo que mi estómago volviese dar vueltas y más vueltas. De nuevo logré contener el vómito, pero cuando me enderecé, me encontré frente a frente con un grupo de hombres d aspecto aguerrido, noble, incluso,. Y en el centro de todo aquello, una figura que me resultaba vagamente familiar... por lo que llevaba encima.

El vellocino de oro.

callad, Jason va a hablar.

Vaya, pensé. Es ese Jason.

Y me callé a ver qué decía, mientras miraba de reojo a mi compañera.

Nunca me acostumbraría a las náuseas que anticipaban el siguiente viaje a otra época, en esta ocasión me imaginaba que sería la Grecia clásica por el tipo de escudo que Columbus había cogido y, cuando todo acabó y los contornos de las cosas fueron visibles de nuevo así como las voces a nuestro alrededor, vi confirmada mi teoría. Habíamos llegado a la Grecia que se describía en los libros de Historia y de Mitología.

Me sentí cohibida al ver tantos cuerpos masculinos a mi alrededor, todos con aspecto de estar más que acostumbrados a la acción y al ejercicio, pero intenté mantener la calma sobre todo llevada por la curiosidad de saber qué estaba pasando. Curiosidad que fue en aumento cuando oí pronunciar a nuestro lado un nombre que creía sacado de las leyendas.

—¿De verdad ha dicho Jasón? —Pregunté en un susurro a mi compañero, mostrando en el tono de voz la incredulidad que me invadía. Levanté la vista para mirar al hombre que había hecho enmudecer a todos a nuestro alrededor y, para ampliar aún más la sorpresa que ya sentía, pude comprobar que sobre sus hombros llevaba un cuero que aún conservaba el pelaje de un carneo y que, con toda seguridad, se tratase del famoso vellocino de oro. No pude evitar enmudecer yo también, dispuesta a escuchar lo que fuera que tuviera que decir aquel hombre cuya fama había llegado hasta nuestra época en forma de leyenda.

La voz del imponente argonauta rompió los murmullos.

- Bravos campeones de Grecia, ante todo daros las gracias por haberos reunido otro vez más para celebrar los juegos olímpicos – dicho aquello todos los que estaban allí empezaron a gritar eufóricos.

- Tras el éxito anterior, en esta ocasión contaremos con nuevas pruebas que pondrán vuestras  habilidades al límite, sin contar que no solo contamos con el beneplácito de los dioses, sino que el campeón recibirá la mismísima cornucopia de oro como muestra de ser un verdadero héroe olímpico... ¿es esto lo que queríais? –ante esa pregunta todos alzaron sus brazos y gritaron un ¡Sí! Al unísono. Realmente los allí presentes estaban muy motivados.

¿Qué era lo que quería entonces el programa de ustedes? ¿Que ganaseis los juegos clásicos propuestos por Jason? Parecía un reto bastante difícil pero si estabais allí es porque existirían posibilidades de lograrlo... lo que no entendíais es qué podíais aprender de esa experiencia.

- Escuchad atentamente, existirán dos pruebas... la primera de ellas será llegar desde el punto de partida hasta el templo de Zeus situado en el monte. Esto implica que debéis ser capaces tanto de ser los más rápidos en carrera, cruzar a nado el río que separa el monte y usar vuestra fuerza para escalar hasta llegar al templo – Jason no dejaba de mirar a todos los candidatos, incluidos ustedes.

- En esta competición no está permitido el uso de armas o herir al resto de participantes ¿habéis entendido? Se trata de un juego limpio para que los dioses estén complacidos por nuestra honradez – dicho aquello tragó saliva para seguir explicando.

- Los cinco primeros que logréis llegar al templo seréis recompensados con la posibilidad de participar en la segunda y última prueba... llegado el momento se os explicará... -

Jason indicó cual sería el punto de inicio. La idea era bastante clara, había que llegar hasta el templo de Zeus, sin embargo eso implicaría un esfuerzo físico encomiable ya que tener que correr, nadar y trepar en esas condiciones implicaría un estrés al cuerpo que no sabíais si estaría a la altura.

Todos los participantes se miraban, ya no como compañeros, sino como rivales que se analizaban uno a uno para saber quién podía ser el más débil y quien una amenaza real. Más de uno se fijo en ustedes, quizás os considerarían posibles ganadores de la primera prueba. Habría que estar atentos y darlo todo... ¿el sistema quería que ganaseis? ¡Pues eso haríais!

- Bravos campeones de Grecia, ante todo daros las gracias por haberos reunido otro vez más para celebrar los juegos olímpicos.

Vaya, los juegos olímpicos, pensé. Eso significa tener que competir (correr, lanzar jabalina.... )... con lo mal que se me da a mí eso.

Aquel grupo de guerreros, porque no se les podía llamar deportistas, parecían sentirse eufóricos con la idea de retarse unos a otros y luchar por la victoria. Entendía que como cualquier otra cosa, el honor valía mucho más que cualquier otra cosa, y el orgullo de llegar el primero o salir victorioso de una batalla, quizás fuese algo que no podía compararse a lo demás, pero el caso es que después de haber luchado por nuestra vida y matado varios hombres, todo aquello parecía... desconcertante.

No obstante, me enderecé y guardé silencio mientras Jasón explicaba la prueba. Jasón parecía un hombre normal, pero debía poseer una voluntad de hierro forjado, si había logrado el vellocino de oro.

- Escuchad atentamente, existirán dos pruebas... la primera de ellas será llegar desde el punto de partida hasta el templo de Zeus situado en el monte. Esto implica que debéis ser capaces tanto de ser los más rápidos en carrera, cruzar a nado el río que separa el monte y usar vuestra fuerza para escalar hasta llegar al templo 

Pufff, correr.

- En esta competición no está permitido el uso de armas o herir al resto de participantes ¿habéis entendido? Se trata de un juego limpio para que los dioses estén complacidos por nuestra honradez 

Aquel comentario solo podía significar que seguramente, debía ser habitual hacer trampas, así que por mucho que Jasón lo hubiese advertido, no debíamos confiarnos. Si era lo normal, alguno de ellos, si no todos, consideraría perfectamente lícito atacarnos por sorpresa. Debíamos estar preparados para todo.

- Los cinco primeros que logréis llegar al templo seréis recompensados con la posibilidad de participar en la segunda y última prueba... llegado el momento se os explicará... -

El llegar entre los cinco primeros nos dejaba a Morrigan y a mí con tres posibles hombres mejores que nosotros, así que bajo ningún concepto podíamos permitirnos el lujo de relajarnos.

Cuando hubo terminado de hablar, todos nos pusimos a hacer estiramientos y a fortalecer ligeramente los músculos de piernas y brazos. Yo hice unos ejercicios básicos que recordaba del gimnasio, con el fin de prepararme para una carrera que, sin tratarse de una maratón, sin duda iba a ser dura, puesto que para empezar, sería cuesta arriba. 

Cuando terminamos de prepararnos, resoplé. Iba a ser duro.

Pero debíamos llegar.

Escuché con atención las palabras de Jasón que parecían calar hondo en el resto de hombres, todos fornidos y desarrollados seguramente en mil y una batallas, sintiéndome desconcertada cuando supe que el reto consistía en la primera prueba de unos Juegos Olímpicos. No me podía creer que estuviera participando en vivo y en directo de lo que debían ser de los primeros Juegos de la historia, aquella sí que era una misión increíble, más si cabe porque yo era una mujer y hasta donde llegaban mis conocimientos de historia, las mujeres tenían prohibida su participación. Pero ninguno parecía prestarme una atención especial más allá de verme como una posible rival, quizás no la mejor dada mi condición, pero una rival al fin y al cabo.

El reto era complicado, donde el esfuerzo físico, la resistencia y una gran fuerza de voluntad deberían ser las pautas que nos diferenciaran del resto. No temía a ninguna de ellas pues, tanto en el entrenamiento para el programa cuya intensidad no todos aguantaban, como por las distintas misiones por las que ya habíamos pasado, me habían preparado para afrontar con fuerza la prueba, pero sí temía las posibles trampas de los rivales por mucho que Jasón hubiera insistido en ese punto.

Sabedora ya de que mi condición de mujer no parecía ser un impedimento para participar, y al igual que estaba viendo a mi compañero, el cual no parecía demasiado convencido con lo que estaba a punto de realizar, yo también me puse a calentar a base de estiramientos pero sobre todo, mentalizándome para la dura prueba a la que nos teníamos que enfrentar.

—Tenemos que conseguirlo Columbus —le susurré a mi compañero para que el resto no nos pudiera escuchar—. Estamos entrenados para aguantar esto y más... Debemos quedar entre los cinco primeros.

En cuanto ardió la antorcha de inicio, todos los participantes empezaron a correr a gran velocidad para alcanzar el río. Fue bastante estimulante participar en un evento así, era cierto que intentar ganar conllevaba una gran responsabilidad y una presión sin embargo el formar parte de un hecho de tal calibre era abrumador a nivel emocional.

De momento llevabas buen ritmo, la preparación física que habíais tenido durante vuestro entrenamiento os permitía encontraros entre el grupo que encabezaba la marcha. Al paso de casi diez minutos corriendo notasteis que algo pasó.

Uno de los corredores, un chico joven, estaba en el suelo en frente vuestra, era uno de los más rápidos y ahora estaba retorciéndose de dolor a escasos metros de vuestra posición. ¿Qué deberíais hacer? ¿Deteneros cuando nadie lo hacía para prestarle ayuda?¿o deberíais por el contrario seguir adelante y no desaprovechar esta oportunidad ahora vais a buen ritmo?

Aunque no me gustaba correr, lo cierto era que lo estaba haciendo bien. Los dos lo estábamos haciendo bien. De vez en cuando miraba a Morrigan y ambos marchábamos a buen ritmo y sin que nos estuviese afectando demasiado.

Los demás iban igual que nosotros, pero lo importante era que podíamos reservar energías para el sprint final, que sin duda tendría lugar, en busca de los preciados cinco primeros. 

Cuando de repente nos encontramos a uno de los que iban justo delante, en el suelo, dolorido, pensé... vaya, ya decía yo que todo estaba siendo demasiado sencillo. 

Supongo que en los breves segundos que pasaron desde que lo vimos hasta que llegamos a dónde se encontraba, unos metros más adelante, mi cerebro fue capaz de gestionar lo que estaba sucediendo y tomar una decisión.

-Morrigan... sigue tú..... Al menos uno.... de los dos debe llegar.... entre los cinco primeros. Yo veré.... lo que le ocurre -le dije, sin detenerme, hasta que llegué al lado del muchacho. Entonces me paré y me agaché.

-¿Qué ha sucedido? -le pregunté, mientras intentaba recuperar el aliento.

Sabía que, aunque habíamos comenzado bastante fuerte y por el momento manteníamos el ritmo, no nos podíamos confiar, en especial yo cuya fortaleza física y resistencia no se podían comparar con la de aquellos aguerridos hombres, cuyo entrenamiento seguramente en combate o en duros trabajos físicos, los hacían muy superiores a nosotros. Aunque nosotros también habíamos sido entrenados con dureza y por eso pertenecíamos a una élite a la cual no podía entrar cualquiera.

No iba a ser fácil para ninguno de los participantes y prueba de ello fue cuando vi al joven que iba delante de nosotros en el suelo, quejándose de dolor seguramente por una lesión bastante inoportuna. Pero el deporte era así, las lesiones podían venir cuando menos se las esperaba.

Estuve a punto de detenerme para ayudarlo, o por lo menos para saber si se encontraba bien o necesitaba ayuda, pero Columbus se me adelantó. Escuché lo que me decía pensando en la carga que él ponía sobre mis hombros y, por unos instantes, dudé si sería capaz de conseguirlo. Yo debería estar ayudando al joven y no Columbus ya que él tenía más resistencia y fuerza que yo, pero desde luego lo que no podíamos hacer era pararnos los dos. Tal y como él había dicho uno de nosotros tenía que continuar para conseguir estar entre los cinco primeros.

Asentí a su petición y seguí corriendo. No quería perder de vista a los que iban en cabeza quedándome rezagada, pero tampoco quería forzarme demasiado al principio para no agotarme antes de tiempo. Debía controlarme si no quería acabar como ese joven o sin poder respirar. No sabía aún lo que nos jugábamos pero, después de todo lo que habíamos pasado y lo que aún debía estar por llegar, tendría que poner todo mi empeño en conseguir llegar a la meta entre los cinco mejores.

Sabías que a pesar de que tuvieses que lograr ganar la carrera, lo correcto era ayudar a esa persona que al igual que tú estaba esforzándose al máximo por cumplir su objetivo.

Te detuviste para saber qué le pasaba y comprobaste que se había torcido el tobillo. El chico era más joven de lo que pensabas y no podía contener sus lágrimas... ya no solo por el dolor, sino por la impotencia de quedarse atrás.

Sabías que aplicándole un fuerte vendaje podría al menos evitar una hinchazón y que aguantase en la carrera, rasgaste tu ropa para improvisarlo y él quedó totalmente agradecido.

 - Gra... gracias... no sabía que así podría continuar un poco más... no quiero abandonar esta carrera... le prometí a mis hermanos que llegaría hasta el final – tras decir aquello se incorporó como buenamente pudo. Realmente necesitaría reposo y algo de hielo pero eran dos cosas que no iba a conseguir o respetar.

Aquello fue todo lo que pudiste hacer por él antes de retomar el ritmo, habías perdido terreno pero no por eso  ibas a rendirte ¡aún estabas a tiempo de remontar!

Apuraste el paso, sobre todo tras la distracción que supuso analizar lo que ocurrió con aquella persona que se quedó atrás en la carrera.

Aguantaste el ritmo al igual que muchos más, no estabas en cabeza pero al menos continuabas dentro de los más avanzados, la pregunta era ¿por cuánto tiempo podías permitirte no estar entre los primeros? Decidiste que era el momento de hacer un sprint, quemar energías para tomar una posición ventajosa que no solo desmoralizase a tus oponentes sino que te diese una visión más completa de las pruebas sin estar detrás del “pelotón”.

Decidido, empezaste a acelerar, poco a poco ibas adelantando a otros competidores pero sabías que si usabas tu energía de manera caótica supondría un riesgo importante...

Apuraste el paso, sobre todo tras la distracción que supuso analizar lo que ocurrió con aquella persona que se quedó atrás en la carrera y a la cual Columbus ayudó.

Aguantaste el ritmo al igual que muchos más, no estabas en cabeza pero al menos continuabas dentro de los más avanzados, la pregunta era ¿por cuánto tiempo podías permitirte no estar entre los primeros? Decidiste que era el momento de hacer un sprint, quemar energías para tomar una posición ventajosa que no solo desmoralizase a tus oponentes sino que te diese una visión más completa de las pruebas sin estar detrás del “pelotón”.

Decidido, empezaste a acelerar, poco a poco ibas adelantando a otros competidores pero sabías que si usabas tu energía de manera caótica supondría un riesgo importante...

Me sentía bien habiendo ayudado a aquel chico. No sabía si debido a ello iba a perder mis opciones, pero no era tan ambicioso como para olvidar la ética, quizás porque después de todo, eso era justamente lo que nos había traído hasta aquí: la necesidad de defender el bien frente a lo que considerábamos que estaba mal.

Así que mientras aceleraba y sentía como mi corazón aumentaba sus palpitaciones, intenté concentrarme en el movimiento de mis piernas y la sensación de que no me había equivocado. Perdiese o no, llegase entre los cinco primeros o los cinco últimos, no podía dejar de ser yo mismo.

Pero afortunadamente, mi cuerpo parecía estar aguantando, quizás forzado, pero aguantando a fin de cuentas, y al ir superando a mis adversarios, me di cuenta de que todavía disponía de alguna opción de conseguirlo, porque no mucho más lejos podía ya divisar, subiendo por una colina, al grupo de cabeza en el cual seguía Morrigan.

Sonreí.

Podía hacerlo.

El aire me quemaba los pulmones y las piernas parecían estar a punto de estallar, pero poco a poco fui recuperando el terreno y cuando vi que tenía al alcance a Mor, supe que había hecho bien. Si al final desfallecía, no habría sido un esfuerzo en vano, pero mientras tanto, me obligué a mi mismo a subir un escalón más mi ritmo, ligeramente por encima del de mis contrincantes, con el fin de alcanzarlos.

Vamos. Vamos. Un poco más. Eres contemporáneo de Aquiles y Jasón, demonios, me dije una y otra vez.

A pesar de que estaba manteniendo el ritmo sabía que no me convenía quedarme atrás y, para remontar posiciones, debería apurar un poco más el ritmo aún a costa de agotarme antes de tiempo. Aceleré la cadencia de mis zancadas sobrepasando a algunos rivales, intentando llegar a la cabeza de la carrera. Poco a poco veía cómo la distancia se recortaba y que, a pesar de mis miedos iniciales a no ser capaz de aguantar, me veía bien y con fuerzas, incluso me podía permitir acelerar un poco más hasta situarme junto a los mejores de aquella prueba.

Me hubiera gustado echar un vistazo atrás para ver si Columbus había podido reintegrarse en la carrera y cómo iba posicionado, pero tenía miedo que un descuido como el de no estar atenta a aquel desigual terreno me hiciera trastabillar y caer y eso sí que me impediría continuar.

Confiaba en Columbus y sabía que, si había vuelto a la carrera, poco a poco iría ganando terreno y, cuando me quisiera dar cuenta, ya lo tendría corriendo junto a mí.

Hacer el sprint fue la mejor decisión. Empezasteis a recorrer metros y más metros a una velocidad vertiginosa. Adelantasteis a muchos de los participantes que incrédulos comprobaban como sus esperanzas por ganar se desvanecían ante ustedes.

Ya casi podíais ver el agua que marcaba el inicio de la segunda etapa, aquello os dio energías extra para seguir.

Tan solo bastaron un par de segundos para prácticamente “besar” la orilla. Con la ropa que llevabais puesta disteis un salto y os zambullisteis en el agua del río. Existía una corriente que era agresiva pero teníais que mantener el rendimiento al máximo para no caer presa.

Observabais como las pocas personas que teníais por delante vuestra mostraban ya signos de agotamiento. Algunos se vieron arrastrados por la corriente, la cual parecía cada vez era más fuerte.

El río desembocaba directamente al mar y eso implicaría la eliminación de la competición. Desde vuestra posición analizasteis como simplemente había 3 personas por delante vuestra que parecían realmente dignos competidores, eso significaba que si os manteníais así podríais clasificaros para la 2ª prueba que citó Jason de manera misteriosa.

Pero antes que soñar con la victoria había que seguir al pie de cañón... ¡había que aguantar la corriente!

Había subestimado mis propias capacidades pero cuando comencé a dejar atrás a competidores que, en un primer momento, había creído muy superiores a mí, me había dejado vencer por el desánimo. Ahora me daba cuenta que las enseñanzas del viejo Aoshi servían mucho más que para manejar bien una katana ya que con él había aprendido sobre todo a no dejarme arrastrar por la impaciencia.

Estaba dosificando mis fuerzas y eso se traducía en el buen rendimiento que estaba teniendo. A pesar de estar compitiendo con grandes atletas, todos hombres, lo que estaba consiguiendo era demostrar mi fortaleza y, sobre todo, mi resistencia ya poco a poco los iba dejando atrás. Y desde luego mi compañero estaba a mi altura, lo que demostraba que aún estaba mejor que yo ya que había conseguido remontar sin problemas desde la posición tan atrasada que había tenido al ayudar al joven.

Cuando llegamos por fin al agua, un elemento que me encantaba, varios de nuestros rivales más directos dejaron de serlo por culpa de la corriente. Los que quedábamos, y hasta el momento los que habíamos demostrado ser los mejores, teníamos todos opción a conseguir pasar a la siguiente prueba ya que teníamos al alcance de la mano la victoria en esa.

Me zambullí en el agua sintiendo la corriente tirar de mí hacia el mar. Controlé el pánico y, sobre todo, intenté administrar bien mis fuerzas para no agotarme antes de tiempo. Se notaba que me gustaba nadar y que estaba acostumbrada a hacerlo ya que, casi sin darme cuenta, fui avanzando con facilidad hasta darme cuenta que, si no sucedía nada grave, esa parte de la prueba la iba a superar sin problemas.

Salté al agua con la única idea de que después iba a pillar un resfriado... si sobrevivía, porque nadar nunca había sido lo mismo. La corriente nos empujaba y yo hacía lo que podía para mantenerme en línea con el resto del grupo. Pude ver que Morrigan nadaba extraordinariamente bien, como una sirena, y que llegaba a la otra orilla con facilidad, mientras otros competidores gritaban auxilio mientras eran arrastrados por la corriente.

A pesar de todo, aunque fuese el último del grupo, debido al esfuerzo y a lo inútil que era nadando, logré mantenerme alejado de la corriente y continuar el camino marcado.

Eso sí, estaba agotado, y llegado aquel punto, me conformaba con conseguir el quinto lugar. Sí, era cierto que me había detenido a ayudar a aquel pobre muchacho, y que quizás aquello me estaba pasando factura, pero me dije a mí mismo que eso era lo correcto.

Seguí nadando, tomando inspiraciones profundas y rezando por poder mantener aquel ritmo y terminar de cruzar.

Dándolo todo por la victoria, hicisteis alarde de vuestra condición física para superar la corriente que estaba acabando con la mayoría de los competidores. Parecía increíble como un simple río podía ejercer de “filtro” ante aquella carrera de la cual ya solo un puñado de valerosos guerreros se sentía capacitado para tomar el rumbo adecuado.

Finalmente, tras casi sentir que podíais errar en cualquier momento, tocasteis tierra con los brazos. Necesitasteis descansar un par de minutos, de lo contrario sería inhumano seguir. Ahora mismo no ibais liderando el grupo puesto que un segundo concursante llevaba el liderazgo ¿podríais alcanzarle? Quizás si no hubieseis descansado habríais sido capaces ¿pero de qué servía continuar si casi no teníais fuerzas para ello?

Emprendisteis la carrera en vista de continuar con la última etapa: la escalada al templo de Zeus.

Cogisteis tierra para manchar las manos de polvo y así secarlas tanto del agua del río como del sudor y decidisteis empezar la escalada. Había bastante altura, casi 200 metros.

Agarrasteis la fría roca y empezasteis la escalada. Después de haber estado tanto tiempo corriendo y después nadando, que la última parte fuese una escalada era casi una pesadilla.

Cada metro que avanzabais era un suplicio, una odisea, pero teníais que seguir allí. Según vuestros cálculos seguíais siendo de los cinco primeros con lo cual con seguir aguantando sería suficiente.

Una vez alcanzados los cien primeros metros os disteis cuenta que la victoria estaba al alcance de vuestra mano; apretasteis los dientes y seguisteis avanzando ahora con más velocidad, motivados por la visión de la cumbre.

Entonces ocurrió algo que os llamó la atención: visteis como vuestro máximo rival se había detenido, ¿le habría pasado algo? ¿Por qué se detenía a escasos metros para alcanzar la cima?

Seguisteis avanzando hasta que alcanzasteis su altura ya que estaba escalando por vuestro mismo tramo, y lo que pasó después fue fruto de la naturaleza humana...

De manera miserable, aquel que iba en cabeza comenzó a desprender y arrojar rocas contra ustedes, aquello no os permitió tener tiempo para reaccionar ¿era así como pretendía ganar?¿de aquella manera tan sucia y rastrera?

El impacto de éstas os hizo perder el agarre y caer.

Solo con un milagro podríais aferraros de nuevo a la roca para continuar la escalada y no perder todo lo que habíais hecho...